La ascensión del Señor

Jueves 18 Mayo
(Jesús) los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo. Y aconteció que bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.
Lucas 24:50-51

La ascensión del Señor
La actitud de Jesús frente a sus discípulos, en el momento de Su ascensión, conmueve el corazón. En este momento de separación, antes de dejar a sus amados en el mundo, una vez más los bendijo a todos.

Una maravillosa transformación se había efectuado en los discípulos gracias a todo lo que Jesús les había comunicado. A pesar de la partida de su Maestro muy amado, sus corazones desbordaban de gozo, mientras que antes de Su muerte, y después, estaban decepcionados y entristecidos. Cualesquiera que fueran las circunstancias que atravesaran los muy amados del Señor, ellos estaban llenos de acciones de gracias y de gozo porque lo conocían no solo a él, sino también Sus palabras inmutables. Pero esperaban el hermoso momento en que solo él llenaría los corazones, en un mundo nuevo, donde no existirá separación ni motivo de tristeza.

Llenos de este gozo, los discípulos esperaron la llegada del Espíritu Santo, que sucedió el día de Pentecostés. Desde entonces, en la abundancia de la vida divina y bajo la poderosa acción del Espíritu Santo, ellos cumplieron su servicio, haciendo, como Jesús se lo había dicho en Juan 14:12, obras mayores que él mismo, a excepción de la redención, que solo él pudo cumplir.

El conocimiento del Señor debe producir en nosotros el deseo de aprender cada vez más de él, hasta el día en que nuestro conocimiento sea perfecto; porque seremos semejantes a él y le veremos tal como es (1 Juan 3:2).

1 Reyes 14 – Marcos 14:26-52 – Salmo 59:8-17 – Proverbios 15:23-24

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¿Por qué un único camino? | John MacArthur

John MacArthur presenta el evangelio de Cristo como el único y verdadero camino a la salvación. Hoy los posmodernistas declaran que «ningún camino único es el correcto», cualquier camino que desee tomar está bien. No existe la verdad absoluta. Pero en este libro, John MacArthur defiende la declaración exclusiva del cristianismo y presenta el evangelio de Cristo como el único y verdadero camino a la salvación.

El cristiano y la política | Otto Sánchez

¿Puede un creyente participar en política?

¿Cuál debe ser la reacción de la iglesia frente al involucramiento del cristiano en el ruedo político?

A través de los años, y aun hoy en día, la iglesia ha reaccionado de diversas formas, principalmente con estas tres posiciones: el activismo social, el fundamentalismo recalcitrante y la perspectiva bíblica balanceada.

La iglesia activista social es aquella que tiene como propósito los cambios sociales que mejoren la vida de la población. Fue esta visión que llevó a muchas iglesias a abrazar la Teología de la Liberación y seguir a teólogos católicos como el brasileño Leonardo Boff, el sacerdote peruano Gustavo Gutierrez y el sacerdote y guerrillero colombiano Camilo Torres Restrepo. Muchas iglesias al ver las víctimas de la pobreza, la marginación, la falta de oportunidades, la injusticia, etc., abrazaron el activismo social y sus diferentes manifestaciones como método de lucha.

El activismo social y su manifestación a través la Teología de la Liberación no es una alternativa teológica que encuentre apoyo en las Escrituras, aunque se usen algunos textos fuera de contexto.

La Teología de la Liberación pierde de vista la naturaleza y propósito de la iglesia. Si bien es cierto que los males de la sociedad nos afectan, la manera que tiene la iglesia de combatirlo es por medio de la predicación del evangelio, y no por medio de la lucha armada. El mensaje del evangelio busca transformar al ser humano por medio de la gracia de Cristo y no por medio de la superación de los males sociales. La Biblia promueve el progreso, el trabajo, la dignidad y la redención integral del ser humano, pero a través de la obra redentora de Cristo en nosotros.

La iglesia fundamentalista recalcitrante en repudio al activismo social se desconectó de sus responsabilidades civiles y de todo lo que tuviera que ver con su participación en la búsqueda de soluciones a los males que aquejan la sociedad. John Stott[1] da su versión sobre el abandono de la iglesia a su misión integral y señala que los principales elementos que han influido son el surgimiento del fundamentalismo, la reacción al evangelio social (1910-1915) de Walter Raushenbuschs, la desesperanza en el período de las dos grandes guerras, entre otros.

La perspectiva bíblica balanceada nos da el estándar de lo que debe ser el creyente y sus responsabilidades civiles incluyendo la política. Las Escrituras nos enseñan que nuestra manera de actuar no se separa de lo que somos delante de Dios y de lo que debemos ser delante de los hombres.

¿Puede un creyente participar de la política partidista organizada?

Ante esta pregunta, mi respuesta podría ser arriesgada para algunos. Es un absoluto ¡sí!, pero bajo ciertas condiciones. Un creyente puede participar en política bajo los estándares que la palabra de Dios establece de lo que debe ser el comportamiento ético de un discípulo de Cristo.

Sal de la tierra y luz del mundo (Mateo 5: 13-16)

En el Sermón del Monte, Cristo le dice a sus discípulos que ellos son sal y luz de la tierra. Ellos saben muy bien qué significan estas metáforas, al conocer las grandes salinas del Mar Muerto. Entendieron que al igual que la sal debían influenciar al mundo, dándole sabor y preservando el evangelio. Había corrupción en las cortes herodianas (Mateo 14:1-12); transigencias de poder por los saduceos; esfuerzo moral serio pero equivocado de algunos fariseos; visiones revolucionarias de los rebeldes zelotes y los experimentos de la llamada pureza moral de los separatistas de Qumrán y los esenios[2]. Es en ese contexto que el Señor les dice a sus discípulos que son la sal de la tierra.

La luz en este pasaje tiene dos imágenes particulares:

En ambos casos Jesús enseña que la luz penetra la oscuridad y no puede ni debe esconderse. De otra manera la luz pierde su propósito. El creyente, en el cumplimiento de sus responsabilidades civiles incluyendo la política, no debe olvidar que primero él es un representante de Cristo y después es todo lo demás. Somos compromisarios del reino de Dios: por lo tanto, todos los roles que asumamos están subordinados a nuestros roles como servidores de la causa de Cristo.

El creyente en su rol de político

John Stott[3] traza una diferencia entre política y político. Esta diferencia es a partir de la etimología del término:

  • Sentido amplio

En el sentido amplio, política es un sustantivo, que viene del griego polis (ciudad). Y quiere significar la vida de la ciudad. En ese sentido amplio tenemos el adjetivo político que viene del griego polités (ciudadano) que denota las responsabilidades de este con la (polis) ciudad.

  • Sentido restringido

En el sentido restringido política es el arte de gobernar. Este término está relacionado con la elaboración y la adopción de medidas específicas con vistas a que se perpetúen en el marco de la ley.

Trazadas esas diferencias que Stott establece debemos preguntarnos si Jesús participó en política. La respuesta, es que en el sentido amplio sí; pero en el sentido restringido es evidente que no:

  • No participó en ningunas de las opciones de poder político de su época.
  • No fundó ningún partido político.
  • No adoptó ningún programa político vigente en su tiempo.
  • No dirigió una protesta política.
  • No dio ningún paso para influir en las políticas del César, de Pilato, ni de Herodes.

Sin embargo, su mensaje afectó la vida política y social de su época, llegando hasta el día de hoy. Trajo un nuevo paradigma de justicia y libertad a partir del servicio, la justicia y el amor. Los cristianos que participan o quieren participar en la política en su sentido restringido deben tomar en cuenta los siguientes elementos:

  1. Prioridad. Aunque la iglesia somos los creyentes, y algunos creyentes están en el campo político, el mensaje central de la iglesia debe ser el evangelio y sigue siendo la cruz de Cristo como esperanza integral del ser humano.
  2. Llamado confirmado. El cristiano que participa en política debe tener un llamado especial de Dios que debe ser confirmado por hombres de Dios sabios, preparados y experimentados. José, Daniel, David fueron servidores de Dios en las diferentes plataformas del poder político de su tiempo. Su éxito fue congruente con el llamado que Dios lo hiciera.
  3. Preparación adecuada. Los creyentes que participan en la política no deben ser improvisados ni aficionados. Deben ser profesionales de la política. Personas que hayan recibido instrucción formal o informal sostenida del quehacer político.
  4. Perspectiva correcta. Debemos evitar lo que Chuck Colson llamó la “ilusión política”[4]. El cristiano que hace política debe estar consciente de la depravación del ser humano y que un mundo de total justicia no puede ser posible.
  5. Pureza de la iglesia. El creyente llamado por Dios al quehacer político debe combatir la politización de la iglesia.
  6. Honestidad. Que las gestiones del creyente en cargos públicos sean como consecuencias de su honestidad y capacidad técnica, y no de su sagacidad partidista.
  7. La verdad de Dios. Dios y Su Palabra es su norma de fe y conducta, y no las circunstancias del momento.

5 principios a tomar en cuenta a la hora de votar, hacer política o afiliarnos a un partido o candidato.

  1. Evaluar el compromiso del partido político con la libertad de expresión del pensamiento, sea religioso, político o filosófico.
  2. La protección de la vida como sagrada.
  3. La provisión de justicia para todos.
  4. La preservación de la familia tradicional según los valores bíblicos.
  5. Gobernar con excelencia inspirado en un Dios que así lo espera(Deut. 17:14–20).

Los evangélicos en el mundo de la política, principalmente en el siglo XX  van desde la ultra derecha recalcitrante de algunos sectores del “Bible Belt” del Sur norteamericano, los escándalos de corrupción, misticismo y crueldad en África y Asia, el liberalismo europeo, hasta la suma de todo lo anterior en Latinoamérica, lo cual deja un balance no muy positivo. Sin embargo, por todo esto no debemos dejar de dar respuestas a los males de la cultura desde una cosmovisión cristiana. Wilberforce y the Claphman Sect en Inglaterra, o Abraham Kuyper en Holanda son buenos precedentes de lo que podemos hacer como evangélicos y tener buenos resultados. Debemos apoyar a creyentes piadosos, preparados y llamados por Dios al ruedo político para glorificar Su nombre en estas delicadas funciones y salir bien en esa arena movediza de la política, tal como lo hicieron José, Daniel o Ester.

[1] John Stott, La fe cristiana frente a los desafíos contemporáneos. Libros Desafío ©1999

[2] Stassen y Gushee. La ética del reino. Editorial Mundo Hispano ©2007

[3] John Stott. La fe cristiana frente a los desafíos contemporáneos. Libros desafíos ©1999

[4] Norman Giesler. Ética cristiana. UNILIT ©2002

​Otto Sánchez es miembro del concilio de Coalición por el Evangelio. Es pastor de la Iglesia Bautista Ozama (IBO) en Santo Domingo, República Dominicana. Es además director del Seminario Teológico Bautista Dominicano. Está casado con Susana Almánzar, y tienen dos hijas. Puedes encontrarlo en Twitter.

Un error llamado teología inclusiva | Augustus Nicodemus Lopes

El modelo de Dios para el ejercicio de la sexualidad humana es la relación entre un hombre y una mujer en el marco del matrimonio. En este ámbito, la Biblia sólo deja dos opciones para los cristianos: el matrimonio heterosexual y monógamo o la vida célibe.

A la luz de las Escrituras, las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo no son vistas como una opción o alternativa, sino como una abominación, un pecado y un error, siendo tratadas como una práctica antinatural. Sin embargo, en este tiempo que vivimos, está creciendo en la sociedad en general, y en sectores religiosos, una valoración de la homosexualidad no sólo como un comportamiento aceptable, sino supuestamente compatible con la vida cristiana. Se han propuesto diferentes enfoques teológicos para admitir que hombres y mujeres homosexuales pueden ser aceptados como parte de la Iglesia y expresar libremente su homosexualidad en el ámbito cristiano.

Hay muchos pasajes en la Biblia que se refieren a la relación sexual patrón, normal, aceptable y ordenada por Dios, que es el matrimonio monógamo heterosexual. Desde el Génesis, pasando por la ley y la trayectoria del pueblo hebreo, hasta los evangelios y epístolas del Nuevo Testamento, la tradición bíblica apunta al sentido de que Dios creó al hombre y a la mujer con roles sexuales definidos y complementarios desde el punto de vista moral, psicológico y físico. Así, es evidente que no es posible justificar la relación homosexual desde las Escrituras, y mucho menos darle a la Biblia algún significado que minimice o neutralice su caracterización como un acto pecaminoso. En ningún momento la Palabra de Dios justifica o legitima un estilo de vida homosexual, como han tratado de hacer los defensores de la llamada “teología inclusiva”. Sus argumentos tienen poco o ningún apoyo exegético, teológico o hermenéutico.

La “teología inclusiva” es un enfoque según el cual, si Dios es amor, aprobaría todas las relaciones humanas, cualesquiera que sean, siempre que exista este sentimiento. Esta línea de pensamiento ha llevado al surgimiento de iglesias donde los homosexuales, en esta condición, son admitidos como miembros y se les enseña que el comportamiento homosexual no es un impedimento para la vida cristiana y la salvación. Entonces, siempre que haya un amor genuino entre dos hombres o dos mujeres, su comportamiento se validará a la luz de las Escrituras. La falacia de este pensamiento es que la misma Biblia que nos enseña que Dios es amor también dice que Él es santo y que Su voluntad respecto a la sexualidad humana es que se exprese dentro del matrimonio heterosexual, estando prohibidas las relaciones homosexuales.

En segundo lugar, la “teología inclusiva” sostiene que las condenas que se encuentran en el libro de Levítico se refieren únicamente a las relaciones sexuales practicadas en conexión con cultos idólatras y paganos, como fue el caso de las practicadas por las naciones alrededor de Israel. Además, tales prohibiciones se encuentran junto a otras normas contra el consumo de sangre o carne de cerdo, que ya estarían desfasadas y, por tanto, no serían válidas para los cristianos. También argumentan que la prueba de que las prohibiciones de las prácticas homosexuales eran culturales y ceremoniales es que estaban penadas con la muerte, algo que no se admite desde la época del Nuevo Testamento. Es un hecho que las relaciones homosexuales tuvieron lugar incluso, pero no exclusivamente, en los cultos paganos de los cananeos.

Sin embargo, es evidente que la condena de la práctica homosexual trasciende las fronteras culturales y ceremoniales, como se repite claramente en el Nuevo Testamento. Forma parte de la ley moral de Dios, válida en todos los tiempos y para todas las culturas.

La muerte de Cristo abolió las leyes ceremoniales, como la prohibición de comer ciertos alimentos, pero no la ley moral, donde encontramos la voluntad eterna del Creador para la sexualidad humana. En cuanto a la lapidación, baste decir que otros pecados punibles con la muerte en el Antiguo Testamento continúan siendo pecados en el Nuevo, aunque se ha abolido la pena capital para ellos, como, por ejemplo, el adulterio y la desobediencia habitual a los padres.

Augustus Nicodemus Lopes
Es un ministro presbiteriano, teólogo, profesor, conferenciante internacional y autor de éxito. Augustus tiene una licenciatura en teología en el Seminario Presbiteriano del Norte en Recife, Brasil, una Maestría en Teología en Nuevo Testamento de la Universidad Reformada de Potchefstroom, Sudáfrica, y un doctorado en interpretación bíblica en el Seminario Teológico de Westminster en Filadelfia. Él es también un pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana de Recife.

Identidad en Cristo

Miércoles 17 Mayo
A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.
Juan 1:12

Identidad en Cristo

A lo largo de la historia, algunos regímenes políticos han tratado de privar de su identidad personal a sus opositores o a aquellos de quienes querían deshacerse. Personas rescatadas de cárceles o de campos de concentración describieron procesos de desequilibrio de la personalidad y de deshumanización escalofriantes.

Pero existe una identidad indestructible: la que poseen todos aquellos a quienes Dios llama sus hijos. El apóstol Juan empieza su evangelio afirmando que todos los que reciben a Jesús como su Salvador tienen un derecho nuevo otorgado por Dios: el de ser sus hijos. Y el apóstol Pablo añade: Habiendo creído en Jesús, “fuisteis sellados con el Espíritu Santo” (Efesios 1:13). El sello que Dios pone en los suyos es inviolable; la salvación mediante la fe en Jesucristo nos da de manera definitiva la posición de hijos de Dios. ¡Nadie nos puede robar esta identidad! Ni siquiera el mismo diablo puede quitárnosla. ¡Esta seguridad nos da una paz interior inmensa! Pablo también afirma: “Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38-39). Seamos de aquellos que tienen la certeza de que su identidad es inalterable y que pertenecen a la familia de Dios durante su vida terrenal y por toda la eternidad.

“Habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” (Colosenses 3:9-10).

1 Reyes 13 – Marcos 14:1-25 – Salmo 59:1-7 – Proverbios 15:21-22

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Una vide confiada | Jorge Muller

La vida de confianza y dependencia en Dios de Jorge Müller es un gran testimonio de la bondad, fidelidad, poder y realidad de Dios. Y Dios, hoy, igualmente se mostrará a sí mismo a todo aquel que confíe en él.

La ejemplar vida de Jorge Müller, en cuanto a la fe y a la oración, no se puede acreditar a una crianza cristiana. Nació en 1805 en Prusia, y su niñez y juventud carecieron de enseñanza e influencia cristiana. No tuvo Biblia para leer. Su padre le daba a él y a su hermano demasiado dinero, considerando que eran solamente unos jóvenes: eso les permitió seguir en sus hábitos pecaminosos. Sin embargo, después de un tiempo, Jorge se propuso estudiar con empeño, y al fin llegó a aprender seis idiomas, incluyendo el hebreo, el latín y el griego.

Su padre le animó a ser ministro, puesto que eso le serviría a Jorge para darse una vida comodona, y así, cuando él se jubilase, podría vivir cómodamente con Jorge. Por lo tanto, Jorge comenzó a estudiar en un seminario teológico. Aunque era un estudiante religioso, no tenía conocimiento alguno del significado de la salvación, más bien continuaba su vida pecaminosa. Aunque sí, tenía deseos en su corazón de reformarse; pero sus esfuerzos para ese fin repetidamente fallaban.

El cambio
Cuando tenía casi veinte años, fue invitado al hogar de unos creyentes, un sábado por la noche, para asistir a un culto de oración. La reunión consistía de lecturas bíblicas, oración y lectura de un sermón escrito. La misma dejó una gran impresión en Jorge, y se fue a su casa con gran gozo en su corazón. Dios había comenzado una obra de gracia en su corazón, y éste fue el comienzo de un cambio en su vida. Aunque no conquistó todos sus hábitos pecaminosos en este tiempo, su vida sí fue diferente desde ese entonces en adelante. Rompió las amistades pecaminosas, y comenzó a leer la Biblia y a orar.

Él amaba el compañerismo de los creyentes y lo buscaba dondequiera que fuera posible. A veces caminaba hasta veinte kilómetros para poder oír a predicadores santos. Sus condiscípulos se burlaban de él. Cuando le escribió a su padre y a su hermano acerca de la nueva felicidad que había encontrado, su padre se disgustó mucho.

Una nueva luz y la ayuda vinieron a Jorge cuando un profesor, quien era un verdadero creyente: el Dr. Tholuck, vino al seminario. También se reunía con otros estudiantes creyentes que tenían cultos todos los domingos por la noche. Dios usó todo esto para guiar al joven creyente en su camino. El deseo de vivir completamente para Dios creció en su corazón, y él comenzó ansiosamente a prepararse para el servicio del Señor y a orar en cuanto a saber la voluntad de Dios para su vida.

Con los consejos del Dr. Tholuck, quien era temeroso de Dios, Jorge aplicó para ir a las comunidades de los judíos como misionero. Pero le pidieron que fuera a estudiar a Londres por un período de seis meses, como un tiempo de prueba. Su padre estuvo de acuerdo que fuese, pero parecía que había un obstáculo, que no podía vencer: Los jóvenes de Prusia tenían que servir un tiempo en el ejército. Al ser examinado por un médico y declarado físicamente incapaz, Jorge fue exento de comenzar su entrenamiento en el ejército carnal, pero esto le dio la oportunidad de empezar su entrenamiento misionero.

Después de llegar a Londres y estudiar mucho, se puso tan mal de salud que le parecía a él que iba a morir. Pero oró, pidiendo saber la voluntad del Señor, y pronto comenzó a recobrarse. Luego, se fue al campo para recuperarse aun más; y allí, bajo las enseñanzas de un hermano consagrado a Dios, comenzó a comprender que él necesitaba depender más de la dirección del Espíritu Santo, especialmente en cuanto a prepararse para predicar. Con esto, comenzó a dejar a un lado los comentarios y otros libros, e invirtió más tiempo a la lectura y estudio único de la Palabra de Dios.

«El resultado de esto», él dijo, «fue que la primera tarde que me encerré en mi cuarto para entregarme a la oración y meditación sobre las Escrituras, a las pocas horas aprendí más de lo que había aprendido durante los varios meses anteriores. Pero la diferencia particular era que yo recibí genuinas fuerzas para mi alma, cumpliéndolo…»

Cuando regresó a Londres para estudiar, Jorge les sugirió a sus compañeros que se reuniesen por las mañanas, de las seis a las ocho, para orar y leer las Escrituras, y para compartir lo que el Señor les estaba mostrando. Él relató que varias veces, en las tardes, después de un tiempo de devocional, encontró «una comunión tan dulce con Dios» que siguió orando hasta la medianoche, y, luego fue al cuarto de otro hermano, donde pasaron como dos horas en oración. Estando así, demasiado lleno de gozo para dormir, se quedaba despierto hasta las seis de la mañana, para orar con sus condiscípulos.

Su salud comenzó a empeorar otra vez, y sintió que no debía gastar más tiempo estudiando, sino que debía comenzar a servirle al Señor. Fue así, como comenzó a ministrar a los judíos que vivían en Londres y le fue relevada su obligación de servir en la sociedad de los misioneros, para que así pudiese servir a Dios según Él lo guiara.

Aprendiendo a esperar en Dios
No mucho después de dejar la escuela, le pidieron que pastorease una iglesia en Teignmouth. Siendo un pastor joven, llegó a darse cuenta que él no sabía cuál era el mejor texto para la congregación. Comenzó con el hábito de ir al Señor en oración, para decidir cual texto debía usar. A veces estaba de rodillas durante largo tiempo antes de que Dios le diera un texto apropiado. Si nada venía a su mente, calmadamente seguía leyendo las Escrituras en las partes donde él leía a diario, hasta que un texto le era traído a su memoria. También, hubo veces cuando tuvo que ir a los cultos sin texto alguno, pero lo recibió de Dios unos pocos minutos antes de predicar. El Señor siempre le fue fiel en proveerle, si él le había sido fiel en buscar su guianza, en la oración.

Era práctica de Jorge el meditar en el texto o el pasaje que seleccionara, con pluma en mano, escribiendo el bosquejo que venía a su mente. Rara vez usaba otro medio para entender las Escrituras, excepto otras buenas traducciones de la Biblia en otros idiomas. En la mayoría de los casos dependía únicamente de la oración.

Así, Jorge subía al púlpito, confiando que el Señor le traería a la memoria el mensaje en en el que había meditado; y a veces añadió nuevos pensamientos que le venían mientras predicaba. La mayoría de sus predicaciones consistieron en explicar las Escrituras, y se dice que aquellos que escuchaban sus sermones se pusieron fuertes y eruditos en la Palabra de Dios, más que la mayoría de otros creyentes.

Dependiendo de Dios por las finanzas
Unas pocas semanas después de casarse con la Señorita Mery Groves, los dos decidieron que él debería dejar de recibir los usufructos por vender las entradas a la iglesia. No creyeron que tal práctica fuera bíblica, más bien pensaron que la gente debería entrar gratis a la iglesia. Además, dudaban que algunos lo dieran con alegría. Se puso en la iglesia una caja, en la cual la gente podía depositar sus ofrendas para él. A veces las ofrendas fueron muy escasas. Y otras veces, los que administraban el dinero de la caja, tardaron en dárselo a tiempo. Como resultado, hubo veces cuando Jorge y su joven esposa no tuvieron lo suficiente para los gastos.

Pero Dios contestó sus fervientes oraciones, impresionando a algunos de la congregación al darles comida o dinero, satisfaciendose de esa manera sus necesidades, y animándoles en la fe. Ellos dos fueron diligentes para no contraer deudas, escogiendo más bien a vivir sin ellas. Además, deseaban dar testimonio de su plena confianza únicamente en el Dios Viviente.

Jorge escribió: «Esta manera de vivir, con frecuencia ha sido el medio por el cual la gracia ha vuelto a reanimar mi enfriado corazón, y me ha restablecido en el Señor después de un tiempo de reincidencia. Porque no es tolerable ni puede uno vivir en el pecado y a la vez mantener la comunión con Díos, para conseguir de los cielos todas las necesidades de esta vida presente. A menudo, una nueva respuesta a mi oración, cuando la obtuve de esta manera, me reanimó el alma, y llenó de mucho gozo».

A veces, ellos tuvieron que orar para que Dios les supliese la cena, mientras le daban gracias por el almuerzo. Y algunas veces Dios usaba los donativos de los pobres; pequeñas donaciones, pero preciosas, quizás una hogaza de pan.

Al cumplir el primer año de vivir sin sueldo, ellos descubrieron que habían recibido más de lo que solían ganar recibiendo el sueldo. Jorge dijo: «No he servido a un maestro cruel, y eso es lo que me da gozo de demostrar».

Después de un poco más de dos años en Tiegnmonth, fue guiado a mudarse a Bristol. Dios bendijo su ministerio allí y unas personas se convirtieron a razón de su ministerio. Mucha gente pobre vino a sus puertas, y tuvieron oportunidades de ayudarlos de la manera como Dios les suplía, con pan. También establecieron una escuela para niños: a los estudiantes les leían las Escrituras y les hablaban del Señor.

Institución del conocimiento de las Escrituras
Después de varios años de ministerio fructífero en Bristol, con su colaborador: el hermano Craik, sintieron ser guiados a establecer una institución misionera para difundir el evangelio, dentro de y fuera del país. La misma sería conocida como «La Institución del Conocimiento de las Escrituras». Esa incluía una escuela dominical para niños, escuelas diarias para niños, y de igual manera, escuelas dominicales y escuelas nocturnas para adultos, en las que se les instruía con bases bíblicas. La Institución también trabajaba en la distribución de Biblias y tratados, y ayudaba a los misioneros en sus obras.

Las bases para la obra de esa institución tenían que ser iguales a las que los mismos Müller siguieron: confiar totalmente en el Señor para suplir las finanzas, no contraer deudas y no suponer que el éxito de la institución fuera determinado por la cantidad de dinero que daba, ni por la cantidad de Biblias distribuidas, etcétera; pero, más bien el éxito se determinara por la bendición del Señor sobre la obra (Zacarías 4:6). Esto se consigue en la medida en que esperamos en el Señor, orando.

Después de varios meses de operación, oyeron de un huerfanito, quien había asistido a su escuela de plan diario, y se había afanado mucho por su alma a razón de las enseñanzas que había recibido allí. Pero el niño se puso muy triste cuando las autoridades de la ciudad le cambiaron de escuela, a una «casa de pobres» lejos de la escuela. Eso tocó muy profundamente el corazón de Jorge, y él deseó hacer algo para ayudar a los niños pobres.

Primer asilo de huérfanos
En 1835, a la edad de 30 años, Jorge se sintió guiado por Dios a establecer un hogar para huérfanos. Varias consideraciones le guiaron a esto. Él deseaba demostrarles a los creyentes que Dios quería probarse a sí mismo como el Dios Viviente, como fue en antaño con todos los que confiaron en Él. Jorge vio a padres que trabajaban 14 o 16 horas al día para proveer a sus familias. El demasiado trabajo no solamente les hacía daño físico, pero también les dificultaba tener tiempo adecuado para la oración y la lectura bíblica, así que sus vidas espirituales sufrían. Pero los padres que eran concienzudos en esto, apenas ganaban lo suficiente para mantener sus familias. ¿Cómo hacer para que trabajasen menos horas? Jorge quería que ellos vieran que era el Señor, y no el trabajo, el que los sustentaba.

Además había ciertos creyentes que estaban bastante preocupados en cuanto a su vejez, cuando ya no pudieran trabajar. Temían ir al asilo de los pobres. Jorge les quería demostrar, de igual modo, que Dios no desampara a los que confían en Él.

Sumado a todo esto, Jorge vio a ciertos cristianos negociantes que cedían un poco al mal, al igual que los hombres del mundo, para poder salir bien en sus negocios. Él quería que ellos confiaran en el Dios viviente, y que condujeran sus negocios honradamente, y de ese modo salir adelante; porque era Dios quién les bendecía y les honraba.

Además, había quienes trabajan en profesiones que no honraban a Dios, pero los mismos tenían miedo de dejar sus trabajos, y así (temían) quedarse desempleados. Jorge les quería demostrar la fidelidad inmutable de Dios, y Su deseo y capacidad de ayudar a todo aquel que le clama a Él.

Él mismo había confiado en Dios y en Su palabra, y había probado su fidelidad; y a los temerosos, quería animarles a hacer lo mismo. Si ellos le podían observar a él, un hombre sin muchas cosas materiales, establecer y mantener un orfanato por medio de la sola oración y fe, ciertamente ellos se animarían igualmente a confiar en el Señor. Y, posiblemente, los inconversos se convencerían de la realidad y veracidad acerca del vivo y genuino Dios. Y, claro, en su corazón estaba también el deseo de ayudar a los huérfanos, no solamente en aliviar su necesidad material, sino que también, guiarlos al camino de Dios.

Una tarde, leyendo las Escrituras, Jorge se asombró mucho por el texto: «Abre tu boca, y yo la llenaré» (Salmos 81:10). Aplicó lo mismo para el orfanato, le pidió al Señor un local que pudiese alquilar por mil libras esterlinas y por personas adecuadas que pudiesen hacerse cargo de ese trabajo. Dos días después, recibió su primer chelín [una moneda inglesa] para el orfanato. Obreros se ofrecieron a sí mismos. Amigos trajeron utensilios de hogar, muebles, telas para hacer ropas y sabanas para las camas. Una casa apropiada se alquiló. Donaciones en efectivo llegaron. Pero, se requirió 18 meses de diaria oración, antes de que las 1000 libras esterlinas llegaran. Alabanzas a Dios, porque Él supliría, estaban mezcladas con las oraciones; porque Jorge sentía que el mensaje de Marcos 11:24 era muy importante: «…todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá».

Un regalo sacrificador, de 100 libras esterlinas, vino de parte de una hermana pobre, quien no estaba bien de salud y sólo era capaz de ganar muy poco. Ella había recibido una pequeña herencia, y habiendo ya usado una buena porción de la herencia para las necesidades de su familia; ella dio esas 100 libras esterlinas para el orfanato. Cuando le preguntaron si ella realmente debía dar tal cantidad, su respuesta fue: «Él Señor Jesús ha dado su última gota de sangre por mí, ¿no puedo yo darle a Él estas 100 libras?»

Aunque Jorge había orado intensamente acerca de los detalles involucrados para establecer el orfanato, sus necesidades habían sido suplidas; pero había faltado orar por los niños. Cuando el tiempo llegó para abrir el asilo de niños, nadie había solicitado admisión. Entonces, rogó al Señor ansiosamente por postulantes y al día siguiente llegó el primero. Sus intenciones eran las de recibir niños de edades de 7 a 12 años. La casa pronto se llenó. Después de más oración, Jorge se sintió guiado a abrir un hogar para infantes.

Alrededor de un año y medio, después de abrir el primer hogar, el tercer orfanato se abrió; éste fue para varones de 7 a 12 años de edad. Milagrosamente, una casa en la misma calle donde estaban ubicadas los dos primeros orfanatos la habían desocupado y estaba disponible para este propósito. Jorge ahora tenía la responsabilidad de alimentar a 90 personas en cada comida, incluso a los trabajadores. Con una «familia» de este tamaño, Jorge pasó mucho tiempo arrodillado, entregándose a la oración. Él creía que Dios esperaba sus peticiones. Su esposa y uno o dos colaboradores escogidos fueron los únicos a quienes él enteró acerca de las condiciones financieras.

La fe probada
Durante los primeros años de los orfanatos, hubo muchas pruebas financieras. En cierta ocasión, cuando los fondos estaban muy escasos, Jorge convocó a dos reuniones especiales de oración, las cuales duraron desde las 6 hasta las 9 de la noche. Aun en este tiempo, él no mencionó la escasez de los fondos, más bien habló de la abundancia, con la cual Dios estaba supliendo las necesidades. Mientras meditaba en Hebreos 13:8, «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos» un sobre le fue entregado, el cual contenía los fondos carentes.

En otra ocasión, Jorge no tenía ni un centavo para los huérfanos, y una mujer, mientras ella oraba sintió el deseo de donarles cinco libras: pero esas se acabaron rápidamente por la gran necesidad. Mientras las pruebas financieras seguían, él escribió:

«El Señor en su sabiduría y amor todavía no ha mandado ayuda. De dónde vendrá, no debo preocuparme. Pero creo que Dios, a su tiempo, mandará ayuda. Su hora todavía no ha llegado… Esta es la hora más dura que he pasado en la obra, por lo que necesitamos; pero sé que todavía he de alabar al Señor pidiendo su ayuda…».

Unos días después escribió: «El Señor misericordiosamente nos ha dado lo suficiente para nuestra necesidad diaria: pero Él nos está supliendo para la necesidad de cada día, y casi a la hora justa, como lo necesitamos…’. Mientras seguía la crisis, planteó convocar a la directiva y decirles de la necesidad. Pero en ese momento llegó una mujer con un regalo, diciendo que se había tardado demasiado en traerlo.

Algunos de los trabajadores daban lo que podían, uno vendiendo su reloj, y otros vendían algunos de sus libros. El Señor mantuvo a Jorge en paz, a pesar que las luchas eran arduas. Y, le permitió estar animado por medio del ver los frutos de su labor. En ciertos casos, como último medio, fueron reunidos todos los trabajadores y les contó de la gran necesidad. Se pusieron de acuerdo a no comprar nada que por lo cual no se pudiera pagar. Algunos de los trabajadores dieron todo lo que tenían. Jorge fue alentado en su corazón por las Escrituras, y, con la ayuda que recibió, animó los corazones de los trabajadores.

Cierto día, se vieron sin otro recurso, que el de vender cualquier cosa que tuvieran a la mano y que no fuera realmente necesaria. Pero antes que esto fuera llevado a cabo, una mujer vino con el dinero suficiente para las provisiones del día siguiente. La mujer se había hospedado durante varios días en la casa de la vecindad, con la intención de entregar esos fondos.

La reacción del Jorge al enterarse del acontecimiento fue así: «El hecho de que el dinero estuviera tan cerca de las casas del orfanato durante varios días, sin ser entregado, demuestra la clara verdad de que, desde el principio, estaba en el corazón de Dios ayudarnos; pero, a razón de que Él se deleita en las oraciones de sus hijos, Él nos permitió orar tanto tiempo; además de probar nuestra fe y para hacer aun más dulce su respuesta. Es verdaderamente una liberación preciosa. Proclamé en voz alta, con las alabanzas y gratitud al primer momento que me encontré solo, después de haber recibido el dinero.»

En otra ocasión, los fondos estaban completamente finiquitados. Jorge se sintió guiado a hacer un paseo. Mientras caminaba, se encontró con un hermano, quien le estaba buscando y recibió de ese hermano los fondos que necesitaba para ese día. Si Jorge hubiera salido de su casa 30 segundos más tarde, no se habría encontrado con el hermano, ni tampoco hubiera recibido los fondos necesarios para el día.

Pese a que las necesidades de las casas del orfanato eran grandes, Jorge se sintió impulsado a orar por fondos extras, especialmente para las viudas de la comunidad, puesto que el precio del pan había subido. Luego, un hermano fue guiado a dar un regalo grande para este propósito, el cual asistió a muchas viudas, hasta que el precio del pan bajó un poco otra vez.

En un tiempo de gran necesidad, llegó un regalo de un hermano que tenía una familia grande y un sueldo pequeño. Él, cada vez que su jefe le daba dinero para comprar cerveza, lo apartó; él no usó ese dinero para tal vanidad, pues se había convertido.

Una mujer, que se mantenía de trabajos manuales, sacó sus ahorros del banco y los entregó a la obra que Jorge tenía a su cargo. El corazón de ella había sido tocado por las Escrituras: «Vended lo que poseéis, y dad limosna» (Lucas 12:33); y «No os hagáis tesoros en la tierra» (Mateo 6:19).

A veces en su diario se ve lo siguiente: «Hoy estamos especialmente pobres…». Una vez él anotó: «Después que el Señor ha probado nuestra fe, Él, en el amor de su corazón, nos da de su abundancia, para demostrar que no con ira, sino que para la gloria de su nombre y para la prueba de nuestra fe, nos ha permitido estar pobres…».

Con frecuencia, los trabajadores del orfanato se reunían a orar en la mañana, tarde y noche para que Dios supliese las necesidades.

En una ocasión de crisis, la necesidad del hogar fue suplida por medio del regalo de un misionero alemán pobre, quien apenas estaba comenzando el servicio misionero, y el regalo que les dio era todo lo que tenía. En otro tiempo de gran necesidad, una hermana, quien había tomado la decisión de vender algunos artículos que le habían sido enviados para ese propósito, reportó que, a pesar de que ella no se sentió bien por el hecho y que tardó en traer las ganancias de la venta, con todo eso, había sido tocada fuertemente por una impresión en su corazón de traerlo cuanto antes, y que ella no podía hacer más que llevarlo al hogar. Esos fondos se necesitaban en ese mismo momento.

Un día mientras ellos experimentaban una severa prueba de fe, el Señor puso en el corazón de un hermano, mientras caminaba a su trabajo, dar un regalo para los huérfanos. Ese hombre pensó que no iría al orfanato inmediatamente, pero regalaría algo esa tarde. Sin embargo, el Señor lo hizo sentirse obligado a tomar pasos a las casas de los huérfanos, en ese mismo momento. Si no hubiera sido por su regalo, ese día no habría tenido leche para los niños. Otro día, solamente faltaba una hora para que los niños tomaran el té de la tarde, pero no había nada de comida en las casas: hasta que un hermano llegó en esa hora, con el dinero suficiente para hacer las compras.

En algunos días, la necesidad fue tan urgente que aun los trabajadores sintieron la presión. ¡Pero Dios nunca falló! Esas provisiones «apenas a tiempo» hicieron que Müller exclamara: «¡Verdaderamente vale la pena estar pobre y grandemente probados en la fe, por el motivo de experimentar a diario tales preciosas pruebas, las cuales nuestro Padre cariñoso, con interés amante, nos hace pasar en todos los asuntos que nos conciernen! ¿Cómo puede hacer otra cosa nuestro Padre? Él, quien nos ha dado la prueba más grande que su amor podía hacer —darnos su propio Hijo—, ¿no nos dará también con Él todas las cosas?’ (Romanos 8:32).

Jorge pudo escribir: «Aunque nuestras pruebas de fe durante estos 17 meses duraron más tiempo y fueron más agudas que las anteriores, sin embargo no faltaba ni la comida nutritiva ni la ropa necesaria para los huérfanos, durante todo ese tiempo.»

Otra prueba de fe fue la de ver morir a su padre y a su hermano, aparentemente sin ser salvos. ¿Qué podía ser más duro? Pero aun en esto, Jorge encontró paz por medio de la palabra de la Escritura: «El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?» (Génesis 18:25). De igual modo, acudió a la Palabra de Dios para consuelo y paz, cuando falsas noticias circulaban; las que decían que los huérfanos no tenían suficiente para comer, y que eran tratados cruelmente.

Fortaleciendo su fe
Jorge Müller insistía que él no tenía un don particular de fe, aunque sí reconocía que la fe es un don. Él animaba a todos los creyentes a que probaran a Dios. Sus opiniones en cuanto a cómo fortalecer la fe eran las siguientes:

«Puesto que la fe es un don, uno lo tiene que pedir. ‘Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces…’ (Santiago 1 17). La fe es fortalecida al leer cuidadosamente la Palabra de Dios y meditar en ella. Esto te enseñará que, aparte de ser un santo y justo Dios, Él es un Dios cariñoso, amante, benigno, soberano, misericordioso, potente, sabio y fiel, no solamente hábil para suplir nuestra necesidad, pero deseoso de cumplirlo.”

«Es necesario mantener un corazón recto y una buena conciencia. No debemos evitar las pruebas por las cuales nuestra fe recibe fortaleza. En tiempo de prueba, no debemos buscar por nuestras propias fuerzas la liberación, más bien debemos esperar a Dios y la liberación que viene de Él.”

¡Edificando!
Desde el tiempo que se abrió la primera casa, de 1835 a 1845, los orfanatos operaron en casas alquiladas en la calle Wilson. Entonces, en 1845, uno de los residentes de la calle Wilson cuidadosamente le mencionó a Jorge que era incómodo, para algunos de los vecinos, tener tan gran número de niños viviendo en su calle.

Jorge hizo de esto un asunto de oración y anotó las razones por las cuales el orfanato debía quedarse allí y las razones por las cuales se debían cambiar. Una gran consideración era la «regla de oro»: «Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos… (Mateo 7:12). Jorge sabía que él mismo encontraría difícil vivir cerca de tantos niños, a causa del ruido que hacen durante su tiempo de juego. Además, a veces los problemas en el drenaje, que ocasionaba la gran cantidad de niños que vivían en la casa de los huérfanos, afectaban a los vecinos.

Otros puntos a favor de cambiarse eran que: (1) no había espacio adecuado para que los niños jugaran; (2) no había lugar donde los varones aprendieran a cultivar un huerto; (3)ya no había lugar adecuado para lavar la ropa, y sería bueno si las niñas pudieran tener la oportunidad de aprender a lavar; (4) cuando había enfermos, no había algún cuarto desocupado para enfermería; y (5) había una lista de huérfanos quienes querían venir, pero no podían por falta de espacio adecuado.

Considerando todas las cosas, Jorge llegó a la conclusión que debía edificar su propia casa. Él sintió que Dios quería probarle una vez más que Él era suficiente para proporcionarle la cantidad de dinero necesario que esta obra iba a requerir. Jorge sintió que debía construir algunas casas para hospedar a 300 huérfanos, más del doble de la cantidad que ahora tenía bajo su cuidado, los cuales eran 130.

Fue así como Jorge y su esposa comenzaron a orar cada mañana para que Dios supliese de los fondos: unas 10.000 libras esterlinas para comprar el terreno y hacer la construcción. Durante 35 días oraron, pero ni una libra fue dada para el edificio. Luego, Jorge se sintió movido a pedirle al Señor la fe y la paciencia para el proyecto de edificar el orfanato.

Después de treinta y seis días de oración, recibieron un regalo de 1.000 libras para el edificio. Un arquitecto cristiano ofreció sus servicios para hacer el plano y supervisar la construcción, sin cobrar por sus servicios. Jorge sintió que no debía notificar al público de su necesidad ni de buscar fondos; pero sí esperar en el Señor con fe y paciencia, para que el Señor supliera. Él quería que Dios mismo lo hiciera, usando su humilde siervo como medio.

Ashley Down
Después de orar durante tres meses seguidos, Jorge comenzó a buscar un terreno. Encontró unos lugares buenos, pero demasiado caros. Luego, oyó de un terreno en Ashley Down, y le pareció que era lo que buscaba. Fue a ver al dueño, pero no lo pudo encontrar, ni en la casa y ni en la oficina. Le dejó un recado acerca de su propósito, pero sintió que era del Señor el no haberlo podido encontrar ese día. Cuando vio al dueño el siguiente día, supo que el dueño, cuando recibió el recado, se quedó despierto esa noche durante dos horas, pensando a qué precio debía vender el terreno para el orfanato, y determinó venderlo a 120 libras por acre, en lugar del precio de 200 libras por acre que había pedido.

Al mismo tiempo que había esperado en el Señor por fondos para edificar el nuevo orfanato, con la provisión del Señor fue capaz de continuar supliendo a cuatro escuelas privadas con 278 niños inscritos; a una escuela dominical; y a una escuela para adultos. Biblias, Nuevos Testamentos y tratados se consiguieron y repartieron, y más de 595 libras esterlinas fueron dadas para las misiones en el exterior y las locales. Hasta 150 niños cuidaban a la vez. Algunos de los huérfanos se convirtieron y fueron añadidos a la iglesia, al igual que algunos adultos. Un gran gozo para el Señor y la Señora Müller en este tiempo fue que su hija recibió a Jesucristo como su Salvador. Durante 18 meses habían orado por esto.

Era gran gozo para Jorge que Dios le confiara los crecientes fondos para los misioneros de dentro y fuera del país. Él quería ayudar a aquellos que no tenían un salario regular, dándose cuenta que vez tras vez su ayuda financiera había llegado a los misioneros en un tiempo de gran necesidad, y a menudo llegó cuando ellos no tenían nada de dinero. Algunos de los que él ayudaba habían sido previamente hombres de bastante comodidad, pero habían dado todo por seguir a Cristo o todo les había sido quitado por la causa de Cristo.

Jorge también ayudaba a estos hermanos, orando por ellos. Él no dudaba que la fe de estos escogidos siervos de Dios fuera reforzada cuando vieran como Dios les suplía en tiempos de apuro y necesidad. Esto hizo que, más y más, él pidiera a Dios por fondos para ayudarles. Jorge puso diligencia en usar los fondos designados para los misioneros, usándolos solamente para ese propósito, no importaba qué tan escasos estaban los fondos de sus otros ministerios.

Los precios suben
Una vez, pidiendo al Señor por las urgentes necesidades de los huérfanos, cuando la caja estaba vacía, él escribió: «¡Qué bendición es poder acudir al Dios Viviente! ¡Especialmente precioso es conocerlo en este tiempo de tremenda escasez! En este tiempo, para hacer la comida de los huérfanos, las papas están muy caras. El arroz que usamos, en lugar de las papas, cuesta el doble de lo acostumbrado, y la avena, aún más del doble, y el pan subió la mitad sobre su costo.”

«Pero las riquezas de Dios son igualmente grandes como siempre. Él sabe que nuestros gastos son enormes. Él sabe que un poco de dinero no basta en estos días, cuando las provisiones son tan caras, pues son casi ciento cincuenta personas para las cuales tenemos que proveer, incluyendo maestros y aprendices. Mi alma está en paz…»

De este tiempo del alza de precios, él escribió: «Es el tiempo oportuno cuando la vista cesa, para que la fe empiece a funcionar. Entre más grandes son las dificultades, más fácil es la fe. Mientras haya esperanza en prospectos naturales, la fe no obra tan fácilmente como cuando todas esas perspectivas naturales fallan.”

«Es cierto que durante el tiempo de carestía, nuestros gastos eran considerablemente más grandes de lo acostumbrado; también es verdad que muchas personas, que de otra manera hubieran dado, no les fue posible o dirigían sus fondos sobrantes a otras direcciones… el oro y la plata son del Señor. A Él hicimos nuestras oraciones. En Él confiábamos. Y, Él no nos desamparó. Porque pasamos tan fácilmente éste invierno como cualquier otro invierno, desde que esta obra comenzó. No podía ser de otra manera; porque Dios tuvo en este mismo tiempo una oportunidad especial para demostrar que tan bueno es confiar en Él.

«Busca, amado lector, más y más en el depositar tu confianza en Él para todo lo que se refiera a tu vida, y llegarás a reconocer que es muy precioso hacerlo.»

Sin duda alguna, que el pensamiento se le turbó con la idéa de que si él era tan pobre cuidando 150 huérfanos, ¿debía él seguir adelante con los planes de edificar y acomodar a 300 huérfanos? Pero vio que las luchas presentes eran solamente una prueba de la fe. Aunque los gastos nunca habían sidos tan grandes, tampoco los regalos que estaban llegando habían sidos tan grandes. «Le será fácil al Señor suplirme con todo lo necesario que requiera la obra, cuando se abra la Casa de Huérfanos, de igual modo que ahora le es fácil darme lo que necesito en estos momentos; aunque los gastos sin duda vendrán a sobrepasar por dos mil quinientas libras al año a las necesidades presentes». Así pensaba Jorge.

Él se deleitaba en las señales de la minuciosa atención de Dios en cuanto a sus necesidades. Por ejemplo, alguien les escribió que por un tiempo tuvo una cantidad de dinero guardado en una gaveta, con las intenciones de mandarlo, pero después sintió mandarlo sin tardar más; y, al recibirlo, se probó ser exactamente la precisa cantidad que se necesitaba para ese tiempo.

Aparte de los afanes financieros de la obra, Jorge también tenía que considerar a los niños que a veces se enfermaban, y en algunos casos parecía que no se sanarían por completo; pues, permanecían enfermizos y necesitaban cuidado extra, y sabiduría tocante a su salud.

Además, los niños mayores necesitaban lugares para servir como aprendices. Y, a veces alguno de los trabajadores de los orfanatos tenía que irse, y le tocó a Jorge buscar a otro para reemplazarlo. No era cosa fácil encontrar trabajadores que fueran adecuados, que sirvieran por amor a Dios y no por recompensa, y que estuvieran listos para aguantar las pruebas y difíciles circunstancias que a veces se enfrentaban.

Él mismo tuvo que mantener el balance entre el servir a sus trabajadores – colegas y mantener el lugar de responsabilidad que Dios le había dado como jefe de la obra. Muchas eran las necesidades de Jorge, las que llevaba al Señor y esperaba en Él por ellas. «Estoy en continua necesidad», tuvo que decir.

Pero, a pesar de todas estas necesidades, pudo escribir: «No encuentro que la vida en conexión con este trabajo sea solamente una vida de pruebas, sino una vida de mucha felicidad. Es imposible describir la abundancia de paz y la suprema alegría que frecuentemente ha fluido a mi alma por medio de las respuestas frescas que he obtenido de Dios, luego de esperar en Él por ayuda y bendición; y, entre más tiempo necesitaba esperar en El o entre más grande fuera mi necesidad, más grande fue el gozo cuando llegó la respuesta, que frecuentemente fue de una manera asombrosa, para hacer así más manifiesta la mano de Dios… No estoy ni siquiera en lo más mínimo, cansado de esta manera de vivir.»

Mientras que Jorge supo que Dios oía sus oraciones en cuanto a la necesidad de los fondos para la construcción, dijo: «También sé que Él se deleita en ser seriamente solicitado (Ezequiel 36:37), y que se encanta en la importunidad, o sea, en la oración continua que tan claramente se hace patente en la parábola de la viuda y el juez injusto (Lucas 18:18)’.

Así que, vez tras vez, Jorge oraba a Dios para que Él le supliera de los fondos para las nuevas casas de huérfanos. Su fe no se disminuyó. Tenía confianza que a su tiempo, Dios supliría. Días se convirtieron en semanas y meses, mientras Jorge seguía esperando en Dios por las finanzas necesarias para los edificios. Sus oraciones se convirtieron y fueron caracterizándose por ser fervientes, porque sentía la necesidad, por el amor a los vecinos y a los niños, de comenzar pronto a construir. Además, la lista de huérfanos que querían entrar en el orfanato estaba creciendo.

Jorge se había propuesto a no comenzar a comprar la propiedad y edificar la casa hasta que el dinero llegara. Por fin, después de 607 días de buscar a Dios a diario, llegó la cantidad necesaria y pudo comenzar el trabajo. Más de once mil libras le habían llegado, en respuesta a sus oraciones.

Cuando la casa estaba casi terminada, fondos adicionales comenzaron a llegar. Esos se necesitaban para comprar ropa y artículos personales para los huérfanos adicionales que iban a venir: Sumarían 300 en lugar de los 150 actuales. Cuando se trasladaron a las casas nuevas, había suficiente para los gastos adicionales, aparte de una buena cantidad para cubrir los gastos que tenía que ver con el cuidado de la casa.

Al tiempo que Jorge se estaba trasladando a las más amplias casas, una epidemia de cólera afectó el país, y Jorge se vio obligado recoger a 26 niños que habían perdido a sus padres por la epidemia. Más tarde, se recibieron más niños a razón de la misma causa.

Al mismo tiempo que los gastos del orfanato se aumentaban, Jorge tuvo el privilegio de ministrar a más misioneros sin salario. Y, ¡que gozo fue para él enterarse que esos misioneros tenían ministerios muy fructíferos en ese mismo tiempo!

La segunda casa de huérfanos
Apenas acababan de abrir el nuevo orfanato con capacidad para 300 niños, cuando Jorge comenzó a pensar en otra casa para poder acomodar a 700 niños más, sumando todos 1000 huérfanos. Para comenzar esto, él necesitaba saber la voluntad de Dios, y creía que estaba en buena posición para conseguir esa voluntad de Dios. Escribió:

«La quietud de mente, la condición de no tener nada que ver con mi propia voluntad en el asunto, el tener que ver solamente con el deseo de complacer a mi Padre celestial en esto, el buscar únicamente Su honor y no el propio; en tal condición de corazón consiste para mí en la plena seguridad, que mi corazón no está bajo el estímulo carnal, y que sí recibiré ayuda en esto para poder seguir adelante, conoceré la voluntad de Dios en su plenitud… Para mí, el punto principal en todo este asunto es que el Señor sea honrado. A través de la ayuda de Dios, seguiré esperando en Él, en oración en cuanto a este asunto, día a día, hasta que Él me diga que actúe.»

Cuidadosamente, Jorge hizo una lista de las razones que respaldaban la idea de abrir otra casa, y las razones en contra. Una importante consideración fue la de que había 6000 huérfanos encarcelados, únicamente por el hechho de no haber otro lugar para ellos. Estaba en su corazón, no únicamente los propósitos de salvar a los huérfanos de la cárcel y ayudarles a llevar una vida honorable e industriosa en este mundo, sino también el de ganar sus almas para el Señor.

Después de ocho semanas de oración y deliberación, consiguió la paz en su corazón y el gozo espiritual, en cuanto a la idea de agrandar el orfanato. Creyó que sería mejor mantener en secreto el asunto delante del Señor, sin siquiera decirle a su esposa, y continuar orando, para que fuese guardado de errar o de ser engañado. Mientras que buscaba al Señor, orando a solas, en cuanto al asunto, toda incertidumbre desapareció. Sin embargo, resolvió a no comenzar la construcción hasta que el Señor mandara las 35 mil libras que iba a necesitar para la construcción del nuevo edificio.

Jorge creyó que fue un punto de gran importancia, el de «no estar ansioso del mañana, ni andar gastando escasamente [por las necesidades, no para las vanidades], a razón de la posibilidad de no tener lo suficiente para las necesidades futuras, las cuales quizás nunca vendrían; pero solamente considerar que el momento presente es nuestro para servir al Señor, y que el mañana, tal vez, no vendría…».

Cuando él anunció al público acerca de edificar el segundo orfanato, ofrendas pequeñas comenzaron a llegar —regalos de un chelín, dos chelines, tres chelines— de veras, un comienzo pequeño. Pero no se desanimó.

Después de 19 meses de esperar en Dios para los fondos necesarios, Jorge se puso serio en pedir a Dios por donaciones más cuantiosas, pues hasta entonces, había recibido sólo cantidades pequeñas. ¡Qué grande fue su alegría cuando recibió un regalo, dado por varios cristianos, sumando más de 8.000 libras! Respecto a esto, escribió:

“¡Mira qué precioso es el esperar en Dios! ¡Mira cómo los que le confían no son confundidos! Su fe y paciencia pueden ser probadas fuertemente y durante mucho tiempo, pero al fin, es cierto que se verá que los que honran a Dios, Él los honrará, y no permitirá que ellos sean avergonzados. La cantidad fue inmensa, y mientras ella fue usada para refrescar mi espíritu, no fue, ni en lo más mínimo, una sorpresa para mí, porque espero grandes cosas de parte de Dios…».

Reglas para la oración
«Somos recompensados ricamente, esperando en Dios,» aconsejó Jorge. «Tú puedes ver cómo Él, en Su corazón, está listo para oír las súplicas de sus hijos, los que confían en Él… Pero, para poder recibir las respuestas a tus oraciones, necesitas exponerle tus peticiones a Dios, basadas no en tus propios méritos, sino solamente en los méritos del Señor Jesús, como base de aceptación delante de Dios por tu persona, oraciones, labores y por todo lo demás.”

«De igual modo, para que tus oraciones sean contestadas es necesario que las cosas que le pides a Dios, sean de la clase de cosas que Dios puede dar, porque conllevan su honra y tu propio bien… Por último, necesitamos continuar en oración hasta que se nos conceda la bendición.”

«No es suficiente el solo comenzar a orar, ni el mero orar correctamente; ni tampoco es suficiente orar de continuo sólo por un tiempo no más; más bien, debemos continuar pacientemente, creyendo y orando, hasta que se obtenga la respuesta. Y aun más, no solamente debemos orar hasta se realice lo que pedimos, sino que también tenemos que creer que Dios nos oye, y que contestará nuestras oraciones. A menudo fallamos en el no continuar en oración hasta que se obtenga la bendición, y en no esperar la bendición. Cada vez que todos estos aspectos se cumplan en una persona, seguramente que se cumplirán las respuestas a sus peticiones».

Jorge vendió los trapos y aun los huesos de los animales que se acumulaban en la casa. Dijo: «Como administrador de dinero del público, creo que es razonable que aun estos artículos sean cambiados por dinero. Tampoco podemos esperar respuestas a nuestras oraciones, sabiendo que se ha permitido pérdida alguna en relación con este trabajo. Puesto que recibimos de Dios el dinero en respuesta a nuestra oración, nos conviene usarlo sabiamente».

En el año 1852, Jorge experimentó la más dura prueba de fe que había enfrentado. Su única y amada niña se enfermó de tifus. Durante un tiempo, pareció que ella no viviría más. Después de su esposa, su hija era el tesoro terrenal más amado; pero él se guardó en paz, porque creía que si el Señor se la llevaba, sería para el bien de ella y de sí mismo, y para la gloria de Dios. Después de muchos días, Dios le restauró la salud.

Considerando el edificar más casas, le pareció mejor que en lugar de edificar una única segunda casa grande para el orfanato, edificaría, en el mismo terreno donde estaba la primera, otras dos casas más, capaces de acomodar a 1000 niños entre las tres. ¡Qué gozo hubo cuando en 1857 se inuguró la segunda casa!

En cierta ocasión, la caldera que se usaba para calentar la primera casa, estaba goteando. Fue a comienzos del invierno, y un recio viento frío comenzó a soplar del norte. Luego de suficiente consideración y oración, Jorge oró y le pidió al Señor que cambiase el viento del norte por un calmado viento que vieniera del sur, y, que les diese a los trabajadores el denuedo para trabajar y hacer las reparaciones lo más pronto posible. El día que tenían que apagar el fuego de la caldera, el Señor mandó un viento calmado. Los trabajadores decidieron trabajar toda la noche, y las reparaciones de la casa fueron hechas sin ocasionarles ningún daño a los niños, a causa del frío en los cuartos.

Movimiento del Espíritu Santo
En 1859, entre las huérfanas hubo un notable movimiento del Espíritu Santo. Sesenta y tres de las ciento veinte se convirtieron en un mes. En otra ocasión, como 200 niñas fueron movidas en sus almas, y la mayoría se convirtió. En 1866, aconteció un bendecido avivamiento, y más de 100 niños se convirtieron. En 1872, una epidemia de viruela les quitó la vida a algunos niños y también a algunos trabajadores. Esto hizo que comenzara otra obra de gracia, en la cual unos 700 huérfanos, según pareció, se entregaron al Señor

Un joven en Irlanda: Santiago McQuilkin, leyó el libro de Jorge y se impresionó mucho tocante a lo que se puede obtener a través de la fe y la oración. Fue así como reunió a unos de sus amigos para orar, y el resultado fue que decenas de miles de almas se convirtieron.

Al pasar los años, Dios prosperó a Jorge de tal manera que nunca más vio escasez de fondos. Una tercera casa fue edificada en 1862. Antes de terminar la tercera casa, se sintió guiado a edificar otra, para que una suma de 2000 niños pudiera ser acomodada. Dos casas más, la cuarta y la quinta, fueron edificadas, dando espacio para 2050 niños. Cuando fue difícil conseguir trabajadores para cuidar tal cantidad de niños, Jorge y su esposa empezaron a orar tres veces al día, en lugar de una sola vez como anteriormente lo hacían. Dios contestó sus oraciones y los trabajadores faltantes llegaron.

Los visitantes estuvieron grandemente impresionados por la limpieza y el orden en las casas, y, por la salud y la felicidad de los niños. Esto fue aún más asombroso, porque muchos de los huérfanos tuvieron padres que no gozaron de buena salud, muriendo estos en su juventud. Y muchos de los hijos heredaron sus debilidades.

Durante toda su vida, Jorge nunca tuvo terreno propio, tampoco tuvo ingresos personales en dinero o ganancias en especie, de lo cual él pudiera depender. Sus necesidades fueron provistas por creyentes que enviaban regalos, recibiendo estos solamente después de orar para que sus necesidades fuesen suplidas. Aunque era un hombre de fe y un hombre que tuvo comunión con Dios, también era un gran trabajador, y llevó a cabo obras increíbles. Se dijo de él: «Él ora como si Dios hiciera todo el trabajo, pero trabaja como si todo dependiera de él mismo».

A lo largo de los años, Jorge fue bendecido por Dios de tal manera que pudo dar cerca de tres millones de dólares a la obra misionera. Por medio de las Biblias y los folletos que distribuyó, miles de almas se convirtieron.

Jorge atribuyó el buen éxito del orfanato, incluso las casas y su ministerio en general, a su humilde esfuerzo de «hacer la obra de Dios a Su modo», buscándole solamente a Él para que fuera su guía y apoyo. Probó que hay poder en Dios, el que se aprovecha a través de la fe y la oración. Jorge pudo decir al fin de su vida, que ni siquiera una vez había pedido a otra persona dinero, ni públicamente ni privadamente: ¡solamente oraba!

Tomado de: http://www.elcristianismoprimitivo.com/

¿Podemos creer en el hombre?

Martes 16 Mayo
Dejaos del hombre… porque ¿de qué es él estimado?
Isaías 2:22

Jesús mismo no se fiaba de ellos… pues él sabía lo que había en el hombre.
Juan 2:24-25

(El apóstol Pablo dijo:) Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.
1 Corintios 11:1

¿Podemos creer en el hombre?

Después de los terribles genocidios de la segunda guerra mundial (1939-1945), se le preguntó a un rabino si todavía podía creer en Dios.

–Esa no es la pregunta correcta, respondió el rabino. La verdadera pregunta es: ¿Cómo podemos creer todavía en el hombre?

Creer en el hombre es pensar que él puede mejorarse. Es creer que la paz es posible en la tierra gracias a los esfuerzos humanos. Desde siempre, el hombre cuenta consigo mismo para hacer frente a todos sus problemas. Pero a pesar de su inteligencia y su buena voluntad, por sus propios medios no ha podido llegar a la satisfacción, a la paz, a la felicidad. Cada uno puede constatarlo: el hombre es egoísta, frecuentemente da prioridad a sus intereses personales; quiere vivir sin Dios, quien lo creó… Es triste comprobarlo: el mal forma parte de la naturaleza humana, está en cada uno de nosotros.

Estamos afectados por esta enfermedad que la Biblia llama “pecado”, y nunca podremos curarnos mediante nuestros propios esfuerzos. Aceptemos pues el remedio dado por Dios. Jesús, el Hijo de Dios, vino a la tierra como hombre perfecto para salvar a su criatura y darle perdón, paz y vida eterna. ¡Creer en Jesús, quien murió en la cruz por mí, es el paso obligatorio e individual que debo dar para ser totalmente perdonado del pecado y recibir la vida eterna!

Si la vida de Jesús, quien murió en la cruz por usted, anima desde ahora sus pensamientos, sus acciones y sus relaciones, también verá que todo hombre puede convertirse en imitador “de Cristo”. ¡Él le dará la fuerza!

1 Reyes 12 – Marcos 13 – Salmo 58:6-11 – Proverbios 15:19-20

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch

El doctor Jekyll y la devastadora realidad de nuestro hombre interior   | DAVID RIAÑO

H. G. Wells dijo alguna vez que El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Robert L. Stevenson, es «una novela fascinante y aterradora que nos obliga a cuestionar nuestra propia naturaleza». Considero que esta obra es una novela de terror, no porque los sucesos sean espantosos, sino porque nos encara con nuestro aterrador ser interior.

Esta novela narra la travesía del abogado Gabriel Utterson para comprender y ayudar a su amigo amable, el Dr. Jekyll. Con la aparición del siniestro Mr. Hyde, el protagonista Jekyll parece correr un grave peligro. Sin embargo, a medida que avanza la narración, la relación entre estos dos personajes deja de ser un misterio: Jekyll y Hyde son la misma persona. Entonces, poco a poco, aparece una pregunta por resolver: ¿cuál es la verdadera composición del ser humano?

En casi cien páginas, Stevenson hace una brillante exploración de la lucha entre el bien y el mal al interior de cada persona. Este no es un tema extraño para el cristiano, pues la Biblia nos invita a pensar en la guerra que existe en nosotros por causa del pecado. Pero El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde logra, con su tensa narración y con su técnica de terror psicológico, hacer evidentes dos aspectos desesperanzadores de nuestro ser interior; dos aspectos para los cuales la única solución es el evangelio.

La maldad presente en el ser humano
El protagonista admite que tiene deseos malignos, cuando confiesa sobre sí mismo: «Jekyll, de naturaleza compuesta, participaba a veces con las más vivas aprensiones y a veces con ávido deseo en los placeres y aventuras de Hyde» (cap. 10). Si bien el protagonista quisiera ser solamente bondad, tiene que reconocer que sus deseos hacia el mal son muy poderosos.

Jekyll cree que la vida sería ideal si, por medio de la ciencia, la parte de maldad y la de bondad pudieran separarse: «Si estos, me decía, pudiesen encarnarse en dos identidades separadas, la vida se haría mucho más soportable. El injusto se iría por su camino, libre de las aspiraciones y de los remordimientos de su más austero gemelo; y el justo podría continuar seguro y voluntarioso por el recto camino» (cap. 10).

Jekyll realmente no tenía dos naturalezas opuestas entre ellas, sino una sola naturaleza que se oponía por completo a Dios

Pero ¿es posible? Ni siquiera por medio de los ingeniosos experimentos de Jekyll se logró dicha separación de forma exitosa. Incluso si se hubiera logrado, ¿cómo definimos «lo que es bueno»?

La Escritura presenta las obras justas del hombre como «trapos de inmundicia» (Is 64:6). La gloria de Dios es la medida perfecta que determina lo que es bueno y lo que no. Además, Dios examina la motivación del corazón y nos enseña que el pecado en nuestras vidas es más profundo de lo que suponemos.

En ese sentido, Jekyll realmente no tenía dos naturalezas opuestas entre ellas, sino una sola naturaleza que se oponía por completo a Dios. Sin embargo, incluso dentro de la completa hostilidad del ser humano hacia la gloria de Dios, hay diferentes niveles y manifestaciones de la maldad, al punto de que Jekyll mismo se siente horrorizado ante su parte abiertamente maligna.

Nuestra incapacidad de cambiarnos a nosotros mismos
El segundo aspecto desesperanzador sobre nuestro ser interior, y que se aborda a lo largo de la novela, es la idea de que el predominio del mal en nosotros es inevitable, si lo encaramos en nuestras propias fuerzas.

El testamento del Dr. Jekyll dice: «en el caso de desaparición o ausencia inexplicable del Dr. Jekyll, durante un período de tiempo superior a los tres meses, el antedicho Edward Hyde pasaría a disfrutar de todas las pertenencias de Henry Jekyll» (cap. 1). En el siguiente capítulo, Utterson revisa la correspondencia que recibió de su amigo Lanyon. Adentro había otro sobre que tenía la siguiente inscripción: «No abrir hasta después del fallecimiento o desaparición de Henry Jekyll» (cap. 2).

Desde el comienzo hay señales de que Jekyll pronto desaparecerá, dejando que su parte malvada tome completa posesión de la persona. De hecho, hay un punto en el que Jekyll reconoce su derrota ante el mal: «A menos que suceda un milagro, esta será, pues, la última vez que Henry Jekyll pueda expresar sus pensamientos» (cap. 9).

La novela El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde es un recuerdo de la doctrina de la depravación total

La novela es un recuerdo de la doctrina de la depravación total, la cual afirma que el hombre, además de haber caído en pecado y estar bajo la ira de Dios, no puede ni quiere verdaderamente cambiar su condición. Además, como lo dice el apóstol Pablo, Dios en Su justicia ha decidido entregar al ser humano a sus perversiones para que caiga más hondo y sufra las consecuencias (Ro 1:28). El juicio de Dios comienza por no detener al hombre en su pecado, como cuando el mal en Jekyll toma completa posesión de su persona.

¿Qué hacer ante el horror?
En la novela, no fue posible que Jekyll y Mr. Hyde coexistieran en paz ni que fueran separados. Sin embargo, los cristianos podemos dar gloria a Dios por la cruz de Cristo, en la cual hemos muerto a los deseos carnales y hemos resucitado a una nueva creación que anhela la gloria de Dios (cp. Ro 6:1-11).

La única solución ante la realidad devastadora de nuestro ser interior es que Dios obre en nosotros el nuevo nacimiento y así seamos una nueva criatura en Cristo (Jn 3:3; 2 Co 5:17). Como dice la Escritura: «Mediante la ley yo morí a la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí» (Gá 2:19-20).

Al ser nuevas criaturas en Cristo, tenemos hoy la capacidad de crecer a Su imagen y un día seremos glorificados con Él

Así, en Cristo, hemos sido librados del destino del mal triunfante. Admitimos que en el presente aún existe un conflicto interno en todo creyente, debido a que «el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues estos se oponen el uno al otro» (Gá 5:17). No obstante, los creyentes sabemos que seremos resucitados en gloria, obteniendo por fin la victoria definitiva sobre el pecado que todavía está en nosotros (1 Jn 3:2).

Ya no somos como Jekyll, quien desea desarrollar su lado de bondad, pero no puede hacerlo. Al ser nuevas criaturas en Cristo, tenemos hoy la capacidad de crecer a Su imagen y un día seremos glorificados con Él, librados completamente del pecado.

Me pregunto cómo alguien que no ha creído en Cristo podría leer El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde y no ser consumido por el horror de su propia naturaleza. Ante un corazón que en lo más profundo solo desea hacer el mal (Ro 3:11-18) y ante la inevitable desaparición de todo lo que es bueno, ¿qué opción nos queda para vivir? Solo dos: o abrazamos por completo esa aparente dualidad hasta el momento en que el mal nos destruya, o vamos a Cristo en busca de una nueva humanidad. Por la obra del Espíritu en mí, prefiero la segunda.

Para mí, esta novela de terror ha sido un dulce recordatorio de la obra del Espíritu de Dios en el creyente.

David Riaño sirve como coordinador de las iniciativas de (un)adopted, un ministerio de Lifeline Children’s Services, para Colombia. Ha servido en la Iglesia Bautista Renacer en Bogotá por más de una década en ministerios de traducción, enseñanza, liderazgo y viajes misioneros. Trabajó como docente de idiomas y traductor por varios años antes de unirse al equipo de Lifeline. Es parte del departamento editorial de BITE, en donde también escribe artículos sobre cultura cristiana. Tiene un título de Licenciatura en Filología Inglesa de la Universidad Nacional de Colombia y está haciendo una maestría en Estudios Literarios en la misma institución. Le encanta tomar café con su esposa Laura.

En un bar (2)

Lunes 15 Mayo
Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros…
Este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Lucas 15:18-24

En un bar (2)
Al salir del bar, los amigos de Esteban lo felicitaron. Cuando se iban a separar, el hombre musculoso se acercó y preguntó:

–¿Podría verle mañana?

Esteban dudó.

–Sí, pero, ¿para qué?

–Su predicación me conmovió. Me gustaría hablar con usted; confío en usted.

Esteban aceptó, pero esperaba que el hombre olvidase el asunto. Sin embargo, al día siguiente llegó. Esteban lo hizo entrar:

–¿Qué me quería preguntar?

–Es una historia triste: mi mujer y yo estamos endeudados hasta el cuello. No paramos de pelear, soy adicto al alcohol… ¡Es una miseria! Desesperado, pidió:

–Por favor, ¡ore por mí ahora!

¡Qué sorpresa se llevó Esteban! ¿Debía confesar su engaño? Si lo hacía, aquel hombre perdería toda esperanza. Entonces, como pudo, tartamudeó unas palabras piadosas… El visitante le dio las gracias y le preguntó si podía volver. Esteban aceptó. Pero, ¿dónde iba a buscar palabras de aliento si él mismo también las necesitaba? Esta situación lo hacía sentir cada vez más incómodo. ¿Dónde encontrar ayuda? Quizá su vecino podría ayudarle.

Este último lo recibió gozoso. Esteban y su compañero visitaron frecuentemente la casa de aquel creyente, y a medida que leían la Biblia, abrían su corazón al amor de Dios que los buscaba. Pronto reconocieron su pasado miserable, culpable, y recibieron el perdón de Dios. Así encontraron la paz del corazón y la felicidad de la presencia divina.

1 Reyes 11:23-43 – Marcos 12:28-44 – Salmo 58:1-5 – Proverbios 15:17-18

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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LA AUTORIDAD DE DIOS: QUÉ ES Y CÓMO SE MUESTRA | JOHN FRAME

LA AUTORIDAD DE DIOS: QUÉ ES Y CÓMO SE MUESTRA

La autoridad de Dios es Su derecho de decir a Sus criaturas lo que deben hacer. El control tiene que ver con Su poder; la autoridad tiene que ver con Su derecho. El control significa que Dios hace que todo suceda; la autoridad significa que Dios tiene el derecho de ser obedecido y, por tanto, nosotros tenemos la obligación de obedecerle.

La autoridad de Dios es parte de Su señorío. Cuando Dios se encuentra con Moisés en Éxodo 3 le da un mensaje autoritativo —deja ir a Mi pueblo para que me sirvan— el cual tiene autoridad aún sobre Faraón (Éx 4:12). Cuando Dios se encuentra con Israel en el Monte Sinaí, Él se identifica a Sí mismo como Señor (Éx 20:1-2) y les dice que no tengan otros dioses delante de Él (v. 3). El señorío de Dios significa que debemos obedecer Sus Diez Mandamientos y cualquier otro mandamiento que decida darnos. Así que Dios nos llama a confesar Su señorío y luego a continuar obedeciendo todos Sus mandamientos (Dt 6:4-6). También Jesús dice una y otra vez, de varias maneras: “Si me aman, guarden Mis mandamientos” (Jn 14:212315:10141Jn 2:3-63:22245:32Jn 6Ap 12:1714:12). ¿“Cómo —pregunta Él— puedes llamarme ‘Señor, Señor’, cuando no obedeces lo que yo digo”? (Lc 6:46 parafraseado; ver Mt 7:21-22).

La autoridad de Dios es absoluta. Esto significa, en primer lugar, que no deberíamos dudarla ni cuestionarla. Pablo dice que Abraham “no titubeó con incredulidad” al poner su fe en las promesas de Dios (Ro 4:16-22). Sin duda, Abraham fue tentado a titubear. Dios le había prometido la tierra de Canaán, y aunque él vivía ahí no poseía ni un centímetro cuadrado de aquel territorio. Dios le había prometido a Abraham un hijo, el cual tendría más descendientes que la arena del mar. Pero la promesa no se había cumplido todavía, y ya su esposa Sara había pasado la edad de concebir hijos, mientras que él tenía más de cien años de edad. Sin embargo, Abraham se aferró a la palabra autoritativa de Dios, aún en contra de la evidencia que obtenía de sus sentidos.Y así mismo debemos hacer nosotros.

En segundo lugar, que la autoridad de Dios sea absoluta significa que Su señorío trasciende todas nuestras otras lealtades.Tenemos el derecho de ser leales a nuestros padres, a nuestra nación, a nuestros amigos; pero Dios nos llama a amarle con todo nuestro corazón; es decir, sin rival alguno. Jesús dijo a Sus discípulos que honraran a sus padres (Mt 15:3-6), pero les dijo que lo honraran a Él aún más (Mt 10:34-38; ver Mt 8:19-2222:37Fil 3:7-8).

En tercer lugar, que la autoridad de Dios sea absoluta significa que cubre todas las áreas de la vida humana. Pablo dice que “ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” (1Co 10:31; ver Ro 14:23Col 3:17242Co 10:5). Todo lo que hacemos, o es para la gloria de Dios, o no lo es. Dios tiene el derecho de ordenar cada aspecto de la vida humana.

Este artículo La autoridad de Dios: qué es y cómo se muestra fue adaptado de una porción del libro La Salvación es del Señor publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.