Mejor es respetar a Dios

Martes 11 Junio

Mejor es lo poco con el temor del Señor, que el gran tesoro donde hay turbación.

Proverbios 15:16

Mejor es confiar en el Señor que confiar en el hombre.

Salmo 118:8

Mejor es respetar a Dios (2)

Lectura propuesta: Génesis 13

Abraham y su sobrino Lot se hallaban frente a una decisión difícil: debían separarse porque no tenían suficiente lugar para sus rebaños. Abraham dejó elegir a su sobrino: “Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda” (Génesis 13:9). Lot miró a lo lejos y contempló la llanura fértil del Jordán, cerca de las ciudades de Sodoma y Gomorra (habitadas por depravados), y eligió la llanura. Atraído por la riqueza (“el gran tesoro”), hizo una mala elección, porque “mejor es lo poco con el temor del Señor”. ¡Sería la ruina para sus bienes y, sobre todo, para su familia!

En cuanto a mí, ¿he hecho una buena elección? Como todo hombre, debo hacer una elección esencial: ¿cómo comportarme con respecto a Dios? Él es invisible, inalcanzable, y verdaderamente no lo vemos intervenir para castigar el mal… Sin embargo la conciencia de que hay un Dios está presente en cada uno. ¿Debemos buscarlo, o ignorarlo?

Si no tengo en cuenta la existencia de Dios, puedo creer que soy libre, que la vida me está ofreciendo “el gran tesoro”. Pero pasaré al lado de lo esencial. A la inversa, si busco a Dios, si ese “temor del Señor”, manifestado en confianza y respeto a su persona, mora en mí, su voluntad se verá reflejada en mi comportamiento. Quizá tenga “poco” en cuanto a las riquezas del mundo, pero Dios me asegura que eso es mejor. No olvidemos que hay una herencia moral y espiritual para aquellos que “temen tu nombre” (Salmo 61:5).

(continuará el próximo martes)
2 Reyes 12 – Romanos 16 – Salmo 69:19-28 – Proverbios 17:3-4
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

Una nueva actitud

Junio 10

Una nueva actitud

Vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.

(Efesios 4:24)

Cuando usted se entregó a Cristo, reconoció que era pecador y decidió abandonar su pecado y las cosas malvadas de este mundo. Pero Satanás hará brillar al mundo y su pecado delante de usted para tentarlo a que regrese a él. Pablo nos advierte que no volvamos al mundo, sino que más bien nos vistamos de la justicia y santidad de la verdad.

Eso no es algo que se hace una sola vez; es algo que se hace cada día. Una manera de hacerlo se describe en 2 Timoteo 3:16, que dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”.

Si quiere vivir rectamente, lea la Palabra de Dios. Lo ayudará a enfrentarse a los vestigios del mundo todavía presentes en su vida.

Del libro La Verdad para Hoy de John MacArthur DERECHOS DE AUTOR © 2001 Utilizado con permiso de Editorial Portavoz, http://www.portavoz.com

Ideología de género

Ideología de género

Pastor Otto Sánchez

 

Rolando Otoniel (Otto) Sánchez Pérez, nació el 24 de febrero del año 1966 en la ciudad de Santo Domingo. Viene de un hogar cristiano y conoció la gracia de Jesucristo en su adolescencia. Es pastor de la Iglesia Bautista Ozama desde el año 1992. Sus primeros estudios universitarios fueron en el área de Publicidad. Realizó estudios ministeriales en el Seminario Teológico Bautista Dominicano. Tiene una Maestría en Teología del Southern Baptist School for Theological Studies y candidato al Phd, por la misma casa académica. El pastor Otto está dirigiendo el STBD (Seminario Teológico Bautista Dominicano) desde enero del 2008. Está casado con Susana Almanzar y tienen dos niñas, Elizabeth Marie y Alicia.

La Injusticia de la Justicia Social

La Injusticia de la Justicia Social

El pecado dominante de los evangélicos pragmáticos y preocupados por el estilo siempre ha sido que, sin pudor, toman prestadas las modas y temas de conversación del mundo incrédulo. Los evangélicos de hoy evidentemente no creen que la sabiduría del mundo es insensatez para con Dios (1 Corintios 3:19). Prácticamente cualquier teoría, ideología o diversión que capture la fantasía de la cultura secular popular será adoptada, ligeramente adaptada, quizás disfrazada con un lenguaje que suene espiritual, defendida con textos de prueba engañosos y ofrecida como un asunto que es de vital importancia que los evangélicos acepten -si es que no quieren volverse completamente irrelevantes.

Así fue precisamente como los evangélicos a mitad del siglo XX se obsesionaron durante muchas décadas con el pensamiento positivo, la autoestima y la “psicología cristiana”. Después de eso, fue el uso del marketing y las estrategias promocionales. A principios del siglo XXI fue el postmodernismo, reempaquetado y que agresivamente se promocionó a sí mismo como el movimiento de la Iglesia Emergente.

Hoy, la teoría critica de la raza, el feminismo, la teoría interseccional, el apoyo al movimiento LGBT, las políticas inmigratorias progresivas, los derechos de los animales y otras causas políticas de izquierda, están todas activamente compitiendo por la aceptación evangélica bajo la rúbrica de la “justicia social”.

Por supuesto, no todos los lideres evangélicos que actualmente están hablando de la justicia social, apoyan el espectro completo de las causas radicales. La mayoría de ellos (al menos, por el momento) no lo hacen. Pero están usando la misma retórica y razonamiento de victimismo y opresión que está siendo usado incansablemente por los secularistas quienes están agresivamente abogando por todo tipo de estilos de vida e ideologías pervertidas. Cualquier persona que afirme la condición de víctima puede fácil y efectivamente aprovecharse de la súplica por “justicia social” tanto como para ganar apoyo, como para silenciar la oposición.

Sin lugar a dudas, a medida que la retórica de la justicia social ha ganado popularidad entre los evangélicos, casi todas las causas que son estimadas como políticamente correctas en el mundo secular están sostenidamente ganando impulso entre los evangélicos. Sería una necedad pretender que el movimiento de justicia social no representa ninguna amenaza en absoluto a la convicción evangélica.

Los evangélicos, rara vez definen de forma explícita a qué se refieren ellos por “justicia social,” posiblemente debido a que, si daban una definición precisa de dónde vino ese término y lo que significa en la academia secular, perderían mucho apoyo evangélico.  Un sinnúmero de críticos ha señalado que la retórica de la “justicia social” está profundamente arraigada en el Marxismo Gramsciano. Por muchas décadas, la “justicia social” ha sido empleada como una simplificación política por radicales de izquierda, como una forma de exigir la distribución de la riqueza, ventajas, privilegios y beneficios – incluido el socialismo Marxista puro.

La retórica ha sido efectiva, y hoy en día el típico guerrero de la justicia social está convencido de que la igualdad de oportunidades y la igualdad de trato bajo la ley no son lo suficientemente justos; no habremos alcanzado la verdadera justicia social hasta que tengamos igualdad de resultados, estatus y riqueza. Es por eso que escuchamos tanto acerca de las comparaciones de ingresos, cuotas raciales y otras estadísticas sugiriendo, por ejemplo, que la opresión sistemática de la oligarquía masculina es probada contundentemente por la escasez de mujeres que persiguen una carrera en el campo de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas.

Marxistas, socialistas, anarquistas y otros radicales usan esos argumentos a propósito, para fomentar resentimiento, lucha de clases, disputas étnicas, tensión entre los sexos y otros conflictos entre varios grupos de personas, porque para reestructurar la sociedad de acuerdo con sus ideologías, primero deben romper las normas sociales existentes.

Todo eso es verdad, y la conexión entre el marxismo y la retórica de la justicia social postmoderna, seguramente es un punto válido e importante. Pero es aún más vital que nosotros, como cristianos, empleemos la luz de la Escritura para escudriñar y evaluar las ideas promovidas actualmente en el nombre de la justicia social.

No existe la justicia excepto la justicia de Dios.

La Biblia tiene mucho que decir acerca de la justicia. En la Versión Estándar Inglesa de la Biblia, la palabra es usada más de 130 veces. Nunca está precedida por un adjetivo, excepto en Ezequiel 18:8, que habla de “verdadera justicia”. Está ocasionalmente acompañada con pronombres posesivos. Dios mismo habla dos veces de “mi justicia” en la Escritura. Dos veces en oraciones dirigidas a Dios, leemos la expresión “tu justicia”.

¿Cuál es el punto? No hay diferentes tipos de justicia. Solo existe la justicia verdadera, definida por Dios mismo y siempre de acuerdo con Su carácter.

Es un hecho que la Biblia pone un enorme énfasis en los aspectos caritativos de la justicia -buena voluntad hacia todos; compasión por el desamparado; asistencia para el huérfano y la viuda; amor por los extranjeros; y cuidado por los pobres, especialmente proveer a la gente necesitada con las necesidades de la vida (Deuteronomio 10:18; Salmos 140:12; Ezequiel 22:29).

Pero la justicia bíblica no es un asunto unilateral, que muestra parcialidad hacia el pobre o el privado de derechos en un esfuerzo por igualar las escalas de privilegio. De hecho, la Escritura expresamente condena esa mentalidad como injusta (Éxodo 23:3; Levítico 19:15).

La justicia en la Escritura está a menudo vinculada con las palabras equidad y justiciaEquidadexpresa trato igualitario para todos bajo la ley. Justicia significa eso que es consistente con las demandas de la ley de Dios, incluido el castigo de los malvados (Jeremías 5:26-29); obediencia a las autoridades gubernamentales (Romanos 13:1-7); penalidades que se ajustan al crimen y son aplicadas sin parcialidad (Levíticos 24:17-22); y una firme ética de trabajo, impuesto por el principio de que gente sin discapacidad que se rehúsa a trabajar no se debe beneficiar de la caridad pública (1 Tesalonicenses 4:11; 2 Tesalonicenses 3:10).

Esos aspectos de verdadera justicia están visiblemente ausentes del reciente diálogo evangélico que promociona la “justicia social”. En su lugar, lo que escuchamos es un eco de la misma retórica acusatoria y slogans políticos gritados por guerreros seculares de la justicia social. Ese hecho, debería despertar el instinto Bereano en cada cristiano.

Ampliando el Evangelio

Aún más preocupantes son las declaraciones que han hecho ciertos líderes del pensamiento evangélico que afirman que cualquiera que no defienda la justicia social está predicando un evangelio limitado. Algunos dicen que los que rechazan la ideología de justicia social de ellos no tienen ningún Evangelio en absoluto. Anthony Bradley, Presidente de Estudios Religiosos y Teológicos del King’s College, recientemente publicó este comentario en línea:

Aquí está el problema (y esto va a ser duro): desde la perspectiva de una iglesia negra, los evangélicos nunca han tenido el evangelio. Jamás. Lea el libro Doctrina y Raza. Aquí está entonces la pregunta real: ¿Cuándo aceptarán los evangélicos el Evangelio por primera vez?

Aquellos que dicen tales cosas, típicamente se molestan cuando los críticos comparan sus opiniones con las de Walter Rauschenbusch y el evangelio social. Pero el argumento y la mayor parte de la retórica son idénticas. Rauschenbusch fue un teólogo liberal de principios del siglo XXI y el autor de un libro llamado Una Teología para el Evangelio Social. Él enseñó que los cristianos necesitaban arrepentirse, no solamente de sus transgresiones personales, sino también de sus “pecados sociales”. Como la mayoría de los defensores de la justicia social evangélica de hoy, Rauschenbusch insistió (al principio) que él no tenía intenciones de deshacerse de ninguna verdad vital del Evangelio; él solo quería ampliar el foco del Evangelio para que también abarcara los males sociales, así como también el tema del pecado individual y la redención. Pero pronto Rauschenbusch estaba diciendo cosas como estas:

Los males públicos impregnan de tal manera la vida social de la humanidad en todos los tiempos y en todos los lugares que nadie puede compartir la vida común de nuestra raza sin caer bajo los efectos de esos pecados colectivos. Él va pecar al consentirlos o va a sufrir al resistirlos. Jesús en ningún sentido real cargó los pecados de algún británico de la antigüedad que golpeó a su esposa en el año 56 A. C., o de algún montañista en Tennessee que se emborrachó en el año 1917, pero en un sentido muy real cargó el peso de los pecados públicos de la sociedad organizada y estos a su vez están casualmente conectados con todos los pecados privados.[1]

Varias de las denominaciones protestantes convencionales más grandes de Estados Unidos adquirieron ansiosamente las ideas de Rauschenbusch. Todas las que lo hicieron, rápidamente flotaron cada vez más lejos a la deriva, hacia el liberalismo, hasta que abandonaron cualquier compromiso que pudieron haber tenido con la autoridad de la Escritura. Para ese entonces, hacía tiempo que habían perdido por completo el Evangelio.

¿Por qué? Porque aquellos que permiten que la cultura, una ideología política o cualquier otra fuente extra bíblica defina para ellos la justicia, muy pronto encontrarán que la Escritura se opone a ellos. Si ellos están determinados a retener su idea pervertida de la justicia, ellos por lo tanto deberán oponerse a la Escritura.

Además, cada intento de ampliar el alcance del Evangelio, a la larga dejará al Evangelio tan fuera de foco que su mensaje real se perderá.

El mensaje de la justicia social desvía la atención de Cristo y la cruz. Hace volver nuestros corazones y mentes de las cosas de arriba a las cosas de este mundo. Oculta la promesa de perdón para pecadores sin esperanza, al decirles a las personas que son víctimas desafortunadas de las malas acciones de otras personas.

Por lo tanto, fomenta las obras de la carne en lugar de cultivar el fruto del Espíritu.

No nos provoquemos los unos a los otros, ni nos envidiemos los unos a los otros

Los cristianos son las últimas personas que deberían ofenderse, resentirse, envidiar o ser inclementes. El amor “no guarda rencor” (1 Corintios 13:5). La marca de un cristiano es volver la otra mejilla, amar a nuestros enemigos, orar por aquellos que nos maltratan. Cristo es el ejemplo cuyos pasos debemos seguir: “Quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente;” (1 Pedro 2:23).

Odio, envidia, disensión, celos, arrebatos de ira, disputas, disensiones, parcialidad, hostilidad, divisiones, amargura, orgullo, egoísmo, malos sentimientos, espíritu de venganza y todas las actitudes similares de resentimiento son las autodestructivas obras de la carne. Los frutos beneficiosos que el Espíritu produce son exactamente las actitudes opuestas: amor, gozo, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio.” Cierta versión de la Biblia traduce 1 Corintios 13:5 así: “[El amor] no guarda registro de los errores.”

Tales cualidades, francamente, son escasas en la retórica de aquellos que abogan por la justicia social.

Hacer justicia (por ej., justicia bíblica, no el sustituto secular) junto con misericordia amorosa y caminar en humildad con Dios son virtudes esenciales. Esos son los principales deberes prácticos que le incumben a cada creyente (Miqueas 6:8). Quejarnos constantemente de que somos víctimas de la injusticia, mientras que juzgamos a otras personas culpables de pecados que ni siquiera podemos ver, es antitético del Espíritu de Cristo.

Como cristianos, cultivemos el fruto del Espíritu, las cualidades nombradas en las bienaventuranzas, las virtudes trazadas en 2 Pedro 1:5-7 y las características del amor enlistadas en 1 Corintios 13. Cualquier noción de equidad moral que omite o minimiza esas cualidades justas no tienen derecho para nada a ser llamada “justicia”.

[1] Walter Rauschenbusch, A Theology for the Social Gospel (New York: MacMillan, 1917), 247 (cursiva agregada).

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La argolla de salvación

Lunes 10 Junio

Jesús… nos libra de la ira venidera.

1 Tesalonicenses 1:10

Todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.

Hechos 10:43

La argolla de salvación

En la Edad Media, cuando construían una catedral, adherían una sólida argolla (aro) de hierro en la base de uno de sus muros, llamada «la argolla de salvación». A un malhechor le bastaba sujetarse a ella para estar momentáneamente a salvo de sus perseguidores. También había un «espacio de salvación» delimitado alrededor de esas mismas catedrales; este constituía un lugar de asilo en el cual nadie podía ser detenido.

Estas medidas permitían suavizar la implacable justicia de aquellos tiempos. Probablemente esta idea estaba inspirada en las “ciudades de refugio” mencionadas en la Biblia, las cuales estaban destinadas a recibir a los autores involuntarios de un homicidio (Números 35:11). Los asesinos que se refugiaban allí solo podían quedarse en ese lugar si se demostraba que no habían asesinado voluntariamente.

Hoy todavía necesitamos una “ciudad de refugio” para escapar al juicio de Dios, no solamente por nuestras faltas involuntarias sino, sobre todo, por cada uno de nuestros actos de desobediencia a Dios.

El autor de estas líneas tuvo que reconocer un día que era culpable y que merecía la condenación divina. Su vida pasada era una sucesión de ofensas a Dios, y sus decisiones a menudo eran motivadas por el egoísmo y el orgullo. ¿Qué hizo? Aferrarse fuerte a «la argolla de salvación», es decir, a la mano que desde hace tanto tiempo Dios tiende a los hombres. Puso su confianza en Jesucristo, el Hijo de Dios, quien expió sus pecados, voluntarios e involuntarios.

Y usted, ¿ya se aferró a la argolla de salvación?

2 Reyes 11 – Romanos 15:14-33 – Salmo 69:9-18 – Proverbios 17:1-2

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Una mente renovada

junio 9

Una mente renovada

Renovaos en el espíritu de vuestra mente. (Efesios 4:23)

Cuando usted se hace cristiano, Dios le da una nueva mente; pero usted debe llenarla de nuevos pensamientos. Un bebé nace con una mente nueva y fresca, y entonces se van haciendo impresiones en la mente del bebé que determinan el curso de su vida. Lo mismo ocurre con un cristiano. Cuando usted entra en el reino de Dios, recibe una mente nueva y fresca. Entonces tiene que formar los buenos pensamientos en su nueva mente. Por eso Filipenses 4:8 dice: “Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”. Tenemos una mente renovada, no una mente depravada.

En vez de tener una mente depravada, vil, lasciva, avara, sucia, tenemos una mente llena de justicia y santidad. Y eso debe caracterizar naturalmente nuestro modo de vivir.

Del libro La Verdad para Hoy de John MacArthur DERECHOS DE AUTOR © 2001 Utilizado con permiso de Editorial Portavoz, http://www.portavoz.com

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El día de Pentecostés

Domingo 9 Junio

El día de Pentecostés… Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.

Hechos 2:1-4

El día de Pentecostés

Leer Hechos de los apóstoles 2:1-21

Habían transcurrido algunos días desde la ascensión del Señor al cielo. Su promesa, que también era la promesa del Padre, se iba a cumplir (cap. 1:4). El Espíritu Santo, persona divina, descendió a la tierra bajo la forma de “lenguas repartidas, como de fuego”, asentándose sobre los discípulos.

Su poder se manifestó inmediatamente en ellos: fueron capaces de expresarse en idiomas que no conocían. En su gracia, Dios remedió la maldición de Babel (Génesis 11:1-9) y confirmó a todos que la bendición divina se extendería a toda la tierra.

Cada año, la fiesta judía de Pentecostés llevaba a Jerusalén una multitud considerable de israelitas dispersos entre las naciones. Esta afluencia dio lugar a la primera gran reunión de evangelización. Sin embargo, ¡cuánto asombro para esa multitud! Cada uno podía oír en su propia lengua “las maravillas de Dios”. Quienes les hablaban eran “galileos” sin instrucción (Hechos 4:13; Juan 7:15).

No se necesita formar parte de una clase selecta, ni haber hecho ciertos estudios, para ser un obrero del Señor. Depender de él y estar sumiso a la acción de su Espíritu son las únicas condiciones requeridas. ¡Que cada uno de nosotros deseemos responder a ello!

Sacado de «Cada día las Escrituras», meditaciones diarias de la Biblia

2 Reyes 10 – Romanos 15:1-13 – Salmo 69:1-8 – Proverbios 16:33

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La vida centrada en Cristo

junio 8

La vida centrada en Cristo

Vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído. (Efesios 4:20-21)

Los cristianos ya no estamos dominados por una mente ególatra; aprendemos de Cristo. Cristo piensa por nosotros, obra por medio de nosotros, ama por medio de nosotros, siente por medio de nosotros y sirve por medio de nosotros. La vida que tenemos no es nuestra, sino que es Cristo viviendo en nosotros (Gá. 2:20).

Filipenses 2:5 dice: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. Un inconverso anda en la vanidad de su mente, pero una persona salva anda conforme a la mente de Cristo.

Dios tiene un plan para el universo, y mientras Cristo esté obrando en nosotros, Él está realizando una parte de ese plan por medio de nosotros. Pablo observó que Él “es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Ef. 3:20).

Cada día debiera ser una aventura fantástica para nosotros porque estamos en medio del plan de Dios para los siglos.

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Mi Padre y vuestro Padre (2)

Sábado 8 Junio

Ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. (Jesús dijo:) El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.

Mateo 11:27, Juan 14:9

Habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!

Romanos 8:15

Mi Padre y vuestro Padre (2)

Jesús nos dice que Dios es el Padre (Juan 20:17). Podemos tener cierto conocimiento de Dios, pero lo reconoceremos como Padre solo si creemos en el Señor Jesús. Él es el único camino para conocer al Padre y para tener una relación de confianza con él.

Jesús es Dios el Hijo, una persona divina. Los que creemos en él somos hijos e hijas de Dios por adopción y por naturaleza a la vez, porque él nos ha dado la vida, su vida. Entonces, lo que Jesús nos revela de su propia relación con el Padre nos enseña a vivir nuestra relación de hijos de Dios. Recordemos algunas palabras de Jesús a su Padre:

“Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra” (Mateo 11:25). El Hijo alaba al Padre y nos dice que el Padre busca adoradores. Alabemos al Padre quien nos hizo sus amados hijos.

Jesús, en su condición de hombre obediente, reconocía la autoridad de Dios, Señor del cielo y de la tierra. “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió”, dijo él (Juan 4:34). Como hijo de Dios, ¿deseo obedecerle y agradarle en todo?

Orando, Jesús agregó: “Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes” (Juan 11:41-42). ¡Con qué confianza el Hijo de Dios se dirigía a su Padre! Invitó a sus discípulos a orar al Padre en su nombre, y les recordó: “El Padre mismo os ama”. También dijo: “Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti”. Asimismo, ¡el Padre oye las oraciones de sus hijos!

2 Reyes 9 – Romanos 14 – Salmo 68:28-35 – Proverbios 16:31-32
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La importancia del arrepentimiento

Junio 7

La importancia del arrepentimiento

Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados. (Hechos 2:38)

Nadie puede ir a Jesucristo a menos que se arrepienta. Jesús comenzó su ministerio proclamando la necesidad del arrepentimiento (Mt. 4:17), y Pedro y Pablo siguieron proclamándola. El arrepentimiento es una decisión consciente de apartarse del mundo, del pecado y del mal. ¡Es algo decisivo!

Si usted acudió a Jesucristo pensando que lo único que tenía que hacer era creer, pero que no tenía que confesar su pecado ni estar dispuesto a apartarse de la maldad de este mundo, no ha entendido el mensaje de salvación. La vida de muchas personas no ha cambiado nada desde que supuestamente creyeron en Cristo. Por ejemplo, algunas eran inmorales y siguen siendo inmorales. Algunas cometían adulterio y siguen cometiendo adulterio. Y algunos cometían fornicación y siguen cometiendo fornicación. Pero según 1 Corintios 6:9-10, los fornicarios y los adúlteros no heredarán el reino de Dios.

Si verdaderamente usted es salvo, se esforzará por apartarse de las cosas del mundo.

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