Aproveche la ola

marzo 25

Aproveche la ola

Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. (Juan 4:35)

Todos los creyentes deben sentir pasión por los perdidos. John Harper tenía tal pasión. Era un joven pastor en la gran iglesia Moody Memorial de Chicago a principios del siglo XX, pero en 1912 iba de pasajero en el aciago viaje del Titanic.

Cuatro años después, un joven escocés se puso de pie en una reunión y dijo que era sobreviviente de Titanic. Mientras flotaba a la deriva agarrado de un pedazo de madera, se encontró con un hombre que flotaba sobre restos del naufragio. El hombre le pidió al escocés que recibiera a Cristo. El joven escocés se negó. La ola volvió cerca del hombre, y este le preguntó al escocés si aun no era salvo. Poco después, el hombre desapareció en el agua, y el escocés decidió confiar en Cristo como Salvador. Identificó al hombre como John Harper. El joven escocés fue el último convertido de John Harper.

¿Puede ser usted uno de los John Harper de esta generación?

Del libro La Verdad para Hoy de John MacArthur DERECHOS DE AUTOR © 2001 Utilizado con permiso de Editorial Portavoz, http://www.portavoz.com

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Bienaventurado el que piensa en el pobre (9)

Lunes 25 Marzo

Bienaventurado el que piensa en el pobre. El Señor oye a los menesterosos, y no menosprecia a sus prisioneros.

Salmo 41:1; 69:33

Jesucristo… por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.

2 Corintios 8:9

Las bienaventuranzas

Bienaventurado el que piensa en el pobre (9)

A menudo la Biblia nos habla de la pobreza. La menciona como una realidad que no debe dejarnos insensibles. Varias veces nos exhorta a ser generosos. Pero también nos muestra que ser pobres puede enseñarnos a conocer a Dios de una manera nueva. Tal fue la experiencia de Job, quien lo había perdido todo: “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven” (Job 42:5).

En efecto, las riquezas materiales, pero también las culturales e incluso las espirituales pueden ocultarnos a Dios. Ocupan nuestra mente y nos tranquilizan, pero en el fondo nos alejan de Dios, pues nos privan de vivir por la fe. En ese sentido, ser pobres nos puede instruir mucho, especialmente en las experiencias hechas con Dios.

Bienaventurado el que piensa en el pobre. Si se hiciera un sondeo y se preguntara: «¿Qué lo hace feliz?», sin duda nadie contestaría: «Pensar en el pobre». Para conocer esta felicidad es preciso saberse pobre uno mismo, en el plano espiritual. Entonces no estaré tentado a tratar al pobre con soberbia, sino que estaré atento a su situación y me ubicaré frente a él con interés y solicitud. El pobre necesita ser respetado, escuchado, acompañado, y a menudo necesita esto tanto como la ayuda material.

Pensar en el pobre, o comprenderlo, es sobre todo conocer al Señor Jesús, entablar vínculos con él, quien “se hizo pobre” por nosotros. Gracias a él poseemos la única riqueza valedera, la de ser amados por Dios.

Ezequiel 20:1-22 – Hechos 26:1-18 – Salmo 36:7-12 – Proverbios 12:7-8

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