Viviendo como una iglesia – Clase 3: La diversidad

Viviendo como una iglesia

Por Capitol Hill Baptist Church (CHBC)

Clase 2: La diversidad

Introducción
Es posible que muchos de nosotros conozcamos a un miembro de nuestra iglesia llamado Bill Anderson. Bill comenzó a visitar nuestra iglesia cuando tenía 60 años de edad, y no era cristiano. En ese tiempo, era profesor de la cátedra de psicología de masas en Harvard, y dictaba una clase titulada: «La locura de las multitudes», en la cual se examinaban cosas tales como la casería de brujas de New England, leyendas urbanas y pánicos financieros. Sin embargo, una carrera estudiando multitudes no lo preparó para la iglesia local. En sus palabras, estaba «impresionado con la autenticidad de la diversidad de la comunión cristiana». Decía que las relaciones aquí parecían «muy poco comúnes», según él, estos cristianos interactuaban no como coaliciones de personas subdividas con intereses similares, sino como una sola unidad. Esto dio origen al proceso que eventualmente conduciría a Bill a una nueva vida en Cristo.

¿De dónde surge este testimonio corporativo? Finalmente, proviene de la gracia salvadora de Dios para con nosotros en Jesús. Cuando te conviertes en cristiano, experimentas un cambio de identidad total. Ahora eres una nueva creación (cf. 2. Corintios 5:17); formas parte de la familia de Dios (cf. Gálatas 4:5); estás unido con Cristo (cf. Romanos 6:1-8). Ser cristiano es más trascendental para tu identidad que tu familia, que tu etnicidad, que tu empleo, que tu nacionalidad, que tu sexualidad, que tu personalidad, o que cualquier otra forma en la que este mundo defina la identidad. Por tanto, la unidad que compartes con todos los cristianos es más profunda y permanente que cualquier otro vínculo concebible. Eso significa que donde sea que el evangelio exista, también debería existir la diversidad. La diversidad es una consecuencia natural del evangelio.

Así que es probable que la diversidad sea más importante, y a la vez menos importante, de lo que podrías haber creído. Es más importe porque, como descubrió Bill, cuando personas sin vínculos o conexiones seculares se aman sacrificialmente unos a otros en la iglesia, esto brinda un testimonio magnífico de la verdad del evangelio a un mundo que nos observa. La diversidad es esencial para nuestro testimonio. Es el resultado del amor fraternal.

Al mismo tiempo, la diversidad podría ser menos importante de lo que habías pensado, porque no es el fin en sí. Una iglesia puede ser diversa, pero no saludable, carecer de unión, de amor o del evangelio. La clase de diversidad que atrajo a Bill fue convincente precisamente porque destacaba la unidad del evangelio.

Entonces, si la diversidad es parte importante de nuestro testimonio, pero simplemente ser diversa como un fin en sí no es el propósito de la iglesia, ¿cómo deberíamos como congregación pensar en la diversidad entre nosotros? Comenzaremos esta clase examinando el propósito de la diversidad en Efesios 3, luego veremos detalladamente qué es la diversidad, cuál es su origen y, por último, tres maneras de cultivar nuestra unidad en la diversidad.

El propósito de la diversidad
Primero, ¿cuál es el propósito bíblico de la diversidad en la iglesia local? Para responder esa pregunta vayamos al libro de Efesios, realmente la base de todo este seminario. Ve conmigo a Efesios 3:8-10, donde vemos la declaración de propósito de Pablo para la iglesia local:

«A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales».

¿Cuál es el propósito eterno de Dios? Que la iglesia refleje su sabiduría a toda la creación. ¿Cómo? Pablo aquí dice que esto tiene que ver con un misterio que Dios ha revelado. ¿Cuál es este misterio? Ya nos lo ha dicho en el capítulo 3, versículo 6: «que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio».

¡Lo que Dios ha hecho es increíble! Él prometió en Isaías 49:6: «Poco es para mí que tú seas siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra». Ahora, en Cristo, usando el ministerio del evangelio de Pablo, Dios lo ha hecho. Ahora, en Cristo, los descendientes de Abraham no son solo los que comparten su sangre, sino los que comparten su fe.

¿Y por qué incluso «los principados y potestades en los lugares celestiales» ven la unidad entre judíos y gentiles en la iglesia? Por la gran separación que existía entre ellos antes de Cristo, una separación que Pablo llama en el capítulo 2, versículo 14: «la pared intermedia de separación». Estos dos grupos tenían etnicidades, culturas y creencias teológicas distintas, y esta separación era abiertamente adversa.

«Pero», un lector del primer siglo podría objetar: «¡Esa clase de unidad es imposible! ¡Se necesitaría un milagro!». Y ese es precisamente el punto. Observa la doxología de Pablo en Efesios 3:20-21:

«Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea la gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén».

Pablo está consciente de que al describir el amor entre judíos y gentiles en la iglesia de Éfeso, a pesar de siglos de enemistad, está hablando acerca de una unidad que va mucho más allá de lo que nuestra capacidad humana puede lograr. Si es el poder de Dios el que «actúa en nosotros», Dios recibe la gloria cuando su sabiduría se manifiesta por medio de la iglesia.

En otras palabras, la diversidad no es el objetivo principal, la unidad EN la diversidad lo es. ¡Esta unidad es lo que demuestra el poder de la cruz! En el primer siglo, y únicamente en la historia de la salvación, eso significaba que judíos y gentiles adoraban juntos. El principio trascendental de Efesios 3 se mantiene: Dios se lleva la gloria cuando personas previamente separadas se unen en Cristo y se aman a pesar de todas sus diferencias[1].

Así que si el propósito de la diversidad es reflejar el poder del evangelio, deberíamos estudiar con más detenimiento lo que queremos significar por diversidad. ¿Qué clase de diversidad demuestra el poder de la cruz? Eso nos lleva a nuestro siguiente punto.

El carácter de la diversidad
Cuando Pablo habla acerca de los judíos y de los gentiles, está enfatizando el hecho de que de no ser por el poder del evangelio, estos dos grupos habrían permanecido separados. Así, la diversidad de la que estamos hablando incluye muchas áreas diferentes en las que el mundo mantiene las barreras, pero en las que la iglesia debe caracterizarse por la unidad y el compañerismo. Identifiquemos seis de ellas en particular:

A. Barreras de etnicidad: Esto es lo primero que podría venir a la mente de muchos de nosotros al decir la palabra «diversidad»: la diversidad étnica. Y como quienes vivimos en una ciudad donde el racismo no es solo un recuerdo inquietante, sino una realidad actual, debemos preocuparnos por el amor en las iglesias cristianas que traspasan límites étnicos. La Escritura celebra la diversidad étnica; ciertamente, eso es al menos parte de lo que Pablo habla en Efesios 3 con los judíos y gentiles. El evangelio es real sin importar el color de tu piel, y el evangelio no borra el color de tu piel. Judíos y gentiles, blancos y negros, latinos y asiáticos unidos en Cristo están «en Cristo», pero luego, claro está, todos tenemos una etnicidad. Aquí es donde el mundo puede ir en dos direcciones equivocadas. En primer lugar, encontramos el racismo del mundo que niega la imagen de Dios en otros; por otro lado, está el ídolo del pluralismo que deifica a una sociedad «diversa y tolerante», pero sin Cristo en su núcleo, una diversidad sin más finalidad. Como iglesia valoramos la diversidad étnica porque testifica que Cristo es nuestro todo y el centro de nuestra identidad. Pero eso no es todo.

B. Barreras de edad: ¿En qué parte del mundo puedes ver a jóvenes almorzando con mujeres de 80 años con las que no están relacionados? No es algo común. Sin embargo, eso es lo que vi en mi primer mes en la iglesia en el año 2009. Vivo al otro lado de la calle en una casa de hombres solteros apodada el Toro Alce, y uno de nuestros compañeros invitó a todas las señoras de la iglesia para un almuerzo del día de San Valentín. Reclutó a un montón de jóvenes veinteañeros para que cocinaran Quiche y prepararan ensaladas. Los universitarios se arreglaron, y sirvieron el té a sus hermanas en Cristo, luego todos compartimos testimonios acerca de la bondad de Dios y cantamos «Sublime gracia». Es uno de los tiempos más memorables de comunión que puedo recordar, precisamente debido a que nuestras diferencias resaltaban nuestra unidad en Cristo.

C. Barreras económicas: Nuestro mundo está acostumbrado a que los ricos hagan cosas nobles por los pobres. Pero cuando esas personas ricas vuelven a casa en sus vecindarios, se reúnen con otras personas ricas, o al menos con aquellos con una genealogía educativa similar. Esto no debería ocurrir en la iglesia. Esa es la razón por la que Santiago ataca a la iglesia en Santiago 2 por mostrar parcialidad hacia los ricos. A Dios le disgusta el favoritismo. Algunos en la iglesia pueden tener dispositivos agradables o comer en restaurantes elegantes. Aquellos que no pueden costearse esos lujos necesitan proteger sus corazones de la envidia. Pero los que pueden hacerlo no deberían asumir que todos los demás están en la misma posición financiera que ellos.

D. Barreras políticas: La iglesia local debe hablar claramente acerca de temas morales. Pero rara vez esa autoridad moral se traslada limpiamente en aspectos específicos de política pública. Como resultado, la iglesia debería ser un lugar donde los cristianos con ideas divergentes pueden encontrar puntos en común en la realidad más suprema del reino de Dios. Para nosotros, estando en Capitol Hill, esto es especialmente crucial. Si trabajas en la política, puedes debatir sobre ello con otras personas en tu horario de trabajo, pero como iglesia estamos unidos en sumisión al rey Jesús.

E. Barreras de personalidad: 1 Corintios 12 dice que todos tenemos dones y que todos somos necesarios en el cuerpo. Si alguien es socialmente cohibido, ¿crees que encontraría en nuestra iglesia un lugar seguro? ¿O se sentiría igual de renegado que en el mundo? Las personas extrovertidas podrían hacer amigos en la iglesia con más facilidad, pero eso no hace que sean más esenciales para la iglesia que los introvertidos que escuchan, aman profundamente y sirven de todo corazón.

F. Barreras de trasfondo cultural: Especialmente para quienes crecieron en la iglesia, el trasfondo cultural conlleva expectativas de lo que debería ser una iglesia. Por tanto, se necesita cierto nivel de sacrificio para tener una iglesia conformada por cristianos con antecedentes suburbanos, rurales y urbanos; con tradiciones litúrgicas, pentecostales y afroamericanas, y muchos países de origen diferentes. Y eso está bien. Tenemos que ser honestos y admitir que toda iglesia tiene cierto tipo de cultura: nosotros usamos el idioma inglés, contamos con acompañamiento musical simple, nuestras canciones provienen de la tradición europeo-americana. Pero se necesita el sacrificio de todos, de la minoría cultural y de la mayoría. Para aquellos que forman parte de la mayoría, el sacrificio podría comenzar preguntando a personas de diferentes orígenes qué les podría resultar incómodo en la iglesia y cómo pueden servirles.

Es probable que este sea un buen tiempo para hacer una pausa y alabar al Señor por la diversidad que ya ha trabajado entre nosotros en todas estas categorías. ¿Tenemos espacio para crecer? Sí. Pero puedo pensar en decenas de ejemplos de personas en nuestra congregación que desinteresada y alegremente cruzan los límites para acercarse a otros por su bien espiritual. Esa es la clase de amor que confunde al mundo que nos rodea de la mejor manera. Tampoco es fácil. Permíteme alentarnos a no cansarnos de hacer el bien. Ánimo, 1 Juan 3:14 nos recuerda: «Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos».

El fundamento de la diversidad
Ahora bien, podrías estar preguntándote, todo esto suena genial, ¿pero cómo podemos crecer en la diversidad en todas estas áreas? Puede que al principio mi respuesta suene ingenua, e incluso ofensivamente ingenua. ¿Qué debemos hacer para ver coexistir a la unidad y a la diversidad en nuestras iglesias? En el sentido más importante, no hacemos nada.

Considera la evidencia de Efesios 2-3 que vimos hace unos momentos. Pablo dice en Efesios 2:14-16:

«Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades».

¿Quién hizo esto? ¿Quién creó un nuevo hombre e hizo la paz? ¡Cristo! En estos capítulos, Pablo simplemente describe lo que pasó en nuestra salvación. No hay nada que hagamos para crear esta unidad, el único verbo imperativo en la sección es simplemente recordar lo que Dios ha hecho (2:11, 12). ¿Pero el hecho de que Dios establece nuestra unidad significa que deberíamos sentarnos sin hacer nada y esperar que personas con toda clase de personalidades y trasfondos diferentes se amen unos a otros automáticamente? Para nada. De hecho, podemos resistirnos a la unidad de manera egoísta y pecaminosa. Somos seres humanos caídos, enfrentamos constantemente la tentación de vivir en oposición a la unidad que Dios ha establecido. Y seríamos ingenuos en pasar por alto el hecho de que las realidades históricas nos influyen también en esta área. Las suposiciones acerca de las etnicidades, las clases sociales y las culturas a menudo se heredan y necesitan ser corregidas por la verdad de la Escritura. No abordamos el tema de la unidad desde un punto de partida neutral, sino como personas caídas y complejas. Así que comenzamos admitiendo que nuestra unidad del evangelio solo proviene de Cristo. Sin embargo, en lugar de resistir esa unidad, somos llamados a abrazarla e incluso cultivarla. Como un granjero que riega y fertiliza una planta, podemos reconocer que no somos quienes le damos vida a la planta de nuestra unidad, pero lo que hacemos importa muchísimo para que esa planta crezca y se conserva sana.

Momentos luego de que Pablo establece que solo Dios une a judíos y a gentiles en la iglesia en Éfeso, dice en Efesios 4:3: «Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz». Al igual que muchas de las cartas de Pablo, la primera mitad de Efesios dice: «Esto es quienes son en Cristo», no solo son pecadores que pasaron de muerte a vida, sino extraños que han sido hechos un solo pueblo. La segunda parte del libro dice: «Por tanto, vivan como quienes están en Cristo». El evangelio los ha unido, ahora esfuércense por mantener la unidad constituida a través del vínculo de la paz que Cristo obtuvo.

¿Cómo cultivamos nuestra unidad en la diversidad?
¿Cómo hacemos eso? Hay mucho que podría decirse. Primero deberíamos reconocer que la diversidad «total» o «suprema» no se encuentra en cualquier iglesia de la tierra, particularmente porque todos todavía hablamos idiomas diferentes. En el cielo eso ya no importará, pero hasta ese día, a Dios no le aflige el hecho de que su pueblo hable diferentes lenguas, y esto necesariamente significa que nuestras iglesias serán específicas en su idioma y, por tanto, hasta cierto punto serán específicas en cuanto a su cultura, dado que el idioma es uno de los elementos de la misma. Toda iglesia forma parte de una localidad, por lo que la diversidad de la misma está limitada naturalmente por su ubicación e idioma. Eso está bien.

Pero una vez que reconocemos eso, ¿cómo podemos cultivar la unidad en la diversidad en nuestro respectivo contexto? Por supuesto, comenzamos orando. Esa es la razón por la que oramos por nuestra unidad en la diversidad casi todos los domingos por la noche. Enfoquémonos en tres sugerencias.

A. Reconoce la invisibilidad de tu cultura

Me pregunto si alguna vez alguien te ha dicho que tenías un «acento» al hablar. Al principio, mi reacción a eso era: «No tengo acento. Las otras personas suenan raro». Puede funcionar de la misma manera en nuestra cultura. Ahora, quienes forman parte de una cultura minoritaria en la iglesia, por lo general, no tienen ningún problema con esto. Sin embargo, es posible que los que forman parte de la mayoría necesiten abrir sus ojos al hecho de que no todos comparten sus experiencias o puntos de vista. Por ejemplo, una de las primeras veces que tuve la oportunidad de dirigir la oración de confesión un domingo por la mañana, la mayoría de los pecados que confesé eran pecados con los que personas jóvenes, especialmente hombres jóvenes, tienden a luchar. ¡Y el pastor me desafío después de eso! Estaba actuando desde mi propia experiencia, suponiendo que básicamente todos eran igual que yo. En cambio, debía haber meditado más ampliamente y orado por cosas con las que mis hermanos y hermanas de 75 años de edad también luchaban.

En Hechos 6, cuando surgió el conflicto entre dos grupos diferentes en la iglesia, fue porque las viudas griegas estaban siendo «ignoradas» en la distribución diaria de la comida. El hecho de que la queja era contra los judíos de habla aramea, y que los apóstoles consideraron seriamente el problema, sugiere que pudo haber existido un problema con la cultura mayoritaria en no identificar las necesidades de los demás.

Cuando Pablo en Romanos 12:10-11 nos dice: «Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros», esto seguramente debe implicar trabajar para hacer que las suposiciones de mi cultura sean un poco más obvias para a fin de poder cuidar bien de otros. Una de las mejores maneras de hacer esto en nuestras relaciones es simplemente haciendo preguntas consideradas y abiertas para aprender acerca de la experiencia de otros de la vida cristiana y cómo podrían diferir de la nuestra. No estoy hablando de interrogar a alguien y hacerlo sentir incómodo o cohibido por ser diferente. Hablo de tomarnos el tiempo con toda sensibilidad y humildad para conocer a alguien para poder aprender acerca de su vida y trasfondo, de sus alegrías y de sus luchas.

Eso nos lleva a la segunda sugerencia:

B. Acepta a los que son diferentes a ti

Ve conmigo a 1 Corintios 12:13-14: «Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos».

Imagina conmigo que la iglesia en Corinto escucha ese versículo, y luego decide que dado que Pablo está llamando a la iglesia a la unidad, establecerán grupos dentro de la congregación para que las personas estén cerca de aquellos con los que se sienten más cómodos. Así que habrá un grupo para judíos y un grupo para gentiles. Nosotros diríamos: «¡No! ¡Eso no es lo que Pablo tiene en mente!». Sin embargo, si solo buscamos comunión con quienes son iguales a nosotros, así es como esencialmente aplicamos estos versículos.

Ahora bien, podrías decir: «Matt, ¿eso significa que no deberíamos tener grupos pequeños de hombres y mujeres? ¿O un grupo de jóvenes, o un retiro de mujeres?». No necesariamente. Tener amistades en la iglesia con personas que comparten tu misma edad, género, etnicidad u ocupación puede ser algo maravilloso. A menudo Dios usa esas relaciones para hacer una obra importante en nuestros corazones porque somos capaces de hablar entre nosotros por nuestras experiencias en común. Las relaciones de similitud no son malas, pero pueden ser peligrosas, si caracterizan tanto a nuestra comunidad al punto de oscurecer la diversidad natural que el evangelio produce.

La imagen de un «plato de comida balanceado» usada por el Departamento de Agricultura puede ser útil aquí. (De pequeño era la pirámide alimenticia, pero aparentemente se actualizaron). No es sano comer solo hamburguesas y papas fritas, el plato tiene una sección para frutas y verduras, para granos y para proteínas. Podemos pensar en intentar cultivar un plato de relaciones balanceado en la iglesia. Hay relaciones en las que alguien especialmente se acerca a ti y te anima. Hay relaciones en las que tú debes acercarte y discipular a alguien. Hay relaciones recíprocas. Y luego, aquí está la clave, hay relaciones en las que SOLO eres amigo de alguien porque eres cristiano, no por ninguna razón natural. Todas son saludables e importantes. Algunas de estas categorías pueden superponerse. Pero si no hay nadie en esa última categoría, deberíamos preocuparnos.

Un buen lugar para empezar es hacernos algunas preguntas de diagnóstico. ¿Cuán a menudo compartes relaciones significativas con personas que no tienen tu misma edad? ¿Quiénes están en una línea de trabajo distinta al tuyo? ¿A qué persona de la iglesia con un trasfondo étnico diferente al tuyo conoces lo suficientemente bien como para orar por cosas específicas que estén sucediendo en su familia o empleo? Si no eres afroamericano, ¿le has preguntado a cualquiera de nuestros hermanos y hermanas afroamericanos lo que piensan sobre las protestas en relación con el abuso policial? ¿Qué es lo que piensan sobre el movimiento «Las vidas negras importan» como cristianos? Pregúntate: ¿hay algo que, como persona no negra, crees que deberías saber o entender mejor? Y podríamos multiplicar esta clase de preguntas para diferentes etnias y áreas.

¿Qué pasa si te das cuenta de que no conoces a muchas personas que sean diferentes a ti? ¿O simplemente deseas crecer en esta área? Eso nos lleva a nuestra última sugerencia:

C. Haz sacrificios por el bien de la unidad

Pablo dice en Romanos 12:1: «Hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional». ¿Cómo se da eso en la iglesia? Él continúa en el mismo capítulo, 12:9: «El amor sea sin fingimiento». 12:13: «Practicando la hospitalidad». 12:16: «Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándonos con los humildes».

Es muy posible disfrutar la idea de asistir a una iglesia diversa, pero nunca levantar un dedo para conocer a alguien que realmente sea distinto a ti. En ese sentido, Dios no nos llama a ser «consumidores» en la iglesia, sino productores. Si valoramos la diversidad, deberíamos poner eso en marcha haciendo sacrificios personales para verla crecer.

¿De qué tipo de sacrificios estoy hablando?

Podemos sacrificar nuestra comodidad para alcanzar y relacionarnos con alguien a quien no nos sentimos naturalmente atraídos. Marcos 9:35: «Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos».
Podemos sacrificar nuestras preferencias en toda clase de áreas: qué tipo de comida en el evento de comunión, cuáles canciones deseamos que la iglesia cante con más frecuencia. Romanos 12:10: «En cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros».
Podemos sacrificar nuestros recursos y nuestro tiempo para servir a otros hermanos de la iglesia que se encuentran en necesidad, recibirlos en nuestros hogares, darles un aventón a la iglesia, cuidar de sus hijos. 1 Juan 3:18: «Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad».
Podemos sacrificar nuestros hábitos para tener tiempo de conocer a otras personas que podrían tener agendas diferentes a las nuestras o que vivan en una zona distinta a nuestra ciudad. Si eres alguien que siempre planea su agenda con dos meses de anticipación, puedes acceder a salir espontáneamente a almorzar luego de la iglesia con alguien con quien no compartas y viceversa.
De nuevo, el punto en hacer estos sacrificios no es la diversidad en sí. No es tachar el recuadro de la lista y decir: «De acuerdo, genial, ahora tengo algunos amigos que no lucen como yo». La muerte de Cristo ya ha comprado y producido nuestra unidad fundamental. No obstante, al cultivar nuestra unidad en la diversidad, damos testimonio de su incomparable sabiduría y gracia. ¡Qué privilegio es poder colaborar juntos para cultivar nuestra unidad como iglesia por el bien de edificarnos mutuamente y de dar a conocer su nombre!

Por ahora, permíteme dejarnos con la increíble visión de cómo toda nuestra diversidad, y de la iglesia universal a lo largo de los años, se verá ante el trono de Cristo. Apocalipsis 7:9-12:

«Después de esto mire, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero».

[1]Una ilustración útil para esto es la del matrimonio. El matrimonio celebra la unidad y la diversidad simultáneamente. El poder del matrimonio es que el esposo y la esposa son diferentes entre sí: Eva fue creada para ser una ayudante «adecuada» o «idónea» para Adán (Gn. 2:18). Ella era diferente, pero al final de Génesis 2, leemos que Adán y Eva deben «sujetarse» entre sí y ser «una sola carne» (2:24). Como entiende toda persona casada, las diferencias de cada cónyuge ayudan a fortalecer el matrimonio, pero esas diferencias solo crean debilidad si no hay unión, unicidad, unidad.

El propósito de Pirro

Lunes 31 Julio
¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
Mateo 16:26
El propósito de Pirro
Pirro, rey de Epiro (Antigua Grecia, 319-272 a. C.), fue uno de los más grandes generales de la historia. Había decidido convertirse en el amo y señor del mundo. Tras intentar expandir su reino hacia Macedonia, se dirigió hacia Italia y derrotó a los romanos en Heraclea, en el año 280, y en Ásculo, en el año 279. Después del sur de Italia esperaba conquistar Cartago y África. Su consejero Cineas le preguntó un día:

–¿Y qué haremos luego?

–Descansaremos, respondió el rey, beberemos todo el día y nos divertiremos.

–¿Por qué no lo hacemos ahora? Tenemos suficiente de todo; así nos ahorraremos mucho esfuerzo, sufrimientos y peligros.

La lógica de este argumento preocupó a Pirro; sin embargo, continuó sus guerras. Finalmente lo mataron inesperadamente durante una expedición contra la ciudad de Esparta, cuando una mujer le lanzó una teja.

El consejo de Cineas, ¿era más razonable que la ambición desmedida de su amo? No, ambos estaban equivocados. Uno quería conquistar el mundo, el otro quería embriagarse con las diversiones… “Esto es vanidad y aflicción de espíritu” (Eclesiastés 4:4), y conduce a la pérdida del alma. Dios nos dice que busquemos “primeramente el reino de Dios y su justicia” (Mateo 6:33), y nos advierte: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?” (Lucas 12:20). ¡No seamos necios!

“Los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición” (1 Timoteo 6:9).

1 Crónicas 12 – Lucas 12:22-40 – Salmo 89:28-37 – Proverbios 20:16-17

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch

Viviendo como una iglesia – Clase 2: La membresía

Viviendo como una iglesia

Por Capitol Hill Baptist Church (CHBC)

Clase 2: La membresía

Introducción
Me gustaría iniciar con una pregunta: ¿En qué se diferencia el compromiso que contraemos con otras personas en la iglesia de los otros compromisos que hacemos en la vida?

La semana pasada empezamos considerando la gloria de la iglesia. Nuestra iglesia está compuesta de personas cuyo conocimiento, amor y paciencia es limitado. Tenemos diferentes personalidades, diferentes expectativas, diferentes trasfondos, diferentes maneras de comunicarnos y diferentes prioridades. Mezclas todo eso y parece que es probable que termines en problemas. Pero gracias al poder del evangelio, en realidad obtienes una proclamación colectiva de la gloria de Dios.

¿Cómo es eso posible? Es posible cuando nos amamos unos a otros con un compromiso que es evidentemente sobrenatural. ¿Cómo es ese compromiso? Responderemos esa pregunta en el transcurso en dos semanas. El día de hoy, estudiaremos la profundidad de ese compromiso. Y la siguiente semana veremos la amplitud del mismo, amar a aquellos con los que tenemos poco en común, excepto Jesús.

Así que consideremos la profundidad de este compromiso. Una aclaratoria: En resumidas cuentas, realmente esta es una clase que trata acerca de la membresía de la iglesia. Podrías estar pensando: «Ya soy miembro. Me convenciste. ¿Debería irme ahora?». ¡No! Es mi deseo que al explicar lo que es la membresía, y cómo se diferencia de otros compromisos, seamos renovados y podamos recordar la dulzura única del profundo compromiso que tenemos entre nosotros en esta iglesia. Y lo que aprendamos nos ayudará a ser mejores miembros de la iglesia. Para ello, quiero dedicar algo de tiempo para hacer una distinción entre el compromiso natural de este mundo, que denominaremos: «COMPROMISO BASADO EN LA COMODIDAD», y el compromiso de la membresía de la iglesia, al que llamaremos: «COMPROMISO BASADO EN EL LLAMADO».

El compromiso basado en la comodidad
El compromiso es algo que nuestro mundo entiende. Los fanáticos de Redskins están comprometidos con los Redskins. Las personas se comprometen con sus trabajos, con sus destinos favoritos para vacacionar, con sus países. Y las personas se comprometen con sus iglesias. Pero la razón exacta por la que las personas se comprometen con sus iglesias puede variar un poco.

Diría que es común para las iglesias hacer que las personas se comprometan con ellas de la misma manera que lo harían con cualquier otra cosa en el mundo, a través de un compromiso basado en la comodidad. Permíteme ilustrar esto con un ejemplo secular: cómo podrías comprometerte en comprar productos de la marca Apple. Al principio, una computadora Mac es solo otra computadora y un iPad es solo otra pantalla. Pero tal vez termines pidiendo prestado la computadora Mac de un amigo para revisar un correo y te das cuenta de que la pantalla no se cuelga tanto como lo hace en tu computadora. Difícilmente podrías considerarte un usuario de Mac comprometido en este punto, pero estás intrigado. Así que cuando tu computadora finalmente muere, haces algunas compras en línea y decides darle a Mac una oportunidad, incluso si cuesta un poco más. Después tus amigos comienzan a notar que estás usando una computadora Mac, y los que parecen más emocionados son personas bastante geniales. Luego de que te acostumbras a ella, encuentras que realmente te gusta la manera en la que funciona y lo intuitivo que es todo. También la forma en que encajas mejor cuando trabajas en una cafetería. De repente, te das cuenta de que has estado hablando mucho acerca de tu computadora porque tu tía te da un iPad como regalo de navidad, que se convierte en una parte inseparable de tu cerebro. Antes de que lo notes, estás yendo a convenciones de Mac, vistes a tus hijos con trajes de Apple, y te preguntas cómo habías podido vivir sin tener todos tus dispositivos sincronizados.

¿Y cómo pasó? Ciertamente no sucedió todo de una sola vez y, de hecho, ni siquiera buscabas convertirte en un fanático de la marca Apple. Pero mientras más te adentrabas, más atractivo parecía todo, hasta que ya estabas en lo profundo.

Para muchos cristianos, así es como luce la iglesia. Comienzan enfatizando que no tienen ninguna expectativa con la iglesia, y la anuncian como un gran lugar para prosperar moralmente, educar a sus hijos, encontrar una comunidad, sentirse seguros, cómodos y atendidos. Luego te unes a un grupo pequeño y conoces a algunas personas que te agradan. En algún punto en el camino te conviertes en un miembro, pero la membresía no es el objetivo en sí. La meta es que dentro de algunos años, realmente te hayas comprometido con tu iglesia principalmente porque te gusta y lo ves como algo fácil.

Eso es lo que llamamos un compromiso basado en la comodidad. Funciona para los consumidores; funciona para las iglesias.

El modelo expuesto, sea la marca Apple o una iglesia, es el compromiso visto como un proceso. Con el tiempo, ves que la iglesia local suple tus necesidades y comienzas a sentirte más cómodo allí. Y mientras más cómodo te sientes, te comprometes más a profundidad. Así, suavizamos el camino a nuestras iglesias y resaltamos los beneficios de estar más involucrados. Con suerte, podremos atraer a las personas como consumidores y con el tiempo verlas convertirse en proveedores. Este es el compromiso basado en la comodidad, y se trata un proceso. Se caracteriza por un amplio, general e impreciso trato de la Palabra de Dios… y como podrás imaginar, a menudo puede llegar a fomentar el testimonio cristiano lo cual es muy débil.

El compromiso basado en el llamado
No obstante, no denigremos el compromiso basado en la comodidad en general, es natural correr hacia lo que es cómodo. Sin embargo, deberíamos hacer una diferencia entre dicho compromiso y lo que aspiramos en nuestras iglesias. El compromiso basado en el llamado se diferencia porque tiene una profundidad y una riqueza que el compromiso basado en la comodidad no puede reproducir. Consideremos algunas de estas diferencias:

A. El Nuevo Testamento describe a todos los cristianos como profundamente comprometidos con su iglesia local de maneras que son significativas, a veces dolorosas y bastante deliberadas. Toma las palabras de 1 Juan como un ejemplo: «Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?» (1 Juan 4:19-20).

Para Juan, el amor entre los creyentes es una señal de la fe salvadora. Compara eso con el compromiso basado en la comodidad, y verás que la Biblia nos llama a amar a los demás, la comodidad exige que nos amemos a nosotros y prioriza nuestras preferencias.

B. Una pregunta interesante de diagnostico que puedes hacerte es: ¿Por qué vas, y sigues yendo a la iglesia? ¿Qué te motiva a pasar gran parte de tu fin de semana en ese lugar? El compromiso basado en la comodidad podría señalar razones sociales, personales y profesionales. El compromiso basado en el llamado se enfoca en la obediencia a Dios y en un deleite en su iglesia como uno de sus principales motivadores.

El motivo de nuestra comunidad debería decir algo acerca de nuestra fe en Cristo. Nuestro compromiso como miembros de una iglesia deberá distinguirse del compromiso del mundo. Nuestras interacciones deberían parecerse más a las de Cristo y menos a las de nuestros compañeros de trabajo, amigos o vecinos.

El compromiso basado en el llamado se compromete primero, y luego hace preguntas sobre los beneficios recíprocos. El compromiso basado en el llamado busca la unidad de Cristo y crece con la diversidad como trasfondo.

C. Tercera distinción: La relación. Solía asistir a una iglesia en Sydney. Era una gran iglesia que dedicaba gran parte de su tiempo a pensar en formas de alcanzar a tanta gente como fuera posible. Querían atraer a las personas sin importar lo que hiciera falta. Realmente tenían buenas intenciones, el problema era que sin compromiso habían muy pocas relaciones profundas, ciertamente no existía una cultura de comunidad o un enfoque en un discipulado personal. Todo era superficial, ya sabes, es más cómodo de esa manera, y al final así es como florecerían la relaciones auténticas… desafortunadamente ese no era el caso.

Insólitamente, es con la formalidad de la membresía que se forman las relaciones profundas. Esto no significa que una relación verdadera no pueda darse sin la membresía de la iglesia, pero prácticamente… con cada miembro nuevo que se aprueba en nuestra membresía queda tan claro como el día a quiénes estamos llamados a amar, queda claro a quiénes debemos proteger, queda claro con quiénes debemos iniciar una relación en nuestra iglesia local. Ellos se han comprometido de manera obvia y pública con nuestra congregación, y nosotros nos hemos comprometido con ellos de la misma forma.

Una iglesia que se edifica en torno a la membresía es evidentemente diferente. Requiere de un compromiso significativo. Decides prometer amar a un grupo de cristianos de manera profunda y sacrificial incluso antes de realmente conocerlos bien. Así, tu compromiso no se basa en sentimientos de apego, de comodidad o de pertenencia, aunque esperamos que esas cosas se den eventualmente, sino que es un compromiso que haces simplemente porque es parte de seguir a Jesús. Puedes encontrar relaciones auténticas en una congregación que se toma en serio la membresía de la iglesia.

Por tanto, esta idea del compromiso basado en el llamado es un compromiso mutuo sencillamente porque forma parte de ser llamados a la familia de Dios. Comprometerse con otros creyentes por medio de la iglesia local es lo que caracteriza a un cristiano. Observa nuevamente el pasaje que leí en 1 Juan. Dice que toda persona amada por Dios, salvada por Dios, ama a otros cristianos en respuesta.

Eso quiere decir que tenemos que dejar de ver el compromiso con la iglesia local como un proceso y debemos comenzar a verlo como un acontecimiento. El acontecimiento es nuestra salvación y el compromiso es algo que se deriva inevitablemente. Eso no significa que todos nuestros compromisos con la iglesia local deben ser significativos, hay mucho espacio para el crecimiento. Quiere decir que hacemos un compromiso por adelantado, por lo que significa ser cristiano.

En ese sentido, encontrarás mucho del compromiso basado en la comodidad en iglesias cuyo compromiso se basa en el llamado. No hay nada de malo con el compromiso basado en la comodidad, el problema surge cuando se convierte en nuestro principal enfoque para hacer vida en la iglesia. Si esperamos facilitar nuestro caminar en la iglesia y ver que el compromiso basado en la comodidad surta efecto con el tiempo, tendremos una comunidad consumista, con relaciones superficiales, para nada diferente al mundo. En cambio, deberíamos reconocer que Dios nos llama a comprometernos de manera profunda y significativa con una iglesia local cuando nos llamó a la salvación. Si esa es nuestra actitud hacia la iglesia, encontraremos una comunidad que sea honesta acerca de lo que significa ser cristiano y que sirva como un rico catalizador para las relaciones cristianas.

El compromiso que es significativo
¿Cuáles son algunos de los componentes elementales de este compromiso del que hemos estado hablando? ¿Cómo es? Aquí tienes cuatro partes básicas a considerar:

A. El compromiso sacrificial. Romanos 12:13-16 nos dice que compartamos «las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad… Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros». Si mi esposa y yo no podemos tener hijos, debería alegrarme cuando otro miembro de la iglesia quede embarazado. Si acabo de conseguir un nuevo empleo, debería acompañar en su tristeza a la hermana que perdió el suyo. Debería dar mi dinero, mi tiempo y mi hogar para cuidar de otros en mi iglesia, simplemente porque ellos forman parte del pueblo de Dios. Amar de esta manera no es únicamente para un grupo de cristianos élite; esto es lo que significa ser cristiano.

B. El compromiso de reunirnos. Hebreos 10:25 nos dice que la vida cristiana consiste en no dejar de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino en exhortarnos; y tanto más, cuando vemos que aquel día se acerca. Ser cristiano implica reunirnos con otros cristianos regularmente. El autor de Hebreos no visualiza otra categoría de cristianos.

C. El compromiso de esimularnos mutuamente. Utilizando ese mismo pasaje, el versículo 24 nos dice que debemos considerarnos unos a otros «para estimularnos al amor y a las buenas obras», algo que claramente se lleva a cabo por medio del versículo 25. Y esa clase de estimulo en el libro de Hebreos implica mucho más que una sacudida de manos momentanea al cruzar la puerta. Como vemos en el capítulo 3, el estimulo es el antídoto para la incredulidad. Estimular significa fortalecer la fe de otros. Un cristiano no solo está comprometido con su bienestar espiritual, también se compromete a ayudar a otros a luchar por la fe.

D. El compromiso de protegernos mutuamente. Mateo 18. Jesús dice que si un hermano peca contra mí, debo hablar con él al respecto. Si no se arrepiente, debo llevar conmigo a uno o dos hermanos. Y si todavía sigue sin arrepentirse, debo comunicarselo a la iglesia. «Y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano». En otras palabras, expulsalo de la iglesia. La última barrera para el autoengaño en este mundo es la iglesia local. Nadie más puede decirme tan fuertemente que la fe que profeso con mi boca se contradice con mi vida. Y es interesante que esta autoridad no se otorga al pastor, o a los ancianos, sino a la iglesia. Por supuesto, protegernos mutuamente del autoengaño de la inmoralidad o de la falsa doctrina es algo que hacemos bajo un liderazgo sabio y amoroso. Pero finalmente, el Nuevo Testamento delega la responsabidad de cuidarnos unos a otros a toda la iglesia.

Cristiano, Dios te ha llamado a hacer estas cosas: Amar a otros cristianos sacrificialmente. Reunirte con ellos con regularidad. Estimularlos a la fe. Y protegerlos del pecado y del autoengaño. Hacer estos compromisos no es algo que debamos dejarselo a los cristianos maduros; es lo que la Biblia supone que todo cristiano debe hacer. Así es la profundidad de este compromiso.

Si nos detenemos aquí, seguimos sin entender completamente la profundidad del compromiso que debemos encontrar en la iglesia local. Porque el compromiso bíblico en una iglesia no solo es importante, también se formaliza.

El compromiso que es formal
¿Es el compromiso cristiano en la iglesia local relativamente fluido y amorfo? ¿O nos llama la Escritura a formalizarlo? Para responder esa pregunta, observa cuidadosamente la manera en la que Pablo describe a la iglesia en 1 Corintios 5. Él explica que la iglesia no tiene la responsabilidad de juzgar a los pecadores impenitentes en el mundo, pero sí posee esa responsabilidad dentro de la iglesia. «Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están afuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios juzgará» (5:12-13a).

Lo que quiero que notes es la linea que separa lo que está «afuera» y lo que está «dentro» de la iglesia. De un lado de la línea están los que se llaman a sí mismos creyentes y someten esa profesión al juicio de la iglesia. Del otro lado, están los que no han hecho tal compromiso. Así que algunas personas hoy día hablan acerca de tener una comunidad definida en su núcleo en lugar de una comunidad definida por sus límites. En vez de obsesionarnos por quién está «dentro» y quién está «afuera», solo enséñale a las personas y anímalas, sin importar su estado espiritual, a buscar más de la buena comida espiritual. El problema es que, eso parece contradecir la forma en la cual el Nuevo Testamento describe a la iglesia.

También vemos esto cuando la Biblia habla acerca de los líderes de la iglesia. Debemos someternos a nuestros líderes (cf. Hebreos 13:17) porque ellos un día rendirán cuentas por nosotros. Pero si la afiliación con una iglesia no es de ninguna manera formal, ¿cómo saben estos líderes por quién habrán de rendir cuentas? ¿Y cómo podemos decidir nosotros a quiénes someternos?

Ya sea al lidiar con la disciplina o el liderazgo en la iglesia, queda claro en la Biblia que el compromiso con la iglesia tiene cierto nivel de formalidad. Los creyentes saben con quién se están comprometiendo; la iglesia y sus líderes saben de quiénes son responsables. Esto es lo que llamamos membresía de la iglesia, usando la ilustración de Pablo de la iglesia como un cuerpo y de nosotros como sus miembros. Ahora, ¿qué diferencia hace esta formalidad? Es importante por dos razones:

A. El compromiso formal sirve como una afirmación del compromiso informal. Encuentro que la analogía del matrimonio es útil aquí. Así es como Tim Keller describe la aplicación marital de esta verdad:

Cuando la Biblia habla acerca del amor, lo mide principalmente no en base a cuánto deseas recibir, sino en base a cuánto estás dispuesto a dar de ti a alguien. ¿Cuánto estás dispuesto a perder por el bien de esta persona? ¿A cuánto de tu libertad estás dispuesto a renunciar? ¿Cuánto de tu valioso tiempo, emociones y recursos estás dispuesto a invertir por esta persona? Y por eso, los votos matrimoniales no solo son útiles, también sirven como una prueba. En muchos casos, cuando una persona le dice a otra: «Te amo, pero no arruinemos esto casándonos», esa persona realmente está diciendo: «No te amo lo suficiente para cerrar todas mis opciones. No te amo lo suficiente para entregarme a ti por completo». Decir: «No necesito un pedazo de papel para amarte», es decir básicamente: «Mi amor por ti no ha alcanzado el nivel del matrimonio»[1].

Cierto. Existen todo tipo de discontinuidades entre el matrimonio y la membresía de la iglesia. Pero una de las formas en las que ambos son similares es en la interrelación del compromiso formal e informal. Si alguien dice que desea cumplir todos los mandamientos de la Biblia que implican el «unos a otros» en el contexto de su iglesia, pero se niega a comprometerse formalmente a hacerlo a través de la membresía, ¿qué clase de compromiso realmente pretende hacer? Usando las palabras de Keller, su amor por su iglesia no ha alcanzado el nivel de la membresía. El compromiso formal deja en claro quién verdaderamente toma la decisión de amar a su iglesia como lo describe la Escritura.

B. El compromiso formal hace visible el compromiso informal. La membresía en una iglesia local anuncia que esa persona ha hecho compromisos informales bastante importantes, lo cual ayuda a desarrollar relaciones mucho más rápidamente. Alguien podrá tener todo el deseo de amarte a la manera de Romanos 12, Hebreos 10 y 1 Corintios 5. Pero si no es miembro de tu iglesia, no tienes forma de saberlo. Cuando la membresía es significativa, hace que el compromiso informal sea visible para que las relaciones puedan crecer a un ritmo más acelerado.

Sugerencias prácticas
Pasemos el resto de nuestra clase examinando detenidamente maneras en las que esta visión bíblica del compromiso puede ser más práctica.

A. Únete a una iglesia. Algunos de nosotros, o algunos de nuestros amigos, todavía sopesan si la membresía realmente importa. En esas conversaciones, creo que es útil regresar a lo que significa ser cristiano. Seguir a Jesús es amar a otros que siguen a Jesús. Eso es lo que ocurre inevitablemente cuando somos perdonados de nuestros pecados. No se trata solo de una disposición general de amor, sino de un compromiso específico de amar a un grupo específico de cristianos, a una iglesia local.

B. Invierte en las relaciones. Luego están aquellos de nosotros que nos unimos, pero aparte de aparecer cada domingo para los servicios, unirse a la iglesia realmente no cambia nuestras vidas. Como ya hemos visto en esta clase, relacionarse con una iglesia local de manera bíblica significa confesar nuestros pecados para que otros puedan ayudarnos a luchar por la fe. Significa confesar nuestras batallas para que otros puedan ayudarnos de forma práctica. Signfica hacer preguntas complicadas y, en ocasiones, incómodas al cuidar de nuestros hermanos y hermanas. Y significa que la oración forma parte integral de cada relación.

¿Cómo podemos saber cuando esto no pasa? Te daré cuatro categorías:

El miembro casual que asiste con regularidad, pero que no hace mucho más que eso. Sus amigos más cercanos no están en la iglesia. (Comprometido).
El miembro fuerte parece involucrado, al menos en términos de servir a los demás. Pero por una presunción que le hace pensar que él o ella nunca está en necesidad, nunca deja que las personas le ayuden. (Vulnerable).
El miembro estático empieza con buenas relaciones en la iglesia, pero cuando los meses se convierten en años y los años en décadas, esas relaciones nunca se expanden. Y en una iglesia tan dinámica como la nuestra, esa comunidad congelada casi siempre deja de ser una comunidad (Activo).
El miembro consumidor tiene relaciones, pero queda claro desde una perspectiva mundana por qué cada relación sería importante para él o ella. No aspira, como dije anteriormente, a amar a otros de una manera que sea extraña al mundo, simplemente porque ha sido amado por Cristo. (Dado).
C. Comprométete a amar a todo el cuerpo. Creo que existe un verdadero peligro para nosotros en una era que está definida por el consumidor y, sin embargo, obsesionada con la comunidad. Podríamos estar en una comunidad real y satisfactoria en una subcultura de la iglesia, y nunca salir para comprometernos con la iglesia más ampliamente. Eso no quiere decir que necesitamos tener relaciones profundas con todos y cada uno de los miembros de la iglesia. Deberíamos encontrar que nuestras relaciones no están confinadas a un grupo pequeño en particular, o a un tipo de personalidad, o trasfondo étnico o profesión.

Si todos tomamos la iniciativa de incluir en nuestras amistades a personas que son muy diferentes a nosotros, veremos que en vez de una iglesia conformada por subculturas impenetrables, tendremos una iglesia donde las redes de relaciones se extienden y ensanchan para cubrir a toda la congregación.

Una diferencia verdaderamente práctica entre una comunidad basada en el llamado y una comunidad basada en la comodidad es que la comunidad que se basa en el llamado nos expande para formar relaciones que no son cómodas. Y eso es necesario para que esa red relacional sea tan inclusiva como debe ser.

Conclusión
Si observas cómo el Nuevo Testamento describe a la iglesia local, este es un pilar que sostiene a una comunidad bíblica: la profundidad del compromiso. Nuestra cultura nos dice que nos comprometamos solo hasta donde nos sintamos cómodos. Bueno, al igual que esa versión distorcionada del matrimonio, el compromiso basado en la comodidad en la iglesia no funciona muy bien. Es posible que atraiga a una multitud rápidamente, pero no produce mucha profundidad. Y sin profundidad, fracasa en ser el faro de luz sobrenaturalmente atractivo en un mundo de tinieblas. Incluso aunque ese modelo de compromiso de ser luz parece el mejor para alcanzar a este mundo para Cristo, a la larga, se suaviza en comparación a una comunidad verdaderamente sobrenatural. Por tanto, debemos aspirar a un compromiso basado en el llamado, donde nos comprometemos a amar a todas las personas desconocidas en una nueva glesia simplemente porque han sido llamadas por Dios para salvación, y llamadas por Dios para ser amadas. Y con eso como fundamento, las relaciones florecerán.

Ese es uno de los pilares: la profundidad del compromiso. El segundo es la amplitud del compromiso, el cual es nuestro tema para la próxima semana.

[1] Keller, Tim. The Meaning of Marriage (El significado del matrimonio), New York: Dutton. Print. Pág. 78.

El camino de Lot

Domingo 30 Julio
(Si Dios) libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados… sabe el Señor librar de tentación a los piadosos.
2 Pedro 2:7-9
El camino de Lot
Lot, huérfano, fue acogido por su tío Abraham, un hombre de fe (Génesis 11:27-31). Lot también creía en Dios, como lo atestigua el apóstol Pedro, quien lo llama justo. Sin embargo, se alejó progresivamente de Dios.

Se había deslumbrado por las riquezas de Egipto, y se dejó llevar por ellas hasta establecerse en un lugar codiciable: “Alzó Lot sus ojos, y vio toda la llanura del Jordán, que toda ella era de riego, como el huerto del Señor, como la tierra de Egipto”. Entonces eligió vivir en la llanura, en la comodidad del mundo de la época. Y más grave aún, se instaló cerca de Sodoma, una ciudad conocida por su desenfreno e inmoralidad, cerca de hombres “malos y pecadores contra el Señor en gran manera” (Génesis 13:10, 12-13). Poco después vivió en Sodoma; y luego, durante una guerra (Génesis 14:12), fue llevado prisionero con los demás habitantes de la ciudad. Liberado gracias a la intervención de su tío, no cambió de lugar, sino que volvió a vivir en Sodoma. Allí se hizo importante, administrando los asuntos públicos en la puerta de la ciudad. Cuando la paciencia de Dios con la ciudad corrupta llegó a su fin, dos ángeles tuvieron que sacarlo antes de que fuese destruida. Tocó fondo; perdió todo, menos su vida y a sus dos hijas (Génesis 19:1-29).

¿A qué carrera aspiramos? El mundo deslumbrante y lleno de pecado, ¿tiene tal dominio sobre nuestros corazones que lo dedicamos todo a él, en lugar de vivir para Dios y estar cerca de Él? Todavía es posible cambiar de rumbo. ¡Tomemos la mano tendida de nuestro Salvador!

1 Crónicas 11 – Lucas 12:1-21 – Salmo 89:19-27 – Proverbios 20:14-15

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch

Un diagnóstico de mí mismo

Sábado 29 Julio
La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia.
Hebreos 4:12-13
Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.
Salmo 119:105
Un diagnóstico de mí mismo
Para mí, que soy médico, una de las razones más convincentes del poder de la Biblia es que hace un diagnóstico muy seguro de mi condición espiritual; ningún otro libro puede hacer eso. “Discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12). Me muestra claramente que por naturaleza estoy condenado a causa de mis pecados, privado de toda relación con un Dios santo. Mientras hacía este descubrimiento en la Biblia, encontré una maravillosa revelación de Dios, un Dios muy diferente al que había imaginado. Lleno de amor y misericordia, vino a mí por medio de Jesucristo, su Hijo, el creador del universo, quien se hizo hombre para poder redimirme.

Creo en la Biblia porque se dirige a todos, cualquiera que sea su clase social o su país. ¡Conocer la Biblia y no creerla es un suicidio espiritual!

Y si la fe me pone en contacto con un Dios así, voy a donde él me lleve, sin cuestionar su voluntad. Sé que ella es mejor que todos mis pensamientos, pues él me ama. Puedo abandonar mis planes más deseados y considerar los argumentos de los hombres como una locura, cuando se oponen a lo que él dice. ¡La fe en Dios no tiene límites! La Biblia quita las dudas y llena el corazón de certeza: “Tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón” (Jeremías 15:16).

1 Crónicas 10 – Lucas 11:29-54 – Salmo 89:15-18 – Proverbios 20:12-13

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch

Dios te llama a una vida de servicio | Pilar Herrera

Dios te llama a una vida de servicio

Pilar Herrera

Cuando el Señor obró en mí y me transformó, yo era una jovencita sin experiencia en la vida y la iglesia. Cuando oía expresiones como “tal persona se fue a tal país a servir al Señor”, pensaba que solo los pastores o misioneros eran quienes servían a Dios, que esto era solo una labor para unos privilegiados. Y por supuesto, que un llamado de parte de Dios para servirle a tiempo completo solo es para algunas personas.

Quisiera hablarte la verdad sobre esto, pero veamos primero qué significa la palabra servir. Se trata de estar al servicio de alguien, sujeto a una persona por cualquier motivo haciendo lo que él quiere o dispone. Todo verdadero creyente es un siervo de Dios (Ro. 6:22), comprado con la sangre preciosa de Jesucristo en la cruz. Ya no nos pertenecemos a nosotros mismos. No somos los dueños de nuestra vida, sino que tenemos el mejor amo y Señor del mundo: Dios.

Cuando el apóstol Pablo tuvo un encuentro con Jesús en el camino a Damasco, una de las primeras cosas que le preguntó fue: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (Hch. 9:6). Esto nos recuerda que todo discípulo de Jesús es su siervo. En el Nuevo Testamento, tenemos algunos ejemplos. Mencionaré solo dos como ilustración:

La suegra de Pedro cuando el Señor la sanó de su fiebre; ella le servía a Él y a sus discípulos (Mt. 8:15).
Un grupo de mujeres que seguían a Jesús y sus discípulos mientras iban por las ciudades y aldeas predicando el evangelio; ellas le servían con sus bienes (Lc. 8:1-3).
El servicio a Dios fluye de un corazón agradecido a Él por perdonarnos y salvarnos

El servicio a Dios fluye de un corazón agradecido a Él por perdonarnos y salvarnos. Queremos servir a Dios sirviendo a los demás. Para servir a los demás, hace falta tener un corazón humilde y amoroso. Debemos considerar a los demás como superiores a nosotros mismos:

“No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás”, Filipenses 2:3-4.

Los intereses de un siervo
Dios nos llama a una vida de servicio, y un siervo no mira por sus intereses en primer lugar, sino por las necesidades de los que le rodean. Por eso no hay un lugar específico de servicio, porque toda nuestra vida tiene que ser de servicio a Dios. No tenemos un traje de siervo para ciertas horas del día, o para ciertos días de la semana. El siervo cristiano lo es las 24 horas del día y los siete días de la semana.

Para servir a los demás, hace falta tener un corazón humilde y amoroso. Debemos considerar a los demás como superiores a nosotros mismos

A veces creemos que la iglesia es el lugar para el servicio cristiano, cuando tenemos un ministerio o responsabilidad de servir a los demás. Esto es verdad en un sentido. En la iglesia debe haber un orden y no todos pueden o deben predicar desde un púlpito, no todos pueden o deben ser maestros de jóvenes o niños, no todos son evangelistas, etc. Para que una iglesia funcione, todos los miembros han de poner al servicio del Señor los dones que recibieron de parte de Él. Dios nos da dones para servir a los demás, no para nuestro propio beneficio o disfrute, sino para la edificación de su pueblo. El apóstol Pedro lo deja claro:

“Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndose los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. El que habla, que hable conforme a las palabras de Dios; el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén”, 1 Pedro 4:10-11.

Por lo tanto:

Todos tenemos uno o varios dones que hemos recibido de Dios. No pongas excusa de que no sabes hacer nada; tienes algo que ofrecer sirviendo a la iglesia. Si no estás seguro, pregunta a tu pastor o a alguien que te conozca bien.
Los dones que recibiste no son para lucirte y que otros digan qué bien sirves o haces cualquier trabajo. Son para ministrar a los demás, para edificación de la iglesia.
Debemos servir y ministrar a otros como buenos administradores, con un espíritu humilde. No te alabes por lo que haces. ¡Qué triste es ver a algunos recitando y pavoneándose de todo lo que hacen por el Señor! ¡Cuidado con el orgullo!
Los dones que Dios nos da son regalos de su gracia, no los merecemos.
Si tienes ciertos dones, no pienses que se debe a que eres muy inteligente o sabes ministrar bien. El poder para servir viene de Dios. Por nuestras propias fuerzas, sería imposible. Se trata del poder de Dios obrando y capacitándonos para servir.
Todo lo que hagamos para servir a Dios y los demás es para la gloria de Dios como fin último. No para tu propia gloria o para que te den aplausos.
Servicio más allá del templo
Al mismo tiempo, necesitamos entender que servir es un estilo de vida. No solo servimos en la iglesia, sino que en todas las esferas de nuestra vida debemos tener un espíritu de servicio.

Así que cuando estás cambiando el pañal de tu bebé, estás sirviendo; cuando estás cuidando y siendo ayuda idónea para tu esposo, estás sirviendo; cuando cuidas los niños de un matrimonio para que puedan salir a pasear o cenar solos, estás sirviendo; cuando estás en tu trabajo y tienes que hacer tareas desagradables, estás sirviendo al Señor. Debemos remangar nuestras mangas y hacer el trabajo sucio, o el trabajo que nadie quiere hacer. Tenemos que estar dispuestos a servir a los que no pueden recompensarnos.

El Dios santo, creador del universo, el rey de reyes, ¡se hace siervo! Por amor a nosotros y para salvarnos

A mí me ha ayudado mucho, a la hora de hacer una tarea desagradable, como limpiar baños en la iglesia —por ejemplo—, pensar que lo hago para mi Señor. Cuando pienso en eso, mi actitud cambia por completo. “Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Col. 3:23). Servir trae una satisfacción personal de saber que estamos haciendo lo que el Señor quiere, y Él ve cada vaso de agua fría que ofreces a un niño en su nombre.

Quiero terminar con el mejor ejemplo, el de nuestro Señor Jesús:

El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos (Mt. 20:28).
Recuerda cómo Jesús lavó los pies de sus discípulos. Allí tenemos un buen ejemplo de servicio y humildad, para que siguiéramos su ejemplo (Juan 13:1-20).
Jesús se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres. Se humilló a sí mismo y fue a la cruz. El Dios santo, creador del universo, el rey de reyes, ¡se hace siervo! Por amor a nosotros y para salvarnos (Fil. 2:5-8).
Por lo tanto, si nuestro Señor se hizo siervo por nosotros, ¿acaso haremos algo de más si nosotros nos hacemos siervos por Él?

Pilar Herrera es hija y sierva de Dios por pura gracia. Esposa del pastor Luis Cano desde 1985, madre de Bequi y Débora. Junto a su esposo sirve en la “Iglesia Cristiana Evangélica” de Ciudad Real, España. También es maestra de inglés en un colegio público de infantil y primaria. Desde hace 30 años participa activamente en la “Asociación de Campamentos Cristianos Castilla La Mancha” para niños y adolescentes.

La cigarra

Viernes 28 Julio
¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro.
Romanos 7:24-25
Alabaré al Señor… y cantaré al nombre del Altísimo.
Salmo 7:17
La cigarra
En la grava del jardín, un gran insecto se debatía sobre su espalda, girando desesperadamente sobre sí mismo. Me acerqué y vi que era una cigarra. La tomé con cuidado, le di la vuelta y la puse en mi otra mano, y, para mi gran sorpresa, voló inmediatamente para desaparecer entre los árboles. Sin duda, el insecto había caído al suelo y era incapaz de darse la vuelta por sí mismo, pues sus grandes alas se lo impedían. Al tomarlo en mis manos le había ofrecido, sin saberlo, la posibilidad de salir de ese apuro. Acababa de arrancarla de la tierra, de la muerte, para reintroducirla en su elemento, el aire, el cielo. El grito estridente que emitió justo después me pareció una especie de agradecimiento o un himno de alabanza.

Esta pequeña experiencia me recordó la época de mi vida cuando luchaba contra las tentaciones, las dudas y todo tipo de malos pensamientos. Yo también giraba sobre mí mismo y me hacía daño de tanto luchar; era incapaz de levantarme de mi miseria. Entonces pedí a Jesús que me salvara. Él se inclinó a mí, me tomó con su poderosa mano, me rescató de la muerte espiritual perdonando mis pecados, y me introdujo en una nueva vida. Una vida eterna, que continuará en el cielo con él. ¡Ahora mi corazón canta con gratitud! ¡Mi libertador es Jesús, el Hijo de Dios!

“Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir” (Juan 11:44).

1 Crónicas 9 – Lucas 11:1-28 – Salmo 89:7-14 – Proverbios 20:10-11

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch

Viviendo como una Iglesia – Clase 1: La unidad

Viviendo como una iglesia

Por Capitol Hill Baptist Church (CHBC)

Clase 1: La unidad

Introducción
Bienvenido a la primera de trece clases que tendremos acerca de cómo vivir juntos como iglesia. Soy Matt, pastor asistente aquí en la congregación. Esta mañana espero transmitir una idea de lo que me gustaría lograr juntos. Sin embargo, antes de comenzar a hablar, quiero hacer una pregunta: ¿Por qué es importante la unidad para la iglesia local? [¿Qué se te ocurre?… ¿Iglesias discutiendo por el color de la alfombra?].

Genial. Ahora bien, empecemos esta clase del tema de la unidad de manera muy sencilla. En resumen, esta clase existe por tres simples verdades que encontramos en la Escritura:

Dios ha llamado a los cristianos a estar con él para siempre, pero nos ha dejado temporalmente en este mundo reunidos en iglesias locales.
Él ha escogido usar nuestras vidas unidos en iglesias como el principal método para mostrar su gloria.
Somos pecadores.
Las primeras dos verdades funcionan bien juntas, pero la tercera verdad complica las cosas considerablemente. Algún día, el mundo entero se postrará ante Dios y reconocerá que él es el Señor. Pero por ahora, Dios en su sabiduría, ha delegado la misión de desplegar la gloria de su perfecto carácter a personas bastante imperfectas, que forman parte de su Iglesia. La interrogante de cómo puede suceder eso es el enfoque de esta clase. Específicamente, nuestra meta es entender las oportunidades y las responsabilidades que tenemos como miembros de la iglesia. ¿Cómo es que, pecadores como nosotros, podemos reunirnos como una iglesia local donde abunda la unidad? Y no se trata de una unidad forzada que niega las diferencias, subestima las dificultades, o compromete el mensaje del evangelio, sino de una unidad real que actúa como un testimonio convincente del poder del evangelio. ¿Cómo es que, como pecadores, podemos responder al pecado entre nosotros sin ceder a las habladurías y a las calumnias? ¿Cómo podemos confiar en nuestros líderes y, al mismo tiempo, reconocer que también son pecadores? ¿Cómo podemos amar a las personas que nos hacen sentir incómodos porque son tan diferentes a nosotros? ¿Cómo podemos criticar a una iglesia imperfecta sin quejarnos?

Para aquellos de nosotros que hemos estado en una iglesia durante cierto tiempo, es probable que hayamos notado que estos objetivos son difíciles de alcanzar. Con mucha frecuencia, las iglesias se convierten en lugares de división, quejas y amargura. Muy a menudo, las iglesias fracasan en reflejar al mundo que nos observa el poder del evangelio que debería obrar en ellos. Nuestra meta para esta clase es explorar un plano práctico de lo que hace que una iglesia sea sana y unida: una sana doctrina que se expresa en un amor unificador que glorifica a Dios. Mi oración es que cada uno de nosotros salga de esta clase con un mejor entendimiento de lo que la Biblia dice que es una iglesia unida, y con algunas ideas muy claras de lo que todos podemos hacer para fomentar la unidad entre nosotros.

Para la clase de hoy, empezaré abordando la idea de la unidad, empleando principalmente la descripción que encontramos en Efesios 3 y 4 de lo que significa ser una iglesia. A continuación, veremos algunas versiones falsas de la unidad, las compararemos con la unidad verdadera, y hablaremos acerca de la razón por la que la unidad en la iglesia es tan importante.

Efesios 3-4: La meta de Dios para la iglesia
Comencemos respondiendo una pregunta fundamental: ¿Cuál es el plan de Dios para la iglesia local? El apóstol Pablo lo explica en los capítulos 2 y 3 del libro de Efesios. Si tienes una biblia, acompáñanos. Inicia con el evangelio, en Efesios 2:1-10. Estábamos «muertos en [nuestros] delitos y pecados» (2:1). Pero Dios «nos dio vida juntamente con Cristo» (2:5). «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (2:8-9).

Pero ese evangelio no termina con nuestra salvación; conduce a algunas implicaciones bastante disruptivas. Implicación #1: la unidad. Como Pablo escribe sobre judíos y gentiles al final del capítulo 2, Dios derribó la pared intermedia de enemistad «para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre» (2:15b-18).

Observa que solo el evangelio crea esta unidad, es por medio de la cruz que Cristo acabó con su enemistad. Después de todo, ¿qué más podría unir a dos pueblos con historias, etnicidades, religiones y culturas tan diferentes?

Ahora, ¿cuál es el propósito de esta unidad entre judíos y gentiles? Ve al capítulo 3, versículo 10:

Su propósito era «que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales».

Toma a un grupo de judíos y gentiles que no comparten nada en común salvo una aversión de siglos los unos por los otros (una sombra de lo que en nuestro contexto podrían ser los demócratas liberales y los republicanos libertarios), reúnelos en una iglesia local donde se cruzan entre sí regularmente, y las cosas explotarían, ¿cierto? ¡No! Por lo único que tienen en común, el vínculo de Cristo, viven juntos en asombroso amor y unidad. Una unidad que es tan inesperada, tan diferente a la manera en la cual opera nuestro mundo, que incluso los «principados y potestades en los lugares celestiales» se sientan y observan.

Increíble, ¿no? La unidad es notable entre dos dimensiones. Es notable por su amplitud. Esto quiere decir, que se expande para incluir a pueblos tan opuestos como lo eran los judíos y los gentiles. Esto glorifica a Dios al alcanzar a personas que, sin un poder sobrenatural, nunca estarían unidos. Recuerda Efesios 2:18: «Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre».

En segundo lugar, esta unidad es notable por su profundidad. No se limita a unir a personas para que se toleren entre sí, sino para estar tan comprometidas que Pablo puede llamarles un nuevo hombre (2:15) y una nueva familia (2:19). Pablo busca los lazos más profundos del mundo natural, los lazos étnicos y familiares para describir esta nueva comunidad en la iglesia local.

La unidad con una amplitud y profundidad asombrosa hace que la gloria de un Dios invisible sea visible. Esta es la declaración de propósito final para la unidad de la iglesia en Éfeso. Esta es la declaración de propósito final para la unidad en nuestra iglesia. Y estos dos conceptos serán realmente importantes para este seminario básico. De hecho, tendremos una clase entera dedicada a la profundidad de la unidad al reflexionar sobre el compromiso de la membresía de la iglesia. Y una clase entera acerca de la amplitud de la unidad al meditar sobre la diversidad como una marca que define a la iglesia local.

Este es nuestro llamado como iglesia. Pero ese llamado tiene cierta competencia, la cual quiero exponerte ahora.

La unidad falsa
La unidad organizativa

Un problema que tenemos siempre que comenzamos a hablar acerca de la unidad cristiana es que algunos la definen como la idea de que todos los que se consideran cristianos deberían organizarse juntos, o al menos cooperar juntos, como un solo cuerpo reconocido. Dicen que la existencia de las distintas denominaciones le demuestra al mundo que no estamos unidos.

Uno de los desafíos que presenta esta corriente de pensamiento es que no da lugar para poder discrepar en amor. Podemos disentir de nuestros hermanos y hermanas presbiterianos con relación al bautismo, por ejemplo, y continuar haciendo juntos toda clase de buenas obras por el evangelio. En ese sentido, las denominaciones realmente exhiben nuestra unidad en el evangelio con más fuerza que si simplemente pretendiéramos que nuestros desacuerdos carecen de importancia. La conferencia que nuestro pastor ayuda a dirigir llamada «Juntos por el evangelio» es un buen ejemplo de esto.

Otro problema con esta idea es lo que sería el objetivo final de esa «unidad». Hay muchos que se llaman a sí mismos «cristianos», pero que no estarían de acuerdo con nuestra iglesia en cuanto a cosas fundamentales tales como quién es Dios, qué deben hacer las personas para ser salvas, incluso si es necesario ser salvos del pecado. Eso quiere decir que la unidad organizativa por sí sola confunde por completo al mundo acerca de la naturaleza del cristianismo y del evangelio. Ciertamente es algo bueno colaborar con los demás por el bien de un objetivo común, trabajar con católicos romanos para proteger los derechos de los no nacidos, por ejemplo. Sin embargo, aunque ese sea un tipo de unidad, no es la unidad sobrenatural del evangelio de la cual habla Pablo en Efesios.

La unidad extraevangélica

La segunda falsificación de la unidad cristiana verdadera es más sutil, y creo que estamos en mayor riesgo por ello. Así que empecemos con un ejemplo. Imaginemos que llega un maestro de una escuela pública de D.C., y se une a nuestra iglesia. ¿Con quién entablará amistades naturalmente? ¿Quién lo entenderá mejor lógicamente? Otros maestros, por supuesto. Por lo que le presento a otros maestros, y quizá eventualmente formamos un grupo pequeño para maestros. Seguramente se integrará rápidamente a esa comunidad y crecerá. Unidad creada, misión cumplida, ¿cierto? No del todo.

Lo que ocurrió es posiblemente más un fenómeno demográfico que un fenómeno evangélico. Los maestros se inclinan hacia otros maestros independientemente de si son cristianos o no. Y no hay nada de malo en desear estar con personas con experiencias de vida similares. Es absolutamente natural y puede ser espiritualmente beneficioso. Pero si esto es la suma total de lo que llamamos «iglesia local», temo que hemos creado algo que existiría incluso sin Dios.

En comparación a lo que vemos en Efesios, esta unidad es algo que llamaré unidad «extraevangélica». En una comunidad extraevangélica, casi todas las relaciones están fundamentadas en el evangelio y algo extra. Tomemos como ejemplo a Sam y Joe; ambos son cristianos, pero la verdadera razón por la que son amigos se debe a que ambos son solteros de 40 años, o a que comparten una pasión por combatir el analfabetismo, o a que ambos son enfermeros. En la unidad extraevangélica, usamos la similitud para construir una colectividad.

Compara esta comunidad con una comunidad que revela el evangelio. En una comunidad que da a conocer el evangelio, muchas relaciones nunca existirían de no ser por el poder del evangelio, ya sea por la profundidad del cuidado mutuo o porque las partes en la relación tienen poco en común, excepto Cristo. Claro, las relaciones basadas en la afinidad también pueden prosperar en la iglesia, pero no son el enfoque. Se dan de manera natural. En cambio, nos concentramos en ayudar a las personas a salir de sus zonas de confort para que edifiquen relaciones que no serían posibles sin lo sobrenatural.

Piensa en un globo que ha sido frotado contra tu camiseta para cargarlo con electricidad estática. Luego sostenlo por encima de la cabeza de alguien con cabello delgado y ligero. ¿Qué sucede? El cabello sube hasta el globo. No puedes ver la electricidad estática, pero su efecto, la reacción antinatural del cabello, es inconfundible. Lo mismo pasa con la unidad que da a conocer el evangelio. No puedes ver el evangelio; simplemente es cierto. Pero cuando fomentamos la unidad que es obviamente sobrenatural, hacemos que el evangelio sea visible. Me pregunto si puedes pensar en las relaciones que tienes en tu iglesia solo porque Cristo los ha unido. Puedo pensar en muchas de esas relaciones en mi vida y en la vida de otros que he observado. No te relacionarías con esa persona en el mundo, pero porque están en Cristo, tienen un cuidado, una preocupación y un afecto familiar el uno por el otro. ¡Ese amor hace que la electricidad del evangelio sea visible al mundo!

¿Quiere decir esto que deberíamos evitar cualquier relación en la que compartamos algo más además de Cristo? ¿No debería ser amigo de otros hombres casados en la iglesia a los que les guste el rock and roll y el béisbol de los New York Mets? No, Dios usa nuestras similitudes naturales. Y todas las iglesias tienen cierto tipo de cultura, cierto tipo de sensación, cierto idioma principal, e incluso cierta mayoría cultural. Sería deshonesto sugerir lo contrario, decir que una congregación realmente no comparte nada más en común salvo Cristo. Los gustos parecidos se atraen entre sí, y eso es natural. Pero algo importante a considerar es si dejaremos que las diferencias se conviertan en una barrera para la comunión, o una invitación para participar conjuntamente en glorificar al evangelio. ¿Insistiremos en el ministerio por similitud, lo cual se siente natural? O bien, si reconocemos nuestra tendencia hacia las semejanzas, ¿estableceremos nuestra aspiración en una comunidad donde personas diferentes disfruten una comunión extraordinaria solo por el vínculo sobrenatural del evangelio?

La unidad que importa, aquella que logra los propósitos de Dios en sí, es demostrablemente sobrenatural. No es una unidad que se construye alrededor del evangelio en adición a otro vínculo de similitud. Es la unidad que da a conocer el evangelio.

¿Qué es la unidad?
Habiendo visto estas dos falsificaciones, ¿qué es la unidad cristiana verdadera? La unidad cristiana verdadera de la que Pablo habla en su carta a los efesios podría definirse como una acción, un propósito, una fuente y un contexto.

La acción es amar. Específicamente, amar con ese amor hacia nuestros hermanos y hermanas en Cristo que traspasa los límites sociales. Piensa en las palabras de Jesús: «Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman».

Segundo, el propósito es la gloria de Dios en la vindicación de su evangelio. La unidad que existe por cualquier otro propósito puede ser valiosa, pero no es la unidad cristiana que estamos explorando en esta clase.

Tercero, la fuente: el amor de Cristo. «Nosotros amamos porque él nos amó primero». El amor que es sobrenatural solo puede explicarse a través del poder de Dios que obra en nosotros. Si la unidad es impulsada por el amor con el que el mundo está familiarizado y puede explicar, ¿de qué manera mostrará eso la sabiduría de Dios a los «principados y potestades en los lugares celestiales»? No, la unidad que glorifica a Dios y justifica la sabiduría del evangelio es la unidad que se alimenta de saber cuánto hemos sido perdonados en Cristo. ¿Recuerdas las palabras de Jesús en Lucas 7? «Aquel a quien se le perdona poco, poco ama». Y aquel a quien se le perdona mucho, mucho ama. Si en cualquier momento esta clase se convierte en solo una lista de cosas por hacer, cosas que sabes que deberías hacer y probablemente puedes hacer si trabajas arduamente, entonces vamos rumbo a la dirección equivocada. La unidad que nos interesa, esa unidad que es sobrenatural, tiene en su fuente un profundo entendimiento de lo mucho que hemos sido perdonados. La unidad cristiana no solo debe tener como meta el evangelio, sino que en su núcleo, debe nutrirse del mensaje del evangelio. Cualquier otra cosa es simplemente obra de seres humanos.

Y, por último, un contexto: un amor que, si bien no se limita a la iglesia local, trabaja de manera más práctica en ese contexto. Esas cuatro partes componen la definición que ves en el folleto: Amor que da a conocer el evangelio y que glorifica a Dios para con todos los hermanos y hermanas en Cristo, alimentado por nuestro perdón en Cristo que se expresa más claramente en la asamblea de la iglesia local.

Esa es la unidad cristiana, el plan de Dios para dar a conocer la sabiduría del evangelio a todos los pueblos.

¿Qué está en riesgo?
He estado diciendo que debemos apuntar hacia la clase de unidad correcta en nuestra iglesia. Que si no lo hacemos, realmente comprometemos los propósitos de Dios para la iglesia. ¿Pero cuáles son los riesgos exactamente? Si nuestra unidad se basa en vínculos naturales y no en el evangelio sobrenatural, ¿qué perdemos? Comencemos con la misión de la iglesia tal como se declara al final del libro de Mateo.

En Mateo 28, Jesús comisiona a su iglesia cuando le dice a sus discípulos:

«Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».

A riesgo de simplificar demasiado, existen dos impulsos vitales de esta Gran Comisión. Debemos compartir el evangelio con todas las naciones (incluyendo la nuestra), bautizando a quienes creen. Dicho de otro modo, evangelizar. Y debemos formar seguidores de Jesús: enseñando a cada generación de convertidos todas las cosas que él nos ha mandado. En otras palabras, discipular.

Cuando edificamos una unidad de la iglesia local que no es evidentemente sobrenatural, ponemos en juego ambos elementos de nuestra comisión. Comprometemos nuestra evangelización y comprometemos nuestro discipulado.

A. Comprometemos la evangelización

Las palabras de Jesús en Juan 13 describen nuestro poder en la evangelización. «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros». Y no se trata de un amor cualquiera, pues el versículo anterior establece el estándar de este amor: «Como yo os he amado, que también os améis unos a otros». Se trata de un amor con la profundidad de la cruz; un amor tan amplio como para llegar del cielo a la tierra. El amor que caracterizará a los creyentes ante los ojos del mundo como seguidores de Jesús es la misma clase de amor costoso, sobrenatural y que exalta a Dios que Jesús nos muestra.

Ahora bien, ¿puede existir amor en una comunidad conformada alrededor de algo más que no sea el evangelio? Por supuesto que sí. Piensa en la clase de comunidad que encontrarías en Alcohólicos Anónimos o en el Club Rotary, o en la página de Facebook de tu banda favorita. Puedes encontrar amistades allí, incluso afecto, lo que es maravilloso y real. ¿Pero es este el amor inexplicable sin Dios que Jesús describe en Juan 13? No, es el amor que el mundo reconoce. No obstante, el amor de Juan 13 y Efesios 3 es sobrenatural. Cuando la comunidad de la iglesia local desafía la explicación natural, confirma el increíble poder del evangelio[1].

Entonces, ¿cuál es el costo de la comunidad en la iglesia local que no es evidentemente sobrenatural? Volviendo a Juan 13:35: suprimimos lo que Dios quiere que sea la confirmación del evangelio. Evangelizar sin una comunidad sobrenatural es como empujar agua cuesta arriba. Es como «mostrar y contar» sin la parte de «mostrar». Puesto que servimos a un Dios de gracia, él todavía se complace en salvar almas cuando anunciamos el evangelio. Sin embargo, sin una comunidad sobrenatural, la evangelización no cuenta con el principal testimonio que Dios ha dado para manifestar el poder del evangelio al mundo.

B. Comprometemos el discipulado

Da un vistazo a Efesios 4:14-15. Pablo dice que la meta de nuestra vida juntos en la iglesia local es: «que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por dondequiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo».

Eso es lo que queremos ver en nuestra iglesia, ¿cierto? Un cuerpo de creyentes firmemente establecidos en nuestra obediencia a Cristo, la segunda parte de la Gran Comisión. Incluso si somos golpeados por falsas doctrinas y por artimañas humanas, nos aferramos con firmeza al fidedigno mensaje del evangelio. Esto que ves aquí es madurez y santidad. Crecemos en Cristo.

Ahora, ¿de dónde proviene esto? Pablo brinda una hermosa cadena en los versículos precedentes que demuestra cómo el crecimiento proviene de Cristo. Versículo 7, Cristo da dones a la iglesia. Versículo 11, esos dones son líderes tales como profetas, evangelistas, pastores y maestros que enseñan a su pueblo la Palabra. Su trabajo, versículo 12, es: «perfeccionar a los santos para la obra del ministerio», hasta que, versículo 13: «todos lleguemos a la unidad de la fe». ¿Lo ves? Por tanto, ¿quiénes son llamados por Dios para la obra del ministerio? ¿Los ancianos, en primer lugar? ¿Los ancianos que trabajan a tiempo completo en la iglesia, o el equipo pastoral? Estas personas poseen un rol importante, ¡pero el ministerio es la obra de los santos! Es el trabajo de cada cristiano. Eso significa que si eres miembro de una iglesia local, la santidad y el crecimiento del resto de los miembros es, de cierta manera, tu responsabilidad. Así como también lo es la unidad del cuerpo.

Entonces, ¿qué rol desempeña la unidad sobrenatural aquí? Es responsabilidad de los miembros discipularnos unos a otros para que seamos más semejantes a Cristo, pero no podemos efectuar este trabajo si las marcas que caracterizan a la iglesia son división, tensión, amargura, evitación y el egoísmo. La unidad es el terreno fértil en el cual este crecimiento puede ocurrir.

Y falso, la unidad «extraevangélica» tampoco hará el trabajo. Pablo dice en 1 Corintios 12 que existen muchas partes, pero un solo cuerpo (v. 20), y que él nos ha dado diferentes dones precisamente «para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros». Si solo compartes con las orejas, entonces no puedes recibir la influencia provechosa de los ojos, de los codos y de los pies.

Supongamos que tenemos una iglesia donde la comunidad es bastante inexistente, donde las personas aparecen para el tiempo del sermón, pero no se relacionan más allá de eso. Una comunidad sin profundidad. O imaginemos que en vez de una iglesia, tengo a un montón de amigos cristianos de mi antiguo equipo deportivo con los que me reúno semanalmente para rendir cuentas y animarnos mutuamente. Una comunidad sin amplitud. ¿Qué hay de malo en ellas?

Bueno, ninguna es evidentemente sobrenatural. Y sin una comunidad sobrenatural, nos costará cumplir la tarea de evangelizar y nuestra tarea de presentarnos unos a otros perfectos en Cristo. Dios es un dios increíblemente lleno de gracia y bondad. Así que no puedo decir que necesariamente fracasaremos, pero la unidad sobrenatural es el medio a través del cual Dios desea que llevemos a cabo la Gran Comisión.

Conclusión
Esa es nuestra introducción al tema de la unidad que desarrollaremos el resto del seminario. Durante las próximas doce semanas, veremos maneras prácticas de cómo podemos edificar una iglesia cuya unidad proteja y refleje el mensaje transformador del evangelio. Como dice el Salmo 133:1: «¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!». Espero que esa sea tu experiencia con la comunión que has experimentado en tu iglesia, y espero que tu oración sea que el Señor nos permita crecer y perseverar en la unidad.

[1]Me pregunto si esto podría explicar el interesante patrón del libro de Hechos. A medida que lees Hechos, notarás muy rápidamente que casi siempre, cuando el evangelio llega a una nueva región, viene acompañado por lo que Lucas llama «señales milagrosas». Estas señales ameritaban una explicación (cf. Hechos 2:12), y cuando la explicación llega, es el evangelio. Así, el libro comienza con la señal de lenguas en Pentecostés cuando el evangelio se predica por primera vez en Jerusalén. Luego cuando llega a Samaria, Lucas nos dice: «la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señalas que hacía» (8:6). El resto del libro sigue el mismo patrón: señales milagrosas a donde sea que el evangelio llega.

Pero cuando la narrativa vuelve a visitar estas ciudades, una vez que existe la iglesia local, deja de describir las señales milagrosas. Lucas se limita a escribir acerca de dos temas: el avance de la predicación del evangelio y el fortalecimiento de la iglesia.

¿Qué sucede? Aquí tienes una hipótesis: Cuando el evangelio entra por primera vez en una región, el Espíritu permite señales milagrosas. Una vez que el evangelio se establece, el Espíritu permite una comunidad milagrosa. Estas señales milagrosas eran un medio temporal para confirmar la verdad del evangelio. Temporal, hasta que el medio de confirmación permanente estuviese listo y en marcha: la comunidad milagrosa de la iglesia. E incluso en 1 Corintios 14, el único lugar donde vemos dones como el don de lengua en una iglesia establecida, Pablo deja en claro que la prioridad de los dones es edificar a la iglesia.

Por CHBC
Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos

Señal de que me he revestido de Cristo

Jueves 27 Julio
Todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
Gálatas 3:27-28
El bautismo (4): Señal de que me he revestido de Cristo
En su carta a los cristianos de Galacia, el apóstol Pablo compara el bautismo cristiano con un cambio de ropa. Nuestra nueva vestidura es Jesús. En otra carta, Pablo escribe: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia” (Colosenses 3:12). Todas estas características, las mismas que el Señor Jesús manifestó, forman el tejido de la tela.

El vestido nos habla de lo que es visible, de cómo vivimos nuestra vida cotidiana. Cuando creemos en el Señor Jesús, se produce un cambio vital. Cambiamos nuestro comportamiento porque tenemos una nueva vida, aunque a menudo este cambio sea gradual y con altibajos. Dios quiere que manifestemos, que reflejemos las cualidades morales de Jesús.

Otra idea derivada de la vestidura es la de pertenencia. Cuando yo estaba en el ejército, tenía un uniforme: la gente que me veía, veía mi uniforme y sabía que yo estaba en el ejército. Mi vestuario mostraba a qué regimiento pertenecía. Asimismo, el bautismo nos identifica públicamente con Jesús; rompe las barreras sociales, culturales o de identidad. Es la señal de que pertenecemos a Cristo y, en consecuencia, estamos vinculados a todos los que, por la fe, han acudido a él. Es una posición nueva en Cristo.

“Mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia” (Isaías 61:10).

(continuará el próximo jueves)
1 Crónicas 8 – Lucas 10:21-42 – Salmo 89:1-6 – Proverbios 20:8-9

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch

Fe Ciega | John C. P. Smith

Fe Ciega
por John C. P. Smith

El concepto de la “fe ciega” es un invento reciente que no se encuentra en ninguna parte de la Escritura. Si regresas a la Palabra de Dios, encontrarás que la palabra hebrea para fe, por su propia definición, se refiere a una confianza lógica, robusta e inquebrantable en la verdad.

Los cristianos, especialmente los creacionistas de seis días, son a menudo acusados de tener fe ciega. ¿Es esto justo? ¿Qué se entiende por fe ciega? De hecho, ¿Qué es fe?

La Epístola a los Hebreos define fe como “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). Como Jesús le explicó a Tomás: “bienaventurados los que no vieron, y creyeron.” (Juan 20:29). Así que fe, como dice la Palabra de Dios, es estar seguro acerca de algo que no hemos sido testigos oculares (incluyendo la creación, Hebreos 11:3), o que no se puede ver ahora, o que no se ha revelado aún.

Por esta definición, ¡Toda fe es ciega! Si se tratara de lo que se ve, la fe ya no sería operativa.

Por esta definición, ¡Toda fe es ciega! Si se tratara de lo que se ve, la fe ya no sería operativa.
El hecho es que todo el mundo tiene algún tipo de fe. Los evolucionistas tienen fe en su versión sobre los orígenes, los pasajeros de un tren confían en las habilidades del conductor, y los niños creen que van a recibir regalos en Navidad. Todos confían en algo invisible.

Alguna fe puede ser injustificada, y sin duda esta fe es ciega. En cambio, la fe cristiana es a la vez razonable y justificada. Se basa en primer lugar y sobre todo en la Palabra consistente y confiable de Dios. Y aunque no requiere pruebas externas, es totalmente compatible con evidencias físicas. Dios puede ser invisible, pero sus cualidades se observan claramente en la naturaleza (Romanos 1:20).

El mismo lenguaje del Antiguo Testamento hebreo revela que nuestra fe está intrínsecamente ligada a la verdad. Las dos palabras para fe y verdad, emunah y emet, son incluso a veces traducidas indistintamente en diferentes versiones bíblicas. Ambas palabras hebreas se derivan de la misma raíz, aman, que significa “firmeza, certeza, fiabilidad”. Así que, en vez de ser confusa, la fe bíblica, así como la verdad, es segura y cierta.

Una parte integral de emet es la confiabilidad y la fidelidad, aunque la palabra es más comúnmente traducida como “verdad”. La verdad bíblica se mantiene firme en el tiempo como los pilares del templo, omnot (“soportes firmes”), la otra palabra derivada de aman (ver 2 Reyes 18:16).

Irónicamente, son las filosofías y teorías humanas las que realmente son confusas, no la fe bíblica. Jesús dijo que aquellos que ignoran sus enseñanzas, ya sea en pensamiento o comportamiento, son como casas construidas sobre la arena, destinadas a colapsar (Mateo 7:24–27). En contraste, aquellos que viven de acuerdo a “la verdad” (Juan 14:6), son como casas construidas sobre lechos rocosos, que pueden soportar fielmente todas las dificultades.

De hecho, un elemento clave de emunah (a menudo traducido “fe”) es la fe-plena, confianza persistente en Dios y sus promesas, pase lo que pase. Vemos ejemplos de emunah en la mujer enferma de flujo de sangre por doce años (Mateo 9:22), en la mujer cananea cuya hija era atormentada por demonios (Mateo 15:28), y en el ciego Bartimeo (Marcos 10:52). Ellos creyeron y persistieron.

Jesús elogió tal fe. Comparó la fe con una semilla de mostaza (Mateo 17:20) porque, aunque comience de forma pequeña, con un cuidado fiel puede crecer para lograr grandes cosas para la gloria de Dios.

Otro derivado del aman es amén. Al decir “amén” después de una oración o declaración, respaldamos su veracidad y confirmamos nuestro acuerdo con ella. Una traducción adecuada es “¡Ciertamente!”.

Dioses la roca, y Él nunca cambia (Malaquías 3:6). Él es totalmente digno de confianza, cumple siempre Sus promesas. Él es El emunah (Deuteronomio 32:4) y El emet (Salmo 31:5) — “Dios de la fidelidad” y “Dios de la verdad”. Por lo tanto, la fe en nuestro Dios de confianza y en Su Palabra verdadera está bien fundamentada y es totalmente razonable. ¡Amén!

John C. P. Smith obtuvo su licenciatura en hebreo e historia judía de University College London. Actualmente escribe un estudio de palabras en hebreo para la publicación In Tocuch de Christian Friends of Israel.