La autoridad de la Biblia

La autoridad de la Biblia

Autor: Carl F. H. Henry

a1La civilización occidental está en una severa «crisis de autoridad», que no se limita solamente al campo de la fe religiosa, ni tampoco es una amenaza especial o única para los que creen en la Biblia. La autoridad paternal, la autoridad marital, la autoridad política, la autoridad académica y la autoridad eclesiástica son puestas en duda. No sólo la autoridad en particular—la autoridad de las Escrituras, la autoridad del papa, de líderes políticos y así sucesivamente—sino que también el concepto de autoridad en sí mismo es desafiado con vigor. Por eso la crisis actual de autoridad bíblica refleja un consenso decadente de la civilización en los asuntos de soberanía y sumisión.

En algunos aspectos, el poner en duda la autoridad en esta época tiene una base moral legítima y es altamente encomiable. El siglo XX ha sido testigo del ascenso al poder de tiranos crueles y que proceden con arbitrariedad, imponiendo reglas totalitarias en ciudadanías políticamente esclavizadas. En los Estados Unidos se usó mal el poder político durante la llamada «época de Watergate». El poder de las corporaciones ha sido manipulado para obtener ventajas institucionales tanto de enormes conglomerados comerciales como de uniones laborales muy grandes.

Rebelión contra la autoridad bíblica

Juez de hombres y naciones, el Dios que se revela a sí mismo ejerce autoridad y poder ilimitados. Toda la autoridad y el poder de los seres creados provienen de la autoridad y el poder de Dios. Como el Creador soberano de todo, el Dios de la Biblia quiere y tiene el derecho de ser obedecido. El poder que otorga Dios es un fideicomiso divino, una mayordomía. Las criaturas de Dios son moralmente responsables por el uso o mal uso que hagan de dicho poder. En la sociedad humana caída, Dios instituye el gobierno civil para la promoción de la justicia y el orden. Él aprueba un orden de autoridad y relaciones productivas en el hogar al estipular ciertas responsabilidades a los esposos, esposas e hijos. También determina un patrón de prioridades para la iglesia: Jesucristo la cabeza, los profetas y los apóstoles a través de quienes llegó la revelación redentora, y así sucesivamente. Las Escrituras inspiradas, que revelan la voluntad trascendente de Dios en una forma escrita objetiva, son la regla de fe y conducta a través de las cuales Cristo ejercita su autoridad divina en la vida de los creyentes.

La rebelión contra autoridades particulares se ha ampliado en nuestro tiempo a una rebelión contra toda la autoridad trascendente y externa. Poner en duda la autoridad es una práctica que se tolera y promueve en muchos círculos académicos. Algunos filósofos, con un punto de vista totalmente secular, han afirmado que Dios y lo sobrenatural son conceptos imaginarios, y que la verdadera realidad consiste de eventos y procesos naturales. Se dice que toda la existencia es temporal y cambiante; se declara que todas las creencias e ideales son relativos a la época y a la cultura en que aparecen. Por lo tanto, se afirma que la religión bíblica, al igual que todas las religiones, es simplemente un fenómeno cultural. Tales pensadores rechazan la afirmación de la autoridad divina de la Biblia; y la revelación trascendental, las verdades establecidas y los mandamientos inmutables, son considerados invenciones piadosas.

Afirmando que el hombre ha alcanzado «la mayoría de edad», el secularismo radical defiende y apoya la autonomía humana y la creatividad individual. Se dice que el hombre es su propio señor, y el inventor de sus propios ideales y valores. Vive en un universo supuestamente sin propósito, que presumiblemente ha sido formado por un accidente cósmico. Por lo tanto, se declara a los seres humanos como totalmente libres para imponer en la naturaleza y en la historia cualquier criterio moral que prefieran. Para tal punto de vista, insistir en verdades y valores dados divinamente y en principios trascendentales sería reprimir la autorrealización y retardar el desarrollo creativo personal. Por lo tanto, el punto de vista radicalmente secular va más allá de oponerse a autoridades externas particulares cuyas afirmaciones son consideradas arbitrarias o inmorales; el secularismo radical es agresivamente contrario a toda autoridad externa y objetiva, considerándola intrínsecamente restrictiva del espíritu humano autónomo.

Cualquier lector de la Biblia reconoce el rechazo a la autoridad divina y a una revelación definitiva de lo que es bueno o malo como un fenómeno antiguo. No es sólo algo característico del hombre contemporáneo considerar que ha llegado «a la mayoría de edad»; esto ya se encontró en el Edén. Adán y Eva se rebelaron contra la voluntad de Dios siguiendo sus preferencias individuales y su propio egoísmo. Pero su rebelión fue reconocida como pecado y no fue racionalizada como «gnosis» filosófica en las fronteras del avance evolucionista.

Si uno abraza un punto de vista estrictamente de desarrollo, que considera que toda la realidad es contingente y cambiante, ¿qué base queda para el papel decisivamente creativo de la humanidad en el universo? ¿Cómo podría un cosmos sin propósito llevar a la autosatisfacción individual? Solamente la alternativa bíblica del Dios Creador-Redentor, quien creó a los seres humanos para la obediencia moral y un alto destino espiritual, preserva la dignidad permanente y universal de la especie humana. La Biblia lo hace, sin embargo, con un llamado que demanda una decisión espiritual. La Biblia establece que el hombre es superior a los animales, que su dignidad alta («casi igual a Dios», Salmo 8:5, BLS) se debe a la imagen divina racional y moral que tiene por su creación. En el contexto de la participación universal humana en el pecado adánico, la Biblia pronuncia un llamado divino y misericordioso a la redención por medio de la obra y la mediación personal de Cristo. Se invita a la humanidad caída a experimentar la obra renovadora del Espíritu Santo, para ser conformada a la imagen de Jesucristo y anticipar un destino final en la eterna presencia del Dios de justicia y justificación.

El rechazo contemporáneo de los principios bíblicos no descansa en ninguna demostración lógica de que el caso del teísmo bíblico es falso; más bien se basa en una preferencia subjetiva de puntos de vista alternativos de «la buena vida».

La Biblia no es la única que nos recuerda que los seres humanos tienen todos los días una relación responsable con el Dios soberano. El Creador revela su autoridad en el cosmos, en la historia y en la consciencia interior, una revelación del Dios vivo que penetra la mente de cada ser humano (Romanos 1:18–20; 2:12–15). La supresión rebelde de esa «revelación general divina» no consigue evitar completamente el temor de tener que rendir cuentas al final (Romanos 1:32). Sin embargo, es la Biblia como «revelación especial» la que con más claridad confronta nuestra rebelión espiritual con la realidad y autoridad de Dios. En las Escrituras, el carácter y la voluntad de Dios, el significado de la existencia humana, la naturaleza del reino espiritual y los propósitos de Dios para los seres humanos de todas las épocas están declarados en forma totalmente inteligible. La Biblia publica en forma objetiva el criterio por medio del cual Dios juzga a los individuos y a las naciones, así como las maneras en que se pueden recobrar moralmente y ser restaurados a la comunión personal con él.

Por lo tanto, el respeto por la Biblia es decisivo para el curso de la cultura occidental y, a la larga, para la civilización humana en general. La revelación divina inteligible, la base para creer en la autoridad soberana del Dios Creador-Redentor sobre toda la vida humana, descansa en la confiabilidad de lo que dicen las Escrituras acerca de Dios y de su propósito. El naturalismo moderno impugna la autoridad de la Biblia y ataca la afirmación de que la Biblia es la Palabra de Dios escrita, es decir, una revelación dada trascendentalmente de la mente y la voluntad de Dios en una forma literaria objetiva. La autoridad de las Escrituras es el centro de la tormenta en ambas, la controversia sobre la religión revelada y el conflicto moderno sobre los valores de la civilización.

Comfort, P. W., & Serrano, R. A. (2008). El Origen de la Biblia (p. 17). Carol Stream, IL: Tyndale House Publishers, Inc.

Menú 5. Nacer, otra vez…

Menú 5. Nacer, otra vez…

“No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo”. Juan 3:7.

a1¿Te imaginas poder volver a nacer? Algunos dicen que cambiarían muchas cosas de su vida. Sería una oportunidad de oro: volver a aprender, caminar, tropezar, empezar a hablar quizás de otra manera, ser educado diferente, volver a crecer de una manera más sana y alimentarse mejor. La invitación de Jesús nos lleva a nacer de nuevo, a darnos una nueva oportunidad por voluntad de Dios. Muchos se llaman hijos de Dios pero para serlo hay que volver a nacer de Él. Ser cristiano no tiene nada que ver con afiliarse a alguna iglesia de manera nominal, o estar en una familia cristiana. Tampoco sirve de nada tener un nombre u otro, ser de una denominación u otra. Lo importante es si has nacido de nuevo y si eres hijo de quien dices ser.

Ninguna institución salva, solo Dios salva. ¿No?

Tampoco tiene que ver con una frase que pronunciaste hace un montón de tiempo diciendo que querías que Jesús entrase en tu corazón. Si lo hiciste pero no naciste de nuevo tampoco importa. Mucho menos es una creencia solo intelectual en un Dios que se hizo hombre y murió por nosotros. Tiene que ocurrir algo más, algo que solo Dios puede hacer, tienes que nacer, otra vez. Dios te tiene que salvar a TI. Y eso implica muchas cosas.

“Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo”. Romanos 10:9.

Por lo que a nosotros respecta, nacer es decidir empezar de cero, hacer que tu vida tome otro rumbo y reconocer a Dios como tu Padre. Amarlo. En la iglesia actual parecemos más interesados en una filiación escrita en un papel que en que la gente reconozca a Dios como Padre y a Jesús como Señor. La relación con Dios que nos enseñó Jesús es una relación de padre a hijo, con todas las consecuencias que ello conlleva: conocerlo, escucharlo, ser corregido y parecerte cada vez más a tu padre en la medida que creces (eso dicen que me pasa a mí con mi padre, es pura genética).

Otro aspecto de nacer de nuevo, es que nadie nace mayor, sabiendo las cosas. Nacemos bebés, y debemos alimentarnos bien si queremos crecer y recibir los cuidados necesarios. En una igleburger se está alimentando a los bebés con perritos calientes espirituales.

¡Qué importante es dar el alimento correcto en el momento correcto!

No podemos permitir que el amor de Dios, su perdón, su llamado al arrepentimiento y la comprensión de los hermanos, sea sustituido por un mensaje acerca de cómo hacer crecer una empresa que tiene nombre de iglesia, pero que en realidad está más pendiente de las cuentas económicas que de las cuentas con Dios. No es iglesia lo que se parece a una iglesia externamente.

“Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, pero estás muerto”. Apocalipsis 3:1.

Es nuestra responsabilidad conocer qué es lo que necesitan los recién nacidos, responsabilidad de todos. Recuerda cuando tú naciste de nuevo, ¿Qué era lo que necesitabas? ¿Lo que de verdad necesitabas en lo más profundo de tu ser? ¿Ya lo sabes? Dáselo también a los demás.

“Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas” Santiago 1:18.

El punto de partida es Él, no nosotros. Es Dios el que nos hizo nacer, que hizo el milagro de que le creyéramos y se esforzó en hacernos entender su amor. Así que descansa en él, sabe los hijos que quiere tener.

Ahora bien, parte de nuestra responsabilidad es hacer crecer lo que Dios ha hecho nacer.

Así que no nos durmamos en los laureles y alimentémonos bien y crezcamos como debemos.

Y para crecer en la iglesia debemos entender que no basta con lo que nos dan el domingo. El crecimiento depende sobre todo de nuestra relación con Dios y con los demás.

Cada día.

Sampedro, Á. (2013). Igleburger (pp. 26–27). Álex Sampedro.

¿CUMPLIÓ JESÚS LAS PROFECÍAS MESIÁNICAS?

Autor: LEE STROBEL

¿CUMPLIÓ JESÚS LAS PROFECÍAS MESIÁNICAS?

a1En una entrevista, Norman Geisler, de su vasta colección de citas de escépticos, me refirió la respuesta del agnóstico, Bertrand Russell, cuando le preguntaron bajo qué condiciones creería en Dios:

«Bueno, si oyera una voz desde el cielo que predijera una serie de cosas para las siguientes veinticuatro horas, cosas muy improbables, y llegaran a suceder, creo que tal vez

tendría que creer que hay alguna clase de inteligencia suprahumana. No puedo concebir otro tipo de evidencia que pudiera convencerme y, en lo que a mí respecta, no existe

dicha evidencia» .

Cuando le preguntaron qué respondería a Russell, Geisler sonrió y dijo: «Yo le diría: «Sr. Russell, hubo una voz del cielo; esta predijo muchas cosas; y sin duda algunas las

hemos visto suceder»».

Geisler se refería a la manera milagrosa en que los profetas predijeron acontecimientos y circunstancias específicas que culnlinarían cientos de años después con la llegada del Mesías (el «Ungido») que redimiría a Israel y al mundo. Aun un escéptico recalcitrante como Russell, tuvo que admitir que se requeriría un acto de Dios para que alguien pudiera predecir una serie de sucesos improbables y que estos se cumplieran contra toda probabilidad. Por lo tanto, las profecías mesiánicas, que se cumplieron con jesús de Nazaret, son una poderosa confirmación de su identidad.

El Antiguo Testamento contiene miles de profecías acerca de la venida del Mesías. Según Barton Payne’s Encyclopedia of Biblical Prophecy [Enciclopedia de Profecía Bíblica Barton Payne] se cumplieron ciento noventa y una profecías, mientras que el académico de Oxford, Alfred Edersheim, cita cuatrocientos casos: «Lo más importante que debemos tener presente es la unidad orgánica del Antiguo Testamento -apunta- . Sus predicciones no están aisladas sino que son parte de un gran cuadro profético».

Es indudable que estas predicciones se escribieran cientos de años antes de que jesús naciera en Belén. «Aun los críticos más liberales reconocen que los libros proféticos se completaron unos cuatrocientos años a.c. y que el libro de Daniel se terminó alrededor del año 167 a.c.», dice Geisler.

Agregó que hay suficiente evidencia para datar la mayoría de los libros en fechas considerablemente anteriores que esas; hay algunos Salmos y profecías tempranas que  datan de los siglos octavo y noveno antes de Cristo.

Geisler señala que un pasaje solo, Isaías 53:2~12, predice doce aspectos de la pasión de Cristo, todos los cuales se cumplieron: Jesús sería rechazado, sería un varón de dolores, tendría una vida de sufrimiento, los hombres lo despreciarían, llevaría nuestros dolores, sería golpeado y herido por Dios, sería traspasado por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados, y sufriría como un cordero, moriría por los malvados, sería sin pecado, y oraría por otros.

La mayoría de los rabinos rechazan la noción de que este pasaje de Isaías sea una figura del Mesías e insisten en que se trata de una referencia a la nación judía. Sin embargo, Geisler dice: «Antes del tiempo de Cristo era común que los intérpretes judíos enseñaran que Isaías estaba hablando del Mesías judío. Solo después que los primitivos cristianos comenzaran a usar el texto apologéticamente y con mucha fuerza, se convirtió en una enseñanza rabínica del sufrimiento de la nación judía. Esta visión no es plausible en el contexto».

Otras de las principales predicciones acerca del Mesías, que se cumplieron todas en Jesús, fueron: que nació de mujer (cf. Génesis 3:15), que sería una virgen (cf. Isaías 7:14), de los descendientes de Abraham (cf. Génesis 12:1~3j 22:18), de la tribu de Judá (cf. Génesis 49:10), de la casa de David (cf. 2 Samuel 7:12~16), que nacería en Belén (cf. Miqueas 5:2), que sería anunciado por el mensajero del Señor (cf. Isaías 40:3); que purificaría el templo (cf. Malaquías 3:1), que se «le quitaría la vida» 483 años después del anuncio de la reconstrucción de Jerusalén en el año 444 a.e. (cf. Daniel 9:24~27), que sería rechazado (cf. Salmo 118:22), que sus manos y sus pies serían horadados (cf. Salmo 22:16), que su costado sería traspasado (cf. Zacarías 12:10), que resucitaría de entre los muertos (cf. Salmo 16:10), que ascendería a los cielos (cf. Salmo 68:18), y que se sentaría a la derecha del estrado de Dios (cf. Salmo 110:1).

El cumplimiento exacto de tantas predicciones específicas es de tal persuasión apologética que los críticos reiteradas veces las han objetado en un intento por negarlas. Las objeciones más comunes son las siguientes:

© 2003 por Ravi Zacharias y Norman Geisler

Divorcio es una mala palabra

Octubre 25

Divorcio es una mala palabra

Lectura bíblica: Marcos 10:1–10

Y serán los dos una sola carne. Así que, ya no son más dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre. Marcos 10:8, 9

a1Miguel y Julia se enamoraron cuando todavía estaban en la escuela secundaria. Se conocieron en un supermercado donde trabajaban. Empezaron a salir y se enamoraron locamente. Se casaron antes de terminar sus estudios, y antes de su primer aniversario, Julia tuvo un bebé adorable. Pero durante su segundo año, Miguel y Julia se “desenamoraron” con la misma rapidez con que se habían enamorado. Su romance terminó en divorcio.

La mayoría conocemos parejas —entre nuestros conocidos, vecinos, amigos y aun también padres— que han caído víctimas de la epidemia de divorcios que cunde en nuestra cultura. Lamentablemente —y por diversas razones— los divorcios también ocurren entre los creyentes. El divorcio es un tema que muchos cristianos discuten en la actualidad.

El divorcio también era un tema candente en los tiempos bíblicos. El Antiguo Testamento menciona que un hombre podía divorciar a su esposa si descubría “en ella alguna cosa vergonzosa” (énfasis agregado, Deuteronomio 24:1).

Para cuando vino Jesús, había entre los judíos conceptos muy diversos y hasta totalmente opuestos sobre el divorcio.

Los fariseos —los rígidos detallistas— afirmaban que “cosa vergonzosa” quería decir sólo “infidelidad”. Un marido podía divorciar a su esposa sólo si ella se iba con otro. El otro concepto de “cosa vergonzosa” era que significa cualquier cosa que no agradaba al esposo. El hombre podía divorciar a su esposa por cualquier error, ¡como ser haber quemado el pan tostado en el desayuno o no tenerle toda la ropa remendada!

Cuando los fariseos presionaron a Jesús para que les dijera lo que pensaba sobre el divorcio, estaban buscando una razón para poder condenarlo. Pero Jesús no cayó en la trampa, no tomó partido con nadie. En cambio, les hizo saber que según el concepto que Dios tiene del matrimonio, divorcio es una mala palabra. Jesús citó las primeras palabras de Dios sobre el matrimonio: “El hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24). En el propósito original de Dios para el matrimonio, esposo y esposa estaban unidos en una unidad indisoluble. Y punto. Divorcio no estaba en el vocabulario de Dios.

El divorcio, aun en el mejor de los casos, es el último recurso, la opción final después de que todos los intentos por resolver los conflictos, solucionar la incompatibilidad y curar los resentimientos hayan fracasado.

Nadie contrae matrimonio planeando divorciarse. Pero tu mejor alternativa es meterte en la mente ahora mismo que quieres en el futuro un matrimonio que dure toda la vida.

PARA DIALOGAR
¿Qué tipos de actitudes y acciones puedes poner en práctica que te ayuden algún día a ser una buena pareja matrimonial?

PARA ORAR
Señor, enséñame cómo llevarme bien con los demás y a ser un amigo fiel. Ayúdame a adquirir las habilidades que necesitaré en el futuro si me caso.

PARA HACER
Pídele a uno de tus padres o a un hermano mayor que te ayude a hacer una lista de habilidades sobre las que trabajarás, que te ayuden a ser un amigo y una pareja matrimonial fiel en el futuro.

McDowell, J., & Johnson, K. (2005). Devocionales para la familia. El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano.