La preparación espiritual del maestro

La formación espiritual del niño

Betty S. de Constance

Parte 1

Una filosofía de enseñanza para la formación espiritual del niño

Capítulo 5

La preparación espiritual del maestro

a1Al encarar el tema de la preparación espiritual del maestro se supone que hay una condición previa a la tarea de enseñanza en sí: la evaluación de la vida espiritual de la persona que desea enseñar a otros. Para ser más claro, el punto de partida para poder enseñar y guiar la vida espiritual de otro es un examen cuidadoso de la vida propia. Yo vengo a este tema con humildad y temor. San Pablo lo expresa bien al decir: “… lleven a cabo su salvación con temor y temblor, pues Dios es quien produce en ustedes, tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad” (Filipenses 2:12, 13, NVI). No puedo menos que hacerme la pregunta: ¿Qué derecho tengo yo de opinar sobre algo tan personal como es la forma en la cual uno se prepara espiritualmente para su tarea? ¿Se puede establecer cierta cantidad de oración o ciertas horas de estudio que hacen falta como para poder decir al terminarlo: “Estoy preparado”? ¿Cuántos cursos hay que tomar, cuántos libros se deben leer y a cuántos talleres se debe asistir para tener el derecho de decir que uno ha satisfecho las demandas de una preparación adecuada? Yo creo que para todos nosotros que enseñamos la Biblia, está claro que uno nunca acaba de prepararse espiritualmente. Se han escrito muchos libros sobre el tema de la preparación espiritual del maestro, y sin embargo, queda todavía mucho que se podría decir.

Me atrevo a enfocar dos áreas básicas que demandan una evaluación personal porque afectan a todo lo que hace el maestro en lo que se refiere a la preparación espiritual. Estas áreas son señaladas por el mismo Señor Jesús en palabras sorprendentes y fuertes cuando dijo en cierta ocasión: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?’ Entonces les diré claramente: ‘Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!’ ” (Mateo 7:21–23, NVI). Encuentro en estas palabras dos elementos fundamentales para la vida espiritual del que quiere servir al Señor.

¿Cuál es la motivación de nuestro servicio?

El primer elemento tiene que ver con la motivación que nos impulsa en el servicio para Dios. Aparentemente, estos siervos habían gozado de cierto éxito en su labor para el Señor. ¿A quién no le gustaría señalar como prueba de su efectividad en el ministerio milagros realizados, profecías cumplidas y demonios expulsados? Sin embargo, a pesar de haberlo hecho “en su nombre”, su labor no agradó al Señor. Era lo mismo que si no lo hubieran hecho. Quiere decir, entonces, que a pesar de sus aparentes éxitos, lo que hicieron no fue para la gloria de Dios. ¿Por qué? ¿Hay que suponer que sus motivaciones en hacer lo que habían hecho estaban equivocadas? Quizás lo hacían para quedar bien con otros; quizás para alcanzar reconocimiento y fama; quizás para lograr cierto poder y control sobre la vida de otros; o quizás para cumplir con las expectativas de otros sobre sus dones y capacidades. La lista de sus posibles motivaciones se alarga hasta donde alcanza el egoísmo del hombre. El hecho de que sus motivaciones no eran correctas hizo que su trabajo, hecho seguramente con gran esfuerzo y sacrificio, quedara descalificado por el Señor. Y no solamente descalificado, sino que recibieron adicionalmente la condena del Señor que los llama “hacedores de maldad”.

Como maestros de la Palabra de Dios debemos escudriñar constantemente las motivaciones que nos llevan a cumplir con tan importante tarea. Si la crítica injusta de parte de algún padre o aun del pastor de la iglesia nos puede tirar abajo anímicamente, lo primero que debemos examinar son las motivaciones. “¿Para quién estoy trabajando?” Si no podemos contestar esta pregunta y decir con convicción “¡Para el Señor!”, ya sabemos cuál es el problema, por lo menos en parte. Aun cuando tenemos bien en claro para quién trabajamos, debemos examinar la otra faceta de nuestra labor con la pregunta: “¿Por qué lo estoy haciendo?” La respuesta correcta debe verse a la luz de la motivación que más agrada al Señor: “Porque Dios es justo, y no olvidará lo que ustedes han hecho y el amor que le han mostrado al ayudar a los hermanos en la fe, como aún lo están haciendo” (Hebreos 6:10,VP). Él quiere ver nuestro trabajo como una expresión de amor hacia él. Esto es lo que nos debe motivar en todo lo que hacemos. La canción lo expresa muy bien: “Yo te sirvo porque te amo.” No porque el pastor me lo pide, o porque hacen falta maestros, o porque al hacerlo me gano cierto mérito. La única motivación correcta es la de servir a Dios porque lo amamos. Entonces podemos entrar en el aula de clase, escuchar el bullicio de los niños y decir en el corazón: “Te ofrezco esta hora de clase, Señor, como expresión de mi amor por ti.” Esto transformará completamente la tarea que hacemos.

Uno de los resultados de estar correctamente motivados es que nos vemos impulsados a poner más empeño en lo que hacemos. Cumplimos con nuestro deber, no porque nos estén controlando, sino porque el Señor es digno de lo mejor que le podemos ofrecer. Si mi clase es una ofrenda de amor al Señor, quiero que sea la mejor clase posible. Haré el compromiso de llegar a tiempo, y de estar bien preparado y de buen humor, porque quiero que mi trabajo sea una ofrenda de amor para él. Ser motivado por amor también crea en mí un espíritu de humildad. No puedo menos que comparar lo poco que le ofrezco con lo mucho que él hace por mí. Llego a entender cuál es la única razón legítima para mi trabajo. Es para él. Jesús dijo: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí” (Mateo 25:40,NVI). De esta manera, entonces, nuestro trabajo se transforma en algo hermoso y de eterno valor, aun cuando sea hecho en el aula más pequeña de la iglesia más insignificante, con los alumnos menos agradecidos y el superintendente o pastor más exigente. Todo lo que hacemos es, al final, ¡para él!

¿Cuál es la relación que tenemos con el Señor?

El otro elemento fundamental enfocado en Mateo 7:23 tiene que ver con la relación que el individuo lleva con el Señor. Aquellos siervos lo habían llamado siempre “Señor” pero, para su sorpresa, escucharon atónitos sus palabras de rechazo: “Nunca los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!” Es necesario suponer que nunca existió una relación sincera ni profunda entre ellos y el Señor. No se habían relacionado con él en un correcto sentido espiritual. Sin lugar a duda, podemos decir que el Señor da mucha más importancia a nuestra intimidad con él que a nuestra actividad por él. Después de todo, si la actividad no surge de la relación, lo estamos haciendo en nuestras propias fuerzas. Como discípulos de Cristo, nuestra “razón de ser” es llegar a conocerlo íntimamente. Es la única relación que puede satisfacer todos los anhelos del alma para sentirse uno amado y aceptado de veras. Es en esa relación de intimidad donde encontramos nuestra verdadera identidad y donde sentimos la seguridad de saber que somos de gran valor como personas. Es allí donde descubrimos la transformación que obra su perdón en nosotros y donde vamos entendiendo el alcance de su gracia. Por esa relación somos capacitados para amar, perdonar y aceptar a otros como son. Sin esta relación, todo lo que hacemos será nada más que “madera, heno y paja” (1 Corintios 3:12).

¿Cómo hace el maestro para profundizar más su relación con el Señor? Lamentablemente, establecer requisitos sobre esto sería tan difícil como tratar de reglamentar la expresión afectiva de una pareja de novios o de casados. No hay fórmulas ni recetas para lograr intimidad con el Señor. Sin embargo, una cosa puedo decir: nuestra relación con el Señor se profundiza de la misma manera que las relaciones humanas: dedicando tiempo para estar juntos, dialogando siempre y compartiendo las circunstancias, sean buenas y malas. La esencia de una relación entre dos personas es el diálogo, y sin ello la relación nunca ha de florecer.

Nuestro diálogo con el Señor se hace mediante la oración y el estudio de su Palabra. Todos hemos escuchado esto muchísimas veces. Sabemos que debemos estudiar sistemáticamente la Palabra y orar en forma específica y regular por diferentes motivos. Esto requiere una disciplina en cuanto a método y horario, es decir, un plan de acción en cuanto al estudio de la Palabra y una hora establecida para dedicarnos a ello. Generalmente llamamos a esta disciplina “el tiempo devocional”. Pero con frecuencia caemos en uno de dos extremos: o dejamos de hacerlo por las urgentes demandas de la vida; o caemos en el peligro de cumplir tan rígidamente con esta disciplina que llega a ser una obligación árida y sin vida. Cuando fallamos en su cumplimiento, nos sentimos culpables. Y cuando lo hacemos “a regañadientes” nos roba el gozo de nutrir nuestra relación de amor con el Señor y, desanimados, nos sentimos alejados de su presencia. Este sentimiento triste se puede comparar al de la joven que escucha decir a su novio que le pesa la obligación de estar periódicamente con ella.

Esta situación tan humana y real puede ser cambiada. Empieza con admitir la frustración y desánimo que han producido los muchos fracasos en tratar de ser constante en la lectura de la Palabra y en la oración. Pero se restituye cuando reconozco que el diálogo que trae deleite es aquel al cual se entra con ganas. Aunque el Señor no participa audiblemente en ese diálogo, en mi espíritu siento su presencia, que es como un diálogo silencioso. Él me habla por su Palabra; yo le hablo por la oración. Al practicar este diálogo de amor, fomento una relación de intimidad con el Señor.

Una práctica saludable es utilizar varios medios (las grabaciones de música cristiana, libros con la letra de los himnos y coros, las guías devocionales, etcétera.), para ayudarnos a encontrar una adecuada expresión de nuestro amor hacia él. En la lectura de la Biblia debemos buscar intensamente todo lo que el Señor nos pueda decir sobre su amor por nosotros, sobre su persona, y sobre su obra eterna a nuestro favor. Debemos formar el hábito de hablar con él sobre nuestra realidad: las debilidades y tentaciones, las reacciones negativas hacia otros, el orgullo, los fracasos morales y espirituales, los conflictos persistentes en el ámbito de familia, la falta de recursos económicos y el sufrimiento físico y emocional. Es en esta actitud de vulnerabilidad y transparencia donde el Espíritu de Dios nos señala nuestros pecados y donde, quebrantados y arrepentidos, encontramos el perdón. Precisamente, parte de la comunión íntima es poder llevarle al Señor los pedazos rotos de nuestras vidas y saber esperar su restauración y sanidad.

Cuando entramos en esta comunión íntima con el Señor, el Espíritu Santo comienza a despertar en nosotros hambre y sed por su Palabra y por su persona. De pronto estamos viendo nuestras circunstancias y obligaciones con otra perspectiva, una perspectiva donde descansamos en la bondad de Dios y buscamos entender cómo podemos glorificarle en el lugar donde nos ha puesto. Con esa actitud encontramos fuerzas para aceptar lo que él ha permitido en nuestras vidas y donde aprendemos a orar “sea hecha tu voluntad, no la mía”. Empezamos a ver que su amor empieza a fluir a través de nosotros hacia los demás. En esta relación de más intimidad con el Señor nuestro corazón empieza a sentir su compasión por las personas que estamos tratando de ayudar. Sumándolo todo, podemos decir que al buscar esa relación de amor con el Señor, el maestro logra la preparación previa e indispensable para enseñar la Palabra de Dios. Entonces empezamos a darnos cuenta lo que significa la frase: “…no es en vano el trabajo que hacen en unión con el Señor” (1 Corintios 15:58, VP).

Al profundizar esta relación, nos damos cuenta de otra importante verdad: lo que hacemos para el Señor nunca debe ser hecho en nuestras propias fuerzas. Si así lo hacemos, pronto hemos de desanimarnos y cansarnos. Su plan para que la Palabra tome vida es que los maestros ejemplifiquen lo que enseñan. Es decir, el maestro debe mostrar las virtudes del amor, la misericordia y el perdón, entre otras, a través de su vida. Lo que Dios desea es “hablar sus palabras” a los alumnos usando la vida del maestro. Él quiere tocar con amor vidas carentes de afecto y lo quiere hacer a través de nuestras acciones, actitudes y palabras, dando realidad en carne a su amor en nosotros. Él quiere hacer posible que otros vean la realidad de las palabras del apóstol Pablo: “Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2:20, VP).

Por lo tanto, es sobre la base de una correcta motivación y una íntima relación con el Señor que asumimos la tarea privilegiada de enseñar la Palabra de Dios. Todo lo que hacemos como maestros es parte de un proceso. La tarea de preparar la lección es parte de ese proceso y una manera concreta de mostrar mi obediencia al Señor mientras, a la vez, aprendo nuevas verdades que afectan mi vida. Dar la clase sirve como una forma de acercarme más a los alumnos. Mi trabajo para Dios vuelve a él en los resultados que mi enseñanza tendrá en la vida de los alumnos. Es un círculo que nunca termina: recibo inspiración y guía del Señor, que luego vuelco en mi clase, para que mis alumnos aprendan a amar y a obedecer al Señor quien, a la vez, ha de inspirar y guiar sus vidas. Nunca termina este proceso ni tampoco termina jamás mi preparación espiritual.

La hermosa oración de Pablo en Efesios 3:16–21 debe ser una realidad en la vida de cada uno que nos llamamos maestros de la Palabra de Dios: “Le pido al Padre que, por medio del Espíritu y con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser, para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios. Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros, ¡a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos! Amén.”

De Constance, B. S. (2004). La formación espiritual del niño (3a edición, pp. 45–51). Buenos Aires, Argentina: Publicaciones Alianza.

A TODOS ATRAERÉ A MÍ MISMO

A TODOS ATRAERÉ A MÍ MISMO

Pablo Martini
Programa No. 2016-04-09

a1Las palabras de Jesús a los suyos al anunciarles su muerte cercana tuvieron diferentes matices y diferentes momentos. Es como si se los hubiese querido dejar bien en claro para que cuando suceda no les tome por sorpresa, pero a la vez trató de hacerles el menor daño psicológico posible.

Debemos comprender que lo que les estaba anunciando no era fácil de digerir, pero era necesario. Por eso, en una de esas tantas ocasiones, les dijo: “Os conviene que yo me vaya.” En el evangelio según lo narra San Juan, Jesús dijo: “Y Yo, si fuere levantado de la tierra (como sucedió en la cruz), a todos atraeré a mí mismo.” Me preguntaba: ¿Qué es lo que hoy atrae a todos a la iglesia? ¿Se cumple el deseo del Mesías sufriente de que sea su cruz el centro de atracción? Algún “pastor” convencional de hoy en día me respondería: “Mirá Pablo, es un poco delicado hoy hablar de la cruz sangrienta en términos absolutos. La gente de nuestro tiempo viene cargada de problemas y tenemos que ser cautelosos en presentarle a un Cristo sufriente ya a un cristianismo con forma de cruz.

Ellos necesitan otro tipo de mensaje.” Entonces, manipulados por cierto asesor de imagen proveniente del mismo infierno, hoy se ha cambiado la parte sacrificial del evangelio de Jesús, se le ha dado cierto tratamiento cosmético al pecado y se ha logrado un producto que salta al mercado de las almas necesitadas de alivio con promesas de prosperidad, bendición, placer y cultos entretenidos. Miles y miles de persona se agolpan en lujosos templos con amplios parqueaderos, ujieres elegantemente vestidos que te reciben con una amplia sonrisa, te regalan un sobre que luego sabrás para qué se usa, te sientan en cómodas butacas y… ¡A disfrutar del show! Unas horas de estimulación auditiva, algo de danza, y un desfile de experiencias y milagros en el escenario que transmiten confianza y te motivan a poner tu ofrenda en aquel sobrecito para recibir la bendición.

¿Y la Cruz de Cristo? ¿Y el Cristo de la cruz?… No en vano, la primer pregunta que Jesús hizo a los que se disponían a seguirle en el primer capítulo del mismo evangelio fue: ¿QUÉ BUSCÁIS AL SEGUIRME?

PENSAMIENTO DEL DÍA:

Si lo que te atrae a la iglesia no es el Cristo de la Cruz muy pronto te desilusionarás con la iglesia.

Atalía usurpa el trono

2 Reyes 11-14

Atalía usurpa el trono

(2 Cr. 22.10–23.21)

a111:1  Cuando Atalía madre de Ocozías vio que su hijo era muerto, se levantó y destruyó toda la descendencia real.

Pero Josaba hija del rey Joram, hermana de Ocozías, tomó a Joás hijo de Ocozías y lo sacó furtivamente de entre los hijos del rey a quienes estaban matando, y lo ocultó de Atalía, a él y a su ama, en la cámara de dormir, y en esta forma no lo mataron.

Y estuvo con ella escondido en la casa de Jehová seis años; y Atalía fue reina sobre el país.

Mas al séptimo año envió Joiada y tomó jefes de centenas, capitanes, y gente de la guardia, y los metió consigo en la casa de Jehová, e hizo con ellos alianza, juramentándolos en la casa de Jehová; y les mostró el hijo del rey.

Y les mandó diciendo: Esto es lo que habéis de hacer: la tercera parte de vosotros tendrá la guardia de la casa del rey el día de reposo.[a]

Otra tercera parte estará a la puerta de Shur, y la otra tercera parte a la puerta del postigo de la guardia; así guardaréis la casa, para que no sea allanada.

Mas las dos partes de vosotros que salen el día de reposo[b] tendréis la guardia de la casa de Jehová junto al rey.

Y estaréis alrededor del rey por todos lados, teniendo cada uno sus armas en las manos; y cualquiera que entrare en las filas, sea muerto. Y estaréis con el rey cuando salga, y cuando entre.

Los jefes de centenas, pues, hicieron todo como el sacerdote Joiada les mandó; y tomando cada uno a los suyos, esto es, los que entraban el día de reposo[c] y los que salían el día de reposo,[d] vinieron al sacerdote Joiada.

10 Y el sacerdote dio a los jefes de centenas las lanzas y los escudos que habían sido del rey David, que estaban en la casa de Jehová.

11 Y los de la guardia se pusieron en fila, teniendo cada uno sus armas en sus manos, desde el lado derecho de la casa hasta el lado izquierdo, junto al altar y el templo, en derredor del rey.

12 Sacando luego Joiada al hijo del rey, le puso la corona y el testimonio, y le hicieron rey ungiéndole; y batiendo las manos dijeron: !!Viva el rey!

13 Oyendo Atalía el estruendo del pueblo que corría, entró al pueblo en el templo de Jehová.

14 Y cuando miró, he aquí que el rey estaba junto a la columna, conforme a la costumbre, y los príncipes y los trompeteros junto al rey; y todo el pueblo del país se regocijaba, y tocaban las trompetas. Entonces Atalía, rasgando sus vestidos, clamó a voz en cuello: !!Traición, traición!

15 Mas el sacerdote Joiada mandó a los jefes de centenas que gobernaban el ejército, y les dijo: Sacadla fuera del recinto del templo, y al que la siguiere, matadlo a espada. (Porque el sacerdote dijo que no la matasen en el templo de Jehová.)

16 Le abrieron, pues, paso; y en el camino por donde entran los de a caballo a la casa del rey, allí la mataron.

17 Entonces Joiada hizo pacto entre Jehová y el rey y el pueblo, que serían pueblo de Jehová; y asimismo entre el rey y el pueblo.

18 Y todo el pueblo de la tierra entró en el templo de Baal, y lo derribaron; asimismo despedazaron enteramente sus altares y sus imágenes, y mataron a Matán sacerdote de Baal delante de los altares. Y el sacerdote puso guarnición sobre la casa de Jehová.

19 Después tomó a los jefes de centenas, los capitanes, la guardia y todo el pueblo de la tierra, y llevaron al rey desde la casa de Jehová, y vinieron por el camino de la puerta de la guardia a la casa del rey; y se sentó el rey en el trono de los reyes.

20 Y todo el pueblo de la tierra se regocijó, y la ciudad estuvo en reposo, habiendo sido Atalía muerta a espada junto a la casa del rey.

21 Era Joás de siete años cuando comenzó a reinar.

Reinado de Joás de Judá

(2 Cr. 24.1-27)

12:1  En el séptimo año de Jehú comenzó a reinar Joás, y reinó cuarenta años en Jerusalén. El nombre de su madre fue Sibia, de Beerseba.

Y Joás hizo lo recto ante los ojos de Jehová todo el tiempo que le dirigió el sacerdote Joiada.

Con todo eso, los lugares altos no se quitaron, porque el pueblo aún sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos.

Y Joás dijo a los sacerdotes: Todo el dinero consagrado que se suele traer a la casa de Jehová, el dinero del rescate de cada persona según está estipulado, y todo el dinero que cada uno de su propia voluntad trae a la casa de Jehová,

recíbanlo los sacerdotes, cada uno de mano de sus familiares, y reparen los portillos del templo dondequiera que se hallen grietas.

Pero en el año veintitrés del rey Joás aún no habían reparado los sacerdotes las grietas del templo.

Llamó entonces el rey Joás al sumo sacerdote Joiada y a los sacerdotes, y les dijo: ¿Por qué no reparáis las grietas del templo? Ahora, pues, no toméis más el dinero de vuestros familiares, sino dadlo para reparar las grietas del templo.

Y los sacerdotes consintieron en no tomar más dinero del pueblo, ni tener el cargo de reparar las grietas del templo.

Mas el sumo sacerdote Joiada tomó un arca e hizo en la tapa un agujero, y la puso junto al altar, a la mano derecha así que se entra en el templo de Jehová; y los sacerdotes que guardaban la puerta ponían allí todo el dinero que se traía a la casa de Jehová.

10 Y cuando veían que había mucho dinero en el arca, venía el secretario del rey y el sumo sacerdote, y contaban el dinero que hallaban en el templo de Jehová, y lo guardaban.

11 Y daban el dinero suficiente a los que hacían la obra, y a los que tenían a su cargo la casa de Jehová; y ellos lo gastaban en pagar a los carpinteros y maestros que reparaban la casa de Jehová,

12 y a los albañiles y canteros; y en comprar la madera y piedra de cantería para reparar las grietas de la casa de Jehová, y en todo lo que se gastaba en la casa para repararla.

13 Mas de aquel dinero que se traía a la casa de Jehová, no se hacían tazas de plata, ni despabiladeras, ni jofainas, ni trompetas; ni ningún otro utensilio de oro ni de plata se hacía para el templo de Jehová;

14 porque lo daban a los que hacían la obra, y con él reparaban la casa de Jehová.

15 Y no se tomaba cuenta a los hombres en cuyas manos el dinero era entregado, para que ellos lo diesen a los que hacían la obra; porque lo hacían ellos fielmente.

16 El dinero por el pecado, y el dinero por la culpa, no se llevaba a la casa de Jehová; porque era de los sacerdotes.

17 Entonces subió Hazael rey de Siria, y peleó contra Gat, y la tomó. Y se propuso Hazael subir contra Jerusalén;

18 por lo cual tomó Joás rey de Judá todas las ofrendas que habían dedicado Josafat y Joram y Ocozías sus padres, reyes de Judá, y las que él había dedicado, y todo el oro que se halló en los tesoros de la casa de Jehová y en la casa del rey, y lo envió a Hazael rey de Siria; y él se retiró de Jerusalén.

19 Los demás hechos de Joás, y todo lo que hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?

20 Y se levantaron sus siervos, y conspiraron en conjuración, y mataron a Joás en la casa de Milo, cuando descendía él a Sila;

21 pues Josacar hijo de Simeat y Jozabad hijo de Somer, sus siervos, le hirieron, y murió. Y lo sepultaron con sus padres en la ciudad de David, y reinó en su lugar Amasías su hijo.

Reinado de Joacaz

13:1  En el año veintitrés de Joás hijo de Ocozías, rey de Judá, comenzó a reinar Joacaz hijo de Jehú sobre Israel en Samaria; y reinó diecisiete años.

E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, y siguió en los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel; y no se apartó de ellos.

Y se encendió el furor de Jehová contra Israel, y los entregó en mano de Hazael rey de Siria, y en mano de Ben-adad hijo de Hazael, por largo tiempo.

Mas Joacaz oró en presencia de Jehová, y Jehová lo oyó; porque miró la aflicción de Israel, pues el rey de Siria los afligía.

(Y dio Jehová salvador a Israel, y salieron del poder de los sirios; y habitaron los hijos de Israel en sus tiendas, como antes.

Con todo eso, no se apartaron de los pecados de la casa de Jeroboam, el que hizo pecar a Israel; en ellos anduvieron; y también la imagen de Asera permaneció en Samaria.)

Porque no le había quedado gente a Joacaz, sino cincuenta hombres de a caballo, diez carros, y diez mil hombres de a pie; pues el rey de Siria los había destruido, y los había puesto como el polvo para hollar.

El resto de los hechos de Joacaz, y todo lo que hizo, y sus valentías, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?

Y durmió Joacaz con sus padres, y lo sepultaron en Samaria, y reinó en su lugar Joás su hijo.

Reinado de Joás de Israel

10 El año treinta y siete de Joás rey de Judá, comenzó a reinar Joás hijo de Joacaz sobre Israel en Samaria; y reinó dieciséis años.

11 E hizo lo malo ante los ojos de Jehová; no se apartó de todos los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel; en ellos anduvo.

12 Los demás hechos de Joás, y todo lo que hizo, y el esfuerzo con que guerreó contra Amasías rey de Judá, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?

13 Y durmió Joás con sus padres, y se sentó Jeroboam sobre su trono; y Joás fue sepultado en Samaria con los reyes de Israel.

Profecía final y muerte de Eliseo

14 Estaba Eliseo enfermo de la enfermedad de que murió. Y descendió a él Joás rey de Israel, y llorando delante de él, dijo: !!Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo!

15 Y le dijo Eliseo: Toma un arco y unas saetas. Tomó él entonces un arco y unas saetas.

16 Luego dijo Eliseo al rey de Israel: Pon tu mano sobre el arco. Y puso él su mano sobre el arco. Entonces puso Eliseo sus manos sobre las manos del rey,

17 y dijo: Abre la ventana que da al oriente. Y cuando él la abrió, dijo Eliseo: Tira. Y tirando él, dijo Eliseo: Saeta de salvación de Jehová, y saeta de salvación contra Siria; porque herirás a los sirios en Afec hasta consumirlos.

18 Y le volvió a decir: Toma las saetas. Y luego que el rey de Israel las hubo tomado, le dijo: Golpea la tierra. Y él la golpeó tres veces, y se detuvo.

19 Entonces el varón de Dios, enojado contra él, le dijo: Al dar cinco o seis golpes, hubieras derrotado a Siria hasta no quedar ninguno; pero ahora sólo tres veces derrotarás a Siria.

20 Y murió Eliseo, y lo sepultaron. Entrado el año, vinieron bandas armadas de moabitas a la tierra.

21 Y aconteció que al sepultar unos a un hombre, súbitamente vieron una banda armada, y arrojaron el cadáver en el sepulcro de Eliseo; y cuando llegó a tocar el muerto los huesos de Eliseo, revivió, y se levantó sobre sus pies.

22 Hazael, pues, rey de Siria, afligió a Israel todo el tiempo de Joacaz.

23 Mas Jehová tuvo misericordia de ellos, y se compadeció de ellos y los miró, a causa de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob; y no quiso destruirlos ni echarlos de delante de su presencia hasta hoy.

24 Y murió Hazael rey de Siria, y reinó en su lugar Ben-adad su hijo.

25 Y volvió Joás hijo de Joacaz y tomó de mano de Ben-adad hijo de Hazael las ciudades que éste había tomado en guerra de mano de Joacaz su padre. Tres veces lo derrotó Joás, y restituyó las ciudades a Israel.

Reinado de Amasías

(2 Cr. 25.1-28)

14:1  En el año segundo de Joás hijo de Joacaz rey de Israel, comenzó a reinar Amasías hijo de Joás rey de Judá.

Cuando comenzó a reinar era de veinticinco años, y veintinueve años reinó en Jerusalén; el nombre de su madre fue Joadán, de Jerusalén.

Y él hizo lo recto ante los ojos de Jehová, aunque no como David su padre; hizo conforme a todas las cosas que había hecho Joás su padre.

Con todo eso, los lugares altos no fueron quitados, porque el pueblo aún sacrificaba y quemaba incienso en esos lugares altos.

Y cuando hubo afirmado en sus manos el reino, mató a los siervos que habían dado muerte al rey su padre.

Pero no mató a los hijos de los que le dieron muerte, conforme a lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés, donde Jehová mandó diciendo: No matarán a los padres por los hijos, ni a los hijos por los padres, sino que cada uno morirá por su propio pecado.

Este mató asimismo a diez mil edomitas en el Valle de la Sal, y tomó a Sela en batalla, y la llamó Jocteel, hasta hoy.

Entonces Amasías envió mensajeros a Joás hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de Israel, diciendo: Ven, para que nos veamos las caras.

Y Joás rey de Israel envió a Amasías rey de Judá esta respuesta: El cardo que está en el Líbano envió a decir al cedro que está en el Líbano: Da tu hija por mujer a mi hijo. Y pasaron las fieras que están en el Líbano, y hollaron el cardo.

10 Ciertamente has derrotado a Edom, y tu corazón se ha envanecido; gloríate pues, mas quédate en tu casa. ¿Para qué te metes en un mal, para que caigas tú y Judá contigo?

11 Pero Amasías no escuchó; por lo cual subió Joás rey de Israel, y se vieron las caras él y Amasías rey de Judá, en Bet-semes, que es de Judá.

12 Y Judá cayó delante de Israel, y huyeron, cada uno a su tienda.

13 Además Joás rey de Israel tomó a Amasías rey de Judá, hijo de Joás hijo de Ocozías, en Bet-semes; y vino a Jerusalén, y rompió el muro de Jerusalén desde la puerta de Efraín hasta la puerta de la esquina, cuatrocientos codos.

14 Y tomó todo el oro, y la plata, y todos los utensilios que fueron hallados en la casa de Jehová, y en los tesoros de la casa del rey, y a los hijos tomó en rehenes, y volvió a Samaria.

15 Los demás hechos que ejecutó Joás, y sus hazañas, y cómo peleó contra Amasías rey de Judá, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?

16 Y durmió Joás con sus padres, y fue sepultado en Samaria con los reyes de Israel; y reinó en su lugar Jeroboam su hijo.

17 Y Amasías hijo de Joás, rey de Judá, vivió después de la muerte de Joás hijo de Joacaz, rey de Israel, quince años.

18 Los demás hechos de Amasías, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?

19 Conspiraron contra él en Jerusalén, y él huyó a Laquis; pero le persiguieron hasta Laquis, y allá lo mataron.

20 Lo trajeron luego sobre caballos, y lo sepultaron en Jerusalén con sus padres, en la ciudad de David.

21 Entonces todo el pueblo de Judá tomó a Azarías, que era de dieciséis años, y lo hicieron rey en lugar de Amasías su padre.

22 Reedificó él a Elat, y la restituyó a Judá, después que el rey durmió con sus padres.

Reinado de Jeroboam II

23 El año quince de Amasías hijo de Joás rey de Judá, comenzó a reinar Jeroboam hijo de Joás sobre Israel en Samaria; y reinó cuarenta y un años.

24 E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, y no se apartó de todos los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel.

25 El restauró los límites de Israel desde la entrada de Hamat hasta el mar del Arabá, conforme a la palabra de Jehová Dios de Israel, la cual él había hablado por su siervo Jonás hijo de Amitai, profeta que fue de Gat-hefer.

26 Porque Jehová miró la muy amarga aflicción de Israel; que no había siervo ni libre, ni quien diese ayuda a Israel;

27 y Jehová no había determinado raer el nombre de Israel de debajo del cielo; por tanto, los salvó por mano de Jeroboam hijo de Joás.

28 Los demás hechos de Jeroboam, y todo lo que hizo, y su valentía, y todas las guerras que hizo, y cómo restituyó al dominio de Israel a Damasco y Hamat, que habían pertenecido a Judá, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?

29 Y durmió Jeroboam con sus padres, los reyes de Israel, y reinó en su lugar Zacarías su hijo.

Footnotes:

  1. 2 Reyes 11:5 Aquí equivale a sábado.
  2. 2 Reyes 11:7 Aquí equivale a sábado.
  3. 2 Reyes 11:9 Aquí equivale a sábado.
  4. 2 Reyes 11:9 Aquí equivale a sábado.
Reina-Valera 1960 (RVR1960)Copyright © 1960 by American Bible Society

«NO VEO QUE ÉL INTENTE CAMBIAR»

9 abr 2016

«NO VEO QUE ÉL INTENTE CAMBIAR»

por Carlos Rey

a1En este mensaje tratamos el caso de una mujer que «descargó su conciencia» en nuestro sitio http://www.conciencia.net. Lo hizo de manera anónima, como pedimos que se haga; así que, a pesar de que nunca se lo había contado a nadie, nos autorizó a que la citáramos, como sigue:

»Tengo veinticuatro años, soy licenciada en contaduría pública y voy a cumplir un año de noviazgo. Él está en su internado de medicina. Lo amo mucho más de lo que pude imaginar amarlo.

»Mi problema ahora con él es que es arrogante y chocante para decir las cosas. Conmigo se ha vuelto muy irritante: Todo le molesta. Ahora le molesta que no lea los tipos de libros que él lee, que no soy muy culta y que vivo en la ignorancia…. Dice que va a cambiar, porque él conmigo es tosco. Lo reconoce, pero yo no veo que él intente cambiar. Realmente ya no sé cómo manejar mi relación. ¡A veces me siento tan triste y perdida!»

Este es el consejo que le dio mi esposa:

«Estimada amiga:

»Usted ha invertido un año de vida en esta relación y es de esperarse que se resista a darla por terminada. Ama a ese hombre y quiere estar con él, pero él hace que usted se sienta ignorante, triste y perdida. Al parecer, usted está tratando de convencerse de que la conducta de él es aceptable, pero en el corazón usted sabe que no lo es.

»¿Hace su novio que usted se sienta como un valioso tesoro? Cuando usted está a su lado, ¿siente que él la admira y la estima? ¿Le muestra él respeto y se enorgullece de todo lo que usted ha logrado?

»Algún día es posible que usted tenga una hija. Si ese novio que tiene ahora llegara a ser su esposo, ¿cómo trataría a su hijita? ¿Contribuiría a que ella sintiera el debido amor propio, o criticaría más bien constantemente las imperfecciones que viera en ella?

»Algún día es posible que usted tenga un hijo. ¿Quisiera que ese hijo tuviera a quien ahora es el novio de usted como modelo de conducta para formar su carácter?

»¿Tiene usted una relación de igual a igual con ese hombre, o hace él que usted siempre se sienta inferior? ¿La trata a usted y trata a los demás con afecto y consideración, o más bien los menosprecia?

»Si usted se mantiene en esa relación, con eso estará aprobando las actitudes y la conducta que su novio manifiesta. Cada día que se quede con él es otro día en el que se sentirá triste y perdida. Sin embargo, lo que de veras está perdiendo es todo el tiempo que ha invertido en esta relación. ¡No malgaste un día más!

»Cualquier ruptura es difícil, y después de un año de relación con él, va a ser mucho más difícil dejarlo. Usted necesitará el apoyo de amigos y de familiares para lograrlo. Recuerde que también tiene un Padre celestial que la ama y la valora. Él tiene un plan para su vida. Confíe en Él. Pídale en oración que le dé las fuerzas necesarias para afrontar los días venideros. Jamás estará sola si pone toda su confianza en Dios.»

Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en http://www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 246.

http://www.conciencia.net/