El plan de redención – Parte 4

9Marcas

Serie: Clases esenciales: Teología Sistemática

Clase 22/26

El plan de redención – Parte 4

Bienvenido. Oremos antes de comenzar.

  1. Introducción

Mientras hemos estado estudiando el plan de redención de Dios, la semana pasada, con John Joseph uno de nuestros pastores recientemente reconocidos, consideramos la gloriosa obra de Dios de adoptar pecadores rebeldes en su propia familia, para luego santificarlos, y preservarlos hasta el final.

Sin embargo, a medida que nos preocupamos por las personas y vivimos la vida cristiana, la perseverancia puede ser un tema problemático y difícil. Supongo que la mayoría de nosotros tenemos conocidos, familiares y amigos que se han «alejado», han abandonado la fe. E incluso en nuestra última reunión de miembros tuvimos a uno de los nuestros que había renunciado a la fe. Si bien esto nos causa una gran pena, no debería ser una gran sorpresa. Porque no todos los que alguna vez profesaron fe en Cristo serán salvos. Se hacen falsas profesiones; los entusiastas a corto plazo se apartan (Mt. 13:20-22); y no todos los que dicen «Señor, Señor» entrarán en el reino de los cielos (Mt 7:21-23). Y ya se trate del dolor de las pruebas, la tentación del pecado o la desesperación de las dudas persistentes, terminar la carrera y pelear la buena batalla a menudo parece una batalla demasiado grande para nosotros.

Pero nuestra esperanza no es que perseveraremos a la perfección. Nuestra esperanza es que Dios preservará a su pueblo, ¿amén? Lo repetiré una vez más: nuestra esperanza no es que perseveraremos a la perfección, porque como dice John MacArthur, si pudiéramos perder nuestra salvación lo haríamos. Nuestra esperanza es que Dios preservará a su pueblo. Él terminará esta obra que comenzó en nosotros (Filipenses 1:6). Ningún cristiano se perderá. Nadie quedará atrás. Nuestro salvador dice: «Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero» (Jn. 6:39). «Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre» (Juan 10:28-29). Observemos algo aquí acerca del carácter de nuestro salvador. ¡Fíjate cuán seguro está de asegurar nuestra salvación! No sé tú, pero cuando soy puesto a prueba en la vida cristiana, me da miedo. Me desanimo. Como un niño con miedo a los monstruos que se niega a dormir, me niego a descansar y confiar en algo que no sea yo. ¡Pero Jesús no es así! ¡Él nuestro es un salvador seguro! ¡Regocíjate en eso esta mañana! Él dice: «Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera» (Juan 6:37). Qué promesa. Qué invitación. Tal vez estás visitándonos esta mañana, con un amigo o solo querías ver cómo es el cristianismo. Solo quiero reiterar esa promesa y te invito a confiar en ella. Jesús nunca te echará si vienes a él en arrepentimiento y fe.

Pero tal vez eres cristiano, o quieres ser uno, ¿pero crees que has cometido el «pecado imperdonable»? Durante mucho tiempo, estaba preocupado por haber cometido este pecado. ¿Estamos malditos más allá del perdón? En Mt. 12:31, dice Jesús, la blasfemia contra el Espíritu nunca será perdonada. Pero él no se está refiriendo a pecados «realmente malos» como el asesinato (Moisés, David, incluso Pablo fueron asesinos), o el adulterio (David), o el suicidio. La Biblia no hace distinción entre pecados mortales y veniales. En contexto, blasfemar contra el Espíritu Santo es atribuir de manera intencional, desafiante y persistente a Satanás lo que es innegablemente obra de Dios. Sam Storms señala: «La blasfemia contra el Espíritu Santo no es un error momentáneo, transitorio o inadvertido en el juicio, sino una rebelión persistente de toda la vida frente a la verdad ineludible. La blasfemia contra el Espíritu Santo no es un acto descuidado, sino una actitud endurecida. Los fariseos habían visto a Jesús sanar a los enfermos, resucitar a los muertos, limpiar a los leprosos, enseñar en el Sermón del Monte, dar vista a los ciegos, sanar a los paralíticos. La blasfemia contra el Espíritu Santo, por tanto, no es solo incredulidad, sino una incredulidad desvergonzada que surge no de la ignorancia de lo que es verdadero, sino que desafía lo que uno sabe más allá de toda duda que es verdad. No es una simple negación, sino una negación decidida… La blasfemia contra el Espíritu Santo es, por definición, un repudio no arrepentido hacia Espíritu Santo y una identificación impenitente de su obra con la obra del diablo».

Trazar un paralelo entre los obstinados líderes religiosos de los días de Jesús y los nuestros es difícil. Tal vez un buen ejemplo es el líder de la iglesia impenitente que rechaza lo que sabe que es la verdad de Dios, y conduce a otros a hacer lo mismo. Es difícil decirlo. Pero podemos decir con Romanos 10:13«Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo». Eso incluye a hombres que han negado a Jesús públicamente (como Pedro), y que han ordenado que otros sean asesinados (como Pablo). ¿No es alentador que los héroes de la fe sean grandes pecadores también? Si hay esperanza para ellos, hay esperanza para nosotros.

Antes de continuar, ¿alguna pregunta final acerca de la perseverancia o la blasfemia contra el Espíritu Santo? [Solo una última cosa: si estás preocupado por haber blasfemado contra el Espíritu Santo, es probable que no te hayas dado cuenta que demuestras sensibilidad ante este pecado. Pero si tiene más preguntas al respecto, no dudes en enviarnos un correo electrónico, nuestra información de contacto está en la parte posterior del folleto, o habla con un anciano].

Pasemos al punto 2 de tu folletoLa muerte

Todos los días al ver las noticias, encontramos enemigos. A pesar de estar en las montañas de Utah, mi esposa y yo todavía escuchábamos los trágicos asesinatos de aquellos en el cine de Louisiana. Leyendo el periódico, escuchamos sobre militantes de ISIS, terroristas locales en Tennessee o Carolina del Sur, bombas iraníes. Todos estos son enemigos. Sin embargo, de acuerdo con la Biblia, el último gran enemigo al que nos enfrentamos en esta vida no es el terrorismo, un régimen político o aquellos empeñados en destruir la libertad de expresión y la religión. El último gran enemigo, según la Biblia, es la muerte misma. 1 Co. 15:26 dice: «Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte».

Pero cada vez más nuestra cultura ve la muerte no como un enemigo, sino como un amigo, tal vez incluso como nuestra última esperanza. Lo fue para Brittany Maynard, de 29 años, quien eligió el alivio de la muerte en lugar de las pruebas de la vida. Ya sea que estemos hablando de suicidio asistido por un médico (también conocido como «muerte con dignidad», si existe tal cosa) o de los 50 millones de bebés abortados desde Wade v. Roe, la muerte debe ser bienvenida, no temida, apreciada, no aborrecida. Por cierto, el número de bebés abortados representa aproximadamente 1/6 parte de nuestra población actual. Y si has visto los videos de Planned Parenthood en los últimos tiempos, es innegable que nuestra cultura al menos tiene una visión insensible e informal de la muerte.

Pero la Biblia presenta una visión diferente de la muerte. No es «fallecer o dejar de existir» (Mary Baker Eddy). No es navegar felizmente hacia el atardecer. Las Escrituras aclaran que la muerte es una maldición (Gn. 3:19). Es una consecuencia directa y un castigo del pecado humano. La paga del pecado es la muerte (Ro. 6:23). Y todos mueren, porque todos han pecado (Ro. 5:12). La muerte no es natural. No es pacífica. Es trágica y aterradora, porque refleja el justo juicio de Dios sobre nosotros en nuestro pecado. No hay nada romántico acerca de la muerte en la Biblia. Es tan horrible que incluso el que triunfaría sobre ella se estremeció y se conmovió ante la tumba de su amigo Lázaro (Jn. 11:33-36). La muerte no era el amigo libertador de Lázaro, o el portal a una «vida mejor». Jesús vio la muerte por lo que era.

La razón por la que no lloramos como aquellos que no tienen esperanza no es porque sepamos que la muerte es buena, sino porque sabemos que el amor y la vida de Dios son más poderosos que las fauces de la muerte (1 Ts. 4:13). Aunque sentimos su mordedura, Cristo ha eliminado el aguijón de la muerte y tenemos esperanza en eso (1 Co.15: 54-57).

Entonces como aquellos que tienen esperanza, debemos considerar: ¿Qué pasa cuando morimos? Este es el punto B en el interior de tu folleto. Ha habido un mercado popular (¡y rentable!) de libros del género «turismo celestial» últimamente. Así es, libros como «Heaven Is For Real» que recientemente salió a la luz, hablan de personas que mueren, van al cielo, y luego vuelven y nos cuentan todo tipo de cosas al respecto. Permíteme ser claro en esto: las cosas que dicen esos libros no son ciertas. Como dice Jesús, la Palabra de Dios es verdad (Juan 17:17). La Biblia nos da preciosos y pequeños detalles acerca del estado en que nos encontramos entre la muerte y el cielo o lo que se conoce como el «estado intermedio». La mayoría de lo que la Biblia dice acerca del cielo se refiere al estado eterno (lo que sucede después de la resurrección final), no al estado intermedio (lo que sucede entre la muerte y la resurrección final).

No obstante, en lo que respecta al estado intermedio, las Escrituras dicen que cuando morimos, nuestras almas y cuerpos se separan mientras esperan esa reunión final en los cielos nuevos y la tierra nueva. No estamos simplemente en algún espacio contemplativo suspendido. Tampoco somos almas perdidas vagando por las sombras o cruzando el río Styx. Pablo dice: «Pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor» (2 Co. 5:8). Así, cuando morimos, somos hechos parte de la verdadera Sión, junto a «muchos millares de ángeles,  a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos» como dice Hebreos 12:22-23. Qué increíble suena eso: ¡cuando muramos, estaremos junto a innumerables ángeles en una fiesta en el cielo! ¿Alguna vez te detuviste a considerar eso? Sé que yo no lo he hecho lo suficiente. Estaba en un avión cuando me preparaba para esta clase y miraba por la ventana a 9000 m de altura, preguntándome dónde está esta fiesta, ¿¡Piloto llévame allí!? Pero Jesús es el verdadero y único piloto que puede llevarnos allí, ¿no? Cuando morimos, nuestras almas van inmediatamente a estar con él y disfrutar, este va a ser el momento más feliz, disfrutaremos, la existencia continua, consciente y personal con nuestro Señor mientras esperamos la resurrección de nuestros cuerpos en el último día. Debería detener la clase aquí para sentarnos y maravillarnos.

Pero algunos han tomado la imagen de «dormir» de la Biblia, que es una referencia a la muerte como apoyo a una especie de «sueño del alma». De acuerdo con este punto de vista, los cristianos están en un estado suspendido de inconsciencia hasta el juicio final. Si quieres una palabra divertida del día, se llama psicopaniquia. Dato teológico divertido del día: Juan Calvino escribió su primer tratado teológico en contra de esta opinión. Porque la Biblia habla del estado intermedio como una existencia consciente, no un sueño, no un sueño del alma. Después de todo, considera lo que Jesús le dice al ladrón en la cruz: «De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc. 23:43). ¡Alabado sea Dios que cuando morimos no entramos en una coma etérea! ¡Entramos en la presencia de Jesús!

Sin embargo, otros han sugerido que el estado intermedio ofrece todas las oportunidades de la salvación post mortem, o, en otras palabras, que podemos ser salvos después de morir. Este punto de vista es especialmente atractivo para aquellos que quieren decir que todos deben arrepentirse y creer para poder ser salvos y, no obstante, quieren una forma para que las personas sean salvas, aunque nunca han escuchado acerca de Cristo en esta vida. Recuerda la parábola del hombre rico en Lucas 16:9-31. No hubo una segunda oportunidad, ninguna oportunidad post mortem para ese hombre rico que rechazó a Dios. Y, por supuesto, nadie es condenado simplemente por rechazar a Cristo conscientemente. Por el contrario, todos estamos condenados y perdidos a causa del pecado consciente y voluntario. Pablo dice en Romanos 3:23«por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios». En otras palabras, nuestro problema no es fundamentalmente que no conozcamos a Jesús, sino que hayamos pecado conscientemente y deliberadamente, por tanto, merecemos la ira de Dios. Una ira que enfrentaremos en la próxima vida si no recurrimos a Jesús en esta vida; esta vida es la única oportunidad que tenemos, por eso debemos ser tan urgentes en compartir las buenas noticias. Hebreos 9:27 dice: «Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio».

Esto significa que la idea del purgatorio no es consistente con el estado intermedio. El purgatorio es la doctrina católica romana, que enseña que aunque Cristo ha perdonado la culpa del pecado, el castigo por los pecados debe ser sufrido antes de que uno pueda ser completamente limpio y entrar al cielo. El purgatorio es un lugar de purificación y preparación. La duración e intensidad de esos sufrimientos está determinada por los pecados cometidos. La estancia de alguien en el purgatorio puede reducirse con las oraciones de los que viven, las buenas obras de los fieles o la misa. El Papa tiene jurisdicción sobre el purgatorio; cualquier indulgencia (dinero) entregada a la iglesia en nombre de los muertos puede aliviar el sufrimiento o eliminarlos todos juntos. Esta doctrina, este abuso de la Escritura es lo que dio origen a las 95 tesis de Lutero  y estimuló la Reforma. Y para ser claro: no hay garantía bíblica del purgatorio. Lo mejor que la Iglesia de Roma puede hacer es señalar 2 Macabeos 12:42-45, que en sí mismo no es un libro canónico (no está en la Biblia), ni siquiera enseña claramente la doctrina. De modo que no tiene sentido orar por los muertos, y mucho menos comprar indulgencias o dedicar esfuerzos para asegurar una pronta liberación de los difuntos de los castigos del purgatorio.

Finalmente, el estado intermedio rechaza la noción de aniquilacionismo, donde los que mueren en incredulidad son aniquilados, cuerpo y alma completamente destruidos, mientras que los creyentes existen eternamente con el Señor. Aunque el aniquilacionismo es apoyado por los adventistas del séptimo día y algunos prominentes evangélicos británicos (Lewis, Stott), no está respaldado por las Escrituras. Sí, incluso C.S. Lewis se equivoca.

Sabemos esto porque al hablar del fin de los tiempos, Daniel escribe: «Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua» (Daniel 12:2). Los pecadores y los santos continuarán existiendo para siempre. Esta es una verdad importante porque nos enseña a cuidar a las personas porque sabemos que van a existir para siempre y queremos que existan en el gozo de Dios, no bajo su ira. Entonces, cuando estamos tratando con alguien, especialmente con alguien difícil, tal vez alguien que no nos gusta realmente, quizá nuestro cónyuge, solo recuerda: esta es una persona; podría haber ramificaciones eternas de nuestro trato hacia ellas. Esta realidad, que las personas existirán para siempre, es la razón por la cual una de las cosas más amorosas que Jesús hizo fue hablar no solo de la vida eterna, sino también del castigo eterno (Mt. 25:46), donde los fuegos del infierno son «eternos» «inextinguibles» (Mt. 3:1218:825:41). Si alguien viene a ti y te dice que Jesús nunca habló acerca del infierno, simplemente puedes estar seguro de que no ha leído bien la Biblia; En amor, Jesús habló claramente de ello, y las referencias están ahí en tu folleto para que puedas darle un vistazo.

Aunque la muerte es el último gran enemigo, Cristo ha vencido a la muerte. Por tanto, el cristiano finalmente puede enfrentar la muerte no con miedo, sino con la esperanza de que la muerte no tendrá la última palabra. Así, podemos decir con Pablo: «Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia» (Fil. 1:21). Podemos unirnos a Pablo en su cántico: «¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?» (1 Corintios 15:55).

Avancemos al punto 4 en el lado derecho en el interior de tu folleto: La glorificación.

Lo creas o no, ir al cielo cuando morimos no es nuestra esperanza final. Correcto, no solo queremos estar en el estado intermedio; queremos estar en el estado final. Ese estado final es la glorificación. La glorificación es la esperanza final del cristiano.

La glorificación es «el paso final en la aplicación de la redención. Sucederá cuando Cristo regrese y levante de entre los muertos los cuerpos de todos los creyentes de todos los tiempos que hayan muerto, los reúna con sus almas, y transforme los cuerpos de todos los creyentes que permanecen vivos, dando así a todos los creyentes al mismo tiempo cuerpos de resurrección perfectos como el suyo».

Este es el gran paso final. En un momento, seremos completamente redimidos, completamente libres de la muerte y el pecado, y libres puramente para alabar a Dios en su presencia. Seremos perfeccionados.

Si vas a elegir un texto para meditar sobre la glorificación, todo lo que tienes que hacer es ir a 1 Corintios 15. En él, Pablo dice: «He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados» (1 Corintios 15:51-52).

Pero, ¿cómo serán transformados y glorificados nuestros cuerpos cuando estén 3 m bajo tierra y comidos por los gusanos? Esta es probablemente la pregunta a la que Pablo responde en 2 Corintios. Él responde usando la analogía de una semilla que necesita ser enterrada para convertirse en la planta para la que fue creada. Si bien no es concluyente, es sugestivo que habrá alguna forma de continuidad con nuestros viejos cuerpos una vez que sean glorificados (Romanos 8:11). Si muero mañana, ¿tendré un cuerpo de 25 años en el cielo? No lo sé.

La Escritura simplemente nos dice que nuestros cuerpos serán como el de Cristo. Filipenses 3:21, dice que Cristo «transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya». Observa cómo, de nuevo, no podemos tomar crédito; Cristo es el actor en esa oración, él es el transformador de nuestros cuerpos.

Para ser claro: la glorificación se aplica a nuestros cuerpos físicos. Pablo dice: «Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción» (1 Corintios 15:42). Esto significa que nuestros cuerpos serán como el de Cristo, no porque nos parezcamos a él, sino porque nuestros cuerpos no se desgastarán, envejecerán, enfermarán, ni sufrirán daño (Apocalipsis 21:3-5). Esta es la razón por la cual las Escrituras dicen: «seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es» (1 Juan 3:2).

Nuestros cuerpos glorificados serán perfeccionados. Podemos regocijarnos de que nuestros nuevos cuerpos serán hechos a imagen de Dios, como originalmente lo pensó, siendo conformados a la semejanza de Cristo.

¿Esperas ansiosamente el regreso de Cristo cuando la salvación será completa y nuestros cuerpos serán como el de Cristo?

Quiero concluir hoy con esta pregunta: ¿Hay momentos específicos en la vida que te hayan llevado a desear más el cielo? ¿Alguien dispuesto a compartir?

Sabes, una de las bellezas de ser parte de una iglesia local es tener amistades con personas diferentes a ti principalmente porque ambos creen en Jesús. Y solo quiero decir cuánto me alienta como joven, el ver a santos mayores, cuyos cuerpos sufren, están rotos y llenos de dolor; estos santos son un gran testimonio de la esperanza en la glorificación. De la esperanza de que un día estos cuerpos no se romperán. El cáncer no podrá ingresar en ellos. Nunca volverás a mirarte en el espejo y desearás tener un tamaño diferente. Porque cada vez que te mires a ti mismo, podrás recordar que eres de Cristo, y él es tuyo. Qué esperanza. Mark recientemente publicó en Twitter: «Nuestros ejemplos de penurias duraderas a menudo son más poderosos que nuestras historias de éxito y triunfo». La próxima semana hablaremos acerca de la doctrina de la iglesia, nuestros hermanos y hermanas con quienes nos reunimos para regocijarnos en esta esperanza, pero por ahora permíteme orar por nosotros.

Oremos.

Notas del autor:

LA GLORIFICACIÓN

(1 Corintios 15:51-521 Tesalonicenses 4:14-16Romanos 8:111 Corintios 15:53Ap. 21:35)

La glorificación es esa bendición salvadora en la que los creyentes disfrutan la plena y final realización de nuestra unión con Cristo, en la cual los santos serán transformados para reflejar a la perfección la imagen de Jesucristo por la eternidad.

La glorificación es «el paso final en la aplicación de la redención. Sucederá cuando Cristo regrese y levante de entre los muertos los cuerpos de todos los creyentes de todos los tiempos que hayan muerto, los reúna con sus almas, y transforme los cuerpos de todos los creyentes que permanecen vivos, dando así a todos los creyentes al mismo tiempo cuerpos de resurrección perfectos como el suyo».

En un momento, seremos completamente redimidos, completamente libres de la muerte y el pecado, y libre puramente para alabar a Dios en su presencia. Seremos perfeccionados.

Filipenses 3:20-4:1

«20 Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; 21 el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas. 4:1: Así que, hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor, amados».

Romanos 8:23

«No sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo».

1 Co. 15:51-53

«51He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, 52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. 53 Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad».

La iglesia no espera el regreso de Cristo para que podamos estar unidos a él; más bien, la iglesia está unida a Cristo y espera ansiosamente la consumación de esta unión.

Mark Deve

El plan de redención – Parte 3

9Marcas

Serie: Clases esenciales: Teología Sistemática

Clase 21/26

El plan de redención – Parte 3

Bienvenido. Oremos antes de comenzar.

  1. Introducción

En las últimas dos semanas, hemos estado mirando el glorioso plan de redención de Dios. Como dije la semana pasada, si eres un creyentes en Jesús, tu corazón debería deleitarse en estudiar el plan y los propósitos de salvación de Dios porque es la historia de cómo Dios te salvó.

Comenzamos a explicar lo que los teólogos a menudo nos referimos como el orden de la salvación que nos ayuda a entender cómo Dios aplica la redención a los creyentes. Puedes encontrar ese orden en la Sección 1 de tu folleto.

Hace un par de semanas, hablamos acerca de los tres primeros pasos o etapas del orden de la salvación: la elección, el llamado del evangelio y la regeneración. Luego, la semana pasada, echamos un vistazo a las siguientes dos etapas: la conversión y la justificación. También dimos un vistazo a la idea de la unión con Cristo, cómo se manifiesta a través del acto de la conversión y es la realidad de nuestra justificación. Hoy veremos los siguientes tres pasos o etapas del orden de la salvación: la adopción, la santificación y la perseverancia.

En otras palabras, podrías decir que estaremos mirando la gloriosa obra de Dios de adoptar pecadores rebeldes en su propia familia, para santificarlos y, luego preservarlos hasta el final.

  1. La adopción

El primer tema en el que queremos pensar es la adopción. Esta idea de la adopción no es un concepto extraño para nosotros. Es donde el creyente, que una vez fue un extraño para Dios, entra a la familia de Dios y se convierte en un hijo de Dios.

Puedo recordar la adopción de mi propio hijo. Esta pequeña vida incorporada a nuestra familia. A las 11:30 de la mañana, el 9 de septiembre de 2011, no teníamos hijos. Un niño pequeño estaba en el mundo, pero no era nuestro. Sin embargo, a las 9:00 de esa noche, nos habían dado un hijo. Él era completamente nuestro, para nunca ser devuelto. El que alguna vez fue un extraño para nosotros, ahora se convirtió en el punto focal de nuestras vidas. Se convirtió en nuestro hijo.

Y así sucede con el cristiano en el momento en que deposita su fe en Jesucristo.

La adopción, como dice un teólogo, es: «Esa bendición salvadora donde los creyentes, en virtud de su comunión con el verdadero Hijo de Dios, comparten su filiación por gracia, se les concede el derecho de ser llamados y recibidos como hijos amados del Padre, y heredar los inconmensurables derechos y privilegios asegurados por el Hijo unigénito, Jesús. Por la adopción, los redimidos se convierten en hijos e hijas del Señor Dios Todopoderoso; son introducidos y reciben los privilegios de la familia de Dios».

¿Cuando sucede? Bueno, como lo aludí antes, la adopción viene después de que un pecador se convierte y expresa su fe en Dios.

Juan 1:12 dice que: «Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios».

El pecador, después de haber sido perdonado y constituido justo a los ojos de Dios (justificado), también se convierte en receptor de la filiación. El pecador justificado, entonces, es adoptado en la familia de Dios. ¡Ganas libertad y un padre todo en el mismo momento!

Esta relación es lo que más deseamos como cristianos. El evangelio no se trata principalmente de hechos, sino de ser traídos a una relación con Dios (Filipenses 3:7-8). ¡De eso se trata!

Si eres cristiano, me pregunto cómo te afecta esto. En un mundo caído donde las relaciones se rompen, el divorcio es generalizado, y los niños están distanciados de sus padres y otros hermanos, ¿te importa tener un Padre Celestial que te ama y siempre se preocupa por ti?

Mientras que la doctrina de la justificación habla de la relación del cristiano con Dios como Legislador y Juez, él te declara justo, la doctrina de la adopción habla de la relación del cristiano con Dios como su hijo o hija.

Y entonces vemos que Dios hace más que justificarnos: nos da una relación íntima con Él como hijos del Altísimo.

Bueno, tan impresionante como es esta doctrina, veamos donde aparece en la Biblia:

A. Ve conmigo a Efesios 1:4-5. Lo primero que queremos ver es que, en amor, el Padre predestinó la adopción del creyente en Cristo antes de la fundación del mundo.

Efesios 1:4-5 dice: «Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor [el Padre] habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo».

Por tanto, la adopción que nos ha otorgado ha sido su plan desde el comienzo del mundo.

B. Ahora ve conmigo a Gálatas 4, versículo 6. Queremos ver aquí que el Padre envió a su Hijo al mundo para hacer la obra de redención necesaria no solo para nuestra salvación, sino para el propósito de nuestra adopción.

Gálatas 4:6 dice: «Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos».

¿Lo ves? La adopción estaba a la vista de Cristo cuando fue a la cruz. ¡El Padre hizo que su propio Hijo fuera a la cruz para que nosotros pudiéramos ser sus hijos!

C. Pasemos ahora a Romanos 8, versículos 14-17. En este pasaje, quiero que veas que el Padre envió el Espíritu de su Hijo al corazón del creyente, con el claro propósito de asegurarle al creyente que él o ella es hijo del Padre.

Romanos 8:14-17 dice: «Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios».

La seguridad de nuestra salvación está envuelta en nuestra adopción como hijos de Dios.

D. Por último, mira algunos versículos más abajo, en el versículo 23. Nota aquí que el hijo de Dios, habiendo recibido el Espíritu de adopción, espera la etapa final de su adopción, cuando su cuerpo mortal caído será redimido de su corrupción y llevado a un estado de gloria como el de Cristo.

Romanos 8:23 dice: «…también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo»[1].

Entonces, hemos sido adoptados como hijos de Dios, pero los efectos completos, la consumación completa, de esa adopción todavía nos están esperando en el cielo.

Veamos las implicaciones de la adopción del cristiano:

  • El hecho de que Dios se relaciona con nosotros como Padre significa que…
    • ¡Él nos ama! 1 Juan 3:1: «Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él».
    • ¡El nos entiende! Salmo 103:13-14: «Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen. Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo».
    • ¡Él nos provee y nos da buenos regales! Mateo 7:11: «Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?».
    • ¡Él nos guía por el Espíritu Santo! Romanos 8:14: «Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios».
    • ¡Él nos disciplina y nos mantiene en el camino de la vida! Hebreos 12:5-6: «Y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo».
    • ¡Él nos hace una familia! 1 Ti. 5:1-2: «No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza».
    • Finalmente, ¡Él nos hace herederos! Gá. 4:7: «Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo».
      • ¿Herederos de de qué? En 1 Corintios 3, Pablo aborda una división en la iglesia de Corinto donde las personas se jactaban y quejaban por cosas de esta vida.
        • Él dice: «Así que, ninguno se gloríe en los hombres; porque todo es vuestro: Sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios» (1 Co. 3:21-23).
        • Entonces, todas las cosas son nuestras en Cristo. ¡Somos los herederos legítimos de todo!

Jonathan Edwards habló bien acerca de la doctrina de la adopción. Él escribió: «Dios hace de Sus siervos Sus hijos: todos los que le sirven, los adopta y les da el derecho a los gloriosos privilegios de los hijos de Dios. Él no los llama más siervos, sino hijos. Él se manifiesta a ellos, los hace sus amigos íntimos, sus herederos y coherederos con su Hijo. Él derrama Su amor sobre ellos y los abraza en Sus brazos, y mora en sus almas y hace Su morada en ellos, y se entrega a ellos para ser su padre y su porción. En esta vida, con frecuencia los refrescará con los rocíos espirituales del cielo. Los iluminará con rayos de luz y amor. Pero de ahora en adelante, los hará perfectamente felices,  para siempre. ¿Hubo alguna vez un Maestro tan bueno como este?» [2].

Bueno, cuando una persona es adoptada en la familia de Dios, el viejo refrán «de tal palo tal astilla» comienza a sonar verdadero, cuando comienza la verdadera santificación, lo que nos lleva a nuestro siguiente tema… la santificación.

  1. La santificación

Comencemos por la Declaración de Fe de CHBC y cómo define la santificación:

Artículo X, De la Santificación, Declaración de Fe de CHBC:

«Creemos que la Santificación es el proceso por el cual, de acuerdo con la voluntad de Dios, somos hechos partícipes de su santidad; que es una obra progresiva; que comienza en la regeneración; y que se lleva a cabo en los corazones de los creyentes por la presencia y el poder del Espíritu Santo, el Sellador y Consolador, en el uso continuo de los medios designados, especialmente la Palabra de Dios, la autoevaluación, la abnegación, la vigilancia y la oración».

Dicho de otra manera, se dice que la Santificación es «esa bendición salvadora en la que los creyentes, en virtud de estar unidos a Jesucristo, el Santo, comparten la santidad de Cristo, llevan el título de santos y progresivamente llevan a cabo la santidad que ya es nuestra en Él. Por tanto, es ese acto de salvación en el que Dios nos bendice abundantemente al llevarnos a una mayor conformidad con su imagen perfecta, Jesús».

En términos más simples, la santificación es una obra progresiva de Dios y el hombre que nos hace cada vez más libres del pecado y más como Cristo en nuestras vidas reales.

Hay 4 cosas que deben entenderse acerca de la naturaleza de la santificación.

A. Primero, la santificación es posicional o definitiva y ocurre en el momento en que somos regenerados (nacidos de nuevo). Cuando somos regenerados y unidos con Cristo, hay una brecha definitiva con el pecado y la separación del mismo o el compromiso con la santidad y la justicia en el pecador.

Vemos esto en Romanos 6, cuando Pablo escribe que hemos muerto al pecado y hemos sido hechos vivos en Cristo. El pecado ya no reina sobre nosotros. Ya no estamos bajo el poder del pecado… Esa separación inicial del pecado por Dios es lo que llamamos santificación definitiva.

Aunque fuimos esclavos del pecado antes de nuestra conversión, a través de nuestra unión con Cristo en su muerte y resurrección, hemos sido definitivamente santificados, de modo que ya no somos esclavos del pecado y ya no estamos bajo la ley, sino que somos gobernados por la gracia.

Wayne Grudem lo expresa de esta manera: «Una vez que hemos nacido de nuevo, hay un cambio moral que ocurre en nosotros de tal manera que no podemos seguir pecando como un hábito o patrón de vida (1 Juan 3:9), porque el poder de la nueva vida espiritual dentro de nosotros nos impide ceder a una vida de pecado»[3].

Ese es el primer punto.

B. Segundo, aunque la Biblia habla acerca de un comienzo definitivo para la santificación, también ve la santificación como un proceso que continúa a lo largo de la vida cristiana. De esta forma es progresiva. Crecimos en santidad por la gracia de Dios el resto de nuestras vidas.

Ve conmigo a 2 Co. 3:18. Pablo indica que progresivamente nos parecemos cada vez más a Cristo a medida que vivimos nuestras vidas cristianas. Mira lo que dice…

a) 2 Co. 3:18: «Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor».

Ve conmigo ahora a Fil. 3:13. Aquí, Pablo habla de su propio estado de santificación…

b) Filipenses 3:13-14: «Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús».

Incluso Pablo, aquí, no se considera a sí mismo perfectamente santo. Él sabe que necesita trabajar. Él sabe que el Espíritu Santo continuará trabajando en él para santificarlo y hacerlo a la imagen del Hijo. Así sucede con nosotros.

C. Tercero, mientras estamos siendo conformados a la imagen de Cristo Jesús, debemos entender que la santidad perfecta nunca se ha tenido en esta vida. Nuestra santificación nunca se completará en esta vida. Por el contrario, la santidad perfecta, la santificación completa, solo se logra al morir.

Ve a 1 Juan 3. Comenzando en el versículo 2. ¿Cuándo ocurre la santidad perfecta? Juan escribe…

c) 1 Juan3:2-3: «Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro».

El autor de Hebreos escribe en el capítulo 12 que solo cuando lleguemos a la presencia de Dios, seremos perfectos.

D. Finalmente, cuarto, la santificación es un proceso doble. Es tanto nuestro trabajo como el trabajo de Dios.

Ve conmigo a Fil. 2, comenzando en el versículo 12. Piensa en las palabras de Pablo, donde se habla del trabajo del hombre y de Dios como activo en el proceso de santificación. Pablo escribe en el versículo 12…

d) Filipenses 2:12-13: «Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad».

Para entender este concepto, debemos entender que la santificación es principalmente una obra de Dios. Es por eso que Pablo puede orar en 1 Ts. 5: «Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo».

El autor de Hebreos escribe en el capítulo 13: «Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno».

Por tanto, Dios es el actor principal en nuestra santificación. Y la persona de la Deidad más activa en este proceso es el Espíritu Santo.

Por esa razón, Pablo puede escribir en Gálatas 5 que si crecemos en santificación, «andamos en el Espíritu» y somos «guiados por el Espíritu». El Espíritu de santidad trabaja en nuestro interior para cambiar nuestras pasiones, deseos, actitudes y acciones.

Sin embargo, también debemos comprender que nosotros somos actores involucrados en el proceso de santificación. Desempeñamos un rol tanto pasivo como activo.

Desempeñamos el rol pasivo cuando confiamos en Dios para nuestra santificación y oramos a Dios para que trabaje en nosotros y nos haga conforme a la imagen de su Hijo.

Ve conmigo a Romanos 8:13 otra vez… Pablo escribe en Romanos 8:13: «Porque si vivís conforme a la carne, moriréis, mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis».

Pablo se dio cuenta de que somos completamente dependientes de la obra del Espíritu Santo en nosotros para crecer en nuestra santificación.

Entonces, sí, desempeñamos un rol pasivo en el proceso de la santificación, pero también desempeñamos un rol activo.

Notarás que en el mismo versículo, Pablo ordena a sus oyentes que «hagan morir las obras de la carne»… Claro, el Espíritu Santo nos permite hacer esto, pero al final del día, ¡nosotros debemos hacerlo!

¡Observa que no se da al Espíritu Santo la orden de hacer morir las obras de la carne, sino más bien a los cristianos! Somos llamados, con la ayuda del Espíritu, a eliminar las obras de la carne.

Por esto, Pablo puede escribir en Filipenses 2: «Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor». Podemos ocuparnos actuando de acuerdo con el impulso y el empoderamiento del Espíritu  del «querer como el hacer, por su buena voluntad».

  1. La perseverancia

Entonces, si Dios está santificando a los que él escogió, regeneró, justificó y adoptó, ¿puede un creyente caer de su estado justificado?

Para responder eso, demos un vistazo a la declaración de fe de CHBC:

Artículo XI, De la Perseverancia de los Santos, Declaración de Fe de CHBC:

«Creemos que los verdaderos creyentes son solo aquellos que resisten hasta el final; que su apego perseverante a Cristo es la gran marca que los distingue de los profesores superficiales; que una providencia especial vela por su bienestar; y ellos son guardados por el poder de Dios a través de la fe para salvación».

En otras palabras, los verdaderos cristianos no pueden perder su salvación.

Echemos un vistazo más de cerca a lo que son básicamente dos partes o lados de esta definición. Primero, la doctrina de la perseverancia de los santos afirma que… Todos los que verdaderamente nacieron de nuevo perseverarán hasta el final.

A. Todos los que verdaderamente nacieron de nuevo perseverarán hasta el final.

Esta idea, aunque un tanto controversial, se confirma claramente en las Escrituras…

Ve conmigo a Juan 6. Comenzando en el versículo 38, Jesús explica por qué descendió del cielo. Versículo 38…: «Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero».

Observa la certeza en el lenguaje de este pasaje: Jesús no perderá a ninguno, o a nadie, por así decirlo. Jesús hace la declaración enfática de que levantará a los cristianos en el día postrero. No es «Él espera que…» o «si todo va bien». Y no es «si resisten y no pierden su salvación». Él dice que lo hará. Dios está haciendo una promesa.

Más tarde, en el mismo Evangelio de Juan, Jesús declara: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre».

De nuevo, no hay ambigüedad. Nadie, ni otras personas, ni Satanás, ni siquiera nosotros mismos, nada puede separarnos de Dios una vez que nos ha traído consigo.

Además, vemos más evidencia de esta doctrina porque Dios ha puesto su «sello» sobre nosotros…

Ve a Efesios 1, versículo 13. Pablo está hablando de la seguridad que tenemos en Cristo. Versículo 13… «En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria» (Efesios 1:13-14).

No podemos y no perderemos nuestra salvación si estamos en Cristo Jesús. Ese es el mensaje del Nuevo Testamento, y esa es la promesa de quien ha escrito nuestros nombres en el libro de la vida del Cordero. Ten la seguridad de que si estás en Cristo, eres suyo por toda la eternidad. Dios te guardará. Él te preservará hasta el final.

B. Solo aquellos que perseveran hasta el final han nacido de nuevo.

Por supuesto, te preguntas, entonces ¿por qué veo a personas «alejarse» de la fe? Para eso, vemos la Declaración de Fe de CHBC.

Ten en cuenta que dice: «Creemos que los verdaderos creyentes son solo aquellos que resisten hasta el final; que su apego perseverante a Cristo es la gran marca que los distingue de los profesores superficiales».

Mientras que la Biblia enfatiza el hecho de que el poder de Dios guardará al que ha nacido de nuevo hasta el final, la Biblia también enfatiza el hecho de que solo aquellos que perseveran hasta el final pueden decirse que verdaderamente han nacido de nuevo.

En otras palabras, solo los verdaderamente salvos evidenciarán continuamente fe y arrepentimiento hasta la muerte.

Con respecto a aquellos que le dan la espalda a la fe y «caen», la Biblia nos dice que podemos estar seguros de que nunca fueron verdaderamente salvos. Debemos recordar que Dios garantiza que aquellos que son verdaderamente salvos lo harán. Dios preserva al cristiano en su fe, así que la perseverancia es la verdadera señal de que uno es verdaderamente un creyente.

Ve a Colosenses 1 conmigo. Versículo 22, Pablo está explicando por qué Cristo tuvo que morir en la cruz… Pablo escribe: «[Dios] en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído» (Col. 1:22-23)

El punto aquí es que permanecer en la fe es una de las señales claras de que alguien realmente está en el redil.

Ahora bien, esta idea no pretende causar temor o ansiedad en los verdaderos creyentes, implicando que si luchan con un cierto pecado, se han alejado de la gracia de Dios y no son realmente salvos. ¡Si somos salvos por la gracia de Dios y esa es nuestra base, entonces podemos estar seguros de que no caeremos por nuestras propias obras!

Por el contrario, pretende hacer un llamado de rendición de cuentas y advertir a aquellos que se han alejado y continúan en su pecado y dejan de exhibir el fruto de la salvación, que su continuada falta de arrepentimiento es una muy buena indicación de que su fe nunca fue real.

C. Aquellos que finalmente caen pueden dar muchas señales externas de conversión.

Pero, ¿qué hay de los que finalmente se apartan, pero dieron, en algún momento de su vida, señales externas de conversión? ¿Que hacemos con eso? Bueno, según Jesús, las señales externas eran en realidad señales falsas, nacidas como tales por el paso del tiempo.

Si recuerdas la parábola de Jesús acerca del sembrador, recordarás que la semilla que se sembró en realidad brotó en varios lugares diferentes. La semilla creció por un tiempo en el suelo rocoso; creció por un tiempo en el suelo espinoso y floreció en el buen suelo. Escucha cómo Jesús explica a los que escuchan el evangelio en tierra pedregosa y espinosa:

«Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo;  pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza.  El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa».

Estos claramente no son cristianos, a pesar de lo que podría haber sido una apariencia alentadora al principio.

Si estas personas son «falsos hermanos» conscientes, como Pablo llama a algunos que pretenden ser cristianos, a propósito engañados por cualquier razón… o si se engañan a sí mismos de alguna manera, pensando que son cristianos cuando no lo son… estos todavía pueden parecer externamente creyentes genuinos.

En cualquier caso, sin embargo, la Escritura es clara en cuanto a su destino…

«No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad…» (Mateo 7:21-23).

Observa bien; no es: «Te conocía y te alejaste de mí». No es: «Ya no te conozco». Es: «nunca te conocí», fundamentando la idea de que no hay nada bíblico como la pérdida de la verdadera salvación.

1 Juan 2:19 resume bien esta idea: «Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros».

Amigo, al cerrar, permíteme terminar con esto. Si bien debemos estar atentos a los falsos creyentes, debemos animarnos a ver el fruto en nuestras propias vidas y las de los demás, ya que evidencia la gracia de la redención de Dios en sus vidas y la nuestra.

Por esa razón, es una misericordia de Dios darnos fruto en nuestras vidas. Él nos da frutos para que podamos ver su obra en nuestras vidas y tener la seguridad de la salvación.

Esta mañana no tenemos tiempo para entrar en los detalles de la doctrina de la seguridad, pero ten la certeza de que el mismo Dios que te resucitó de entre los muertos es el mismo Dios que puede y te preservará hasta el final, si estás en Cristo.

Oremos.

[1] Si bien la adopción tiene una visión presente que se muestra en Romanos 8:15, también tiene una visión futura en la que recibimos la herencia completa de nuestra filiación.

[2]Jonathan Edwards «Christian Liberty: A Sermon on James 1:2», en Sermons and Discourses 1720-1723, The Works of Jonathan Edwards, Vol. 10, Ed. Wilson H. Kimnach (New Haven: Yale, 1992), 630. Edwards tenía 18 años cuando predicó este sermón.

[3] Grudem, Wayne. Teología Sistemática, p. 746.

Mark Deve

El plan de redención – Parte 2

9Marcas

Serie: Clases esenciales: Teología Sistemática

Clase 20/26

El plan de redención – Parte 2

Bienvenido. Oremos antes de iniciar – «Señor, te alabamos por la gracia de considerar las inescrutables riquezas de Cristo. Ayúdanos a valorar a Jesús por sobre todas las cosas».

  1. Introducción

La semana pasada comenzamos a mirar el glorioso plan de redención de Dios. Si eres un creyente en Jesús, tu corazón debería deleitarse al estudiar el plan y los propósitos de salvación de Dios porque es la historia de cómo Dios te salvó.

Empezamos explicando lo que los teólogos a menudo nos referimos como el orden de la salvación que nos ayuda a entender cómo Dios aplica la redención a los creyentes. Puedes encontrar ese orden en tu folleto.

La semana pasada consideramos las primeras 3 etapas: la elección, el llamado del evangelio y la regeneración. Esta mañana retomaremos con la conversión, luego veremos la unión con Cristo, y luego cerraremos con la doctrina de la justificación.

  1. La conversión (fe y arrepentimiento)

Primero, echemos un vistazo a la conversión. Permíteme comenzar nuestra discusión acerca de la conversión leyendo la declaración de fe de nuestra iglesia en lo que respecta al tema de la conversión, en el artículo VIII, titulado «Del Arrepentimiento y la Fe»:

Artículo VIII, Del Arrepentimiento y la Fe, Declaración de Fe de CHBC:

Creemos que el arrepentimiento y la fe son deberes sagrados, y también gracias inseparables, forjadas en nuestras almas por el Espíritu regenerador de Dios; por lo cual, estando profundamente convencidos de nuestra culpa, peligro e impotencia, y del camino de la salvación por Cristo, nos dirigimos a Dios con contrición, confesión y súplica fidedignas para obtener misericordia; al mismo tiempo, recibimos con entusiasmo al Señor Jesucristo como nuestro Profeta, Sacerdote y Rey, y confiamos únicamente en Él como el único y suficiente Salvador.

Como lo explica nuestra Declaración de Fe, la conversión es «nuestra respuesta voluntaria al llamado del evangelio, en el cual nos arrepentimos de todo corazón de los pecados y ponemos nuestra confianza en Cristo para nuestra salvación personal». Es en este paso que la regeneración nos da la capacidad de actuar, renovando nuestra mente y voluntad.

La conversión  implica arrepentimiento y fe. Entonces, cuando compartes el evangelio, un resumen útil es DIOS-HOMBRE-CRISTO-RESPUESTA; cuando miramos la conversión, pensamos en nuestra necesidad de responder, responder con fe y arrepentimiento. Miremos cada aspecto por separado.

El arrepentimiento

Primero, el arrepentimiento.

Las primeras palabras de Jesús para nosotros en el Evangelio de Marcos son un llamado al arrepentimiento y la fe.

Marcos 1:15: «El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio».

Las últimas palabras de Pablo a los ancianos de Éfeso resumen el evangelio que les predicó: Hechos 20:20-21: «Y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas,  testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo».

¿Qué es el arrepentimiento? El arrepentimiento implica un dolor sincero por el pecado, una renuncia a él y un compromiso sincero de abandonarlo y caminar en obediencia a Cristo.

En el libro de Zacarías, Dios habla por medio del profeta Zacarías a su pueblo. Un pueblo que lo había desobedecido una y otra vez. Un pueblo que vivió atrozmente en su pecado y adoró a otros dioses. Vidas de pecado y rebelión que destruyeron la relación de Dios con su pueblo.

¿Cuál fue el mensaje de Dios a su pueblo a través del profeta Zacarías? Capítulo 1, versículo 3: «Volveos a mí, dice Jehová de los ejércitos, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos».

Dios estaba llamando a los israelitas al arrepentimiento. Lo estaba haciendo por muchas razones, pero el principal motivo era el propósito de restaurar su relación con su pueblo. Como tal, el arrepentimiento, debe decirse, se refiere a la reparación de una relación con Dios que ha sido perturbada por el pecado humano[1].

Como dice Mark Boda, el arrepentimiento «es fundamentalmente un retorno a la comunión íntima con el Dios trino, nuestro Creador y Redentor». Es un retorno relacional que «surge del corazón humano e impacta las actitudes, palabras y acciones».

No se trata solo del dolor de ofender a un Dios santo. Ni siquiera se trata solo de honrarlo con la forma en la que vives, por importante que sea. Fundamentalmente, el arrepentimiento es la restauración de una relación quebrantada con Dios por causa del pecado, cuyo remedio solo puede obtenerse mediante el acto del arrepentimiento.

Y, para ese fin, debe entenderse que el arrepentimiento NO es una simple confesión de pecado. No te dejes engañar por el uso indebido de este término por parte de la cultura. Confesarse no es arrepentirse. La confesión es el primer paso para el arrepentimiento, pero no es el arrepentimiento.

El arrepentimiento requiere un abandono total del pecado y la búsqueda de otra forma de vida… Porque si el propósito del arrepentimiento es restaurar una relación quebrantada con Dios, debemos entender que él NO puede ser burlado. No podemos decirle que lo sentimos y continuar con nuestro pecado… No, el verdadero arrepentimiento es confesar ese pecado, sí, pero luego apartarse de ese pecado y caer de cabeza en el regazo de Jesús para la salvación de nuestra alma.

Imagina que tú y tus amigos se dirigen desde Washington, DC a Nueva York. Te subes al auto y pronto comienzas a ver señales de Richmond, Virginia; luego Charlotte, Carolina del Norte. ¿Qué le dices al conductor? ¡Estás yendo por el camino equivocado! El conductor dice: Lo siento, sí, ¡tienes razón! Deberíamos ir hacia el norte, me siento tan mal por habernos retrasado. Entonces vuelves a la carretera, y pronto ves señales de Charleston, Carolina del Sur; y Savannah, Georgia. ¿El conductor se arrepintió? ¡No! Quizá lo lamenta, pero el arrepentimiento implica mucho más que eso: es girar en U e ir en la otra dirección.

El arrepentimiento no es una cosa de una sola vez. Es algo de toda la vida. Como creyentes, corremos la carrera del arrepentimiento durante toda nuestra vida. La fe y el arrepentimiento verdadero comienzan a ocurrir en un momento de nuestras vidas, pero no solo durante ese momento. La fe y el arrepentimiento marcarán al verdadero cristiano a lo largo de su vida, mientras Dios lleva a cabo su obra hasta su culminación.

Dios no solo usa la convicción de nuestra maldad para ver esto, sino también la realización de su bondad: nuestra aprehensión de la misericordia de Dios hacia nosotros irrumpe nuestros corazones y nos lleva a arrepentirnos.

Da un vistazo a lo que Dios dice en Joel 2:12-13: «Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamentoRasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo».

Pablo le pregunta al lector en Romanos 2:4: «¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?».

Esta idea de la importancia y el rol de reconocer la bondad de Dios en el proceso del arrepentimiento se ilustra en Lucas 15: El hijo pródigo había estado viviendo en rebelión y pecado. Luego, en el versículo 17, se nos dice que vuelve en sí… y regresa a casa con la esperanza de que su padre al menos le permita volver a ser un jornalero. Sin duda tenía una visión equivocada de su padre cuando pidió la herencia para obtener su «libertad» años antes. Pero ahora, él confiesa que su padre es un hombre generoso y que el servicio en casa es mucho mejor que la «libertad» en el país lejano… Si el chico hubiera pensado solo en sí mismo –en su hambre, nostalgia, soledad–, habría terminado desesperado. Pero sus dolorosas circunstancias lo ayudaron a ver a su padre de una nueva manera, y esto le trajo esperanza[2]. ¡Esto produjo un verdadero arrepentimiento!

J.I. Packer lo expresa de esta manera: «El arrepentimiento que Cristo requiere de su pueblo consiste en una firme negativa de establecer límites a las afirmaciones que él pueda hacer sobre sus vidas»[3]. El verdadero arrepentimiento es decir: «Está bien, Dios, lo que sea necesario, te lo entrego todo y te seguiré con absoluto abandono… Sin importar el costo… Sin importar el pecado… Sin importar la lucha. Ese es el verdadero arrepentimiento.

Amigo, oro para que si el día de hoy te encuentras viviendo en pecado sin arrepentimiento ni confesión, abandones tu pecado para salvación de tu alma.

La fe

Dicho eso, y habiendo mirado el arrepentimiento, veamos y definamos lo que queremos decir con «fe salvadora».

Efesios 2:8-10 dice: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe».

¿Qué es la fe en Jesucristo? Primero, la fe debe incluir el conocimiento de Cristo y lo que él ha hecho en el evangelio. Debemos tener algunos conocimientos básicos y comprensión sobre los hechos que rodean a Jesucristo. No podemos tener fe en algo o alguien que no conocemos, con el que no tenemos una relación o que no comprendemos.

Romanos 10:14 dice: «¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?».

Debemos saber acerca de Jesucristo si debemos creer en él. Por eso es tan imperativo que compartamos el evangelio con otros. ¿Cómo sabrán ellos acerca de la salvación si no pueden escuchar el evangelio? ¡No lo harán! ¡La fe salvadora solo se logra conociendo las buenas noticias del evangelio de Jesucristo!

Pero alguien podría decir: «Sí, pero incluso los demonios «saben» acerca de Jesucristo… ¿No tienen ellos este «conocimiento» del que hablas… y, sin embargo, no son salvos?» Y esa persona estaría en lo correcto. Santiago 2:19 dice: «Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan».

Por tanto, la fe salvadora también debe incluir confianza. No solo sabemos acerca de él, nos confiamos a él. Lo recibimos. Descansamos en él. Nos arrojamos sobre él. La fe en Jesucristo es una gracia salvadora (Efesios 2:8-9Filipenses 1:29), por la cual recibimos (Juan 1:12) y descansamos solo en él para salvación, tal como se nos ofrece en el evangelio.

IlustraciónUn edificio en llamas.

Aquí es importante resaltar que no es la fuerza de nuestra fe la que salva, sino que es el objeto de nuestra fe el que salva. Jesucristo es el objeto de nuestra fe. Él nos salva. Puede que estés colgando de un hilo, pero no es la fuerza de tu agarre lo que te salva, sino más bien en quién estás confiando el que lo hace. A medida que aprendes y entiendes que no es la fuerza de tu fe, sino la persona, rápidamente encontrarás que no eres tú quien se aferra a Cristo, sino que es él quien se aferra a ti (Juan 10:28).

Me encanta la forma en que lo dice nuestra Declaración de Fe: «recibimos con entusiasmo al Señor Jesucristo como nuestro Profeta, Sacerdote y Rey, y confiamos únicamente en Él como el único y suficiente Salvador».

John Murray lo expresa de la siguiente manera: La fe es una «transferencia de la confianza que hay en nosotros mismos y en todos los recursos humanos a la confianza solo en Cristo para salvación. Es recibirle y descansar en él… La fe es confianza en una persona, la persona de Cristo, el Hijo de Dios y el Salvador de los perdidos. Nos confiamos a él. No es simplemente creerle a Él; es creer en Él y sobre Él»[4].

Ilustración: La silla en la que estás sentado.

¿Cómo deberíamos pensar acerca de la fe en el proceso de la salvación? Horatius Bonar lo expresó así:

«La fe no es Cristo ni la cruz de Cristo. La fe es siempre la mano extendida del mendigo, nunca el oro del rico, la fe es la ventana que deja pasar la luz, nunca es el sol.

Sin mérito en sí misma, nos une a la infinita dignidad de Aquel en quien el Padre se complace; y al unirnos, nos presenta perfectos en la perfección de otro.

Aunque no es el fundamento establecido en Sión, nos lleva a ese fundamento, y nos mantiene allí, arraigados y asentados, para que no nos alejemos de la esperanza del evangelio.

Aunque no es el evangelio, las buenas nuevas, recibe estas buenas nuevas como las verdades eternas de Dios, y le pide al alma que se regocije en ellas; aunque no es el holocausto, se detiene y mira la llama que asciende, lo que nos asegura que la ira que debería haber consumido al pecador cayó sobre el Sustituto»[5].

Preguntas: ¿De qué manera una correcta comprensión de la conversión es esencial o incluso útil para la comprensión de nuestra salvación? (2) ¿De qué manera una correcta comprensión de la conversión es esencial para la correcta proclamación del evangelio y para nuestro evangelismo?

  1. La unión con Cristo

Habiendo hablado de la fe salvadora, ahora debemos entender que la fe salvadora nos une al Salvador, el Señor Jesucristo. Ser salvo es estar unido al Salvador, el quinto paso en el orden de la salvación.

Estar unidos a Cristo significa que los creyentes se unen personalmente a Jesús vivo, encarnado, crucificado, resucitado y reinante por su Espíritu Santo a través de la fe. La fe dada por Dios y forjada por el Espíritu nos une a Jesucristo, en quien tenemos toda bendición espiritual para la vida y la eternidad.

Así, en Efesios 1:3, Pablo escribe: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo». De hecho, vayamos a Efesios 1:3-14 juntos. Quiero que notes todas las referencias a la unión con Cristo mientras leemos esto juntos [observa todas las referencias a la unión con Cristo].

Efesios 1:3-14: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristosegún nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo10 de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. 11 En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, 12 a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria».

Hay un montón de imágenes bíblicas que ilustran esta unión con Cristo:

La unión con Cristo se asemeja a la de un edificio y su piedra angular (Efesios 2:20-22), una vid y sus ramas (Juan 15:1-8), los miembros de un cuerpo humano y su cabeza (Efesios 1:22-231 Corintios 12:12), y la unión entre un esposo y una esposa (Efesios 5:31-322 Corintios 11:2).

Todos los beneficios de la salvación fluyen a nosotros en virtud de estar unidos al Salvador.

¡Los creyentes son justificados en Cristo, santificados en Cristo, adoptados en Cristo, preservados en Cristo y glorificados en Cristo! Poseemos vida eterna en Cristo (Romanos 6:23); somos justificados en Cristo (Romanos 8:1); glorificados en Cristo (Romanos 8:302 Corintios 3:18); santificados en Cristo (1 Corintios 1:2); llamados en Cristo (v. 9); hechos vivos en Cristo (15:22; Efesios 2:5); creados nuevamente en Cristo (2 Corintios 5:17); adoptados como hijos de Dios en Cristo (Gálatas 3:26); escogidos en Cristo (Efesios 1:4); y resucitados con Cristo (Col. 3:1).

Si Pablo quiere referirse a un cristiano, su manera breve de hacerlo es decir que una persona está «en Cristo» o «en el Señor» (véase Romanos 16:1-13Filipenses 4:21). Col. 1:2). Sin Cristo, Dios es terrible. En Cristo, Dios es maravilloso.

John Murray dice acerca de la unión con Cristo: «La unión con Cristo es realmente la verdad central de toda la doctrina de la salvación, no solo en su aplicación, sino también en su logro definitivo en la obra consumada de Cristo»[6].

Cristo es un tesoro infinito de gracia. Pasaremos el resto de nuestro tiempo esta mañana maravillándonos de los beneficios maravillosos que llegan a los creyentes en virtud de nuestra unión con él[7]. Pero antes de hacerlo, déjame hacerte un par de preguntas…

Preguntas: (1) ¿De qué manera es esencial una correcta comprensión de nuestra unión con Cristo o incluso útil para nuestro entendimiento o seguridad de nuestra salvación? (2) ¿De qué manera es esencial una correcta comprensión de la unión de los cristianos con Cristo para la correcta proclamación del evangelio y para nuestro evangelismo y discipulado?

  1. La justificación

Con ese fin, echemos un vistazo a la doctrina de la justificación, el sexto paso en el orden de la salvación. Para hacer eso, déjame leer lo que dice nuestra Declaración de Fe acerca de la doctrina; puedes encontrar en la página 3 de tu folleto:

Artículo VDe la JustificaciónDeclaración de Fe de CHBC:

Creemos que la gran bendición del Evangelio que Cristo asegura a los que creen en Él es la Justificación; esa Justificación incluye el perdón del pecado y la promesa de la vida eterna sobre los principios de la justicia; que es otorgada, no en consideración a ninguna obra de justicia que hayamos hecho, sino únicamente a través de la fe en la sangre del Redentor; en virtud de la cual, su perfecta justicia nos es imputada libremente por Dios; que nos lleva a un estado de bendita paz y favor con Dios, y asegura todas las demás bendiciones necesarias para el tiempo y la eternidad.

La justificación es esa bendición salvadora mediante la cual los pecadores son declarados justos ante Dios a través del perdón de nuestros pecados y la imputación de la justicia de Cristo. Esta declaraciób legal de Dios se produce precisamente cuando somos llevados a compartir la vida justa, la muerte que lleva el pecado y la resurrección triunfante de Jesús.

La justificación es una declaración legal o judicial de Dios de que somos justos ante sus ojos… no debido a nuestras obras, sino porque él imputa o acredita la justicia de su Hijo como la nuestra. Somos contados justos en Cristo.

Si pensamos que la regeneración es comparable al trabajo de un cirujano que está creando un nuevo corazón, la justificación sería entonces comparable al trabajo de un juez. Es una declaración externa y legal de parte de Dios de nuestra posición ante Dios, a saber, que ahora somos justos, limpios o «no culpables» ante Él.

Pablo escribe en 2 Co. 5: 21 acerca de esta justicia imputada: «Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él».

Más tarde, Pablo escribiría a los filipenses en Filipenses 3:4-9: «Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe».

Somos justificados solo por la fe, solo en Cristo, no por nuestras obras.

Es instantáneo sobre nuestra verdadera confesión de fe en Cristo. «Cristo no solo nos acredita la gracia para que podamos producir buenas obras y ganar nuestro camino al cielo», como es la posición del catolicismo romano. La Escritura es clara en este punto:

  • Gálatas 2:16: «Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado».

Nuestra fe en Cristo «dispara» la justificación. La fe es en sí misma un regalo de Dios que no podemos obtener o ejercitar por nuestra cuenta. Nosotros simplemente no podemos producir fe salvadora, y no podemos ganar la fe o la salvación por ningún acto o mérito de nuestra parte. Somos justificados solo por la gracia de Dios solo a través de la fe.

Entonces, de esta manera, es todo gracia. La gracia de Dios al darnos fe salvadora. Y la gracia de Dios al hacer que esa fe salvadora sea suficiente para justificarnos a través de la obra de Cristo.

¿Te has preguntado por qué la fe es el medio que Dios usa para justificar al pecador? ¿Por qué Dios no usó el amor, la humildad o la bondad? Bueno, Dios usa la fe porque va exactamente en contra de nuestra autodependencia. Confiar en Dios para ser justificados entra en conflicto directo con el deseo del hombre de depender de sus propias buenas obras para la salvación. Es Dios quien recibirá la alabanza y la gloria en la salvación y no el hombre. Es la justicia de Cristo lo que nos hace inocentes.

«Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (Efesios 2:8-9)

Preguntas: (1) ¿De qué manera es esencial una correcta comprensión de la justificación o incluso útil para la comprensión de nuestra salvación? (2) ¿De qué manera es esencial una correcta comprensión de la justificación para la correcta proclamación del evangelio y para nuestro evangelismo?

Oremos.

Opcional para la justificación: Catecismo de Heidelberg

P. 60: ¿Cómo eres justo ante Dios?

Por la sola verdadera fe en Jesucristo,a de tal suerte que, aunque mi conciencia me acuse de haber pecado gravemente contra todos los mandamientos de Dios, no habiendo guardado jamás ninguno de ellos,b y estando siempre inclinado a todo mal,c sin merecimiento alguno mío,d solo por su gracia,e Dios me imputa y daf la perfecta satisfacción,g justicia y santidad de Cristoh como si no hubiera yo tenido, ni cometido algún pecado, antes bien como si yo mismo hubiera cumplido aquella obediencia que Cristo cumplió por mí,i con tal que yo abrace estas gracias y beneficios con verdadera fej.

[aRo. 3:21-2224Ro. 5:1-2Gl. 2:16Ef. 2:8-9Fil. 3:9b. Ro. 3:19c. Ro. 7:23d. Tit. 3:5Dt. 9:6Ez. 36:22e. Ro. 3:24Ef. 2:8Ef. 4:42 Co. 5:19g. 1 Jn. 2:2h. 1 Jn. 2:1i. 2 Co. 5:21j. Ro. 3:22Jn. 3:18][8].

[1]Boda, Mark J. Return to Me: A Biblical Theology of Repentance (Nuevos Estudios sobre Teología Bíblica).

[2]Wiersbe, W. W. (1996). The Bible exposition commentary (Vol. 1, p. 235). Wheaton, IL: Victor Books.

[3]J.I. Packer, Evangelism and the Sovereignty of God (Downers Grove, IL: InterVarsity, 1961/2008), 81.

[4]John Murray, Redemption Accomplished and Applied (Grand Rapids: Eerdmans, 1955), 111-12.

[5]–Horatius Bonar, The Everlasting Righteousness; or, How Shall a Man be Just with God? (Carlisle, Pa.: Banner of Truth, 1874/1993), 111-113.

[6]John Murray, Redemption Accomplished and Applied (Grand Rapids: Eerdmans, 1955), 161.

[7]Col. 2:20-3:4Juan 17:24-26

[8]http://www.clir.net/pdf/heidelberg.pdf

Mark Deve

El plan de redención – Parte 1

9Marcas

Serie: Clases esenciales: Teología Sistemática

Clase 19/26

El plan de redención – Parte 1

  1. Introducción: El problema de la salvación

En las últimas semanas, hemos estudiado a Dios, principalmente a la persona del Espíritu Santo. El día de hoy, comenzamos una encuesta acerca de cómo Dios trabajó desde la eternidad pasada y trabaja en la eternidad futura para reconciliar a un pueblo elegido con él a través de la obra expiatoria de Cristo en la cruz. Pero primero quiero hablar de una palabra común: «salvación».

La palabra «salvación» en sí plantea un problema en nuestra cultura posmoderna, una cultura que dice que la verdad es relativa. ¿Cuál es el problema? Bueno, la salvación supone que tenemos una situación difícil. Supone que necesitamos ser salvados. ¿Pero salvados de qué? ¿Salvados para qué? ¿Salvados por quién?

Nuestra cultura ha perdido el vocabulario de palabras como «pecado» y «santidad». En nuestra cultura terapéutica, «el pecado» ya no se define por quiénes somos aquí [en el corazón], sino más bien por los errores e injusticias que se han cometido contra nosotros afuera. No hay verdaderos conspiradores, solo víctimas.

Nuestro problema fundamental, dice nuestra cultura, no es la presunción espiritual, sino la baja autoestima. Pero ésta es la esencia del orgullo. Nuestra cultura les dice a todos que se expresen; que se recompensen… pero, ¿qué dice el Señor? Él nos llama a negarnos a nosotros mismos, no a abandonar a Dios para encontrar en nosotros mismos lo que una vez encontramos en Dios y solo podemos encontrar en él.

Esa clase de abandono yace en el corazón de ese primer pecado en el huerto, el deseo de no vivir para Dios sino ser Dios. En Edén, nuestros primeros padres trataron de quitarle a Dios su trabajo, y nosotros lo hacemos todo el tiempo. Con demasiada frecuencia no nos vemos como criaturas dependientes. En cambio, nos vemos a nosotros mismos como los autores de nuestra propia existencia, los jueces de nuestros propios valores y los dueños de nuestros propios destinos. Así como el pecado se ha desvanecido, también lo ha hecho Dios de nuestra conciencia.

No es sino hasta que captamos las profundidades de nuestra depravación, de nuestro pecado, no es sino hasta que entendemos el mal que reside aquí (en el corazón) que podemos entender correctamente que necesitamos ser salvados no solo de nosotros mismos, sino de Dios. Y ese remedio para la salvación no está en nosotros, sino fuera de nosotros.

Me gusta la forma en que Spurgeon lo expresó, él dijo: «El que no piensa seriamente acerca del pecado, no pensará seriamente acerca del salvador»… Mi deseo es que podamos ser los que piensan profundamente acerca de la salvación porque entendemos lo que la Biblia dice acerca de nosotros: que somos pecadores y necesitamos ser salvados.

  1. El orden de la salvación

Entonces, ¿cómo se da la salvación? ¿Qué sucede realmente cuando alguien es salvo? Estamos en el punto dos en tu folleto: El orden de la salvación.

En las clases anteriores, hablamos acerca del hecho de que todos hemos pecado y merecemos el castigo eterno de Dios. Sin embargo, al morir obedientemente en la cruz, Cristo logró la redención de su pueblo. Con «redención» me refiero a que Cristo pagó el precio para comprarnos de nuestra esclavitud al pecado; cuando alguien redime algo, como en una casa de empeño, la persona debe pagar un precio para recuperar lo que le pertenece. Cristo, a través de su obra en la cruz, ganó nuestra salvación…

Hoy, veremos la forma en que Dios aplica esa salvación a las vidas individuales.

A lo largo de las próximas cuatro clases veremos que «la salvación es del Señor». Dios no solo logró algo en la cruz; él también aplica los beneficios de la cruz a personas individuales.

De manera que cuando la Biblia habla de la salvación, no habla de un «acto simple e indivisible». Al contrario, habla de la salvación que comprende una «serie de actos y procesos». La Escritura habla de la salvación en el pasado, presente y futuro. Los cristianos han sido salvos (Efesios 2:8), están siendo salvos (1 Corintios 1:18), y serán completamente salvos algún día de las consecuencias del pecado (Romanos 5:9).

Dado que la aplicación de la redención no es una acción única, sino más bien una serie de actos y procesos, no debería sorprendernos que siga un orden determinado y distinto con una disposición de varios pasos. Sin embargo, ningún versículo de la Escritura menciona cada acto o proceso en este «orden de la salvación».

En cambio, una comparación cuidadosa de varios pasajes del Nuevo Testamento nos da un marco para el orden de la salvación. [Eso es lo que hace la teología sistemática: ver toda la Biblia para ver lo que ella dice respecto a un tema o pregunta].

Considera Romanos 8:29-30, por ejemplo: «Porque a los que antes [Dios] conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó».

Así que vemos que la predestinación precede al llamado, que precede a la justificación, que a su vez precede a la glorificación. Esto tiene sentido, ¿no? Dios no podía, por ejemplo, glorificar a un pecador que no había sido justificado, ¿o no? Hay un orden lógico de cómo se aplica la salvación a las personas.

Bueno, el orden de la salvación que consideraremos en las próximas semanas es el siguiente [esto está en la parte delantera de tu folleto]:

  • La elección (Dios escoge las personas que serán salvas)
  • El llamado del evangelio (proclamar/escuchar el mensaje del evangelio)
  • La regeneración (nacer de nuevo)
  • La conversión (fe y arrepentimiento)
  • La justificación (posición legal correcta; la justicia de Cristo es imputada)
  • La adopción (membrecía en la familia de Dios)
  • La santificación (crecimiento en obediencia y conocimiento; mayor conformidad con Cristo)
  • La perseverancia (continuar en la fe; permanecer en Cristo)
  • La muerte (estar con el Señor)
  • La glorificación (recibir un cuerpo resucitado)

Deberíamos observar que algunos de los aspectos de la salvación dependen completamente de Dios (como la elección). Otros, como la conversión, requieren de la actividad humana junto con la actividad de Dios. El arrepentimiento y la fe son dones a los que debemos responder (2 Ti. 2:25).

Además, ten en cuenta que este orden de la salvación no es estrictamente cronológico: sabes que esto sucede, entonces eso sucede. Por ejemplo, en el momento en que realmente nos arrepentimos y ponemos nuestra confianza en Cristo, Dios nos justifica y nos adopta, y comienza el proceso de santificación. No todo sucede a la vez, claro está, obviamente somos regenerados antes de ser glorificados. Pero principalmente, el orden de salvación es uno de orden lógico más que un orden cronológico.

El día de hoy, intentaremos cubrir el proceso inicial de la salvación mirando las doctrinas de la elección, el llamado y la regeneración. Y abordaremos el resto durante las próximas tres semanas. Así que aquí vamos, punto 3: Doctrina de la elección/predestinación.

  1. La doctrina de la elección/predestinación

La primera sección con la que debemos  empezar es la elección de Dios. Como dijimos antes, la salvación comienza con Dios. Si te fijas en tu folleto, definimos la elección como: «un acto de Dios antes de la creación en el que él escoge que algunas personas sean salvas, no a causa de ningún mérito previsto en ellas, sino solo por su beneplácito y soberano placer».

En otras palabras, Dios escogió salvar a un número específico y definido de personas. Él garantizó su salvación, ganó en la cruz por Jesús, y otorgó los beneficios de la muerte y resurrección de Jesús a sus vidas.

Si dependiera del hombre, todos permaneceríamos para siempre en nuestros pecado, porque tal como está escrito: «No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios» (Romanos 3:10).

Solo un poderoso acto sobrenatural por parte de Dios puede rescatar a los pecadores en esta condición. Si van a ser rescatados, Dios debe tomar la iniciativa, y esto es precisamente lo que Dios hace. Él soberanamente saca a un hombre del reino de Satanás y lo coloca en el reino de Cristo (Col. 1:13).

Esta doctrina de la elección o predestinación, como a veces es llamada por los apóstoles, está claramente expuesta en las Escrituras; los escogidos son referidos al menos 25 veces en el Nuevo Testamento. Así que veamos la Biblia, porque queremos ver las cosas por nosotros mismos en las Escrituras.

Entonces, Lucas escribe en Hechos 13:48 acerca de Pablo y Bernabé predicando a los gentiles en Antioquía. Él dice que cuando los gentiles escucharon el mensaje: «se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna». Aquí vemos que los escogidos de Dios son los que creen en el evangelio.

Efesios 1:4-5 dice: «Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad».

Pablo en 1 Tesalonicenses 1:4-5 dice: «Porque conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elección; pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis cuáles fuimos entre vosotros por amor de vosotros». Pablo sabe que estos cristianos de Tesalónica son escogidos de Dios porque tienen fe en el evangelio. 

La implicación, por supuesto, es que el amor electivo de Dios debe dirigirse hacia un individuo antes de que sea posible una respuesta de fe salvadora. Escribiendo a esa misma iglesia, Pablo escribe más tarde: «Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación» (2 Tesalonicenses 2:13).

La elección de Dios de salvar a ciertos individuos descansa únicamente en su voluntad soberana. Es una elección incondicional. No hacemos nada para merecerla. Su elección de salvar a pecadores particulares no se basó en ninguna respuesta u obediencia prevista de su parte, como la fe y el arrepentimiento.

Por el contrario, Dios da fe y arrepentimiento a cada individuo que escoge. Cualquier acto de obediencia como la fe y el arrepentimiento son el resultado, y no la causa de la elección de Dios.

Nunca encontrarás en las Escrituras que nuestra fe fue la razón por la que Dios nos escogió. La salvación es completamente por gracia. Por tanto, la elección de Dios del pecador, no la elección de Cristo por parte del pecador, es la gran causa de la salvación. Amamos porque Dios nos amó primero… elegimos a Dios porque él nos escogió primero.

También vemos elecciones incondicionales en el Antiguo Testamento. Recuerda, estamos viendo toda la Biblia para este tema. En Deuteronomio 7:7-8, Dios claramente expone la razón por la cual escogió soberanamente a Israel para ser su pueblo elegido: «No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos;  sino por cuanto Jehová os amó…».

El propósito de Dios en la elección de Israel no estaba basado en el pueblo. Estaba basado en Dios. Y observa que estaba basado en el amor de Dios.

Dios está diciendo: «Te escogí porque te amaba». Podríamos detenernos allí hoy, ¿no? Recuerdo que una vez un mentor mío estaba hablando de una ocasión en que su esposa le preguntó por qué la amaba. Y aunque tenía un millón de razones, simplemente dijo: «Cariño, te amo… porque te amo». Eso es lo que le pasa a Dios, no podemos conocer su mente más allá de lo que él revela en su Palabra. Así que debes saber que si estás en Cristo, Dios te escogió porque te amaba. ¿Por qué te ama? Porque te ama.

En el Nuevo Testamento vemos que la elección no se explica en ninguna parte más claramente que en Romanos, capítulo 9, versículos 10-16. Dice:

«Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre  (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama),  se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí. ¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia»

¿«A Esaú aborrecí»? ¡Qué fuerte! Suena injusto. Sin embargo, cuando hacemos la pregunta que Pablo hace: «¿Hay injusticia en Dios?», debemos decir: «¡No, en lo absoluto!». Dios pudo haber dicho con toda razón: «Aborrezco a Esaú a Jacob». Si miras la vida de Jacob en Génesis, especialmente durante sus primeros años, verás que su comportamiento es detestable: es un traidor, mentiroso e intrigante. La pregunta difícil no es cómo puede Dios aborrecer a Esaú, sino cómo puede amar justificadamente a Jacob, un pecador.

El verdadero misterio no es: «¿por qué Dios solo salvaría a algunos?», sino: «¿por qué él salvaría a alguno de nosotros?» Todos merecemos la condenación eterna, pero en su amor y misericordia, Dios planeó salvar a algunos de nosotros.

Observa en este pasaje que el propósito de Dios en la elección se lleva a cabo incluso antes de que nazcan Jacob o Esaú, antes de haber hecho ellos algo bueno o malo.

La elección de Dios no estaba condicionada a sus acciones, sino a la voluntad soberana de Dios. Para nosotros es difícil lidiar con esto, pero me gusta la forma en que Thabiti Anyabwile lo expresa: «Dios no se avergüenza de su ira, ni nosotros deberíamos estarlo»…

Además, una objeción común a la doctrina de la elección que a menudo es manifestada es que la elección significa que los incrédulos nunca tienen la oportunidad de creer. Pero la Biblia no apoya esta objeción.

Cuando las personas rechazan a Jesús, él siempre echa la culpa a su decisión voluntaria de rechazarlo, no a algo decretado por Dios. En Juan 5:40, Jesús dice: «no queréis venir a mí para que tengáis vida».

Este es el patrón consistente en las Escrituras: las personas que permanecen en la incredulidad lo hacen porque no están dispuestas a acercarse a Dios, y la culpa de tal incredulidad siempre recae en los incrédulos, nunca en Dios.

[¿Qué significa para nosotros prácticamente que Dios escoge a algunos para ser salvos? (Es un consuelo, Romanos 8 muestra que Dios siempre actúa por el bien de aquellos a quienes llamó; Nos da humildad y un corazón agradecido, la salvación no se encuentra en nosotros; Hace que el evangelismo sea esperanzador, en Hechos 18, el Señor le dice a Pablo en una visión que se quede en Corinto y continúe predicando porque: «[Tiene] mucho pueblo en esta ciudad»)].

Debido a que la elección es tan crucial pasamos mucho tiempo en ella; ahora bien, avancemos más rápidamente en nuestros próximos dos acontecimientos en el orden de la salvación.

  1. La invitación del evangelio

Hemos establecido el hecho de que nuestra salvación comienza con nuestra elección por parte de Dios. Ahora debemos tratar de entender cómo se lleva a cabo esta salvación, y así llegamos a lo que se conoce como la invitación del evangelio; este es el punto número dos en el orden de salvación.

Sin la invitación del evangelio, o el llamado del evangelio, nadie sería salvo. «¿Y cómo creerán [los hombres] en aquel de quien no han oído?» (Romanos 10:14). Pablo le dice a los tesalonicenses que Dios los llamó a la salvación a través del evangelio (2 Tesalonicenses 2:14). Sin embargo, es importante notar que el llamado del evangelio es un llamado con dos aspectos diferentes.

Mientras que un llamado evangelizador externo y general va dirigido a todos los hombres, algo que algunos rechazan… un llamado interno más fuerte y más efectivo es dado por nuestro Dios soberano, quien convoca a las personas de manera que siempre responden con fe salvadora a través de la obra del Espíritu Santo.

Romanos 8:29 dice que aquellos a quienes Dios predestinó, él también llamó. Como podemos ver, este llamado es un llamamiento eficaz y es un acto de Dios que garantiza una respuesta porque, como dice Pablo, los que fueron llamados también fueron justificados y glorificados. Dios llama a los hombres «de las tinieblas a su luz admirable» (2 Pedro 2:9).

Debemos llamar a todos a arrepentirse de sus pecados y confiar en Cristo. Pero también debemos ser conscientes de que no todos responderán al evangelio. Como dijo Jesús: «muchos son llamados, y pocos escogidos».

Solo Dios puede llamarnos efectivamente. En Juan 6:44, Jesús dice: «Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero». En el versículo 65 de ese mismo capítulo, repite esta enseñanza: «Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre». Aquellos de nosotros que somos cristianos hemos sido llamados a serlo. Hemos recibido oídos para escuchar y ojos para ver la luz del evangelio.

Sabemos que hemos sido escogidos y llamados por Dios si hemos creído en Dios, nos hemos arrepentido de nuestros pecados y hemos confiado en el Señor Jesucristo. Esto es lo que Pedro quiere decir cuando le dice a los escogidos de Dios: «Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección» (2 Pedro 1:10). Hacemos esto al examinar nuestras vidas y ver si reflejan la enseñanza bíblica de una respuesta fiel al evangelio.

Avancemos al punto 5, la regeneración.

  1. La regeneración

Hemos hablado de esto en nuestras clases acerca del Espíritu Santo, pero ¿cuándo se considera que el hombre ha sido regenerado? ¿Antes o después de escuchar el evangelio?

Bueno, sabemos por las Escrituras que la regeneración viene antes de que podamos responder al evangelio con fe salvadora. Sin embargo, es difícil determinar el momento exacto en el que una persona escucha la proclamación del evangelio y es regenerada. ¡Así que no te preocupes si no sabes la hora!

Sin embargo, debemos decir que la predicación del evangelio generalmente coincide con la regeneración del hombre. Al menos esto es lo que sucedió en la casa de Cornelio en Hechos 10. Mientras Pedro todavía estaba hablando el evangelio, el Espíritu Santo vino sobre todos los que escucharon el mensaje.

La regeneración es un acontecimiento instantáneo en el que el Espíritu Santo obra en nosotros y nos permite tener fe y seguir a Cristo. Luego sigue la conversión y la justificación, que veremos la próxima semana, si Dios quiere.

¿Recuerdas antes cómo hablamos acerca de cómo algunos eventos en la salvación dependen completamente de Dios? Bueno, la regeneración es uno de ellos. El hombre es completamente pasivo en su propia regeneración. No puede darse a sí mismo vida física, ni puede darse a sí mismo vida espiritual. Sería como un cuerpo en la morgue tratando de darse RCP, simplemente no funciona.

La regeneración es la obra del Espíritu Santo. Y cuando la gente habla acerca de «nacer de nuevo», lo que realmente dicen es que han sido regenerados, porque eso es lo que significa. La regeneración es otra forma de decir «nacer de nuevo».

Vemos la regeneración en el Antiguo Testamento. En Ezequiel 36:26-27, cuando Dios hace promesas sobre lo que hará por su pueblo, dice: «Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra». Observa que es Dios quien está actuando. «Haré» estas cosas, dice.

Vemos la regeneración en el Nuevo Testamento. Juan 1:13 dice que los cristianos «no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios». Es Dios quien debe dar ese primer paso para darnos la capacidad de arrepentirnos y creer.

Es muy importante que entendamos esto. Necesitamos ser regenerados primero antes de que podamos producir fe salvadora. Muchos cristianos bien intencionados dicen que si crees en Cristo como tu Salvador, entonces nacerás de nuevo, después de que creas. Pero las Escrituras NO dicen esto.

Por ejemplo, en Hechos 16:14, Lucas dice de Lidia: «El Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía». Primero, Dios abrió su corazón, luego ella pudo responder con fe. Puede ser solo por una mínima fracción de segundo, pero la regeneración precede a la fe.

No podemos tener un corazón suave y oídos para escuchar hasta que Dios nos los dé. Piénsalo de esta manera: antes de que tu corazón pueda tomar una decisión, primero tiene que tener pulso. La regeneración es el desfibrilador espiritual que hace latir el corazón antes de que pueda hacer cualquier cosa, como creer en Dios.

La regeneración siempre produce frutos en la vida cristiana, y la verdadera regeneración se evidenciará en una vida transformada.

Todo lo que hablamos hoy, la elección, el llamado del evangelio, la regeneración… todo el camino hasta nuestra glorificación, es un paquete. Dios no puede fallar en la salvación. Nuestra redención está escrita y perfectamente completa por Él.

La regeneración crea en nosotros un estado de corazón y espíritu que nos hace apartarnos de nuestro pecado y comprometernos con Cristo en la fe. «Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios» (1 Juan 3:9). Hay más textos como Juan 3 y la historia de Nicodemo que podríamos debatir, pero permíteme detenerme aquí.

Oremos.

APÉNDICE A

Doctrina de la reprobación

Si Dios soberanamente escoge salvar a algunos, eso necesariamente significa que no todos son escogidos. Algunos necesariamente perecerán. Esta es la doctrina de la reprobación.

La reprobación puede definirse como: «la decisión soberana de Dios antes de la creación de pasar por alto a algunas personas, decidir no salvarlas y castigarlas por sus pecados, y así manifestar su justicia».

¿Escuchar esto te enoja? ¿Quieres objetar? ¿Crees que esta doctrina simplemente no puede ser verdad de un Dios amoroso? Si respondes que sí, entonces no estás solo. Esto es algo con lo que mucha gente lucha.

«El amor que Dios nos da por nuestros semejantes y el amor que nos ordena que tengamos hacia nuestro prójimo nos hace retroceder en contra de esta doctrina, y es justo que tengamos miedo al contemplarla. Es algo en lo que no querríamos creer, y no lo creeríamos, a menos que las Escrituras lo enseñen claramente»[1]. Sin embargo, las Escrituras sí lo enseñan, así que tenemos la responsabilidad de creerlo, conocerlo y reconocer que de alguna manera, en la sabiduría de Dios, el hecho de que algunos serán eternamente condenados muestra la justicia de Dios y esto da como resultado que su gloria se muestre a los objetos de su gracia.

A menos que pienses que no hay fundamentos para esta doctrina, escucha estos versículos en las Escrituras:

  • Judas 4 dice: «Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que… niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo».
  • En 1 Pedro 2:8, Pedro dice que los que rechazan el evangelio: «tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados».
  • Proverbios 16:4 dice: «Todas las cosas ha hecho Jehová para sí mismo, y aun al impío para el día malo».

Pablo también alude a esta idea de la reprobación en Romanos 9:18-23, donde exhorta ante su audiencia que es completamente justo para Dios «hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra», y que es totalmente justo que Dios «[muestre] su ira y [haga] notorio su poder» al tratar con aquellos que son  «vasos de ira» preparados para la destrucción.

Un gran estudio que hacer es observar no solo la existencia de la doctrina de la elección en las Escrituras, sino cómo los autores bíblicos la perciben. Los autores de las Escrituras se regocijaron en esta doctrina como una señal del amor y la misericordia de Dios y de la gracia y la soberanía de Dios. Es por eso que debemos hablar sobre el amor electivo de Dios. Si nos escogió, entonces será fiel para ser no solo el autor de nuestra fe sino también el consumador. ¡Sabemos que él trabajará por el bien de aquellos de nosotros que le amamos, que somos llamados de acuerdo con su propósito salvador!

Entonces, si Dios ha escogido salvar a algunos, ¿por qué necesitamos evangelizar y comunicar el evangelio a los demás? (Comunicar el evangelio es el medio que Dios usa para atraer a los escogidos. Nuevamente, la elección no hace que el evangelismo sea inútil, sino esperanzador. Dios nos ordena que proclamemos a los demás el evangelio, lo que nos lleva a nuestro siguiente tema…).

Comentarios adicionales

¿La elección nos convierte en robots que no tienen opciones reales? Nuestras elecciones son voluntarias porque son lo que queremos y decidimos hacer. También tenemos verdadera responsabilidad por nuestras elecciones. Un supervisor a menudo dirige las acciones de sus empleados sin violar su libertad o responsabilidad. Lo mismo ocurre con Dios, pero en un sentido más grande y más perfecto. 1 Pedro 2:8 dice de los malvados: «tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados». Para los justos, podemos decir que «Dios nos hace escoger a Cristo voluntariamente»[2](Otros ejemplos son Faraón, José y sus hermanos, etc.).

¿Cómo crece alguien en la fe? Bueno, una forma de hacerlo está en Romanos 10:17«La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios». La fe no solo proviene inicialmente de la Palabra de Dios, sino que también crece a medida que es alimentada por la Palabra de Dios.

Pregunta: Estoy de acuerdo en que debemos confiar en Jesús para salvación porque es por medio de la fe que somos salvos, ¿pero no estás diciendo que una persona también debe arrepentirse, es como decir que también debemos trabajar para ser salvos porque estamos agregando algo para creer? Después de todo, he escuchado que el Evangelio de Juan, que es uno de los libros más evangelísticos del Nuevo Testamento, solo habla a la gente que cree y no menciona el arrepentimiento, sino solo el creer.

  • Cuando Jesús envió a los doce, Marcos 6:12 dice que predicaban que los hombres se arrepintiesen. En el mismo relato en Lucas 9:6 dice que salieron predicando el evangelio (Véase también Hechos 20:20-21). De hecho, en Lucas 3:13, Jesús dice que si no nos arrepentimos, pereceremos.
  • Si bien el Evangelio de Juan puede no contener la palabra «arrepentirse», sí habla del arrepentimiento. Por ejemplo, en Juan 8:31-41, Jesús le está hablando a los «judíos que habían creído en él», y establece un contraste entre los verdaderos seguidores que «permanecen en su palabra» y los que no lo hacen, que solo creen sin arrepentimiento. Además, en Juan 12:24-26, Jesús habla del morir a nosotros mismos (es decir, arrepentimiento) para que podamos vivir para Dios y renunciar a la actitud de vivir para nosotros.
  • El arrepentimiento y la fe, aunque son distintos entre sí, necesariamente se unen. No podemos tener verdadera fe en Cristo sin arrepentirnos de nuestro pecado. Lo mismo sucede con la fe y la esperanza: se distinguen, pero la fe nunca deja de tener esperanza. No podemos volvernos a Dios sin volvernos de nuestros pecados (es decir, sin arrepentirnos).
  • ¿Cristo nos llama solo a dar nuestro consentimiento o hay algo más a lo que él nos llama? La fe salvadora no es meramente intelectual. La justificación es solo por fe, pero no por una fe que está sola.
  • El efecto de no llamar a otros a arrepentirse en el llamado del evangelio es producir «hipócritas del evangelio», o aquellos a quienes se les ha dicho que son cristianos porque simplemente creen sin ningún compromiso hecho para seguir a Cristo.

Pregunta: ¿Cuál es la Nueva Perspectiva acerca Pablo (NPP) y su comprensión de la justificación?

  • La NPP sostiene que Pablo no estaba hablando del legalismo judío versus la fe cuando habla de la justificación. En cambio, la NPP dice que Pablo estaba hablando en contra de las tendencias etnocéntricas de los judíos que argumentaban en contra de los cristianos gentiles el ser incluidos en el pacto. El problema con el judaísmo no era porque fuera legalista sino porque no era un cristianismo que aceptara a los gentiles. La ley judía no se mal utilizaba como un medio de autojustificación sino como un medio para excluir a los gentiles. Pablo no estaba hablando acerca de los problemas de la salvación de cómo uno es salvo, sino de los problemas de la membresía en la comunidad del pacto y cómo uno debe saber que están en esa comunidad. Debido a que los judíos pensaban que ellos eran el único pueblo del pacto, negaban que Jesús fuera el Mesías prometido que cumplió las promesas de salvación del Antiguo Testamento tanto para judíos como para gentiles.
  • El término NPP vino de James Dunn, quien elaboró ​​ideas introducidas por E.P. Sanders. N.T. Wright ha retomado y escrito acerca de este enfoque para estudiar a Pablo.
  • La NPP dice que los judíos en la época de Pablo estaban conscientes de la gracia y guardaron la ley por gratitud, como respuesta adecuada a la gracia. Después de todo, los judíos se creían los reconocidos benefactores de la gracia del pacto de Dios (esto no es nada nuevo). Sin embargo, Jesús constantemente mostró que los líderes judíos no conocían a Dios (por ejemplo, Juan 8:47Mateo 23:15) y se exaltaron a sí mismos y a su propia moralidad y no siguieron a Dios, y que este era el problema tal como lo es hoy, incluso entre los cristianos: es un problema universal. Sus corazones estaban llenos de autosuficiencia, como lo demuestra la parábola del fariseo y el recaudador de impuestos.
  • La NPP dice que la justicia de Dios no significa la obediencia salvadora de Cristo que fue imputada al pecador para ser declarado justo. En cambio, la NPP dice, como en Gálatas, que no estar justificados por las obras de la ley significa no ser definidos como cristianos por la circuncisión, el guardar el día de reposo u otras leyes ceremoniales. Si esto era todo de lo que Pablo estaba hablando, entonces la propia fidelidad puede contribuir a la justificación. La justificación se vuelve más pequeña de lo que realmente implica. La NPP dice que nadie puede recibir la justicia de Cristo, es intransferible. Otro ejemplo de esto está en Romanos 3:20, donde dice: «ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él». La NPP diría que no podemos referirnos simplemente a «las obras» como el problema, porque fueron las «obras de la ley», o la fidelidad a la Torá, lo que separó a los judíos de todos los pueblos. Mientras que las obras fueron colocadas en el contexto de guardar la Torá (como era todo en ese momento), pero no era la Torá lo que era el énfasis, sino el confiar en las propias obras para obtener justicia delante de Dios. Entonces, para la NPP, la justificación se trata más de nuestras relaciones con otros creyentes que de nuestra relación con Dios. Resaltaría la insistencia de que todos los que comparten la fe en Cristo pertenecen a la misma mesa sin tener en cuenta las diferencias étnicas. La NPP diría que la justificación tiene una referencia inicial y final. Al principio, somos salvos solo por gracia, pero debemos mantener nuestra relación del pacto mediante la obediencia. La justificación final se basará en parte en nuestra obediencia continua. Uno sube al cielo por gracia, pero uno se queda en el cielo por obediencia.
  • La NPP sostiene que no podemos entender con precisión la Escritura del Nuevo Testamento sin entender el contexto en el que históricamente se encontraba. El texto queda relegado al contexto histórico. Sin embargo, la forma más clara de entender la «justificación» es leer al autor y el contexto en el éste que lo usa.
  • Según la NPP, el evangelio no consiste en llamar a los pecadores a buscar la salvación a través de la fe en Cristo, sino de llevar las promesas de Dios a todas las personas a través de la fe en Cristo.
  • Mientras que la NPP busca cambiar el énfasis de los argumentos de Pablo (y de las Escrituras), podemos ver claramente en varios textos por qué se está argumentando contra la autojustificación (ya sea en un contexto judío o en otro). En Gálatas 3:3, Pablo muestra que está escribiendo en contra de aquellos que tratan de obtener el Espíritu por sus propias obras, la justicia. Además, en Romanos 5:12-21, Pablo muestra claramente que la justificación es hablarle al pecado (v.16, 18) y que la imputación de la justicia de Cristo es necesaria para obtener justificación delante de Dios.

Pregunta: ¿Qué significa para nosotros la doctrina de la justificación a través de la aplicación? Significa que 1) estamos libres de esfuerzos infructuosos para tratar de salvarnos por nuestra propia bondad; 2) somos libres de considerar a los demás de la misma manera en que Dios considera a sus hijos y de amarlos y perdonarlos en sus propios defectos; 3) el evangelio es aplicable para las misiones a todos en todo el mundo porque todos los hombres de todas las razas están en Adán y su pecado; 4) confiar en la justicia de Cristo nos previene de la desesperación en nuestra posición con Dios; y 5) Cristo debe ser exaltado y honrado en nuestras vidas como el que proporcionó la justicia perfecta para nosotros.

Pregunta: Las Escrituras dicen que Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia. ¿Significa esto que nuestra fe es lo que Dios considera justo? No. La justicia que se recibe es la justicia de Cristo (una justicia externa) asegurada en su obediencia hasta la muerte en la cruz. Obtenemos esta justicia confiando en él y no dependiendo de nosotros mismos y de nuestras propias obras. 2 Corintios 5:21 dice: «Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él». Dios hizo que el que no tuvo pecado, haya pecado por nosotros, para que en él seamos justicia de Dios. En Romanos 5:12-19, Pablo muestra claramente que a través de Jesús los hombres reciben la justicia así como en Adán los hombres recibieron el juicio.

[1] W. Grudem, Teología Sistemática, p. 685.

[2] W. Grudem, Teología Sistemática, p. 680.

Mark Deve

La obra del Espíritu Santo – Parte 3

9Marcas

Serie: Clases esenciales: Teología Sistemática

Clase18/26

La obra del Espíritu Santo – Parte 3

  1. Introducción (Panorama de las clases anteriores)

Bienvenido al seminario «Teología Sistemática», parte 2. Mi nombre es Charles Hedman y sirvo en CHBC como pastor.

En las últimas semanas, hemos examinado detalladamente la persona y obra del Espíritu Santo. Después de haber visto el panorama introductorio de la primera parte de este seminario, en la semana 15, vimos la persona del Espíritu Santo y su relación con el Padre y el Hijo, sus propiedades personales y actividades personales.

Luego, en la semana 16, empezamos a estudiar la obra del Espíritu Santo, específicamente la obra del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento, la obra del Espíritu Santo en la persona de Cristo, y la obra del Espíritu Santo en el cristiano.

La semana pasada, dimos un vistazo más profundo a la obra del Espíritu Santo en el creyente, específicamente los temas de convicción y conversión, unión con Cristo y santificación. También hablamos acerca de la obra del Espíritu Santo en la vida de la iglesia, inspirando e iluminando la Escritura, levantando líderes que enseñen la Palabra de Dios y produciendo unidad y diversidad en la iglesia.

  1. El bautismo en el Espíritu Santo

Habiendo pasado tiempo abordando la principal obra realizada por el Espíritu Santo, queremos pasar tiempo esta semana hablando acerca de ciertas frases en la Escritura inherentes al Espíritu Santo que han si tomadas para significar cosas distintas.

La primera frase que queremos considerar es lo que significa ser «bautizados con el Espíritu Santo». Esta frase aparece en siete pasajes del Nuevo Testamento.

Por ejemplo, en Lucas 3:16, Juan el Bautista dice: «Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego». Y en Hechos 1:5, el Señor dice: «Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días».

Este último versículo muestra que cualquiera que sea el bautismo del Espíritu Santo, ciertamente sucedió en el día de Pentecostés.

Hay cuatro formas principales en que la frase «bautizado con el Espíritu Santo» ha sido interpretada a lo largo de la historia de la iglesia.

La primera forma es la forma pentecostal. Los pentecostales toman estos dos versículos y presentan la siguiente posición: 1) que el bautismo en el Espíritu Santo es ordinariamente un acontecimiento después de la conversión; y 2) que el bautismo en el Espíritu Santo se evidencia en el don de lenguas, porque los discípulos hablaron en lenguas en el día de Pentecostés[1].

Lo positivo asociado con este punto de vista es que muy probablemente veamos dos obras del Espíritu Santo en el libro de Hechos, primero con los discípulos en Hechos 2, luego con los samaritanos en Hechos 8, más adelante en la casa de Cornelio en Hechos 10 y, por último, Efeso en Hechos 19.

Sin embargo, los aspectos negativos asociados con este punto de vista es que parece que fundamentalmente no comprende lo que sucedió en el día de Pentecostés. Como hemos visto, el día de Pentecostés es un acontecimiento redentor-histórico único. No es repetible al igual que la crucifixión, la resurrección o la ascensión. Lo que significa que no deberíamos anticipar un «pentecostés personal» que experimentaremos como un cruce personal del mar Rojo o un Getsemaní personal.

Además, mientras vemos otras conversiones en Hechos, varias no mencionan el hablar en lenguas. Además, 1 Corintios 12:30 aclara que no se espera que todos los cristianos hablen en lenguas y que hablar en lenguas es un «don» y no un indicador de alguien que es más santo.

El segundo punto de vista en lo que se refiere a ser bautizado en el Espíritu Santo es la opinión de que es únicamente aquello que sucede cuando uno primero es salvado y regenerado.

Los defensores de esta posición argumentan que tal enseñanza se alinea con 1 Corintios 12:13, que dice: «Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu». En lo que respecta a Pablo, dicen, «el bautismo en el Espíritu Santo» se refiere a la actividad del Espíritu Santo al comienzo de la vida cristiana cuando se nos da nueva vida espiritual en la regeneración y… recibimos una clara ruptura con el poder del pecado[2]. El bautismo en el Espíritu Santo no es una segunda experiencia solo para los cristianos extra espirituales[3].

Los detractores de esta opinión, una vez más, argumentan que al parecer tanto con los discípulos como con los samaritanos, el derramamiento del Espíritu Santo tuvo lugar algún tiempo después de su conversión inicial. Entonces, tienes a los discípulos claramente convertidos en Hechos 1, pero Jesús les dice que esperen para salir a proclamar el evangelio hasta que sean fortalecidos por el Espíritu Santo. Entonces, este es un claro problema.

La tercera opinión, defendida por Sinclair Ferguson y otros dentro de la historia eclesiástica, es que el bautismo en el Espíritu Santo se refiere a una entrada en dos etapas en la plenitud de la bendición del Espíritu. La primera etapa es la regeneración del Espíritu (por tanto, conversación-iniciación), y la segunda etapa es el bautismo con el Espíritu. Entonces, en algún momento durante el período descrito por los Evangelios, los apóstoles fueron regenerados. Más tarde, en  el día de Pentecostés, experimentaron una nueva obra del Espíritu; fueron bautizados y llenos del Espíritu y hablaron en otras lenguas como una evidencia de esta nueva etapa de su actividad en sus vidas. De acuerdo con este punto de vista, si bien el patrón de dos etapas que surge no es paradigmático –o normativo– de lo que podemos esperar para la iglesia de hoy. El día de Pentecostés se retrata como un acontecimiento redentor-histórico, que no debe ser interpretado existencial y neumatológicamente, sino escatológicamente y cristológicamente.

Lo que sucede, según este punto de vista, es una expansión del evangelio a todas las naciones, como lo predice Hechos 1:8. Este proceso de 2 etapas, entonces, es el medio por el cual los efectos del evangelio se ven claramente para los gentiles y para las naciones, ya que se ven lenguas de fuego y se hablan lenguas. Así, el evangelio viene a Jerusalén en el día de Pentecostés. El evangelio llega a Samaria en Hechos 8. El evangelio llega a Cesarea en Hechos 10. Y el evangelio llega a Éfeso en Hechos 19. Todos los actos históricos redefinidos que son acontecimientos hechos una vez y para siempre.

Como tal, los cristianos en la actualidad no experimentan la entrada en dos etapas del Espíritu Santo. Más bien, en el punto de la fe y en el momento de la conversión, los cristianos participan individualmente en el efecto del derramamiento del Espíritu de Pentecostés. Es un acontecimiento de una sola etapa en el que tanto la conversión de los discípulos como los efectos del día de Pentecostés se nos dan de una sola vez.

Los detractores de este punto de vista argumentarán que mantener ese punto de vista es hacer suposiciones implícitas que no se dan explícitamente en otra parte. Claro que es histórico-redentor, pero ¿podemos decir definitivamente que no puede suceder ahora? Además, de acuerdo con Romanos 8:9: «Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él». Si el Espíritu Santo no residió completamente en los discípulos, ¿podemos realmente decir que se convirtieron?

La cuarta opinión, defendida por muchos, incluido John Piper, es que el bautismo del Espíritu Santo es una obra posterior de gracia sobre un creyente individual con el propósito explícito de recibir un poder espiritual extraordinario para el ministerio exaltador de Cristo.

Aquí, el argumento es que en cada caso en el libro de Hechos donde se da el Espíritu Santo, se lo da con el propósito explícito de proclamar el evangelio y  para la llenura el poder del ministerio. En Hechos 1:8, Lucas describe ser bautizado con el Espíritu como el recibir poder para testificar cuando el Espíritu Santo viene sobre ti. Además, en Lucas 24:49, Lucas dice que ser bautizado en el Espíritu es ser revestido con poder desde lo alto para que el mensaje de Cristo pueda ser llevado efectivamente a todas las naciones del mundo.

Para Piper entonces, el bautismo del Espíritu Santo es un empoderamiento subsecuente y especial del Espíritu para hacer cosas poderosas para Jesús en el nombre de Jesús.

Los detractores de esta posición argumentarían que pareciera estar sucediendo más en el bautismo del Espíritu Santo que solo el empoderamiento. Dirían que hay una segunda obra de gracia en donde la plenitud del Espíritu Santo se da en la efusión del Espíritu.

  1. La llenura del Espíritu Santo

La segunda frase usada repetitivamente en las Escrituras que debemos ayudar a aclarar es la frase «ser lleno del Espíritu». Así que, piensa en Hechos 4:31«Cuando hubieron orado… todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios».

Por tanto, es apropiado entender el hecho de ser lleno del Espíritu Santo no como un acontecimiento único sino como un acontecimiento que puede y debe ocurrir una y otra vez en la vida de un cristiano[4]. En Hechos, la vida de Esteban fue caracterizada como alguien que estaba lleno del Espíritu Santo (Hechos 6:5). Pablo a menudo oraba para que la gente a la que ministraba recibiera más del Espíritu Santo (Efesios 1:17). Y observa que Pablo oró por todos los santos en la iglesia, no solo por los pastores, diáconos, líderes.

Pero, ¿cómo puede un cristiano, que ya tiene el Espíritu Santo, ser más lleno del Espíritu Santo? Bueno, para responder a esto, piensa en un globo. Un globo ya está lleno de aire, pero si inyectamos más aire en él, el globo se llena más. Podemos ser llenos del Espíritu Santo y al mismo tiempo poder recibir mucho más de él y su poder transformador. Fue solo Jesús a quien el Padre le dio el Espíritu sin medida. Juan 3:34 dice: «Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida».

La cuarta opinión, la de Piper, sostiene que la llenura del Espíritu Santo es sinónimo de ser bautizado con el Espíritu Santo, y por tanto, es continuo a lo largo de la historia de la iglesia y es aplicable a nosotros hoy en día. Entonces, vemos en Hechos 2, por ejemplo, que las personas son «llenas del Espíritu Santo»…

  1. Los dones del Espíritu Santo

Hay mucha discusión y confusión acerca del tema de los dones espirituales. Si has crecido en la iglesia, es probable que hayas tenido diversas experiencias con respecto al tema. A veces puede ser divisivo en una iglesia. Pero hemos visto que no debería ser así.

Vuelve conmigo al libro de Efesios. En esta magnífica carta, el apóstol Pablo se propone mostrarle al lector el alcance del plan eterno de Dios. Comienza en el capítulo 1 presentando las maravillas del evangelio de la gracia. Es «en Cristo» que recibimos toda bendición espiritual (1:3). El poder de ese evangelio se pone de manifiesto en el capítulo 2. No solo trae a la vida a los muertos espiritualmente, reconciliando a Dios con el hombre (2:4-5), sino que es a través del evangelio que Dios destruye el muro de hostilidad entre judíos y gentiles (2:14). En Cristo, hay una nueva comunidad, unida no por raza, etnia o género, sino por Cristo. El capítulo 3 lo deja claro entonces, es a través de la iglesia que Dios muestra su múltiple sabiduría, su impresionante gloria (3:10).

Esa manifestación no es fácil, ¿verdad? ¿Mantener una comunidad unida y amorosa de pecadores? Pablo reconoce el desafío y, en el capítulo 4, exhorta a la iglesia a «guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz» (4:3). ¿Cómo hacemos eso? Él continúa escribiendo en Efesios 4:7: «Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo». Por eso dice: «Subiste a lo alto, cautivaste la cautividad, tomaste dones para los hombres». Aquí, Pablo vuelve al Antiguo Testamento, citando el Salmo 68:18 para señalar que la efusión de dones espirituales representa la caída de los enemigos de Cristo: la victoria de la iglesia.

Desde allí, Pablo nota algunos de los dones espirituales que comienzan en el v. 11:

Efesios 4:11–16: «Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,  a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor».

Ahora bien, esta no es la única lista de dones espirituales en el Nuevo Testamento. Otras listas aparecen en 1 Corintios 12, Romanos 12 y 1 Pedro 4. Pero de estas listas aprendemos varias cosas.

A. Primero, no parece haber una sola lista completa de los dones espirituales en ningún pasaje del Nuevo Testamento. El punto es que no debes sentir que has perdido tu llamado si no puedes encontrar tu «don» en una lista en particular. Puedes tener más de un don, pero Jesús es el único que tenía todos los dones.

B. Segundo, parece haber una prioridad en los dones relacionados con la Palabra. En cada una de las listas, el escritor comienza y se enfoca en los dones basados ​​en las Escrituras.

C. Tercero, los dones son regalos dados por Dios. Él da lo que quiere. Entonces en 1 Corintios 12:11, Pablo nos dice que el «Espíritu… [reparte] a cada uno en particular como él quiere». Vemos lo mismo en 1 Co. 12:18 y Ef. 4:11. Esto es útil para combatir cualquier sentimiento de envidia. Los dones son dados por un Dios bueno que sabe lo que hace y no comete errores en su asignación. Nuestro trabajo no es contradecir su diseño, sino ser fieles. Además, es en la diversidad de los dones dados que el cuerpo funciona mejor. Y a pequeña escala, esto sucede en el matrimonio. Hoy es mi primer aniversario, así que voy a jactarme de mi esposa por un segundo: ella tiene dones increíbles que yo no tengo. Por tanto, naturalmente me complementa de una manera que es tan útil para mí a medida que crezco en la vida. Lo mismo ocurre con la iglesia, deberíamos usar nuestros dones para ayudar a nuestra iglesia a crecer. Lo que me lleva a señalar…

D. Cuarto, el propósito de los dones espirituales es la edificación de la iglesia. Ya lo hemos visto en Ef. 4:12, Cristo dio dones «a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo». O en 1 Co. 12:7, Pablo escribe: «Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho». Muchas veces, la forma en que se descubren los dones es interviniendo y sirviendo. Entonces, pregunto o identifico una necesidad en la iglesia y luego me preparo para ayudar a que otros puedan ser edificados. No decimos: «Bueno, mi don es la enseñanza, así que no puedo ayudar a limpiar». Mi don es el animar a otros, así que no voy a evangelizar. ¡No! Deberíamos buscar necesidades y formas de bendecir a los demás para que puedan conocer a Dios y ser edificados.

E. Quinto, en todas las cosas, el AMOR es la guía principal en el ejercicio de los dones espirituales. Esto está en el centro del argumento de Pablo en su discusión acerca de los dones espirituales en 1 Corintios 12-14. Parece que la iglesia de Corinto había elevado el don de lenguas por encima de otros y muchos clamaban por tener el don para poder ser realmente espirituales y reconocidos. Solo un comentario adicional: me parece interesante y alentador: que las lenguas siempre han sido el don con el que luchan las iglesias. Pero nuestros dones espirituales no son para hacernos un nombre: ¡son para amar a los demás y dar a conocer a Dios! Es por eso que entre dos capítulos acerca de los dones espirituales, 1 Corintios 12 y 14, está 1 Corintios 13, el capítulo acerca del amor. La manera en que debemos predicar, animar, dar, servir, dirigir, exhortar, hagamos lo que hagamos, es hacerlo con amor.

Entonces, ¿qué pasa con los dones espirituales de sanidad, milagros o hablar en lenguas?

Tal vez un buen lugar para comenzar es notar que hay un amplio espectro de respuestas. En un extremo están  aquellos que argumentan que estos dones son normativos para la iglesia y deben ser una parte regular de nuestras reuniones semanales. (Los continuacionistas).

En el otro extremo están aquellos que argumentan que tales dones han cesado por completo y buscarían refutar cualquier afirmación de que ocurran hoy. (Los cesionistas).

Y luego hay muchos que se encuentran en algún punto intermedio. No esperan que sea una parte normal de la reunión semanal de una iglesia, ni se sentirán obligados a refutar a alguien que dijera tener un determinado don. Si sucediera, simplemente mirarían las instrucciones de Pablo en 1 Corintios 12-14 para asegurarse de que la iglesia fuera edificada y en buen orden.

Ahora bien, no necesitamos estar de acuerdo en esto para ser una iglesia, hay diferentes personas que tienen puntos de vista diferentes. Cada uno de nosotros debe ser convencido de las Escrituras y  procurar ser tolerantes los unos con los otros.

Pero permítanme ofrecer una observación adicional para nosotros mientras pensamos esto. Al leer las Escrituras desde el Génesis hasta el Apocalipsis, una cosa que notarás es que hay una concentración de acontecimientos milagrosos que marcan acontecimientos clave en la historia del pueblo de Dios.

Entonces, por ejemplo, en el Éxodo, tienes 10 plagas, la separación del mar Rojo, el agua que brota de una roca, el maná que cae del cielo y otros milagros. Otras veces cuando se da la Ley, cuando los profetas declaran una palabra de Dios, durante el exilio o algún evento clave en la historia de las Escrituras, dichas señales parecen confirmar y establecer la relación de Dios con su pueblo.

Lo mismo es cierto en el Nuevo Testamento. Entonces, en los Evangelios con la venida de Jesús o en Hechos 2, que marca el inicio de la iglesia y el derramamiento del Espíritu Santo, ¿qué ocurre? Hay un aparente aumento en los acontecimientos milagrosos. Pedro nota esto en Hechos 2:22; El ministerio de Pablo y Bernabé es confirmado por milagros en Hechos 14:3. Incluso más tarde en 2 Corintios 12:12, Pablo argumenta que la marca del apóstol del Nuevo Testamento se confirma con «señales, prodigios y milagros». Todo esto tiene sentido porque el Nuevo Testamento estaba siendo escrito (Efesios 2:20) y el mensaje del evangelio estaba siendo confirmado. Una vez que se estableció esta base, las señales no se mencionan con tanta frecuencia (como en las epístolas pastorales).

¿Eso significa que Dios no puede obrar de maneras milagrosas hoy? ¡Ciertamente no! ¿Eso significa que debe hacerlo? ¡Ciertamente que no! Deberíamos continuar orando para que Dios haga milagros: para que sane, para que el Espíritu les dé nueva vida a aquellos espiritualmente muertos, y para que Dios se dé a conocer. Dios puede y hará lo que crea conveniente. Pero no debemos suponer que la forma principal en que Dios debe revelarse a sí mismo en la actualidad es a través de la práctica de estos dones milagrosos. Dios nos ha dado su palabra; Él nos ha dado su Espíritu, y él está obrando a nuestro alrededor.

Oremos.

[1] 1 Corintios 12:30 deja en claro que no se espera que todos los cristianos hablen en lenguas y que hablar en lenguas es un «don» y no un indicador de alguien que es más santo.

[2]Grudem.

[3] Entre aquellos que sostienen la enseñanza en dos etapas acerca del bautismo del Espíritu Santo, hay un pensamiento de que el Espíritu debe ser usado a disposición del hombre, como si pudiéramos afectar su presencia mediante la imposición de manos. Niega la gracia de Dios que es suficiente para el comienzo de la vida de un cristiano, pero es necesario que haya otros pasos y condiciones para obtener una vida más plena y victoriosa.

[4] «Aunque no encuentro soporte bíblico para una segunda teología de bendición, encuentro soporte para una segunda, tercera, cuarta o quinta teología de bendición» (Don Carson, Showing the Spirit, p. 160).

Mark Deve

La obra del Espíritu Santo – Parte 2

9Marcas

Serie: Clases esenciales: Teología Sistemática

Clase 17/26

La obra del Espíritu Santo – Parte 2

Oremos antes de comenzar.

  1. Introducción

La semana pasada, cuando estudiamos la obra Espíritu Santo, terminamos hablando de su obra regenerativa, para producir el nuevo nacimiento.

Para que ese corazón de piedra se convierta en un corazón de carne (Ez. 36), Dios debe hacer una obra sobrenatural a través del Espíritu. Para el cristiano, es un dulce recordatorio de que Dios es «rico en misericordia»[1]. Como dice el himno:

«En rumbo a mi perdición indiferente aún

De mí tuviste compasión

Me guiaste a la cruz

Y contemplé tu gran bondad

Sufriste tú por mí

Al tú morir en mi lugar

Tu gracia recibí»[2].

No buscamos a Dios por ninguna superioridad moral: estábamos espiritualmente muertos (Efesios 2:1). No recibimos lo que merecíamos, recibimos su misericordia.

Este es un recordatorio útil para el evangelismo también. Nadie se convierte en cristiano por ser un apologista brillante o porque las circunstancias de la vida de esa persona son las correctas. La tarea del evangelismo es caminar hacia un cementerio espiritual y resucitar a los muertos. Ninguno de nosotros puede hacer eso por nosotros mismos, es una obra hecha por el Espíritu de Dios, y solo por él. Entonces compartimos el evangelio, amamos y oramos.

Cuando el Espíritu de Dios le da un nuevo corazón a un individuo, cuando una persona pasa de estar espiritualmente muerta a estar viva, es sensible a la obra de convicción del Espíritu.

  1. La obra del Espíritu Santo en la vida del creyente

A. Convicción

La Biblia nos dice que el Espíritu Santo convencerá al mundo de pecado, en Juan 16:7, Jesús dice: «Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado».

Para ayudarnos a entender cuál es la convicción de pecado, podemos ver lo que no es. En primer lugar, no es simplemente una conciencia culpable o incluso una vergüenza por el pecado. Tales sentimientos son experimentados naturalmente por casi todos. Pero esta no es la verdadera convicción de pecado.

En segundo lugar, la convicción de pecado no es una sensación de inquietud o un presentimiento de un castigo divino. Estos sentimientos también se experimentan comúnmente en los corazones y las mentes de los pecadores. Pero, nuevamente, la verdadera convicción de pecado es algo diferente.

En tercer lugar, la convicción de pecado no es solo conocimiento de lo correcto y lo incorrecto; no es un asentimiento a las enseñanzas de la Escritura acerca del pecado. Muchas personas leen la Biblia y son plenamente conscientes de que la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23). Pueden saber que «ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios» (Efesios 5:5). Incluso pueden estar de acuerdo en que «los malos serán trasladados al Seol, todas las gentes que se olvidan de Dios» (Salmo 9:17). Sin embargo, a pesar de todo su conocimiento, siguen viviendo en pecado. Ellos entienden las consecuencias, pero están lejos de ser convencidos de sus pecados.

La verdad es que si no experimentamos nada más que una punzada de conciencia, ansiedad ante el pensamiento de juicio o una conciencia académica del infierno, entonces nunca hemos conocido realmente la convicción de pecado. Entonces, ¿cuál es la convicción real de la que habla la Biblia?

La palabra convencer es una traducción de la palabra griega elencho, que significa «persuadir a alguien de la verdad; reprobar; acusar, refutar o interrogar a un testigo». Y eso describe la obra que el Espíritu Santo hace para lograr la convicción del pecado. El Espíritu Santo actúa como un fiscal que expone el mal, reprende a los malvados y convence a las personas de que necesitan un Salvador.

Esto es exactamente lo que vemos que sucede en Hechos después del día de Pentecostés. Pedro predica, y en Hechos 2:37: «Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?». A lo que Pedro responde: ¡Arrepiéntanse! ¡Crean! Aléjense de sus viejos caminos y recibirán el don del Espíritu Santo.

No podemos hacer que los demás se sientan convencidos de su pecado. Algunos de nosotros necesitamos escuchar esto ya que quizá hemos pensado lo contrario. Eso no significa que no debemos decir la verdad en amor unos a otros, significa que no tenemos el control de los resultados de nuestras palabras. En cambio, necesitamos confiar en Dios en oración.

Así que, por ejemplo, en las instrucciones de Pablo en 2 Timoteo 2:24, escribe: «Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido;  que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad». ¿Quién otorga el arrepentimiento? ¿Quién trae convicción y se mueve en el corazón del oyente? Es Dios el Espíritu Santo. Nosotros simplemente somos los carteros. Traemos la Palabra de Dios y luego oramos confiando en su obra para transformar los corazones. Y porque Dios es quien obra, nadie está fuera de su alcance.

La verdadera convicción es la influencia del Espíritu Santo en la vida de la persona no salva que la llevará a darse cuenta de que es culpable, que Dios es justo, y que todos los pecadores merecen juicio. Una vez que un pecador ha despertado a la gran necesidad de su alma, el Espíritu lo llevará a Cristo, el único Salvador y refugio del juicio (Juan 16:14). En todo esto, el Espíritu usa su «espada», la Palabra de Dios (Efesios 6:17), y el resultado es un corazón regenerado. «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Romanos 10:17).

B. Unión con Cristo

Una segunda bendición es la unión del creyente con Cristo. En ese día cuando llegue el Consolador, Jesús dice en Juan 14:20, te darás cuenta de que yo estoy en el Padre, tú estás en mí, y yo estoy en ti. La obra del Espíritu es llevarnos a la unión con Cristo. Ya no solo Cristo mora entre nosotros, como lo hizo con los discípulos, sino que habita en nosotros por el Espíritu.

Esto es importante; de ​​hecho, el rol central del Espíritu es revelar a Cristo y unirnos a él con todos los que participan de su cuerpo[3]. ¡La frase «en Cristo» aparece unas 160 veces en los escritos de Pablo en el Nuevo Testamento!

En el Nuevo Testamento encontramos literalmente cientos de referencias a la unión del creyente con Cristo. Para citar solo algunos ejemplos, los creyentes son creados en Cristo (Efesios 2:10), crucificados con él (Gálatas 2:20), sepultados con él (Col. 2:12), bautizados en Cristo y su muerte (Ro. 6: 3), unidos a él en su resurrección (Romanos 6:5), y están sentados con él en los lugares celestiales (Efesios 2:6); Cristo es formado en los creyentes (Gálatas 4:19) y mora en nuestros corazones (Efesios 3:17); la iglesia es el cuerpo de Cristo (1 Corintios 6:1512:27); Cristo está en nosotros (2 Corintios 13:5) y nosotros estamos en él (1 Corintios 1:30); la iglesia es una sola carne con Cristo (Efesios 5:31-32); los creyentes obtienen a Cristo y se encuentran en él (Filipenses 3:8-9).

Además, en Cristo somos justificados (Ro. 8:1), glorificados (8:30), santificados (1 Corintios 1:2), llamados (1:9); hechos vivos (Efesios 2:5), creados de nuevo (2 Corintios 5:17), adoptados (Gálatas 3:26), y escogidos (Efesios 1:4-5). ¡Uf! ¡Todo esto sin referencia a los Evangelios y a las cartas de Juan! Basta decir que la unión con Cristo es una convicción del evangelio absolutamente fundamental de los apóstoles, preciada para ellos porque era tan preciada para su Señor.

¿Como sucedió esto? En Isaías 59:2, se nos dice que nuestro pecado ha «hecho división entre vosotros y vuestro Dios». Ante dicha situación, no hay esperanza para nosotros cuando estamos frente a Dios. Esa es una de las bellas realidades del evangelio: sabemos que Cristo vivió la vida perfecta que nosotros no pudimos vivir. El primer Adán falló (y cada descendiente después de eso, incluyéndote a ti y a mí); pero el segundo Adán, Cristo tuvo éxito.

Cuando Jesús fue bautizado en Mateo 3, el Padre dijo: este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. Lejos de estar separado de Dios, Jesús complació al Padre en todos los sentidos. Luego murió una muerte no porque mereciera morir, sino que murió como un sustituto, un sacrificio para expiar el pecado de los demás. Una de las preguntas centrales del Nuevo Testamento es: ¿Cómo recibimos los beneficios de la vida perfecta de Cristo y la muerte sustitutiva?

¿La respuesta? ¡Debemos estar unidos a Cristo! Esto sucede gracias a la fe, de manera que Pablo escribe en Efesios 2:8«Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios». Pero debemos ir un poco más allá. En 1 Corintios 12:13, Pablo escribe: «Porque por[4] un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu».

Cuando nos arrepentimos de nuestro pecado y confiamos en Cristo, el Espíritu nos une a Cristo por fe. El Espíritu aplica lo que el Hijo logró. La persona ya no está separada de Dios por el pecado, sino que está unida a Cristo, lo que significa que recibe todos los beneficios de su muerte y resurrección. Sorprendentemente, eso significa que Dios nos ve como ve a su Hijo, de quien estamos revestidos (Gálatas 3:27). Por tanto, cuando leas que el Padre dice: «Este es mi Hijo, en quien tengo complacencia»… ¡Él está diciendo eso de ti si estás en Cristo!

Esa es nuestra posición delante de Dios. Pero aún así, nuestra santidad práctica debe ser forjada en nuestra humanidad. Esto es lo que el ministerio de Cristo a través del Espíritu hace por nosotros. No solo aplica las bendiciones de la justicia de Cristo a nosotros (justificación), sino que también trae esos recursos para influenciar la vida de los creyentes. Lo que nos lleva al tercer aspecto de la obra del Espíritu en el cristiano individual…

C. Santificación

El Espíritu Santo trabaja en el acto de la regeneración para unirnos a Cristo a través de la fe, el objetivo de su obra es transformarnos a la semejanza de Cristo. Y el proceso de esa obra de transformarnos a la semejanza de Cristo es lo que el Nuevo Testamento describe como santificación. La palabra significa santificar.

Entiendo que la palabra santificación pueda sonar irrelevante para ti, pero consideremos una serie de escenarios en los que la santificación funciona para ver cuán vital y crucial es en la vida cristiana.

Supongamos que siempre has ocultado fuentes privadas de ingresos al completar tus declaraciones de impuestos. Luego crees en Jesucristo como Salvador y Señor y comienzas a decir la verdad en tus declaraciones de impuestos, eso es santificación. Supongamos que te la pasas criticando a tu cónyuge, y entonces la Palabra de Dios habla a tu conciencia, comienzas a señalar menos y a buscar maneras de mostrar respeto, eso es santificación. Supongamos que vives con tu novia y conoces a Jesucristo y tienes el coraje de mudarte, eso es santificación. Entonces, mientras que la regeneración se refiere al nacimiento, la santificación se refiere al crecimiento. Crecimiento en vivir fervientemente en obediencia a Dios.

Y este cambio, esta renovación moral de nuestras almas es una obra del Espíritu Santo. Considera lo que dice Pablo en 1 Corintios 6:11: «Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios».

Segundo, nuestro crecimiento en santidad, nuestra santificación es una obra divina: es el fruto del Espíritu, Pedro escribe en 2 Pedro 1:3«Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder». ¡Es su divino poder!

Tercero, esta realidad del evangelio, esta obra divina no carece de esfuerzo. En cambio, el Espíritu de Dios mora en nosotros, trabaja y nos faculta para cumplir con nuestras responsabilidades. De manera que al escuchar el recordatorio de Pedro de que es el poder divino de Dios el que proporciona todo lo que necesitamos para la vida y la piedad no significa que no debemos hacer nada. El apóstol Pedro continúa escribiendo en 2 Pedro 1:5«vosotros también (porque el poder de Dios les ha dado todo [posición]), poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud…[5]».

Y el resultado del poder de Dios trabajando poderosamente a través de su Espíritu santificador es una vida llena de fruto. Recuerda lo que Pablo dice acerca del fruto que el Espíritu produce en la santificación.

Gálatas 5: 22-23 dice: «Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza». La vida llena del Espíritu es una en la que el Espíritu Santo está obrando en nosotros produciendo estos frutos. Si el rol central del Espíritu es revelar a Cristo y unirnos a él, entonces la meta principal del Espíritu es rehacernos a la imagen de Cristo.

D. Intercesión

Otra obra del Espíritu en nuestras vidas es la intercesión a nuestro favor la oración. La oración es una expresión de adoración y devoción, así como de necesidad personal. Por ello, considera lo que dicen las Escrituras, nadie puede llamar a Jesús ‘Señor’ excepto por el Espíritu. Pablo dice en 1 Co. 12:3: «Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo».

Del mismo modo, nadie puede llamar a Dios ‘Padre’ por ese mismo Espíritu. Pablo dice en Gálatas 4:6: «Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!».

Es el Espíritu el que actúa en nosotros para revelarnos a Jesús como Señor y a Dios como Padre. Así, cuando Pablo instruye a los creyentes a ‘orar en el Espíritu’ en Efesios 6:18, no está instruyendo a los cristianos a orar extáticamente o ininteligiblemente. No, ‘orar en el Espíritu’ es análogo a ‘andar en el Espíritu’. ‘Andar en el Espíritu’ se refiere a vivir toda la vida en conformidad con la Palabra de Dios. Por tanto, ‘orar en el Espíritu’ es orar de conformidad con la voluntad y el propósito del Espíritu. ¿Y dónde se revela la voluntad del Espíritu? En la Palabra de Dios. Calvino llamó ‘orar en el Espíritu’, «comprometerse a aferrarse a las promesas de Dios hasta que surtan efecto».

En otro nivel, la oración es una expresión de debilidad y necesidad. La afirmación más clara del rol del Espíritu en nuestra vida de oración se expresa en la carta de Pablo a los Romanos en el capítulo 8, cuando dice: «…el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles… porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos».

El creyente aquí es retratado como tan débil que la oración coherente es imposible. Se convierte en un gemido. Pero este gemido es una indicación de la presencia y el ministerio del Espíritu. Algunos cristianos piensan que esto se refiere a hablar en lenguas o a la expresión extática. La imagen aquí empleada, tiene que ver con algo más común en la vida cristiana. Es una imagen de absoluta debilidad y necesidad, donde el creyente es demasiado débil para expresar su necesidad de forma coherente.

Y la gran gracia del ministerio del Espíritu es que incluso cuando los cristianos son demasiado débiles para hablar con oraciones coherentes, él efectúa la determinación del Padre de reunir a sus hijos en sus brazos y atraerlos a sus propósitos.

Qué gloriosa verdad es esta. Cuando no sabemos lo que deberíamos pedirle a Dios en nuestras vidas como cristianos y cuando no sabemos lo que deberíamos pedirle como iglesia, el Espíritu Santo intercede por nosotros. De hecho, sabemos esto intuitivamente cuando pensamos en nuestra conversión. Antes de ser cristianos, no buscábamos a Dios. No sabíamos lo que necesitábamos. Pero el Espíritu intervino por nosotros. Él regenera, convence, y luego continúa intercediendo por nosotros.

Esos momentos en los que no tenemos palabras, estamos confundidos y no sabemos a dónde acudir, es en esos momentos que, por su gran compasión y bondad, el Espíritu intercede de acuerdo con la voluntad de Dios. El Espíritu ora por nosotros, no simplemente en nuestra debilidad, sino en nuestra ignorancia, llevándonos a la voluntad de Dios. Qué increíble realidad para reflexionar.

E. Seguridad

Finalmente, el Espíritu Santo nos asegura que pertenecemos a Dios. Romanos 8:16 dice: «El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios». Esta es la forma más elevada de seguridad cristiana. No puedes tener una mayor seguridad de que eres cristiano que en esas ocasiones benditas cuando el Espíritu te testifica que perteneces a Dios. Y esto es más que una garantía intelectual. El Espíritu también nos da una seguridad experiencial operada en nuestros corazones espiritual y emocionalmente.

Piensa en un padre y su hijo pequeño caminando juntos de la mano. El hijo sabe que el padre lo ama. Pero digamos que el padre se agacha, levanta a su hijo y le da un gran abrazo. La experiencia del hijo del amor de su padre en ese momento será particularmente segura. Bueno, así sucede con la seguridad en nuestras propias vidas: hay temporadas en las que el Espíritu nos manifiesta el amor de Dios de una manera especial.

Ahora bien, la experiencia subjetiva del creyente no es la razón por la cual estamos seguros de nuestra salvación. Es decir, no decimos que tenemos seguridad porque sentimos que tenemos el Espíritu. No, en cambio tenemos seguridad basada en realidades objetivas: las promesas de Dios en las Escrituras, la obra terminada de Cristo en la cruz, la evidencia de la obra de Dios dentro de nosotros, etc.

Pablo escribe en Romanos: «Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él» (Romanos 8:7-9).

Puede haber momentos en la vida de un creyente donde no esté consciente de la presencia del Espíritu, pero el Señor ha prometido nunca dejarnos o abandonarnos, y no quitará su Espíritu de sus hijos.

  1. La obra del Espíritu Santo en la vida de la iglesia

La obra del Espíritu Santo no es simplemente para la edificación individual sino para la edificación de la iglesia, y aquí es donde ahora queremos dirigir nuestra atención. El Espíritu Santo trabaja para edificar a la iglesia.

Lo primero que debemos considerar es el rol del Espíritu en la inspiración de las Escrituras. En Juan 14:22-26, Jesús dice que las palabras divinas que ha traído a su pueblo no cesarán cuando él los deje. Más bien, él enviará al Consolador, y cuando él venga, «os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho». Pensamos en esto como la obra del Espíritu en la vida del creyente individual, y lo es. Pero primero, esta promesa fue dada a los apóstoles y encuentra su cumplimiento en las Escrituras del Nuevo Testamento.

2 Pedro 1:21«porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo».

Además de inspirar las Escrituras, el Espíritu levanta líderes dentro de la iglesia, como pastores, ancianos y diáconos, para guiar a su pueblo y ayudar a explicar estas palabras que dan vida. Al instruir a los ancianos en la iglesia de Éfeso, Pablo dice: «Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre» (Hechos 20:28).

El Espíritu Santo también trabaja activamente para fortalecer y alentar a la iglesia del nuevo pacto, como vemos en la iglesia primitiva en Hechos 9:31«Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo».

Si suceden cosas buenas aquí en CHBC, si estamos siendo guiados por aquellos con autoridad para enseñar y gobernar, y si estamos siendo alentados por el crecimiento que estamos viendo, entonces tenemos la obligación de alabar a Dios por eso, porque él es la fuente de esa fortaleza.

Entonces, vemos que el Espíritu está trabajando activamente en nosotros tanto individual como corporativamente.

Este puede ser un buen lugar para cerrar en oración, agradeciendo a Dios por su trabajo en nuestras vidas y nuestra iglesia.

Oremos.

La próxima semana será nuestra última clase acerca del Espíritu Santo. Veremos tres preguntas importantes, y a veces malentendidas:

1) ¿Qué significa ser lleno del Espíritu Santo?

2) ¿Qué es el bautismo del Espíritu Santo?

3) ¿Cómo deberíamos pensar de los dones del Espíritu Santo?

[1] Ef. 2:4

[2] Mi vida es Cristo de Sovereign Grace

[3] Ferguson, 100.

[4] Greek ἐν – véase pg. 197 Ferguson; Christ is the baptizer.

[5] Véase también Filipenses 2:12-131 Corintios 15:10Colosenses 1:28-29

https://es.9marks.org/

Mark Dever

La obra del Espíritu Santo – Parte 1

9Marcas

Serie: Clases esenciales: Teología Sistemática

Clase 16/26

La obra del Espíritu Santo – Parte 1

  1. Introducción

Bienvenido. Cielos, veo que podemos necesitar una dosis extra del Espíritu esta mañana. Entonces, ¿por qué no comenzamos con una pregunta: ¿Quién sabe quién es Shai Linne? Shai escribió estas palabras en una de sus canciones llamada «Mercy & Grace», en ella Shai rapea; Yo no rapeo, pero Shai rapea y dice:

Es bastante sorprendente cómo en la salvación

Cada persona de la Trinidad contribuye como una compilación

El Padre me eligió, Jesús sangró por mí

Y la regeneración es la confirmación del Espíritu Santo

Ahora bien, ¿por qué Shai se sorprendería de eso? ¿Y qué es la regeneración del Espíritu Santo? Bueno, permíteme continuar y resumir la obra del Espíritu Santo; este será el punto dos en la parte delantera de  tu folleto.

  1. Resumen

El teólogo Anthony Hoekema lo expresó así: «El Espíritu Santo completa el plan del Padre, mediante la aplicación de la Palabra y los beneficios del Hijo, actuando sobre y en la creación».

Ahora bien, quizá no sea necesariamente el resumen más pegadizo, pero es útil por dos razones.

En primer lugar, resalta útilmente la obra del Espíritu de una manera trinitaria. Con demasiada frecuencia, la obra del Espíritu está divorciada de la obra del Padre y del Hijo. El Espíritu es considerado el misterioso, pero emocionante miembro de la Trinidad que hace todas esas cosas impredecibles, por lo que lo relegamos a su propio gimnasio donde puede rebotar por las paredes. Pero bíblicamente, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no están haciendo cosas diferentes. Por el contrario, están resolviendo el único plan de Dios. Vemos esto claramente en textos como Juan 15:26«Pero cuando venga el Consolador (el Espíritu), a quien yo (Jesús) os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí». En términos generales, el Padre escribe, el Hijo cumple, y el Espíritu aplica. Son tres personas, pero un Dios, y sus actividades representan un trabajo unificado.

Segunda razón por la cual la definición de Hoekema es útil: resalta la obra del Espíritu como cristológica. En otras palabras, la obra del Espíritu se centra en Jesús. El rol principal del Espíritu Santo en nuestra salvación es hacernos uno con Cristo. Él nos une a Cristo, y todas las bendiciones que vienen con esa unión (la regeneración, la conversión, la adopción, etc.). Por esa razón, el Espíritu Santo es llamado el Espíritu de Cristo (Ro. 8,91 P. 1,11) y el Espíritu del Hijo de Dios (Gá. 4,6). Tener al Espíritu es tener a Cristo (Ro. 8.9-11).

Cualquier comprensión del Espíritu que no sea trinitaria y cristológica de esta manera, lejos de exaltar al Espíritu, lo deshonra. Simplemente no es cristiana. Es por eso que comenzamos a definir bíblicamente qué es el Espíritu.

  1. La obra del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento

Comenzando en el Antiguo Testamento, ¿dónde crees que aparece primero el Espíritu Santo?

Génesis 1:1-3«En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz».

Observemos dos cosas que el texto dice que están presentes: número 1) el Espíritu de Dios y número 2) la Palabra de Dios. Dios habla: «Sea la luz» y se hace realidad por el poder de su Espíritu. Dios crea por su Palabra[1] a través de su Espíritu. El Espíritu produce la voluntad del Padre en la creación, trayendo orden del caos, creando lo que es, de lo que no era (Génesis 1:2Hebreos 11:3). En otras palabras, la obra del Espíritu en la creación consiste en extender la presencia de Dios a la creación de tal manera que ordene y complete lo que se ha planificado en la mente de Dios[2].

¿No es increíble? El Espíritu Santo es uno de los agentes de Dios el Padre para lograr lo que él pensó.

Y este mismo Espíritu Santo aparece en todo el Antiguo Testamento de manera similar. La presencia divina que guió al pueblo de Dios en el Éxodo fuera de Egipto –una columna de nube durante el día y de fuego por la noche (Éxodo 13:21-22)–, era el Espíritu Santo (Isaías 63:10-14). Es el Espíritu de Dios quien dota a ciertos hombres en la construcción del Tabernáculo e inspira a los profetas del Antiguo Testamento con la Palabra de Dios (por ejemplo, 2 S. 23:2).

El Antiguo Testamento está lleno de referencias de la obra del Espíritu, pero por lo general, la actividad del Espíritu en el Antiguo Testamento era «enigmática, esporádica, selectiva y externa». Los profetas anhelaban días mejores. Vemos esto conmovedoramente en las palabras de Moisés de Números 11:29 en tu folleto: «Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos». Moisés anhelaba el día en que todo el pueblo de Dios poseería el poder del Espíritu de Dios.

¿Significa esto que los creyentes del Antiguo Testamento no poseían el Espíritu? ¿Qué crees? ¿Los creyentes del Antiguo Testamento poseían el Espíritu de Dios?

El Antiguo Testamento nunca hace referencia al Espíritu Santo morando en los creyentes. El lenguaje de «morada» es el lenguaje del pacto, el lenguaje de la presencia de Dios. Es relacional y nos lleva de vuelta al huerto de Edén. Pero en el Antiguo Testamento, la morada de Dios es siempre externa, en el Tabernáculo y el Templo, nunca en los creyentes[3].

En el Antiguo Testamento, el Espíritu empodera a los creyentes, pero no por igual, y no indefinidamente. Y otro testimonio de la obra selectiva del Espíritu Santo es la oración de David en el Salmo 51; él ora para que Dios no le quite el Espíritu Santo.

En el Antiguo Testamento, la obra del Espíritu estaba predominantemente reservada a los líderes: profetas, sacerdotes y reyes. Pero existe la esperanza de que lo que Moisés deseaba –que todas las personas posean el Espíritu de Dios– se  cumpliría. ¿Sabes dónde vemos eso en el Antiguo Testamento?

Ezequiel 36:25-27: «Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra».

Joel 2:28-32: «Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová. Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado».

Jeremías 31:33-34«Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado».

Vemos el comienzo del cumplimiento de estas promesas en la persona de Jesucristo.

  1. El Espíritu Santo en la persona de Cristo

Cuando nos volvemos al Nuevo Testamento, nuestra comprensión de la persona y obra del Espíritu Santo entra en un mayor enfoque y claridad. Para comenzar, veamos la obra del Espíritu en la persona de Cristo.

Podemos rastrear la obra del Espíritu Santo en Cristo a través de tres etapas.

 A. La concepción

En el Evangelio de Lucas, el ángel que habla con María dice: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios» (Lucas 1:35).

Esa palabra «cubrir» se usa en la traducción griega del Antiguo Testamento (LXX) para referirse a la nube de la gloria de Dios que se cierne sobre el Tabernáculo. Lucas dice que el nuevo templo prometido del Antiguo Testamento es Jesucristo. Jesucristo es la gloria prometida del Padre, que mora con su pueblo.

[4]. Avanzando directamente a «la segunda etapa»…

B. La unción bautismal

La segunda etapa de la obra del Espíritu en Cristo comienza con su bautismo. Los cielos se abren y nos preparan para una nueva revelación cuando desciende una paloma y Dios habla: «Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia»[5]. Y luego, «lleno del Espíritu», leemos que Jesús es conducido a través de una repetición del Edén: correcto, Satanás tienta a Jesús como lo hizo con Adán. Pero a diferencia de Israel, que entristeció al Espíritu en las peregrinaciones en el desierto, el segundo Adán, Jesús, ¡tiene éxito! Jesús, lleno del Espíritu, camina hacia territorio enemigo en el desierto para enfrentar a Satanás y ser tentado durante 40 días y 40 noches. Él lucha por su pueblo y gana. Después de derrotar a Satanás, exige: «Vete, Satanás» (Mateo 4:10), y el diablo huye. ¡No es de extrañar que Jesús infundiera miedo a los demonios durante su ministerio!

Incluso los primeros días del ministerio de Jesús nos recuerdan que en Cristo, el cristiano lucha desde una posición de victoria; y solo peleamos esta batalla por el poder del Espíritu de Dios en nosotros. Pasemos a la siguiente obra del Espíritu en Cristo.

C. La resurrección y ascensión de Jesús

La tercera etapa de la obra del Espíritu en Cristo comenzó con la resurrección y la ascensión de Jesús. Aunque a menudo se atribuyen al Padre y al Hijo, la resurrección y la ascensión también son obra del Espíritu Santo. Romanos 1:4 dice acerca de Jesús «que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos». Y 1 Pedro 3:18 dice: «Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu».

El Nuevo Testamento enseña que a través de su vida y ministerio, Jesús llegó a tal posesión completa del Espíritu, experimentándolo sin límites (Juan 3:34), que llegó a ser «Espíritu del Señor» (2 Co. 3:18). En resumen, la Biblia nos enseña que gran parte de lo que hizo Jesús fue debido a la obra del Espíritu en él; su concepción, su unción, su resurrección y ascensión, éstas fueron hechas en el poder del Espíritu en Jesús.

  1. La obra del Espíritu Santo en el cristiano

Las palabras de despedida de Jesús prepararon a su pueblo para el Espíritu Santo prometido. En Lucas 24:49, dice: «He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto». ¿Dónde se cumplió lo prometido? En el día de Pentecostés. Miremos el primer punto, el don del Espíritu.

A. El don del Espíritu

Hechos 2:1-4…, puedes ir allí: «Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen».

Entonces Pedro predica, explicando lo que ha sucedido citando Joel 2 que leímos anteriormente. Luego cita el Salmo 110, y leemos en Hechos 2:33«Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís».

Observa dos cosas. En primer lugar, vemos cómo el don del Espíritu representado por vientos recios y llamas de fuego, no es un giro peculiar en el plan de Dios. Más bien, es el elemento central en la promesa del nuevo pacto que Dios le había dado a su pueblo en Joel 2 o Ezequiel 36; vimos esos pasajes antes.

Y en segundo lugar, al citar el Salmo 110, Pedro muestra cómo el don del Espíritu a Cristo y luego el otorgamiento del Espíritu por Cristo cumple la promesa del Padre al Hijo en el Salmo 2:8: «Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra». Bueno, en el día de Pentecostés vemos que las naciones vienen a Cristo; la gran comisión se está cumpliendo y se está cumpliendo principalmente por la obra del Espíritu.

También en Pentecostés tenemos la inversión de Babel. ¿Recuerdas esa historia? En Génesis 10, se nos da una lista de naciones, seguidas por Dios confundiendo su lenguaje y dispersándolas. Aquí, en Hechos 2:8-12, se nos da otra lista de naciones, excepto que esta vez sus lenguas se entienden cuando se reúnen en Jerusalén. Los efectos del pecado se están revirtiendo en una nueva comunidad de judíos y gentiles, unidos por… ¡el Espíritu Santo!

Mientras estudiaba esto, me sorprendieron las conexiones del Espíritu Santo desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo Testamento. Después de todo: fuego, viento y una lengua divina nos recuerda lo que Moisés encontró en el monte Sinaí. Allí Moisés ascendió, solo para descender con los Diez Mandamientos, la Ley de Dios. De la misma manera en el Nuevo Testamento, Cristo acaba de ascender, y en Pentecostés baja, no con la ley escrita en tablas de arcilla, sino con el don de su propio Espíritu para escribir la ley en el corazón del creyente. Esto nos permite cumplir los mandatos de la ley. Aquí está el cumplimiento de Jeremías 31 y la gran esperanza de Moisés que vimos en Números 11.

Mientras que en el antiguo pacto la obra del Espíritu generalmente se limitaba a unos pocos, en su mayoría, hombres y líderes, ahora leemos en Hechos 2:17 que los hijos e hijas profetizan, los jóvenes tienen visiones, los ancianos tienen sueños. Estas visiones y sueños eran modos de comunicar el conocimiento de Dios bajo el antiguo pacto. Pero en Cristo y por el don del Espíritu, todo el pueblo del Señor posee el conocimiento de Dios. Jeremías 31:34 espera con ansias este punto, dice: «Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová».

Entonces podrías decirme: «Isaac, eso es mucho». Esto es lo que quiero que veas, ¡El día de Pentecostés es la culminación de la obra de Jesús! Recuerda lo que Jesús dijo en Juan 7:37-39«En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado».

La venida del Espíritu es evidencia de la glorificación de Cristo, su entronización celestial. Por tanto, el libro de Hechos no trata tanto acerca de los hechos del Espíritu Santo a través de los apóstoles, sino de los hechos continuos de Jesucristo a través del Espíritu.

Entonces, ¿qué beneficios trae la morada del Espíritu en el creyente? Bueno, solo tenemos tiempo para mirar uno más, pero es glorioso porque hablaremos de la regeneración.

B. La regeneración

Así como el rol del Espíritu es dar vida física y aliento a toda la creación, también es su rol dar vida espiritual a los hombres. Jesús le dice a Nicodemo que debe «nacer de nuevo» por el Espíritu (Juan 3:6-7). También les dice a sus discípulos que «el Espíritu es el que da vida» (Juan 6:63).

Para que ese corazón de piedra se convierta en un corazón de carne (Ezequiel 36), Dios debe hacer una obra sobrenatural a través del Espíritu. Espiritualmente hablando, el mundo no es lo que parece. Parece vivo, pero en realidad estamos rodeados de cadáveres espirituales. Caminamos todos los días entre muertos. Nuestra oración y esperanza es que Dios, a través de su Espíritu, los traiga a la vida.

La obra del Espíritu del renacimiento en la vida del cristiano tiene varios aspectos.

En primer lugar, implica una iluminación intelectual. Juan escribe en 1 Juan 2:20«Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas». Esta unción del Espíritu Santo es compartida por cada cristiano y se dice que lleva a un cierto conocimiento: el conocimiento de quien es Dios y lo que ha prometido. Eso no significa que el cristiano lo sabe todo; más de lo que un ciego que recibe la vista puede ver todo simultáneamente. Pero la verdad que una vez no fue reconocida ahora es conocida y celebrada por el que es regenerado, o el que es «nacido de nuevo».

En segundo lugar, la obra de regeneración del Espíritu implica la liberación de la voluntad. Antes, nuestras voluntades, nuestros deseos, estaban esclavizados al pecado y eran incapaces de seguir a Jesús, del mismo modo que un muerto no responde (Efesios 2:1).

Tercero, la obra del Espíritu de la regeneración implica limpieza y renovación. Así, cuando Jesús le dice a Nicodemo que «el que no naciere de agua y del Espíritu», está aludiendo a la promesa del nuevo pacto de Ezequiel 36: «Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias… Os daré corazón nuevo». (1 Corintios 6:11 habla claramente de esto también).

La obra de renovación del Espíritu en la regeneración es tan completa que Pablo escribe: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas» (2 Corintios 5:17). ¡Alaba a Dios por su gloriosa obra en nuestras vidas!

Amigo, tenemos mucho más que cubrir acerca de la obra del Espíritu Santo en la vida del creyente: convicción, unión con Cristo, fruto del Espíritu, la oración del Espíritu en nuestro nombre y la seguridad… pero hemos abarcado todo lo que podemos por el día de hoy.

Oremos.

[1] Col. 1:16

[2] Véase Ferguson en The Holy Spirit.

[3] Véase God’s Indwelling Presence de James Hamilton Jr.

[4] Así como Dios se preocupó por su «hijo» (Éxodo 4:22) al llamar a Israel a salir de Egipto (Deuteronomio 8:1ffEz. 16:1ff), asimismo Dios continúa a través del Espíritu cuidando de su Hijo encarnado (también llamado de Egipto, Mt. 2:15).

[5] Mateo 3:17

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Mark Dever

La persona del Espíritu Santo

9Marcas

Serie: Clases esenciales: Teología Sistemática

Clase 15/26

La persona del Espíritu Santo

  1. Introducción

El día de hoy, estudiaremos la persona del Espíritu Santo; examinando cuidadosamente lo que la Biblia revela acerca de él. ¿Por qué es esto importante?

Imagina esto: Mañana, despierto y me levanto increíblemente aún más atraído hacia mi esposa. He estado pensando en ella durante el trabajo, y no puedo sacarla de mi mente. Muy conmovido, al llegar a casa, busco la forma de expresar cómo me siento, me arrodillo, la miro a los ojos, mi corazón duele por extrañarla, y le digo: «Cariño, estoy loco por ti; eres irresistible; No sé qué sucede hoy, tal vez es tu largo cabello negro o tus deslumbrantes ojos verdes; pero me dejas sin aliento». A lo mejor estás pensando cuán dulce soy, pero el problema es que mi esposa es rubia… y ojos azules. Entonces, quizá suene dulce, pero me va a ir mal. Estoy en problemas.

Cómo vemos a Dios es importante, porque si no lo estamos viendo como él se ha dado a conocer en las Escrituras, no estamos adorando a Dios, sino a un dios falso.

  1. La persona del Espíritu Santo

Los cristianos adoran a un solo Dios; somos monoteístas. Adoramos a un solo Dios, sin embargo, las Escrituras claramente retratan a tres personas de la divinidad. Pensar en Dios el Padre y Dios el Hijo tiene un sentido más inmediato para nosotros en vista de que hay un componente relacional con el que estamos inmediatamente familiarizados: el de un padre o un hijo. Pero, ¿qué vamos a hacer con Dios el Espíritu? Es tentador pensar en la tercera persona de la Trinidad como fría o distante. No obstante, cuando escuchamos la Biblia, vemos algo diferente.

¿Qué queremos decir cuando hablamos del Espíritu Santo como persona? No queremos decir que el Espíritu Santo es una persona humana que simplemente no podemos ver. La única persona de la Deidad que toma a la humanidad en sí mismo es Cristo. Lo que sí queremos afirmar es que el Espíritu Santo tiene subsistencia personal. Es un ser viviente inteligente, voluntario, con entendimiento y voluntad.

Al ser uno con el Padre y el Hijo, existe una distinción entre los tres. Por ejemplo, las Escrituras nos dicen que el Espíritu Santo intercede por nosotros en oración (Romanos 8:27), y esto naturalmente indica una distinción entre el Espíritu Santo y Dios el Padre a quien se hace la intercesión.

Esto es diferente de una falsa visión de Dios llamada el «modalismo». El modalismo afirma que Dios no es realmente tres personas distintas, sino una sola persona que aparece ante las personas en tres modos diferentes en diferentes momentos. Entonces, por ejemplo, en el Antiguo Testamento, Dios apareció como el Padre, en los Evangelios, Dios apareció como el Hijo, y después del día de Pentecostés, Dios apareció como el Espíritu. Esta visión hace lo que tantos otros puntos de vista falsos hacen tratando de hacer el misterio de la Trinidad completamente comprensible. No obstante, esta visión se queda corta debido a todos los ejemplos en los que vemos a los miembros de la Trinidad interactuando entre sí. ¿Estaba Jesús orando al Padre simplemente como una farsa? ¿Cómo podría el Espíritu descender sobre el Hijo cuando fue bautizado?

En la iglesia primitiva, algunos negaban que el Espíritu fuera una entidad personal separada. En cambio, dijeron que el Espíritu era más como una «esencia» o una influencia o energía de Dios el Padre. Su lugar en la Trinidad ha sido cuestionado a la luz de estas ideas, por lo que es importante establecer la «personalidad» del Espíritu: su identidad separada definida.

Hay tres razones bíblicas para concluir que el Espíritu Santo es una persona, así como Dios el Padre es una persona, y así como el Señor Jesucristo es una persona:

A. Pronombres personales

La primera razón para concluir que el Espíritu Santo es una persona es el uso de los pronombres personales referidos a él, y las declaraciones que éste hace en primera persona. Considera Hechos 10:19-20«Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado».

Cuando Jesús y los apóstoles hablan del Espíritu Santo, siempre usan el pronombre personal: él. Esto también testifica la personalidad del Espíritu Santo.

B. Propiedades personales

La segunda razón para concluir que el Espíritu Santo es una persona se deriva de las propiedades personales que se le atribuyen, como la comprensión o la sabiduría, la voluntad y el poder. La operación de su voluntad, por ejemplo, se ve en 1 Corintios 12:11«Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere». En Juan 14, Jesús llama al Espíritu Santo el Consolador. No solo consuelo sino el Consolador. El Espíritu Santo tiene estas características personales y está involucrado en actividades personales. El Espíritu Santo revela, enseña, consuela, aconseja, ayuda y ama. Puede entristecerse, se le puede mentir, blasfemar.

En todas estas cosas, vemos la  clara personalidad o identidad distintiva del Espíritu Santo en las Escrituras. La exégesis sonora requiere que el Espíritu Santo sea considerado como una persona y no como un poder o una fuerza.

¿Por qué importa esto? Porque lejos de ser frío o distante; lejos de ser  una simple fuerza o energía, el hecho de que el Espíritu Santo sea una persona significa que podemos tener una relación con él. Hablaremos más acerca de esto en las próximas semanas cuando analicemos la obra del Espíritu Santo, pero a medida que somos guiados por él, amados, purificados, habitados por él, todo eso sucede en el contexto de una relación.

  1. El Espíritu Santo es Dios

La Escritura también enseña que el Espíritu Santo es completamente Dios.

A. La Escritura lo identifica como Dios

Hechos 5:1-4 dice: «Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad,  y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo sólo una parte, la puso a los pies de los apóstoles. Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios».

Aquí vemos que, según Pedro, cuando Ananías «mintió al Espíritu Santo», en realidad estaba «mintiendo a Dios». Si mentirle al Espíritu es sinónimo de mentirle a Dios, entonces el Espíritu debe ser Dios.

B. El Espíritu Santo posee atributos divinos

Si queremos decir que el Espíritu Santo es completamente Dios, entonces debemos suponer que poseerá atributos divinos, y lo hacemos. A lo largo de la Escritura vemos que…

  • El Espíritu Santo es eternoHebreos 9:14 dice: «¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas…»
  • El Espíritu Santo es omnipresenteestá en todas partes a la vez. El Salmo 139:7-10 dice: «¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás».
  • El Espíritu Santo es omniscientelo sabe todo1 Corintios 2:10-11 dice: «El Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque, ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios».

Al igual que Dios, el Espíritu Santo es trascendente. En parte esa es la razón por la que se llama Espíritu Santo: ser santo significa estar apartado. Sin embargo, este Dios es personal y, por tanto, tiene el potencial de relacionarse. A veces es fácil pasar por alto cosas como esta y perder su significado, así que medita en ello. Porque él es divino, tiene recursos divinos, conocimiento divino, presencia divina; conocerlo es conocer al Dios que satisface y que suple todas nuestras necesidades. ¿Necesitas sabiduría? Puedes conocer al que es omnisciente. ¿Te sientes perdido o solo? Hay uno que no importa a donde vayas, está ahí. ¿Te sientes débil? Puedes conocer a aquel cuyo poder no tiene límites; quien renueva nuestras fuerzas.

Que el Espíritu Santo es tanto una persona como Dios es esencial aquí. En las próximas semanas, exploraremos la obra del Espíritu juntos, pero sin esta base de lo que él es, esas cosas importarían muy poco.

C. Aunque se distingue del Padre y del Hijo, el Espíritu Santo es presentado como igual al Padre y al Hijo en los grandes pasajes trinitarios del Nuevo Testamento.

«Trinidad» es un término que la iglesia desarrolló para resumir una doctrina que se nos da en fragmentos. Es una palabra útil que busca combinar y transmitir todo lo que las Escrituras hablan acerca de la relación de la Deidad. La doctrina de la Trinidad es un resumen de varios conceptos bíblicos que son indiscutibles del texto de las Escrituras. Es decir, que hay un solo Dios, que el Padre y el Hijo y el Espíritu son personas distintas, y que el Padre y el Hijo y el Espíritu son cada uno de ellos completamente Dios.

Así que en respuesta a los musulmanes y otras religiones monoteístas, el cristianismo afirma claramente que hay un solo Dios, pero este Dios existe en tres personas. ¿Es eso razonable? En cierto sentido, «sí», y en cierto sentido «no».

«Sí», porque nada en la doctrina trinitaria es irrazonable o irracional. No hay nada inherentemente contradictorio sobre la posición a pesar de su misterio. No estamos diciendo que hay tres Dioses, sino que hay un Dios en tres personas.

«No», sin embargo, porque «la doctrina de la Trinidad es indistinguible por la razón, por lo que es incapaz de ser demostrada por la razón. No hay analogías en la naturaleza, ni siquiera en la naturaleza espiritual del hombre, quien está hecho a imagen de Dios»[1].

Echemos un vistazo ahora a algunos de los pasajes trinitarios clave en el Nuevo Testamento:

  • Mateo 3:16-17«Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz desde los cielos, que decía: Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia».

En este pasaje se ve claramente que las tres personas de la Deidad actúan en sus distintos roles. Dios el Padre está hablando desde el cielo, Dios el Hijo está siendo bautizado para cumplir la voluntad del Padre, y se ve a Dios el Espíritu descendiendo del cielo sobre el Hijo para darle poder a su ministerio. Vemos que, haga lo que haga el Padre al tratar con el hombre, generalmente lo hace a través del Hijo por el Espíritu (Efesios 2:18).

  • Mateo 28:19«Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo».

Observa que Jesús no ordena a sus discípulos a que bauticen a los nuevos creyentes en los «nombres» del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, como si estuviéramos tratando con tres seres diferentes, sino en el «nombre», que es singular. Jesús, como lo hizo tantas otras veces en su ministerio, enseña que él y el Padre son uno, y aquí él incluye al Espíritu Santo en esa unidad de esencia. La declaración afirma la «unidad de las tres Personas de la Trinidad al combinarlas todas dentro de los límites del nombre en singular; y luego [enfatiza] la distinción de cada uno al introducirlos a su vez con el artículo repetido: «en el nombre d[el] Padre, y d[el]  Hijo, y d[el]  Espíritu»[2].

«El Espíritu Santo, entonces es completamente Dios. No es una tercera parte de Dios, sino completamente Dios. Sin embargo, el Espíritu no es solo completamente Dios, también existe eternamente junto con el Padre y el Hijo, cada uno de los cuales también posee plenamente la misma naturaleza indivisa y divina… Lo que distingue al Espíritu del Padre y del Hijo no es la naturaleza divina… lo que distingue al Espíritu es su papel particular como el Espíritu Santo en relación con el Padre y el Hijo y las relaciones que tiene con cada uno de ellos»[3].

Conclusión

La noche antes de su crucifixión, ¿qué enseña Jesús a sus discípulos? ¿Qué es lo que él considera importante que ellos conozcan? En Juan 14-16, les enseña quién es el Espíritu Santo. Y fíjate en lo que les dice en Juan 16:7«Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré».

Ponte en los zapatos de los discípulos por un momento. Has comido, caminado, ministrado, escuchado, conocido a Jesús en los últimos años. Le han entregado sus vidas, ese tiempo debe haber sido increíble. Sin embargo, Jesús dice que es mejor («os conviene») que se vaya para que el Espíritu Santo venga a ellos. No sé tú, pero no sería inmediatamente obvio por qué eso sería mejor. ¿De qué manera?

Mira de nuevo a Juan 15:26-27. Una vez más, Jesús habla del Consolador, el Espíritu Santo: «Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio».

Aquí hay un doble sentido o doble significado entre los discípulos y el Espíritu. Así como los discípulos darán testimonio de Jesús, también lo hará el Consolador, el Espíritu Santo. ¿Cuál es el requisito para que los discípulos sean testigos? V. 27: «porque habéis estado conmigo desde el principio». Si eso es cierto para los discípulos, cuánto más del Espíritu Santo. Como dijo el padre de la iglesia primitiva, Basilio de Cesarea, el Espíritu Santo era el «compañero inseparable de Cristo… toda la actividad de Cristo se desarrollaba en la presencia del Espíritu Santo».

En la eternidad pasada, el Espíritu y el Hijo estaban en perfecta comunión. Cuando Jesús fue concebido en la virgen María, fue por el Espíritu Santo (Lucas 1:35). En el bautismo, las tentaciones y el ministerio de milagros y enseñanzas de Jesús, el Espíritu estaba allí guiando (Lucas 4:1), fortaleciendo (Mateo 12:28) y dándolo a conocer. En la muerte, resurrección y ascensión de Jesús, el Espíritu estaba allí (Hebreos 9:14Romanos 6:4).

Este es el punto. Como aquel que ha sido el compañero constante de Jesús, también es el candidato perfecto para dar testimonio y para dar a conocer a Cristo. Esa es precisamente su labor, y eso es parte del por qué Jesús puede decir que es mejor que se vaya para que el Espíritu Santo pueda venir. Tener el Espíritu es tener el Espíritu de Cristo; tener el Espíritu es tener a Cristo Ya no está limitado por el espacio y el tiempo, el Espíritu Santo manifiesta la presencia de Jesús[4] a nosotros.

En la oración sacerdotal de Jesús de Juan 17, Jesús  dice en el v. 24: «Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo». Entonces, Jesús nos da un adelanto del pasado de la eternidad en la relación amorosa perfecta, duradera y llena de gozo del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Sorprendentemente, en el versículo anterior, Jesús había testificado que Dios amaría a los seguidores de Jesús «como también» ¡el Padre lo amaba! ¡Increíble!

¿Lo encuentras difícil de entender? ¿Difícil de creer y vivir según esa verdad? Creo que hasta cierto punto, todos lo hacemos.

Pero este es uno de los preciosos ministerios del Espíritu. En Romanos 8:15-16, Pablo dice esto del creyente: «Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios». El Espíritu Santo es el Espíritu de adopción. Lo que significa que uno de sus trabajos es hacernos conscientes de que somos hijos e hijas. Para ayudarnos a conocer mejor el amor con el que Dios nos ama.

Que podamos llegar a conocerlo mejor hoy y en las próximas semanas cuando consideremos juntos la persona y la obra del Espíritu Santo.

Oremos.

[1] The Biblical Doctrine of the Trinity de B.B. Warfield.

[2] Id. 153.

[3] Ware, 103.

[4]Keep in Step with the Spirit by Packer.

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Mark Dever

Introducción y repaso

9Marcas

Serie: Clases esenciales: Teología Sistemática

Clase 14/26

Introducción y repaso

Permíteme darte nuevamente la bienvenida al Seminario Básico «Teología Sistemática»; esta es la parte 2 de las clases esenciales sobre teología sistemática. En la clase de hoy, daremos un repaso a las13 primeras semanas de la primera mitad del seminario. ¿Sabes lo que eso significa? Estás a punto de disfrutar de un banquete; estamos a punto de examinar un montón de información en un tiempo muy breve. Entonces, eso también puede significar que no tenemos mucho tiempo para adentrarnos en demasiadas preguntas complejas, sin embargo, estoy seguro de que el contenido de la clase abordará muchas de ellas.

Si me sigues en tu folleto, verás un esquema muy simple para nuestra clase esta mañana; básicamente cubrirá todo el contenido de Teología Sistemática – Parte 1, y la primera pregunta que queremos hacer desde la introducción es: «¿Qué es la teología sistemática?».

La teología sistemática responde a la pregunta: ¿Qué nos enseña la Biblia hoy acerca de un tema dado? Por ejemplo, ¿qué dice toda la Biblia acerca de los atributos de Dios? O incluso más específicamente, ¿qué enseña toda la Biblia acerca de la omnisciencia de Dios? La teología sistemática busca tomar un paisaje completo y ofrecer una perspectiva panorámica. Esa es una gran manera de describir lo que hace la teología sistemática: nos provee un punto de vista comprensivo y escritural.

Si has estado conduciendo en las montañas, es probable que hayas llegado a una vista panorámica. Detienes tu automóvil, sales y miras, y ves una hermosa y amplia vista de un paisaje de montaña en la distancia. De la misma manera, la teología sistemática te ofrece una vista panorámica de toda la Biblia. Tratamos de entender lo que dice la Escritura acerca de un tema completo de una manera integral.

La Teología sistemática también nos proporciona una guía interpretativa o un marco para comprender la Biblia. Así, buscamos entender la Palabra de Dios de una manera que, en primer lugar, sea fiel a las enseñanzas de la Escritura. Entonces, si tenemos un tema como la inmutabilidad de Dios, y la Biblia dice claramente que Dios no cambia, ¿cómo podemos entender los pasajes que parecen implicar que Dios ha cambiado de alguna manera? La teología sistemática nos proporciona un marco para la interpretación de aquellos pasajes individuales que pueden ser menos claros a la luz de los pasajes que son más claros. Eso no quiere decir que la teología sistemática se convierte en una camisa de fuerza de alguna manera, de modo tal que necesitemos forzar a la Escritura a adoptar nuestras nociones preconcebidas de lo que creemos que debería decir; no, tenemos que sentarnos bajo la Palabra y ser informados por ella siempre. Pero también es cierto que podemos sintetizar estas verdades en un marco consistente porque Dios es verdad; él es lógico en sí mismo. Él no se contradice. Entonces, debemos entender que la Biblia no se va a contradecir.

Otra razón por la que necesitamos estudiar teología sistemática es debido al pluralismo religioso. Entonces, he aquí una pregunta para ti: ¿Cuáles son algunos de los otros sistemas de creencias que existen actualmente? (Ejemplo: el universalismo: todos serán salvos). ¿Por qué es importante que estudiemos teología sistemática? Porque la teología sistemática nos enseña lo que es verdad acerca de Dios. Por ejemplo, sabemos que el politeísmo no es verdadero porque cuando abrimos nuestra Biblia, sabemos que el Señor nuestro Dios es uno; hay un  solo Dios. Entonces, ves cómo es útil estudiar teología sistemática hoy en día, para que sepamos cómo cristianos defender la fe de una manera amable, cordial y veraz. La última razón por la que estudiamos teología sistemática es Cabeza, Corazón, Manos, Hábitat (suena como cuatro razones, pero las convertiré en una).

Se supone que nuestras cabezas deben estar llenas de teología. Considera las numerosas instrucciones a lo largo de la Escritura sobre meditar en la Palabra de Dios. Deberíamos meditar en la Palabra de Dios día y noche. Eso es lo que el Salmo 1 dice que el hombre bienaventurado hace: medita en la ley de Dios día y noche. Se deleita en ella, y ese deleite de la Palabra entra en el segundo aspecto de por qué deberíamos estudiar teología sistemática, debería pasar de nuestra cabeza a nuestros corazones y hacer que nos deleitemos en el Señor. Lo que sabemos acerca de Dios debe despertar la devoción de nuestro corazón.

Cómo vivimos todos, lo que tú y yo escogemos hacer a diario, tiene más que ver con lo que amamos que con lo que sabemos. ¿Cuántos  de nosotros hacemos cosas que sabemos que no deberían hacer? Yo lo hago, y hago las cosas que mi corazón más ama. Lo que hacemos tiene más que ver con lo que amamos que con lo que entendemos. Y esas cosas que amamos realmente afectarán lo que nuestros corazones harán.

¿Lo ves? Cabeza ->  Corazón -> Manos. La teología sistemática debería afectar la forma en que vivimos y nuestro hábitat, lo que nos rodea. Así, cuando entiendes lo que significa amar a Dios con todo tu corazón, alma, mente y fuerzas, eso implica que tus manos están trabajando con tu hábitat para ayudar a tu prójimo de alguna manera. Por tanto, es importante que comprendamos la teología sistemática.

Luego, después de la primera semana del seminario, cuando hablamos acerca de lo que es la teología sistemática, pasamos al punto 2 en tu folleto.

  1. La doctrina de la Palabra

La Escritura es clara: no solo hay un solo Dios; él ha hablado. No solo ha hablado para que la creación llegase a ser, de manera que en Génesis 1 vemos que él habla y todas las cosas  llegan a existir, también nos ha hablado palabras específicas para que podamos entender sus poderosas obras. Uno de mis salmos favoritos es el Salmo 145: «¡Grande es Jehová y digno de suprema alabanza, y su grandeza es inescrutable!».

La Escritura contiene palabras específicas, que describen las poderosas obras de Dios a través del tiempo y el espacio. La Escritura nos enseña la historia y el plan de redención que se desarrolla. Y las palabras específicas de Dios deben ser entendidas por nosotros, lo que significa que la Escritura es la autorevelación de Dios a través de autores humanos.

Pensamos en textos como 2 Pedro 1:21: «Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo». La Escritura llega a nosotros haciendo afirmaciones, y lo que afirma acerca de sí misma es que no es nada menos que la Palabra de Dios escrita por autores humanos. Entonces, cuando tocamos este aspecto de la doctrina de la Palabra, la inerrancia, que abordaremos brevemente en un momento, si estás lo suficientemente interesado, el mejor tratado sobre lo que la Biblia tiene que decir acerca de la Palabra de Dios y su perfección como la Palabra de Dios es el tratado de B.B. Warfield acerca de la inerrancia de las Escrituras.

La Escritura también involucra la progresión histórica; nos llega como la historia de Dios, y la historia de la redención no sucede de una vez. Así, en Génesis 3, tienes la promesa de que vendrá la simiente que aplastará la cabeza de la serpiente. ¿Pero viene y hace eso en Génesis 3? ¡No! Miles de años transcurren antes de que lo haga; La Escritura es la historia de Dios en desarrollo de lo que ocurre a lo largo de la redención; gira y gira a través de historias separadas, pero relacionadas que acontecen a través de diferentes períodos de tiempo.

También hablamos en nuestro último curso de los atributos de la Escritura. Estos serían: inspiración divina, inerrancia y suficiencia. Observamos que la Escritura que contiene la historia de la redención está marcada por atributos específicos; el primero es que la Escritura es inspirada. ¿Puedes citar un texto en la Escritura que hable claramente de la inspiración de la Palabra de Dios? 2 Timoteo 3:16-17: «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra».

La Escritura es el producto del aliento creativo de Dios. El término que los teólogos usan para referirse a la inspiración de las Escrituras es «plenario verbal». Esto es lo que eso significa:

Verbal: Todas las palabras en sus formas y materia (su sintaxis, su estructura y sus tiempos) están inspiradas.

Plenario: Esto hace referencia a toda la Escritura, por lo que cada palabra, cada sintaxis, cada estructura en los manuscritos originales dada por Dios fue inspirada por Dios. En su totalidad. Piensa en lo que dice Jesús, ni siquiera el punto más mínimo pasará. A lo que él se refiere es a la yod en la Escritura; la letra hebrea más pequeña. Toda la Biblia es inspirada por Dios.

No solo la Escritura es inspirada, también es inerrante. Lo que la inerrancia significa básicamente es que toda la Biblia es enteramente veraz en lo que dice de acuerdo con los géneros y normas de las convenciones gramaticales en las que operaron los autores. Así, cuando un autor claramente intentaba comunicar un número redondo de personas que murieron en una batalla (por ejemplo, 7000), si encontramos los registros y 7003 murieron, no decimos: «¡El autor estaba equivocado!». Como miembro del personal, vivo a unos 500 metros de aquí. Te digo la verdad, pero si los medimos, pueden ser 501. No es que trate de desviarte. La Biblia sigue las convenciones comunes del lenguaje y lo hace de acuerdo con los estándares de sus autores.

Entonces, eso resume nuestra revisión de la doctrina de la Palabra.

  1. Existencia y atributos de Dios

Cuando hablamos de los atributos de Dios, estamos hablando de cómo es Dios. De las muchas virtudes de Dios, algunas se reflejan en el Hijo de Dios que tiene el Espíritu de Dios en él, considera: amor, gracia y misericordia. Esos son los atributos de Dios reflejados en nosotros, nosotros que tenemos su Espíritu.

Pero hay algunos atributos que solo son verdaderos de Dios. Entonces, Dios es independiente o autónomo. Juan 5:26 dice: «Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo». El Padre tiene vida en sí mismo; él es independiente de toda otra vida. Pero no solo es independiente, sino que también es inmutable, lo que significa que Dios no cambia. Esto se enseña claramente en las Escrituras. Malaquías 3:6: «Yo Jehová no cambio». No hay nada más claro que eso, ¿verdad? Luego vemos esto en Santiago 1:17: «Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación».

Dios no solo es independiente e inmutable, también es infinito. Él existe fuera del tiempo y el espacio. Infinito significa sin límites, y porque Dios es infinito, también es trascendente. Él está muy por encima de toda la creación. Dios no es como nosotros; él es muy diferente a nosotros de esta manera.

También vimos la unidad de Dios. La Biblia enseña que hay un solo Dios. Esto es lo que hace que el cristianismo (en oposición al politeísmo) sea monoteísta. La Biblia enseña claramente que hay un solo Dios. Deuteronomio 6:4: «Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es». El Señor es uno. Hay un solo Dios. Sin embargo, en su gran majestad, misterio e incomprensibilidad, también sabemos que en el único ser que es Dios, existen eternamente tres personas coiguales y coeternas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Esto hace referencia a la doctrina de la Trinidad.

Entonces, Dios es independiente, inmutable, infinito, trascendente, y en el único Dios, en la Deidad, hay tres personas. Si hay alguna pregunta acerca de la divinidad de Jesús o del Espíritu Santo, vemos la divinidad de Jesús en pasajes como Juan 1:1: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios». Hebreos 1:1-4 es un pasaje glorioso que habla de la divinidad de Jesucristo. También vemos la divinidad del Espíritu Santo en el libro de Hechos. Cuando Ananías y Safira traen solo una parte de la venta de sus propiedades a Pedro, Pedro les dice: ¿Por qué le han mentido al Espíritu Santo? ¡No le han mentido a los hombres, sino a Dios! O pensamos en versículos como Hebreos 9:14 que habla del Espíritu eterno.

Luego, después de ver la trinidad, también estudiamos los otros atributos de Dios: cosas como la omnisciencia de Dios (él sabe todas las cosas); su veracidad, Dios no miente. Su sabiduría, su santidad. Piensa en Isaías 6: «Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos». Consideramos su rectitud y justicia. Basta con mirar los salmos para ver con qué frecuencia se habla de su rectitud y justicia. Nuestro Dios está lleno de bondad, amor y misericordia. Él es un Dios trascendente e impresionante que también es personal y se acerca a los humildes y de corazón roto.

Después de ver la existencia y los atributos de Dios, pasamos a la doctrina de la creación.

  1. La doctrina de la creación

Vimos seis declaraciones acerca de la doctrina de la creación:

  1. Dios creó ex nihilo. (Ese es el término en latín, si alguna vez has escuchado a alguien decir que solo significa que él creó de la nada). No hubo ninguna materia preexistente con la que Dios trabajó; él no abrió una barra de plastilina cósmica. Dios creó la plastilina y luego trabajó con ella. No había nada y luego hubo algo.
  2. Él no solo creó de la nada, Dios también creó todas las cosas. Él creó el tiempo y la materia. «En el principio…» fue entonces cuando comenzó el tiempo. Fue ahí cuando Dios lo comenzó. Él creó los cielos y la tierra. El espacio y la materia.
  3. Él también crea por su palabra (ya hemos hablado de esto), pero ves la repetición del poder hablado y creativo de Dios en Génesis 1. Él habla y la creación llega a existir.
  4. La creación fue un acto trino. No fue solo obra del Padre; fue obra del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Todos estaban activos en la creación. Vemos al Hijo trabajando en la creación en textos como Juan 1:3 («Todas las cosas por medio de él fueron hechas») o Colosenses 1:15-17. También vemos al Espíritu Santo; él está presente en el versículo 2 de la Biblia. Job 33:4 habla acerca del rol del Espíritu en la creación. La creación no solo fue un acto trino, también fue un acto bueno en gran manera.
  5. La creación era muy buena. Mira el versículo 31 de Génesis 1. Dios vio todo lo que había hecho y, he aquí, fue bueno en gran manera.
  6.  El propósito de toda la creación es la gloria de Dios. Es por su gloria. Salmo 19:1: «Los cielos cuentan la gloria de Dios; el firmamento anuncia la obra de sus manos». No hay ningún lugar en la tierra donde su voz no sea escuchada a través de su poder creativo. Todo proclama su majestad y fue creado para su gloria.

Pero también sabemos que el relato de la creación en Génesis es altamente controversial. Bajo la doctrina de la creación, hablamos acerca de las seis perspectivas predominantes de la creación:

  1. Evolución teísta: Probablemente sea la más popular entre algunos cristianos y cualquier otro cristiano que pueda decir que hay un Dios, pero quiere poner todo el peso posible en los hallazgos de la comunidad científica. La evolución teísta significa que Dios comienza el proceso de evolución e implanta las leyes que han seguido el desarrollo de la creación. Los evolucionistas teístas dirían que Dios ha intervenido en puntos específicos porque según la evolución no se puede pasar de la no vida a la vida. Entonces un evolucionista teísta diría, por ejemplo, que Dios intervino para crear a los seres humanos, pero todo lo demás ha sido provocado por la evolución.
  2. Teoría de la brecha: Ésta básicamente dice que Dios creó los cielos y la tierra como dice Génesis 1:1. Pero después de Génesis 1:1, entre los versículos 2 y 3, y así sucesivamente, hay un paso no declarado de miles de millones de años. Y al final de ese transcurrir de miles de millones de años, hay un acontecimiento catastrófico, donde toda la creación es destruida y llevada a la nada. Luego, el versículo 2, donde el Espíritu se pasea sobre la tierra desordenada y vacía, es el resultado de dicho hecho catastrófico. Todo está en mal estado y el Espíritu trabaja para que todo vuelva al orden creativo.
  3. Perspectiva de la edad diurna: Esta perspectiva dice que los días en Génesis 1 son períodos de tiempo muy largos en los que los procesos naturales están en funcionamiento.
  4.  Perspectiva de marco literario: Según esta posición, toda la secuencia en el capítulo 1 sobre la creación y los días allí no es un relato cronológico o histórico, sino más bien un recurso literario que cuenta una historia. Y dentro de esa historia, si abres ese sobre, hay una verdad teológica allí. Pero cuando dices que no es cronológico y que es histórico, comienzas a tener problemas. Por ejemplo, ¿fue Adán real? ¿El pecado realmente sucedió? ¿Es eso parte de la historia? ¿Hay una verdad teológica debajo de eso? Puedes ver cómo esto nos mete en problemas.
  5. Creacionismo de la tierra joven: Toma los días como días literales, y busca retroceder a través de la línea cronológica que la Escritura nos ha provisto a través de la historia. Funciona desde una fecha inicial para la creación que va a estar entre 10 y 20 mil años, dependiendo de con qué joven creacionista de la tierra hables.
  6.  Creacionismo histórico: Dice que el universo, y todo lo que está en él, es creado en Génesis 1:1, y que lo que sigue –los seis días creativos– no se refiere a la creación del universo, sino a la preparación del Edén prometido para el pueblo de Dios, Adán y Eva.

En la primera parte del seminario, también analizamos algunas perspectivas no cristianas de la creación: el panteísmo, el dualismo y el materialismo. El materialismo sería la visión reinante en Europa y América actualmente. También hablamos acerca de la relación de Dios con la creación, de la que ya hablamos: que es trascendente (que él está arriba), y que es inmanente, está y es activo en la creación. También hablamos del hombre y la mujer: cómo llegaron a ser creados, cuál es su esencia y naturaleza, cuál es su función y cuál es su relación con Dios.

  1. La Doctrina de la Providencia

«Providencia» significa literalmente «ver lo que viene antes». Por tanto, la providencia de Dios se refiere al conocimiento previo de Dios y la provisión del mundo. El mundo también se usa para resumir la relación continua de Dios con su creación. Incluye su omnisciencia (que él conoce todas las cosas y, por tanto, conoce lo que viene); su omnipotencia (que es todopoderoso y, por tanto, tiene el poder de llevarlo a cabo).

Tres aspectos de la providencia de Dios a tocar brevemente:

  1. Preservación: Se refiere a la actividad continua de Dios en la cual él mantiene todo lo que ha creado. Hebreos 1 dice que el Hijo es quien sostiene todas las cosas por el poder de su palabra.
  2. Concurrencia: Se refiere a la relación entre la actividad divina y la actividad humana mediante la cual Dios coopera con las cosas creadas en cada acción. Hablaremos de eso de nuevo momentáneamente.
  3. Gobierno: Esto significa que Dios tiene un propósito en todo lo que hace en el mundo, y providencialmente gobierna y dirige todas las cosas para que cumplan sus propósitos.

Solo considera cuánto consuelo y aliento estas tres cosas deberían traerte como cristiano. Algunas personas quieren decir que Dios no puede saber lo que viene para proteger a Dios de la acusación de ser malvado. Si bien la intención puede ser loable, estas personas no ven cómo eso socava la fe cristiana. Dios tiene el control de todo. Ninguna de las circunstancias en tu vida es accidental; no son por casualidad Puedes saber que hay un Dios soberano, bueno y amoroso obrando en todo lo que sucede en tu vida.

En esta discusión, naturalmente llegamos a la relación entre la soberanía y la responsabilidad humana (y podríamos pasar un curso completo hablando acerca de este tema). Hay tres proposiciones que debes entender de la Escritura con respecto a la providencia de Dios:

  1. Dios es absolutamente soberano, pero su soberanía nunca funciona de tal manera que la responsabilidad humana queda reducida o minimizada.
  2. Los humanos son moralmente responsables. Elegimos, nos rebelamos, obedecemos y somos responsables de nuestras decisiones.
  3.  Dios es perfectamente bueno. Él nunca, nunca se presenta como cómplice del mal. Él no apoya el mal de la misma manera en que apoya el bien.

Luego, en la semana 9, analizamos la antropología bíblica.

  1. La antropología bíblica

Hablamos del problema del pecado. Así como no puedes abrir la Biblia y decir que Dios no es completamente soberano, no puedes abrir la Biblia y decir que Dios no existe. De hecho, puedes cerrar la Biblia y aún no ser capaz de decir que el pecado no existe: ¡Está en todas partes!

El pecado es una realidad, y el pecado, como seres humanos, es nuestro mayor problema. Hay resultados del pecado (pobreza e injusticia), que son grandes problemas. Pero el mayor problema es la raíz de esos problemas. Romanos 5 habla de Adán como nuestro representante, y en él, todos hemos heredado la culpa. Somos culpables, Podrías decir: «¡Eso no es justo!», y yo diría: «¡Ni tu salvación en Cristo como tu representante!». Su justicia nos es contada y no somos justos en nosotros mismos. Estamos totalmente depravados. Tal vez hayas escuchado esa frase antes; no se refiere al hecho de que somos tan malos como podríamos ser. En cambio, significa que el pecado y su corrupción han afectado todas las áreas de nuestras vidas. Somos totalmente incapaces de cumplir la ley de Dios, y un solo pecado nos hace legalmente culpables ante Dios, por esa razón, merecemos la ira eterna de Dios. Dios es justo, y él es justo y, por tanto, no permitirá que el más pequeño de los pecados quede impune.

La doctrina del pecado nos lleva a clamar como humanos: «¡Qué se puede hacer para reparar el estado en el que estoy!». Y en la semana 10, hablamos acerca de la doctrina de la cristología.

  1. La doctrina de la cristología

Vimos la deidad de Cristo; la vemos claramente en el Antiguo Testamento (Daniel 7, 2 Samuel 7, Isaías 9). La deidad de Cristo también se encuentra en todo el Nuevo Testamento.

  • Jesucristo comparte los honores dados a Dios (recibe adoración).
  • Jesucristo comparte los atributos de Dios (santo, justo, todopoderoso).
  • Jesucristo comparte los nombres de Dios (Señor, Dios, Alfa y Omega).
  • Jesucristo comparte las obras que Dios hace (perdona el pecado, resucita a los muertos, crea el mundo).
  • Jesucristo comparte el asiento del trono de Dios.

Hablamos acerca de cómo Cristo es completamente Dios, y luego hablamos acerca de cómo Cristo es completamente hombre. 1 Juan 4: 2-3 dice que Jesús nació de una mujer. También vemos en las Escrituras las debilidades y limitaciones de Jesús. Hay cosas que, de acuerdo con su naturaleza humana, él no sabe (por ejemplo, cuando Dios el Padre consumará todas las cosas). Vemos a Jesús hambriento y cansado en la Escritura. Finalmente, hablamos acerca de la obra de Cristo.

  1. La obra de Cristo

Hablamos de los tres oficios que Jesús cumple: Profeta, Sacerdote y Rey. El capítulo 1 de Hebreos habla claramente de cómo Jesús es el gran profeta, y si sigues leyendo el libro verás cómo también es nuestro sacerdote. Apocalipsis habla de Jesucristo claramente como un rey; también vemos esto en el Salmo 2. Como rey, sacerdote y profeta, Jesucristo ha pagado completamente la deuda por nuestros pecados, y el resultado de eso es que nuestros pecados han sido pagados  y hemos sido purificados a través de él. Jesús es nuestro sustituto legal (hemos sido justificados a través de él); él es nuestro redentor (ha pagado el precio de nuestra redención). Jesús es nuestro reconciliador (nos lleva a Dios); también es nuestro vencedor («¿dónde está, oh muerte, tu aguijón?»). Aunque fallezcamos,  no hay muerte ni condena para aquellos de nosotros que estamos en Cristo, y eso es lo que miramos al final cuando pensamos en la obra de Cristo en la primera parte de este seminario. Nuestra gran esperanza es que nos aguarda una eternidad con Dios.

https://es.9marks.org/

Mark Dever

¿Quién es el Redentor?

Coalición por el Evangelio

¿Quién es el Redentor?

El Catecismo de la Nueva Ciudad
  
Nota del editor:  Este es un fragmento adaptado de El Catecismo de la Nueva Ciudad: La verdad de Dios para nuestras mentes y nuestros corazones (Poiema Publicaciones, 2018)editado por Collin HansenPuedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

¿Quién es el Redentor?

El único Redentor es el Señor Jesucristo, el Hijo eterno de Dios, en quien Dios se hizo hombre y cargó con la culpa del pecado sobre Sí mismo.

1 Timoteo 2:5: “Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”.

El Redentor es Jesucristo, el Hijo eterno de Dios. El Hijo eterno de Dios se hizo hombre y vivió una verdadera vida humana como la nuestra. Por poco más de treinta años en el primer siglo después de Cristo, Él vivió como tú y como yo; la única diferencia es que siempre confió en Dios. Confió en Él por completo.

Así que si piensas en ocasiones en que debiste confiar en Dios y no lo hiciste, en esas mismas ocasiones Jesús obedeció a Dios. Confió en que lo que Dios sabía era mejor, en que debía obedecer la voluntad de Su Padre. Cuando miro hacia el pasado en mi vida, me doy cuenta de que no he vivido de esa manera. Pero el Redentor, Jesucristo, sí lo ha hecho.

Cristo se entregó a Sí mismo por nosotros para poder ser, como dice la Biblia, nuestro Redentor, Aquel que nos rescata

Lo llamamos el Redentor porque Él redime a Su pueblo. Él restaura nuestro valor. Él dio Su vida en la cruz por todos los que se arrepienten de sus pecados y confían en Él. Él es nuestro Redentor. Él nos valoró, a pesar de que habíamos desperdiciado nuestras vidas al no confiar en nuestro Padre celestial, al no obedecerle y al no temerle.

Él realmente vino y dio Su vida por nosotros. Él vivió una vida de confianza y sufrió una muerte que no tenía que sufrir, pero lo hizo por amor a nosotros. Él se entregó a Sí mismo por nosotros para poder ser, como dice la Biblia, nuestro Redentor, Aquel que nos rescata.

La imagen de la redención en el Antiguo Testamento es la de Dios rescatando a Su pueblo de Egipto, sacándolos de la esclavitud. En el Nuevo Testamento, Jesús el Redentor nos rescata de nuestro estado natural de esclavitud al pecado, de servirnos a nosotros mismos de forma destructiva.

Dios en Su gran amor envió a Su Hijo unigénito, quien vivió una vida perfecta, murió en la cruz y después resucitó de los muertos para llevarnos a Él, para redimirnos. A eso nos referimos cuando decimos que Jesucristo es nuestro Redentor.

Oración: Precioso Redentor, desde antes de que comenzara el mundo, Tú nos amaste. Dejaste Tu gloria para llevar nuestra vergüenza. Glorificaste a Tu Padre al obedecerlo hasta la cruz. Tú mereces nuestra alabanza, nuestro agradecimiento y nuestra adoración. No tenemos esperanza fuera de Ti. Amén.

 

Mark Dever es pastor en Capitol Hill Baptist Church y Presidente de 9Marks.

9Marks es un ministerio dedicado a equipar a pastores y líderes de iglesias con una visión bíblica y recursos prácticos

para reflejar la gloria de Dios a las naciones a través de iglesias sanas.