La oración como medio de gracia

Ministerios Ligonier

El Blog de Ligonier

Serie: Los medios ordinarios de gracia

La oración como medio de gracia
Por Christopher J. Gordon

Nota del editor: Este es el cuarto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Los medios ordinarios de gracia

Los cristianos tenemos el gran privilegio de acercarnos con confianza al trono de la gracia y hablar con Dios. Esa comunión entre nosotros y Dios se llama oración. Que los creyentes cuenten con la atención de Dios y estén invitados a echar todas sus preocupaciones sobre el Señor porque Él tiene cuidado de ellos es la bendición más notable de todas. Sin embargo, la oración es una de las disciplinas más descuidadas por los cristianos de la actualidad. Una vez, J. C. Ryle dijo: «¡Sí, son pocos los que oran! Simplemente es una de esas cosas que se asumen como obviedades, pero rara vez se practican; algo que es deber de todos, pero que, de hecho, difícilmente alguien hace». Si esa es la misma evaluación que puede hacerse de nuestra época, ¿cuáles son las consecuencias de ese cristianismo sin oración? ¿Está la misión de la Iglesia hoy sufriendo debido a la falta de oración? ¿Están los cristianos restringidos en su vida de santidad debido a que son pocos los que están pidiendo ayuda a Dios en su santificación?

Casi en todo el mundo, la gente se queja de que sus vidas son muy ocupadas. Las familias ya no se sientan a la mesa porque deben asistir a entrenamientos deportivos, clases de música y muchas otras actividades. Tenemos las mejores comodidades modernas, pero nos abrumamos con «citas» interminables. La inquietud de nuestra época es un indicio de que nuestras prioridades están erradas. Pasamos tiempo haciendo lo que más valoramos, pero la oración no está en los primeros lugares de esa lista. Sin embargo, sí tenemos tiempo para hablar abiertamente sobre los muchos problemas que enfrenta nuestra sociedad. A las redes sociales no les faltan cristianos que usen su tiempo para expresarle al mundo su desilusión con «cómo están las cosas». Sí, vivimos en tiempos angustiantes. Los problemas son infinitos, y van desde la bancarrota moral de la sociedad hasta la decadencia espiritual de la Iglesia. Todos están hablando, pero ¿quién está llevando esas cosas al Señor en oración? Si el diagnóstico de Ryle era correcto hace un siglo y medio, ¿qué se puede decir de nuestros tiempos? ¿Hay «difícilmente alguien» que esté orando al Dios de toda liberación?

Sería difícil escribir este artículo si no tuviéramos la certeza de que el Señor nos ayudará por medio de la oración. Sin embargo, la Escritura en todas partes les asegura a los creyentes que Dios oye las oraciones de Su pueblo (p. ej., Gn 16:11Ex 2:24Sal 4:3). Lo extraordinario de la oración es que Dios desea darnos Su gracia y Su Espíritu Santo cuando dependemos de Él a través de ese medio. La oración es un medio de gracia a través del cual el Espíritu opera en nuestras vidas. Y como Dios nos prometió un oído atento, la oración debería ser una de las principales prioridades de la vida cristiana. El cristiano que no ora es un cristiano sin poder. Por esta razón, cada generación necesita que la desafíen a hacer de la oración una prioridad en sus vidas.

TODOS LOS CRISTIANOS ESTÁN LLAMADOS A ORAR

Cuando hablamos de los medios de gracia, es importante distinguir entre los medios de gracia más restringidos que Dios nos da en Su Palabra y Sus sacramentos, y el medio de gracia más amplio que nos da mediante la oración. Esta distinción es importante para que tengamos en perspectiva que la oración es nuestra respuesta ante la gracia que recibimos en la Palabra de Dios. Sin embargo, esto no mitiga el llamado a que los cristianos oren, pues Dios da Su gracia a los que oran. Cuando los discípulos acudieron a Jesús para pedirle que les enseñara a orar, Jesús respondió diciendo: «Cuando oréis…». El Señor indicó que la oración sería una disciplina normal de la vida cristiana. Lo que necesitan los cristianos de hoy es recuperar la convicción y la motivación para orar.

Las Escrituras nos llaman a orar por muchas razones distintas. En 2 Corintios 12:7-10, Pablo alentó a los cristianos en Corinto a orar usando su propia vida como ejemplo de sufrimiento. A Pablo le fue dada una «espina» en la carne, que provocaba sufrimiento en su vida. No se nos dice qué era la espina, pero Pablo quería que los corintios consideraran su dependencia del Señor. Una espina puede ser cualquier cosa que nos quite la fuerza humana: un cáncer, el conflicto, el dolor, una pérdida… todo eso y más. Aunque Pablo le rogó a Jesús tres veces que lo librara, Él le respondió: «Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad» (v. 9). Sí, Pablo recibió gracia real del Señor a través de la oración. En su debilidad, la gracia de Cristo reposaba sobre él, y él recibía fuerza.

La oración también es un medio para conformarnos a la imagen de Cristo y edificar a Su pueblo como servidores de Jesús. La presencia continua del pecado en la vida del creyente combate contra este propósito. Esa es la razón por la que la oración es tan necesaria para la santificación del cristiano. De seguro habrá algún lector que en este momento está desanimado y luchando profundamente con su pecado personal. Esta puede ser una de las experiencias más confusas para el cristiano. Si el poder de la resurrección de Cristo está en nosotros, ¿por qué somos derrotados con tanta frecuencia por el pecado remanente en nuestras vidas? Esa es la lucha que Pablo describe en Romanos 7.

Sin embargo, en Romanos 8 Pablo nos recuerda que los cristianos, como hijos adoptados, tenemos el privilegio de clamar «¡Abba, Padre!». Cuando lo hacemos, se nos promete la ayuda del Espíritu Santo, que (1) hace morir el pecado en nuestras vidas (v. 13), (2) «da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios» (v. 16) y (3) nos ayuda en nuestra debilidad al interceder por nosotros en oración (vv. 26-27). Estas promesas maravillosas concluyen con una garantía del propósito predestinador de Dios, que es conformarnos a la imagen de Cristo (v. 29). Estas son ayudas extraordinarias que nos da el Padre celestial mediante la obra del Espíritu Santo cuando dependemos de Él en oración.

El hecho de que los beneficios de la gracia y el Espíritu Santo nos sean dados realmente a través de la oración es la razón por la que el Catecismo de Heidelberg, que divide sus preguntas en un plan de 52 domingos para guiar a los pastores que quieren predicar el catecismo a lo largo de un año, dedica las meditaciones de todo un domingo para animar a los cristianos a orar:

¿Por qué los cristianos necesitan la oración? Porque es la parte principal de la gratitud que Dios requiere de nosotros; también, porque Dios solo les dará Su gracia y Su Espíritu Santo a los que, con deseo sincero, se los piden continuamente, dándole gracias (Catecismo de Heidelberg, pregunta 116).

En nuestra lucha con el pecado, Dios nos invita a acudir a Él en oración y responde dándonos Su Espíritu, que activamente nos está santificando. La oración es el canal principal por el que el Señor obra esta conformidad, de modo que empecemos a parecernos cada vez más a Jesús.

RECOBRANDO LA ORACIÓN PASTORAL

Si bien la oración privada es necesaria para la santificación en la vida cristiana, hay otro modo de oración que Dios ha dado para ayudar a los cristianos. Jesús se refirió específicamente a la casa de Su Padre como una casa de oración. Una de las mayores tragedias del cristianismo estadounidense es la muerte de la oración pastoral: la oración que hace el ministro en nombre del pueblo durante el culto en el día del Señor. Por cientos de años, las iglesias protestantes hicieron de la oración colectiva un elemento esencial del culto de adoración. Hoy, esa oración ha sido reemplazada por más tiempo dedicado a la música. Poca es la atención que se le da a la oración en la adoración colectiva.

Hay un provecho espiritual que el pueblo de Dios recibe cuando se reúne a adorar colectivamente, que no recibe en ningún otro lugar. El Señor ha prometido reunirse con Su pueblo de una forma especial. Es por eso que la oración es un elemento importante de la adoración colectiva. Así como la lectura bíblica personal no reemplaza la recepción de ese medio de gracia en la Palabra de Dios predicada, la oración personal tampoco reemplaza la bendición de la oración colectiva dominical. Cuando el pastor ora, está hablando en nombre del pueblo como embajador de Cristo. Con una sola voz, los corazones del pueblo se unen mientras sus oraciones ascienden al salón real de Dios.

Yo pienso que la oración pastoral es una gran bendición. Si Ryle tiene razón al decir que son pocos los que oran diariamente, piensa en la ayuda que Dios nos da cuando nos reunimos para orar. En la adoración pública, nos apartamos de los ajetreos de la vida y unimos nuestros corazones en oración mientras nos guía el siervo designado por Dios. El pastor nos dirige elevando alabanzas apropiadas, confesando los pecados, pidiendo por el avance del Reino de Dios, dando gracias por las buenas dádivas del Señor y rogando por las necesidades específicas de la iglesia. Dios está presto a escuchar las oraciones que hace Su pueblo a través de Su siervo. La oración colectiva es una de las bendiciones más edificantes de la adoración. Si nuestras iglesias quieren tener una mayor eficacia en el ministerio del evangelio, deben darle un lugar prominente a la oración pastoral.

La oración es uno de los mayores privilegios que Dios les ha dado a los creyentes en Cristo Jesús. La oración es un medio para que goces de tu Dios, que es para lo que fuiste creado. Quizás no oramos como debiéramos porque no hemos aprendido a gozar de Dios en la oración como debiéramos. Habla con tu Dios; Él desea que goces de esa comunión: «Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros» (1 Pe 5:7). El Señor escucha tus oraciones, y eso es más certero que lo mucho que desees obtener aquello por lo que oras (Catecismo de Heidelberg, pregunta 129). ¡Qué Dios tan misericordioso es el que se te ofrece en el evangelio de Su Hijo! Cualquiera que sea tu alabanza, cualquiera que sea tu carga, llévala al Señor en oración y espera en Él, pues Él es el Señor nuestro Dios que recibe nuestra oración (Sal 6:9).


Publicado originalmente en Tabletalk Magazine.
Christopher J. Gordon
Christopher J. Gordon

El Rev. Christopher J Gordon es pastor de predicación en Escondido United Reformed Church en Escondido, California.

Separatismo

Ministerios Ligonier

El Blog de Ligonier

Serie: Entre dos mundos

Separatismo

Por Christopher J. Gordon

Nota del editor: Este es el sexto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Entre dos mundos

Estoy listo para huir de California. Este solía ser el mejor estado de la unión, pero las cosas han cambiado. California acaba de ser calificada como la última en calidad de vida. Las autopistas están abarrotadas, la gente está sobrecargada de impuestos y el costo de vida está en su punto más alto. Quiero mudarme a Idaho, comprar una granja y vivir en hectáreas lejos de la gente y los problemas.

Estoy usando una hipérbole para hacer un punto. La actitud que he descrito es la que tienen muchos cristianos con respecto al mundo. Todo lo que tendría que hacer es sustituir «mundo» por «California», y la aplicación sería la misma. Los cristianos de hoy están muy desanimados por lo que ven en el mundo. Se está volviendo muy difícil ser cristiano y convivir en este mundo con los incrédulos. Los cristianos están pensando mucho en la separación, y una granja para alejarse de todo no parece ser una mala idea.

Ciertamente hay razones legítimas para mudarse a otro lugar. El problema es que muchos cristianos justifican una mudanza porque quieren escapar de los problemas que están experimentando en el mundo. Después de todo, ¿no llamó el Señor a los creyentes a estar separados del mundo (2 Co 6:14-18)? ¿Qué significa esto? ¿Estamos llamados a retirarnos del mundo y no tener contacto con los no cristianos?

Pocos cristianos pensarían que este llamamiento significa que debemos llevar una vida monástica, pero alejarse del mundo y sus problemas puede ser su propio tipo de monasticismo. La ironía es que ese tipo de separación puede ser una búsqueda muy mundana. Supone que en esta vida uno puede alcanzar las glorias de lo que se promete solo en los cielos nuevos y la tierra nueva. Y una separación de este tipo envía un pobre mensaje al mundo: que no nos importan y que solo queremos alejarnos. Con este tipo de separación, ¿qué pasa con la Gran Comisión? Por eso necesitamos una consideración sana de lo que significa estar separados del mundo.

SALIR Y SEPARARSE

Los cristianos siempre han luchado por entender el llamado a ser un pueblo separado en el mundo. Utilizando las categorías clásicas de Richard Niebuhr, siempre ha habido quienes contraponen a Cristo y a la cultura o asimilan a Cristo en la cultura. Podemos volver a caer en el mundo con la misma facilidad con que podemos desear separarnos del mundo. Entonces, ¿a qué tipo de separación llama Dios al cristiano en este mundo?

Una breve reflexión sobre la instrucción de Pablo a los cristianos de Corinto nos proporciona la respuesta. Estaban permitiendo que la mundanalidad no fuera controlada en la iglesia. Algunos de los síntomas incluían divisiones pecaminosas, métodos de ministerio mundanos, prácticas paganas en la adoración, abuso de los dones espirituales, inmoralidad sexual y tolerancia de la falsa doctrina.

El objetivo de Pablo al abordar estos problemas era llamar a la iglesia a separarse adecuadamente del mundo, como pueblo de Dios. En 1 Corintios 5:1, Pablo aborda un informe de que se estaba tolerando la inmoralidad sexual grave en la iglesia. Debido a que la iglesia se negaba a abordar el tema ejerciendo la disciplina eclesiástica, estaban comprometiendo su condición como comunidad santa de Dios.

Al llamar a la iglesia a separarse, Pablo hizo una sorprendente conexión con el Antiguo Testamento: «Limpiad la levadura vieja para que seáis masa nueva, así como lo sois, sin levadura. Porque aun Cristo, nuestra Pascua, ha sido sacrificado» (1 Co 5:7). Pablo fundamenta su llamado a la separación en la historia de la liberación de Israel de Egipto. La Pascua, junto con la fiesta de los panes sin levadura, celebraba la liberación de Israel de la muerte y su separación de la tierra de Egipto. Cualquier cosa que se trajera entre ellos de su antigua forma de vida era una amenaza a su estatus de separación como pueblo de Dios. La Iglesia, al igual que Israel, fue llamada a «salir de en medio de ellos, y apartarse» (2 Co 6:17). Debían salir de Egipto y no dejar que Egipto volviera a entrar en ellos.

Pablo reconoció que la iglesia de Corinto estaba confundida sobre el tema de la separación. Parece que tomaron su llamamiento a la separación como algo irrazonable. Sus preguntas probablemente eran las siguientes: «¿Qué vamos a hacer? ¿Crear nuestro propio grupito sectario con nuestra propia moral?». ¿Y qué pasa con nuestras diferencias con otros cristianos? Muchos cristianos de hoy comparten esta confusión.

La respuesta de Pablo es muy instructiva para nosotros. Explicó que el llamado a estar separados no significa que no debían tener contacto con los pecadores del mundo. No fueron llamados a dejar el mundo como los monjes trataron de dejar el mundo. La separación no se consigue evitando a los pecadores del mundo. El creyente está llamado a separarse por medio de la comunión. Hay una participación en el cuerpo de Cristo que es única para los creyentes. Pablo estaba llamando a la iglesia a pensar de manera diferente sobre el mundo con respecto a la Iglesia de Cristo.

El mundo siempre será lo que es. Funciona con su propio sistema de valores, atracciones y sabiduría, que a menudo se oponen a la justicia de Dios. Al convertirnos en cristianos, hemos dejado su comunión y nos hemos unido a otra. Nuestro antiguo amor por el mundo ha sido sustituido por el amor a Cristo, pero ninguna de estas verdades implica un alejamiento o un rechazo a mezclarse entre la gente del mundo. Por eso Pablo explicó a los corintios que, dado que vivimos en el mundo, no es posible evitar mezclarse con los incrédulos en la vida cotidiana. Los cristianos también tienen una ciudadanía terrenal, mientras permanezcan en esta tierra.

Sin embargo, los cristianos están separados del mundo en la medida en que nos negamos a unirnos a esa forma de vida que se opone a nuestra ciudadanía celestial. Estamos llamados a separarnos del mundo negándonos a tener comunión con aquellos que practican un modo de vida del que hemos sido liberados. Estamos separados en nuestra condición celestial como cuerpo de Cristo y en la forma en que nos comportamos ante el mundo.

Aquí es donde los corintios habían fallado. Ellos permitieron en su comunión a alguien que decía ser un creyente y sin embargo vivía en inmoralidad sexual. La negativa de la iglesia a separarse de su antigua forma de vida tuvo como consecuencia la unión de la iglesia y el mundo. Por eso Pablo les llamó a no juntarse «con ninguno que, llamándose hermano» (1 Co 5:11) viva de forma incompatible con su nueva identidad como pueblo redimido de Dios. El Señor nos llama a separarnos de aquellos que dicen ser creyentes y, sin embargo, viven de una manera que contradice la fe y la vida cristiana mediante la práctica del pecado sin arrepentimiento. Nos separamos rompiendo la comunión con ellos. La intimidad, el cuidado y la participación que existe entre los creyentes no se comparte con aquellos que se niegan a arrepentirse y creer en el evangelio.

La iglesia de Corinto debía lograr esta separación a través de la disciplina eclesiástica. Al echar al hombre de vuelta al mundo, estaban preservando su estatus de separación como pueblo de Cristo. ¿Seguirían cruzándose con este hombre? Ciertamente. Pero ahora ya no tenían comunión cristiana con él, y su voluntad de mantener la pureza de la Iglesia de Cristo como creyentes en el mundo es lo que significa la separación bíblica.

¿CÓMO DEBEMOS SEPARARNOS?

Con estos principios expuestos, hay algunas formas de avanzar que los cristianos deberían considerar cuando se trata de la separación bíblica.

En primer lugar, la Iglesia de hoy necesita arrepentirse de no tomar en serio el llamado a la separación. En Cristianismo y liberalismo, J. Gresham Machen se lamentó de que la Iglesia haya sido infiel a Cristo al dejar entrar en su membresía a decenas de incrédulos, muchos de los cuales son luego nombrados en puestos de enseñanza en la Iglesia. Machen escribió:

La mayor amenaza para la Iglesia cristiana hoy en día no viene de los enemigos de afuera, sino de los enemigos de adentro; viene de la presencia dentro de la Iglesia de un tipo de fe y práctica que es anticristiana hasta la médula… Una separación entre los dos grupos en la Iglesia es la necesidad urgente del momento.

Una separación, como la que Pablo le describe a los corintios, también es la necesidad urgente del momento para nosotros. Debido a que el llamado a estar separados no ha sido tomado en serio en la Iglesia, la Iglesia de hoy ha perdido su identidad en el mundo. La Iglesia debería ser muy diferente del mundo en cuanto a creencias y prácticas. Muchas iglesias podrían empezar a resolver este problema expulsando a los «acanos» de su entorno (ver Josué 7).

En segundo lugar, los cristianos necesitan establecer las prioridades correctas en su búsqueda de la separación. A menudo los cristianos se separan unos de otros y del mundo en todos los asuntos equivocados. Los cristianos necesitan unirse en lo que es más importante y evitar ser odiosos en nuestras convicciones mientras permitimos diferencias, sin separarnos, en aquellos asuntos de libertad de conciencia. La gran necesidad del momento son los cristianos convencidos que están dispuestos a permanecer juntos por la verdad del evangelio, que están comprometidos a ser formados por la Palabra de Dios y que son capaces de distinguir aquellos asuntos que tienen una importancia duradera en su defensa por la verdad.

Finalmente, los cristianos necesitan considerar su testimonio al mundo. En su Oración Sumo Sacerdotal, Jesús oró específicamente a Su Padre para que los creyentes no fueran sacados del mundo (Jn 17:15). El Señor nos dejó en el mundo para ser Sus testigos. Los incrédulos necesitan el evangelio y por eso estamos aquí. ¿El mundo percibe esto de nosotros? ¿Ven que nos preocupamos lo suficiente como para ayudarles a conocer la bendición que tenemos en Cristo? Llevamos la respuesta en el mensaje de la cruz, pero si la sensación que los incrédulos obtienen de nosotros es que estamos huyendo de ellos, ¿por qué pensamos que se volverán a Jesús y desearán entrar en nuestra comunión? En nuestra propia separación, vamos a ellos con el evangelio y recordamos que nuestro testimonio es la razón por la que el Señor nos preserva en el mundo.

Algún día puede que me vaya de California, pero puede que no sea todo lo que esperaba. Así que creo que, por ahora, trataré de practicar la separación justo donde estoy. Dondequiera que los cristianos estén verdaderamente separados como cuerpo de Cristo, en ese mismo lugar se puede disfrutar de un pedacito de cielo en la tierra, y ahora mismo eso es exactamente lo que todo lugar necesita.


Publicado originalmente en Tabletalk Magazine.
Christopher J. Gordon
Christopher J. Gordon

El Rev. Christopher J Gordon es pastor de predicación en Escondido United Reformed Church en Escondido, California.