¿Qué pasó con el pudor y la modestia? SUGEL MICHELÉN
Como vimos en la entrada anterior, Dios no nos ha dejado en oscuridad con respecto al tema de la vestimenta. Él ha hablado y, como siempre, lo que Él dice sobre este asunto es completamente contrario a lo que el mundo dice. Pero si eres creyente, los criterios de Dios revelados en la Palabra de Dios son los que deben amarrar tu conciencia y guiar tus pasos; no la revista Vogue, ni Harper’s Bazar, ni Cosmopolitan, ni GQ para los hombres, sino la infalible, inerrante y todo suficiente Palabra de Dios. “Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Rom. 3:4). ¿Qué nos dice Dios en Su Palabra sobre la vestimenta, qué nos ordena?
Veamos lo que Pablo dice al respecto en 1Tim. 2:9: “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia”. Las dos palabras que Pablo usa en el texto, y que RV traduce como “atavío” y “decoro”, proceden de la misma raíz: kosmos y kosmeo, de dónde proviene nuestra palabra “cosmético”. La palabra kosmos significa “orden, arreglo o sistema”. Lo contrario de kosmos es caos. De manera que lejos de reprimir ese deseo natural de las mujeres a arreglarse, Pablo lo pone más bien en perspectiva. “Arréglense, pero como mujeres piadosas, mujeres que le temen a Dios y que desean agradarle a Él y reflejar Su carácter por encima de todas las cosas”. Ahora bien, ese arreglo personal debe poseer dos características fundamentales.
La mujer debe vestirse con pudor
La palabra griega que Pablo usa aquí conlleva tanto la idea de modestia como de humildad. Significa literalmente “sentido de vergüenza”. Una mujer piadosa debería sentirse avergonzada y culpable si por causa de su vestimenta alguien es distraído en su adoración a Dios o llevado a tener pensamientos impuros.
La modestia es todo lo opuesto a la arrogancia y al deseo de llamar la atención. Cuando esta mujer se viste ella está delante de Dios, no delante de los hombres. Por eso la modestia evita el exceso y la sensualidad.
La ropa de una mujer cristiana debe estar en perfecta consonancia con su profesión de fe. Una mujer que ama a Jesucristo no trata de causar furor con su vestido. Su principal interés es mostrar el carácter de nuestro Dios y Padre en todo cuanto hace y en todo cuanto usa.
Si te vistes para la gloria de Dios, tu vestimenta revelará pureza y castidad. En vez de mostrar las formas de tu cuerpo para provocar a otros, vas a cubrirlo adecuadamente porque no quieres ni pensar que por causa de un capricho tuyo un hombre sea llevado a pecar contra el Dios al que tú dices amar, adorar y servir.
De más está decir que ese no es el pensamiento del mundo en cuanto a este asunto. La industria de la moda no cree que el principal propósito de la ropa sea cubrir el cuerpo, sino más bien atraer las miradas de los hombres sobre ti; la mayoría de la moda hoy día es diseñada para provocar una atracción sexual. Se usan telas que se pegan al cuerpo para revelar sus formas, y son cuidadosamente diseñados para resaltar ciertas partes que son cubiertas de tal manera que provoquen el deseo de ver más.
En un libro secular sobre la moda titulado “Hombres y mujeres” escrito por Claudia Kidwell y Valerie Steele, dice que “la ropa es especialmente sexy cuando llama la atención al cuerpo desnudo que está debajo”. Por eso mientras más corto y ajustado mejor. Lamentablemente debemos reconocer que los impíos son más honestos que muchos cristianos. Ellos nos dicen francamente lo que muchos creyentes no se atreven a decir: “Nos vestimos así para provocar, para llamar la atención sobre nuestra figura, para que puedas tener una idea clara de mis formas”.
Como decía en un anuncio sobre trajes de baño: “Es glamoroso… es exótico… definitivamente esto no tiene que ver con nadar”. ¡Por supuesto que no tiene que ver con nadar! Esto tiene que ver con la sensualidad y la provocación.
Las formas del cuerpo del hombre y de la mujer no son pecaminosas; el cuerpo fue diseñado por un Dios bueno y santo, que luego de hacerlo lo declaró bueno y santo. Pero el hombre pecó y se corrompió, y por esa causa el cuerpo descubierto de una mujer es como un barril de pólvora que pasa en medio de candelabros encendidos. Es por eso que nuestro Señor y Salvador nos advierte con tanta fuerza que tengamos cuidado con lo que ven nuestros ojos: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (Mt. 5:27-29).
Para el hombre es un problema ver a una mujer vestida en una forma reveladora e insinuante. Si la codicia, dice Cristo, ya adulteró con ella en su corazón; y la mujer que provocó tal pensamiento por llevar una falda demasiado corta, o un pantalón ajustado, o una blusa ceñida al pecho que revela claramente sus formas, esa mujer tendrá que darle cuenta a Dios en el día del juicio.
Escucha lo que dice nuestro Señor acerca de aquellos que ponen tropiezo a otros: “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo! (Mt. 18:6-7).
Un vestido ajustado que revela claramente las formas del cuerpo, o demasiado corto como para cubrir lo que debe ser cubierto, no es algo neutral. Eso es pecaminoso porque violenta la santidad de Dios y la modestia que estamos llamados a exhibir como hijos de Dios. Y que nadie nos acuse de legalistas por decir esto. Urgir a los creyentes a cubrir su cuerpo no es legalismo, porque la modestia es un mandamiento escritural, un mandamiento que muchos parecen estar olvidando. Cada vez se nota menos la diferencia entre nosotros y los paganos que no conocen a Dios.
¿Es tu vestimenta un reflejo de la humildad y castidad que debe caracterizar a un creyente? Cristo nuestro Salvador, derramó Su preciosa sangre en la cruz para comprar tu alma y tu cuerpo, y el Espíritu de Dios ha venido a hacer morada en ti. A la luz de esa realidad debes dedicarte en cuerpo y alma a perseguir la gloria de Dios en todas las áreas de tu vida.
Dice Pablo en 1Cor. 6:19-20: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. ¿Te vistes como es apropiado vestir al templo del Espíritu Santo? ¿Es tu vestido un reflejo claro del carácter santo y puro de Dios?
Pero la mujer no solo debe vestirse con pudor, sino también, en segundo lugar…
La mujer debe vestirse con buen juicio
Ese es el significado de la palabra que RV traduce como “modestia” en 1Tim. 2:9. También podemos traducirla como “auto control”, “sentido común” o “pureza mental”. Se trata de una mujer juiciosa que no se deja llevar por sus impulsos. Cuando se viste lo hace en una forma discreta y apropiada: apropiada para su edad, para su situación económica y para su época.
En cuanto a esto último dice Richard Baxter: “Es siempre legítimo seguir la moda sobria de la gente sobria; pero no es legítimo seguir la moda vana, inmodesta y enfermiza de los rebeldes, desenfrenados, orgullosos y disolutos” (Christian Directory; pg. 393).
Así que debemos vestirnos con pudor y buen juicio. Y digo “debemos” porque aunque Pablo se está refiriendo en este texto a las mujeres de manera particular, el espíritu general de la Escritura nos permite aplicar estos principios a los hombres también.
Que Dios nos ayude a glorificarle en todo cuanto hacemos, incluyendo la forma como nos vestimos. Nuestra vestimenta dice mucho de la realidad de nuestro corazón.
LO QUE CADA MADRE NECESITA SABER POR GLORIA FURMAN
Cada madre necesita saber en lo más profundo de su ser que Jesucristo es Aquel a quien todos los profetas estaban apuntando. Jesús es el Rey davídico que había sido profetizado y que reina sobre las naciones. Jesús ha vencido a Sus enemigos, y a través de Su Espíritu está estableciendo Su iglesia—ese magnífico “templo” multiétnico en la tierra. Dios ha establecido Su morada entre hombres y mujeres a través de Su Espíritu. Jesús es el verdadero Hijo—haciendo lo que ni Adán, ni Israel, ni David pudieron hacer—que vive fielmente de cada palabra que sale de la boca de Dios. De entre todas las naciones de la tierra, Jesús está llamando a un pueblo para Sí mismo, para que sean “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios” (1P 2:9). Jesús está sacando a personas de Adán y colocándolas en Sí mismo. Jesús está reemplazando corazones de piedra con corazones de carne. Con cada día que pasa, el día del Señor se va acercando, y esa no es una esperanza vana. La maternidad es un ministerio estratégico en las manos del Hijo del Hombre que fue profetizado.
Tenemos un rol sacerdotal en el que le presentamos nuestras súplicas a Dios por medio de Cristo, súplicas por Sus ovejas elegidas que están esparcidas entre las naciones. “¡Señor, escúchanos! ¡Señor, perdónanos! ¡Señor, atiéndenos y actúa! Dios mío, haz honor a Tu nombre y no tardes más; ¡Tu nombre se invoca sobre Tu ciudad y sobre Tu pueblo!” (Daniel 9:19).
Tenemos el rol real de difundir la luz del evangelio por todo el reino tenebroso de Satanás, animándonos unas a otras y edificándonos unas a otras (1Ts 5:1-11). Y tenemos un rol profético, a medida que escuchamos y obedecemos al único y verdadero Dios que se ha revelado en Su Palabra, y hablamos con la verdad acerca de Él y de Su actividad en el mundo. Como madres con una misión, para nosotras es de particular importancia el escuchar y obedecer lo que Dios ha revelado como Sus propósitos para nosotras como mujeres.
Nuestras amigas, subculturas y gobiernos tienen sus propias ideas acerca de la imagen que debemos mostrar y cómo hacerlo, pero ¿cuadran esas imágenes con lo que el Creador ha dicho en Su Palabra? ¿Es coherente con la forma en que Jesucristo está moldeando a las mujeres para que sean madres con una misión que hacen discípulos en todas las naciones?
Nuestro rol profético en el mundo deriva del hecho de que hemos sido creadas a la imagen de Dios y recreadas a la imagen de Cristo. Desde las amas de casa en Santa Clara hasta las abuelas en Nepal, todas las culturas del mundo tienen sus propias ideas de la imagen que las mujeres deben representar. (Y ni hablar de cómo esas ideas cambian con el tiempo.) Dependiendo de la imagen que cada cultura tenga, a las mujeres se le asignan “trabajos de mujer”. El razonamiento es el siguiente: las mujeres hacen lo que hacen porque eso es lo que son. Tal razonamiento puede ser correcto, pero si la imagen es incorrecta, entonces también lo será el rol. Basta pensar en la pornografía o el voyerismo farandulero como ejemplos de esto. ¿Cuál es la imagen percibida de las mujeres dentro de esos esquemas? ¿Cuál, entonces, sería el rol que desempeña la mujer al mostrar esa imagen? Piensa en las imágenes de las madres en tu propia cultura. ¿A quién o qué se supone que deben de encarnar? ¿Cuáles son las funciones que estas madres deben desempeñar?
En medio de todo este mar de ideas, la Biblia afirma la verdad inmutable de que las mujeres están hechas a la imagen de Dios. Las mujeres hacen lo que hacen porque Dios las hizo de esa manera. Reflejamos la imagen del Creador, porque eso es lo que somos: generadoras de la imagen de Dios. La imago Dei implica necesariamente capacidades y habilidades dadas por Dios, pero también implica que nuestras actividades son igualmente ordenadas por Dios.
Las mujeres muestran la imagen de su Creador a través del ejercicio de la función y el llamado de Dios para ellas (o, en otras palabras, su vocación). Podríamos decir que los términos vocación y misión son sinónimos. Nuestro Padre ha diseñado una función para nosotras y nos ha llamado a ejercerla mediante el cumplimiento de la misión que Él nos dio. Trabajando, dirigiendo, hablando, sirviendo, cuidando, liderando, enseñando y construyendo—todas estas capacidades y más son dones de Dios como provisión para la misión que Él nos dio de hacer discípulos en todas las naciones.
Ahora mismo, en todo el mundo, las mujeres están naciendo de nuevo y siendo transformadas a la imagen de Cristo al contemplar la gloria suprema y permanente de Su ministerio (2Co 3:16-18). Este nuevo nacimiento es una palabra profética al mundo que nos ve. A través del evangelio de Dios, las mujeres están siendo conformadas a la imagen de Su Hijo. Jesús está renovando a las madres misionales, no a la imagen de Eva antes de que cayera, sino a algo más glorioso: a Su propia imagen. Las mujeres que están en Cristo hacen lo que hacen porque para eso es que Cristo las está recreando.
Las madres con una misión están experimentando el poder transformador de Jesús a medida que Él va dándoles nuevas habilidades para trabajar, dirigir, hablar, servir, cuidar, liderar, enseñar y construir según Su patrón cruciforme, fortalecidas por Su Espíritu, y para que Su gloria sea conocida en el mundo. No se trata de ser súper mamás; se trata de ser madres con una misión. Me encanta como lo dijo Susan Hunt en su libro Spiritual Mothering [Maternidad espiritual]:
A medida que el deseo creciente de una mujer de imitar a Dios produce obediencia a Su Palabra, ella va desarrollando características maternales. Nuestra femineidad nos capacita para la maternidad; nuestra fe produce ciertas características de esa maternidad. Algunas de las características que vemos en las Escrituras son la fuerza, la excelencia, la ternura, la generosidad, el deseo de nutrir y cuidar, el consuelo, la compasión, el afecto, la protección y el sacrificio.
El Verbo hecho carne es Cristo mismo, y cuando Su Palabra mora en abundancia en Sus nuevas creaciones, entonces el mundo puede ver cómo Su Palabra profética está obrando hoy.
Este artículo Lo que cada madre necesita saber fue adaptado de una porción del libro Madres con una misión publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.
Lo que Dios es para las familias Thomas Doolittle (1632 – c. 1707)
Propuesta 1 Dios es el Fundador de todas las familias; por tanto, estas deberían orar a Él. La sociedad familiar suele estar formada por estas tres combinaciones: Marido y mujer, padres e hijos, amos y siervos, aunque puede haber una familia donde esto no sea así, aun estando dentro de estos parámetros, todas estas combinaciones son de Dios. La institución de marido y mujer viene de Dios (Gn. 2:21-24) y también la de padres e hijos, y amos y siervos. La autoridad de uno sobre otro y la sujeción del otro al uno están instituidas por Dios y fundadas en la ley de la naturaleza, que es la ley de Dios. Él no sólo creó a las personas consideradas por separado, sino también a esta sociedad. Y, así como la persona individual está sujeta a dedicarse al servi- cio de Dios y orar a Él, así también la sociedad familiar está sujeta conjuntamente a lo mismo, porque la sociedad es de Dios. ¿Acaso ha designado Dios a esta sociedad sólo para el consuelo mutuo de sus miembros o del conjunto de la familia, o también para que el grupo mismo le brinde su propia gloria? ¿Y puede darle gloria a Dios esta sociedad familiar si no le sirve y ora a Él? ¿Le ha dado Dios autoridad a aquel que manda y gobierna, y al otro el encargo de obedecer, sólo en referencia a las cosas mundanas y no en las espirituales? ¿Puede ser el con- suelo de la criatura el fin supremo de Dios? No; el fin es su propia gloria. ¿Acaso alguien, por la autoridad de Dios y el orden de la naturaleza, es el paterfamilias25, “el amo de la familia”, así llamado en referencia a sus sirvientes y también a sus hijos, por el cuidado que debería tener de las almas de los siervos y de que adoren a Dios con él, como también lo hacen sus hijos? ¿No debería mejorar el poder que ha recibido de Dios sobre todos ellos, para Él y para el bienestar de las almas de ellos, llamándolos conjuntamente a adorar a Dios y a orarle? Que juzguen la razón y la fe.
Propuesta 2 Dios es el Dueño de nuestras familias; por tanto, deberíamos orarle a Él, que es nuestro Dueño y Propietario absoluto; no sólo por la supereminencia27 de su naturaleza, sino tam- bién por medio del derecho de creación al habernos dado el ser y todo lo que tenemos. No- sotros mismos y todo lo que es nuestro (siendo nosotros y lo nuestro más suyo que nuestro), estamos incuestionablemente sujetos a entregarnos a Dios en lo que pudiéramos ser más útil para el interés y la gloria de nuestro Dueño. ¿De quién son, pues, sus familias, sino de Dios? ¿Desmentirán ustedes a Dios como Dueño suyo? Aunque lo hicieran, en cierto modo siguen siendo suyos, a pesar de que no sería mediante la resignación ni consagrándose por completo a Él. ¿De quién prefieren que sean sus familias, de Dios o del diablo? ¿Tiene el diablo algún derecho a sus familias? ¿Servirán estas al diablo que no tiene derecho alguno sobre ustedes ni sobre la creación, la preservación o la redención? ¿Y no servirán ustedes a Dios que, por medio de todo esto, tiene derecho sobre ustedes y una propiedad absoluta y completa en us- tedes? Si dicen que sus familias son del diablo, sírvanle a él. Pero si afirman que son de Dios, entonces sírvanle a Él. ¿O acaso dirán: “Somos de Dios, pero serviremos al diablo”? Si no lo dicen, pero lo hacen, ¿no es igual de malo? ¿Por qué no se avergüenzan de proceder así y sí se abochornan de hablar y decirle al mundo lo que hacen? Hablen, pues, en el temor de Dios. Si sus familias como tales son de Dios, ¿no sería razonable que le sirvieran y le oraran a Él?
Propuesta 3 Dios es el Amo y Gobernador de sus familias; por tanto, como tales, ellas deberían servirle y orar a Él. Si Él es su Dueño, también es su Soberano y, ¿acaso no le da leyes por las que cami- nar y obedecer, no sólo como personas particulares, sino también como sociedad combinada? (Ef. 5:25-33; 6:1-10; Col. 3:19-25; 4:1). ¿Es, pues, Dios el Amo de su familia, y no debería ésta servirle? ¿Acaso no le deben obediencia los súbditos a sus gobernantes? “El hijo honra al pa- dre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor?” (Mal. 1:6). Sí, ¿dónde? Desde luego no en las familias impías que no oran.
Propuesta 4 Dios es el Benefactor de sus familias, por tanto, deberían servir a Dios en oración y ala- banza a Él. Dios no los hace buenos y les da misericordias como personas individuales sola- mente, sino también como una sociedad conjunta. ¿No es la continuidad del padre de familia una merced hacia toda la familia y no sólo hacia él? ¿No es la continuidad de la madre, los hijos y los siervos en vida, salud y existencia, una clemencia para toda la familia? Que tengan ustedes una casa donde vivir juntos y comida para compartir en familia ¿no son para ustedes misericordias familiares? ¿No clama esto a gritos en sus oídos y su consciencia para que den gracias, juntos, a su espléndido Benefactor, y para orar todos por la continuidad de estos así como para que se concedan más cosas según las vayan necesitando? No tendría fin declarar de cuántas formas Dios es el Benefactor de sus familias de manera conjunta y serán ustedes unos desvergonzados si no le alaban juntamente por su generosidad. Una casa así es más una pocilga de cerdos que una morada de criaturas racionales. ¿No llamará Dios a dar cuentas a estas familias que no oran como lo hizo en Jeremías 2:31? “¡Oh generación! atended vosotros a la palabra de Jehová. ¿He sido yo un desierto para Israel, o tierra de tinieblas? ¿Por qué ha dicho mi pueblo: Somos libres; nunca más vendremos a ti?”. ¿Se ha olvidado Dios de ustedes? Hablen familias impías que no oran. ¿Se ha olvidado Dios de ustedes? ¡No! Cada bocado de pan [que] comen les dice que Dios no se olvida de ustedes. Cada vez [que] ven su mesa puesta y la comida sobre ella, comprueban que Dios no se olvida de ustedes. “Entonces, ¿por qué —dice Dios— no vendrá esta familia a mí? Cuando tienen con qué alimentar a sus hijos y estos no lloran pidiendo pan, [de manera que] el padre no se ve obligado a decir: “¡Te daría pan, hijo mío, pero no lo tengo!”. ¿Por qué no vienen a mí? Viven juntos y comen juntos a mis expensas, cuidado y custodia y, a pesar de ello, pasan los meses y nunca vienen a mí. Y que sus hijos estén en su sano juicio, tengan ropa, miembros, no hayan nacido ciegos ni tenido un nacimiento monstruoso, y les haya hecho bien de mil maneras, puede decir Dios, ¿por qué, pues, viven años enteros juntos y, sin embargo, no vie- nen a mí juntos? ¿Han encontrado a alguien más capaz o más dispuesto a hacerles el bien? Jamás lo hallarán. ¿Por qué son, pues, tan ingratos que no vienen a mí?”. Saben cuando Dios es el Benefactor de las personas (y existe la misma razón para las fami- lias) y no le sirven, ¡qué monstruosa perversidad! Dios los ha mantenido a salvo en la noche y, sin embargo, por la mañana no dicen: “¿Dónde está el Señor que nos ha preservado? ¡Vengan, vengan, alabémosle juntos!”. Dios les ha hecho bien a ustedes y a sus familias durante tantos años; pero no dicen: “¿Dónde está el Señor que ha hecho tan grandes cosas por nosotros? ¡Vengan! Reconozcamos juntos su misericordia”. Dios los ha acompañado en la aflicción y en la enfermedad de la familia: La plaga ha estado en la casa y, a pesar de ello, están vivos —la viruela y las ardientes fiebres han estado en sus casas y, con todo, ustedes siguen vivos—, su compañero/a conyugal ha estado enfermo/a y se ha recuperado; los niños casi han muerto y se han curado. Pero ustedes no dicen: “¿Dónde está el Señor que nos ha salvado de la tumba y nos ha rescatado del abismo para que no nos pudramos entre los muertos?”. Pero no oran a él ni alaban juntos a su maravilloso Benefactor. ¡Que se asombren de esto los muros mismos entre los cuales viven estos ingratos desgraciados! ¡Que tiemblen las vigas y las columnas de sus casas! ¡Que los travesaños mismos del suelo que pisan y sobre el que caminan se asusten horriblemente! ¡Porque aquellos que viven juntos en semejante casa se van a la cama antes de orar conjuntamente! ¡Que la tierra se sorprenda porque las familias que el Señor alimenta y mantiene son rebeldes y desagradecidas, y son peores que el buey mismo que conoce a su dueño y tienen menos entendimiento que el asno (Is. 1:2-3)! De lo que se ha dicho razono de esta manera: Si Dios es el Fundador, Dueño, Gobernador y Benefactor de las familias, que estas le adoren conjuntamente y oren a Él.
Tomado de “How May the Duty of Family Prayer Be Best Managed for the Spiritual Benefit of Every One in the Family?” (¿Cómo puede el deber de la oración familiar ser mejor administrado para el bene- ficio espiritual de cada uno en la familia?), Puritan Sermons 1659-1689. Being the Morning Exercises at Cripplegate (Sermones puritanos 1659-1689. Estando en los ejercicios matutinos en Cripplegate), Vol. 2, Richard Owen Roberts, Editor.
Thomas Doolittle (1632 – c. 1707): Fue convertido siendo joven, tras leer el libro de Richard Baxter, The Saints’ Rest (El descanso de los santos); escritor de talento y predicador, y uno de los puritanos más conocidos de su tiempo. Nació en Kidderminster, Worcestershire, Inglaterra.
¡Oh! Si pudiéramos poner a un lado las demás contiendas y que en el futuro la única preocupación y contienda de todos aquellos sobre los cuales se invoca el nombre de nuestro bendito Redentor, sea caminar humildemente con su Dios y perfeccionar la santidad en el temor del Señor, ejercitando todo amor y mansedumbre los unos hacia los otros, esforzándose cada uno por dirigir su conducta tal como se presenta en el evangelio y, de una forma adecuada a su lugar y capacidad; fomentar enérgicamente en los demás la práctica de la religión verdadera y sin mácula delante de nuestro Dios y Padre. Y que en esta época de decadencia no gastemos nuestras energías en quejas improductivas con respecto a las maldades de otros, sino que cada uno pueda empezar en su hogar a reformar, en primer lugar, su propio corazón y sus costumbres; que después de esto, agilice todo aquello en lo que pueda tener influencia, con el mismo fin; que si la voluntad de Dios así lo quisiera, nadie pudiera engañarse a sí mismo descansando y confiando en una forma de piedad sin el poder de la misma y sin la experiencia interna de la eficacia de aquellas verdades que profesa. Ciertamente existe un origen y una causa para la decadencia de la religión en nuestro tiempo, algo que no podemos pasar por alto y que nos insta con empeño a una corrección. Se trata del descuido de la adoración a Dios en las familias por parte de aquellos a quienes se ha puesto a cargo de ellas encomendándoles que las dirijan. ¿No se acusará, y con razón, a los padres y cabezas de familia por la burda ignorancia y la inestabilidad de muchos, así como por la falta de respeto de otros, por no haberlos formado en cuanto a la forma de comportarse, desde que tenían edad para ello? Han descuidado los mandamientos frecuentes y solemnes que el Señor impuso sobre ellos para que catequizaran e instruyeran a los suyos y que su más tierna infancia estuviera sazonada con el conocimiento de la verdad de Dios, tal como lo revelan las Escrituras. Asimismo, su propia omisión de la oración y otros deberes de la religión en sus familias, junto con el mal ejemplo de su conversación disoluta, los ha endurecido llevándolos en primer lugar a la dejadez y, después, al desdén de toda piedad. Sabemos que esto no excusará la ceguera ni la impiedad de nadie, pero con toda seguridad caerá con dureza sobre aquellos que han sido, por su propio proceder, la ocasión de tropiezo. De hecho, estos mueren en sus pecados, ¿pero no se les reclamará su sangre a aquellos bajo cuyo cuidado estaban y que han permitido que partiesen sin advertencia alguna? ¡Los han llevado a las sendas de perdición! ¿No saben que la diligencia de los cristianos en el desempeño de estos deberes, en los años pasados, se levantará en juicio y condenará a muchos de aquellos que estén careciendo de ella en la actualidad?
Concluiremos con nuestra ferviente oración pidiéndole al Dios de toda gracia que derrame esas medidas necesarias de su Espíritu Santo sobre nosotros para que la profesión de la verdad pueda ir acompañada por la sana creencia y la práctica diligente de la misma y que su Nombre pueda ser glorificado en todas las cosas por medio de Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Tomado del prefacio de La Segunda Confesión Bautista de Londres de 1689; reeditada por Chapel Library y disponible allí.
En algunos versículos de la Biblia utilizamos diferentes versiones, ya que tratamos que el lenguaje a usar sea entendible para los niños. Guión y Adaptación por ICEF.
En algunos versículos de la Biblia utilizamos diferentes versiones, ya que tratamos que el lenguaje a usar sea entendible para los niños. Guión y Adaptación por ICEF.
¿Cómo puedo proteger a mi hijo del adoctrinamiento estatal?
John Piper
Nota del editor: El pastor John Piper recibe preguntas de algunos de sus oyentes de su programa Ask Pastor John. A continuación está su respuesta a una de esas preguntas.
Un hombre, esposo y padre cristiano que vive en Suecia nos envía la pregunta de hoy. “¡Hola, pastor John! Amo este podcast y tus enseñanzas. Vivo en Suecia, un país coercitivo y, en muchas maneras, socialista. No hace mucho tiempo, se prohibieron las exenciones para educar a los hijos en el hogar por convicciones religiosas. Debemos enviar a nuestros hijos a la escuela o el gobierno amenaza con quitárnoslos. El Estado obliga a los niños a comenzar el preescolar cuando apenas tienen seis años. Las escuelas cristianas son prácticamente ilegales y una escuela puede tener un ‘perfil cristiano’, pero es un título sin significado alguno. A estas pocas escuelas cristianas todavía no se les permite ser ‘religiosas’ o enseñar una cosmovisión cristiana. Están obligados por ley a cumplir con el mismo plan de enseñanza que las escuelas seculares y ateas para brindarles a los niños una educación secular, e incluso deben enseñar a nuestros niños la ideología LGBTQ como una norma positiva. Pastor John, en un país como este: ¿cómo podemos educar a nuestros hijos?”.
Permítanme intentar elaborar un caso o una comprensión desde el principio más básico y general, hasta la aplicación inmediata para un padre en Suecia que se enfrenta a este tipo de desafío difícil.
Los padres y las asociaciones Comenzaría desde lo más básico afirmando que Dios ha asignado a los padres, no al Estado, sino a los padres, la crianza y formación de las mentes y corazones de los niños en el conocimiento de Dios y en cómo vivir esto en el mundo. Me baso en textos como Efesios 6:4 (”Padres … críenlos [a sus hijos] en la disciplina e instrucción del Señor”), Deuteronomio 6:6-7 y el libro de Proverbios, que se centra en la enseñanza de padres y madres como fundamento para la vida.
Dios ha asignado a los padres la educación y formación de la mente y el corazón de sus hijos
Por supuesto, los padres siempre han sabido que necesitan la ayuda de otras personas de muchas maneras (por ejemplo, la iglesia y la comunidad), para desarrollar en sus hijos conocimientos que ellos mismos no tienen. Eso no es una implicación solo para la vida moderna en la era técnica. En el primer siglo, los padres de Pablo consideraron oportuno complementar lo que recibió en casa con la educación que recibió “bajo Gamaliel” (Hch 22:3). Ese no es un principio nuevo. Los padres edifican en sus hijos y se asocian con otros para que ellos edifiquen en sus hijos lo que necesitan para la vida. Ese es el primer principio que es un hecho, creo, para los cristianos.
Un interés común El segundo principio que establecería es que Dios ha ordenado que haya gobiernos y Estados, y el gobierno empuña la espada, lo que significa que el gobierno puede hacer cumplir las leyes con coerción, multas, encarcelamiento, daños corporales y muerte (Ro 13:4). Ese gobierno debe preocuparse por el bien de su pueblo (1 P 2:14). Esto implica que tendrá un fuerte interés en que su pueblo esté educado, al menos lo suficiente para hacer que la sociedad funcione.
Imagínate lo que sucedería si en las sociedades modernas nadie supiera leer o nadie pudiera hacer aritmética básica, sin mencionar ser capaz de pensar críticamente con respecto a las vastas complejidades de lo que hace que la infraestructura de las ciudades funcione. El invierno pasado, tuvimos tan mal tiempo en Minneapolis, que estuvo diez o veinte grados bajo cero durante días y días. Pensé que si la infraestructura de esta ciudad se dañaba, nos moriríamos de frío. Realmente pereceríamos. Realmente le importa al gobierno, a quién le interesa el bienestar de su trabajo continuo, que haya una educación básica y más que básica.
Las vías para la educación Sin embargo, el tercer principio, que es realmente importante en esta situación, sería que este fuerte interés del gobierno por tener una población educada se vuelva malo cuando se apropia del derecho más fundamental de la familia de educar a sus hijos.
En otras palabras, yo diría que los gobiernos deberían encontrar una manera de alentar el crecimiento de una población educada respetando los derechos de las familias y promoviendo múltiples vías para todo tipo de educación general y superior, mientras los padres buscan formas de asociarse con aquellos que tienen experiencia en equipar a sus hijos para que funcionen con sabiduría, moralidad y productividad en el mundo.
Tres opciones para las familias Con estos tres principios básicos, ahora podemos analizar la situación en Suecia y la crianza de los hijos allí. Por supuesto, Suecia no es el único país del mundo que, de acuerdo con estos principios, se extralimita en su intromisión en los derechos de las familias. Conozco al menos a dos familias aquí en Minneapolis que vinieron de otro país de Europa precisamente porque prohibieron la educación en el hogar y exigieron la educación estatal con todo su adoctrinamiento de la cosmovisión actual.
Millones de cristianos en todo el mundo han vivido y viven en regímenes opresivos que tienen un poder tan altivo que sobrepasan el papel que Dios les ha dado y hacen cumplir esta extralimitación con el poder del encarcelamiento y la muerte. Esto no es inusual. Es decir, esto es común en todo el mundo y siempre ha sido común.
Entonces, veo tres posibilidades para las familias cristianas que hoy están en una situación como la que se encuentra esta familia en Suecia.
Buscar la libertad en otro lugar Una posibilidad es la emigración fuera de su país a una sociedad más libre, una opción que probablemente simplemente no existe para la mayoría de las familias por muchas razones, incluidas leyes de inmigración cada vez más restrictivas y muchas otras cosas que no solo lo harían difícil, sino probablemente no sabio.
Mantén a los niños en casa En segundo lugar, puedes mantener a tus hijos fuera de la escuela y correr el riesgo de perderlos. En los últimos años, vimos en las noticias a familias en Suecia donde eso sucedió. Le quitaron cinco niños a sus padres porque estos no los enviaban a la escuela pública. Ahora, ese es un riesgo enorme y probablemente la mayoría de los padres simplemente no dirán: “Eso valdría la pena”. Probablemente no valga la pena. Quédate con tus hijos y arriesga la educación.
Envía a los niños a la escuela, pero edúcalos en el hogar y en la iglesia Eso me lleva a mi tercera opción, que es la que probablemente seguirán la mayoría de las familias y que más o menos, creo, tendrán que seguir, esto es: una educación radicalmente cristiana en casa, junto con la educación estatal (que va a ser diametralmente opuestos en muchos sentidos), será necesaria para edificar en la vida de los niños dos convicciones profundas e inquebrantables. Este es el objetivo ahora:
Jesús, el tipo de persona que es y el tipo de salvación asombrosa que ofrece, es mejor que cualquier cosa que encuentren en la escuela o en cualquier otro lugar entre sus compañeros. Esa es la primera convicción que quieren inculcar en estos niños con esta educación cristiana radical en casa, en la iglesia y entre amigos. El camino de Jesús, el estilo de vida que Jesús enseña, modela y requiere, es mejor, mucho mejor, enormemente mejor, que cualquier estilo de vida ofrecido en la escuela o en los medios de comunicación. Modela un gozo abundante en Cristo para tus hijos. Modela una gran confianza en su soberanía
Esto no es diferente. Este no es un tipo de crianza diferente de la que ocurriría en otra cultura. Pero yo pensaría que en una situación en la que los niños se ven obligados a ser adoctrinados con puntos de vista no bíblicos sobre lo que es verdadero y falso, lo correcto y lo incorrecto, lo bello y lo feo, la intencionalidad de la educación cristiana de los padres en el hogar debe ser mayor y más urgente para construir la mentalidad en nuestros niños desde la edad más temprana de que realmente no somos parte de ese sistema.
Creo que eso es cierto aquí en Estados Unidos, pero los padres no lo sienten. No lo creen. Ellos saben cada vez más que es verdad, pero hemos sentido por tanto tiempo que pertenecemos aquí. No sentimos que realmente no formamos parte del sistema. Es nuestro sistema hasta cierto punto, pero cada vez es menos el caso. Bueno, en Suecia, han declarado que no es el caso. Creo que existe esta mayor intencionalidad donde les enseñamos a nuestros hijos que vivimos en un sistema coercitivo, no bíblico e injusto. Les enseñamos eso. Eso se consideraría antipatriótico en algunos países. Los estadounidenses hoy en día lo consideran antipatriótico en gran medida y no deberían considerarlo de esa manera.
Entonces, en Suecia, creo que tienes que enseñarles a tus hijos desde el principio que vivimos en un sistema en el que nos obligan a hacer lo que no deberían obligarnos a hacer. Los niños deben tener esa mentalidad desde el principio.
Confianza en el Rey Jesús Quisiera enfatizar para este padre cristiano que el gran desafío es definir esa alienación del Estado y de la cultura sin volverse amargado, resentido, melancólico ni temeroso. En cambio, modela a tus hijos un gozo abundante en Cristo. Muestra una gran confianza en su soberanía sobre los regímenes coercitivos y malvados. Muestra una tremenda esperanza de que, aun bajo estas limitaciones, Cristo es capaz de mostrarse a sí mismo y su camino como algo mucho más profundamente satisfactorio y gratificante que cualquier cosa que este mundo presente ofrece. Ese es el gran desafío.
Los mandamientos bíblicos de regocijarnos siempre y dar gracias en todo, de hecho “por todo” (Ef 5:20), fueron pronunciados en situaciones que eran, en gran manera, opresivas e intimidantes. Entonces, el gran desafío en la crianza de los hijos es ser un tipo de persona que confía tanto en el poder, la sabiduría y la bondad del Rey Jesús, el Presidente Jesús, el Jefe Jesús, el Primer Ministro Jesús, que nuestro gozo es indomable. A los niños se les debe mostrar que el camino de Jesús es de mucho gozo, aun si es un camino doloroso, de abnegación y un camino estrecho que conduce a la vida.
Trabajen juntos Agregaría una cosa más y estoy seguro de que este padre lo sabe, probablemente mejor que yo. Las familias no deberían pelear esta batalla solos junto a sus hijos para mostrarles la verdad. Si es posible, deberían reunirse en iglesias saludables, rodeados de otras familias con esperanzas y anhelos similares. A los jóvenes les encanta tener amigos y el poder de la presión de grupo es enorme. La Biblia dice que las malas compañías corrompen las buenas costumbres (1 Co 15:33), por lo que debemos orar fervientemente para que Dios levante otros amigos cristianos para nuestros hijos.
Debemos unirnos como padres cristianos para ayudarnos mutuamente a proporcionar el tipo de alternativas para nuestros niños y jóvenes que puedan disfrutar, de modo que cuando sus compañeros no cristianos les ofrezcan alternativas que no sean saludables, puedan hacerle frente.
No hay un lugar seguro en el mundo para criar niños: no lo es Estados Unidos, de seguro, ni Suecia, ni China ni Corea del Norte. No hay un lugar seguro para criar hijos cristianos, niños que atesoren a Cristo por encima de todo lo demás. Solo Dios puede obrar el milagro que anhelamos ver en los corazones de nuestros hijos.
Entonces, con toda nuestra enseñanza, modelaje, amistades en la iglesia y nuestro gozo, debemos orar sin cesar por el milagro de la regeneración en nuestros hijos.
Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Equipo Coalición. John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.
Annamarie Sauter:Tan a menudo vivimos pensando en nosotras mismas, que olvidamos el efecto que nuestras vidas tienen en las personas que nos rodean.
Nancy DeMoss Wolgemuth:Tú y yo podemos ser un instrumento de ruina y destrucción para las vidas de quienes nos rodean, pero cuando elegimos obedecer a Dios, nuestras vidas pueden ser instrumentos de bendición y avivamiento.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy: Hoy continuamos nuestro estudio del libro de Rut en el Antiguo Testamento. Ya hemos visto que Rut vivió en una era corrupta y caótica, cuando la mayoría de las personas a su alrededor estaban haciendo lo que les parecía bien a sus propios ojos. Suena familiar.
Y tú, ¿alguna vez te has encontrado con ganas de huir de la presión? Debo decirles que la otra noche recibí, en un período de veinticuatro horas, un par de correos electrónicos que simplemente detallaban mucho trabajo y crearon algo de presión en mi mente. Era tarde en la noche, y finalmente eché un vistazo a todo lo que sabía que estaría involucrado en el seguimiento de estos correos. Dije, creo que me voy a acostar, quizás si me voy a dormir al despertar mañana ya no esté todo este trabajo aquí.
De maneras pequeñas, pero también para algunas de nosotras en grandes maneras, la tentación en medio de la presión, del dolor, de los problemas, de los asuntos de la vida, es querer escapar. Bueno, te alegrará saber –a medida que nos adentramos en la historia de Rut– que no eres la única que se encuentra deseando correr y escapar de la realidad de la vida.
Estamos en el libro de Rut en el primer capítulo, seguimos en el versículo 1. Esta historia tuvo lugar en los días de los jueces, la era oscura de la historia de Israel; y la Escritura dice:
«Aconteció que en los días en que gobernaban los jueces, en Israel hubo hambre en el país. Y un hombre de Belén de Judá fue a residir en los campos de Moab consu mujer y sus dos hijos» (v.1) .
«Hubo hambre en la tierra». Ahora, cuando revisamos otros libros del Antiguo Testamento, particularmente el libro de Deuteronomio, encontramos que bajo el antiguo pacto, Dios prometió a Su pueblo que si lo obedecían serían bendecidos, y esa bendición vendría en forma material y de prosperidad física, la tierra sería fructífera, ellos serían fértiles, tendrían familias y la tierra produciría en abundancia.
Ahora, Dios nos bendice hoy de diferentes maneras, ya no promete ese mismo tipo de bendiciones. Pero para la nación de Israel, Dios les dijo que si lo obedecían, la tierra y sus mujeres serían fructíferas. Serían prósperos.
También les prometió que si desobedecían Sus leyes, habría consecuencias naturales y físicas de su desobediencia. Prometió que habría castigo y que vendría en forma de hambruna y escasez, opresión militar y diferentes formas en que serían castigados si desobedecían a Dios.
Ahora, el propósito de Dios al traer este tipo de consecuencias era que quería mostrar que Él era el que tenía el control de la tierra, que no eran los dioses paganos cananeos de Baal y Astarot quienes estaban a cargo de la tierra y controlaban la fertilidad, sino que Dios era el Señor y el dueño de la tierra, y Su propósito al traer el castigo era restaurar a Su pueblo y llevarlo a un lugar de obediencia. Dios sabía que cuando hubiera presión, el pueblo clamaría a Él y Él podría bendecirlos y enviarles Su misericordia.
Pienso en esa línea de Francis Thompson, El sabueso del cielo, donde Dios dice: «Todo lo que tomé de ti, lo tomé no para hacerte daño, sino para que tú lo busques en Mis brazos». Te das cuenta, cuando Dios envía una hambruna, ya sea una hambruna literal o una hambruna espiritual o una hambruna emocional en nuestras vidas, Su propósito no es arruinar nuestras vidas. Su propósito es abrir nuestros corazones y nuestras manos para recibir lo que solo Él puede darnos.
Ahora bien, en esos días hubo hambre en la tierra, por lo que sabemos que probablemente Dios estaba castigando a Su pueblo. Estaba tratando de restaurarlos y llevarlos a un lugar de obediencia. Se nos dice que en medio de esa hambre, un hombre de Belén en Judá, dejó Judá, dejó su tierra natal para irse a vivir al país vecino de Moab.
Ahora la palabra Belén significa «casa de pan», la palabra Judá significa «alabanza»; así que este hombre vivía en un lugar que significaba «casa de pan y alabanza». Ese mismo nombre muestra que el hambre era inusual en la tierra, que la norma era la fertilidad y la prosperidad, que Dios estaba enviando el hambre para castigar a Su pueblo.
Dios quiere, por cierto, que nuestras vidas sean casas de pan y alabanza; casas de plenitud; casas de abundancia. Puede que no siempre sea plenitud física, abundancia material, pero Dios quiere que nuestras vidas sean fructíferas, plenas.
Cuando desobedecemos a Dios, Él a menudo envía hambre a nuestros corazones y a nuestras vidas de alguna manera, para que veamos las áreas en las que lo hemos desobedecido. Es importante que en esos tiempos aceptemos que el hambre viene de la mano de Dios.
La Escritura dice que este hombre salió de Belén, de Judá, tomó a su esposa y sus dos hijos y se fue a vivir por un tiempo a Moab, el país vecino. Moab estaba aproximadamente a 97 km de Belén. Si te imaginas un mapa de Canaán, estaba al otro lado del Mar Muerto.
Los moabitas, como recordarás, eran descendientes de Lot, como resultado de su relación incestuosa con su hija mayor, de ahí venía esta nación. Los moabitas eran enemigos de los judíos. Había malas experiencias entre los moabitas y los judíos, pero este hombre sintió que el hambre era tan terrible en su tierra que decidió huir, escapar al pais vecino, a Moab. Eso fue lo que le pareció mejor en ese momento.
Ahora, ten en cuenta por qué Dios enviaba hambrunas en esos días; porque quería castigar a Su pueblo que le había desobedecido. Entonces, si la hambruna era el resultado de la desobediencia por parte del pueblo de Dios, ¿cuál era la solución para el hambre y la escasez? No era correr, era arrepentirse. Elimelec, este hombre judío, eligió correr en lugar de ser quizás un instrumento de avivamiento y llamar al pueblo de Dios al arrepentimiento, a días de oración y ayuno, a buscar al Señor.
Realmente, irse a Moab reveló falta de fe y que él no vio el propósito ni la mano de Dios en medio de esta situación. Creo que no hay duda de que debió haberse quedado donde estaba. Pero el lugar donde estaba parecía tan lleno de problemas que pensó que el lugar al que se dirigía sería la solución a sus problemas. Entonces, en lugar de quedarse donde estaba, en Belén, y arreglárselas con Dios, reunir a su familia y a los demás y buscar a Dios, reunió a su familia y se fue a otro país pensando que estarían mejor allí.
Lo que sugerimos aquí es que probablemente tenía la intención de quedarse solo por un corto tiempo. Dice que se fue a vivir por un tiempo, pero cuando llegamos al final del versículo 2, vemos que él continuó allí. Hizo un viaje corto pensando que volvería, pero tres de los cuatro que dejaron Judá y se fueron a Moab, nunca regresaron, terminaron quedándose en Moab, viviendo allí, plantando allí a su familia. Se encontraron con consecuencias aún peores de las que estaban tratando de escapar cuando llegaron a Moab.
Déjenme decirles que el camino a la destrucción y el camino a la amargura (vamos a ver a Noemí como una mujer que sabía mucho sobre la amargura), ese camino comienza cuando tratamos de escapar de las consecuencias que Dios ha diseñado para moldearnos, para santificarnos, para disciplinarnos. Cuando intentamos huir de esas circunstancias, nos encaminamos hacia algo mucho peor.
Recuerdo ese versículo del Salmo 55 donde el salmista dice: «¡Quién me diera alas como de paloma! Volaría y hallaría reposo. Ciertamente huiría muy lejos; Moraría en el desierto. (Selah) Me apresuraría a buscar mi lugar de refugio contra el viento borrascoso y la tempestad» (vv. 6–8).
¿Alguna vez deseaste que Dios te llamara a las regiones deshabitadas del mundo? Ahora, Señor, si pudiera ir a esta isla desierta donde no hay gente, donde no hay problemas. Bueno, hay días en los que solo queremos escapar de todo. En ese salmo vemos que David aprendió lo mismo que la familia de Noemí iba a aprender: la clave no es huir. La clave es enfrentar el problema, enfrentar la dificultad, encontrar a Dios dentro del problema y abrirnos camino hacia el ojo de la tormenta.
Muy a menudo, cuando estamos en tiempos de hambre, pérdidas, dificultades, privaciones, circunstancias que nos presionan, tal vez sea por nuestro propio pecado o los pecados de otros, pero la hambruna nos afecta a nosotros, y en lugar de buscar el rostro de Dios y preguntar por qué estamos en esta condición, lo que hacemos es mirar otros campos del mundo, otros países, otros lugares, y ponemos nuestro corazón en ese lugar.
A menudo creo que no es porque el mundo o el lugar al que corremos sea tan atractivo, sino porque el lugar en el que vivimos, la realidad del mundo en el que estamos se ha vuelto tan seca, y pensamos que tiene que ser mejor en otro lugar. Entonces, en lugar de enfrentar la verdadera causa de nuestra sequedad y llegar a la fuente del problema, hacemos lo que hicieron Elimelec y su familia. Hacemos lo que hizo el hijo pródigo, huimos a un país lejano.
Invariablemente, buscamos algún sustituto de lo que hemos perdido, pensando que si pudiéramos estar en una situación diferente, si pudiéramos mudarnos, si pudiéramos tener un conjunto diferente de circunstancias, entonces nos libraríamos de nuestros problemas. El problema es que cuando huimos de nuestros problemas, abandonamos la misericordia de Dios que Él quiso darnos en medio del hambre, en medio de nuestros problemas.
Nos decimos a nosotras mismas: «Es solo por un corto tiempo. Solo necesito un descanso. Solo tengo que alejarme un poco». ¿Entonces cómo hacemos eso? Bueno, Moab puede tomar muchas formas diferentes en nuestras vidas. Para mí, la otra noche fue simplemente irme a la cama. «Me iré a dormir y escaparé de todo esto». Ahora, no hay nada de malo en dormir cuando es hora de dormir, pero si estoy durmiendo para huir de la presión y de los problemas, voy a encontrar que realmente eso no resuelve mis problemas.
Algunas de nosotras corremos hacia la comida o al centro comercial –de compras; otras corremos a un trabajo, a una carrera. Es posible que en algún momento te hayas encontrado corriendo a una ubicación geográfica diferente. Quizás toda tu familia se muda solo para escapar de algunos problemas.
Todas nosotras a veces nos encontramos corriendo hacia nuestras amigas; y no hay nada de malo con los amigos, a veces pueden darnos consejos piadosos, pero a veces solo estamos tratando de conseguir a alguien que pueda sentir empatía, alguien que sienta compasión y alguien que sea un escape para nosotras de la realidad, de la dolorosa realidad de nuestras circunstancias.
Sé de mujeres que han corrido hacia las drogas, el alcohol, medicamentos recetados y eso se ha convertido en un escape. Están tratando de anestesiar el dolor, tratando de no tener que enfrentar la realidad de su hambre. Hay mujeres que han corrido a los brazos de un hombre pensando que ese es su lugar de escape. Quizás piensan que pueden salir del dolor de su matrimonio actual, del dolor de sus relaciones difíciles actuales para encontrar a alguien que sea comprensivo, cálido, que tenga un oído atento y que se identifique con su situación.
¿Qué están haciendo en realidad? Están corriendo hacia Moab. Huyendo del hambre, de su situación actual, de su matrimonio actual, de su entorno. Creo que esta es una de las razones por las que para las mujeres de hoy, incluidas las cristianas, son tan importantes las novelas románticas. Son un escape del dolor, del mundo real, de la vida real. Un escape a un mundo de fantasía, de sueños.
El internet ofrece muchos medios de escape, no solo para los hombres, sino también para las mujeres. Un medio para encontrar relaciones, atajos del dolor de las relaciones reales en este mundo, a relaciones en un mundo de fantasía. A menudo nos decimos a nosotras mismas: «No va a ser por mucho tiempo, solo voy a probar, solo voy a ver cómo se siente, solo voy a experimentar, solo voy a tener un pequeño alivio, será por un corto periodo de tiempo».
Probablemente eso fue lo que pensó Elimelec. Solo vamos a ir a Moab por un tiempo, mientras la presión aumenta. Regresaremos. Pero sabes qué, Elimelec nunca regresó, sus hijos nunca regresaron. Y muy a menudo, terminamos quedándonos en ese país lejano.
Di una conferencia recientemente y leí algunos de los comentarios de las mujeres que luego compartieron sobre temas importantes: la adicción y la esclavitud. No comenzaron siendo adictas al alcohol, a las pastillas para dormir o a la comida. ¿Qué sucedió? Pensaron que solo iban a escapar por un corto tiempo. Pero poco tiempo se convirtió en un largo tiempo, y ahora descubren que están encarceladas en su Moab. No pueden escapar, no pueden salir.
Ahora no tienen un corazón para Dios, no tienen un corazón para el pueblo de Dios. Y las consecuencias en Moab son mucho peores de las que estaban tratando de escapar mientras estaban en casa. Un lugar que a menudo pensamos que traerá alivio, libertad de la presión y de los problemas, termina convirtiéndose en un lugar de dolor aún mayor…y a veces incluso la muerte.
Es interesante que al leer esta historia se nos recuerda que cuando dejamos la voluntad de Dios, cuando dejamos el lugar que Dios ha diseñado para nuestra santificación, rara vez nos vamos solos. Dice que este hombre se fue y se llevó a su esposa y sus dos hijos con él. Invariablemente, tú y yo nos llevamos a otros con nosotras cuando dejamos la voluntad de Dios.
Puede que no tengamos la intención de herir a otros, pero nuestras decisiones sí afectan a los demás. De hecho, todo lo que tú y yo hacemos –nuestras actitudes, nuestras acciones, nuestras elecciones, todo lo que hacemos– afecta la vida de nuestra familia y de las personas que nos rodean. Ahora, sus vidas pueden arruinarse por nuestra desobediencia, o pueden ser bendecidas por nuestra obediencia. Pero nuestras vidas sí tienen influencia.
No pienses ni por un momento que las decisiones que tomas que parecen tan pequeñas e insignificantes no tienen nada que ver con quienes te rodean.
Me pregunto si Elimelec hubiera podido leer la historia que leímos y saber qué iba a pasar, qué le iba a pasar a su familia… Supongo que era un hombre que se preocupaba por su familia, los amaba. No creo que quisiera llevarlos a un lugar donde sus vidas fueran a ser destruidas, pero aparentemente no se detuvo a pensar en lo que esta decisión de huir podría significar para sus seres queridos, y ni hablar de lo que significó para su propia vida.
Tú y yo podemos ser un instrumento de ruina y destrucción para las vidas de quienes nos rodean, pero cuando elegimos obedecer a Dios, nuestras vidas pueden ser instrumentos de bendición y avivamiento.
Desafortunadamente, a menudo son los niños quienes se ven afectados por nuestras decisiones y quienes pagan las consecuencias.
A menudo me sorprenden las tarjetas de oración que las mujeres entregan en nuestras conferencias. Con frecuencia, las mujeres aparentemente no ven la conexión entre sus propias decisiones y dónde están sus hijos espiritualmente. He visto tarjetas en las que las mujeres decían: «Tengo esta esclavitud a algún hábito pecaminoso, un área donde no tengo autocontrol, por favor, oren por mí». Y luego, en la siguiente línea, dicen: «Oren por mis hijos que están viviendo vidas de inmoralidad abierta y latente». No están haciendo la conexión.
Al elegir vivir vidas que están fuera de control y no vivir vidas entregadas a Dios, han creado un entorno en el que es más fácil para sus hijos avanzar en su pecado y en sus estilos de vida destructivos.
Creo que una de las cosas que hace que esto sea más desafiante –era cierto entonces y es cierto hoy– es que hay tan poca diferencia medible en esta era, entre Moab, el país pagano, e Israel, donde vivía el pueblo de Dios. El pueblo de Dios había caído tanto en los caminos del mundo, que no creo que Moab realmente pareciera tan lejano desde un punto de vista espiritual.
Moab era un lugar pagano e idólatra que ofrecía sacrificios de niños. Allí se practicaba una religión malvada, pero los judíos estaban haciendo muchas de las mismas cosas.
Así que hoy, cuando las iglesias se vuelven tan parecidas al mundo, cuando nos mudamos a ese país lejano, ese lugar de escape y huida, muchas veces no pensamos que sea tan importante. No nos damos cuenta de cuánto nos hemos alejado de los caminos de Dios.
Ahora, la sugerencia aquí es que Elimelec tomó a su familia y los condujo a Moab; eso plantea la pregunta: ¿Qué pasa si tu esposo los lleva a ti y a su familia por un camino equivocado? ¿Fue Noemí parcialmente responsable aquí? ¿Quién tuvo la culpa y qué debe hacer una esposa si su esposo dice: «Vamos a Moab»?
Permítanme hacer varias sugerencias que no surgen directamente de este texto, sino a modo de aplicación. Creo que la primera es asegurarte de que tu conciencia esté tranquila como esposa.
Hay algunas cosas que no se cuentan en esta historia. No sabemos, por ejemplo, ¿influyó Noemí en Elimelec para que fuera a Moab? ¿Fue idea suya? Como Sara diciéndole a Abraham que tomara a Agar para resolver el problema de cómo tener hijos.
¿Era Noemí tan miserable e infeliz y llorona que Elimelec dijo: «Nos vamos de aquí. No voy a aguantar más a esta mujer quejumbrosa. Vamos a Moab»? No lo sabemos.
¿Tenía miedo Noemí? ¿No estaba contenta? O tal vez ninguna de las opciones anteriores. Cuando vio que su esposo estaba a punto de tomar una decisión equivocada, ¿se acercó a él? ¿Oró por él? ¿Lo animó a considerar las consecuencias? ¿Cuál fue su actitud? ¿Oró para que Dios cambiara su corazón?
¿Fue una víctima o fue parcialmente responsable de esa decisión?
Aquí está el desafío: cuando veas a alguien en una situación difícil, en un matrimonio difícil, por ejemplo, no asumas que conoces todos los hechos.
Veo algunos matrimonios y escucho a una de las partes contar la historia y pienso: «¡Oh! ¡No puedo creer que esa esposa haya tenido que aguantar esa situación dentro de ese matrimonio!» Pero el hecho es que no conozco todos los detalles.
No sabemos si Noemí fue culpable o no.
Ahora, al fin de cuentas, ya sea que ella fuera inocente o culpable, todavía había gracia disponible. Pero primero, como esposa, asegúrate de que tu conciencia esté limpia, ten cuidado cuando saques conclusiones sobre los tratos de Dios en la vida de otras personas. Puede parecernos muy obvio que alguna esposa es la parte inocente, pero el hecho es que no lo sabemos. No sabemos qué sucede detrás de las paredes de una casa.
He escuchado tantas historias en las que escuché por primera vez el lado de uno de los involucrados y pensé que la culpa era del otro. Entonces escuché al otro, y pensé que el primero tenía la culpa. La verdad a menudo se encuentra en algún punto intermedio, rara vez tenemos todos los hechos.
Así que asegúrate de que tu conciencia como esposa esté limpia, que hayas tenido una actitud piadosa, un espíritu correcto, que no sea tu desobediencia lo que contribuya a que la familia vaya en la dirección equivocada, que tu esposo no esté reaccionando a tus sentimientos, lloriqueos, tus miedos, tu descontento. He visto a maridos sacar a sus familias del ministerio, de la iglesia, de la voluntad de Dios, como reacción a la actitud de una esposa quejumbrosa.
Y él parece el malo. No digo que no tenga sus propios problemas, solo digo, como esposa, si tu familia va en la dirección equivocada, asegúrate de que no fue tu pecado lo que contribuyó, incluso en una pequeña parte, a esa decisión.
Entonces recuerda que Dios no te hace responsable por el pecado de tu esposo, Dios te hace responsable de tus elecciones, de tu pecado, de tus reacciones, de tus respuestas, recuerda que puede haber ocasiones en las que tengas que seguir a tu esposo a una situación que tal vez no sea la voluntad ideal de Dios para tu familia. Cuando lo hagas, por obediencia a Dios y a tu esposo, puede haber ocasiones en las que tengas que sufrir consecuencias con el resto de tu familia por la decisión equivocada de otra persona.
Digamos que tu esposo hace un cambio de carrera o una reubicación geográfica y no se hace dentro de la voluntad de Dios y tienes que mudarte con él. Puedes terminar con tu esposo en Moab sin ningún pecado propio, sino teniendo que seguirlo y experimentar algunas de las consecuencias de sus decisiones incorrectas.
Ahora, ¿qué pasa cuando terminas ahí? Recuerda que no puedes controlar sus decisiones. No puedes controlar sus elecciones, pero aún puedes estar bien con Dios. Todavía puedes tomar decisiones correctas en términos de tus reacciones, tus respuestas.
Cuando tu esposo te lleva a esa situación, y por cierto, esto puede ser en ambos sentidos; porque muchas esposas toman decisiones equivocadas que también afectan a los maridos. Somos un ministerio de mujeres y por eso hablamos a las mujeres. Cuando tu esposo toma, como lo hará a veces, decisiones incorrectas, tú puedes responder de una manera piadosa.
No puedes culpar a tu esposo y sus decisiones, de tus respuestas incorrectas (tus quejas, tus críticas). Eres responsable de tus elecciones, de cómo respondes a esa situación.
Así que aquí tenemos a un hombre que tomó una decisión y una esposa que lo siguió. Si ella fue parte de esa decisión o no, no lo sabemos. Incluso si fue víctima de la decisión equivocada de su esposo, llega el punto en esta historia cuando tiene que asumir la responsabilidad de su propia vida y regresar a Belén. Ella no tiene que pasar su vida prisionera de sus malas decisiones. Llega un momento en que ella puede, en nombre de su familia, arrepentirse, regresar a Judá, dejar Moab y tomar las decisiones correctas.
Eso nos dice que tú y yo podemos tomar decisiones correctas y piadosas independientemente de nuestro pasado, independientemente de lo que hayamos hecho o de lo que nos hayan hecho, podemos tener una relación correcta con Dios. Independientemente de dónde se encuentra espiritualmente tu familia, independientemente de si tu esposo camina con Dios o no, tú puedes caminar con Dios.
Incluso si tu esposo te lleva a Moab y lo sigues por obediencia a Dios y reverencia a tu esposo, puedes tener una relación íntima, personal y correcta con Dios. En última instancia, mientras esperas en el Señor y te rindes a Él, en plena confianza de lo que Él hará contigo, vas a experimentar lo que finalmente experimentó Noemí, y ese es el gozo de la restauración, viendo que Dios realmente puede sacar bien del mal.
La Escritura dice que Dios hará incluso que la ira de los hombres lo alabe, que las decisiones equivocadas de otros que afecten nuestras vidas puedan, en última instancia, convertirse en decisiones que glorifiquen a Dios, si estamos dispuestas a mantener nuestro lugar, a tomar nuestro lugar ante el Señor con humildad y obediencia y decir: «Señor, yo elijo, independientemente de las decisiones que tomen otras personas, elijo caminar contigo y confiar en Ti, Tu presencia y tu provisión me bastarán en este lugar».
Annamarie: Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado mostrando que cada una de nosotras es responsable de sus decisiones. Y tú, ¿cuál es tu «Moab»? ¿Buscarás hoy al Señor?
Muchas veces no hacemos las preguntas correctas, y esto es clave para obtener respuestas correctas. Mañana Nancy te hablará acerca de esto. Ahora, ella regresa con unas últimas palabras.
Nancy: Me pregunto si viene a tu mente alguna situación en la que otra persona haya tomado una decisión equivocada y haya afectado tu vida; quizás tu marido…o tus padres, quizás sea un jefe, o el pastor de tu iglesia, y terminaste experimentando algunas consecuencias debido a las decisiones equivocadas de otra persona.
¿Reconocerías la verdad de que es posible que Dios te conceda vivir una vida piadosa y caminar con Él incluso en medio de esas circunstancias? Si has estado resentida y resistiéndote, lloriqueando, quejándote, amargada, hablando mal de otra persona por las decisiones que ha tomado, ¿te arrepentirías ahora mismo en tu corazón y dirías, «Señor, no es solo su pecado, es también el mío. Así es como respondí. Así es como he reaccionado en mi espíritu, mis palabras, mis acciones… No he esperado en Ti . No he confiado en Ti? ¿Le pedirías perdón a Dios por tus reacciones incorrectas, o por cualquier parte que pudiera haber contribuido a esa decisión equivocada? No puedes elegir por otra persona, pero puedes elegir caminar con Dios.
Señor, ¿comenzarías incluso en este momento a derramar Tu gracia y a crear circunstancias para lograr la restauración de las mujeres que pueden estar en un Moab hoy porque alguien más tomó una decisión incorrecta? ¿Les darías un sentido de esperanza y fe en que todavía tienes el control y que vas a hacer que estas circunstancias funcionen para su bien supremo y para Tu gloria? Oro por el amor de Jesús y en Su nombre, amén.
Annamarie:Conociendo el poder del amor redentor juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
Nancy DeMoss Wolgemuth ha tocado las vidas de millones de mujeres a través del ministerio de Aviva Nuestros Corazones y del Movimiento de Mujer Verdadera, llamando a las mujeres a un avivamiento espiritual y a la feminidad bíblica. Su amor por Cristo y por Su Palabra es contagioso y permea todos sus alcances, desde sus conferencias hasta sus programas de radio.
Ha escrito veintidós libros, incluyendo Mentiras que las mujeres creen y la Verdad que las hace libres, En busca de Dios (junto a Tim Grissom), y Adornadas. Sus libros han vendido más de cuatro millones de copias y están llegando a los corazones de las mujeres alrededor del mundo. Nancy y su esposo, Robert, radican en Michigan.
Es difícil hablar de enfermedad cuando el sufrimiento físico está ahí, cuando las fuerzas disminuyen, cuando el médico no puede garantizar nada… cuando estamos cansados de sufrir, cuando quisiéramos estar sanos, volver a nuestras actividades, disfrutar de nuestros familiares y amigos, cuando incluso tenemos que soportar los comentarios incómodos de algunos visitantes que quieren expresarnos su simpatía…
Los que están enfermos pueden encontrar en la Biblia expresiones o pasajes que corresponden a lo que están viviendo, a sus percepciones. Dios les dará una palabra de ánimo, de consuelo.
No nos sanará necesariamente, aunque podría hacerlo. Él es soberano y no tiene que darnos explicaciones.
Sin embargo, en la Biblia encontramos palabras reconfortantes. Sea cual sea el desenlace de la enfermedad, Dios quiere que el creyente experimente su presencia y sus cuidados en medio de la prueba. Él es quien mejor comprende a la persona que sufre, y además tiene el poder para sostenerla.
Pero hay una curación que es segura, es la curación del alma. Jesús vino a la tierra como el médico divino. Si bien es cierto que sanó enfermedades físicas, sobre todo quiso salvarnos de la enfermedad mortal del pecado. Esta es la primera curación que debemos desear, pues todos la necesitamos y está asegurada a todos los que se la piden.