Te engañas a ti mismo

Pasión por el Evangelio

Paul Tripp

Te engañas a ti mismo

Hay un montón de conocimiento que podemos adquirir, pero la sabiduría es un bien escaso. ¿Por qué? Porque la sabiduría es una de las primeras víctimas del pecado. Es difícil de admitir, pero es cierto: el pecado nos hace necios. Y el hecho es que nadie es más víctima de tu necedad que tú mismo.

Puedes observar la evidencia empírica de la locura del pecado en casi todas las páginas de la Escritura. Por ejemplo, ves la locura en plena operación en la trágica historia de David y Betsabé. Por eso David dice: «He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría» (Sal. 51:6).

Lees la historia del pecado de David y te preguntas: «¿En qué estaba pensando? ¿Realmente creía que se saldría con la suya? ¿Olvidó por completo quién era? ¿Creía que Dios iba a quedarse de brazos cruzados y permitir que esto sucediera?». Pero David no es un caso extremo de locura; podemos ver evidencia de la misma locura en cada una de nuestras vidas diariamente. La gente podría decir de nosotros una y otra vez: «¿En qué estaba pensando?».

¿Cómo es esta locura? Aquí están cuatro de sus aspectos más significativos.

1) La locura del egocentrismo

Fuimos creados para vivir por algo, alguien más grande que nosotros. Fuimos diseñados para vivir con, para y a través del Señor. Dios está destinado a ser la motivación y la esperanza de todo lo que hacemos. Su placer, su honor y su voluntad son las cosas para las que estamos destinados a vivir. Pero la locura del pecado realmente nos hace reducir nuestras vidas al tamaño y la forma de nuestras vidas.

A menudo, nuestra vida no tiene mayor propósito que la satisfacción y la realización personal. ¿Suena duro? Bueno, pregúntate: «¿Por qué me impaciento con los demás? ¿Por qué digo cosas que no debería decir? ¿Por qué me desanimo con mis circunstancias? ¿Por qué cedo a la ira o me dejo llevar por la autocompasión?». La respuesta es que, como yo, quieres tu propio camino, y cuando las cosas no salen como quieres o la gente se interpone en tu camino, te enfadas o te desanimas.

2) La necedad del autoengaño

Todos somos muy buenos para hacernos sentir bien con lo que Dios dice que es malo. Todos somos muy hábiles para reformular lo que hemos hecho para que lo que es malo no nos parezca tan malo. No me enfadé, no, estaba hablando como uno de los profetas de Dios. Esa segunda mirada no fue lujuria; soy simplemente un hombre que disfruta de la belleza. No anhelo el poder; solo estoy ejerciendo los dones de liderazgo que Dios me dio.

La locura es capaz de hacer algo peligroso. Es capaz de mirar el mal y ver el bien. Si David hubiera sido capaz de verse a sí mismo con exactitud y si hubiera sido capaz de ver su pecado como lo que realmente era, es difícil imaginar que hubiera seguido ese camino.

3) La locura de la autosuficiencia

A todos nos gusta pensar que somos más capaces de lo que realmente somos. No fuimos creados para ser independientes, autónomos o autosuficientes. Fuimos creados para vivir en una humilde, adorable y amorosa dependencia de Dios y en una amorosa y humilde interdependencia con los demás.

Nuestras vidas fueron diseñadas para ser proyectos comunitarios. Sin embargo, la locura del pecado nos dice que tenemos todo lo que necesitamos dentro de nosotros mismos. Así que nos conformamos con relaciones que nunca pasan por debajo de lo casual. Nos defendemos cuando la gente que nos rodea señala una debilidad o un error. Mantenemos nuestras luchas dentro, sin aprovechar los recursos que Dios nos ha dado.

La mentira del jardín era que Adán y Eva podían ser como Dios, independientes y autosuficientes. Todavía tendemos a creer en esa mentira.

4) La locura de la justicia propia

¿Por qué no celebramos más la gracia? ¿Por qué no nos sorprendemos más por los maravillosos dones que son nuestros como hijos de Dios? ¿Por qué no vivimos con un profundo sentido de necesidad, junto con un profundo sentido de gratitud por cómo cada necesidad ha sido satisfecha por la gracia de Dios? Bueno, la respuesta es clara. Nunca celebrarás la gracia tanto como deberías cuando crees que eres más justo de lo que realmente eres.

La gracia es la súplica de los pecadores. La misericordia es la esperanza de los malvados. La aceptación es la oración de aquellos que saben que nunca podrían hacer nada para ganársela. Pero la locura del pecado me hace justo a mis propios ojos.

Cuando cuento mis historias, me convierto en el héroe que nunca he sido. Parezco más sabio en mis narraciones de lo que podría haber sido. En mi visión de mi historia, mis elecciones fueron mejores de lo que realmente fueron. A menudo no es mi pecado lo que me impide llegar a Dios. Tristemente, no me acerco a él porque no creo que necesite la gracia que solo se puede encontrar en él.

Esto es lo que todos debemos enfrentar, el pecado realmente nos reduce a todos a ser necios, pero felizmente la historia no termina ahí. Aquel que es la fuente suprema de todo lo que es bueno, verdadero, confiable, correcto y sabio es también un Dios de gracia asombrosa.

No te liberas de la necedad mediante la educación o la experiencia. No se obtiene sabiduría mediante la investigación y el análisis. Obtienes la sabiduría por medio de una relación con Aquel que es la Sabiduría.

La afirmación radical de la Biblia es que la sabiduría no es primero un libro, o un sistema, o un conjunto de mandamientos o principios. No, la sabiduría es una persona, y su nombre es Jesucristo. Cuando tú y yo tenemos la gracia de ser aceptados por él, nos vemos arrastrados a una relación personal con la Sabiduría, y la Sabiduría comienza un proceso de toda la vida para liberarnos de la fortaleza que la locura del pecado tiene sobre nosotros. Todavía no somos completamente libres, pero habrá un día en que cada uno de nuestros pensamientos, deseos, elecciones, acciones y palabras serán fundamentalmente sabios.

Tiene tanto sentido que un hombre arrepentido (David) reflexione sobre su necesidad de sabiduría. El pecado, al reducirnos a necios, nos hace hacer cosas necias, aunque nos creamos sabios. Y para esto necesitamos más que información, educación y experiencia. Necesitamos exactamente lo que encontramos en la gracia de Cristo.

La sabiduría es el producto de la gracia; simplemente no hay ningún otro lugar donde se pueda encontrar.

Paul Tripp

Paul Tripp es un pastor y autor de más de 20 libros, incluyendo My Heart Cries Out: Gospel Meditations for Everyday Life.

¡Tú puedes cambiar! (¿o no?)

Pasión por el Evangelio

¡Tú puedes cambiar! (¿o no?)

Tim Chester

Quería que mi libro sobre la santificación, Tú puedes cambiar, fuera un libro opuesto a la idea de autoayuda, ¡pero escrito con el estilo de un libro de autoayuda! Así, cada capítulo está construido a partir de una pregunta que hacerse a uno mismo, y termina con preguntas que ayudan a los lectores a trabajar en un área de sus vidas que les gustaría cambiar.

Pero el mensaje principal es que no podemos cambiarnos a nosotros mismos mediante nuestro propio esfuerzo. En vez de eso, somos cambiados por Dios a través de la fe. La clave es entender cómo se produce la dinámica del cambio por la fe y cómo otras disciplinas (por ejemplo, las que tratan acerca de cómo evitar la tentación y de los medios de gracia) encajan con un enfoque basado en la fe.

Así es como se desarrolla el libro:

1. ¿Cómo te gustaría cambiar?

Fuimos hechos a imagen de Dios para reflejar su gloria en el mundo. Jesús es la verdadera imagen de Dios que refleja la gloria de Dios, por tanto, a través de Jesús podemos volver a reflejar la gloria de Dios cuando somos imagen de su Hijo. Así que el cambio que importa es el que consiste en ser cada vez más como Jesús para que reflejemos la gloria de Dios.

2. ¿Por qué te gustaría cambiar?

A menudo queremos cambiar para demostrar nuestra valía ante Dios, otras personas o nosotros mismos. Pero esto pone nuestra gloria en el centro del cambio, lo cual es prácticamente una definición de pecado. Además, Jesús es el que nos ha hecho justos o que nos ha justificado mediante su muerte. En vez de eso, la razón por la que debemos cambiar es para disfrutar de la liberación del pecado y el deleite en Dios que Dios mismo nos da a través de Jesús.

3. ¿Cómo vas a cambiar?

No podemos cambiarnos a nosotros mismos mediante reglas y castigos porque el comportamiento sale del corazón. En vez de eso, Dios nos cambia a través de la obra de Cristo por nosotros y la obra del Espíritu en nosotros.

4. ¿Qué está pasando en tu corazón?

Nuestras circunstancias y luchas pueden desencadenar el pecado, pero el pecado es causado por los pensamientos y deseos de nuestros corazones.

5. ¿A qué verdades necesitas dirigirte?

Pecamos cuando pensamos o creemos una mentira en lugar de confiar en Dios. El cambio se produce cuando, en respuesta a la bondad y la gracia de Dios, nos volvemos a él en fe. El legalismo dice: «no deberías…». La fe dice: «no tienes porqué… porque Dios es más grande y mejor que cualquier cosa que el pecado ofrezca».

6. ¿De qué deseos necesitas apartarte?

Pecamos cuando deseamos, o adoramos, o atesoramos un ídolo en lugar de adorar a Dios. El cambio se produce cuando, en respuesta a la bondad y la gracia de Dios, nos apartamos de los deseos idólatras en arrepentimiento. Este arrepentimiento es un acto continuo de apartarse del pecado y negarse a uno mismo. A menudo se le llama «mortificación»; es decir, dar muerte a todo aquello que pertenece a la naturaleza pecaminosa. El arrepentimiento es la otra cara de la moneda de la fe: nos apartamos del pecado en arrepentimiento pues por fe reconocemos que Dios es más grande y mejor que cualquier cosa que el pecado ofrezca.

7. ¿Qué te impide cambiar?

Lo que nos impide cambiar es nuestro orgullo. Nuestro orgullo nos hace minimizar, excusar o esconder nuestro pecado. O nos hace pensar que podemos cambiar por nuestra cuenta.

8. ¿Qué estrategias necesitas poner en marcha para fortalecer la fe y el arrepentimiento?

No debemos sembrar para la naturaleza pecaminosa. Esto significa decir «no» a todo lo que pueda incitar a nuestras naturalezas pecaminosas (lo cual hacemos huyendo de la tentación) y también decir «no» a todo lo que pueda fortalecer nuestros deseos pecaminosos (lo cual hacemos evitando la influencia del mundo). En cambio, debemos sembrar para el Espíritu. Esto significa decir «sí» a todo lo que pueda fortalecer el nuevo deseo de sanidad que el Espíritu nos da (lo cual hacemos a través de la palabra, la oración, la comunión, la adoración, el servicio, etc.).

9. ¿Cómo podemos apoyarnos mutuamente en el cambio?

Dios nos ha dado la comunidad cristiana para que podamos cambiar juntos, mediante hablarnos la verdad en amor los unos a los otros para fortalecer la fe y el arrepentimiento.

10. ¿Estás preparado para una vida entera de cambios diarios?

El cambio es una lucha diaria que dura toda la vida, y que terminará con una cosecha eterna de santidad.

Los elementos claves en el libro, pero también los elementos claves para cualquiera que quiera ayudar a otros a cambiar, son:

Asegurarnos de que el qué, el por qué y el cómo del cambio apunten a Dios y no a uno mismo (de lo contrario, solo produciremos legalistas más eficaces); trasladar el debate de la mera observación del comportamiento a la observación de los afectos del corazón; mostrar cómo el cambio se produce a través de la fe y el arrepentimiento diarios, y presentar también esta conexión de forma concreta a las personas; introducir las ideas de huir de la tentación y de una vida de discipulado solo cuando ya se hayan construido unos cimientos basados en que todo esto es un medio para fortalecer la fe y el arrepentimiento, y no como mecanismos para el cambio autoinducido; mostrar cómo la comunidad cristiana es el contexto normativo para el cambio y cómo podemos ayudarnos mutuamente a cambiar.

En futuras publicaciones desarrollaré algunas de estas ideas.

Tim Chester

Tim Chester es el pastor de la Iglesia de la Gracia de Boroughbridge en Inglaterra y un miembro de la facultad de Crosslands Training.

El clavo en el ataúd de nuestros corazones

Pasión por el Evangelio

El clavo en el ataúd de nuestros corazones

Tony Reinke

Hace quinientos años, Dios encendió una pequeña llama en Wittenberg, Alemania, y se convirtió en el fuego de la Reforma Protestante. Lo que comenzó como una iniciativa de Martín Lutero, pronto se convirtió en un movimiento que impactó la cultura, destruyendo toda falsa imagen de Dios en la adoración cultural de la época.

Se volvió complicado.

Destrozaron imágenes, estatuas, santuarios y reliquias. Pero estas eran simplemente manifestaciones externas de los ídolos invisibles arraigados en los corazones pecadores, ídolos a veces cubiertos bajo el disfraz del «cristianismo».

Los reformadores percibieron la antigua expresión de la fabricación de ídolos como simplemente la expresión de un ídolo interior, una confianza falsamente colocada. La Reforma Protestante fue una declaración de guerra a los pensamientos vanos sobre Dios. Y cuando esto sucede, se declara la guerra a los ídolos de la cultura.

Fábrica de ídolos

Juan Calvino escribió: «La naturaleza del hombre, por así decirlo, es una fábrica perpetua de ídolos». Pero presta atención a lo que Calvino expresa después:

La mente del hombre, llena de orgullo y audacia, se atreve a imaginar un dios según su propia capacidad; al andar con lentitud, es abrumada por la más cruda ignorancia, concibe una irrealidad y una apariencia vacía como Dios. (Institutos, 1:108)

No hay nada más peligroso que la confianza religiosa en un falso dios creado por nuestra propia imaginación.

Martín Lutero luchó en esta misma guerra, escribiendo contra Roma:

Los malvados dicen y confiesan […] «Soy un monje. Sirvo a Dios con votos y ceremonias. Por eso me dará la vida eterna». ¿Pero quién dice que estás adorando así al verdadero Dios, cuando él no ha ordenado estas cosas? Por lo tanto, te has inventado un dios que quiere estas cosas, aunque no hay un Dios verdadero que lo requiera o que quiera dar la vida eterna por esto. ¿Qué estás adorando entonces, excepto un ídolo de tu propio corazón, al que crees que le place la justicia de tus obras? (Obras, 18:9-10).

Analiza la mentira expuesta: «Seré feliz una vez que logre mi seguridad espiritual por mis propios actos, mis votos y por el mérito de las ceremonias y votos que realizo».

Esta afirmación es un falso ídolo, una falsa seguridad en la carne, una falsa imagen de Dios, un falso evangelio y, en resumen, todo esto es un falso dios.

La teología superficial

La Reforma Protestante fue iniciada por esta confrontación de vanas seguridades. Los reformadores se opusieron a las imágenes, estatuas, santuarios y reliquias. Pero principalmente, los Reformadores señalaban a los ídolos doctrinales, las falsas afirmaciones sobre Dios y las presunciones sobre Dios que engañaban a generaciones enteras (2 Co 10:4-5; Col 2:8).

Los reformadores se basaron en los primeros tres mandamientos para desafiar esta atracción universal por los ídolos en todas las culturas.

Primer mandamiento en Éxodo 20:3: No sigas a otros dioses.

Segundo Mandamiento en Éxodo 20:4-6: No corrompas tu adoración a Dios con imágenes vanas.

Tercer Mandamiento en Éxodo 20:7: No uses el nombre de Dios en vano.

Estos tres mandamientos son tres advertencias divinas contra los pensamientos vanos y superficiales de Dios.

La primera advertencia  prohíbe el sincretismo. No pienses que puedes mezclar a Dios con tu adoración a los ídolos. Si quieres un tercio de Dios, y dos tercios de otros ídolos, no tendrás nada de Dios. El sincretismo es un pensamiento vano sobre Dios.

La segunda advertencia prohíbe el reduccionismo. No pienses que puedes reducir a Dios a algo manejable, que lo puedes sostener en una mano como un ídolo que ponen en las casas o un pequeño becerro de oro. La tierra es el estrado de sus pies (Is 66:1). El reduccionismo de Dios también es un pensamiento vano sobre Dios.

La tercera advertencia prohíbe la presunción. No hables precipitadamente de Dios. Es vanidad pensar que podemos invocar el nombre de Dios para cubrir nuestra ignorancia sobre quién es realmente. La presunción sobre Dios otro pensamiento vano sobre él.

En esencia, todos los ídolos físicos del Antiguo Testamento mienten sobre Dios. Eso es todo lo que pueden hacer: mentir. Los ídolos nacen de las mentiras. Así, a su vez, los ídolos sólo pueden predicar sermones de engaño a sus adoradores (Jer 10:15; Hab 2:18; Zac 10:2).

Y como hace referencia Lutero del texto de las Escrituras, el becerro de oro fue moldeado con un cincel, un «instrumento de escritura» que originalmente tenía como propósito escribir la verdad sobre Dios, pero en cambio se utilizó para dar forma a una mentira de oro (Éx 32:4).

Nuestros ídolos en la actualidad

Señalar a los ídolos religiosos de la época se convertiría en la principal discusión mientras los reformadores reclamaban y proclamaban las epístolas de Pablo a los gálatas y romanos.

El corazón del hombre es una fábrica de ídolos, y fue necesaria una revolución para frenarlo. Los predicadores tuvieron que ser instruidos y enviados a otros lugares, los evangelistas tuvieron que cumplir su llamado, los misioneros tuvieron que viajar por mares oscuros hacia tierras desconocidas, los traductores tuvieron que traducir las Escrituras a la lengua de cada pueblo, y las iglesias locales tuvieron que crecer para poder servir en esta guerra. Cada creyente tuvo que resistir la fábrica de ídolos de su corazón llenando sus corazones con Cristo y alimentándose de un abundante conocimiento de quién Dios ha revelado ser en las Escrituras.

Esta era la principal preocupación que los reformadores tenían hace quinientos años. El pensamiento superficial sobre Dios siempre reemplaza a Dios, y pone en su lugar un ídolo fraudulento de seguridad, o sexo, o riqueza, o poder, o incluso, de religión.

La triste realidad es que las Escrituras nos advierten una y otra vez que todos somos fabricantes de ídolos. Siete mil millones de politeístas hoy en día no pueden dejar (ni dejarán) de rendir culto, porque no pueden dejar de poner su esperanza y seguridad en estas cosas. La gracia soberana debe romper nuestros impulsos idólatras.

Como Juan Calvino célebremente expresó: «El corazón humano es una fábrica de ídolos, produciendo nuevos ídolos como una cinta transportadora de una fábrica que produce nuevos aparatos». Los ídolos comunes emergen de los corazones caídos e inundan cada rincón de los medios de comunicación en nuestra cultura, en los medios sociales, la televisión, la música, las películas y las novelas.

Hace mucho tiempo, en Wittenberg, Alemania, un monje inició una guerra de quinientos años contra la idolatría. Y la llama de la Reforma perdura, porque las batallas fundamentales continúan hoy en día.

Hace quinientos años, Dios encendió una pequeña llama en Wittenberg, Alemania, y se convirtió en el fuego de la Reforma Protestante. Lo que comenzó como una iniciativa de Martín Lutero, pronto se convirtió en un movimiento que impactó la cultura, destruyendo toda falsa imagen de Dios en la adoración cultural de la época.

Se volvió complicado.

Destrozaron imágenes, estatuas, santuarios y reliquias. Pero estas eran simplemente manifestaciones externas de los ídolos invisibles arraigados en los corazones pecadores, ídolos a veces cubiertos bajo el disfraz del «cristianismo».

Los reformadores percibieron la antigua expresión de la fabricación de ídolos como simplemente la expresión de un ídolo interior, una confianza falsamente colocada. La Reforma Protestante fue una declaración de guerra a los pensamientos vanos sobre Dios. Y cuando esto sucede, se declara la guerra a los ídolos de la cultura.

Fábrica de ídolos

Juan Calvino escribió: «La naturaleza del hombre, por así decirlo, es una fábrica perpetua de ídolos». Pero presta atención a lo que Calvino expresa después:

La mente del hombre, llena de orgullo y audacia, se atreve a imaginar un dios según su propia capacidad; al andar con lentitud, es abrumada por la más cruda ignorancia, concibe una irrealidad y una apariencia vacía como Dios. (Institutos, 1:108)

No hay nada más peligroso que la confianza religiosa en un falso dios creado por nuestra propia imaginación.

Martín Lutero luchó en esta misma guerra, escribiendo contra Roma:

Los malvados dicen y confiesan […] «Soy un monje. Sirvo a Dios con votos y ceremonias. Por eso me dará la vida eterna». ¿Pero quién dice que estás adorando así al verdadero Dios, cuando él no ha ordenado estas cosas? Por lo tanto, te has inventado un dios que quiere estas cosas, aunque no hay un Dios verdadero que lo requiera o que quiera dar la vida eterna por esto. ¿Qué estás adorando entonces, excepto un ídolo de tu propio corazón, al que crees que le place la justicia de tus obras? (Obras, 18:9-10).

Analiza la mentira expuesta: «Seré feliz una vez que logre mi seguridad espiritual por mis propios actos, mis votos y por el mérito de las ceremonias y votos que realizo».

Esta afirmación es un falso ídolo, una falsa seguridad en la carne, una falsa imagen de Dios, un falso evangelio y, en resumen, todo esto es un falso dios.

La teología superficial

La Reforma Protestante fue iniciada por esta confrontación de vanas seguridades. Los reformadores se opusieron a las imágenes, estatuas, santuarios y reliquias. Pero principalmente, los Reformadores señalaban a los ídolos doctrinales, las falsas afirmaciones sobre Dios y las presunciones sobre Dios que engañaban a generaciones enteras (2 Co 10:4-5; Col 2:8).

Los reformadores se basaron en los primeros tres mandamientos para desafiar esta atracción universal por los ídolos en todas las culturas.

Primer mandamiento en Éxodo 20:3: No sigas a otros dioses.

Segundo Mandamiento en Éxodo 20:4-6: No corrompas tu adoración a Dios con imágenes vanas.

Tercer Mandamiento en Éxodo 20:7: No uses el nombre de Dios en vano.

Estos tres mandamientos son tres advertencias divinas contra los pensamientos vanos y superficiales de Dios.

La primera advertencia  prohíbe el sincretismo. No pienses que puedes mezclar a Dios con tu adoración a los ídolos. Si quieres un tercio de Dios, y dos tercios de otros ídolos, no tendrás nada de Dios. El sincretismo es un pensamiento vano sobre Dios.

La segunda advertencia prohíbe el reduccionismo. No pienses que puedes reducir a Dios a algo manejable, que lo puedes sostener en una mano como un ídolo que ponen en las casas o un pequeño becerro de oro. La tierra es el estrado de sus pies (Is 66:1). El reduccionismo de Dios también es un pensamiento vano sobre Dios.

La tercera advertencia prohíbe la presunción. No hables precipitadamente de Dios. Es vanidad pensar que podemos invocar el nombre de Dios para cubrir nuestra ignorancia sobre quién es realmente. La presunción sobre Dios otro pensamiento vano sobre él.

En esencia, todos los ídolos físicos del Antiguo Testamento mienten sobre Dios. Eso es todo lo que pueden hacer: mentir. Los ídolos nacen de las mentiras. Así, a su vez, los ídolos sólo pueden predicar sermones de engaño a sus adoradores (Jer 10:15; Hab 2:18; Zac 10:2).

Y como hace referencia Lutero del texto de las Escrituras, el becerro de oro fue moldeado con un cincel, un «instrumento de escritura» que originalmente tenía como propósito escribir la verdad sobre Dios, pero en cambio se utilizó para dar forma a una mentira de oro (Éx 32:4).

Nuestros ídolos en la actualidad

Señalar a los ídolos religiosos de la época se convertiría en la principal discusión mientras los reformadores reclamaban y proclamaban las epístolas de Pablo a los gálatas y romanos.

El corazón del hombre es una fábrica de ídolos, y fue necesaria una revolución para frenarlo. Los predicadores tuvieron que ser instruidos y enviados a otros lugares, los evangelistas tuvieron que cumplir su llamado, los misioneros tuvieron que viajar por mares oscuros hacia tierras desconocidas, los traductores tuvieron que traducir las Escrituras a la lengua de cada pueblo, y las iglesias locales tuvieron que crecer para poder servir en esta guerra. Cada creyente tuvo que resistir la fábrica de ídolos de su corazón llenando sus corazones con Cristo y alimentándose de un abundante conocimiento de quién Dios ha revelado ser en las Escrituras.

Esta era la principal preocupación que los reformadores tenían hace quinientos años. El pensamiento superficial sobre Dios siempre reemplaza a Dios, y pone en su lugar un ídolo fraudulento de seguridad, o sexo, o riqueza, o poder, o incluso, de religión.

La triste realidad es que las Escrituras nos advierten una y otra vez que todos somos fabricantes de ídolos. Siete mil millones de politeístas hoy en día no pueden dejar (ni dejarán) de rendir culto, porque no pueden dejar de poner su esperanza y seguridad en estas cosas. La gracia soberana debe romper nuestros impulsos idólatras.

Como Juan Calvino célebremente expresó: «El corazón humano es una fábrica de ídolos, produciendo nuevos ídolos como una cinta transportadora de una fábrica que produce nuevos aparatos». Los ídolos comunes emergen de los corazones caídos e inundan cada rincón de los medios de comunicación en nuestra cultura, en los medios sociales, la televisión, la música, las películas y las novelas.

Hace mucho tiempo, en Wittenberg, Alemania, un monje inició una guerra de quinientos años contra la idolatría. Y la llama de la Reforma perdura, porque las batallas fundamentales continúan hoy en día.

Tony Reinke

Tony Reinke es el escritor principal de Desiring God y autor de Competing Spectacles (2019), 12 Ways Your Phone Is Changing You (2017), John Newton on the Christian Life (2015), y Lit! A Christian Guide to Reading Books (2011). Es el anfitrión del podcast Ask Pastor John y vive en el Phoenix con su esposa y tres hijos.