1 Crónicas 28 | 2 Pedro 2 | Miqueas 5 | Lucas 14

30 NOVIEMBRE

1 Crónicas 28 | 2 Pedro 2 | Miqueas 5 | Lucas 14

Ya hemos observado que 1 y 2 Crónicas son diferentes de los libros de Samuel y de Reyes (aunque las Crónicas cubren aproximadamente el mismo período de la historia que Samuel y Reyes) porque le pone mucho más énfasis al reino del sur, Judá, una vez se divide la monarquía. Aun en esta coyuntura, sin embargo, durante el período de la monarquía unida, 1 y 2 Crónicas expanden enormemente todo lo que tenga que ver con el templo.

En este marco, 1 Crónicas 28 revela un poco más de detalle, no sólo de la transferencia de poder de David a Salomón, sino del origen de los planes del templo. Sobre esto último, David insta al pueblo a servir bien a Salomón; exhorta a Salomón a servir a Dios el Señor con todo su corazón: “pues el Señor escudriña todo corazón y discierne todo pensamiento. Si lo buscas, te permitirá que lo encuentres; si lo abandonas, te rechazará para siempre” (28:9). En particular, David encomienda a Salomón la construcción del templo, para la cual David mismo había hecho una gran provisión (29:10, 20–21). No se informa nada sobre el intento de Adonías, hijo de David, de usurpar el trono antes de que Salomón fuera coronado, ni de la manera como Betsabé protegió estratégicamente a su hijo Salomón (1 Reyes 1); nada se menciona sobre la sustancial lista de otras disposiciones que David le dejó a Salomón (1 Reyes 2). Todo el énfasis aquí es sobre el traslado de poder y cómo afecta a la construcción del templo.

Hay un nuevo elemento de crucial importancia. Se nos dice que David le dio a Salomón “También le entregó el diseño de todo lo que había planeado para los atrios del templo del Señor, para los cuartos de alrededor, para los tesoros del templo de Dios y para los depósitos de las ofrendas sagradas” (28:12), así como las divisiones de los sacerdotes y levitas, la cantidad de oro o plata que debía utilizar en los instrumentos y otras cosas más (28:13–17). Sobre todo, “también le dio el diseño de la carroza y de los querubines que cubren con sus alas extendidas el arca del pacto del Señor” (28:18) en el Lugar Santísimo. “Todo esto —dijo David— ha sido escrito por revelación del Señor, para darme a conocer el diseño de las obras” (28:19).

Esta es la contrapartida al énfasis constante de Éxodo sobre el hecho de que Moisés y sus colaboradores construyeron el tabernáculo en cumplimiento exacto de los planos que Moisés recibió en el monte. Luego, esto se recoge en Hebreos 8:5, demostrándose que el tabernáculo era sólo una copia de un original mayor (ver la meditación del 14 de marzo). Implícitamente, el mismo cuidado se emplea en la construcción del templo y esta vez, David sirve de mediador en vez de Moisés.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 334). Barcelona: Publicaciones Andamio.

1 Crónicas 26–27 | 2 Pedro 1 | Miqueas 4 | Lucas 13

29 NOVIEMBRE

1 Crónicas 26–27 | 2 Pedro 1 | Miqueas 4 | Lucas 13

2 Pedro 1:5–9 nos presenta una extraordinaria secuencia de pasos. Pedro sabe que sus lectores son creyentes. Ahora les exhorta a añadir algunas cosas a su fe.

(1) Añadid a la fe virtud (1:5): Seguramente, la fe que Pedro no quiere ver es el tipo de fe que descarta Santiago 2: una fe meramente intelectual, que únicamente afirma sin confianza transparente ni disposición a obedecer. La fe genuina genera obediencia, pero como siempre, los creyentes son los responsables de tomar ese camino y se les anima a alejarse de la mera pasividad. Así que añádele virtud a la fe.

(2) Añadid a la virtud conocimiento (1:5): La fe exige cierto conocimiento, pero Pedro ya ha tratado ese asunto. En otra parte, a Timoteo se le anima a perseverar en la “doctrina” (1 Timoteo 4:16); aquí, también se exhorta a los cristianos a añadirle a la virtud, conocimiento. Nada logrará estabilizarnos y motivarnos más que crecer en la comprensión de la mente de Dios.

(3) Añadid al conocimiento, dominio propio (1:6): El mero conocimiento nos puede envanecer (1 Corintios 8:1–3) y no transformar a nadie. Pero si el dominio propio está presente en abundancia, ese bendito elemento del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22–23), el potencial de virtud es incalculable.

(4) Añadid al dominio propio, paciencia (1:6): Una cosa es tener dominio propio en una crisis, por un período corto de tiempo o cuando las cosas van bien. Pero para pulir y mostrar el dominio propio, hace falta perseverancia a largo plazo.

(5) Añadid a la paciencia, piedad (1:6): De otra manera, la paciencia o perseverancia podría resultar poco más que un esfuerzo supremo de voluntad meramente humana. La devoción a Dios, un elemento genuinamente religioso en cada virtud, transforma la mera determinación estoica en una piedad transparente.

(6) Añadid a la piedad, afecto fraternal (1:7): Todo el mundo detesta a los santurrones. El dominio propio y la perseverancia, incluso la piedad, en ocasiones han generado fariseos rígidos y despiadados. Añádele afecto fraternal.

(7) Añadid al afecto fraternal, amor (1:7): Esto es mejor todavía, pues así imitamos—aunque de manera inconstante o imperfecta—el carácter del Maestro mismo.

Fijaos cómo se engloban estos siete pasos. Primero, antes del listado, Pedro nos dice que pongamos “toda diligencia” en aplicar esta lista, “precisamente por esto” (1:5). La razón a la que se refiere se encuentra en los versículos anteriores (1:3–4). La gloria de Dios y su excelencia nos han provisto grandes y preciosas promesas para que por ellas participemos de la naturaleza divina y escapemos de la corrupción del mundo. Por esto mismo, debemos hacer todos los esfuerzos por seguir estos siete pasos. Segundo, al final de la lista, Pedro nos asegura que estas cualidades evitarán que seamos inútiles e improductivos en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo (1:8–9).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 333). Barcelona: Publicaciones Andamio.

1 Crónicas 24–25 | 1 Pedro 5 | Miqueas 3 | Lucas 12

28 NOVIEMBRE

1 Crónicas 24–25 | 1 Pedro 5 | Miqueas 3 | Lucas 12

Uno de los pasajes del Nuevo Testamento que mejor ilustra el ministerio cristiano es 1 Pedro 5:1–4.

El apóstol Pedro se dirige a los ancianos, a quienes también llama “obispos” y “pastores” (ver meditación del 2 de noviembre). De hecho, se posiciona a sí mismo como “anciano también con ellos” en vez de hablarles en calidad de apóstol. Ahora bien, eso no le impide aludir a uno de los factores que le separa de la mayoría de los otros ancianos: fue “testigo de los padecimientos de Cristo” (5:1). Pero aun al distinguir su propia experiencia de la de ellos, lo hace de tal manera que, en vez de fijar la atención sobre sí mismo, apunta a Cristo y a sus sufrimientos.

Exhorta a estos ancianos a “cuidad como pastores el rebaño de Dios que está a su cargo” (5:2). Los pastores dirigen, crían, curan, protegen, disciplinan, alimentan y cuidan de sus ovejas. La tarea incluye la supervisión, según la visión de Pedro. Luego añade tres cláusulas con el formato de “no esto… sino aquello” y todas resumen el ministerio cristiano de manera reveladora:

(1) “No por fuerza, sino voluntariamente” (5:2): el mero deber jamás será suficiente. Es triste saber que los ministros del evangelio se pueden sentir atrapados y es posible que “sirvan” sencillamente porque sienten la obligación de hacerlo, por no hacer quedar mal a nadie o porque no están capacitados para realizar otra cosa. Al llegar a ese punto, es hora de efectuar un cambio en el corazón o salir del ministerio. Tiene que haber una disposición del corazón para servir de esta manera, aun en medio de la desilusión y el sufrimiento, así como nuestro Señor convirtió la voluntad del Padre en la suya propia.

(2) “No… por ambición de dinero, sino con afán de servir” (5:2): este no es un trabajo que gana dinero por hora o por unidad; no es una profesión que se asocie con un nivel económico alto. Desafortunadamente, los evangelistas de la televisión y algunos otros han distorsionado esta imagen. Mientras que algunas iglesias son mezquinas con sus ministros (“Señor, tú los mantienes humildes y nosotros los mantenemos pobres”), estos responden a veces con un craso materialismo que resulta igual de impropio. En los mejores casos, la iglesia es constantemente generosa, y los ministros le dan poca importancia a las posesiones materiales. Los pastores deben estar motivados principalmente por un deseo de servir.

(3) “No seáis tiranos con los que están a vuestro cuidado, sino sed ejemplos para el rebaño” (5:3): aquí se nos presenta un estilo de liderazgo que debería descartar del ministerio a todos los sedientos de poder (aunque, tristemente, a veces personas de este tipo llegan a ocupar posiciones de las cuales deberían ser excluidas). Los pastores tendrían que estar más preocupados por ser un buen ejemplo que por ejercer su autoridad.

Ningún ministro es más que un pastor auxiliar. Todos deberán rendir cuentas al “Pastor supremo” y sólo él recompensa a su equipo (5:4).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 332). Barcelona: Publicaciones Andamio.

1 Crónicas 23 | 1 Pedro 4 | Miqueas 2 | Lucas 11

27 NOVIEMBRE

1 Crónicas 23 | 1 Pedro 4 | Miqueas 2 | Lucas 11

En ciertos aspectos, la estructura de vida de los israelitas, incluyendo algunas facetas de su vida religiosa, cambiaron cuando el pueblo entró en tierra prometida y dejaron de ser nómadas. Los primeros cambios fueron obvios. El Señor ya no envió la porción diaria de maná: la gente tuvo que empezar a recolectar su comida y a sembrar. Comenzó la urbanización. Las leyes del sábado se fueron aplicando cada vez más al comercio y al mercado, al igual que a la vida agraria.

Ahora, con el establecimiento de la monarquía y la inminente construcción del templo, se produce mucha mayor organización y centralización. En particular, David se preocupa, no sólo por proveerle a Salomón los medios para construir el templo, sino además por sentar las bases de una nueva estructura organizativa que será necesaria para mantenerlo operante. Estos asuntos son de principal interés en 1 Crónicas 23–26.

Ya en 1 Crónicas 23, David mismo reflexiona sobre los cambios que están por venir. Uno de los deberes de los levitas en el pasado, desde los años del desierto, era recoger y transportar el tabernáculo de la manera ordenada, siempre que el Señor indicara que era hora de moverse. David reflexiona sobre el hecho de que el Señor ahora le ha dado “descanso” a su pueblo: están en la tierra prometida. Además, ha escogido “habitar en Jerusalén para siempre” (23:25), así que algunas de las tareas de los levitas deben cambiar: “los levitas ya no tienen que cargar el santuario ni los utensilios que se usan en el culto” (23:26). Mientras tanto, se introducen nuevas funciones: se piensa más sobre los coros del templo y, por ende, sobre escuelas de música y entrenamiento.

Así, se reorganizan los levitas. Se dividen en familias principales, clanes menores y demás cosas por el estilo. Además, el templo y sus necesidades ya no van a dominarlo todo. Es cierto que los siguientes capítulos se centran en el tipo de tareas que llevarán a cabo los que sirven en el templo; no sólo los deberes directamente sacerdotales y las tareas menores que conlleva el templo, sino las responsabilidades mayores de mantenimiento, finanzas y administración. No obstante, desde el principio los sacerdotes también tenían que enseñarle la ley al pueblo y servir de “gobernadores y jueces”. Para esto último, David nombró a seis mil levitas (23:4).

De todo ello, derivamos lecciones importantes. Primeramente, nos enseña a contextualizar dentro del canon; es decir, nos muestra cómo tomar los viejos supuestos de la revelación y adaptarlos a un nuevo contexto sin sacrificarlos. A medida que la iglesia se ha expandido hacia nuevos contextos culturales, debemos abordar este tipo de preguntas una y otra vez. Unos se aferrarán a lo que es mero tradicionalismo de otra cultura; otros comenzarán a abandonar lo que en efecto dice la Escritura. Lo que realmente necesitamos es fidelidad y flexibilidad.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 331). Barcelona: Publicaciones Andamio.

1 Crónicas 22 | 1 Pedro 3 | Miqueas 1 | Lucas 10

26 NOVIEMBRE

1 Crónicas 22 | 1 Pedro 3 | Miqueas 1 | Lucas 10

La transición entre el relato del censo que David hizo al pueblo (1 Crónicas 21) y el de las formidables preparaciones de David para la construcción del templo que su hijo Salomón habría de construir (1 Crónicas 22) es un versículo, el primero del capítulo 22, sin paralelo en 2 Samuel: “Entonces dijo David: ‘Aquí se levantará el templo de Dios el Señor, y también el altar donde Israel ofrecerá el holocausto’” (22:1).

De manera que el templo se construyó en el lugar donde David edificó un altar al Señor, clamando a él con ofrendas y sacrificio (21:25–27) y donde el ángel de la muerte envainó su espada.

Así que David consiguió una cantidad impresionante de materiales de construcción y preparó al pueblo para que ayudaran a su hijo Salomón a construir el templo prometido. “Ahora, pues, buscad al Señor vuestro Dios de todo corazón y con toda el alma. Comenzad la construcción del santuario de Dios el Señor, para que trasladéis el arca del pacto y los utensilios sagrados al templo que se construirá en su honor” (22:19).

Podemos aprender algunas lecciones sobre esta ubicación del templo:

(1) El lugar elegido para el templo es donde se ofreció un sacrificio y se aplacó la ira de Dios contra el pecado. Ciertamente, el diseño mismo del tabernáculo y del templo fue hecho para recordarle al pueblo que el pecado necesitaba expiación; que uno no podía sencillamente entrar tranquilamente a la presencia del Dios santo; que una vez al año, el sumo sacerdote designado debía ofrecer los sacrificios que Dios mismo había ordenado, primeramente por sus propios pecados y luego por los pecados del pueblo. Pero la ubicación del templo en este lugar refuerza esta idea. La adoración y la religión no se tratan principalmente de ofrecerle a Dios algo llamado alabanza porque él prefiere vivir con ella. La adoración y la religión suponen principalmente estar centrados en Dios y, puesto que somos rebeldes, esto significa que la adoración y la religión implican en primera instancia reconciliarnos con este Dios, nuestro Creador y Redentor, de quien nos hemos alejado voluntariamente. El corazón del templo no es el incienso, ni los coros ni las ceremonias. El corazón del templo consiste en apaciguar la ira de Dios por los medios que él mismo ha provisto.

(2) La ubicación del templo también combina dos linajes de autoridad: el sacerdotal y el monárquico. Originalmente, sólo los sacerdotes y levitas eran responsables del tabernáculo; la columna de nube determinaba cuándo moverse. Pero aquí, el rey establece el lugar, apuntando a la unión de los oficios de rey y de sacerdote en un hombre: Jesucristo.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 330). Barcelona: Publicaciones Andamio.

1 Crónicas 21 | 1 Pedro 2 | Jonás 4 | Lucas 9

25 NOVIEMBRE

1 Crónicas 21 | 1 Pedro 2 | Jonás 4 | Lucas 9

2 Samuel 24, que es un pasaje paralelo a 1 Crónicas 21, dice que la ira del Señor se encendió contra Israel, así que él incitó a David a hacer un censo del pueblo, cosa que estaba estrictamente prohibida, y luego ese acto provocó la ira de Dios sobre la nación (24:1). El pasaje de hoy dice que “Satanás conspiró contra Israel e indujo a David a hacer un censo del pueblo” (1 Crónicas 21:1).

Las dos posturas no son mutuamente excluyentes, desde luego, y ni siquiera son particularmente antitéticas. En el universo de Dios, es imposible escapar de las extensas fronteras de la soberanía de Dios. Ya sea que se presente su voluntad providencial sobre el diablo como permisiva (en el caso de Job) o ya se presente como algo más directivo, Dios tiene el control. En cuanto a la dimensión moral de este asunto, es importante recordar que, aun dentro del marco de 2 Samuel 24, Dios no está tentando arbitrariamente y por capricho a David para que haga el mal, a fin de azotarlo luego por ello. La sanción de Dios se presenta como su respuesta al pecado anterior: la ira de Dios se encendió contra Israel, nos dice el texto, de manera que ocurrieron ciertas cosas. De la misma manera, la señal de la ira de Dios sobre la nación de Israel durante los años de decadencia en el reinado de la dinastía davídica fue cada vez más corrupción insensible en el trono y entre la élite gobernante, con el resultado, por supuesto, de mayor pecado en la nación y más inmediatez en las amenazas de juicio por parte de Dios.

No obstante, habiendo dicho esto, el sentir de estos dos capítulos, 2 Samuel 24 y 1 Crónicas 21, es bastante diferente. En ambos casos, se le da a David la responsabilidad de seguir las Escrituras del pacto, independientemente de la tentación o las complejidades de su procedencia. Pero la mención explícita de Satanás en 1 Crónicas 21 enfatiza la dimensión de la lucha cósmica entre el bien y el mal. También se resaltan otras tres perspectivas:

(1) A Joab, siempre se le presenta como un líder militar importante, pero no como un hombre particularmente espiritual, ni siquiera moral. Aquí se enfrenta al rey con un consejo piadoso y el rey no lo escucha (21:3–4). El consejo sabio puede venir de una variedad de fuentes. Sin duda, uno debe escucharlos todos, pero al fin y al cabo, todo el consejo debe ser probado por la Palabra de Dios.

(2) Algunas acciones tienen inmensas consecuencias sobre los demás. Esto era particularmente cierto bajo el viejo pacto, en el cual los reyes, profetas y sacerdotes sostenían una relación representativa con el pueblo. Aunque el nuevo pacto se configura de manera diferente, sigue siendo cierto, por ejemplo, que los pecados de los padres recaen sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación.

(3) Dios es más misericordioso que las personas. Es mejor caer en manos suyas, sin agentes humanos de por medio, que en ninguna otra.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 329). Barcelona: Publicaciones Andamio.

1 Crónicas 19–20 | 1 Pedro 1 | Jonás 3 | Lucas 8

24 NOVIEMBRE

1 Crónicas 19–20 | 1 Pedro 1 | Jonás 3 | Lucas 8

Una de las grandes pretensiones de la existencia humana es que esta vida mortal dura para siempre. Aunque, en teoría, los jóvenes saben que cada vida humana tiene su fin, actúan como si la muerte nunca les fuera a alcanzar. Décadas más tarde, son más realistas, pero, aún así, la mayoría actúa como si sus familias tuvieran que permanecer de manera inevitable, o al menos como si su cultura o nación fuera a sobrevivir.

Los más previsores saben que no es así. Los individuos se mueren y la conexiones familiares también. Salvo aquellas personas que están comprometidas con la arqueología genealógica, no sabemos mucho sobre nuestras familias en el pasado, más allá de tres o cuatro generaciones. De igual forma, a nosotros tampoco nos recordarán dentro de varias generaciones. Los imperios poderosos caen. Se dividen, acaban vasallos como potencias de tercer o cuarto nivel, o desaparecen en el olvido. Puede que tengamos un destino inmortal, pero nada que esté vinculado de manera restrictiva a esta vida es seguro, nada es inmutable, nada perdura. “Todo mortal es como la hierba, y toda su gloria como la flor del campo; la hierba se seca y la flor se cae” (1 Pedro 1:24).

No obstante, hay una línea más en esta cita de Isaías 40:6–8: “pero la palabra del Señor permanece para siempre” (1 Pedro 1:25). Se puede concluir, entonces, que, lo mejor que pueden hacer los seres humanos que tengan hambre de lo trascendente, es alinearse con la palabra constante y duradera de Dios. Y hay varias pistas en este capítulo en cuanto a lo que esto significa en términos prácticos.

(1) “Y esta es la palabra del evangelio que se os ha anunciado” (1:25): el mismo evangelio que fue declarado a los lectores de Pedro es la palabra del Señor que permanece para siempre. Adherirse al evangelio es hacerlo a aquello que perdura para siempre. No se puede decir lo mismo de la adhesión a un sistema político o a una teoría económica o al progreso profesional.

(2) Más preciso es decir que los cristianos han “nacido de nuevo, no de simiente perecedera, sino de simiente imperecedera, mediante la palabra de Dios que vive y permanece” (1:23). Lo que nos ha transformado y concedido nueva vida de parte de Dios mismo, no fue un embarazo físico, sino un nuevo nacimiento espiritual, generado por la duradera palabra de Dios.

(3) La palabra transmitida por los profetas antes de Jesús apuntaba hacia la futura revelación que llegaría exclusivamente con él (1:10–12). Eso significa que todo era una misma cosa: este siempre fue el plan, independientemente de cuánto lo hayan entendido los profetas del Antiguo Testamento.

(4) El “nuevo nacimiento” (1:3) que hemos experimentado por la acción de la palabra permanente de Dios nos introduce en una “herencia indestructible, incontaminada e inmarchitable. Tal herencia está reservada en el cielo para vosotros, a quienes el poder de Dios protege mediante la fe” (1:4–5).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 328). Barcelona: Publicaciones Andamio.

1 Crónicas 18 | Santiago 5 | Jonás 2 | Lucas 7

23 NOVIEMBRE

1 Crónicas 18 | Santiago 5 | Jonás 2 | Lucas 7

Una cosa es esperar la venida del Señor; otra, es esperar bien.

Puede que aguardemos la venida del Señor con honestidad y actitud de autoevaluación—no sólo reconociendo que el Segundo Adviento es una parte necesaria de nuestro credo, sino incluso, en cierto sentido anticipando la Parusía y esperando que ocurra en nuestra época—y que aún así tengamos que admitir que nuestra vida no refleja la convicción de esa perspectiva. De hecho, esta espera por su regreso puede que sea meramente un caballo de batalla de nuestra lectura o enseñanza, un mapa bien manejado del futuro que nos diferencia de otros creyentes, en vez de un elemento fijo de nuestra cosmovisión que efectivamente moldee nuestra conducta.

Por supuesto que hay un elemento de la espera por el regreso del Señor que es justamente eso: esperar. Igual que “espera el agricultor a que la tierra dé su precioso fruto” (Santiago 5:7), así también nosotros debemos aguardar con paciencia y mantenernos firmes (5:8).

No obstante, como todas las analogías, esta no es perfecta (ni pretende serlo), y el propio Santiago la deja al margen. Después de todo, el agricultor es paciente porque sabe, más o menos, cuándo llegará la cosecha; nosotros no sabemos cuándo regresará Jesús.

Hay otras diferencias. El granjero espera el fruto; nosotros al Juez que “está a la puerta” (5:9). Esto significa que lo que esperamos tiene una consecuencia directa sobre la manera como vivimos: “No os quejéis unos de otros, hermanos, para que no seáis juzgados” (5:9) por ese mismo Juez.

Además, si bien los agricultores tienen que trabajar arduamente mientras esperan la cosecha, en circunstancias normales, su espera no está caracterizada por el sufrimiento y la persecución. Los cristianos que aguardan el fin se enfrentan a ambas cosas, según afirma Santiago, y con eso en mente, nuestra espera es más parecida a la perseverancia de los profetas (5:10) que a la placidez del agricultor. Ellos “hablaron en nombre del Señor” y la mayoría de las veces sufrieron injurio por ello. Ese sufrimiento no domesticó su fiel proclamación. Pero no debemos restringir a los profetas los modelos que buscamos. Consideremos a Job, un hombre justo que se enfrentó a dificultades catastróficas y, sin embargo, perseveró, y hemos “visto lo que al final le dio el Señor. Es que el Señor es muy compasivo y misericordioso” (5:11). Esa perspectiva es importante: al final, no sólo prevalece la justicia de Dios, sino también su compasión y misericordia. El enfoque en el regreso de Jesús y en el fin no sólo moldea nuestra actual manera de vivir, sino que traerá con sí la vindicación perfecta en la incomparable bondad de la consumación.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 327). Barcelona: Publicaciones Andamio.

1 Crónicas 17 | Santiago 4 | Jonás 1 | Lucas 6

22 NOVIEMBRE

1 Crónicas 17 | Santiago 4 | Jonás 1 | Lucas 6

1 Crónicas 17 es un paralelo bastante cercano de 2 Samuel 7. En ambos pasajes, David expresa su deseo de edificar una “casa” a Dios. El profeta Natán aprueba inicialmente el proyecto, pero luego, habiendo recibido una revelación explícita de Dios, le presenta a David un cuadro muy distinto. No es que David le construirá una “casa” a Dios, sino que Dios le construirá una “casa” a David; es decir, una “familia” (como la palabra original es ambigua, el juego de significados es intencionado). La “casa” que Dios le edificará a David es la dinastía davídica. El linaje de David jamás sufrirá la suerte de Saúl y su estirpe. Cuando la descendencia de David peque, los juicios de Dios serán temporales (17:12–14); el linaje no será destruido.

David responde con una oración conmovedora (17:16–27) que respira gratitud. La oración es maravillosa porque se centra en Dios; David es plenamente consciente de que si a su linaje se le trata de manera distinta que al de Saúl, la diferencia final es la gracia. Así que las últimas palabras de la oración son francamente emotivas y reveladoras: “Tú, Dios mío, le has revelado a tu siervo el propósito de establecerle una dinastía, y por eso tu siervo se ha atrevido a dirigirte esta súplica. Oh Señor, ¡tú eres Dios y has prometido este favor a tu siervo! Te has dignado bendecir a la familia de tu siervo, de modo que bajo tu protección exista para siempre. Tú, Señor, la has bendecido, y por eso quedará bendita para siempre” (17:25–27).

No debemos olvidar, sin embargo, que estas palabras se tienen que leer como parte de una obra de dos volúmenes—1 y 2 Crónicas—cuyo relato termina en un absoluto desastre para el linaje davídico, con la excepción de los últimos dos versículos de 2 Crónicas, que ofrecen un rayo de esperanza. Hoy día, los ubicamos automáticamente dentro del marco global del relato bíblico y vemos dónde encajan en el patrón que levanta a Jesús, el máximo rey davídico. Pero los primeros lectores no disponían de nuestra perspectiva; tampoco la tenía el compilador desconocido que organizó todos los registros de la corte y de otras fuentes, cubriendo cerca de quinientos años de historia, para crear lo que hoy conocemos como “1 y 2 Crónicas”.

El mero cinismo o la brutalidad de su experiencia en el exilio, pudieron haberles llevado a minimizar las palabras que vemos en 1 Crónicas 17:27: “Te has dignado bendecir a la familia de tu siervo, de modo que bajo tu protec ción exista para siempre. Tú, Señor, la has bendecido, y por eso quedará bendita para siempre”. En cambio, las palabras les sirvieron de promesa estabilizadora cuando todas sus experiencias recientes parecían contradecirlas. En resumen, nos muestran lo que significa caminar por fe en las promesas de Dios, y no por vista.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 326). Barcelona: Publicaciones Andamio.

1 Crónicas 15 | Santiago 2 | Amós 9 | Lucas 4

20 NOVIEMBRE

1 Crónicas 15 | Santiago 2 | Amós 9 | Lucas 4

En 1 Crónicas 15, vemos elementos del razonamiento de David que no encontramos en el pasaje paralelo de 2 Samuel 6.

Después de conquistar Jerusalén, David decidió traer el arca del pacto a la nueva capital. De camino, Uza extendió su mano para sostener el arca mientras el carro en el que la llevaban iba dando tumbos por el camino. Inmediatamente cayó muerto. David se enojó contra Dios y le tuvo miedo (1 Crónicas 13:11–12), y abandonó su misión. Instalaron el arca en casa de Obed Edom el geteo. Durante los tres meses en que el arca estuvo allí, el hogar de Obed Edom fue bendecido tan abundantemente, que todo el mundo lo notó. Así que, a su debido tiempo, David hizo otro intento de transportar el arca a Jerusalén.

Todo esto se puede concluir tanto de 2 Samuel como de 1 Crónicas. Lo que 1 Crónicas 15:1–24 añade es algo del razonamiento de David y los arreglos que hizo. Me centraré en un aspecto.

Aparentemente, calmado tras la pérdida chocante de Uza, David regresa a las Escrituras. Es cierto que Uza no debió haber tocado el arca. Pero, ¿estaban David y su pueblo violando alguna otra disposición legal en la manera como la estaban tratando? Su lectura de la Biblia le recuerda a David que sólo se permite transportarla a los levitas y le explica cómo deben hacerlo. Por tanto les dice a los levitas que se preparen bien para la tarea y argumenta el porqué: “pues por no haberlo hecho así vosotros la primera vez, el Señor nuestro Dios nos quebrantó, por cuanto no le buscamos según su ordenanza” (15:13). En otras palabras, David concluye que la ira de Dios en el asunto del descuido de Uza fue la manifestación de un desagrado mayor. Transportar el arca no debía hacerse de cualquier manera. Dios esperaba que le obedecieran, y el símbolo de su presencia debía ser tratado conforme a las estipulaciones del pacto.

De manera que así lo hicieron los levitas: “Y los hijos de los levitas trajeron el arca de Dios puesta sobre sus hombros en las barras, como lo había mandado Moisés, conforme a la palabra del Señor” (15:15).

Aquí hay una lección profunda. Sin duda, Dios aprueba la alabanza infantil y el celo entusiasta, si bien espera que quienes gozan de autoridad en su pueblo conozcan lo que dice su Palabra y la obedezcan. Ningún celo ni entusiasmo puede compensar dejar de hacer esto. El celo que toma una dirección equivocada, nunca llega a la meta. Debe ser redirigido hacia la meta establecida en la Palabra de Dios o, no importa su entusiasmo, sigue estando desviado e incorrecto. No hay sustituto para una fe que se trabaja mediante la obediencia informada.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 324). Barcelona: Publicaciones Andamio.