Corred de tal manera que lo obtengáis. (1 Corintios 9:24)

Enero 17

Entre en el juego

Corred de tal manera que lo obtengáis. (1 Corintios 9:24)

Como yo era un deportista cuando niño, jugué en varios equipos en diversos programas deportivos. Recuerdo a muchos muchachos con poca o ninguna capacidad deportiva que trataban de formar parte de aquellos equipos. Una que otra vez, a un entrenador le daba pena con algún muchacho así y lo ponía en el equipo a pesar de su actuación. Le daba al muchacho un uniforme para hacerle sentir que era parte del equipo aunque no permitiera que el muchacho participara en el juego.

Afortunadamente, es todo lo contrario en la vida cristiana. El Señor no nos pone en el equipo solo para que nos sentemos en el banco. Tiene el propósito de enviarnos al juego. Es su gracia la que nos llama a la salvación, y es su voluntad la que nos envía al mundo para dar testimonio de Él.

Todos somos como el muchacho que no tenía habilidad. Dios nos pone misericordiosamente en el equipo, no debido a nuestra habilidad, sino sim­ple­mente por su gracia soberana. Y Él nos da la capacidad para participar en el juego. Así que entre en el juego y dé gracias por el santo privilegio de servir a Jesucristo.

Del libro La Verdad para Hoy de John MacArthur DERECHOS DE AUTOR © 2001 Utilizado con permiso de Editorial Portavoz, www.portavoz.com

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El Padre mismo os ama.

Jueves 17 Enero

Cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.

Lucas 15:20

El Padre mismo os ama.

Juan 16:27

Es mi historia (2)

Pedro acababa de leer el relato del hijo rebelde en el Nuevo Testamento que le habían dado.

No podía sacar de su mente esta historia: le recordaba cosas que él trataba de olvidar, pero sobre todo el amor que sus padres le habían demostrado a través de tantos cuidados. Sin embargo, ¿qué bicho lo había picado para que abandonara la casa paterna? Por supuesto, él hacía lo que le parecía sin tener en cuenta a los demás, y esto desagradaba a sus padres. ¿Se habría equivocado él, que hoy trabajaba en la calle con sus compañeros a fin de recoger algunas monedas para su sustento?

Entonces decidió ir a hablar con el cristiano que le había dado el Nuevo Testamento. La conversación comenzó rápidamente.

–La historia de ese hijo rebelde es la mía, dijo Pedro inmediatamente. Siento vergüenza.

–¿Sabes que esta historia es la de todo hombre, la mía también, si consideramos al Padre como nuestro Creador? Tú leíste la primera parte de la historia, leamos juntos la segunda, dijo el cristiano.

Entonces Pedro descubrió que el camino del retorno seguía estando abierto, no solo hacia sus padres, sino también hacia Dios. Confesar sinceramente su pasado ante Dios lo condujo a Jesucristo, quien se convirtió en su Salvador, su libertador.

Experimentó lo mismo que el hijo perdido en la parábola que acababa de leer. Dios lo recibió tal como era, sin hacerle reproches. Ahora tiene la certeza de que fue perdonado. Jesucristo pagó por sus pecados en la cruz.

1 Samuel 14:1-22 – Mateo 12:1-37 – Salmo 10:12-18 – Proverbios 3:21-26

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