por SYDNEY J. HARRIS Octubre de 1972 Estrictamente personal
La gente continúa diciendo «Necesitamos un líder», o «Necesitamos mejor dirección», pero eso no es, en realidad, lo que quieren decir. Lo que la mayoría busca no es realmente un líder, sino un Mesías. Quieren alguien que les dé la Palabra. Y la Palabra, para ellos, significa aquello que les agrada y apela a sus preferencias y prejuicios, de modo que puedan seguirla de todo corazón. Pero eso no es lo que un verdadero líder hace; un líder dice a las gentes verdades duras, les muestra un camino difícil a seguir, demanda sus más elevadas cualidades, nunca los más bajos instintos. Un verdadero líder no nos dice lo que queremos oír, sino lo que debemos oír. En verdad, ésa es la diferencia entre un verdadero y un falso Mesías. Un falso mesías —tal como Hitler, en nuestro tiempo— se acomoda e inflama los temores, odios, iras y resentimientos de su pueblo y les guía a la destrucción en lugar de la salvación o autorrealización. Un verdadero Mesías —como Jesús, aun tomado en un plano mundano— reprende a su pueblo, le muestra sus errores, hace que deseen ser mejores, no más fuertes o más ricos, y les pide que se sacrifiquen por el bien común y por el bien de sus propias almas. Nunca es seguido por muchos, comúnmente muerto por la mayoría, y venerado solamente cuando está muerto de seguro y no es necesario que se le tome seriamente. Lo que buscamos, me temo, no es ni un verdadero líder ni un verdadero Mesías, sino un falso mesías: un hombre que nos dé respuestas sobresimplificadas, que justifique nuestro modo de ser, que castigue a nuestros enemigos, que defienda nuestro egoísmo como modo de vida y nos haga sentir cómodos dentro de nuestros prejuicios y premisas. Buscamos la clase de dirección que reconcilie lo irreconciliable, moralice lo inmoral, racionalice lo irrazonable y prometa una sociedad donde podamos seguir siendo tan estrechos, envidiosos y miopes como nos gustaría ser sin sufrir las consecuencias. En resumen, estamos invocando la magia, estamos orando por la venida del Brujo. Pero no hay Brujo. Solamente hay falsos profetas y vienen lo mismo de la derecha que de la izquierda, del centro como de abajo. De dondequiera que venga, no importa en qué se diferencien, todos se distinguen por la misma señal: los que nos gustan nos hacen sentir mejor, en vez de peor. Queremos seguirles porque «nos entienden». Pero todos los verdaderos profetas, desde el Antiguo Testamento hasta Jesús, nos hacían sentir peor. Sabían y decían que el mal no estaba en nuestros enemigos, sino en nosotros mismos. Demandaban que nos despojásemos de lo viejo y nos hiciésemos hombres nuevos. Y eso es lo último que deseamos hacer. Lo que buscamos es un líder que nos muestre cómo ser los mismos viejos hombres y mujeres sólo más exitosamente, y su nombre antiguo es Satanás.
Sydney J. Harris (14 de septiembre de 1917 – 7 de diciembre de 1986) fue un periodista estadounidense para el Chicago Daily News y, más tarde, el Chicago Sun-Times . Escribió 11 libros y su columna del día de la semana, «Estrictamente personal», se distribuyó en aproximadamente 200 periódicos de los Estados Unidos y Canadá .
El final de la batalla cultural está escrito Josué Barrios
«Estamos en medio de una batalla cultural». Esto afirman muchas voces desde todo el espectro ideológico y político. Todo parece indicar que tienen razón, a medida que hay agendas que buscan avanzar en su propósito de redefinir la realidad moral de nuestros países.
En medio de esto, para los cristianos bíblicos es fácil pensar que el mundo cada día está peor y así preguntarnos qué será del futuro de la iglesia y de nuestros hijos. ¿Cómo podemos mantener la calma en momentos como este? Aquí una clave: necesitamos recordar que ya hemos estado antes en esta situación varias veces a lo largo de la historia, en las que personas con influencia llaman a lo malo «bueno» y a lo bueno «malo» y en la que los valores bíblicos eran sostenidos por una minoría.
Como ejemplo de esto, tenemos las cartas del Nuevo Testamento, que nos muestran cómo la depravación sexual era común en la sociedad en tiempos de la iglesia primitiva (ver por ejemplo Romanos 1). «No hay nada nuevo bajo el sol» (Ec 1:9).
Esto tiene muchas implicaciones para nosotros. Te invito a reflexionar en ellas por ti mismo, pero aquí tienes una en la que te animo a pensar: Dios prevaleció en aquel entonces y todavía prevalece ahora. En otras palabras, no tenemos por qué temer al futuro en un mundo con políticas que atentan contra la familia, y películas que promueven la homosexualidad frente a los niños, por dar un par de ejemplos de cosas que preocupan (con cierta razón) a los cristianos.
Estamos seguros en las manos de Dios. Él dio a la iglesia la sabiduría —mediante Su Palabra— para vivir con fidelidad en épocas de profunda confusión moral en el pasado. Él sigue dándonos sabiduría ahora si somos humildes para pedirla y caminar en Su voluntad. Por lo tanto, una pregunta para hacernos es si estamos escuchando a Dios en primer lugar o nos estamos dejando intimidar por la «batalla cultural» de nuestros días y las voces de quienes hacen demasiado ruido en nuestra sociedad.
La extinción de la iglesia y los valores cristianos ya ha sido predicha incontables veces, pero aquí estamos. Como dice la Biblia: «El mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre» (1 Jn 2:17). Esto significa que es el mundo presente —todo sistema de valores opuesto al orden bondadoso de Dios— lo que en verdad está en extinción, no el cuerpo de Cristo.
En otras palabras, ya tenemos los spoilers de cómo termina la batalla cultural en este mundo. El final ya está escrito. Así que, ¿por qué llenarnos de temor ante cualquier cosa aparte de nuestro Dios?
El legendario detective de Sir Arthur Conan Doyle —Sherlock Holmes— es una de las creaciones más intrigantes de la ficción literaria. Es, sencillamente, extraordinario. Su famoso compañero, el Dr. John Watson, es ordinario, al menos en comparación. A menudo se ha retratado erróneamente a Watson como torpe, pero eso va en contra del intento de Doyle de que el lector promedio se identifique con Watson.
En este conocido diálogo entre Holmes y Watson, vea con qué personaje se identifica más:
HOLMES: Tu ves, pero no observas. La diferencia es clara. Por ejemplo, has visto con frecuencia los escalones que conducen desde el vestíbulo a esta habitación.
WATSON: Con frecuencia.
HOLMES: ¿Con qué frecuencia?
WATSON: Bueno, cientos de veces.
HOLMES: Entonces, ¿cuántos hay?
WATSON: ¿Cuántos? No lo sé.
HOLMES: ¡Exacto! No has observado. Y sin embargo, has visto. Ese es precisamente mi punto. Yo sé que hay diecisiete escalones, porque los he visto y los he observado.[1]
Probablemente no sepa cuántos escalones sube cada día, y por eso se identifica con Watson. Pero aquí Holmes está planteando una idea similar a la que Jesús plantea en Mateo 6:25‒34. Allí, Jesús aborda directamente el tema de la preocupación, diciéndonos qué hacer al respecto y por qué. Al igual que Holmes, dice que debemos mirar bien a nuestro alrededor y observar, o pensar profundamente sobre el significado de lo que vemos. Esto es lo que Jesús nos dice que meditemos si queremos liberarnos de la preocupación:
“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
”Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis?
”Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
”No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.
”Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (énfasis añadido).
La frase repetida con frecuencia “No os afanéis” es el tema principal. El Señor está emitiendo una orden de cese y abandono contra la ansiedad, basada en el cuidado soberano del Dios amoroso y omnipotente. Mientras que muchos profesionales mundanos ofrecen sugerencias terapéuticas y farmacológicas para controlar la preocupación, Jesús nos ordena que la dejemos por completo.
La próxima vez analizaremos más detenidamente Sus instrucciones.
¿Tiene todo el mundo un ángel de la guarda? By William Gouge
Argumento 1
Jacob dijo de su ángel: ‘el Ángel que me liberta de todo mal, bendiga a estos jóvenes; ‘, Génesis 48.16. Respuesta 1. ¿Cómo podría este ángel ser el ángel personal de Jacob, cuando Jacob ruega que bendiga a sus nietos? Por esto debería ser el ángel de ellos así como el de él. Respuesta 2. El ángel a quien Jacob se refiere en este caso era Cristo. Cristo es el protector común de todos nosotros. Además, es Cristo quien redime de todo mal, cosa que ningún ángel puede hacer. Respuesta 3. Finalmente, Jacob se refirió a Génesis 31 . 11, 13, donde el ángel que se le apareció se llamó a sí mismo « Yo soy el Dios de Bet-el», que era Cristo Jesús, y también al ángel que luchó con él, de quien dijo: « Vi a Dios cara a cara», Génesis 32.24, 30. Este también era Cristo.
Argumento 2
Cristo llamó a los ángeles de los pequeños «sus ángeles» (Mateo 18:10). Por lo tanto, cada uno tiene un ángel particular para su cuidado. Respuesta 1. Esto no se deduce, porque Cristo usa el número plural, sus ángeles, que puede implicar también muchos ángeles para cada uno. Respuesta 2. Se les llama sus ángeles sólo porque están designados para cuidar de estos pequeños; no sólo de uno en uno, sino también de uno en muchos, como una hueste cuidó de Jacob en Génesis 32.1. También muchas personas pueden ser cuidadas por una, como en Hechos 5.19.
Argumento 3
Los cristianos dijeron refiriéndose a Pedro: «Es su ángel», Hechos 12.15. Respuesta 1. Esto bien pudo haber sido simplemente el discurso improvisado de hombres asombrados, y no es base suficiente para un argumento sólido. Respuesta 2. Además, la gente pudo haber sido engañada por un error común de la época, como lo fueron los discípulos de Cristo en Mateo 17.10 y Hechos 1.6. Respuesta 3. Igualmente, la gente pudo haber usado ese término irreflexivamente, para desviar la insistencia de la criada en que Pedro estaba allí, de la misma manera que los inconversos pueden reaccionar ante el «avistamiento» de una persona muerta diciendo que debe ser su fantasma. Respuesta 4. Otra posibilidad es que pensaran que se trataba de un ángel enviado por Dios para confortar y animar a Pedro, y para llevarles noticias suyas, pero no uno que lo atendiera continuamente como su protector personal. Respuesta 5. La palabra ángel significa mensajero, y puede que en este caso no se refiera en absoluto a un ángel celestial, sino a un mensajero terrenal enviado por Pedro.
La idea de que cada cristiano tiene un ángel personal no debe albergarse en nuestro corazón, porque .
No tiene ningún fundamento claro ni justificación en la Palabra de Dios. Uno podría decir – ¿A cuál de los ángeles dijo Dios en algún momento – Espera en este individuo y nunca lo dejes, ni de noche ni de día?
Un mismo ángel ha atendido a varias personas, y ha llevado varios mensajes a uno y a otro, como Génesis 18.16, Lucas 1.19, 26.
Un mismo ángel ha liberado a varias personas a la vez, Hechos 5.18, 19.
Muchos ángeles han protegido juntos a la misma persona, 2 Reyes 6.17, Salmo 91.11.
Creer en la idea del ángel personal disminuye el consuelo que los cristianos pueden recibir al pensar en la guardia de una hueste de ángeles, como en Génesis 32.1, o de la legión de ángeles, como en Mateo 26.53, o de la innumerable compañía de ángeles, como en Hebreos 12.22. Perjudica ese consuelo apropiarse de un solo ángel para una sola persona.
La idea se acerca demasiado a la noción pagana de un genio bueno y otro malo que asisten a cada persona en particular, pues hay tanta probabilidad de que un solo demonio como tentador personal, asalte continuamente a cada uno, como de que un ángel bueno lo proteja.
Las diferencias de opinión entre los defensores de un ángel personal también socavan sus argumentos. Difieren sobre el momento en que los ángeles supuestamente asumen por primera vez esta función. Algunos sostienen que es cuando uno nace. Otros, en el momento del bautismo. Otros, en el momento de la conversión. (Curiosamente, ninguno piensa en un ángel para custodiar a un bebé en el vientre materno, cuando está sujeto a muchos peligros, y necesitando tal guardián tanto como más tarde).
Basta saber y creer lo que la Palabra de Dios ha revelado, que los santos ángeles de Dios tienen un cargo sobre nosotros, y cuidan especialmente de cada uno de nosotros, no uno solo sino muchos.
El ministerio de los ángeles es especialmente para los «herederos de la salvación». A este respecto los ángeles son llamados colectivamente ‘sus ángeles’, Mateo 18.10. Se dice que acampan alrededor de los que temen al Señor, Salmo 34.7. Esto es evidente por los muchos servicios que los ángeles les prestan a ellos y por ellos.
En esta vida, los ángeles ministran para el bien tanto de los cuerpos como de las almas de los santos, ya sea procurando cosas buenas positivas, o previniendo y corrigiendo males.
Las funciones particulares de los ángeles que conciernen al bien de los cuerpos de los santos en esta vida son las siguientes:
Los ángeles son administradores que proveen a los hombres en tiempo de necesidad. De esto tenemos una historia memorable en 1 Reyes 19,5-7.
Son como médicos, para curar sus males, Juan 5.4.
Son como enfermeros, para llevarlos, por así decirlo, en sus brazos, y guardarlos de todo mal, Salmo 91.11, 12.
Son como guías, para dirigirlos por el buen camino y evitar que se extravíen ( Génesis 24:7 y 32:1).
Son como soldados, para guardarlos y mantenerlos a salvo del peligro ( Salmo 34:7). Tenemos un gran ejemplo de esto en 2 Reyes 6.17. También están como soldados, para destruir a los enemigos de la iglesia, 2 Reyes 19.35.
Son rescatadores, salvadores y libertadores, para sacar a los santos del peligro y liberarlos, Hechos 5.19 y 12.7, 8, etc. A esto se puede referir su restricción de las cosas dañinas por naturaleza, de hacer daño, Daniel 6.22.
Con respecto a las almas de los hombres en esta vida, los ángeles son:
Como profetas o maestros, para instruirlos, Daniel 8.16, 17 y 9.22; Lucas 1.14, 15, 34, 35; Hechos 1.11.
Como consoladores, para consolarlos en sus temores y perplejidades, Génesis 21.17; Isaías 6.6, 7.
Como ayudantes, para estar con ellos contra Satanás, Judas 9; Zacarías 3.1.
Como correctores, para castigarlos por sus ofensas, a fin de sacarlos de sus pecados y llevarlos al arrepentimiento ( 2 Samuel 24:16).
El temor Del pánico a la paz por June Hunt “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”. (Isaías 41:10) I. DEFINICIONES A. ¿Qué es el temor? El temor puede ser su amigo o su enemigo. Cuando se encuentra en medio de una feroz tormenta, literal o figurada, el temor puede convertirse en una fuerza paralizante que lo conducirá a las profundidades de la oscuridad… o un catalizador que lo impulse a alcanzar alturas insospechadas. Cuando una tormenta se aproxima, el temor puede ser el candado que cierre su mente… o una ruidosa alarma que lo induzca a buscar un lugar seguro. ¿Qué papel juega el temor en su vida? Es un inmovilizador o un energizante,… ¿es su amigo o enemigo? La reacción que tenga al enfrentar el temor es lo que identifica el papel que éste juega en su vida. En vez de paralizarse por el miedo, use el temor como un medio para confiar su vida al Señor. Acuda a Dios como el único que le provee seguridad. Él promete estar con usted, y no sólo eso, sino que también lo guiará a través del proceso de su temor. “No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti”. (Isaías 43:1–2)
El temor es un a fuerte reacción emocional a un peligro percibido e inminente que se caracteriza por una reacción de pleito, huida o parálisis.
El temor puede ser real o imaginario, racional o irracional, normal o anormal.
El temor actúa como mecanismo protector que nuestro Creador colocó en cada uno de nosotros para activar todos nuestros sistemas físicos cuando enfrentamos un peligro real. El temor produce secreción de adrenalina en el cuerpo, la cual nos impulsa a la acción y que a menudo se llama la reacción de “ataca o huye”.
El temor es una emoción natural diseñada por Dios. Sin embargo, no fue diseño divino que cayéramos presas del pánico, pues eso es vivir en un estado de temor. La palabra griega de la cual se traduce el “temor” es deilia, que denota cobardía y timidez y en la Biblia jamás se usa en forma positiva. Vivir con una mentalidad basada en el temor o con un espíritu de temor no proviene de Dios. “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7) B. ¿Qué es la ansiedad? La ansiedad es prima hermana del temor. En el mundo de la psiquiatría y sicología, la ansiedad es como un paraguas que cubre diversos grados de ansiedad y temor, desde el más leve hasta el más extremo. ¡Periódicamente sentimos ansiedad! Pero mientras la ansiedad se pueda controlar y no se vuelva extrema o excesiva, no interferirá con nuestras actividades normales diarias. La palabra en español “ansiedad” se deriva del vocablo latín angere que significa “ahorcar o ahogar”. Los que viven en continua ansiedad experimentarán que las preocupaciones e inquietudes de la vida ahogan el deseo de aplicar en forma personal la palabra de Dios a su vida. “Pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa”. (Marcos 4:19)
La ansiedad es la intranquilidad o preocupación por una amenaza o de algo desconocido y se caracteriza por preocupación extrema o temor interminable.
La ansiedad señala un resultado incierto, la premonición de que algo va a pasar, pero no hay seguridad de ello; o el temor de que algo pasará, pero no se sabe si pasará o no.
La ansiedad excesiva involucra una sobrestimación de la probabilidad de un peligro y una exageración de su grado de “algo horripilante”.
La ansiedad evoluciona en desorden cuando se vuelve tan intensa, que ocupa la totalidad de los pensamientos, sentimientos y acciones impidiendo que la persona viva normalmente. Cualquiera que padece desorden de ansiedad se siente aislado, solo y diferente, como si fuera la única persona en todo el mundo que ha sido atacada por “esta cosa tan terrible”. Desórdenes de ansiedad
Fobias
Desórdenes de pánico
Desórdenes obsesivo-compulsivos
Ansiedad por enfermedad
Desórdenes de estrés postraumático
Desorden agudo de estrés
Desorden de ansiedad generalizado
Ansiedad producida por ingerir sustancias Dios no desea que estemos ansiosos en exceso, inquietos, aprensivos y preocupados. Él quiere que estos síntomas nos sirvan de señal y advertencia de que estamos permitiendo que las preocupaciones del mundo nos agobien. “Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día”. (Lucas 21:34) C. ¿Qué es un ataque de pánico? “¡Temor,… palpitaciones cardíacas… mareo… temblores… terror! ¿Cómo que no tengo nada malo? Doctor, sé lo que sentí, ¡sentí que me moría!” Y así continúa la conversación del paciente con el doctor porque sufrió un ataque de pánico. Además, el paciente acude a otros médicos con la esperanza de que le den un diagnóstico correcto para saber cómo se llama la temible enfermedad que padece. Sin embargo, después de varias visitas a los médicos y de practicarse una serie de análisis, no obtiene respuesta satisfactoria. “Quizá son sus nervios” es el comentario. No, es un ataque de pánico escalofriante… y se siente horrible. “Temor y temblor vinieron sobre mí, y terror me ha cubierto”. (Salmos 55:5)
Un ataque de pánico es un episodio breve y repentino de temor intenso con una variedad de síntomas físicos (tales como palpitaciones cardíacas y mareo) que ocurre sin la intervención de amenaza externa alguna.
La primera vez que se sufre un ataque de pánico, a menudo es una experiencia salida de la nada que sucede al estar realizando cualquier actividad normal, como una caminata al aire libre. De pronto le viene una racha de sensaciones de temor, pero duran por unos cuantos segundos o pocos minutos.
Un ataque de pánico no necesita del estímulo inicial para que vuelva a suceder y provoque otro ataque de pánico. El ataque de pánico suele suceder por sí mismo porque se alimenta del temor de volver a padecerlo.
Un ataque de pánico es temor fuera de control. “Porque el temor que me espantaba me ha venido, y me ha acontecido lo que yo temía”. (Job 3:25) D. ¿Que es una fobia? La fobia es la forma más extrema del temor. Los que sufren fobias tienen un temor irracional por un objeto o una situación que no representa una amenaza real. Su cuerpo está en continuo estado de alerta. A menudo presenta comportamientos para evitar y evadir el objeto de su temor. Por tanto, sus actividades están controladas por el temor, las experiencias de su vida están excesivamente limitadas por el temor y disminuye su calidad de vida en gran manera por causa de su miedo. “Me sobrevino un espanto y un temblor, que estremeció todos mis huesos”. (Job 4:14)
La fobia es un constante temor irracional a ciertos objetos o situaciones.
La palabra fobia viene de la palabra griega phobos, que quiere decir “temor, huir, terror”.En el Nuevo Testamento la palabra que se traduce “temor” generalmente es phobos, que en el idioma griego primero tuvo el significado de “huir” y luego se usó para referirse a “aquello que provoca que alguien salga huyendo”.
Una fobia difiere del temor en que… —La fobia es claramente excesiva e irracional (fuera de proporción comparada con el grado real de la amenaza). —La fobia se asocia con comportamientos diseñados para evitar algo (haciendo cosas diferentes deliberadas para evitar el temor). —La fobia se asocia con una menor calidad de vida (reduce el gozo en la vida).
Un desorden fóbico es un temor irracional constante que inhibe la capacidad de desempeñarse en forma normal. Si la fobia no produce efectos negativos considerables en su estilo de vida, entonces no es un desorden. El desorden fóbico puede tener tanto poder sobre la vida de una persona que lo lleva al punto de que sus pensamientos, percepciones y acciones de toda su vida se ven afectados. “De todas partes lo asombrarán temores, y le harán huir desconcertado”. (Job 18:11) E. ¿Cuántas clases de fobias existen? El tipo de fobia que experimenta una persona está determinado por el objeto o enfoque de su temor. Existen tres tipos principales de fobias que son dolorosas y atemorizantes para el que las padece. Típicamente la persona tratará de evitar cualquier pensamiento u objeto de estímulo que provoque el ataque de pánico. “Aun yo mismo, cuando me acuerdo, me asombro, y el temblor estremece mi carne”. (Job 21:6)
Fobias específicas (que anteriormente se llamaban fobias simples) Temor de un objeto o situación específica —Este tipo de fobia es experimentar un temor persistente en la presencia de o en el encuentro anticipado del objeto o situación que provoca temor. —Algunos ejemplos de objetos a los que se les teme son: elevadores, arañas, cuchillos, serpientes, gatos, fuego, insectos —La zoofobia es el temor a los animales y se caracteriza por un sentido de peligro aun cuando está en presencia de animales inofensivos. —Algunos ejemplos de situaciones temibles: volar, las alturas, la oscuridad, conducir por puentes o a través de los túneles —La acrofobia es el temor a las alturas y se caracteriza por sentir inseguridad extrema y de caer aunque no haya peligro de que eso suceda. —La claustrofobia es el temor a los espacios cerrados y se caracteriza por un sentido de asfixia en un ambiente cerrado.
Fobias sociales (comúnmente se llama desorden de ansiedad social) Temor a hacer el ridículo —Ese tipo de fobia se caracteriza por un temor paralizante de que se le considere tonto o de que se le juzgue por ser torpe en una situación social. —Ejemplos: Temor persistente a situaciones sociales tales como iniciar o mantener una conversación, comer en público, ir a una fiesta; también un temor constante de aparecer en público como el pánico escénico o temor a hablar en público.
Agorafobia (literalmente, “Temor de espacios abiertos”) Temor del temor (En espacios abiertos) —Esa fobia es el temor a sufrir un ataque de pánico en un lugar abierto del cual sería difícil o vergonzoso escapar. Se produce como resultado de varios ataques de pánico y es el temor de volver a sufrirlo. Por lo tanto, la persona evita cualquier situación que pudiera provocarlo.… —Ejemplo: Tener tanto temor de sufrir un ataque de pánico en un lugar público o en un lugar desconocido que se vuelve un ermitaño y no quiere salir ni de su propio cuarto. “Porque tuve temor de la gran multitud, y el menosprecio de las familias me atemorizó, y callé, y no salí de mi puerta” (Job 31:34) II. CARACTERÍSTICAS A. ¿Cuáles son los síntomas de un temor normal vs. uno anormal? En la Biblia encontramos que durante su vida, David corrió mucho peligro. Sus éxitos militares le ganaron la feroz envidia y los celos temibles del Rey Saúl. Por lo tanto, Saúl invirtió toda su energía en matar a su adversario… para eliminar la amenaza de su trono. David tenía temor normal y justificado, pero la persona que padece un temor anormal puede identificarse con la angustia que David padeció. “Mi corazón está dolorido dentro de mí, y terrores de muerte sobre mí han caído. Temor y temblor vinieron sobre mí, y terror me ha cubierto. Y dije: ¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría. ciertamente huiría lejos; moraría en el desierto”. (Salmos 55:4–7) Diferencias entre…
Temor normal ¿Por qué nos daría Dios la emoción del temor si sería perjudicial para nosotros? La respuesta se encuentra en la pregunta: ¿Si en este momento me sorprendiera un malhechor con cuchillo en mano, querría contar con los beneficios del temor? Entre sus beneficios se incluyen… —Aprensión (proceder con precaución) —Respiración agitada (para llevar más oxígeno a todo el cuerpo) —Mayor energía (para tener fuerza y reaccionar de inmediato) —Incremento en el ritmo cardíaco (para que la sangre dé energía a los músculos) —Estar más alertas (para estar prestos ante el peligro) —Pensamientos rápidos (para tener opciones a tomar en cuenta) —Contracción de músculos (para prepararnos y reaccionar con “atacar o huir”) —Incremento de la transpiración (para enfriar el cuerpo y evitar el sobrecalentamiento) —Pupilas dilatadas (para incrementar la visión, especialmente de noche) —Agudeza de los sentidos (para prepararnos a enfrentar el objeto que nos produce temor) —Menor sensación de sueño (para ayudarnos a tener más tiempo de estar alertas ante el temor) —Aumenta el habla (para ayudarnos a comunicar el problema)
Temor anormal En el caso del temor anormal, el nivel de temor es desproporcionado con la situación real, es más, podrían no estar relacionadas. El temor anormal puede provocar un ataque de pánico. La persona experimenta ataque de pánico cuando padece cuatro o más de los siguientes síntomas y alcanzan un máximo dentro de los siguientes 10 minutos o menos. (El cuerpo no puede mantener la reacción de “ataca o huir” por más de ese período de tiempo). —Dolor o molestia en el pecho (sentir que está padeciendo un ataque cardíaco) —Escalofríos o bochornos (sentir que debe ir al hospital) —Sensación de ahogo, dificultad al tragar (sentir que la garganta se le cierra) —Manos frías, sensación de hormigueo (siente entumecimiento) —Sensación de retraimiento (siente que está perdiendo contacto con la realidad o consigo mismo) —Mareo, dolor de cabeza (siente que se va a desmayar) —Temor de perder el control (siente que se va a volver loco) —Hiperventilación, dificultad para respirar (sentir que se desvanece) —Nauseas, diarrea, dolor abdominal y calambres (sentir que tiene una enfermedad que amenaza su vida) —Ritmo cardíaco acelerado, presión alta (siente que se le va a salir el corazón) —Sudor, transpiración excesiva (siente que es una vergüenza para todos los que están cerca) —Terror de morir (siente que va a morir) —Temblores y estremecimientos (siente que no hay salida) La gente que experimenta temor anormal no teme tanto al objeto de su temor, sino a los síntomas del mismo. Y en realidad su temor aumenta. Experimenta el mismo temor que tuvo Job. “Se han revuelto turbaciones sobre mí; combatieron como viento mi honor, y mi prosperidad pasó como nube”. (Job 30:15) B. ¿Cuáles son algunas de las características de la ansiedad? Todos experimentamos ansiedad, pero no todos la experimentamos de la misma manera, por la misma razón, o al mismo grado. ¡Por lo regular queremos evitar la ansiedad como si fuera una plaga! Sin embargo, no debemos temer a la ansiedad, sino entenderla y usarla para motivarnos a confiar más y más en Dios. “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí”. (Juan 14:1)
Ansiedad moderada—preocupación normal que puede ser saludable y de ayuda. —Nos motiva y nos conduce a mayor eficiencia. —Nos fuerza a salir de nuestra zona de comodidad. —Nos ayuda a evitar situaciones peligrosas. —Nos puede ayudar a aprender a vivir en dependencia del Señor. —Observe cómo el salmista le puso música a estas palabras cuando se volvió al Señor … “En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus consolaciones alegraban mi alma”. (Salmos 94:19)
Ansiedad intensa—obsesión anormal que es más profunda y problemática. —Hace que disminuya nuestra concentración. —Nos hace olvidadizos. —Obstaculiza nuestras actividades diarias. —Bloquea nuestra comunicación con los demás. —Observe cómo Salomón, siendo el hombre más sabio de toda la tierra dijo: “Quita, pues, de tu corazón el enojo”. (Eclesiastés 11:10) III. CAUSAS A. ¿Cuáles son las causas comunes del temor? Algunas situaciones que no provocan temor en la mayoría de la gente, pero sí provocan gran temor en ciertas personas. ¿Qué hace la diferencia? La percepción. La percepción de la persona que siente el temor. Su percepción de una situación afecta tanto el grado de su temor (cuánto miedo va a sentir), como su respuesta ante el temor (qué hará por causa de ese temor). Note las emociones cambiantes de los discípulos de Jesús cuando vieron algo que nunca antes habían visto (Mateo 14:26–33).
Temor: “Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven”. Fe: “Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús”.
Temor: “Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento”. Fe: “Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios”.
Amenaza percibida contra la seguridad —Seguridad económica: “Si no me va bien en esta presentación, podría perder mi trabajo; y no podré mantenerme a mí mismo ni a mi familia”. —Seguridad física: “Si me voy muy lejos de la casa podría verme involucrado en un accidente y lastimarme, quedar paralítico o incluso morir”. —Salud física: “Si no soy cuidadoso con lo que toco, como o bebo, puedo enfermarme y no podré trabajar, entonces perderé mi trabajo”. —Posesiones: “Si pierdo mi casa, no tendré donde vivir y no podré sobrevivir en las calles”. La solución: Aprenda que su seguridad se encuentra en su relación personal con el Señor. “En Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre?” (Salmos 56:11)
Amenaza percibida contra mi significancia —Identidad: “Si pierdo mi puesto en el trabajo, voy a perder todo por lo que he trabajado y entonces, ¿qué razón tendré para vivir?” —Auto-estima: “Si paso esa vergüenza frente a todos mis compañeros, jamás podré volver a trabajar porque estaré demasiado apenado”. —Reputación: “Si alguien se entera de mi manera compulsiva de lavar, no podré volver a ver a nadie a la cara”. —Auto-realización: “Si no logro graduarme y alcanzar todas las metas de mi vida, seré un fracaso”. La solución: Sepa que su vida significa tanto para Dios que él decidió salvarlo. “He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová, quien ha sido salvación para mí”. (Isaías 12:2)
Amenaza percibida contra el amor —Relaciones más cercanas: “Si pierdo a mi esposo(a), no sé que voy a hacer o cómo podré seguir viviendo”. —Talentos y habilidades: “Si no puedo actuar en el escenario, perderé a todos mis admiradores y a mis amigos y entonces estaré completamente solo(a)”. —Atractivo físico: “Si me pongo más vieja y gorda, mi esposo dejará de amarme”. —Posición en una relación: “Si no hago un mejor papel que los nuevos empleados, perderé el respeto de mis colegas”. La solución: Sepa que Dios lo ama más allá de cualquier comparación. “Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen”. (Salmos 103:11) B. ¿Cuáles son los factores que contribuyen al temor irracional? El temor no surge en un vacío. Algo ha hecho que usted se deje controlar por el temor y algo que dispara el temor. Esa experiencia sucedió en el pasado y lo que detona el temor sucede en el presente. Para actuar con sabiduría y saber por qué el temor lo controla en el presente, es importante hallar la verdad acerca del pasado de ese temor. “He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría”. (Salmos 51:6)
Experiencias previas —Experiencias traumáticas: Abuso o violación sexual infantil Accidente automovilístico Muerte de un ser querido o de una mascota amada —Formas en que otras personas asustan a los demás: Un padre que profería amenazas de violencia Hermanos que lo amenazaron con violencia Otras personas que lo amenazaron con violencia —El sentido de auto-estima que no se ha desarrollado: Rechazo, crítica o ridiculizarlo Bajo rendimiento académico Falta de habilidades atléticas —Padres que mostraban excesivo temor: “Mi tía tenía un trastorno de pánico”. “Mi padre se mostraba constantemente preocupado”. “Mi madre era temerosa y sobreprotectora”. Reconozca la razón de su temor y dígase a sí mismo la verdad acerca de su pasado y su presente. “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño”. (1 Corintios 13:11)
Carga emocional excesiva —Negación de los propios sentimientos: “Debo ocultar mi dolor”. “Debo negar mis desilusiones”. “Debo rechazar la ira”. —Mentalidad que busca complacer a los demás: “Debo evitar que alguien se enoje”. “Debo hacer que todos estén felices”. “Debo hacer que todos estén en paz conmigo”. —Estrés interno: “Tengo mucha ansiedad oculta”. “No puedo reconocer las situaciones estresantes”. “No tengo manera de ventilar mis emociones”. —Ambiente estricto o perfeccionista en el hogar o de parte de otras autoridades: “Nunca agradé a mis padres”. “Nunca fui lo suficientemente bueno”. “Fui objeto de castigos severos”. Reconozca la razón de su temor y permita que el Señor le ayude a sanar sus heridas. “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”. (1 Pedro 5:6–7)
Tratar de evitar una situación amenazadora —Rehusándose a enfrentar sus temores: “Tiendo a minimizar mi temor”. “Creo que en algún momento dejaré de sentir temor”. “Creo que puedo evitar situaciones atemorizantes”. —No dando oportunidad para el cambio: “No busco ayuda o alguien con quien hablar”. “No estoy tratando de entender por qué tengo tanto temor”. “No trato de aprender a confrontar mi temor”. —Seguir reforzando los temores: “Me ajusto a mis temores en lugar de confrontarlos”. “Todo lo que hago se alinea con mi temor”. “No voy a ningún lugar donde se eleve mi nivel de ansiedad”. —Robusteciendo los modelos de pensamiento negativos: “El temor domina mis decisiones”. “Tiendo a evaluarlo todo a través de la lente del temor”. “El temor domina todos mis pensamientos”. Reconozca la causa de su temor y deje que el Señor le ayude a enfrentar sus temores. “Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo”. (Isaías 41:13)
El pesimismo —Suponer que la vida es una amenaza: “Siempre espero hostilidad y odio contra mí”. “Siempre espero que habrá resistencia y obstáculos en mi camino”. “Siempre espero que habrá peligro y desastre”. —Da por hecho que pasará lo peor: “Asumo que siempre habrá rechazo y me ridiculizarán”. “Asumo que siempre me lastimarán y tendré dolor”. “Asumo que siempre habrá frustración y fracaso”. —Creer que nunca podrá cambiar: “He dejado de pensar que la vida podría ser normal”. “Pienso que el temor siempre me controlará”. “Asumo que Dios no puede ayudarme”. —Pensar que no se puede controlar la situación: “Cuando tengo temor me siento impotente”. “Cuando tengo temor me siento incapaz”. “Cuando tengo temor no puedo pensar con claridad”. Reconozca la razón de su temor y repítase a sí mismo la verdad de que … “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”. (Filipenses 4:8) C. ¿Cuáles son las causas físicas del temor y la ansiedad? Mucha gente se frustra consigo misma cuando siente temor. Trata de convencerse a sí misma de que no tiene ansiedad, pero no lo consigue. Mientras tanto, no sabe que sus sentimientos son el resultado y la respuesta a algo físico que está sucediendo, como una enfermedad o un medicamento. Sin importar cuál sea la aflicción que está padeciendo, recuerde que el Padre celestial lo ama, lo escucha y le ayudará. “Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido, ni de él escondió su rostro; sino que cuando clamó a él, le oyó”. (Salmos 22:24)
Evalúe su condición médica —En el mundo de la medicina hay una clasificación llamada desorden de ansiedad debido a una condición médica general e indica claramente que la falta de salud física de una persona contribuye a la ansiedad, temor y aun a ataques de pánico. —Las áreas de mayor preocupación que necesita evaluar son el corazón, los sistemas endocrino y respiratorio y su condición metabólica y neurológica. (Debe identificar cualquier deficiencia de vitamina B, niacina, pirodoxina calcio, o magnesio).
Evalúe si ha estado expuesto a sustancias tóxicas —Los profesionales denominan una de las causas de la ansiedad como “desorden de ansiedad inducido por alguna sustancia”. —Cualquier exposición a toxinas, todas las drogas, medicamentos, vitaminas y minerales, sean legales o ilegales con o sin receta médica debe evaluarse, tanto como las sustancias que se encuentran en los alimentos (como la cafeína y el azúcar). Si está sufriendo cierto grado de ansiedad que interfiere con su vida normal… —Primero, hágase un examen médico completo. (Dígale al doctor que se siente inusualmente ansioso. Sea específico). Reconozca que la gente puede estar predispuesta genéticamente a sufrir ataques de pánico. —Si no recibe la ayuda adecuada, busque una segunda opinión de otra especialidad médica como un siquiatra que se especialice en desórdenes de ansiedad. “El corazón del entendido adquiere sabiduría; Y el oído de los sabios busca la ciencia”. (Proverbios 18:15) D. ¿Cuáles son las causas del temor excesivo? El antídoto para el temor es el amor de Dios. La presencia de un temor sobrecogedor es la ausencia de confianza en el carácter del Dios de la Biblia y en la seguridad de su amor por usted. Si su percepción de Dios es que él no es “para usted,” estará a merced de sus propios recursos en los cuales apoyarse y en su propia filosofía de la vida para confortarlo y sostenerlo. La manera en que responde ante el temor a menudo está directamente relacionada con lo que usted cree acerca de Dios y lo que cree de sus promesas respecto a usted y su vida. “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31) “Tu reino es reino de todos los siglos, y tu señorío en todas las generaciones”. (Salmos 145:13)
El temor nos domina cuando olvidamos lo que Dios ha hecho por nosotros y que tenemos a nuestra disposición su poder. —Ejemplo bíblico: (Lea 1 Samuel 17:1–51) El ejército israelita estaba paralizado por el temor y huyeron de la presencia de Goliat, el gigante filisteo que retó a la nación de Israel. Sin embargo, un joven pastor llamado David corrió a enfrentarlo en la batalla. Con una pequeña piedra mató al gigante y el ejército filisteo estaba devastado. ¿Qué era lo que David sabía acerca de Dios que le permitió enfrentarse a Goliat cuando todos los demás soldados huyeron? David lo explica así: “Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo”. (1 Samuel 17:37) “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel”. (1 Samuel 17:45–46)
El temor nos domina cuando olvidamos que Dios nos ha comprado y que le pertenecemos. —Ejemplo bíblico: (Lea Gálatas 2:1–21) Mientras Pablo y Pedro estuvieron en Antioquía comían con los gentiles hasta que algunos miembros del concilio de Jerusalén llegaron. Entonces Pedro se apartó de los gentiles. Tenía temor de que los judíos circuncisos se enojaran con él por relacionarse con los gentiles incircuncisos. Sin embargo, Pablo no sólo siguió comiendo con ellos, sino que reprendió a Pedro por su hipocresía. ¿Qué sabía Pablo acerca de su relación con Dios que le dio valor ante esos hombres de tanto prestigio? El dio su razón cuando escribió que: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. (Gálatas 2:20) “Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres”. (1 Corintios 7:23)
El temor nos domina cuando olvidamos que Dios es nuestro ayudador. —Ejemplo bíblico: (Lea 1 Samuel 13:5–7 y 1 Samuel 13:15–14:23) El ejército de Israel era mucho menor que el del enemigo y se encontraba esparcido y escondido por el temor de la llegada de los filisteos. Sin embargo, Jonatán el hijo del rey de Israel y su paje de armas atacaron a un destacamento filisteo. Esa acción provocó que Dios hiciera que todo el ejército entrara en pánico y huyera del ejército israelí. ¿Qué convicción tenía Jonatán acerca de Dios, que le dio valor para atacar al enemigo mientras que al mismo tiempo los demás huían presas del temor? Las palabras de labios de Jonatán nos explican esa confianza. “Dijo, pues, Jonatán a su paje de armas: Ven, pasemos a la guarnición de estos incircuncisos; quizá haga algo Jehová por nosotros, pues no es difícil para Jehová salvar con muchos o con pocos” (1 Samuel 14:6) “De manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre’ ” (Hebreos 13:6)
El temor nos domina cuando olvidamos que Dios es nuestro Consolador. —Ejemplo bíblico: (Lea Juan 12:1–43) Muchos de los judíos que seguían a Jesús habían puesto su fe en él. Y muchos de los líderes judíos también creían en él pero no abiertamente. Cedieron ante el temor de perder el favor de los fariseos y que se les denegara la entrada a la sinagoga. ¿Qué era lo que los que confesaban a Jesús abiertamente sabían acerca de Dios que les impulsaba a actuar con base en su fe y no en el temor? Las palabras de Isaías nos dan la respuesta. “Oídme, los que conocéis justicia, pueblo en cuyo corazón está mi ley. No temáis afrenta de hombre, ni desmayéis por sus ultrajes”. (Isaías 51:7) “Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Quién eres tú para que tengas temor del hombre, que es mortal, y del hijo de hombre, que es como heno?” (Isaías 51:12)
El temor nos domina cuando olvidamos que Dios es soberano sobre nuestras vidas y que él nos protege. —Ejemplo bíblico: (Lea Hechos 27:1–44) Pablo y todos los que iban con él en el barco perdieron toda esperanza de sobrevivir cuando se vieron sorprendidos por el vendaval de un fuerte huracán. Sin embargo, después de 14 días de luchar contra los vientos y la lluvia, Pablo animó a los hombres y les aseguró que el ángel de Dios le había dicho que el barco se perdería, pero que todos sobrevivirían. ¿Qué era lo que Pablo sabía acerca de Dios que le dio tanto valor y confianza en medio de circunstancias de vida o muerte? Pablo conocía los salmos del Rey David. “Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar”. (Salmos 46:2) “No tendrá temor de malas noticias; su corazón está firme, confiado en Jehová”. (Salmos 112:7) E. ¿Qué nos dice Dios acerca de un temor saludable? A través de toda la Biblia, Dios repite una frase una y otra vez: “No temáis… no temáis… no temáis”. Él nos dice que no debemos temer a la gente o las cosas. Pero sí dice: “A Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás” (Deuteronomio 6:13). Este temor no se refiere al “miedo” ni sugiere que debamos tener temor de Dios. El significado de este tipo de temor es de reverencia y admiración. Debemos temerle, reverenciarle, porque él es el único y todopoderoso Dios, que tiene el poder de cambiarnos de adentro hacia fuera y hacernos la persona que él quiso que fuéramos cuando nos creó. Cuatro puntos del plan de dios El primer paso para experimentar libertad del temor en nuestra vida es reconocer que Dios es digno de nuestra reverencia. El segundo paso es someter nuestra vida… y nuestros temores… a su autoridad al recibir a su Hijo Jesús como Salvador y Señor.
1 El propósito de Dios para usted… es la salvación.
—¿Qué movió a Dios a enviar a su Hijo a la tierra? ¿Condenarla? No, ¡lo envió para demostrarnos su amor por medio de la salvación! “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”. (Juan 3:16–17) —¿Cuál fue el propósito de Jesús al venir al mundo? ¿Hacerlo todo perfecto y quitar todo el pecado? No, ¡vino a perdonar nuestros pecados, darnos el poder para obtener la victoria sobre éste y ayudarnos a vivir una vida plena! “Yo [Jesús] he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. (Juan 10:10)
2 Su problema… es el pecado.
—¿Qué es el pecado? El pecado es vivir de manera independiente de las normas de Dios, sabiendo lo que es correcto, pero decidiendo hacer lo malo. “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”. (Santiago 4:17) —¿Cuál es la consecuencia del pecado? La muerte espiritual; es decir, la separación espiritual de Dios. “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. (Romanos 6:23)
3 La provisión divina para usted… es el Salvador.
—¿Hay algo que pueda quitar la paga del pecado? Sí. Jesús murió en la cruz para pagar personalmente por nuestros pecados. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. (Romanos 5:8) —¿Cuál es la solución para ya no estar separados de Dios? Creer en Jesucristo como el único camino a Dios el Padre. “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. (Juan 14:6)
4 Su decisión… es someterse.
—Deposite su fe en (descanse en) Jesucristo como su Señor y Salvador personal y deje de confiar en las “buenas obras” como medio para ganar el favor de Dios. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. (Efesios 2:8–9) —Entregue a Cristo el control de su vida, y confíe su vida en sus manos. “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16:24–26) En el mismo momento en que decida creer en él y depositar su vida a Cristo, él le dará su Espíritu para que resida dentro de usted. El Espíritu de Cristo le dará su poder para vivir la vida plena y libre de temor que Dios quiere para usted, así que puede decirle una oración simple pero de corazón sincero como la que sigue: Oración para la salvación “Dios, quiero entablar una relación personal contigo. Reconozco que muchas veces he decidido seguir mi propio camino y no el tuyo. Por favor, perdona mis pecados. Jesús, gracias por morir en la cruz por mis pecados. Entra a mi vida y sé mi Señor y Salvador. En vez de ser controlado por el temor, te doy el control de mi vida a ti para vivir por fe. En tu santo nombre hago esta oración. Amén”. ¿Qué puede esperar ahora? Si hizo esta oración con toda sinceridad, ¡escuche lo que Dios tiene que decirle! “Y Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides”. (Deuteronomio 31:8) F. La raíz del problema de ser controlado por el temor Creencia incorrecta: “Como no puedo controlar mis temores, la mejor solución es tratar de evitar cualquier situación de temor”. Creencia correcta: Puedo enfrentar mi temor en la fortaleza del Señor y de esa manera no me dejaré dominar por el temor. Cristo vive en mí y al centrar mi atención en su perfecto amor y perfecta verdad, experimentaré su perfecta paz en medio de cualquier situación que me atemorice. “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”. (1 Juan 4:18) IV. PASOS PARA ENCONTRAR LA SOLUCIÓN A. Versículo clave para Memorizar “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”. (Isaías 41:10) B. Pasaje clave para leer y meditar Salmos 23 “Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días”. (Salmos 23) Cuando empeore su temor, puede intercambiar el pánico por la paz recordando Salmos 23.
Versículo 1: “Jehová es mi pastor; nada me faltará”. Imagine una escena pastoral en el campo con el Señor a su lado. Repítase cinco veces: “Jehová es mi pastor”. En cada repetición ponga énfasis en una palabra diferente: JEHOVÁ es mi pastor. Jehová ES mi pastor. Jehová es MI pastor. Jehová es mi PASTOR. JEHOVÁ ES MI PASTOR.
Versículo 2: “En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará”. Imagine que se encuentra al lado de un río tranquilo.
Versículo 3: “Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre”. Inhale profundamente en repetidas ocasiones y diga cinco veces: “Mi pastor restaura mi alma”. En cada repetición ponga énfasis en una palabra diferente: MI pastor restaura mi alma. Mi PASTOR restaura mi alma. Mi pastor RESTAURA mi alma. Mi pastor restaura MI alma. Mi pastor restaura mi ALMA.
Versículo 4: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. Reconozca que usted no está esclavizado. Diga lentamente: “No tendré temor porque el Señor está conmigo”. Repítalo cinco veces.
Versículo 5: “Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando”. Inhale profundamente varias veces y repita despacio: “El Señor es mi protector”. Repítalo cinco veces. En cada repetición ponga énfasis en una palabra diferente: EL Señor es mi protector. El SEÑOR es mi protector. El Señor ES mi protector. El Señor es MI protector. El Señor es mi PROTECTOR.
Versículo 6: “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días”. Agradezca al Señor por la manera en que él usará cada situación que le atemoriza para su bien. “Querido Dios, gracias por ser mi pastor. Tú me guías, tú me proteges y me das tu paz. Eres el que restaura mi alma. Conoces mis debilidades y las ocasiones en las que he sido presa del temor. Ahora, en mis debilidades decido confiar en tu fortaleza. Tú eres mi Pastor. Decido confiar en tu poder para dejar de temer y ejercer fe. Entrego mi temor a ti y te pido que lo uses para mi bien y recuérdame de mi necesidad perenne de ti. En tu santo nombre. Amén”. Si se enfoca en su temor, el pánico lo asaltará. Si se enfoca en su pastor, su corazón estará en paz. C. Del temor a la fe La infidelidad y el temor van de la mano porque el pecado sabotea nuestra relación con Dios. Tan pronto como Adán y Eva fueron infieles a Dios, cambiaron su fe en temor. Su comunión con Dios se vio quebrantada, se volvieron temerosos y se escondieron. Sabían que habían pecado y que merecían el desagrado y disciplina de Dios. Como resultado de ello, la muerte pasó a toda la humanidad. Todos hemos nacido con el estigma de la muerte y todos estamos destinados a ella. Afortunadamente, por la gracia de Dios no tenemos que morir espiritualmente (estar separados de Dios por toda la eternidad). “El temor de Jehová es manantial de vida para apartarse de los lazos de la muerte”. (Proverbios 14:27)
Empiece con un temor (reverencia y respeto) saludable de Dios. —Crea que Dios lo creó. (Génesis 1:26) —Crea que Dios tiene un plan maravilloso para su vida. (Jeremías 29:11) —Crea que Dios tiene autoridad sobre usted. (1 Corintios 6:19–20) —Crea que Dios le dará las recompensas o consecuencias con base en su decisión de obedecerle o no. (Gálatas 6:7–8) “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza”. (Proverbios 1:7)
Acepte que el temor no es parte del plan de Dios para su vida. —El temor le impide confiar en Dios. —El temor impide que se apropie de la gracia de Dios —El temor lo tiene bajo la esclavitud del temor. —El temor lo daña física, emocional y espiritualmente. “En Dios he confiado; no temeré; ¿qué puede hacerme el hombre?” (Salmos 56:4)
Sinceramente analice su temor para descubrir el origen real de su fobia. —Temor al rechazo… ¿Necesita usted ser amado y aceptado? —Temor al fracaso… ¿Necesita usted conocer el significado de su vida? —Temor a la pérdida económica… ¿Necesita usted sentirse seguro? “El temor del hombre pondrá lazo; mas el que confía en Jehová será exaltado”. (Proverbios 29:25)
Esté consciente del poder que tiene el amor de Dios por usted. —El amor de Dios incluye aceptación completa. —El amor de Dios nos proporciona el conocimiento de su autoestima. —El amor de Dios nos proporciona poder para superar todo temor. (1 Juan 4:18) —El amor de Dios nos da seguridad eterna. (Deuteronomio 31:8) “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia”. (Jeremías 31:3)
Comprométase a desarrollar su fe en Dios. —Ingrese a un grupo de estudio de la Biblia. (2 Timoteo 2:15) —Dedique tiempo a la meditación diaria y a la oración. (Filipenses 4:6) —Sea activo en una iglesia local que enseñe la palabra de Dios. (Hebreos 10:25) —Comprométase a memorizar y meditar en la palabra de Dios. (Salmos 119:97) —Sea obediente a la dirección de Dios en su espíritu. (1 Tesalonicenses 5:19) “Sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche”. (Salmos 1:2)
Involúcrese con otros creyentes. —Tenga comunión con otros cristianos. —Esté dispuesto a testificar de la fidelidad de Dios en su vida. —Enfóquese en servir a los demás. (Filipenses 4:10) —Reconozca que la responsabilidad en todo es de dos vías (la de Cristo y la suya). (Filipenses 4:13) “Hierro con hierro se aguza; y así el hombre aguza el rostro de su amigo”. (Proverbios 27:17)
Utilice la Palabra de Dios para controlar su imaginación cuando comience a salirse de la voluntad de Dios. —“Cuando tenga temor, confiaré en ti”. (Salmos 56:3) —“Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?” (Salmos 27:1) —“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. (Salmos 46:1)
Enfrente las situaciones de temor a través de la fe en el poder de Cristo. —Cristo siempre está listo para ayudar. —Reconozca su presencia real y pídale ayuda. (Filipenses 4:23) —Entregue a él su temor y reciba su gran amor. —Muestre amor hacia los demás enfocándose en sus necesidades. “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”. (1 Tesalonicenses 5:24)
Libérese de su temor y fortalezca su fe. —Confíe en Dios cada vez más. —Sea pacífico. —Sea agradecido. —Sea más como Cristo. “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias”. (Colosenses 2:6–7) D. La verdad os hará libres Cuando conocemos la verdad y actuamos con base a ella, podemos vencer el temor. La fuente de la verdad es Aquel que dijo ser el Camino, la Verdad y la Vida: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). La fuente donde encontramos la verdad de Dios es su palabra, la Biblia. El primer paso para identificar las mentiras que subyacen tras sus temores es aplicar la verdad y comenzar a reemplazarlas con la verdad. “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. (Juan 8:32).
Temor: “¡No puedo evitar este sentimiento de intenso temor!” Verdad: Ese sentimiento es una ilusión de mi mente y cuerpo. No se ajusta a la verdad. “Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado”. (Salmos 27:3)
Temor: “Soy un fracaso. Siento que me voy a morir”. Verdad: El tiempo de muerte está en las manos de Dios. Confiaré en Dios. “Ciertamente sus días están determinados, y el número de sus meses está cerca de ti; le pusiste límites, de los cuales no pasará”. (Job 14:5)
Temor: “Yo temo lo que otros piensen de mí”. Verdad: Mi paz viene de agradar a Dios, no de agradar al hombre. “Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables”. (2 Corintios 5:9)
Temor: “Estoy desesperado; nunca cambiaré”. Verdad: En Cristo, soy una nueva criatura. Dios da esperanza a todos. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17)
Temor: “Estoy tan nervioso, que no puedo pensar claramente”. Verdad: Dios guardará mi mente y me dará paz. “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. (Filipenses 4:7)
Temor: “Debo estar en control de las cosas para estar seguro”. Verdad: Dios está en control de mi vida, él está conmigo paso a paso. “Y Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides”. (Deuteronomio 31:8)
Temor: “Me siento atrapado y no veo la forma de salir”. Verdad: Dios siempre provee un avía de escape. “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”. (1 Corintios 10:13) E. Examínese en cuanto al temor Cuando examina su temor y el origen de él, su legitimidad y su patrón, podrá entender su temor y desarrollar una estrategia para resolverlo. Primero, acuda a Dios quien es la fuente de toda sabiduría y haga esta oración desde lo profundo de su corazón… “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno”. (Salmos 139:23–24) Identifique de manera específica su temor, ¿qué es exactamente a lo que le teme? Luego hágase estas preguntas:
¿Está relacionado mi temor con sucesos recientes o se originó en alguna situación específica del pasado?
¿Es el objeto o la circunstancia de mi temor una amenaza real o percibida?
¿Está mi temor asociado equivocadamente con un evento u objeto que no tengo por qué temer?
¿Proviene mi temor de ciertos lugares, gente o cosas que me recuerdan posibles consecuencias que me atemorizan?
¿Está mi temor presente y persistente arraigado en relaciones interpersonales que ya no frecuento o en un estilo de vida que ya no practico?
¿Es el temor que siento resultado de antiguos hábitos de responder con temor con tal de manipular a la gente que me rodea? “La ciencia del prudente está en entender su camino; mas la indiscreción de los necios es engaño”. (Proverbios 14:8) F. Venza la mentalidad de temor Si usted nació y creció en un hogar donde reinaba el temor, fácilmente pudo haber desarrollado una mentalidad basada en el temor y desde pequeño y haberse convertido en un adulto controlado por el temor de hacer enojar a alguna persona. En ocasiones, se siente impotente y sin poder confrontar o igualar a alguien de tú a tú. Seguirá a merced de los que lo rodean porque son “maestros de la manipulación” que usan tácticas de temor a menos que usted pueda reconocer la esclavitud en la que se encuentra y acepte el hecho de que Cristo vino al mundo para liberar a los cautivos. Sí, ¡Cristo vino para liberarlo! “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos”. (Lucas 4:18) Cuando sienta temor de una persona o situación:
Pregúntese si lo que usted teme va a suceder en realidad.
Afirme si lo que teme es algo que realmente es factible que suceda.
Reconozca que su fijación en el temor garantizará que vuelva a suceder.
Entienda que la mayoría de los temores no tienen nada que ver con lo que está sucediendo en ese momento.
Identifique sus traumas pasados que le provocaron temor.
Determine qué tan frecuente es el temor que está sintiendo. Pregúntese a sí mismo: —¿Qué temor del pasado estoy trayendo al presente? —¿Cuándo comencé a tener este temor? —¿Qué edad emocional tengo cuando siento este temor? —¿Dónde estoy cuando siento este temor? —¿Qué está sucediendo cuando tengo este temor? —¿Cómo me afecta este temor ahora? ¿A qué costo estoy sintiendo este temor?
Dígase a sí mismo: “No voy a dejar que este temor me controle. No permitiré que los temores del pasado me dominen”.
Repita esta frase una y otra vez: “Eso sucedió entonces, ahora es diferente… Eso sucedió entonces, ahora es diferente”.
Decídase a soltarse de las garras del temor.
Haga lo que tenga que hacer para controlar su temor y para dejar de ser temeroso.
Decida vivir aquí y ahora, y actúe de forma que no esté basado en su temor.
Comparta con alguien de su entera confianza sus temores y sus planes de cambiar. “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho”. (Santiago 5:16) G. Domine su temor por medio de la desensibilización Si aprende a identificar lo que dispara su temor, podrá controlar esas situaciones y arrebatarles el poder que ejercen sobre usted. Si se expone regular y continuamente a aquello que incita su temor (algo que activa o detona su sentido de temor o peligro) puede desensibilizarse para ya no temerlo. Si su temor es provocado por alguna situación o si está bajo cuidado médico por causa de sus ataques de pánico, puede tener victoria si sigue el siguiente proceso… “Ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios”. (1 Pedro 1:13) Del pánico a la paz Si usted es demasiado sensible a un objeto o situación, la desensibilización puede ser la clave para la libertad. Repita los siguientes pasos de manera sistemática, uno a la vez. Después de repetir cada uno por un período de una o dos semanas (o hasta que ya no tenga una reacción emocional fuerte), siga con el siguiente paso. Una reacción ligera es posible y podrá pasar al siguiente paso.
Aumente gradualmente su exposición al temor. Fobia específica—Ejemplo: temor a los aviones —Mire fotografías de aviones. —Vaya a un aeropuerto para ver cómo despegan y aterrizan los aviones. —Tome un vuelo corto con un amigo.
Practique cómo afrontar su temor. Fobia social—Ejemplo: temor a iniciar una conversación —Practique hacer las preguntas de un vendedor. —Tome la iniciativa de saludar con una sonrisa. —Escuche cuidadosamente lo que dicen las personas. —Haga preguntas sencillas acerca de los demás. —Haga comentarios breves acerca de usted. —Desarrolle interés genuino en otros.
Repita cada paso de nuevo hasta que note reacciones positivas. Agorafobia—Ejemplo: temor de un ataque de pánico (temor a espacios abiertos) —Abra la puerta principal de su casa y déjela abierta. —Permanezca parado a un lado de la puerta abierta el mayor tiempo posible. —Salga, permanezca en el patio delantero y respire profundamente. —Camine dentro de los límites de su propiedad. —Dé una vuelta al exterior de la casa. —Siéntese en el automóvil dentro de su cochera. —Pida a alguien que lo lleve a dar una vuelta en el auto. —Maneje el auto alrededor de la cuadra. —Vaya a un centro comercial y siéntese en su automóvil en el estacionamiento. —Vaya al centro comercial cuando no haya tanta gente y camine por él. —Entre a una tienda y salude a un empleado de ventas. —Haga una compra pequeña. —Cada paso que dé, dígase a sí mismo: “El Señor está conmigo; no temeré lo que me pueda hacer el hombre”. (Salmos 118:6) “Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará”. (Deuteronomio 31:6) Nota: En caso de reacciones fóbicas severas, el proceso de desensibilización se usa casi siempre con apoyo médico. H. Sugerencias de sentido común para vencer el temor y la ansiedad En ocasiones las sugerencias generales para enfrentar el temor se omiten porque son demasiado simples y muy “obvias” para considerarlas. Es como ver un bosque sin apreciar los árboles. Estos consejos podrían ser tan simples que no se les dan importancia, pero pueden ser el fundamento sobre el cual se puede edificar un plan efectivo para vencer el temor y la ansiedad. “Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca”. (Lucas 6:48)
Duerma lo suficiente.
Ejercítese con regularidad.
Diviértase y descanse lo suficiente.
Anímese de continuo.
Coma saludablemente y evite el consumo de alcohol y drogas.
Conociendo y Creciendo 2 Pedro 1:1–11 Si alguien en la iglesia primitiva sabía de la importancia de estar alerta, ese fue el apóstol Pedro. En sus primeros años, él tenía la tendencia de sentirse demasiado confiado cuando el peligro estaba cerca y de no tomar en cuenta las advertencias del Maestro. Actuó con apuro cuando debería esperar, se quedó dormido cuando debería orar, habló cuando debería escuchar. Fue un creyente valiente, pero imprudente. Pero aprendió su lección, y quiere ayudarnos a que nosotros también la aprendamos. En su primera epístola, Pedro recalcó la gracia de Dios (1 Pedro 5:12), pero en su segunda carta, el énfasis está en el conocimiento de Dios. La palabra “conocer” o “conocimiento” se usa por lo menos trece veces en esta breve epístola. No quiere decir una comprensión meramente intelectual de alguna verdad, aunque eso se incluye, sino una participación viva en ella en el sentido en que nuestro Señor la empleó en Juan 17:3: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (cursivas mías). Pedro empieza su carta con una breve descripción de la vida cristiana. Antes de describir a los falsificadores, define a los verdaderos creyentes. La mejor manera de detectar la falsedad es comprendiendo las características de la verdad. Pedro hizo tres afirmaciones importantes en cuanto a la vida cristiana verdadera.
La vida cristiana empieza con fe (2 Pedro 1:1–4) Pedro la llamó “una fe igualmente preciosa que la nuestra”. Quiere decir que nuestra posición con el Señor hoy es la misma que la de los apóstoles hace siglos. Ellos no tuvieron ninguna ventaja especial sobre nosotros simplemente porque gozaron del privilegio de andar con Cristo, de verlo con sus propios ojos y de participar en sus milagros. No es necesario ver al Señor con nuestros ojos humanos para amarlo, confiar en él y participar en su gloria (1 Pedro 1:8).
Esta fe es en una persona (vs. 1, 2).Esa persona es Jesucristo, el Hijo de Dios, el Salvador. Desde el principio de su carta, Pedro afirmó la deidad de Jesucristo. “Dios” y “nuestro Salvador” no son dos personas diferentes, sino que describen a una misma persona: Jesucristo. Pablo usó una expresión similar en Tito 2:10 y 3:4. Pedro les recuerda a sus lectores que Jesucristo es el Salvador, al repetir este título exaltado en 2 Pedro 1:11; 2:20; 3:2, 18. Un “salvador” es alguien que trae salvación, y la palabra “salvación” era familiar para todos en esos días. En su vocabulario, quería decir liberación de problemas; particularmente, liberación del enemigo. También llevaba la idea de salud y seguridad. Al médico se lo veía como salvador porque ayudaba a liberar el cuerpo del dolor y las limitaciones. Un general victorioso era un salvador porque libraba a su pueblo de la derrota. Incluso un funcionario sabio era un salvador porque mantenía la nación en orden y la libertaba de la confusión y la decadencia. No se requiere mayor esfuerzo para ver cómo el título “salvador” se aplica a nuestro Señor Jesucristo. Él es, en verdad, el Gran Médico que sana el corazón de la enfermedad del pecado. Es el Conquistador victorioso que ha derrotado a nuestros enemigos: el pecado, la muerte, Satanás y el infierno; y que está llevándonos en triunfo (2 Corintios 2:14 en adelante). Él es “nuestro Dios y Salvador” (2 Pedro 1:1), “nuestro Señor y Salvador” (2 Pedro 1:11), y “Señor y Salvador” (2 Pedro 2:20). Para ser nuestro Salvador, tuvo que dar su vida en la cruz y morir por los pecados del mundo. Nuestro Señor Jesucristo tiene tres “beneficios espirituales” que no pueden conseguirse de nadie más: justicia, gracia y paz. Cuando confías en él como tu Salvador, su justicia llega a ser tu justicia y se te da una posición correcta ante Dios (2 Corintios 5:21). Jamás podrías ganarte esa justicia; es una dádiva de Dios para los que creen. “…nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia” (Tito 3:5). Gracia es el favor de Dios para quienes no lo merecen. Dios, en su misericordia, no nos da lo que merecemos; en su gracia, nos da lo que no merecemos. Él es el “Dios de toda gracia” (1 Pedro 5:10), y nos la envía por medio de Jesucristo (Juan 1:16). El resultado de esta experiencia es paz; paz con Dios (Romanos 5:1) y la paz de Dios (Filipenses 4:6, 7). De hecho, la gracia y la paz de Dios nos son “multiplicadas” conforme andamos con él y confiamos en sus promesas.
Esta fe incluye el poder de Dios (v. 3). La vida cristiana empieza con una fe que salva, fe en la persona de Jesucristo. Pero cuando uno conoce a Jesús personalmente, también experimenta el poder de Dios, y este poder produce “la vida y la piedad”. El pecador no salvado está muerto (Efesios 2:1–3) y solo Cristo puede resucitarlo de los muertos (Juan 5:24). Cuando Jesús resucitó a Lázaro, dijo: “Desatadle, y dejadle ir” (Juan 11:44). ¡Quítenle la ropa sepulcral! Cuando por la fe en Cristo naces en la familia de Dios, lo hace completo. Dios te da todo lo que necesitas “para la vida y la piedad”. ¡No hay que añadir nada! “Vosotros estáis completos en él” (Colosenses 2:10). Los falsos maestros aducían tener una doctrina especial que añadía algo a la vida de los lectores de la carta de Pedro, pero él sabía que no había nada que añadir. Así como un bebé normal nace con todo el equipo que necesita para vivir, y lo único que precisa es crecer, así el creyente tiene todo lo que necesita y solamente precisa crecer. Dios nunca ha tenido que pedir que se le devuelva alguno de sus modelos porque le falta algo o es defectuoso. Tal como un bebé tiene una estructura genética definida que determina cómo va a crecer, así el creyente está estructurado genéticamente para experimentar gloria y excelencia. Un día será como el Señor Jesucristo (Romanos 8:29; 1 Juan 3:2). Él “nos llamó a su gloria eterna” (1 Pedro 5:10), y participaremos de esa gloria cuando Jesucristo vuelva y lleve a su pueblo al cielo. Pero también “nos llamó por su… excelencia”. Fuimos salvados para que anunciemos las virtudes de Aquel que nos “llamó de las tinieblas a su luz admirable” (ve 1 Pedro 2:9). ¡No debemos esperar hasta llegar al cielo para ser como Jesucristo! En nuestro carácter y conducta, debemos revelar su belleza y gracia hoy. Esta fe incluye las promesas de Dios (v. 4). Dios no solo nos ha dado lo necesario para la vida y la piedad, sino que también nos ha dado su Palabra para poder desarrollarlas. Estas promesas son grandísimas porque vienen de un gran Dios y conducen a una vida grandiosa. Son preciosas porque su valor sobrepasa todo cálculo. Si perdemos la Palabra de Dios, no hay manera de reemplazarla. A Pedro debe de haberle gustado la palabra “precioso”, porque escribió de una “fe preciosa” (2 Pedro 1:1; compara 1 Pedro 1:7), las “preciosas promesas” (2 Pedro 1:4), la “sangre preciosa” (1 Pedro 1:19), la piedra preciosa (1 Pedro 2:4, 6) y el precioso Salvador (1 Pedro 2:7). Cuando el pecador cree en Jesucristo, el Espíritu de Dios usa la Palabra de Dios para impartirle la vida y la naturaleza divinas. Un bebé tiene la naturaleza de sus padres, y una persona nacida del Espíritu tiene la naturaleza de Dios. El pecador perdido está muerto, pero el creyente está vivo porque participa de la naturaleza divina. El pecador perdido está descomponiéndose debido a su naturaleza corrupta, pero el creyente puede experimentar una vida dinámica de santidad porque posee la naturaleza de Dios. La humanidad está bajo el yugo de corrupción (Romanos 8:21), pero el creyente comparte la libertad y el crecimiento que son el producto de poseer la naturaleza divina. La naturaleza determina el apetito. El cerdo quiere lodo y el perro se comerá incluso su propio vómito (2 Pedro 2:22), pero una oveja desea pastos verdes. La naturaleza también determina la conducta. Un águila vuela porque tiene naturaleza de águila, y el delfín nada porque esa es la naturaleza del delfín. La naturaleza determina el medio ambiente: una ardilla trepa árboles, los topos cavan túneles subterráneos y una trucha nada en el agua. La naturaleza también determina la asociación: el león anda en manadas, la oveja en rebaños y el pez en cardúmenes. Si la naturaleza determina el apetito, y nosotros tenemos interiormente la naturaleza de Dios, debemos tener un apetito por lo puro y santo. Nuestra conducta debe ser como la del Padre, y tenemos que vivir en un medio ambiente espiritual correspondiente a nuestra naturaleza. Debemos asociarnos con lo que es conforme a nuestra naturaleza (ve 2 Corintios 6:14 en adelante). La única vida normal para los hijos de Dios es una vida santa, que lleva fruto. Como poseemos esta naturaleza divina, hemos “huido” o escapado por completo de la contaminación y la decadencia de este perverso mundo actual. Si nutrimos la nueva naturaleza con el alimento de la Palabra de Dios, tendremos poco interés en la basura del mundo. Pero si proveemos “para los deseos de la carne” (Romanos 13:14), nuestra naturaleza de pecado anhelará los “antiguos pecados” (2 Pedro 1:9) y desobedeceremos a Dios. La vida santa resulta de cultivar la nueva naturaleza que tenemos adentro.
La fe resulta en crecimiento espiritual (2 Pedro 1:5–7) Donde hay vida, debe haber crecimiento. El nuevo nacimiento no es el fin, sino el principio. Dios les da a sus hijos todo lo que necesitan para vivir vidas santas, pero ellos deben ser aplicados y diligentes para usar los “medios de gracia” que él ha provisto. El crecimiento espiritual no es automático. Requiere la cooperación con Dios y la aplicación de la diligencia y disciplina espirituales. “…ocupaos en vuestra salvación… porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer” (Filipenses 2:12, 13). Pedro mencionó siete características de la vida santa, pero no debemos considerarlas como siete cuentas en un collar ni tampoco siete etapas de desarrollo. La palabra traducida “añadir”, en realidad, quiere decir suplir en forma generosa. En otras palabras, cultivamos una cualidad al ejercer otra. Estas gracias se relacionan una con la otra así como las ramas se vincular al tronco y las ramitas a la rama más gruesa. Como el “fruto del Espíritu” (Gálatas 5:22, 23), estas cualidades brotan de la vida y una relación vital con Jesucristo. No basta que el creyente “se abandone y deje que Dios haga todo”, como si el crecimiento espiritual fuera obra solo de Dios. Literalmente, Pedro escribió: “hagan todo esfuerzo para acompañar”. El Padre celestial y el hijo deben trabajar juntos. La primera cualidad de carácter que Pedro mencionó fue la “virtud”. Hallamos esta palabra en 2 Pedro 1:3, donde se traduce “excelencia”. Para los filósofos griegos, significaba el cumplimiento de algo. Cuando algo en la naturaleza cumple su propósito, eso es “virtud, excelencia moral”. La palabra también se usaba para describir el poder de los dioses para hacer obras heroicas. La tierra que produce cosechas es excelente porque está cumpliendo su propósito. La herramienta que trabaja con corrección es excelente porque está haciendo lo que debe hacer. Se espera que el creyente glorifique a Dios porque tiene adentro la naturaleza de Dios; así que, cuando el creyente hace esto, muestra “excelencia”, porque está cumpliendo su propósito en la vida. La verdadera virtud en la vida cristiana no consiste en “pulir” cualidades humanas, por buenas que pudieran ser, sino en producir cualidades divinas que hacen a la persona más semejante a Jesucristo. La fe nos ayuda a cultivar la virtud, y la virtud nos ayuda a cultivar el “conocimiento” (2 Pedro 1:5). La palabra que se traduce “conocimiento” en 2 Pedro 1:2, 3 quiere decir conocimiento completo o conocimiento creciente. La que se usa aquí sugiere conocimiento práctico o discernimiento. Se refiere a la capacidad de manejar la vida con éxito. Es lo opuesto a pensar tanto en cosas celestiales que uno no sirve para nada en la tierra. Esta clase de conocimiento no surge en forma automática, sino que viene de la obediencia a la voluntad de Dios (Juan 7:17). En la vida cristiana, no deben separarse el corazón y la mente, el carácter y el conocimiento. “Dominio propio” es la siguiente cualidad en la lista de Pedro de virtudes espirituales. “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad” (Proverbios 16:32). “Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda” (Proverbios 25:28). En sus cartas, Pablo a menudo comparó al creyente con un atleta que debe hacer ejercicio y disciplinarse si espera ganar el galardón (1 Corintios 9:24–27; Filipenses 3:12–16; 1 Timoteo 4:7, 8). “Paciencia” es la capacidad de aguantar cuando las circunstancias son difíciles. El dominio propio tiene que ver con manejar los placeres de la vida, en tanto que la paciencia se refiere primordialmente a las presiones y los problemas de la vida. A menudo, la persona que se somete a los placeres tampoco tiene suficiente disciplina como para manejar las presiones, así que, se rinde ante ellas. La paciencia no es algo que se desarrolla en forma automática; debemos cultivarla. Santiago 1:2–8 nos da el enfoque apropiado. Debemos esperar que vengan pruebas, porque sin ellas, nunca podríamos aprender paciencia. Debemos, por fe, permitir que las pruebas trabajen para nosotros y no en contra, porque sabemos que Dios está obrando a través de ellas. Si necesitamos sabiduría para tomar decisiones, Dios nos la concederá si se la pedimos. A nadie le encantan las pruebas, pero sí disfrutamos de confiar en que Dios está actuando a través de ellas y haciendo que todo obre para nuestro beneficio y su gloria. “Piedad” simplemente quiere decir semejanza a Dios. En el griego original, esta palabra significa adorar bien. Describe al hombre que tiene la relación apropiada con Dios y con sus semejantes. Tal vez la palabra “reverencia” define mejor este término. Es la cualidad de carácter que hace que una persona se distinga; viva por encima de las minucias de la vida, de las pasiones y presiones que controlan la vida de otros; procure hacer la voluntad de Dios y, al hacerla, busque el bienestar de los demás. Nunca debemos pensar que la piedad es algo idealista, porque es intensamente práctica. La persona piadosa toma decisiones correctas y nobles. No toma la senda fácil simplemente para evadir el dolor o la prueba, sino que hace lo correcto porque es lo que corresponde y porque es la voluntad de Dios. El “afecto fraternal” (filadelfia en griego) es una virtud que Pedro debe de haber adquirido por la vía dura, porque los discípulos de nuestro Señor a menudo discutían y discrepaban entre sí. Si amamos a Jesucristo, también debemos amar a los hermanos. Debemos practicar “el amor fraternal no fingido [sincero]” (1 Pedro 1:22). “Permanezca el amor fraternal” (Hebreos 13:1). “Amaos los unos a los otros con amor fraternal” (Romanos 12:10). Amar a nuestros hermanos y hermanas en Cristo es una prueba de que hemos nacido de Dios (1 Juan 5:1, 2). Pero el crecimiento del creyente incluye otros aspectos aparte del amor fraternal; también debemos tener el amor que se sacrifica, como el que nuestro Señor mostró cuando fue a la cruz. La clase de amor del que habla 2 Pedro 1:7 es el amor ágape, el que Dios muestra hacia los pecadores perdidos. Es el amor que se describe en 1 Corintios 13, el que el Espíritu Santo produce en nuestros corazones cuando andamos en el Espíritu (Romanos 5:5; Gálatas 5:22). Cuando tenemos amor fraternal, amamos porque somos semejantes a los demás; pero cuando tenemos amor ágape, amamos a pesar de las diferencias que tenemos. Es imposible que la naturaleza humana caída fabrique estas siete cualidades del carácter cristiano. Deben ser producidas por el Espíritu de Dios. Con certeza, hay personas que no son salvas y que poseen un asombroso dominio propio y perseverancia, pero estas virtudes señalan hacia ellos mismos y no al Señor. Ellos son los que reciben la gloria. Cuando Dios produce la naturaleza hermosa de su Hijo en el creyente, es Dios el que recibe la alabanza y la gloria. Como tenemos la naturaleza divina, podemos crecer espiritualmente y cultivar esta clase de carácter cristiano. El poder de Dios y sus preciosas promesas son lo que produce este crecimiento. La estructura genética de Dios ya está allí: el Señor quiere que seamos “hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Romanos 8:29). La vida interna reproducirá esa imagen si cooperamos diligentemente con Dios y usamos los medios que nos ha dado con generosidad. Lo asombroso es esto: a medida que la imagen de Cristo se va reproduciendo en nosotros, el proceso no destruye nuestra personalidad. ¡Seguimos siendo singularmente nosotros mismos! Uno de los peligros en la iglesia de hoy es la imitación. Las personas tienden a llegar a ser como su pastor o como algún líder de la iglesia, o tal vez como algún creyente famoso. Al hacerlo, destruyen su propia singularidad y, a la vez, no logran llegar a ser como Jesucristo. ¡Pierden de todos modos! Como cada hijo en una familia se parece a sus padres, y sin embargo, es diferente, así también cada hijo en la familia de Dios llega a parecerse en mayor o menor grado a Jesucristo, y sin embargo, es diferente. Los padres no se duplican, se reproducen; y los padres sabios permiten que sus hijos sean diferentes.
El crecimiento espiritual da resultados prácticos (2 Pedro 1:8–11) ¿Cómo puede el creyente estar seguro de estar creciendo espiritualmente? Pedro da tres pruebas del verdadero crecimiento espiritual. Fruto (v. 8). El carácter cristiano es un fin en sí mismo, pero también es un medio hacia un fin. A medida que nos parecemos más a Jesucristo, más puede usarnos el Espíritu en el testimonio y el servicio. El creyente que no crece está ocioso y sin fruto. Su conocimiento de Jesucristo no está produciendo nada práctico en su vida. La palabra que se traduce “ocioso” también quiere decir inútil. ¡Los que no crecen, por lo general, fracasan en todo lo demás! Algunos de los creyentes más eficaces que conozco son personas sin talentos notables ni capacidades especiales, y tampoco con personalidades que entusiasman; y sin embargo, Dios los ha utilizado de manera maravillosa. ¿Por qué? Porque están llegando a ser más y más como Jesucristo. Tienen la clase de carácter y conducta que Dios puede bendecir. Son fructíferos porque son fieles; son eficaces porque están creciendo en su experiencia cristiana. Estas hermosas cualidades de carácter existen “en nosotros” porque poseemos la naturaleza divina. Debemos cultivarlas de manera que aumenten y produzcan fruto en y mediante nuestras vidas. Visión (v. 9). Los especialistas en nutrición dicen que la dieta puede ciertamente afectar la visión, y esto es cierto en el campo espiritual. La persona que no es salva está en la oscuridad porque Satanás ha cegado su entendimiento (2 Corintios 4:3, 4). Tiene que nacer de nuevo antes de que sus ojos sean abiertos y pueda ver el reino de Dios (Juan 3:3). Pero después de que nuestros ojos son abiertos, es importante que aumentemos nuestra visión y veamos todo lo que Dios quiere. La frase “tiene la vista muy corta” es la traducción de una expresión que quiere decir miope. Es el cuadro de alguien que entrecierra los ojos, incapaz de ver lejos. Algunos creyentes solo ven su propia iglesia o su propia denominación, pero no logran avistar la grandeza de la familia de Dios en todo el mundo. Otros ven las necesidades en su propio país, pero no tienen una visión por un mundo perdido. Alguien le preguntó a Phillips Brooks qué haría para avivar a una iglesia muerta, y él respondió: “¡Predicaría un sermón misionero y recogería una ofrenda!”. Jesús amonestó a sus discípulos: “Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega” (Juan 4:35). Algunas congregaciones de hoy son orgullosas y piensan como la iglesia de Laodicea, que decía: “Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad”, y no se dan cuenta de que son “un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” (Apocalipsis 3:17). Es una tragedia tener miopía espiritual, ¡pero es aun peor estar ciego! Si olvidamos lo que Dios ha hecho por nosotros, no nos entusiasmará hablarles de Cristo a otros. ¡Mediante la sangre de Jesucristo, hemos sido lavados y perdonados! ¡Dios nos ha abierto los ojos! ¡No nos olvidemos de lo que él ha hecho! Más bien, cultivemos la gratitud en nuestros corazones y afinemos nuestra visión espiritual. ¡La vida es demasiado breve y las necesidades del mundo demasiado grandes como para que el pueblo de Dios ande por todas partes con los ojos cerrados! Seguridad (vs. 10, 11). Si uno anda con los ojos cerrados, ¡tropezará! Pero el creyente que crece anda con confianza porque sabe que está seguro en Cristo. No es nuestra profesión de fe lo que nos garantiza la salvación; es nuestro progreso en esa fe lo que nos da la seguridad. El que afirma ser hijo de Dios, pero cuyo carácter y conducta no dan evidencia de crecimiento espiritual, se engaña a sí mismo y va camino al juicio. Pedro señaló que nuestra “vocación”, o “llamamiento”, y “elección” van juntos. El mismo Dios que elige a su pueblo también ordena los medios para llamarlos. Las dos cosas deben ir juntas, como Pablo les escribió a los tesalonicenses: “Dios os haya escogido desde el principio para salvación, …a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio” (2 Tesalonicenses 2:13, 14). No predicamos la doctrina de la elección a los perdidos; les predicamos el evangelio. Pero el Señor usa ese evangelio para llamar a los pecadores al arrepentimiento, y entonces, ¡esos pecadores descubren que han sido escogidos por Dios! Pedro también destacó que la elección no es excusa para la inmadurez espiritual o la falta de esfuerzo en la vida cristiana. Algunos creyentes dicen: “Lo que será, será. No hay nada que podamos hacer”. Pero Pedro nos amonesta a “procurar”, lo cual quiere decir hacer todo esfuerzo; ser diligente (el apóstol usó este mismo verbo en 2 Pedro 1:5). Aunque es verdad que Dios debe obrar en nosotros antes de que podamos hacer su voluntad (Filipenses 2:12, 13), también es cierto que debemos estar dispuestos a que lo haga, y debemos cooperar. La elección divina nunca debe ser una excusa para la ociosidad humana. El creyente que está seguro de su elección y llamamiento nunca “tropezará”, sino que demostrará mediante una vida coherente que es verdaderamente un hijo o hija de Dios. No siempre estará en la cumbre, pero siempre estará ascendiendo. Si hacemos “estas cosas” (las mencionadas en 2 Pedro 1:5–7, compara el versículo 8), y si demostramos crecimiento y carácter cristianos en nuestra vida diaria, podemos estar seguros de que somos salvos y que un día iremos al cielo. Es más, el creyente que crece puede mirar hacia adelante a una “generosa entrada” en el reino eterno. Los griegos usaban esta frase para describir la bienvenida a los campeones olímpicos cuando volvían a su casa. Todo creyente llegará al cielo, pero algunos tendrán una bienvenida más gloriosa que otros. Ay, algunos creyentes serán salvos “aunque así como por fuego” (1 Corintios 3:15). La expresión traducida “os será otorgada” en 2 Pedro 1:11 es la misma que se traduce añadir en 2 Pedro 1:5, y corresponde a una palabra griega que quiere decir costear los gastos de un coro. Cuando los grupos teatrales de los griegos presentaban sus dramas, alguien tenía que costear los gastos, que eran muy elevados. La palabra llegó a significar hacer generosa provisión. Si nosotros hacemos abundante provisión para crecer espiritualmente (2 Pedro 1:5), ¡Dios hará generosa provisión para nosotros cuando lleguemos al cielo! Simplemente, piensa en las bendiciones que disfruta el creyente que crece: fruto, visión, seguridad… ¡y lo mejor es el cielo! ¡Todo esto, y el cielo también! La vida cristiana empieza con fe, pero esa fe debe llevar al crecimiento espiritual; a menos que sea una fe muerta. Pero la fe muerta no es una fe que salva (Santiago 2:14–26). La fe lleva al crecimiento, y el crecimiento produce resultados prácticos en la vida y el servicio. Las personas que tienen esta clase de experiencia cristiana probablemente no sean víctimas de los falsos maestros apóstatas.
Wiersbe, W. W. (2013). Alertas en Cristo: Estudio expositivo de 2 Pedro, 2 y 3 Juan, y Judas (pp. 7-21). Editorial Bautista Independiente.
Las Escrituras son claras en cuanto al tema de la homosexualidad: es pecado, tanto en el deseo como en el acto.
Eso debería ser suficiente para todos los cristianos. Pero la Biblia también ilustra los efectos devastadores de la homosexualidad.
La imagen más impactante de la capacidad destructiva de la homosexualidad se encuentra en Génesis 19. Dos ángeles visitaron a Lot, sobrino de Abraham, en la ciudad de Sodoma, que estaba invadida por el pecado y la perversión sexual.
“Llegaron, pues, los dos ángeles a Sodoma a la caída de la tarde; y Lot estaba sentado a la puerta de Sodoma. Y viéndolos Lot, se levantó a recibirlos, y se inclinó hacia el suelo, y dijo: Ahora, mis señores, os ruego que vengáis a casa de vuestro siervo y os hospedéis, y lavaréis vuestros pies; y por la mañana os levantaréis, y seguiréis vuestro camino. Y ellos respondieron: No, que en la calle nos quedaremos esta noche. Mas él porfió con ellos mucho, y fueron con él, y entraron en su casa” (vv. 1–3).
Sin duda, Lot sabía qué tipo de corrupción reinaba en su ciudad y las malas intenciones que sus ciudadanos tendrían hacia sus espléndidos visitantes angelicales. Estaba claro que quería proteger a sus huéspedes, a los que sus vecinos nunca habían visto. Sin embargo, ya habían llamado la atención de los hombres de Sodoma.
“Aún no se habían acostado cuando los hombres de la ciudad de Sodoma rodearon la casa. Todo el pueblo sin excepción, tanto jóvenes como ancianos, estaba allí presente. Llamaron a Lot y le dijeron: ¿Dónde están los hombres que vinieron a pasar la noche en tu casa? ¡Échalos afuera! ¡Queremos tener relaciones sexuales con ellos!” (vv. 4–5, NVI).
No hay timidez en su demanda ilícita: no se avergüenzan de su objetivo y no intentan disimular sus malas intenciones. La perversión sexual dominaba tanto la ciudad que una multitud de presuntos violadores se había reunido abiertamente frente a la puerta de Lot, exigiendo acceso a sus visitantes.
Tontamente, Lot trató de razonar con la multitud lujuriosa.
“Entonces Lot salió a ellos a la puerta, y cerró la puerta tras sí, y dijo: Os ruego, hermanos míos, que no hagáis tal maldad. He aquí ahora yo tengo dos hijas que no han conocido varón; os las sacaré fuera, y haced de ellas como bien os pareciere; solamente que a estos varones no hagáis nada, pues que vinieron a la sombra de mi tejado” (vv. 6–8).
La oferta de Lot de entregar a sus dos hijas ilustra la influencia corrosiva de una corrupción tan generalizada. En el momento en que llegaron estos dos visitantes, supo que serían el blanco de toda la ciudad. De hecho, estaba dispuesto a sacrificar a sus propias hijas a la multitud para proteger a estos ángeles de ser acosados. El pecado sexual era tan común en esa ciudad que consideró la virginidad de sus propias hijas como una posible moneda de cambio.
Pero su oferta no interesó a la multitud. Su lujuria se centraba en los dos ángeles. “Y ellos respondieron: Quita allá; y añadieron: Vino este extraño para habitar entre nosotros, ¿y habrá de erigirse en juez? Ahora te haremos más mal que a ellos. Y hacían gran violencia al varón, a Lot, y se acercaron para romper la puerta” (v. 9). No dudaron en recurrir a la fuerza —y potencialmente al asesinato— solo para satisfacer su deseo ilícito.
Apretujándose contra la puerta, el apetito de la multitud no se calmaba. El intento de Lot de salvar a los ángeles había fracasado; ahora les tocaba a ellos salvarle de los habitantes de Sodoma. “Entonces los varones alargaron la mano, y metieron a Lot en casa con ellos, y cerraron la puerta. Y a los hombres que estaban a la puerta de la casa hirieron con ceguera desde el menor hasta el mayor, de manera que se fatigaban buscando la puerta” (vv. 10–11).
Estos hombres estaban tan consumidos por la lujuria que ni siquiera el hecho de quedar milagrosamente ciegos los disuadió de su malvada persecución. Algunos teólogos liberales han tratado de argumentar que el gran pecado de Sodoma no fue sexual en absoluto, sino que fue una falta de hospitalidad. Judas 7 descarta tal disparate: “Como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquellos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno”.
Sodoma no es solo un ejemplo del juicio decisivo de Dios contra los pecadores rebeldes. Es una vívida ilustración del peligro destructivo de los deseos sexuales desviados. La lujuria de esos hombres estaba completamente fuera de control. Los llevó a casi matar a Lot y derribar su puerta. Los llevó a andar a tientas a pesar de la ceguera repentina, aún persiguiendo la satisfacción pecaminosa. Tal es la corrupción consumidora de la lujuria desenfrenada.
“Gay” es un término absurdo para describir a aquellos que se han entregado al pecado homosexual. Ellos son todo menos gay. Es un estilo de vida de desesperanza y soledad, dedicado a un esfuerzo perpetuo e infructuoso por enterrar su enorme culpa bajo una campaña de autojustificación. Es un intento interminable por silenciar los gritos de la conciencia en pos de placeres malignos insatisfacibles.
El término gay es totalmente erróneo. Homosexual es el descriptor clínico. Pero el término bíblico es sodomita, e identifica el pecado por lo que realmente es: una pasión devastadora y lujuria totalmente fuera de control.
Romanos 1 nos dice exactamente cómo es esto. Cuando las personas rechazan a Dios y suprimen la verdad de Su existencia, Él las entrega a la homosexualidad (Ro. 1:24–27) y luego las entrega a una mente depravada (Ro. 1:28). Una mente depravada significa que usted ni siquiera está en condiciones de funcionar. Las personas pasan de una revolución sexual a la homosexualidad y, finalmente, a la demencia.
¿Qué puede haber más insensato que ignorar por completo la diferencia entre un hombre y una mujer? Eso es exactamente lo que hace el movimiento transgénero. Pero incluso la homosexualidad pervierte el diseño de Dios del hombre y la mujer, y demuestra que los homosexuales han negado la realidad misma. Por eso, Romanos 1:26 describe a los homosexuales como personas que tienen “pasiones vergonzosas” y “cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza”. La homosexualidad es degradante y, literalmente, va en contra de la naturaleza misma.
En pocas palabras, la homosexualidad es un pecado autodestructivo.
A medida que continúa Romanos 1, Pablo explica esa realidad con mayor detalle en lo que se refiere tanto a los individuos como a la sociedad en general. Eso es lo que veremos en el próximo blog.
Nunca esperé escuchar esas palabras a mis treinta y cinco años y con tres hijos pequeños.
Muchas cosas han pasado por mi mente desde que me diagnosticaron cáncer de mama HER2 positivo en etapa 3, pero un pensamiento principal ha sido mi gratitud por la teología reformada, a veces llamada calvinismo o «teología del Dios grande». Ha sido un refugio para mí en una de las temporadas más difíciles de mi vida.
Temo que la gente piense que la doctrina reformada es solo para pastores o aficionados a la teología, o que se trata solo de hombres muertos con largas barbas y ceños fruncidos. Pero la teología reformada ha sido un salvavidas para mí. Ha sido como un par de brazos fuertes debajo de mí, que me han sostenido durante noches de insomnio, ansiedades inquietantes y días llenos de fatiga y dolor. Me ha dado un lenguaje para clamar a Dios cuando no sabía qué o cómo orar. Me ha dado paz en medio de lo que, de otro modo, me destrozaría. Me ha llevado a un Dios soberano y sabio que hace todas las cosas para mi bien y nunca deja de amar a Sus escogidos.
Estas son tres verdades de la teología reformada experiencial que me están ayudando en mi lucha contra el cáncer. Espero que te ayuden a ti en tu sufrimiento.
1. Dios es glorificado en el sufrimiento de Su pueblo.
El centro de la teología reformada es la gloria de Dios. El propósito principal de toda persona, nos dice el Catecismo Menor de Westminster, es glorificar a Dios y gozar de Él por siempre. Su gloria es la razón por la que todo sucede. Esto incluye el sufrimiento de sus elegidos: abortos espontáneos, matrimonios difíciles, agonía por hijos incrédulos, fatiga o dolor crónicos, noches sin dormir, dolor por pérdidas… todo lo que aflige a Su pueblo.
Esto incluye mi cáncer. Que Dios sea glorificado en ello también.
El diagnóstico me impactó a mí, a mi familia y a mi iglesia. No fue un impacto para Dios. Aquel que me tejió en el vientre de mi madre (Sal 139:13), que conoce el número de cabellos de mi cabeza (Lc 12:7) y que gobierna cada célula de mi cuerpo ha ordenado mi cáncer: Él sostiene los procesos biológicos que lo crearon y sostienen. Él ordenó mi cáncer antes de que yo naciera. Nos encanta decir que «Dios es soberano», pero esa es una frase de cajón si Él no es soberano sobre mi cáncer.
«Viviré para verlo glorificado en mi cáncer, en esta vida o en la próxima, porque Dios es glorificado incluso en el sufrimiento de Su pueblo«
Siendo directa, Dios me dio este cáncer y me lo dio para Su gloria. Viviré para verlo glorificado en mi cáncer, en esta vida o en la próxima, porque Dios es glorificado incluso en el sufrimiento de Su pueblo.
Como John Piper ha dicho famosamente: «Dios es más glorificado en nosotros cuando estamos más satisfechos en Él». Dios recibe gloria cuando estoy más satisfecha en Él que en mi esposo, mis hijos, un cuerpo sano o cualquier cosa que la muerte pudiera robarme. Cuando Dios me despoja de todo y solo queda Él, mi alma encuentra su más profundo deleite en Él. Dios es visto como completamente suficiente. Se hace ver grande porque lo es.
Si mi sufrimiento traerá gloria a Dios, lo aceptaré. Él es digno.
2. Dios obra todas las cosas para el bien de sus escogidos.
Romanos 8:28 es una promesa preciosa y férrea: «Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito». (Es aún más preciosa cuando se entiende en su contexto).
En esta línea, John Newton señaló una vez: «Todo lo que Dios envía es necesario; nada que Dios retenga puede ser necesario». Reflexiona sobre ello un momento. Si yo supiera todo lo que Dios sabe, oraría para que me enviara un cáncer porque sabría que sería para mi gozo eterno.
No es necesario que esto tenga sentido para mí para que yo lo crea. No necesitas entender cómo Dios está obrando para tu bien para saber que lo está haciendo. Debemos creer en esta promesa por fe, aun cuando no la veamos.
Sé que el cáncer forma parte del buen plan de Dios para mí, pero no puedo decir con precisión cómo lo está usando para mi bien. Tal vez me ayude a luchar contra el pecado o a confiar más profundamente en Su gracia. Tal vez me ayude a desligar mi corazón de este mundo presente y enfocarlo hacia el cielo. Tal vez me brinde la oportunidad de dar testimonio de Su gracia y del poder del evangelio. Tal vez sea para la santificación de mi esposo o la salvación de mis hijos. Tal vez sea para edificar a otros en sus sufrimientos (2 Co 1:4). Tal vez sea todas o ninguna de estas cosas. Pero esto sí lo sé: Dios obrará esto para mi bien.
Romanos 8:28 es una promesa que creemos por fe, no por vista. Así que no le exigiré a Dios que me muestre todas las formas en que está obrando antes de creerle. En lugar de eso, confiaré en Su promesa incluso cuando esté a oscuras.
Un día, Dios me mostrará todo lo que estaba haciendo con mi cáncer de mama, y con gusto me maravillaré. Si perteneces a Cristo, Él también está obrando todas las cosas para tu bien.
3. Dios guardará a Su pueblo hasta el fin.
La teología reformada me enseña que Dios completará la obra que ha comenzado en mí y estará conmigo hasta el final. Mi salvación y felicidad eterna no dependen de que yo venza al cáncer, sino de la determinación inmutable de Dios de amarme y salvarme.
«Mi salvación y felicidad eterna no dependen de que yo venza al cáncer, sino de la determinación inmutable de Dios de amarme y salvarme«
No hay nada en el mundo lo suficientemente fuerte como para separarme del amor de Dios: ni el cáncer, ni la caída del cabello, ni las esperanzas incumplidas, ni el tiempo perdido con mis hijos, ni Satanás y sus mil demonios, ni siquiera la muerte misma. Nada puede separarme del amor de Dios en Cristo Jesús, mi Señor (Ro 8:31-39).
Raíces profundas
¿Por qué la teología reformada es importante para mí? Porque estoy en la batalla de mi vida y solo un Dios soberano me sacará adelante. Necesito una doctrina con raíces profundas, una doctrina capaz de manejar las profundas paradojas del dolor. Necesito un Dios bueno y soberano que se glorifique a Sí mismo a través del cáncer, que obre el cáncer para mi bien y que nunca me abandone.
La «teología del Dios grande» es un bálsamo para mi alma. Me ha sostenido la mano cuando lo único que podía hacer era llorar en el sofá. Se ha sentado a mi lado en el cuarto piso de la sala de oncología mientras la quimioterapia goteaba en mi cuerpo. Me ha susurrado promesas en mitad de la noche mientras me desvelaba temiendo el futuro. Ha sido una luz para mí cuando todas las demás luces se apagaron.
La vida cristiana está llena de peligros, dificultades y amenazas. Desarrollemos teología para la oscuridad mientras caminamos bajo el sol. Si vamos a hacerlo, necesitamos una «teología de Dios grande». Necesitamos poder confiar en las alturas de Su gloria y en las profundidades de Su amor por Sus escogidos. Esta seguridad me está sosteniendo en medio del cáncer y te sostendrá a ti en medio de cualquier sufrimiento que se te presente.
Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
Jenna DiPrima (MDiv, Southeastern Baptist Theological Seminary) trabaja para The Pillar Network en Winston-Salem, Carolina del Norte, donde su esposo, Alex, pastorea la Iglesia Emmanuel. Tienen tres hijos de 5, 4 y 2 años.
La palabra «Puritano» se originó en los años 1560s como un peyorativo hacia las personas que querían una reforma más profunda la «purificación»de la Iglesia de Inglaterra.
La Revolución Puritana fue un movimiento surgido en Inglaterra en el siglo XVI, de confesión calvinista, que rechazaba tanto a la Iglesia Católica como a la Iglesia Anglicana. Las críticas a la política de la Reina Isabel salían de los grupos calvinistas ingleses, que fueron denominados puritanos porque pretendían purificar la Iglesia Anglicana, quitándole los residuos del catolicismo y acercando su liturgia al calvinismo.
Desde el inicio los puritanos aceptaban la doctrina de la predestinación. El movimiento fue perseguido en Inglaterra, razón por la que muchos dejaron este país buscando otros lugares con mayor libertad religiosa. Un grupo, liderado por John Winthrop, llegó a las colonias de Inglaterra en América del Norte en abril de 1630.
Orígenes calvinistas del puritanismo Esta variante del protestantismo sería seguida en países como Suiza, Países Bajos, Sudáfrica (entre los afrikaners), Inglaterra, Escocia y los Estados Unidos. Juan Calvino se opuso a la Iglesia Católica y a los Anabaptistas y criticó la misa cristiana y por eso sus seguidores rompieron con la Iglesia Anglicana.
En Ginebra, cuando vivía Calvino, se inició un conflicto entre los partidarios de la Casa de Saboya (católicos) y los confederados (protestantes), que darían más tarde origen a los hugonotes. Con los ideales iluministas y la doctrina de Calvino, los primeros protestantes ingleses se volvieron un grupo típicamente conservador.
Los puritanos en Inglaterra El surgimiento del puritanismo está ligado a las confusiones amorosas del rey Enrique VIII (1509-1547) y a la llegada del protestantismo continental a Inglaterra. El movimiento puritano, en sus primeros estadios, fue claramente influido y apoyado por Calvino que, a partir de 1548 pasó a escribirse con los principales líderes de la reforma inglesa. En 1534 fue promulgada el Acta de Supremacía, convirtiendo al rey en «cabeza suprema de la Iglesia de Inglaterra». Con la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón, tía de Carlos I de España, el rey Enrique VIII y el Parlamento inglés separaron la Iglesia de Inglaterra de Roma, en 1536, adoptando la doctrina calvinista por comodidad. La Reforma se inició en Inglaterra gracias al rey y al Parlamento. En 1547, Eduardo VI, un niño muy enfermo, se convirtió en rey.
La Reforma protestante avanzó rápidamente en Inglaterra, pues el duque de Somerset, el regente del trono, simpatizaba con la fe reformada. Thomas Cranmer, el gran líder de la Reforma en Inglaterra, publicó el Libro de Oración Común, dando al pueblo su primera liturgia en inglés. María Tudor, católica, se convirtió en reina en 1553. Asesorada por el cardenal Reginald Pole, restauró su religión en 1554. En 1555 intensificó la persecución de los protestantes. Fueron asesinados trescientos, entre los cuales se hallaba el arzobispo de Canterbury, Thomas Cranmer (canonizado por la Iglesia Anglicana) y los obispos Latimer y Ridley. Ochocientos protestantes huyeron al continente, a ciudades como Ginebra o Fráncfort, donde absorbieron los principios doctrinales de los reformadores continentales. Isabel I ascendió al trono a los 25 años en 1558, estableció el «Acuerdo Isabelino», que era insuficientemente reformador como para satisfacer a aquellos que luego serían conocidos como «puritanos».
Enseguida promulgó el Acta de Uniformidad (1559), que autorizó el Libro de Oración Común, y restauró el Acta de Supremacía. En 1562, fueron redirigidos los Treinta y Nueve Artículos de la Religión, que son el patrón histórico de la Iglesia de Inglaterra, y a partir de enero de 1563 fueron establecidos por el Parlamento como la posición doctrinal de la Iglesia Anglicana. Entre 1567 y 1568 una antigua controversia sobre las vestimentas llegó a su auge en la Iglesia de Inglaterra. La cuestión inmediata era si los predicadores tenían que usar los trajes clericales prescritos. Esta controversia marcó una creciente impaciencia entre los puritanos en relación con la situación de una iglesia «reformada a medias». Thomas Cartwright, profesor de la Universidad de Cambridge, perdió su posición a causa de sus prédicas sobre los primeros capítulos del libro de los Hechos de los Apóstoles, en las cuales argumentó a favor de un cristianismo simplificado y una forma presbiteriana de gobierno eclesiástico. La primera iglesia presbiteriana fue la de Wandsworth, fundada en 1572. En 1570, un poco antes de ese evento, Isabel fue excomulgada por el Papa Pío V. La muerte de Isabel ocurrió en 1603 y no dejó heredero. Designó como sucesor a Jacobo I, hijo de María Estuardo, que ya gobernaba en Escocia. Cuando el rey fue coronado, los puritanos, a causa de la presunta formación presbiteriana del rey, tuvieron inicialmente esperanza de una mejoría de su situación. Para enfatizar esa esperanza presentaron la Petición Milenar en 1603, firmada por cerca de mil ministros puritanos, en la que pedían que la Iglesia Anglicana fuera «completamente puritana» en la liturgia y en la administración.
En 1604 se encontraron con el nuevo rey en la conferencia de Hampton Court para presentar sus peticiones. El rey amenazó con «expulsarlos de la tierra, o hacer algo peor», habiendo dicho que el presbiterianismo «armonizaba tanto con la monarquía como Dios con el diablo». Carlos I, opositor de los puritanos, fue coronado rey en 1625. En 1628, William Laud se convirtió en obispo de Londres (en 1633 fue nombrado arzobispo de Canterbury) y tomó medidas severas para eliminar la disidencia de la Iglesia Anglicana. Buscó instituir prácticas ceremoniales consideradas «papistas» por los puritanos, aparte de ignorar la justificación por la fe, a causa de su énfasis arminiano, oprimiendo violentamente a los puritanos y forzándolos a emigrar a América. En 1630, John Winthrop lideró el primer gran grupo de puritanos que fue hasta la Bahía de Massachusetts y, en 1636, se fundó el Harvard College. Laud intentó imponer el anglicanismo en Escocia, pero esto degeneró en un motín que sirvió para aliar a puritanos y escoceses calvinistas. En 1638, los líderes escoceses se reunieron en una «Solemne Liga y Alianza» y sus ejércitos marcharon contra las tropas del rey, que huyeron.
En 1640, el Parlamento restringió el poder del rey Carlos I. Las emigraciones a Nueva Inglaterra se estacionaron de forma considerable. La Asamblea de Westminster, así llamada por reunirse en la Abadía de Westminster, templo anglicano de Londres, fue convocada por el Parlamento de Inglaterra en 1643 para deliberar sobre el gobierno y la liturgia de la iglesia y para «defender la pureza de la doctrina de la Iglesia Anglicana contra todas las falsas calumnias y difamaciones».
Es considerada la más notable asamblea protestante de todos los tiempos, tanto por la distinción de los elementos que la constituyeron, como por la obra que realizó y aún por las corporaciones eclesiásticas que recibieron de ella los patrones de fe y las influencias salutares durante esos trescientos años.
La Asamblea de Westminster La Asamblea de Westminster se caracterizó no sólo por la erudición teológica sino por una profunda espiritualidad. Se tomaba mucho tiempo para orar y todo era hecho con un espíritu de reverencia. Cada documento producido iba al Parlamento para ser aprobado lo que sólo ocurría después de mucha discusión y estudio. Los llamados «Patrones Presbiterianos» elaborados por la Asamblea fueron los siguientes:
Directorio del Culto Público: concluido en diciembre de 1644 y aprobado por el parlamento al mes siguiente. Tomó el lugar del Libro de Oración Común. También fue preparado el Salterio: una versión métrica de los Salmos para uso en el culto (noviembre de 1645). Forma de Gobierno Eclesiástico: concluida en 1644 y aprobada por el parlamento en 1648. Instituyó la forma de gobierno presbiteriana en lugar de la episcopal, con sus obispos y arzobispos. Confesión de Fe: concluida en diciembre de 1646 y sancionada por el Parlamento en marzo de 1648. Catecismo Mayor y Breve Catecismo: concluidos a finales de 1647 y aprobados por el Parlamento en marzo de 1648. Como consecuencia de la ayuda de los escoceses, las fuerzas parlamentarias derrocaron al rey Carlos I, que fue decapitado en 1649.
El comandante victorioso, Oliver Cromwell, asumió el gobierno. Sin embargo, en 1660, Carlos II subió al trono y restauró el episcopado en la Iglesia de Inglaterra. Se inició una nueva era de persecuciones contra los presbiterianos.
En Escocia, la Asamblea General de la Iglesia Presbiteriana adoptó los Patrones de Westminster después de ser aprobados, dejando de lado sus propios documentos de doctrina, liturgia y gobierno que databan de la época de John Knox. La justificación era el deseo de una mayor unidad entre los presbiterianos de las Islas Británicas. De Escocia, esos patrones fueron llevados a otras partes del mundo.
Dogma y creencias El dogma central del puritanismo era la autoridad suprema de Dios sobre los asuntos humanos.
Además, los puritanos subrayaban que el individuo debía ser reformado por la gracia de Dios. Cada persona, a la que Dios mostraba misericordia, debía comprender su propia falta de valor y confiar en que el perdón que está en Cristo le había sido dado, por lo que, por gratitud, debía seguir una vida humilde y obediente.
Otros puntos de su doctrina incluyen:
Un énfasis en el estudio privado de la Biblia. Un deseo de que todos alcancen educación e ilustración (especialmente para que todos puedan leer la Biblia por sí mismos). El sacerdocio de todos los creyentes. Simpleza en la adoración, la exclusión de vestimentas, imágenes, velas, etc. La no celebración de festividades tradicionales que ellos consideraban estar en violación de los principios regulares de adoración. Creencia en guardar como obligatorio un día de la semana como está ordenado en los Diez Mandamientos, en el caso de ellos el día de la Resurrección de Jesús, Domingo. Algunos aprobaban la jerarquía de la Iglesia, pero otros buscaban reformar las iglesias episcopales al modelo presbiteriano. Algunos puritanos separatistas eran presbiterianos, pero la mayoría eran congregacionalistas.
Una de las descripciones potencialmente confusas del Apocalipsis es la referencia a los “siete Espíritus” o “siete Espíritus de Dios,” que se mencionan cuatro veces (1:4; 3:1; 4:5; 5:6). ¿Significa esto que hay siete Espíritus Santos?
Hay dos puntos de vista ortodoxos principales sobre la identidad de los siete Espíritus. Primero, algunos creen que esto se refiere a siete seres angélicos que están ante el trono de Dios en el cielo. Este punto de vista es posible porque los ángeles a veces son llamados espíritus. El problema con este punto de vista es que Apocalipsis 1:4 dice: «Gracia a vosotros y paz, de parte del que es y del que era y del que ha de venir, y de los siete Espíritus que están delante de su trono». Los ángeles no pueden ser la fuente de esta bendición que viene de Dios mismo. Sean quienes sean los siete Espíritus de Dios, deben ser iguales a Dios.
Por esta razón, es mejor interpretar «los siete Espíritus» como una referencia al Espíritu Santo. Pero esto plantea otra pregunta obvia: ¿Por qué referirse al Espíritu Santo de esta manera? Es interesante que el Espíritu Santo se mencione cuatro veces de esta manera, pero a menudo se le llama sólo Espíritu (1:10; 4:2; 17:3; 21:10). Las frases «siete Espíritus» y «siete Espíritus de Dios» son utilizadas por Juan «sólo cuando la perspectiva es la del cielo». [50] Esta es la forma celestial que tiene Juan de referirse al Espíritu Santo. Pero, de nuevo, ¿por qué este título en particular?
Algunos creen que el Espíritu Santo se describe así porque opera en las siete iglesias (Apocalipsis 1:11). Es posible, pero los siete Espíritus de Dios son enviados a todo el mundo en Apocalipsis 5:6, no sólo a las siete iglesias, por lo que este punto de vista parece inadecuado para explicar todos los usos de este título. La mejor interpretación es tomar esto como una referencia a dos pasajes del Antiguo Testamento. El primero es Isaías 11:2-5:
Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura..
Algunos se oponen a utilizar Isaías 11:2-5 porque sólo se enumeran seis actividades del Espíritu, no siete. Sin embargo, la Septuaginta, que es la primera traducción griega del Antiguo Testamento, añade una séptima virtud -la divinidad- a las seis. [51] El siete es el número de la terminación o la perfección, por lo que la mención de los siete Espíritus puede entenderse como una referencia al carácter y el ministerio del Espíritu en su plenitud.
La segunda alusión del Antiguo Testamento es a Zacarías 4:2-6:
Y me dijo: ¿Qué ves? Y respondí: He mirado, y he aquí un candelabro todo de oro, con un depósito encima, y sus siete lámparas encima del candelabro, y siete tubos para las lámparas que están encima de él; Y junto a él dos olivos, el uno a la derecha del depósito, y el otro a su izquierda. Proseguí y hablé, diciendo a aquel ángel que hablaba conmigo: ¿Qué es esto, señor mío? Y el ángel que hablaba conmigo respondió y me dijo: ¿No sabes qué es esto? Y dije: No, señor mío. Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.
Juan parece mezclar maravillosamente estos dos pasajes como método simbólico para referirse al único Espíritu Santo. [52]