Autor: Metz, D. S
La conquista de la muerte (1 Corintios 15:50–58)
Pablo ha mostrado que la resurrección del cuerpo es parte esencial del plan redentor de Dios y que “la transformación de lo terrenal en lo celestial, de lo físico en lo pneumático, está envuelta en la constitución actual de las cosas y asciende con las líneas de desarrollo trazables en la naturaleza y la revelación”. Ahora él llega a un magnífico clímax.
En un estallido de gozo ilimitado el apóstol exulta en el triunfo sobre la muerte.
a. El principio (15:50). El principio de la herencia celestial es simplemente que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios. Estas comprenden el aspecto perecedero y transitorio del hombre. Nada transitorio puede entrar en posesión plena del reino eterno de Dios. Carne y sangre es una manera común de referirse a la vida de este mundo. Así se eliminan todas las ideas crudas y mágicas de la resurrección.
b. Presentación de un misterio (15:51–53). El término misterio, como a menudo lo emplea Pablo, no es algo oculto o difícil de entender. Más bien, un misterio es algo que no puede ser discernido por la razón humana, sino que es resultado de la revelación. El misterio del que aquí habla Pablo es el cambio dramático que tendrá lugar en la segunda venida de Cristo.
El apóstol dice que algunos estarán vivos cuando vuelva Cristo: No todos dormiremos (51). No todos los humanos pasarán a través de la muerte, pero todos serán transformados instantáneamente. Este dramático cambio en la naturaleza esencial del hombre tendrá lugar en un abrir y cerrar de ojos (52). La señal para este culminante acontecimiento redentor será el sonido de una trompeta celestial que enviará su llamada alrededor del mundo. Apenas se habrán apagado sus ecos cuando los muertos en Cristo resucitarán con un cuerpo nuevo e incorruptible.
Este cambio no es una renovación o un mero fortalecimiento del cuerpo que existe ahora. “En la resurrección el cuerpo es reorganizado, la casa reconstruida. En la reconstrucción del cuerpo, las partes y funciones que ya no son necesarias son eliminadas, y el todo es organizado sobre una base distinta, adaptada a la vida celestial.” Pero no se pierde la indentidad personal. Podemos tener la certidumbre de que los santos redimidos se reconocerán unos a otros en el cielo.
c. El fin del pecado y la muerte (15:54–57). La resurrección es la victoria final sobre el pecado y la muerte. Estos males gemelos han acosado al hombre desde el Huerto del Edén hasta el presente. Pero la resurrección hará real y experimental la obra redentora final de Dios. Con la aparición de este cuerpo nuevo, sorbida es la muerte en victoria (54).
En la victoria del cuerpo resurrecto, es quitado el aguijón de la muerte, ya que el aguijón de la muerte es el pecado (56). El pecado producía la muerte, y también le agregaba el veneno y la amargura de la desesperación. Pablo declara que el poder del pecado es la ley. La ley intensifica el pecado al hacer que el hombre tenga consciencia de él, acrecienta su poder y su culpa, pero no ofrece nada para vencerlo (Ro. 7:7–13; 8:2–3). Pero Dios… nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo (57); victoria sobre la muerte y el pecado. Todo el plan de la redención estaba destinado a proporcionar este triunfo total.
La victoria sobre el pecado está tan entrelazada con la resurrección, que negar la una es negar la otra. Si no hay resurrección, no hay posibilidad de victoria sobre el pecado. Si ha de haber una victoria total y absoluta sobre el pecado, la resurrección es una necesidad. Para Pablo, la victoria sobre el pecado y la realidad de la resurrección eran las cumbres de la redención.
d. Una exhortación (15:58). En vista de la esperanza fundada en la resurrección, Pablo exhorta a los corintios a estar firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre. Estar firmes se refiere “a la fidelidad personal, el apegarse a ello”. Creciendo significa ir más allá de los requisitos mínimos, y hacer alegremente más de lo que exige la situación.
Pablo estimula a los cristianos al servicio leal sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es vano. Wesley escribó: “Cualquier cosa que hagáis por amor a El tendrá su plena recompensa en aquel día.” Luego agrega su énfasis característico: “Tratemos también, al cultivar la santidad en todas sus ramas, de mantener esta esperanza en todas sus ramas.”51
Para Pablo, la certidumbre de la doctrina de la resurrección, y la lealtad a la misma, eran defensas seguras contra los ataques a la fe y la vida de los cristianos. La seguridad de la vida eterna es el fundamento de todos los que están unidos a Cristo, quien es la Cabeza de un nuevo y victorioso orden de humanidad redimida.
Metz, D. S. (2010). Primera Epístola de Pablo a los Corintios. En Comentario Bíblico Beacon: Romanos hasta 2 Corintios (Tomo 8) (pp. 502–504). Lenexa, KS: Casa Nazarena de Publicaciones.