Nuestro sustituto

abril 5

Nuestro sustituto

Llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. (1 Pedro 2:24)

La muerte expiatoria de Jesucristo es una verdad fundamental de la fe cristiana. La redención, la justificación, la reconciliación, la eliminación del pecado y la propiciación son todos resultados de la obra expiatoria de Cristo.

El apóstol Pablo también destacó esa obra cuando dijo que Dios “al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Co. 5:21), y que “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición” (Gá. 3:13).

Algunos sostienen que es inmoral enseñar que Dios tomó forma humana y llevó los pecados de hombres y mujeres en su lugar. Dicen que es injusto transferir el castigo del pecado de un culpable a un inocente. Pero eso no es lo que sucedió. Cristo tomó voluntariamente nuestro pecado y llevó su castigo. Si no hubiera estado dispuesto a tomar nuestro pecado y aceptar su castigo, como pecadores nosotros hubiéramos llevado el castigo del pecado en el infierno para siempre. La obra de Cristo en la cruz no fue injusta; ¡fue el amor de Dios puesto en práctica!

Del libro La Verdad para Hoy de John MacArthur DERECHOS DE AUTOR © 2001 Utilizado con permiso de Editorial Portavoz, http://www.portavoz.com

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Jesús, gran vencedor de la muerte (2)

Viernes 5 Abril

(Jesús libra) a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.

Hebreos 2:15

¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?… Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.

1 Corintios 15:55-57

Jesús, gran vencedor de la muerte (2)

Ese viernes, día de la Pascua, antes de las seis de la tarde, dos hombres pusieron un cuerpo en un sepulcro nuevo. El muerto era Jesús, el Hijo de Dios, el que resucitaba a los muertos. ¿Era posible?

Sí, Jesús fue crucificado. Pero aunque los hombres son responsables de su muerte, en realidad él entregó su vida voluntariamente: “Yo pongo mi vida… Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo” (Juan 10:17-18). Después de haber resucitado a otros, ¡el Hijo de Dios también entró en el dominio de la muerte!

Pero si entregó su vida, tenía el “poder para volverla a tomar” (Juan 10:18). En efecto, el domingo en la mañana la tumba estaba vacía. Jesús resucitó, venció a la muerte y así quitó al diablo su terrible poder (Hebreos 2:14-15). Es una victoria sin precedentes, un triunfo definitivo.

Un día, al oír la potente voz del Hijo de Dios, a su voz de mando, los cuerpos de los creyentes, convertidos en polvo, resucitarán (1 Tesalonicenses 4:17). ¡La muerte no podrá retenerlos!

Para beneficiarse de esta victoria del Hijo de Dios sobre la muerte, es necesario escuchar su voz. Los que se hayan negado a escucharlo durante su vida, tendrán que enfrentarse entonces a una cosa terrible: “la muerte segunda” o el “lago de fuego” (Apocalipsis 20:14). En ese lugar la voz del Hijo de Dios no resonará más…

“Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida” (1 Juan 5:11-12).

Ezequiel 29 – Gálatas 6 – Salmo 39:7-13 – Proverbios 13:1

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