Maneras de enseñar a los niños

La formación espiritual del niño

Betty S. de Constance

Parte 1

Una filosofía de enseñanza para la formación espiritual del niño

Capítulo 6

Maneras de enseñar a los niños

a1Un día estaba revisando unos libros sobre educación cristiana y encontré el siguiente comentario del educador Daniel Marsh, quien describe lo que pasa a menudo en el proceso de la educación:

La educación debe hacernos vivir con gusto y exuberancia. Pero mucho de lo que pasa por “educación” quita el asombro hacia la vida y nos coloca en el peligro mortal de ver todo por las cosas nombradas y clasificadas. Tanto de lo que pasa por la educación es el humo de un fuego que no ha hecho otra cosa que consumir la vida. La razón es que muchas veces la educación carece del elemento más importante, una dimensión espiritual. Pero la correcta metodología de la educación, aquella que afirma el concepto espiritual donde hay lugar para Dios, nos llama a despertar de la apatía que adormece el alma.

La religión es un elemento vital en una educación cabal. Agrega un sentido de responsabilidad en la libertad académica. Da aliento a un espíritu de reverencia en la búsqueda de la verdad. Establece un centro de autoridad moral en la vida del individuo. Define valores para la vida. Da validez a lo aburrido y cotidiano. Trae realización plena a la vida junto con una paz dinámica. (Education that is Christian, La educación que es cristiana)

El tema de la educación de los niños es algo sumamente vasto en su alcance. Las observaciones de Marsh enfocan el contraste entre una educación secular y una que es cristiana. En este libro mi enfoque no es sobre la educación secular, pero comparto lo la observación de Marsh, que el proceso de educación puede aplastar el espíritu de investigación y asombro en el niño. ¿Qué diríamos de la educación cristiana que generalmente se lleva a cabo en la iglesia? Temo que con frecuencia, y debido a la falta de una correcta metodología de enseñanza, también reducimos todo a meros datos, nombres y eventos sin permitir la participación del niño en el proceso de descubrimiento entusiasta de las verdades que son relevantes a su propia vida. Una educación que contiene como ingrediente esencial la dimensión espiritual, y que contribuye a la definición de valores y autoridad moral, debe ser un proceso dinámico. Para que esto pueda darse, debemos analizar las maneras cómo el maestro puede tratar a su clase.

La realidad de lo que pasa en el aula

Primero, vamos a imaginarnos la siguiente escena:

Usted, el maestro, ha llegado a la iglesia a horario para el comienzo de la escuela dominical. Durante la semana previa se ha preparado bien y está entusiasmado con poder enseñar la lección. Hay tanto que quiere enseñar que está seguro de que no le van alcanzar los 45 minutos de la clase. Es una lección sobre una sanidad que obró Cristo y tiene muchas aplicaciones para hoy. Usted tiene la esperanza de que los niños se van a portar bien, sin moverse mucho, para que pueda enseñarles correctamente y hacer las aplicaciones sugeridas.

Los alumnos empiezan a llegar y todos parecen estar “eléctricos” de energía. En seguida uno empieza a contar del accidente que tuvo un compañero de la escuela y cómo él vio todo. Cuenta que la ambulancia había venido para llevar al niño al hospital y como, más tarde, él y su familia lo visitaron. Usted quiere empezar la clase pero el alumno sigue contando cómo está vendado y enyesado el compañero. Los demás alumnos escuchan fascinados y todos se ponen a comentar el caso. En eso, otro alumno empieza comentando un accidente que él tuvo. Otra vez usted trata de iniciar la clase pero los alumnos no le están prestando atención. Siguen conversando entre sí. Finalmente, con impaciencia, usted les obliga que se callen. Dejan de hablar pero usted nota que están distraídos, y no ponen atención en lo que está diciendo. Uno de los alumnos más traviesos empieza a hacer muecas para distraer a los demás. Pero valientemente usted sigue adelante dando la lección. Cuando llega a la aplicación, trata de involucrarlos, pero no responden, le miran con ojos vacíos, y usted tiene la sensación de que la lección no ha tenido evidente efecto. Acercándose al final de la hora de clase, todos empiezan a dar muestras de estar ansiosos porque termine la clase.

Usted vuelve a su casa derrotado. ¿De qué valió tanto tiempo y esfuerzo en preparar la clase? No pasó nada. Si hubieran escuchado, ¡cuánto podrían haber aprendido! Se pregunta si vale la pena seguir con esto.

Esta escena es típica de lo que puede pasar con un grupo de niños en la escuela dominical. El hecho de que la clase haya terminado mal no es necesariamente la culpa del maestro, ni tampoco de los alumnos. Lo que falta es una dinámica de clase que pueda sobreponerse a estos imprevistos.

Para entender esto mejor, hay una pregunta que todo maestro debe hacerse. La pregunta es ésta: ¿qué tipo de maestro soy yo? Al contestar la pregunta, hay que reconocer un elemento importante que afecta nuestra manera de enseñar a otros: son las experiencias que hemos tenido nosotros con relación a la enseñanza. Todos tenemos la tendencia de imitar a los modelos que hemos tenido, aun cuando no hayan sido positivos. Esos modelos son lo que conocemos y es difícil pensar en otros. Pero aparte de lo que haya sido nuestro modelo, podemos decir que generalmente existen tres clases de maestros que pueden ser clasificados con tres palabras: los autoritarios, los permisivos y los facilitadores. Por supuesto, estas categorías se sobreponen entre sí. Es decir, ningún maestro puede decir que no tiene de vez en cuando algo de las tres características en su forma de enseñar. Pero para aclarar lo que estas clasificaciones significan, veamos las manifestaciones típicas de cada una de estas formas de enseñanza.

El maestro autoritario

El maestro autoritario tiende a sentirse inseguro en su rol de maestro y por eso necesita dominar la clase. Es importante para él tener todas las respuestas. Se ve a sí mismo más bien en el rol de policía, vigilando para que los niños se porten bien y muestren el debido respeto. Lucha por mantener la atención de sus alumnos, insistiendo en absoluto silencio durante la clase mientras él habla. No le gusta que los alumnos opinen o que hagan preguntas. Se enoja si algún alumno no acepta su punto de vista o está en desacuerdo con su opinión.

El alumno, frente a este tipo de maestro, termina siendo un objeto, un mero muñeco, que recibe lo que el maestro preparó para él, sin gozar del privilegio de responder, reaccionar o, de algún modo, ser protagonista del proceso de aprendizaje. El alumno pronto se aburre o participa de mala gana. Al ser objeto, empieza a hacer cualquier cosa para distraer a sus compañeros o para alborotar a la clase. Si tiene la libertad de elección, probablemente dejará de asistir a la clase.

Este maestro se ha olvidado de que Dios es la única autoridad espiritual y que es Jesucristo quien ocupa el lugar de mediador entre el alumno y Dios (1 Timoteo 2:5). Le hace falta reconocer que su única autoridad como maestro viene como resultado de su sumisión a la obra del Espíritu Santo en su propia vida (Juan 16:13) y a su disposición de servir a sus alumnos. Necesita reconocer que la autoridad no se impone, se gana. Si su propia inseguridad es la que determina su forma de actuar, debería tomar medidas para madurar personalmente. Este tipo de maestro, a la larga, hará que los alumnos reaccionen contra la enseñanza de la Palabra de Dios porque no han tenido la oportunidad de asimilarla de acuerdo con sus propias necesidades. Probablemente abandonarán la iglesia cuando sean adolescentes o jóvenes.

El maestro permisivo

El polo opuesto del maestro autoritario es el permisivo. Esta persona tiene una idea muy equivocada acerca del niño. Cree que el niño carece de la capacidad de entender cosas serias y que su única manera de ser feliz es por la diversión y el juego. Tan es así que ve su función principal con ellos casi como un “animador de fiestas”. Deja de lado el control y la disciplina en su clase y permite que los niños hagan lo que quieran. Sus intentos por enseñar algo son bastante infructuosos, pero eso no le preocupa mucho porque cree que el aprendizaje espiritual ocurrirá por sí solo, aunque quizá no sepa cómo ni cuándo. Los niños no toman en serio al maestro y se aprovechan del tiempo de la clase para hablar entre sí, hacer ruido, tirar cosas, dibujar en las paredes y subirse a los muebles.

Este maestro no se da cuenta de que el niño requiere guía y dirección en su enseñanza espiritual. Si ha de sentirse seguro y gozar de una sensación de logro en lo que está aprendiendo, necesita de un maestro que sepa establecer límites y definir metas. Necesita entender que el amor de Cristo, modelo para todo maestro espiritual, nunca fue un amor permisivo.

Hay personas que terminan siendo maestros permisivos porque no tienen la disciplina de preparar su clase de antemano. Como no tienen la lección preparada ni otras actividades programadas, permiten que la clase se deteriore lentamente con la única esperanza de que lleguen al final de la hora de clase sin mayores problemas o, como dijo un pastor, en cuya iglesia las aulas estaban en el segundo piso: “Sólo quiero que bajen enteros la misma cantidad de niños que subieron.” Tristemente, este tipo de enseñanza desprestigia a la iglesia que lo permite y al maestro que, sin darse cuenta, desestima la formación espiritual del niño. Además, puede producir en el niño un cierto desprecio por la Palabra de Dios porque ve que ni el maestro la toma en serio.

El maestro facilitador

El maestro facilitador, en cambio, ve su función en la clase como la persona que proporciona o dirige el aprendizaje espiritual. Es una persona sensible a las necesidades de los niños que están en su clase. Los ve como individuos en formación y entiende las capacidades y limitaciones de sus distintas etapas de desarrollo. Sus clases tienen metas bien estructuradas pero no rígidas. Se ve a sí mismo como un guía para el aprendizaje de sus alumnos. Reconoce que él mismo tiene lecciones que aprender en su vida espiritual y no se considera mejor que sus alumnos ni los trata con aire de superioridad. Depende del Espíritu Santo para obrar a través de su vida por medio de una estructura definida pero flexible, en la que los niños pueden descubrir verdades bíblicas para sus vidas. Escucha con atención y respeto a sus alumnos pero no pierde de vista los objetivos que tiene en mente para la lección. Su clase se caracteriza por mucha participación de parte de los alumnos, pero es una participación dirigida para canalizar correctamente el aprendizaje de las verdades que se están enseñando. Raras veces tiene problemas de disciplina porque sus clases están estructuradas tomando en cuenta la necesidad de moverse que tienen los niños y el deseo de descubrir las cosas por su cuenta. Sabe que si están ocupados en algo que les interesa, no habrá mayores problemas de conducta.

De las tres maneras de enseñar, es obvio que el maestro facilitador es el que mejor cumple su función porque ve su rol de maestro en forma correcta. Es importante destacar que este maestro ideal debe ser transparente con sus alumnos en cuanto a su propia vida. Su honestidad y vulnerabilidad implica que no aparentará ser lo que no es. A veces tendrá que admitir que no sabe la respuesta a alguna pregunta. A veces tendrá que admitir que se ha equivocado en algo, o tendrá que pedir disculpas por enojarse o por faltarle respeto a alguien, o por haber criticado o haberse burlado de alguien. Los niños suelen ver a sus maestros como personas perfectas. Se desaniman frente a las imperfecciones de sus propias vidas. El maestro necesita mostrarse ante el alumno como una persona que está aprendiendo a vivir como Dios desea, en toda la transparencia que eso requiere. El niño es experto en percibir la hipocresía. Por eso, la capacidad del maestro de admitir un error o de pedir perdón por una falta ayudará para que el niño se dé cuenta de que la vida en Cristo también está a su alcance.

¿Qué clase de maestro es usted? Si se tomara un retrato de su clase, ¿cuál de las tres maneras de enseñanza estaría en evidencia? Nadie puede mejorar sus capacidades como maestro sin antes reconocer las características que pueden impedir un eficiente trabajo de enseñanza. La meta es ser un maestro facilitador y eso es una destreza que se va adquiriendo y mejorando constantemente. ¡Propóngase ser ese tipo de maestro!

Hágase esta pequeña auto-valuación:

1. ¿Qué evidencia ven sus alumnos de que la autoridad de su vida se basa en el señorío de Cristo?

2. ¿Qué evidencia concreta tiene usted de que sus alumnos lo aman y gustan estar en su clase?

3. Haga una lista de los nombres de sus alumnos. ¿Cuánto sabe de cada uno? ¿Conoce a los padres? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿En qué grado está? ¿Ha visitado su casa? Si no puede contestar estas preguntas afirmativamente, haga un compromiso delante del Señor de conocer a fondo a cada uno de sus alumnos lo antes posible. Al hacerlo, escriba una breve descripción de las realidades que vive ese niño en su hogar, en su barrio o en su escuela.

De Constance, B. S. (2004). La formación espiritual del niño (3a edición, pp. 53–59). Buenos Aires, Argentina: Publicaciones Alianza.

Reinado de Azarías

2 Reyes 15-17

Reinado de Azarías

(2 Cr. 26.3-5,16-23)

a115:1  En el año veintisiete de Jeroboam rey de Israel, comenzó a reinar Azarías hijo de Amasías, rey de Judá.

Cuando comenzó a reinar era de dieciséis años, y cincuenta y dos años reinó en Jerusalén; el nombre de su madre fue Jecolías, de Jerusalén.

E hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que su padre Amasías había hecho.

Con todo eso, los lugares altos no se quitaron, porque el pueblo sacrificaba aún y quemaba incienso en los lugares altos.

Mas Jehová hirió al rey con lepra, y estuvo leproso hasta el día de su muerte, y habitó en casa separada, y Jotam hijo del rey tenía el cargo del palacio, gobernando al pueblo.

Los demás hechos de Azarías, y todo lo que hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?

Y durmió Azarías con sus padres, y lo sepultaron con ellos en la ciudad de David, y reinó en su lugar Jotam su hijo.

Reinado de Zacarías

En el año treinta y ocho de Azarías rey de Judá, reinó Zacarías hijo de Jeroboam sobre Israel seis meses.

E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, como habían hecho sus padres; no se apartó de los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel.

10 Contra él conspiró Salum hijo de Jabes, y lo hirió en presencia de su pueblo, y lo mató, y reinó en su lugar.

11 Los demás hechos de Zacarías, he aquí que están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel.

12 Y esta fue la palabra de Jehová que había hablado a Jehú, diciendo: Tus hijos hasta la cuarta generación se sentarán en el trono de Israel. Y fue así.

Reinado de Salum

13 Salum hijo de Jabes comenzó a reinar en el año treinta y nueve de Uzías rey de Judá, y reinó un mes en Samaria;

14 porque Manahem hijo de Gadi subió de Tirsa y vino a Samaria, e hirió a Salum hijo de Jabes en Samaria y lo mató, y reinó en su lugar.

15 Los demás hechos de Salum, y la conspiración que tramó, he aquí que están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel.

16 Entonces Manahem saqueó a Tifsa, y a todos los que estaban en ella, y también sus alrededores desde Tirsa; la saqueó porque no le habían abierto las puertas, y abrió el vientre a todas sus mujeres que estaban encintas.

Reinado de Manahem

17 En el año treinta y nueve de Azarías rey de Judá, reinó Manahem hijo de Gadi sobre Israel diez años, en Samaria.

18 E hizo lo malo ante los ojos de Jehová; en todo su tiempo no se apartó de los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel.

19 Y vino Pul rey de Asiria a atacar la tierra; y Manahem dio a Pul mil talentos de plata para que le ayudara a confirmarse en el reino.

20 E impuso Manahem este dinero sobre Israel, sobre todos los poderosos y opulentos; de cada uno cincuenta siclos de plata, para dar al rey de Asiria; y el rey de Asiria se volvió, y no se detuvo allí en el país.

21 Los demás hechos de Manahem, y todo lo que hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?

22 Y durmió Manahem con sus padres, y reinó en su lugar Pekaía su hijo.

Reinado de Pekaía

23 En el año cincuenta de Azarías rey de Judá, reinó Pekaía hijo de Manahem sobre Israel en Samaria, dos años.

24 E hizo lo malo ante los ojos de Jehová; no se apartó de los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel.

25 Y conspiró contra él Peka hijo de Remalías, capitán suyo, y lo hirió en Samaria, en el palacio de la casa real, en compañía de Argob y de Arie, y de cincuenta hombres de los hijos de los galaaditas; y lo mató, y reinó en su lugar.

26 Los demás hechos de Pekaía, y todo lo que hizo, he aquí que está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel.

Reinado de Peka

27 En el año cincuenta y dos de Azarías rey de Judá, reinó Peka hijo de Remalías sobre Israel en Samaria; y reinó veinte años.

28 E hizo lo malo ante los ojos de Jehová; no se apartó de los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel.

29 En los días de Peka rey de Israel, vino Tiglat-pileser rey de los asirios, y tomó a Ijón, Abel-bet-maaca, Janoa, Cedes, Hazor, Galaad, Galilea, y toda la tierra de Neftalí; y los llevó cautivos a Asiria.

30 Y Oseas hijo de Ela conspiró contra Peka hijo de Remalías, y lo hirió y lo mató, y reinó en su lugar, a los veinte años de Jotam hijo de Uzías.

31 Los demás hechos de Peka, y todo lo que hizo, he aquí que está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel.

Reinado de Jotam

(2 Cr. 27.1-9)

32 En el segundo año de Peka hijo de Remalías rey de Israel, comenzó a reinar Jotam hijo de Uzías rey de Judá.

33 Cuando comenzó a reinar era de veinticinco años, y reinó dieciséis años en Jerusalén. El nombre de su madre fue Jerusa hija de Sadoc.

34 Y él hizo lo recto ante los ojos de Jehová; hizo conforme a todas las cosas que había hecho su padre Uzías.

35 Con todo eso, los lugares altos no fueron quitados, porque el pueblo sacrificaba aún, y quemaba incienso en los lugares altos. Edificó él la puerta más alta de la casa de Jehová.

36 Los demás hechos de Jotam, y todo lo que hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?

37 En aquel tiempo comenzó Jehová a enviar contra Judá a Rezín rey de Siria, y a Peka hijo de Remalías.

38 Y durmió Jotam con sus padres, y fue sepultado con ellos en la ciudad de David su padre, y reinó en su lugar Acaz su hijo.

Reinado de Acaz

(2 Cr. 28.1-27)

16:1  En el año diecisiete de Peka hijo de Remalías, comenzó a reinar Acaz hijo de Jotam rey de Judá.

Cuando comenzó a reinar Acaz era de veinte años, y reinó en Jerusalén dieciséis años; y no hizo lo recto ante los ojos de Jehová su Dios, como David su padre.

Antes anduvo en el camino de los reyes de Israel, y aun hizo pasar por fuego a su hijo, según las prácticas abominables de las naciones que Jehová echó de delante de los hijos de Israel.

Asimismo sacrificó y quemó incienso en los lugares altos, y sobre los collados, y debajo de todo árbol frondoso.

Entonces Rezín rey de Siria y Peka hijo de Remalías, rey de Israel, subieron a Jerusalén para hacer guerra y sitiar a Acaz; mas no pudieron tomarla.

En aquel tiempo el rey de Edom recobró Elat para Edom, y echó de Elat a los hombres de Judá; y los de Edom vinieron a Elat y habitaron allí hasta hoy.

Entonces Acaz envió embajadores a Tiglat-pileser rey de Asiria, diciendo: Yo soy tu siervo y tu hijo; sube, y defiéndeme de mano del rey de Siria, y de mano del rey de Israel, que se han levantado contra mí.

Y tomando Acaz la plata y el oro que se halló en la casa de Jehová, y en los tesoros de la casa real, envió al rey de Asiria un presente.

Y le atendió el rey de Asiria; pues subió el rey de Asiria contra Damasco, y la tomó, y llevó cautivos a los moradores a Kir, y mató a Rezín.

10 Después fue el rey Acaz a encontrar a Tiglat-pileser rey de Asiria en Damasco; y cuando vio el rey Acaz el altar que estaba en Damasco, envió al sacerdote Urías el diseño y la descripción del altar, conforme a toda su hechura.

11 Y el sacerdote Urías edificó el altar; conforme a todo lo que el rey Acaz había enviado de Damasco, así lo hizo el sacerdote Urías, entre tanto que el rey Acaz venía de Damasco.

12 Y luego que el rey vino de Damasco, y vio el altar, se acercó el rey a él, y ofreció sacrificios en él;

13 y encendió su holocausto y su ofrenda, y derramó sus libaciones, y esparció la sangre de sus sacrificios de paz junto al altar.

14 E hizo acercar el altar de bronce que estaba delante de Jehová, en la parte delantera de la casa, entre el altar y el templo de Jehová, y lo puso al lado del altar hacia el norte.

15 Y mandó el rey Acaz al sacerdote Urías, diciendo: En el gran altar encenderás el holocausto de la mañana y la ofrenda de la tarde, y el holocausto del rey y su ofrenda, y asimismo el holocausto de todo el pueblo de la tierra y su ofrenda y sus libaciones; y esparcirás sobre él toda la sangre del holocausto, y toda la sangre del sacrificio. El altar de bronce será mío para consultar en él.

16 E hizo el sacerdote Urías conforme a todas las cosas que el rey Acaz le mandó.

17 Y cortó el rey Acaz los tableros de las basas, y les quitó las fuentes; y quitó también el mar de sobre los bueyes de bronce que estaban debajo de él, y lo puso sobre el suelo de piedra.

18 Asimismo el pórtico para los días de reposo,[a] que habían edificado en la casa, y el pasadizo de afuera, el del rey, los quitó del templo de Jehová, por causa del rey de Asiria.

19 Los demás hechos que puso por obra Acaz, ¿no están todos escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?

20 Y durmió el rey Acaz con sus padres, y fue sepultado con ellos en la ciudad de David, y reinó en su lugar su hijo Ezequías.

Caída de Samaria y cautiverio de Israel

17:1 En el año duodécimo de Acaz rey de Judá, comenzó a reinar Oseas hijo de Ela en Samaria sobre Israel; y reinó nueve años.

E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, aunque no como los reyes de Israel que habían sido antes de él.

Contra éste subió Salmanasar rey de los asirios; y Oseas fue hecho su siervo, y le pagaba tributo.

Mas el rey de Asiria descubrió que Oseas conspiraba; porque había enviado embajadores a So, rey de Egipto, y no pagaba tributo al rey de Asiria, como lo hacía cada año; por lo que el rey de Asiria le detuvo, y le aprisionó en la casa de la cárcel.

Y el rey de Asiria invadió todo el país, y sitió a Samaria, y estuvo sobre ella tres años.

En el año nueve de Oseas, el rey de Asiria tomó Samaria, y llevó a Israel cautivo a Asiria, y los puso en Halah, en Habor junto al río Gozán, y en las ciudades de los medos.

Porque los hijos de Israel pecaron contra Jehová su Dios, que los sacó de tierra de Egipto, de bajo la mano de Faraón rey de Egipto, y temieron a dioses ajenos,

y anduvieron en los estatutos de las naciones que Jehová había lanzado de delante de los hijos de Israel, y en los estatutos que hicieron los reyes de Israel.

Y los hijos de Israel hicieron secretamente cosas no rectas contra Jehová su Dios, edificándose lugares altos en todas sus ciudades, desde las torres de las atalayas hasta las ciudades fortificadas,

10 y levantaron estatuas e imágenes de Asera en todo collado alto, y debajo de todo árbol frondoso,

11 y quemaron allí incienso en todos los lugares altos, a la manera de la naciones que Jehová había traspuesto de delante de ellos, e hicieron cosas muy malas para provocar a ira a Jehová.

12 Y servían a los ídolos, de los cuales Jehová les había dicho: Vosotros no habéis de hacer esto.

13 Jehová amonestó entonces a Israel y a Judá por medio de todos los profetas y de todos los videntes, diciendo: Volveos de vuestros malos caminos, y guardad mis mandamientos y mis ordenanzas, conforme a todas las leyes que yo prescribí a vuestros padres, y que os he enviado por medio de mis siervos los profetas.

14 Mas ellos no obedecieron, antes endurecieron su cerviz, como la cerviz de sus padres, los cuales no creyeron en Jehová su Dios.

15 Y desecharon sus estatutos, y el pacto que él había hecho con sus padres, y los testimonios que él había prescrito a ellos; y siguieron la vanidad, y se hicieron vanos, y fueron en pos de las naciones que estaban alrededor de ellos, de las cuales Jehová les había mandado que no hiciesen a la manera de ellas.

16 Dejaron todos los mandamientos de Jehová su Dios, y se hicieron imágenes fundidas de dos becerros, y también imágenes de Asera, y adoraron a todo el ejército de los cielos, y sirvieron a Baal;

17 e hicieron pasar a sus hijos y a sus hijas por fuego; y se dieron a adivinaciones y ag:ueros, y se entregaron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová, provocándole a ira.

18 Jehová, por tanto, se airó en gran manera contra Israel, y los quitó de delante de su rostro; y no quedó sino sólo la tribu de Judá.

19 Mas ni aun Judá guardó los mandamientos de Jehová su Dios, sino que anduvieron en los estatutos de Israel, los cuales habían ellos hecho.

20 Y desechó Jehová a toda la descendencia de Israel, y los afligió, y los entregó en manos de saqueadores, hasta echarlos de su presencia.

21 Porque separó a Israel de la casa de David, y ellos hicieron rey a Jeroboam hijo de Nabat; y Jeroboam apartó a Israel de en pos de Jehová, y les hizo cometer gran pecado.

22 Y los hijos de Israel anduvieron en todos los pecados de Jeroboam que él hizo, sin apartarse de ellos,

23 hasta que Jehová quitó a Israel de delante de su rostro, como él lo había dicho por medio de todos los profetas sus siervos; e Israel fue llevado cautivo de su tierra a Asiria, hasta hoy.

Asiria puebla de nuevo a Samaria

24 Y trajo el rey de Asiria gente de Babilonia, de Cuta, de Ava, de Hamat y de Sefarvaim, y los puso en las ciudades de Samaria, en lugar de los hijos de Israel; y poseyeron a Samaria, y habitaron en sus ciudades.

25 Y aconteció al principio, cuando comenzaron a habitar allí, que no temiendo ellos a Jehová, envió Jehová contra ellos leones que los mataban.

26 Dijeron, pues, al rey de Asiria: Las gentes que tú trasladaste y pusiste en las ciudades de Samaria, no conocen la ley del Dios de aquella tierra, y él ha echado leones en medio de ellos, y he aquí que los leones los matan, porque no conocen la ley del Dios de la tierra.

27 Y el rey de Asiria mandó, diciendo: Llevad allí a alguno de los sacerdotes que trajisteis de allá, y vaya y habite allí, y les enseñe la ley del Dios del país.

28 Y vino uno de los sacerdotes que habían llevado cautivo de Samaria, y habitó en Bet-el, y les enseñó cómo habían de temer a Jehová.

29 Pero cada nación se hizo sus dioses, y los pusieron en los templos de los lugares altos que habían hecho los de Samaria; cada nación en su ciudad donde habitaba.

30 Los de Babilonia hicieron a Sucot-benot, los de Cuta hicieron a Nergal, y los de Hamat hicieron a Asima.

31 Los aveos hicieron a Nibhaz y a Tartac, y los de Sefarvaim quemaban sus hijos en el fuego para adorar a Adramelec y a Anamelec, dioses de Sefarvaim.

32 Temían a Jehová, e hicieron del bajo pueblo sacerdotes de los lugares altos, que sacrificaban para ellos en los templos de los lugares altos.

33 Temían a Jehová, y honraban a sus dioses, según la costumbre de las naciones de donde habían sido trasladados.

34 Hasta hoy hacen como antes: ni temen a Jehová, ni guardan sus estatutos ni sus ordenanzas, ni hacen según la ley y los mandamientos que prescribió Jehová a los hijos de Jacob, al cual puso el nombre de Israel;

35 con los cuales Jehová había hecho pacto, y les mandó diciendo: No temeréis a otros dioses, ni los adoraréis, ni les serviréis, ni les haréis sacrificios.

36 Mas a Jehová, que os sacó de tierra de Egipto con grande poder y brazo extendido, a éste temeréis, y a éste adoraréis, y a éste haréis sacrificio.

37 Los estatutos y derechos y ley y mandamientos que os dio por escrito, cuidaréis siempre de ponerlos por obra, y no temeréis a dioses ajenos.

38 No olvidaréis el pacto que hice con vosotros, ni temeréis a dioses ajenos;

39 mas temed a Jehová vuestro Dios, y él os librará de mano de todos vuestros enemigos.

40 Pero ellos no escucharon; antes hicieron según su costumbre antigua.

41 Así temieron a Jehová aquellas gentes, y al mismo tiempo sirvieron a sus ídolos; y también sus hijos y sus nietos, según como hicieron sus padres, así hacen hasta hoy.

Footnotes:

  1. 2 Reyes 16:18 Aquí equivale a sábado.
Reina-Valera 1960 (RVR1960)Copyright © 1960 by American Bible Society

La lucha por el poder

Abril 10

La lucha por el poder

Lectura bíblica: 1 Corintios 15:24–28

Pero cuando aquél le ponga en sujeción todas las cosas, entonces el Hijo mismo también será sujeto al que le sujetó todas las cosas, para que Dios sea el todo en todos. 1 Corintios 15:28

a1Cuando un poderoso rey en una pequeña isla del Pacífico Sur se enteró de que sus enemigos en una isla distante planeaban un ataque con sus canoas guerreras, decidió no sólo defender su vida sino también su posesión más valiosa: un enorme trono de oro que se encontraba en el centro de su choza de paja. Así que el rey llamó a miles de guerreros, los armó con lanzas y los posicionó alrededor de su choza. Estaba seguro de que el ejército enemigo no podría atravesar su baluarte.
Pero, por las dudas, el rey decidió esconder su trono de oro. La noche antes de que esperaban la llegada de las canoas enemigas, hizo que sus guerreros más fornidos levantaran el trono de 2.000 kg y lo colocaran en los travesaños de madera de su choza y lo cubrieran de paja. Con su ejército afuera, y su trono bien escondido, el rey se acostó sobre su tapete y se quedó dormido.
Durante la noche, los guerreros del rey se despertaron por un fuerte ruido que procedía de la choza de paja del rey. Muy apurados entraron en ella para encontrarse con que los travesaños habían cedido por el peso, y el trono se había caído al suelo encima del rey. El rey, que había planeado tan bien su defensa, estaba muerto.
¿La moraleja del cuento? “Los que viven en chozas de paja no deben guardar tronos en los travesaños!”. ¡Ay! Parecido al antiguo proverbio que dice que “los que viven en casas de cristal no deben arrojar piedras”. No obstante, este cuento nos enseña que aun los más poderosos del mundo no pueden ejercer control sobre todo. Piénsalo:

• Bill Gates, el cofundador de Microsoft, es uno de los hombres más ricos del mundo, pero no puede comprar una curación para el cáncer.
• Los presidentes de las naciones tienen el máximo poder en sus países pero no pueden erradicar la pobreza.
• El Secretario General de las Naciones Unidas no puede evitar las guerras.

Existe una sola autoridad suprema en toda la creación: Dios. Ninguna cosa, ni ninguna persona tiene el poder, la sabiduría ni la riqueza que él tiene.
La resurrección es prueba de que Dios es soberano de la vida al igual que de la muerte. Cuando te sumas a la familia de Dios por medio de confiar en Cristo, ¡te conviertes en el hijo de la persona más poderosa del universo!

PARA DIALOGAR
¿Existe algo que el Dios de la vida y de la muerte no pueda hacer? ¿Tienen algún problema que él no los pueda ayudar a superar? Por supuesto que no, ¡la resurrección fue prueba de ello!

PARA ORAR
Señor, gracias porque eres tan grande que puedes encargarte de todos los problemas que hoy enfrentamos. Usa el poder de tu resurrección para fortalecernos.

PARA HACER
¿Tienes algún amigo que enfrenta un problema? ¿Cómo puedes ayudarle a confiar en Dios?

McDowell, J., & Johnson, K. (2005). Devocionales para la familia. El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano.