LIBERACIÓN DE AFLICCIONES TEMPORALES

Diciembre 11

LIBERACIÓN DE AFLICCIONES TEMPORALES

Sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación. (Filipenses 1:19)

El versículo de hoy muestra el valor de la plena confianza en Dios. Pablo sabía que su aflicción presente era temporal y que sería librado de ella.

¿Por qué estaba Pablo convencido de su liberación? Su declaración: “Sé que… esto resultará en mi liberación” es una cita de la versión griega de Job 13:16. Job era un hombre justo que sufrió mucho, pero fue librado porque Dios siempre libra a los justos. Job dijo: “Y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios” (Job 19:26). Él sabía que temporal o eternamente Dios lo libraría.

Pablo sabía que podía confiar en que Dios lo librara tal como Dios había librado a Job. Confiaba en que sus circunstancias resultarían en bien, ya fuera librado de la cárcel, justificado en su juicio y librado de la ejecución, o yendo a la gloria como un mártir. Tal vez usted no sufra las mismas pruebas que Pablo, pero cualesquiera que sean sus circunstancias la misma segura confianza está a su alcance.

Del libro La Verdad para Hoy de John MacArthur DERECHOS DE AUTOR © 2001 Utilizado con permiso de Editorial Portavoz, http://www.portavoz.com

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Pragmatismo Religioso

Pragmatismo Religioso

Oscar Arocha

En Grecia se le llamaba pragmático al individuo que era muy hábil en los negocios. En base a este concepto nació en los primeros años del siglo XX, en USA, una filosofía denominada pragmatismo, la cual postula lo siguiente: “Que el único criterio válido para juzgar la verdad de toda doctrina científica, moral o religiosa, se ha de fundar en sus efectos prácticos”. Para el pragmatismo, la experiencia tiene la voz o juicio final para aceptar o rechazar una idea o concepto religioso. Pero nuestro propósito presente no es discutir sobre la idea original de la filosofía pragmática, sino sobre una de sus variantes, la cual proclama que la experiencia religiosa es más importante que la doctrina bíblica.

Este pensar se ha introducido en el Cristianismo y está arrastrando no pocos al engaño. El corazón falso de entonces es el mismo hoy. El hombre no ha cambiado mucho, aun cuando experimente progresos sociales, tecnológicos y de derechos humanos. Y esa variante del pragmatismo la encontramos en este verso: “Ciertamente pondremos por obra toda palabra que ha salido de nuestra boca, para ofrecer incienso a la reina del Cielo y derramándole libaciones, como hemos hecho nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros príncipes, en las ciudades de Judá como en las plazas de Jerusalén, y tuvimos abundancia de pan, y estuvimos alegres, y no vimos mal alguno” (Jer.44:17). Nótese: “Tuvimos abundancia de pan, y estuvimos alegres, y no vimos mal alguno”. No es nuevo que hombres y mujeres estén juzgando la verdad de la religión por sus experiencias. Si el asunto funciona y te da beneficios, entonces es verdad.

Significado espiritual

Si se compara el pensar de Jeremías con ellos, notará una diferencia, la cual es ésta: El hombre de fe juzga la mente y la voluntad de Dios por lo que está revelado en Su Palabra; en cambio, el pragmático lo interpreta por lo que Dios hace en Sus obras. Ellos dicen que si tienen buenas experiencias, el Señor está con ellos. Si prosperan, si tienen grandes congregaciones, si progresan socialmente, si se les multiplican las diversiones, si logran desarrollar actividades que mantenga la feligresía contenta, es que la providencia divina obra a su favor, o que son bendiciones del amor de Dios. Así piensan.

Operación

El pragmático es como Poncio Festo (Hch. 26): su vista se enfoca básicamente en lo que a su juicio funciona. Sus mentes no dan lugar al mundo de lo invisible, sino a lo que temporalmente les beneficie. La manera cómo opera el pragmatismo es que si ven que sus acciones son exitosas, concluyen que tal conducta es correcta. En cambio, si hacen algo en la religión verdadera, en el Cristianismo, y eso no les trae prosperidad terrenal, aun cuando no tengan base bíblica para censurar lo que hacen, sospechan de la verdad: “Desde que dejamos de quemar incienso a la Reina del Cielo y de derramarle libaciones, nos falta de todo, y somos exterminados por la espada y por el hambre” (Jer.44:18). Era correcto abandonar la práctica idolátrica, sin embargo, como no les dio beneficio material, dudaron de esa buena obra. Juzgan el favor del cielo por el engrosamiento de sus bolsillos. Así una persona rolliza, su médico le prescribe rebajar de peso; antes su figura era de prosperidad, pero ahora se ve delgada, como si estuviera peor de salud cuando está mejor. La realidad de una vida no se juzga solo por la apariencia. Estando mejor es cuando se ve peor. En esta forma de pensar los sentimientos carnales suelen tener una voz de mando excesivamente fuerte, en cambio, lo que es razonable, en ellos es de voz débil. Cuando sus sentidos son afectados dudan de la verdad. Otro caso: “Ofreció sacrificios a los dioses de Damasco que le habían derrotado. Y dijo: Puesto que los dioses de los reyes de Siria les ayudan, yo también les ofreceré sacrificios, para que me ayuden a mí. Pero ellos fueron los que lo hicieron fracasar a él y a todo Israel” (2 Cr. 28:23). Rechazan la verdad, porque en no pocas ocasiones quienes viven más fieles y estrictos con la verdad son más sufridos. En cambio los más infieles tienen menos problemas. Razonan, pues, que Dios trata a los tales con más favores terrenales, y por tanto han de ser más felices. De ese modo bendicen a quienes Dios aborrece.

Empuje

Esta influencia del pragmatismo dentro del pueblo de Dios no debiera ser subestimada, ya que aun grandes Creyentes fueron casi contaminados, y hoy día no pocos de los nuestros a menudo son casi engañados. Un caso muy conocido, Asaf: “En cuanto a mí, por poco se deslizaron mis pies; casi resbalaron mis pasos, porque tuve envidia de los arrogantes, al ver la prosperidad de los impíos” (Sal.73:2-3). Aun nosotros, tú y yo somos tentados a pensar que el lado de la prosperidad es mejor que la verdad. El pragmatismo corrompe el buen juicio y se apresura a condenar al inocente: “Entonces, al recoger Pablo una cantidad de ramas secas y echarlas al fuego, se le prendió en la mano una víbora que huía del calor. Cuando los nativos vieron la serpiente colgada de su mano, se decían unos a otros: ¡Seguramente este hombre es homicida, a quien, aunque se haya salvado del mar, la justicia no le deja vivir!” (Hch.28:3-4). Al juzgar por los ojos de la cara, fueron llevados a conclusiones erradas. Juzgan la mente y voluntad de Dios por los hechos de la providencia y no por Su Palabra revelada en la Biblia. Ocurre algo todavía peor: la manera en que opera su razonamiento los conduce a dilatar el arrepentimiento: “Cuando la sentencia contra la mala obra no se ejecuta enseguida, el corazón de los hijos del hombre queda más predispuesto para hacer el mal” (Ec. 8:11). Como Dios en Su paciencia no los ha castigado, concluyen que pueden seguir haciendo mal y no serán molestados. Jeremías se topó con esta reacción de los judíos en Jerusalén.

Una tentación común

Veamos ahora el caso de un Creyente llegando a razonamientos equivocados por la influencia de este pragmatismo religioso, es decir juzgar la mente y voluntad de Dios solo por lo que está sintiendo o experimentando: “Y Gedeón le respondió: ¡Oh, señor mío! Si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Dónde están todas sus maravillas que nuestros padres nos han contado diciendo: ¿No nos sacó Jehová de Egipto? Ahora Jehová nos ha desamparado y nos ha entregado en mano de los madianitas” (Jue.6:13). Así no pocos de nuestros hermanos, verdaderos Creyentes, están inclinados a decir: “Si Dios me habría amado, nunca me hubiese dejado caer en una calamidad tan profunda como esta, o quizás digan de otro modo, que la aflicción que les ha caído es porque Dios no les ama”. Hermanos, si la verdadera religión no fuese asunto de fe, sería propio pensar así, o que la providencia de Dios es solo para agradar los sentidos, o juzgar el amor divino solo por nuestra experiencia. Pero no olvidemos que vivimos por fe no por los sentidos. El pragmatismo es un mal al que tú y yo estamos expuestos.

Hermano, no todo lo que brilla es oro

La prosperidad material de los incrédulos es consistente con el aborrecimiento de Dios. La prueba infalible del amor de Cristo es la salvación. Oye cómo lo dice el salmista: “Acuérdate de mí, oh Jehová, según tu benevolencia con tu pueblo; visítame con tu salvación” (Sal. 106:4). Hay un favor de Dios que es común a todas las criaturas, los bienes materiales, pero hay otro que solo da a los elegidos, quienes han conocido la salvación. Y Pablo agrega: “Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro. 5:8). No podemos decir que un perro que viva en un palacio, con abundante comida y cuidados, sea amado por Dios. ¿Cómo puedo saber si alguien ha recibido ese preciado don espiritual? La respuesta se encuentra en este texto: “Los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu” (Ro. 8:5). La naturaleza de una criatura se conoce por su alimento; los herbívoros, comen hierbas; los carnívoros, carne, y los espirituales, se alimentan de las cosas del Espíritu. Amén.

​Oscar Arocha es pastor de la Iglesia Bautista de la Gracia en República Dominicana. Es profesor de Eclesiología, Homilética y Teología Pastoral en la Academia Ministerial de la Gracia en Santiago. Ha sido conferencista en diferentes ciudades de América Latina. Sus predicaciones y doctrinas son difundidas cada semana en emisoras de Radio y Televisión. Puede encontrarlo en Twitter.

EL QUEBRANTAMIENTO DE LA DESESPERANZA

EL QUEBRANTAMIENTO DE LA DESESPERANZA

Charles R. Swindoll

11 de diciembre, 2018

Salmos 13

Hace muchos años cuando vivía en La ciudad de Dallas y estaba estudiando en el Seminario, recibí una llamada telefónica que me llevó a un pequeño departamento de la ciudad. Toqué a la puerta y me abrió un hombre que tenía en su mano un rifle. Me invitó a pasar. Fuimos a la cocina donde había simplemente un bombillo y una pequeña mesa con dos sillas. Allí comenzó a contarme su triste historia. Acababa de salir del hospital después de una cirugía en la espalda. Él era un hombre solitario, que había perdido el contacto con su esposa y con su único hijo, muchos años antes tras el fracaso de ese matrimonio. Mientras hablaba con él acerca de sus luchas intensas, noté que el apartamento estaba lleno de fotografías de su hijo en diferentes etapas de crecimiento.

Había fotos de cuando el niño estaba en pañales. Otras cuando el niño estaba graduándose del jardín de niños. Fotos del niño jugando béisbol y muchas otras más. Todo el enfoque de ese hombre se centraba en su matrimonio fracasado y en su hijo con quien él ya no podía pasar el tiempo. Esos recuerdos nostálgicos del pasado lo tenían cautivo y llenaban su corazón de arrepentimiento y desaliento. Desafortunadamente, mis intentos de ayudarle a que viera más allá de su angustia fueron inútiles. Menos de una semana después, él manejó su auto hasta las afueras del este de Texas y allí se suicidó. Para él, la vida ya no tenía ningún valor.

Es normal sufrir después de una pérdida significativa. El dolor es ese proceso angustioso de ajustarse a un nuevo conjunto de circunstancias. Una vez que la aceptación llega a nuestras vidas, el dolor desaparece, cediéndole el paso al gozo nuevamente. Algunas veces, sin embargo, el dolor puede llevar a la desesperanza, en lugar de la aceptación. Eso es precisamente lo que es el abatimiento. Una caída perpetua a la desesperanza.

No es necesario leer el salmo 13 muchas veces para detectar el abatimiento en David. Al igual que mi amigo solitario en el apartamento, el salmista se siente desalentado y olvidado. Es el viejo síndrome de «nadie me quiere». La desesperación ni siquiera describe ese estado emocional. Mi abuelo lo diría de esta forma: «Se siente como cucaracha». Un dicho muy común pero muy claro. Estoy seguro de que estos sentimientos mutuos son los que nos llevan a leer los salmos durante nuestros días tristes. David se siente miserable. Nadie sabe la razón. Sin embargo, sus palabras resuenan en nuestros sentimientos de dolor cuando nos sentimos «como cucarachas».

Afirmando el alma
Si usted o alguien que usted conoce, está sintiéndose abatido, ¿sabe usted cuál es el motivo? ¿Qué circunstancia causó ese dolor? Dedique unos momentos para describir eso de manera escrita. Hágalo en tercera persona como si estuviese contando la historia de un personaje ficticio.

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2018 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

La conciencia, ¿una facultad molesta?

Martes 11 Diciembre

Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres.

Romanos 2:16

Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.

Eclesiastés 12:14

La conciencia, ¿una facultad molesta?

El hombre tiene una conciencia: siente más o menos vergüenza cuando hace algo malo, y se siente satisfecho cuando hace el bien. Pero alguien dirá: el bien y el mal son nociones muy relativas. Sin embargo, todos poseemos una referencia interior a la que nuestro comportamiento es confrontado continuamente.

La conciencia permite hacer la diferencia entre el bien y el mal; nos advierte cuando hacemos algo malo. Y nuestra memoria siempre está lista para sacar a la luz las acciones más miserables de nuestro pasado. Mediante todo tipo de actividades o de prácticas religiosas, el hombre trata de acallar la voz de una conciencia cargada, pero generalmente no lo consigue. Esta voz no lo deja tranquilo, le produce malestar, turba su mirada, su sueño… Comprende que hay una justicia que lo supera, y que un día tendrá que rendir cuentas ante su Creador.

En el plano moral, la conciencia tiene la misma función que el dolor en el plano físico, es decir, nos advierte sobre la urgente necesidad de consultar al gran Médico del alma: Dios. Él nos dejó su Palabra, la Biblia, mucho más segura que nuestra conciencia. Ella nos revela la verdad perfecta, divina, inmutable, que viene de arriba y no del hombre (Juan 17:17). Para el que la recibe con fe, es la luz que viene a iluminar, «a nivelar» nuestra conciencia para ver las cosas como Dios las ve, para juzgarlas y apreciarlas como él.

Iluminada de este modo, la conciencia dirige nuestros pensamientos y nuestras acciones en armonía con Dios.

Jueces 4 – Apocalipsis 4 – Salmo 140:1-5 – Proverbios 29:19-20

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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