¿Por qué un único camino? | John MacArthur

John MacArthur presenta el evangelio de Cristo como el único y verdadero camino a la salvación. Hoy los posmodernistas declaran que «ningún camino único es el correcto», cualquier camino que desee tomar está bien. No existe la verdad absoluta. Pero en este libro, John MacArthur defiende la declaración exclusiva del cristianismo y presenta el evangelio de Cristo como el único y verdadero camino a la salvación.

LA AUTORIDAD DE DIOS: QUÉ ES Y CÓMO SE MUESTRA | JOHN FRAME

LA AUTORIDAD DE DIOS: QUÉ ES Y CÓMO SE MUESTRA

La autoridad de Dios es Su derecho de decir a Sus criaturas lo que deben hacer. El control tiene que ver con Su poder; la autoridad tiene que ver con Su derecho. El control significa que Dios hace que todo suceda; la autoridad significa que Dios tiene el derecho de ser obedecido y, por tanto, nosotros tenemos la obligación de obedecerle.

La autoridad de Dios es parte de Su señorío. Cuando Dios se encuentra con Moisés en Éxodo 3 le da un mensaje autoritativo —deja ir a Mi pueblo para que me sirvan— el cual tiene autoridad aún sobre Faraón (Éx 4:12). Cuando Dios se encuentra con Israel en el Monte Sinaí, Él se identifica a Sí mismo como Señor (Éx 20:1-2) y les dice que no tengan otros dioses delante de Él (v. 3). El señorío de Dios significa que debemos obedecer Sus Diez Mandamientos y cualquier otro mandamiento que decida darnos. Así que Dios nos llama a confesar Su señorío y luego a continuar obedeciendo todos Sus mandamientos (Dt 6:4-6). También Jesús dice una y otra vez, de varias maneras: “Si me aman, guarden Mis mandamientos” (Jn 14:212315:10141Jn 2:3-63:22245:32Jn 6Ap 12:1714:12). ¿“Cómo —pregunta Él— puedes llamarme ‘Señor, Señor’, cuando no obedeces lo que yo digo”? (Lc 6:46 parafraseado; ver Mt 7:21-22).

La autoridad de Dios es absoluta. Esto significa, en primer lugar, que no deberíamos dudarla ni cuestionarla. Pablo dice que Abraham “no titubeó con incredulidad” al poner su fe en las promesas de Dios (Ro 4:16-22). Sin duda, Abraham fue tentado a titubear. Dios le había prometido la tierra de Canaán, y aunque él vivía ahí no poseía ni un centímetro cuadrado de aquel territorio. Dios le había prometido a Abraham un hijo, el cual tendría más descendientes que la arena del mar. Pero la promesa no se había cumplido todavía, y ya su esposa Sara había pasado la edad de concebir hijos, mientras que él tenía más de cien años de edad. Sin embargo, Abraham se aferró a la palabra autoritativa de Dios, aún en contra de la evidencia que obtenía de sus sentidos.Y así mismo debemos hacer nosotros.

En segundo lugar, que la autoridad de Dios sea absoluta significa que Su señorío trasciende todas nuestras otras lealtades.Tenemos el derecho de ser leales a nuestros padres, a nuestra nación, a nuestros amigos; pero Dios nos llama a amarle con todo nuestro corazón; es decir, sin rival alguno. Jesús dijo a Sus discípulos que honraran a sus padres (Mt 15:3-6), pero les dijo que lo honraran a Él aún más (Mt 10:34-38; ver Mt 8:19-2222:37Fil 3:7-8).

En tercer lugar, que la autoridad de Dios sea absoluta significa que cubre todas las áreas de la vida humana. Pablo dice que “ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” (1Co 10:31; ver Ro 14:23Col 3:17242Co 10:5). Todo lo que hacemos, o es para la gloria de Dios, o no lo es. Dios tiene el derecho de ordenar cada aspecto de la vida humana.

Este artículo La autoridad de Dios: qué es y cómo se muestra fue adaptado de una porción del libro La Salvación es del Señor publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

La ética en fluctuación | Bruce P. Baugus

La ética en fluctuación
Por Bruce P. Baugus

Nota del editor: Este es el cuarto capítulo en la serie especial de artículos de Tabletalk Magazine:La historia de la Iglesia | Siglo XX

La ética del siglo XX fue una época en la que se cosechó la tempestad tras haber sembrado aquellos vientos en los albores de la modernidad. La era moderna del pensamiento occidental comenzó en el siglo XVII, cuando algunos pensadores abandonaron el enfoque agustiniano de la teología como un ejercicio de fe en busca de entendimiento, optando en su lugar por un nuevo enfoque que a grandes rasgos equivalía a la razón, en sentido estricto, en busca de razones o justificaciones para creer. Así comenzó la búsqueda de la teología racional.

AQUELLOS VIENTOS
A principios de la era moderna, algunos teólogos racionales parecían seguros de que podían justificar la creencia en los fundamentos principales del cristianismo basándose en estrechas premisas racionalistas (como William Chillingworth y John Tillotson). Pero a finales de siglo, ni siquiera John Locke, el pretendido defensor racional de la fe, pudo encontrar la manera de justificar la creencia en doctrinas tan básicas para la ortodoxia como la Trinidad y la encarnación. En el siglo XVIII, algunos de los brotes unitarios (y arrianos) de la teología racional habían florecido en variedades de deísmo en todo el mundo occidental (como John Toland, Anthony Collins y Matthew Tindal en Inglaterra; Voltaire y Jean Jacques Rousseau en Francia; y Benjamin Franklin y Thomas Jefferson en Norteamérica). Con el tiempo, y quizá afortunadamente, David Hume dio un último empujón a todo el proyecto de la teología racional, y este se derrumbó.

Sin embargo, mientras se derrumbaba la esperanza de una justificación racional del cristianismo como religión revelada divinamente, la confianza en la existencia y cognoscibilidad de un orden moral racional seguía siendo alta. Tan alta, de hecho, que los pensadores de toda la era de la razón, incluido Baruch Spinoza, siguieron considerando la ética como el único aspecto de la enseñanza bíblica que podía obtener el asentimiento racional y el consentimiento universal. Algunos pensadores de la Ilustración llegaron a pensar que la ética podría justificar la teología sobre la sola base de la razón humana.

En la estructura de pensamiento ampliamente agustiniana que prevaleció durante la época medieval, la ética seguía a la teología y descansaba sobre ella. Es decir, se suponía que nuestro conocimiento de la forma en que los seres humanos debían comportarse en el mundo dependía de quién era Dios y de lo que Él quería, y estaba determinado por ello. A lo largo de los siglos se sucedieron los debates sobre muchos subpuntos, pero pocos teólogos habían imaginado un orden distinto a este. De hecho, la relación entre la teología y la ética era tan estrecha que tanto los pensadores católicos romanos como los protestantes trataban la ética como una rama de la teología.

Ese orden fue cuestionado por las nuevas variedades modernistas del racionalismo. Cuando Immanuel Kant escribió a finales del siglo XVIII, el contenido de la teología racional se había reducido en gran medida a lo que los teólogos racionales imaginaban que debía ser cierto de Dios para mantener el orden moral (y, por tanto, la civilización). La contribución de Kant en este frente fue exponer la cuestión abierta y honestamente, y proporcionar un marco filosófico creativo y formidable para dar a los pensadores de la Ilustración un lugar donde situarse.

En la propuesta de Kant, la teología está impulsada por las exigencias de la razón práctica que rige nuestra forma de vivir en el mundo. La idea es bastante simple: para vivir una vida moral, hay que creer ciertas cosas. Una de esas cosas es que hacer lo correcto conduce a la felicidad personal. Sin embargo, es evidente que cumplir con nuestro deber moral no siempre conduce a la felicidad personal en esta vida; a menudo conduce al sufrimiento. Por tanto, Kant argumentó que debemos creer que existe algún tipo de vida después de la muerte en la que el bien es recompensado con la felicidad. Kant dijo que no podemos saber si este estado de cosas realmente existe, pero nos encontramos en la peculiar situación de tener que creer en tal estado para hacer lo que la razón exige que sea nuestro deber. Es más, concluía Kant, también debemos creer que lo que la razón nos exige está respaldado por la autoridad divina y que, por tanto, es lo que Dios ordena, del mismo modo que también debemos creer que Dios recompensará a quienes cumplan con su deber en esta vida con una felicidad sin fin en la otra.

LA TEMPESTAD
En cierto modo, el marco de Kant completó la reestructuración de la ética a partir de la visión anterior que prevalecía en Occidente; en otros aspectos, aceleró la desintegración del amplio consenso moral que era sustentado por la visión anterior. Anteriormente, la ética se enfocaba a menudo como una rama de la teología; después de Kant, la ética se ha enfocado generalmente como una disciplina autónoma, tal y como se había concebido en antaño en Atenas. Mientras los occidentales siguieran pensando más o menos como cristianos en cuestiones morales y respaldando los principales contornos del pensamiento moral cristiano, tal como se revelan en la Escritura y se resumen en el Decálogo, esto parecía razonable. Pero la suposición de que las nociones humanas de moralidad eran estables resultó ingenua. Una vez cortados los cables teológicos, la ética fue arrastrada por la tempestad.

Pensadores posteriores propondrían principios metaéticos derivados de la antropología, la sociología, la psicología y, finalmente, incluso de la biología. Mientras tanto, las críticas suspicaces al evangelio expresadas en el siglo XVIII (como las de Hermann Reimarus) fueron desarrolladas y extendidas a la enseñanza moral cristiana por pensadores del siglo XIX como Karl Marx, Friedrich Nietzsche y Sigmund Freud. Las particularidades de sus críticas variaron ampliamente, pero estos «maestros de la sospecha», como los llama Paul Ricoeur, propusieron cada uno de ellos contranarrativas de la moral cristiana que la presentaban como un desarrollo histórico desviado o debilitador y como un impedimento para el progreso personal y social.

Por muy duras y desvinculadas de la realidad histórica que fueran a veces estas contranarrativas, la sospecha hacia el cristianismo es lo único que nos queda cuando se rechaza la posibilidad de una verdad revelada. El hecho de que el cristianismo exista como una fuerza potente en el mundo y tenga la estructura y la forma que tiene exige una explicación. Pero si la teología cristiana no es verdadera, dice el razonamiento, entonces la enseñanza y la práctica cristianas deben servir a algún otro propósito que el que aparentan o pretenden servir. Algunos sospechan que el cristianismo es un mecanismo para hacer frente a la desesperación, el miedo, los deseos insatisfechos o el sufrimiento; otros sospechan que es un instrumento de opresión que permite a sus seguidores frenar e imponer su voluntad colectiva a los demás; y otros sospechan que el discurso moral carece de sentido o que la propia moral es una ilusión evolutiva.

Esta tempestad de sospechas abrió un camino a lo largo del siglo XX, lo que resulta evidente en la creciente sensación de crisis reflejada en la literatura a medida que el intento cada vez más desesperado de justificar la moralidad sobre bases no teológicas seguía vacilando y luego fracasaba. A medida que se acercaba el colapso, una propuesta metaética siguió a otra en rápida sucesión: las variedades del utilitarismo (como el de Henry Sidgwick) dieron paso a una especie de contienda entre el realismo (como el de George Edward Moore) y el emotivismo (como el de Alfred Jules Ayer), luego con el prescriptivismo (como el de Richard Mervyn Hare), y así sucesivamente. Aunque de las fértiles mentes filosóficas del siglo fluyeron ideas y reflexiones intrigantes, algunos teóricos se desesperaron por no hallar una justificación no teológica de la moralidad y pidieron a sus colegas que abandonaran el proyecto (como hizo Richard Rorty), mientras que otros declararon que la libertad humana y la moralidad eran un mero espejismo (como dijo Michael Ruse).

Mientras tanto, la crítica suspicaz a la ética cristiana se profundizó y extendió. Los discípulos de los maestros de la sospecha del siglo XX —y otros que llegaron a compartir su estado de ánimo— lanzaron acusaciones contra tal o cual punto de la enseñanza cristiana por generar o perpetuar la injusticia social. A veces, la supuesta injusticia era bastante real, pero no se podía atribuir a la enseñanza bíblica, aunque en algunos casos (como en el racismo) la injusticia se podía atribuir a distorsiones y abusos de la Escritura por parte de algunos segmentos de la comunidad cristiana profesante. En otros casos (como el del aborto), la supuesta injusticia (negar los «derechos reproductivos», en este caso) podía atribuirse a la enseñanza cristiana, pero no era una injusticia real (porque la enseñanza cristiana sobre el aborto prohíbe el asesinato; no niega los «derechos reproductivos»). Sin embargo, en cada caso, la cuestión era complicada.

La tesis de Lynn White Jr. de mediados de siglo, Las raíces históricas de nuestra crisis ecológica, es un ejemplo ilustrativo. White sostiene que la doctrina cristiana de la creación y la visión del dominio humano sobre la naturaleza están detrás de la crisis ecológica global. Mientras estas creencias sigan conformando el pensamiento occidental, será imposible avanzar significativamente en esta cuestión. O se revisan las enseñanzas cristianas o se rechaza el propio cristianismo. Por su parte, como eclesiástico presbiteriano (e hijo de un ministro presbiteriano), White abogó por revisar la enseñanza cristiana siguiendo las líneas sugeridas por la vida de Francisco de Asís.

Aproximadamente la misma crítica se repitió a lo largo del siglo con cada nueva cuestión cultural de importancia moral. Además de sus doctrinas sobre la creación y el dominio humano, los puntos de vista del cristianismo sobre la exclusividad de la salvación en Cristo (solo Jesús es el camino hacia Dios), el género (dos y solo dos sexos complementarios), el matrimonio (divorcio restringido, jefatura masculina, solo matrimonio entre un hombre y una mujer), la vida humana (prohibición del aborto a petición, de la investigación que destruye embriones humanos, del suicidio, de la eutanasia y de las tecnologías reproductivas que destruyen la vida), el sexo (prohibición de las relaciones sexuales fuera del matrimonio y de los anticonceptivos que destruyen la vida, y reconocimiento de la pecaminosidad de la atracción, la orientación, la identidad y los actos sexuales entre personas del mismo sexo), entre otros, han recibido críticas constantes, la mayoría de las veces en nombre de la libertad y la igualdad. Se insinúa que, para corregir estas injusticias y lograr un progreso social significativo, estos puntos de la doctrina cristiana deben revisarse o rechazarse. De cualquier modo, el futuro será poscristiano.

LA IGLESIA EN LA TEMPESTAD
A principios del siglo XX, la cultura ambiental estadounidense en general respaldaba la enseñanza moral cristiana y muchos padres no creyentes querían que sus hijos aprendieran a vivir como nos enseña la Biblia. A finales de siglo, la cultura ambiental consideraba cada vez más la moral cristiana tradicional como regresiva, como un obstáculo para el progreso social y como una amenaza para la igualdad humana, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Incluso se sospechaba que el elevado ideal del amor cristiano era un artificio político, lo que parecía plausible en el fragor de la guerra cultural que asolaba la escena estadounidense de posguerra. Nuestros vecinos de mentalidad secular habían hecho su elección y rechazaban la moral cristiana.

Mientras tanto, el protestantismo de principios de siglo se veía sacudido por encarnizados debates teológicos sobre la autoridad, fiabilidad e interpretación de la Escritura y otros muchos puntos de doctrina. Sin embargo, la gente a ambos lados de estos debates podía contar, por lo general, con que sus oponentes compartían la misma perspectiva moral general. A finales de siglo, esto ya no era así. Las iglesias que acomodaron sus puntos de vista doctrinales a las sensibilidades de la cultura del ambiente siguieron también el camino revisionista de la concesión moral; las iglesias que se negaron a comprometer sus normas doctrinales también se resistieron a la concesión moral, aunque con diversos grados de reflexión y acercamiento cultural.

Una breve comparación de los dos mayores organismos presbiterianos de Norteamérica a finales de siglo resulta esclarecedora. La Iglesia Presbiteriana del Norte, la mayoritaria, empezó a comisionar a mujeres como obreras eclesiásticas hacia 1938, y luego comenzó a ordenar a mujeres como ministras en 1956. La Iglesia del Norte hizo de las relaciones raciales una prioridad en 1963, estableciendo el Consejo sobre iglesia y raza, que impulsó muchos otros programas de justicia racial en el futuro. En 1970, la Iglesia del Norte pidió la liberalización de las leyes sobre el aborto, y en 1992, la reunificada Iglesia Presbiteriana (PCUSA) adoptó la postura proelección de que el aborto es «moralmente aceptable» en muchas circunstancias, pero que debe ser una medida de «último recurso». Relajó las restricciones sobre el divorcio en 1952 y de nuevo en 1981. Ya en 1978, el informe de un comité de estudio de la Iglesia del Norte pedía la ordenación de los homosexuales no célibes, aunque la Iglesia Presbiteriana (PCUSA) no siguió este consejo oficialmente hasta 2011. No obstante, a finales de siglo, la Iglesia Presbiteriana (PCUSA) tenía al menos un ministro abiertamente transexual y, desde entonces, ha eliminado de sus normas de ordenación el requisito de fidelidad conyugal o castidad en la soltería y ha redefinido el matrimonio como entre «dos personas» para dar cabida al matrimonio entre personas del mismo sexo.

La mayoría de estos mismos asuntos también llevaron a la Iglesia Presbiteriana de América (PCA por sus siglas en inglés) a un estudio y un autoexamen más profundos, pero a menudo con resultados muy distintos de los observados en la Iglesia Presbiteriana (PCUSA). Por ejemplo, la PCA sigue enseñando, practicando y defendiendo el complementarismo y la ordenación exclusivamente masculina (reafirmada en 2017). Mantiene la postura provida de que el aborto a demanda es moralmente inadmisible (1978, reafirmada en 1980, 1986 y 1987), solo reconoce el adulterio y el abandono como motivos de divorcio (1972, 1992), y sostiene que la homosexualidad es pecaminosa y que los homosexuales no célibes están descalificados para ocupar cargos eclesiásticos (1977/1980, reafirmada en 1999 y 2019). La PCA no reconoce el matrimonio entre personas del mismo sexo y ha tomado medidas recientes para aclarar esta postura.

En general, las iglesias mayoritarias han seguido aflojando en sus líneas teológicas para acomodarse a los fuertes vientos culturales. Curiosamente, mientras se balancean con la cultura, han experimentado fuertes descensos en el número de sus miembros. Mientras tanto, las iglesias evangélicas conservadoras han reforzado sus líneas de conducta para resistir esos mismos vientos y han crecido incluso cuando han sido marginadas por la sociedad en general por no comprometer sus enseñanzas morales. En un curioso giro de la historia, a finales del siglo XX, muchos protestantes evangélicos descubrieron que sus puntos de vista morales tenían más en común con sus vecinos católicos romanos conservadores que con sus homólogos mayoritarios. También descubrieron una creciente confianza y valentía en sus convicciones a medida que los asuntos que les lanzaba la tormenta les obligaban a estudiar, examinar sus corazones y sufrir por sus creencias.

CONCLUSIÓN
El siglo XX, como he dicho anteriormente, fue una época de cosechar la tormenta que trajeron aquellos vientos que se sembraron en los albores de la modernidad. La tormenta aún está aquí y no ha disminuido. Pero, tras un siglo de luchar contra una cuestión moral tras otra, los evangélicos confesionales tienen sus pies morales más firmes en medio de la tormenta y están mejor preparados ahora de lo que estuvieron un siglo antes. Esto no garantiza que no sigan habiendo concesiones, pero el camino de la fidelidad está iluminado por la infalible Palabra de Dios, que es suficiente para guiarnos a través de lo que muy probablemente serán días aún más oscuros y tormentosos.

Publicado originalmente en: Tabletalk Magazine

El Dr. Bruce P. Baugus es profesor asociado de filosofía y teología en el Reformed Theological Seminary en Jackson, Mississippi, y es un anciano docente en la Iglesia Presbiteriana en Estados Unidos. Es autor de Reformed Moral Theology.

«La frase: ‘Dios odia al pecado pero ama al pecador’ no es bíblica» Paul Washer

Muchos objetarían cualquier enseñanza acerca del aborrecimiento divino de Dios basándose en la falsa suposición de que Dios es amor y que por lo tanto, no puede odiar.

Mientras que el amor de Dios es una realidad que va más allá de nuestra comprensión, también es importante ver que el amor de Dios es la misma razón para su aborrecimiento. No deberíamos decir que Dios es amor y que por lo tanto no puede aborrecer; al contrario, Dios es amor y por lo tanto, Él debe aborrecer.

Si una persona verdaderamente ama la vida, reconoce su santidad, estima a los niños como un don de Dios, entonces esa persona debe aborrecer el aborto. Es imposible amar a los niños apasionadamente y con toda pureza y ser indiferente hacia aquello que los destruye en el vientre.

De la misma manera, si Dios ama con enorme intensidad todo lo justo y bueno, entonces Él, con igual intensidad, debe aborrecer todo lo perverso y malo.

A todos se nos ha enseñado el popular eslogan: “Dios odia al pecado pero ama al pecador”, pero esta enseñanza es una negación de las Escrituras que claramente declaran lo contrario. El salmista, con la dirección del Espíritu Santo, escribió que Dios no solo aborrece la iniquidad, sino que aborrece también a “los hacedores de iniquidad”.

Debemos entender que es imposible separar al pecado del pecador. Dios no castiga el pecado, castiga a quien lo hace. No es el pecado el que es castigado en el infierno, sino el hombre que lo practica. Por esta razón el salmista declaró: “Los insensatos no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos lo que hacen iniquidad” (Salmo 5:5).

Y, “El Señor está en su santo templo; el Señor tiene en el cielo su trono; sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres. El Señor prueba al justo; pero al malo y al que ama la violencia, su alma los aborrece. Sobre los malos hará llover calamidades; fuego, azufre y viento abrasador será la porción del cáliz de ellos. Porque el Señor es justo y ama la justicia” (Salmo 11:4-7).

Es importante entender que los textos citados arriba no están solos en la Escritura, sino que están acompañados por otros pasajes que fortalecen el argumento. En Levítico, el Señor al pueblo de Israel que ellos no deben seguir las costumbres de las naciones que Él echa fuera delante de ellos, y entonces añade: “Porque ellos hicieron todas estas cosas, y los tuve en abominación” (Levítico 20:23).

Otra vez, en el libro de Deuteronomio, Él advirtió a su pueblo que los cananeos serían echados porque ellos fueron “abominación para el Señor” y cualquiera que hubiera participado en los mismos actos de injusticia sería una “abominación” a Él (Deuteronomio 18:12; 25:16).

En el libro de Salmos, Dios describe su sentencia hacia los israelitas incrédulos que rehusaron entrar en la tierra prometida diciendo: “Por cuarenta años me repugnó aquella generación” (Salmo 95:10).

Finalmente, en el libro de Tito, Pablo describe a aquellos que han hecho una vacía o superficial confesión de fe en Dios como “abominables” delante de Él; y Juan en la isla de Patmos describe el lago de fuego como la morada eterna de todos los que son “abominables” (Tito 1:16; Apocalipsis 21:8).

Casado con Ágota y padre de dos hijas, Will Graham (1985) sirve como pastor evangélico, profesor y blogger en la cuidad española de Almería (ubicada en el extremo sureste de la península). Soli Deo gloria.

Cómo lidiar con la CULPA | R.C.Sproul

Renovando Tu Mente
Serie: Cómo enfrentar problemas difíciles
R C Sproul

MINISTERIOS LIGONIER
Somos la confraternidad de enseñanza del Dr. R.C. Sproul. Existimos para proclamar, enseñar y defender la santidad de Dios en toda su plenitud a tantas personas como sea posible. Nuestra misión, pasión y propósito: ayudar a las personas a crecer en su conocimiento de Dios y Su santidad.

La ceguera ESPIRITUAL de una generación PRIVILEGIADA | Sixto Dormi

Sixto Dormi obtuvo una maestría en Divinidad en The Master´s Seminary en el 2015 y desde entonces se desempeña como pastor de la iglesia Comunidad de Berea en la ciudad de Guayaquil. En el 2016 inició La Academia de Predicación Expositiva (LAPEX) en donde se prepara predicadores para interpretar y exponer correctamente las Escrituras.

Esclavos de Cristo | Michael Riccardi 


Michael Riccardi

Cuando empecé a predicar el libro de Filipenses hace un par de años, me di cuenta que Pablo y Timoteo son identificados de inmediato como esclavos de Jesucristo (Filipenses 1:1). Aun cuando la mayoría de las versiones escriben «siervos», la palabra griega es doulos, la cual es mejor traducida como «esclavo.»

Pablo sabía que los Filipenses habían estado luchando con problemas de firmeza en medio de conflictos (Filipenses 1:27-30; 4: 1), la unidad entre creyentes (Filipenses 2:1-2; 4:2-3), la humildad (Filipenses 2:3-9) y la alegría en medio de persecución (Filipenses 2:17-18; 3:1, 4:4 al identificarse como un esclavos de Cristo al comienzo de la carta. Por esa razón Pablo les quiso recordar que el mismo también era esclavo de Cristo.

Es interesante notar que el ser «esclavo» es una auto-designación favorita de los apóstoles y otros escritores de la Biblia. Santiago afirma este título en el versículo de apertura de su epístola (Santiago 1:1), lo mismo es cierto de Pedro (2 Pedro 1:1), Judas (Judas 1) y Juan (Apocalipsis 1:1). Además, Pablo repite que él es doulos de Cristo en otras cartas: Romanos, 1 Corintios, Gálatas, Efesios, Colosenses, 2 Timoteo y Tito. El término se utiliza por lo menos cuarenta veces en el Nuevo Testamento para referirse al creyente, y el equivalente hebreo se usa más de 250 veces para referirse a los creyentes en el Antiguo Testamento. Podemos concluir con seguridad que el Señor quiere que su pueblo se vean a sí mismos de esta manera.

Cinco paralelos

¿Qué significa ser un esclavo en el sentido bíblico? John MacArthur, en su excelente libro titulado Esclavo, nos da cinco paralelos entre el cristianismo bíblico y la esclavitud del primero siglo. El primero es: propiedad exclusiva. Los esclavos eran propiedad de sus amos. Como Pablo les dice a los creyentes en 1 Corintios 6:19-20: «Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio.» Como puede notar, los cristianos no existen en un mundo autónomo y sin reglas; nosotros no somos los dueños de nuestro destino, ni los capitanes de nuestras almas. Fuimos comprados con un precio, por lo que pertenecemos a aquel que ha pagado ese precio.

«Por lo tanto,» dice Pablo en 1 Corintios 6:20, ya que habéis sido comprados por precio, «honren con su cuerpo a Dios.» Propiedad exclusiva implica sumisión completa. Si pertenecemos a Cristo, si él es dueño de nosotros, entonces lo que debe gobernar nuestra vida no es nuestra voluntad, sino la voluntad de nuestro Amo.

En tercer lugar, uno de los paralelos entre un esclavo y el cristiano es: singular devoción. Ningún esclavo obedece a otros amos, pues su principal preocupación es llevar a cabo la voluntad de la persona a quien pertenece. Nuestro Amo, el Señor Jesús mismo, nos recuerda en Mateo 6:24: «Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro.» El esclavo de Cristo está dedicado a su Amo.

En cuarto lugar, un esclavo demuestra una total dependencia a su amo para la provisión de sus necesidades básicas de la vida. De la misma manera, el cristiano debe depender humildemente por completo de nuestro Maestro (Mateo 5:3; 1 Pedro 4:11). Y por último, el esclavo era personalmente responsable ante su amo. Y de la misma manera, nosotros somos responsables delante de Cristo, y un día le daremos cuentas (2 Corintios 5:9-10).

Una unión increíble

Al contemplar estas cinco características, espero que no penséis en la esclavitud a Cristo como un trabajo pesado. Esta no es una relación tiránica, despótica alimentada por el miedo y la sumisión forzada. La imagen no es de alguien cuya voluntad es constantemente frustrada por los caprichos de su amo, sino de alguien cuya voluntad es, con el tiempo y la exposición repetida a su Amo, conformada amorosamente y felizmente a la voluntad de su Amo. Alexander Maclaren llamó a esto: «la fusión y absorción de mi propia voluntad a su voluntad… yo hago lo que él quiere, no lo que yo quiero… Conforme él me enseña y me muestra más de sí mismo, más quiero conformarme a lo que él quiere.»

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Mike Riccardi, graduado de The Master’s Seminary con una Maestría en Divinidad y en Teología, es el pastor de evangelismo local de la iglesia Grace Community Church en Los Ángeles, California.

Un panorama del siglo XX | S. Donald Fortson III

Nota del editor: Este es el segundo capítulo en la serie especial de artículos de Tabletalk Magazine:La historia de la Iglesia | Siglo XX

En 1900, el historiador eclesiástico alemán Adolph von Harnack pronunció una serie de conferencias que posteriormente se publicaron con el título ¿Qué es el cristianismo? (1901). Argumentaba que el núcleo del evangelio es el mandamiento del amor y el establecimiento de un orden social justo basado en la paternidad universal de Dios y la hermandad universal del hombre. Harnack seguía el ejemplo del teólogo alemán Albrecht Ritschl, quien había sostenido que la ética es el centro del cristianismo y abogaba por una sociedad justa y moral que emulara el ejemplo de Cristo y así lograra el «reino de Dios». Esta concepción del cristianismo basada en el «evangelio social» fue defendida en los Estados Unidos por el ministro bautista Walter Rauschenbusch, quien criticó el laissez-faire del capitalismo como el culpable de la creciente brecha entre ricos y pobres en los Estados Unidos.

El fundamento de las redefiniciones evangélicas y sociales del cristianismo fue el método histórico-crítico moderno de estudio bíblico, que argumentaba que el nacimiento virginal, los milagros y la resurrección eran mitos utilizados por los escritores bíblicos para expresar cómo Jesús había influido en sus vidas. Los eruditos críticos del siglo XIX habían cuestionado la fiabilidad de los relatos en los evangelios, declarando que Jesús era un ser humano corriente que se convirtió en objeto de leyenda. Los liberales teológicos de Europa y Estados Unidos abrazaron estas presuposiciones críticas porque creían que el cristianismo trataba realmente de la experiencia humana y de moralidad, no de dogmas anticuados incompatibles con la ciencia moderna.

Este cuestionamiento al cristianismo histórico se abrió paso en muchas universidades y seminarios estadounidenses, lo que provocó tensiones entre liberales y conservadores en varias denominaciones protestantes. El término utilizado por los conservadores para describir este desvío de la ortodoxia tradicional fue modernismo. El movimiento fundamentalista nació como reacción a las incursiones de la teología liberal en las denominaciones protestantes estadounidenses. Una floreciente alianza de evangélicos protestantes de todas las confesiones se opuso a la creciente amenaza liberal con la publicación de una serie de ensayos conocidos como Los fundamentos (1910-15). Los ensayos defendían el protestantismo tradicional mediante una visión elevada de la Escritura y una apología de la doctrina y la práctica evangélicas.

LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
Mientras los teólogos defendían la fe, el evangelista Billy Sunday intentaba llegar a las masas, predicando a más gente que ningún otro predicador estadounidense antes de Billy Graham. Tras su conversión, Sunday abandonó su carrera como jugador de béisbol de las Grandes Ligas en 1896 para convertirse en evangelista itinerante. Dirigió campañas de predicación en más de doscientas ciudades importantes de los Estados Unidos. Conocido por su estilo de predicación enérgico y poco convencional, Sunday proclamó el evangelio a varios millones de personas. Se involucró mucho en temas sociales, apoyando la Ley seca y los derechos de la mujer y ayudando a recaudar millones de dólares para apoyar al ejército estadounidense en la Primera Guerra Mundial.

Woodrow Wilson, hijo de un pastor presbiteriano de Georgia, llegó a ser presidente de la Universidad de Princeton, entró en la política y fue elegido como el vigésimo octavo presidente de los Estados Unidos en 1912. Sus dos mandatos se vieron consumidos por las devastaciones de la Primera Guerra Mundial (1914-18), la cual redibujó el mapa del mundo y cobró la vida de nueve millones de soldados y siete millones de civiles.

Un ataque importante al cristianismo tradicional ocurrió en el Juicio de Scopes, en 1925. La obra de Charles Darwin El origen de las especies, de 1859, rechazaba el relato del Génesis sobre la creación especial, teorizando que la vida en la tierra era producto de la selección natural a lo largo de millones de años. William Jennings Bryan, que había sido secretario de Estado en la administración Wilson, participó en la acusación durante el juicio. Bryan había atacado la evolución argumentando que la teoría socavaba la moralidad, que debía basarse en compromisos religiosos. La enseñanza de la evolución era ilegal en las escuelas públicas de Tennessee, y John Scopes, profesor de biología en Dayton, fue juzgado por violar la ley. Fue defendido por Clarence Darrow, quien subió a Bryan al estrado, haciéndole preguntas científicas que Bryan no pudo responder. Aunque la ley estatal fue confirmada, Bryan y la causa «fundamentalista» sufrieron duras burlas en la prensa y recibieron así un fuerte golpe. Bryan murió solo cinco días después de que concluyera el juicio.

Tras la Primera Guerra Mundial, surgió en Alemania un nuevo movimiento teológico conocido como neoortodoxia. Se identifica con la obra de Karl Barth (1886-1968), Emil Brunner (1889-1966), Dietrich Bonhoeffer (1904-45) y Reinhold Niebuhr (1892-1971). El comentario de Barth sobre Romanos (1919) marcó una ruptura con el liberalismo alemán que afirmaba la cultura, y acusaba a los antiguos liberales de desvirtuar el evangelio al intentar hacerlo decoroso. En la década de 1930, él formó parte de la Iglesia Confesante alemana antinazi y ayudó a redactar la Declaración de Barmen, una protesta contra la Iglesia alemana nazi. Barth hizo hincapié en la pecaminosidad humana y en la gracia de Dios en Jesucristo, pero su concepción de la elección implicaba universalismo: que Cristo es el único elegido y todos se salvarán en Él. Barth aceptó los resultados de la alta crítica —una técnica que buscaba identificar las fuentes de los textos bíblicos y que rechazaba la interpretación tradicional de la autoría bíblica— y acentuó la revelación subjetiva de Dios a los individuos a través de la Escritura, en lugar de Su revelación objetiva en la Escritura como Palabra de Dios escrita. Su ataque mordaz al liberalismo fue bien acogido, pero muchos conservadores se mostraron escépticos, al considerar la teología de Barth como una nueva versión de modernismo. El barthianismo impregnó los seminarios tradicionales a lo largo del siglo XX.

EL PENTECOSTALISMO
El compromiso cristiano de tomar en serio lo sobrenatural en la Escritura recibió un nuevo impulso con la aparición del movimiento pentecostal. En 1906 comenzó un gran avivamiento en la calle Asuza de Los Ángeles con el predicador William J. Seymour, del Movimiento de Santidad, hijo de antiguos esclavos. Aunque el avivamiento fue más asociado con la controvertida práctica de hablar en lenguas, el mensaje de perdón por medio de la cruz fue más fundamental. Bajo el liderazgo de Seymour, cientos de personas se convirtieron al tiempo que hispanos, asiáticos, negros y blancos se reunían diariamente en un antiguo almacén. Como declaró un testigo, «la “línea de color” fue lavada en la sangre». Como resultado del avivamiento de la calle Asuza, se establecieron numerosas denominaciones nuevas, como la Iglesia de Dios en Cristo (1907), las Asambleas de Dios (1914) y la Iglesia Internacional del Evangelio Cuadrangular de la famosa evangelista Aimee Semple McPherson (1927).

El pentecostalismo avanzó rápidamente, extendiéndose por Latinoamérica, África y Asia, y convirtiéndose en el segmento de la iglesia mundial de más rápido crecimiento en el siglo XX. El movimiento de renovación carismática de los años sesentas y setentas vio cómo parte de la teología y la práctica pentecostales se trasladaban a las iglesias tradicionales y católicas romanas, lo que generó una mayor conciencia de la obra del Espíritu Santo entre los creyentes.

Los movimientos pentecostales y carismáticos produjeron división dentro del protestantismo, ya que algunos defensores instaron a los creyentes a buscar el «bautismo del Espíritu», una segunda obra de gracia en la vida del creyente que va acompañada con el hablar en lenguas. Otros carismáticos no promovían la experiencia de las lenguas, sino que las consideraban un don espiritual entre muchos otros. Algunos líderes pentecostales radicales enseñaron una versión de «salud y prosperidad» de la fe, prometiendo bendiciones terrenales a aquellos con suficiente fe. Muchos cristianos han condenado este evangelio de «salud y prosperidad» como una enseñanza antibíblica.

A principios del siglo XX, un pentecostalismo herético unicitario (Solo Jesús) se separó de los trinitarios al afirmar que Dios es una persona, Jesucristo, y que el bautismo debe ser «en el nombre de Jesús». A pesar de las versiones aberrantes del pentecostalismo y de algunos extremistas de alto perfil, muchos evangélicos han reconocido las conversiones y el celo por el servicio misionero que se encuentran en el movimiento. No obstante, los protestantes de tradiciones cesacionistas siguen mostrándose escépticos sobre los fundamentos bíblicos de los movimientos pentecostales y carismáticos.

LA EVOLUCIÓN CATÓLICA ROMANA
En 1864, el papa Pío IX publicó su Syllabus de errores, que condenaba la separación de la Iglesia y el Estado, la tolerancia religiosa, la educación laica, el marxismo y el gobierno democrático. Poco después, el Concilio Vaticano I (1869-70) declaró dogmáticamente la doctrina de la infalibilidad papal. Las opiniones críticas sobre la Biblia empezaron a infectar a los eruditos católicos romanos en la Europa de finales del siglo XIX, lo que llevó al papa Pío X a condenar el modernismo por decreto papal en 1907, excomulgando a los modernistas y exigiendo a los clérigos un juramento antimodernista. Para contrarrestar los errores modernistas, se fomentó entre los católicos romanos el estudio renovado del tomismo (las doctrinas de Tomás de Aquino).

A principios del siglo XX, la Iglesia católica romana se opuso firmemente a las innovaciones doctrinales y a los no católicos romanos. Sin embargo, estas actitudes cambiaron radicalmente tras el Concilio Vaticano II, convocado en 1962 por el papa Juan XXIII y continuado por el papa Pablo VI hasta 1965. Este concilio fue un intento de abordar los problemas del mundo moderno y sacar a la iglesia de su aislamiento. Se centró en la renovación de la iglesia y la unidad de los cristianos.

A raíz del Concilio Vaticano II, los católicos romanos iniciaron un diálogo permanente con numerosos organismos protestantes y ortodoxos orientales. Después del concilio, los papas enviaron representantes al Consejo Mundial de Iglesias y dialogaron con líderes religiosos no cristianos. Hubo un mayor reconocimiento del papel de liderazgo compartido de los obispos con el papa, y se estableció un Sínodo de Obispos permanente. Los clérigos de países en vías de desarrollo también fueron elevados a puestos de obispos y cardenales. Vaticano II modernizó la liturgia en lengua vernácula, sustituyendo la tradicional misa en latín. Los católicos laicos fueron animados a leer la Biblia, pero la erudición bíblica histórico-crítica se convirtió en la norma en las instituciones educativas católicas romanas.

En 1978, el cardenal polaco Karol Wojtyla fue elegido como el papa Juan Pablo II, el primer papa no italiano desde 1523. Juan Pablo II viajó mucho durante su largo papado, destacando el catolicismo romano global y los principios ecuménicos de Vaticano II. No obstante, era un conservador que se resistía a la idea de los sacerdotes casados, y encargó a doce cardenales que prepararan un nuevo catecismo para enseñar la fe tradicional. La comisión, presidida por el cardenal Joseph Ratzinger (electo como el papa Benedicto XVI en 2005), elaboró en 1992 el Catecismo de la Iglesia católica, que articula la teología y la ética históricas del catolicismo romano. El catecismo condenaba el aborto como un «mal moral» y describía los actos homosexuales como «intrínsecamente desordenados»

En un audaz movimiento ecuménico, la Federación Luterana Mundial y la Iglesia católica romana emitieron en 1999 una declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación, en la que reivindicaban una interpretación común de la justificación por la fe. Aunque los luteranos conservadores rechazaron la declaración por considerarla inadecuada, supuso un cambio de actitud significativo respecto a los anatemas mutuos del siglo XVI. Los evangélicos han tenido actitudes diferentes hacia los católicos romanos a lo largo del siglo XX. Los que tienen raíces protestantes históricas en el siglo XVI normalmente no rebautizan a los excatólicos romanos, siguiendo el modelo de los reformadores, mientras que otros evangélicos practican el rebautismo de los excatólicos romanos que se unen a sus congregaciones protestantes. Ha existido cierta cooperación entre católicos romanos y evangélicos en preocupaciones sociales como el aborto.

EL EVANGELICALISMO Y BILLY GRAHAM
La Segunda Guerra Mundial (1939-45) fue un periodo de horrible destrucción global. Ochenta millones de soldados y civiles fueron asesinados, incluidos seis millones de judíos que perecieron en el Holocausto llevado a cabo por la Alemania nazi. Cuando cesaron las hostilidades, el mapa del mundo se volvió a dibujar y la conciencia internacional se convirtió en un elemento básico de las sociedades occidentales. El espíritu ecuménico de la posguerra condujo a la formación del Consejo Mundial de Iglesias (1948) y del Consejo Nacional de Iglesias de los Estados Unidos (1950).

Los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial fueron de cambios notables para el mundo y la iglesia, con el comienzo de la Guerra Fría y la carrera armamentista nuclear, la Guerra de Corea, la carrera espacial, la revolución sexual y la Guerra de Vietnam. Los seminarios protestantes mayoritarios propugnaban por ajustes en la fe cristiana para abordar los problemas actuales, mientras que los evangélicos se mantenían firmes en su apego al cristianismo histórico. En este punto comenzó el movimiento neoevangélico. Mientras que los fundamentalistas de principios de siglo tendían al separatismo de la sociedad y de las principales denominaciones, los neoevangélicos eran a menudo miembros de las iglesias mayoritarias, deseosos de renovarlas y de ejercer el ministerio ecuménico con creyentes de ideas afines que afirmaban la autoridad bíblica.

Los neoevangélicos estaban comprometidos con la difusión de las buenas nuevas y con la atención a las necesidades de la sociedad contemporánea. Surgieron varias organizaciones de colaboración, que atrajeron a participantes de todo el espectro evangélico: la Asociación Nacional de Evangélicos (1942), el Seminario Teológico Fuller (1947), la Sociedad Teológica Evangélica (1949) y Visión Mundial (1950). Se esperaba que estas organizaciones e instituciones fortalecieran la voz evangélica en Estados Unidos, se mantuvieran firmes a favor del cristianismo ortodoxo y marcaran una diferencia positiva en la nación. En 1956, se fundó la revista evangélica Christianity Today para apoyar las perspectivas evangélicas sobre teología, vida cristiana, evangelización y compromiso cultural.

La cruzada evangelística de Billy Graham en Los Ángeles en 1949 encendió una renovada presencia evangélica en los Estados Unidos. Las campañas de evangelización masiva de Graham tuvieron una gran repercusión en la prensa. Miles de personas se convirtieron y el número de miembros de las iglesias no dejó de aumentar, hasta alcanzar el sesenta y cinco por ciento de la población en 1960. En las décadas siguientes, Graham llevó sus cruzadas a todos los continentes excepto a la Antártida, predicando a millones de personas.

El ministerio mundial de Graham puso de relieve la importancia del cristianismo global y la urgencia de llegar a los perdidos en todo el mundo. En 1974, Graham convocó una reunión internacional de cristianos de ciento cincuenta países en Lausana (Suiza). La reunión de diez días, denominada Congreso Internacional sobre la Evangelización Mundial, reunió a dos mil setecientos participantes y puso en marcha el Movimiento de Lausana, que elaboró un documento de quince puntos conocido como el Pacto de Lausana. El Pacto de Lausana fue un importante documento evangélico; afirmaba la «inspiración, veracidad y autoridad tanto de las Escrituras del Antiguo como de las del Nuevo Testamento» y que «tanto la evangelización como la implicación sociopolítica forman parte de nuestro deber cristiano». El documento reconocía el papel clave de las iglesias no occidentales en la evangelización mundial y pedía una «creciente asociación de iglesias» en la urgente tarea de proclamar a Cristo a los millones de hombres, mujeres y niños de los grupos étnicos no alcanzados. Otro documento evangélico importante fue la Declaración de Chicago sobre la Inerrancia Bíblica (1978), que se convirtió en una norma evangélica para afirmar la inspiración divina plenaria (completa) y la inerrancia de las Escrituras.

LAS TEOLOGÍAS DE LA LIBERACIÓN
La decisión del Tribunal Supremo de los Estados Unidos en el caso Brown contra el Consejo de Educación (1954), que exigía la rápida desegregación de la educación pública estadounidense, fue un catalizador para hacer frente a la división racial en los Estados Unidos. Las protestas pacíficas lideradas por Martin Luther King Jr. en las ciudades del sur encontraron la oposición de los «moderados blancos», así como de algunas iglesias y ministros negros. Las iglesias tradicionales apoyaron el Movimiento por los derechos civiles, mientras que Billy Graham abrió el camino entre los evangélicos, eliminando la segregación en sus cruzadas y mostrando su apoyo al movimiento al compartir el estrado con King en una cruzada en Nueva York en 1957. La cruzada de Graham en 1964 en Birmingham, Alabama, fue la reunión más integradora de la historia de la ciudad. La Ley de derechos civiles de 1964, que prohibía la discriminación por motivos de raza, color, religión, sexo u origen nacional, supuso un importante paso adelante hacia la igualdad racial en la sociedad estadounidense.

James Cone, profesor de teología sistemática en el Seminario Teológico Unión, de Nueva York, reinterpretó el cristianismo histórico, argumentando en su libro A Black Theology of Liberation Una teología negra de la liberación que solo una comunidad oprimida podía expresar adecuadamente el evangelio. La Nación del Islam, liderada por Elijah Muhammad y Malcolm X, mezcló las ideas del Poder Negro y las doctrinas islámicas, atrayendo a sectores de la comunidad negra que preferían el separatismo negro. Antes de finalizar la década de 1960, Malcolm X (1965) y Martin Luther King Jr. (1968) fueron asesinados. La reconciliación racial se convirtió en una prioridad, especialmente en las iglesias tradicionales, y cada vez había más voluntad de integrar a las congregaciones locales. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la línea de color seguía existiendo los domingos por la mañana.

El siglo XX fue una época de cambios en los roles de la mujer. En 1920, Estados Unidos ratificó la Decimonovena Enmienda, que otorgaba a las mujeres el derecho al voto. Las mujeres se incorporaron en masa al mercado laboral durante la Segunda Guerra Mundial y, a finales de siglo, eran consejeras delegadas, miembros del Congreso, secretarias de Estado, fiscales generales y magistradas del Tribunal Supremo. Todas ellas fueron fruto del primer movimiento «feminista», cuyas primeras líderes eran provida. El movimiento feminista moderno, sin embargo, tiende a tener opiniones extremas respecto a los roles de género y también apoya inequívocamente la decisión del Tribunal Supremo de los Estados Unidos en el caso Roe contra Wade (1973), que legalizó el asesinato en el vientre materno de bebés no deseados.

Los católicos romanos, los ortodoxos orientales y los evangélicos condenaron esta licencia para matar, mientras que las denominaciones protestantes mayoritarias apoyaron el derecho al aborto. Las líneas de batalla se trazaron tanto política como eclesiásticamente en torno a este asunto tan volátil. Católicos romanos y evangélicos se organizaron para luchar contra el aborto y apoyar a las agencias de adopción como alternativa. Se trataba de una cuestión que afectaba a la iglesia mundial, ya que, con el paso de las décadas, cada vez más países legalizaban el aborto. La intensidad de la cuestión no ha hecho más que aumentar, y cada nuevo puesto en el Tribunal Supremo desde la década de 1980 ha sido muy disputado, ya que los estadounidenses a favor de la vida han presionado para anular el caso Roe contra Wade y los estadounidenses a favor del aborto se han esforzado por eliminar todas las restricciones restantes al aborto.

El siglo XX fue testigo de una larga batalla sobre la ordenación de mujeres. Las denominaciones mayoritarias aceptaron la ordenación de mujeres y la teología feminista, que abogaba por la justicia social para las mujeres oprimidas. Los católicos romanos y los ortodoxos orientales, así como algunas denominaciones evangélicas, han mantenido la tradición cristiana histórica de un clero exclusivamente masculino. Otros evangélicos, como las Asambleas de Dios, afirman que todos los dones de la mujer deben utilizarse de manera plena en la iglesia, incluidos los dones de predicación y de liderazgo eclesiástico. El pentecostalismo mundial está dividido en este asunto y unas pocas denominaciones permiten la libertad de práctica, aunque la mayoría de los cristianos siguen manteniendo una postura firme.

El inicio del movimiento por los derechos de los homosexuales en Estados Unidos se asocia con los disturbios de Stonewall en 1969, en la ciudad de Nueva York. Los manifestantes que se oponían a una redada policial en el Stonewall Inn fueron detenidos, lo que suscitó simpatías, y la comunidad gay inició esfuerzos organizados para conseguir derechos legales y sociales. En 1973, la Asociación Americana de Psiquiatría retiró la homosexualidad de su lista de enfermedades psiquiátricas, lo que reforzó los esfuerzos de los activistas gays por conseguir la aprobación pública de la homosexualidad. Para lograr este objetivo, los defensores de los homosexuales empezaron a hablar de homosexualidad en todos los medios de comunicación. La estrategia consistía en hacer quedar bien a los homosexuales y denigrar a sus oponentes. En 1996, el Congreso aprobó la Ley de defensa del matrimonio, que definía el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer.

Paralelamente a los esfuerzos políticos, surgió un movimiento de «teología queer» y «cristianismo gay» con el mismo objetivo de obtener la aprobación de las iglesias estadounidenses. La estrategia consistía en infiltrarse en las denominaciones y buscar la plena inclusión de los homosexuales entre los miembros y dirigentes de las iglesias. Todas las denominaciones mayoritarias han librado continuas batallas sobre la homosexualidad, la mayoría de ellas avanzando hacia la plena aprobación de la comunidad LGBTQ en la iglesia. En 1972, la Iglesia Unida de Cristo se convirtió en la primera denominación en ordenar a un ministro abiertamente gay y cinco años más tarde ordenó a la primera ministra lesbiana.

EL FIN DEL SIGLO
Para bien y para mal, estos y otros acontecimientos marcaron irreversiblemente a la iglesia mundial del siglo XX. A finales de siglo, en los Estados Unidos, las denominaciones evangélicas, como la Convención Bautista del Sur y la Iglesia Presbiteriana en América, seguían creciendo, pero las denominaciones mayoritarias estaban en un declive pronunciado que continúa hoy. El mayor segmento del evangelicalismo estadounidense estaba representado por decenas de miles de pequeñas congregaciones independientes, así como por megaiglesias (iglesias protestantes que cuentan con una asistencia semanal regular de al menos dos mil personas). Las congregaciones evangélicas se hicieron más «sensibles al inconverso» y centraron su ministerio en llegar a los que no iban a la iglesia, predicando sobre temas candentes y utilizando la música contemporánea y los medios de comunicación de masas. A nivel mundial, el pentecostalismo continuó su avance en Latinoamérica, África y Asia, y las iglesias evangélicas de esos continentes incluso empezaron a enviar misioneros a la Europa y Norteamérica poscristianas.

Pero el pentecostalismo no fue la única tradición evangélica que experimentó crecimiento. La teología calvinista también extendió su influencia en el cristianismo estadounidense de finales del siglo XX a través del establecimiento de más congregaciones presbiterianas y reformadas, el resurgimiento del calvinismo entre los bautistas del sur, la fundación y expansión del Reformed Theological Seminary (Seminario Teológico Reformado) y los ministerios de enseñanza de James Montgomery Boice, J.I. Packer, R.C. Sproul y otros pensadores evangélicos reformados.

Publicado originalmente en: Tabletalk Magazine
S. Donald Fortson III
El Dr. S. Donald Fortson III es profesor asociado de historia de la Iglesia en el Reformed Theological Seminary de Charlotte, Carolina del Norte. Es autor de The Presbyterian Story: Origins and Progress of a Reformed Tradition [La historia presbiteriana: Orígenes y progreso de una tradición reformada].

Evangelio de la 🚫PROSPERIDAD🚫| Paul Washer

Predicando la Palabra de Dios ✞

Paul Washer Se convirtió al cristianismo y experimentó el nuevo nacimiento mientras estudiaba para ser abogado en leyes petroleras en la Universidad de Texas. Tras terminar la carrera, inicio estudios en el Seminario Teológico Bautista Southwestern seminario perteneciente a la Convención Bautista del Sur y obtuvo una Maestría en Divinidad. Poco tiempo después de su graduación Paul salió de Estados Unidos y se mudó a Perú para servir como misionero.

¿Qué es el ministerio de la llenura del Espíritu Santo? | Lucas Alemán

90 Segundos de Teología Sistemática

Lucas Alemán es director de educación en español y profesor de Antiguo Testamento en The Master’s Seminary, y director ejecutivo de la Sociedad Teológica Cristiana. Además, es pastor en la Iglesia Bíblica Berea en North Hollywood, California. En 2016, Lucas comenzó a enseñar en The Master’s Seminary como miembro adjunto de la facultad. Si bien sus cursos de especialización son panorama del Antiguo Testamento, gramática de hebreo y exégesis de hebreo, él también da clases de exégesis de griego y teología. En 2018, se unió a la facultad de tiempo completo. Lucas y su esposa, Clara, tienen dos hijos, Elías Agustín y Enoc Emanuel.