506 años después: Una reflexión sobre Lutero y la Reforma | Pepe Mendoza

506 años después: Una reflexión sobre Lutero y la Reforma

Pepe Mendoza

El tiempo pasa volando. Algunos no lo ven pasar tan rápido y solo dicen que pasa «sin prisa, pero sin pausas». Lo cierto es que el tiempo no se detiene y en nuestra sociedad contemporánea pareciera que todo tiene fecha de caducidad casi inmediata. La tecnología, por ejemplo, nos lleva a descartar un avance tras otro a una velocidad increíble. En el plano de las ideas ocurre lo mismo. Hace poco me sorprendí a mí mismo descartando algunos libros porque me parecían anticuados y solo tenían más de una década de publicados.

Sin embargo, en medio de estos cambios cada vez más acelerados y de estas declaraciones de obsolescencia cada vez más inmediatas, también es cierto que hay algunos ejemplos y sucesos de la historia humana que son inconmovibles porque son fundamentales y representan las bases imperturbables de nuestro entendimiento de la realidad humana. Podremos estar de acuerdo o en desacuerdo con ellos, pero no podremos obviarlos ni pasarlos por alto. Uno de ellos ocurrió el 31 de octubre de 1517.

Martín Lutero, un joven monje agustino alemán, decidió hacer pública su oposición a la práctica de venta de indulgencias papales, las cuales ofrecían salvación espiritual a cambio de dinero entregado a la iglesia. El monje no dudó en clavar el documento con sus noventa y cinco tesis o argumentos en contra de tal práctica en la puerta de la iglesia en Wittenberg en esa fecha memorable. Ese documento corrió como reguero de pólvora en la sociedad de la época y pronto fue publicado, difundido y discutido en toda Alemania y luego por toda Europa.

Lutero fue un hombre que amó y estudió profundamente las Escrituras. Él no se caracterizó por ser un lector pasivo o superficial de la Biblia

Lutero no tuvo la intención de rebelarse contra la iglesia, sino buscar el diálogo y un posible cambio necesario en las estructuras y prácticas de la iglesia que consideraba contrarias a las Escrituras. Sin embargo, sin desearlo, se vio inmerso en una profunda oposición y persecución oficial inesperada que terminó con el cisma de la iglesia y la creación de la Iglesia protestante.

No quisiera entrar en los detalles particulares de las discrepancias doctrinales y teológicas que son conocidas y de las que se han escrito innumerables obras. Solo quisiera resaltar algunos aspectos del carácter de Martín Lutero que es importante recordar y emular en nuestros días.

Amor por la Palabra
En primer lugar, Lutero fue un hombre que amó y estudió profundamente las Escrituras. Él no se caracterizó por ser un lector pasivo o superficial de la Biblia. Por el contrario, a través de su biografía descubrimos que Lutero buscó con pasión comprender el mensaje de Dios. Más importante aún, Martín buscó ser impactado por esa verdad al contemplar cómo Dios percibe y considera Su creación y a la humanidad. El reconocimiento de la autoridad suprema de la Escritura es notable en su vida y a lo largo de todas sus enseñanzas.

El 18 de abril de 1521, ya algunos años después de su famosa publicación de las tesis, Lutero estaba frente al mismísimo emperador Carlos V, quien lo había convocado para responder los cargos que se habían levantado contra él debido a la profusa difusión de sus enseñanzas. Se pusieron en una mesa sus libros y panfletos y se le preguntó si eran suyos. Luego de afirmar su autoría, el fiscal Eck lo conminó a retractarse de sus enseñanzas. Su respuesta es una de las frases más profundas jamás dichas sobre el sometimiento a la autoridad de las Escrituras en la vida de un hombre. Él dijo:

A menos que se me convenza por el testimonio de las Escrituras o por una razón clara, pues no confío ni en el papa ni en los concilios por sí solos, ya que es bien sabido que a menudo han errado y se han contradicho, estoy obligado por las Escrituras que he citado, y mi conciencia es cautiva de la palabra de Dios. No puedo y no me retractaré de nada, ya que no es seguro ni correcto ir en contra de la conciencia. No puedo hacer otra cosa. Aquí estoy, que Dios me ayude.

La supremacía de las Escrituras y su sujeción a la verdad inalterable de Dios se demuestran en cada una de sus palabras. Él sabía que su vida estaba en juego e imagino que no fueron fáciles de pronunciar. Era como si estuviera declarando su propia declaración de muerte en ese mismo momento.

Sin embargo, él sabía que estaba hablando de un Libro único porque estaba convencido de que se trataba de la Palabra de Dios, viva, eficaz y revelada de forma inspirada e inerrante a la humanidad. Tal era su pasión y dedicación por conocer y difundir las Escrituras, que tradujo el Nuevo Testamento del griego al alemán en solo once semanas. No se trataba de un plazo de entrega editorial, sino de la necesidad urgente de que sus contemporáneos pudieran también decir con el salmista: «¡Cuánto amo Tu ley! / Todo el día es ella mi meditación» (Sal 119:97).

No debemos olvidar que nuestra espiritualidad es auditiva: crecemos espiritualmente oyendo la Palabra de Dios

Se le atribuyen a Lutero las siguientes palabras: «La Biblia está viva; me habla. Tiene pies; corre detrás de mí. Tiene manos; se apodera de mí». Ese amor por la Palabra y esa sujeción a ella no son características particulares y especiales del reformador, sino que deben caracterizar naturalmente a los cristianos de todos los tiempos. Son de esos aspectos de la vida cristiana que el tiempo, la tecnología o la cultura no pueden cambiar porque son fundamentales para ser simplemente cristianos.

Si perdemos esa pasión por profundizar en nuestro conocimiento de las Escrituras y vivirlo en nuestro tiempo, simplemente tendremos una etiqueta vacía que no tendrá la más mínima repercusión en nuestras vidas. No debemos olvidar que nuestra espiritualidad es auditiva: crecemos espiritualmente oyendo, maduramos como cristianos al prestar atención a todo el consejo de Dios revelado en Su Palabra.

La sinceridad del reformador
En segundo lugar, Lutero fue un hombre sincero. Quizás esta característica te tome por sorpresa, pero es una gran virtud muy necesaria, aunque bastante olvidada en nuestro tiempo. Mucho se ha hablado de la personalidad abierta, transparente y hasta extrovertida de Lutero. Aunque era un académico y un gran pensador, él no se dedicó a solo teorizar alrededor de la teología y la doctrina, simplemente buscando diferencias, aciertos o estableciendo nuevas teorías eclesiásticas.

Por lo que sabemos de su vida, es evidente que su preocupación principal era encontrar respuestas para la salud de su propia alma. Es cierto que sus pensamientos movilizaron un cambio mayúsculo en el mundo entero, pero me parece que el cambio mayúsculo que él realmente anhelaba y se esforzaba por alcanzar era en fortalecer su relación personal con Dios. No es algo inusual porque se trata de la misma actitud que encontramos en el apóstol Pablo:

Porque nuestra satisfacción es esta: el testimonio de nuestra conciencia que en la santidad y en la sinceridad que viene de Dios, no en sabiduría carnal sino en la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo y especialmente hacia ustedes (2 Co 1:12).

Encontrar satisfacción en la sinceridad no es fácil porque requiere de la determinación anímica que nos permitirá reconocernos vulnerables, meros humanos y, como dice Pablo, inmensamente necesitados de la gracia de Dios. Además, no se trata de una sinceridad humana que puede ser engañosa, sino de una que «viene de Dios».

Lutero vivió en carne propia la realidad del evangelio y se gozó en la obra de Jesucristo a su favor

Lutero sufrió al tratar de observar una religión que no le proveía esperanza y menos sanidad a la realidad de un alma muerta en sus delitos y pecados. Los rituales, las confesiones y hasta la vida monacal no le dieron paz a su alma afligida. Quizás esa sinceridad es lo que hizo que le afectara tanto la venta de indulgencias. Tal vez se hacía estas preguntas: «¿Ganar el cielo por dinero?», «¿Cómo el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el Padre de Jesucristo podría avalar una práctica tan despreciable?».

Lutero era sincero delante de Dios y no dudó en evidenciar la realidad de su vida sin Dios y la necesidad abrumadora de la salvación que solo se encuentra en Jesucristo. Alguna vez escribió una oración con las siguientes palabras:

Señor Jesús,
Eres mi justicia, yo soy tu pecado.
Tomaste sobre ti lo que era mío;
Pero pusiste en mí lo que era tuyo.
Te convertiste en lo que no eras,
Para que yo pudiera convertirme en lo que no era.

Martín Lutero no quiso demostrarle a nadie que era mejor que los demás. Tampoco que estaba más cerca de Dios que la gran mayoría o que era más piadoso que el común de los mortales. No, Lutero vivió en carne propia la realidad del evangelio y se gozó en la obra de Jesucristo a su favor. Simplemente creyó lo que Dios revela del ser humano en las Escrituras y aceptó la única solución que Dios plantea en la Escritura para pasar de muerte a vida: la cruz de Jesucristo.

506 años después
Como dijimos al inicio de esta reflexión, hay ciertos aspectos dentro de la realidad humana que son fundamentales e inconmovibles. 506 años después de que Martín Lutero clavara las noventa y cinco tesis en la iglesia de Wittenberg, todavía resuena la claridad meridiana con que Lutero redescubre en las Escrituras la intensidad del evangelio: «Porque no me avergüenzo del evangelio, pues el poder de Dios para la salvación de todo el que cree… Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá» (Ro 1:16-17).

Lutero simplemente creyó lo que Dios revela del ser humano en las Escrituras y aceptó la única solución que Dios plantea en la Escritura

Sin embargo, también resuena y nos llama a mantener inmodificable entre los protestantes contemporáneos la pasión de Lutero por conocer y sujetarse a las Escrituras, y la sinceridad vulnerable con la que demostró que no quería simplemente convertirse en una autoridad en la nueva iglesia, sino realmente en un redimido salvado por gracia con la sangre de Jesucristo.

Es muy probable que los cristianos del 31 de octubre de 2023 no clavaremos ninguna tesis nueva en la puerta de alguna red social, pero sí podremos reflexionar en estas palabras de Lutero. Como dije al inicio, ellas no necesitan cambiarse, sino preservarse para mantener genuina la fe en una iglesia saludable y proclamadora de la verdad del evangelio, que se nutre por la Palabra de Dios:

¡Que el Dios misericordioso me preserve de una Iglesia cristiana en la que todos sean santos! Quiero ser y permanecer en la iglesia y el pequeño rebaño de los débiles, los frágiles y los enfermos, que sienten y reconocen la miseria de sus pecados, que suspiran y claman a Dios sin cesar pidiendo consuelo y ayuda, aquellos que creen en el perdón de pecados.

Una versión de este escrito apareció primero en Desarrollo Cristiano.

José «Pepe» Mendoza sirve como Asesor Editorial en Coalición por el Evangelio. Sirvió como pastor asociado en la Iglesia Bautista Internacional, en República Dominicana, y actualmente vive en Lima, Perú. Es profesor en el Instituto Integridad & Sabiduría, colabora con el programa hispano del Southern Baptist Theological Seminary, y también trabaja como editor de libros y recursos cristianos. Está casado con Erika y tienen una hija, Adriana. Puedes seguirlo en Twitter.

95 TÉSIS: Por qué fueron tan revolucionarias

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95 TÉSIS: Por qué fueron tan revolucionarias

Las 95 tesis: Una confrontación entre el autoridad de las Escrituras y el poder del ser humano. Un desconocido monje invitó a debatir una cuestión eclesiástica apremiante, y dio lugar a un movimiento de reforma que sacudió la historia. SÍGUENOS Sitio:

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CRÉDITOS Conductor: Nicolás Osorio. Adaptación del guión: Giovanny Gómez Pérez. Artículo original: Dr. Eric W. Gritsch Producción: Pilar Prieto. Música: Envato Elements.

¿Cómo se evitó el ASESINATO de MARTÍN LUTERO después de la Dieta de Worms?

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Serie: Biografía

¿Cómo se evitó el ASESINATO de MARTÍN LUTERO después de la Dieta de Worms?

Concedido el permiso para partir de Worms, Lutero viajó a Wittenberg en la mañana del 26 de abril de 1521 vía Frankfurt bajo la protección imperial de un salvoconducto.

Pero aunque tenía prohibido enseñar, el Reformador predicó el 1º de mayo en Hersfeld y el día siguiente en Eisenach, ciudad de su familia, y el 4 de mayo predica al aire libre en Möhra, tierra natal de su padre.

Lutero estaba poco preocupado por el juicio de los hombres, sólo temía al juicio de Dios, por lo que estaba dispuesto a defender lo que había creído incluso con su vida.

Durante el viaje de regreso, el 28 de abril escribió una carta dirigida a Carlos V, la que nunca llegó a las manos del poderoso emperador, en ella le recordaba la posición que había adoptado en la Dieta: “Dado que he basado mis libros en claras y verificables enseñanzas de las Escrituras, no puedo ceder a este pedido de retractarme en ningún sentido; no era justo ni adecuado negar la palabra de Dios y revocar mis postulados, mi conciencia estaba cautiva de la palabra de Dios”.

Tras la condena, mediante la cual se declaraba a Lutero un proscrito y un hereje, se hacía evidente la necesidad de proteger al profesor de Wittenberg.

Ese escondite para Lutero pronto sería provisto por el protector del reformador, Federico de Sajonia, quien organizó un secuestro ficticio conforme a lo acordado previamente.

El día 4 de mayo, tras tenderle una emboscada en su camino hacia Wittenberg, Lutero fue llevado sano y salvo al castillo de Wartburg en Turingia, llegando a altas horas de la noche del mismo día y permaneciendo allí hasta el 6 de marzo de 1522.

Para la seguridad de Lutero, el plan incluía el uso de una capa, una barba crecida y el seudónimo de “caballero Jorge”. El secuestro organizado por el príncipe elector el 4 de mayo garantizaba la seguridad de Lutero, haciéndolo desaparecer del mapa por un tiempo.

Pero esta acción del elector Federico servía para protegerse a sí mismo, ya que así no quedaría comprometido por proteger a un hereje. Además Federico no se vería en una posición comprometedora frente al emperador Carlos V, dado que era responsable de cumplir los términos del Edicto de Worms.

La noticia de la desaparición de Lutero comprometía la paz en Wittenberg. Muchos consideraban que Lutero había sido asesinado, e incluso había rumores de que lo habían matado por orden del papa y del emperador.

El pintor Alberto Durero escribe en su diario el 17 de mayo: “¿Vive todavía? ¿Le habrán asesinado? Si le han matado, ha sucumbido a la muerte por la verdad cristiana… Oh Dios, vuelve a darnos un hombre semejante a este, que inspirado por tu Espíritu reúna los restos de la santa iglesia”.

Esos meses, aislado en el castillo, no fueron un descanso sabático para Lutero. Durante este periodo finalizaría su trabajo sobre la cuestión del libre albedrío, y también publicó un trabajo “sobre la confesión”.

Además realizó exposiciones de algunos salmos y una traducción del comentario sobre el Magnificat de Lucas. Durante el verano estuvo trabajando en el “Apostillas en alemán”, una serie de sermones explicativos para predicadores y un conjunto de lecturas litúrgicas de las Escrituras para Navidad.

En noviembre de 1521 termina el escrito: “El juicio de Martín Lutero sobre los votos monásticos”, obra dedicada a su padre Hans quien siempre se había mostrado decepcionado de su hijo por dedicarse a ser monje.

Durante este periodo en el castillo de Wartburg, el Reformador escribe también sobre “El abuso de la misa”, escrito que tuvo mucha repercusión.

Pero la obra maestra fue la traducción de todo el Nuevo Testamento al alemán, trabajo que apareció en el mes de septiembre de 1521. Para esta traducción Lutero empleó la segunda edición del texto griego que había publicado Erasmo de Rotterdam en 1519.

Pero Lutero no podía confiar en realizar una buena traducción en el aislamiento del castillo. Así que durante el tiempo de la traducción, se internaba en las plazas y mercados para escuchar a la gente conversar, y que su traducción no perdiera la oportunidad de hablar el lenguaje del pueblo.

De esta manera logró, en once semanas, traducir el Nuevo Testamento del griego al alemán que hablaban las personas del común.


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