5. TEMOR

SERIE GIGANTES AL ACECHO

5. TEMOR

David Logacho
2016-04-11

a1Reciba cordiales saludos amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Gracias sinceras por su sintonía. En los últimos estudios bíblicos nos hemos ocupado de algunos gigantes que amenazan nuestra vida. No se trata de ciencia-ficción o algo por el estilo. Hemos llamado gigantes a esos hábitos perniciosos que instalándose en nuestra vida nos causan serios estragos, tales como el desánimo, la crítica, el temor, el chisme, la culpa. Los hemos llamado gigantes porque existe cierta similitud entre estos hábitos y los gigantes que habitaban la tierra de Canaán cuando Israel estaba a punto de tomar posesión de ella conforme a la promesa de Dios para su pueblo escogido. Los gigantes de Canaán asustaron tanto a la nación de Israel, que la mayoría de los israelitas desistieron de entrar a la tierra prometida y estaban hablando seriamente de regresar a la esclavitud en Egipto. De la misma forma, esos gigantes en nuestra vida nos asustan tanto que nos impiden crecer espiritualmente, emocionalmente y hasta físicamente. Ya hemos hablado sobre los gigantes del desánimo y la crítica. En el estudio bíblico de hoy vamos a hablar de un poderos gigante llamado temor.

Toda persona, incluso los creyentes, lucha contra poderosos gigantes, es decir, contra aquellas cosas que parecen más poderosas que nosotros. Son cosas que se afanan por destruirnos y robarnos la paz y la voluntad para avanzar en la vida con decisión, fe y esperanza. Por supuesto, muchos de estos gigantes tienen la capacidad de dar la apariencia de ser mucho más grandes de lo que realmente son. En muchos casos son solamente el producto de nuestra propia imaginación, como por ejemplo, la ansiedad, o la preocupación. A veces estamos tan preocupados que perdemos el apetito, perdemos el sueño, perdemos la paciencia, nos desesperamos y hasta nos enfermamos físicamente. Sin embargo, más tarde hallamos que las cosas que tanto temíamos y que nos produjeron tanta preocupación nunca llegaron a suceder en la realidad. Uno de esos gigantes es justamente el temor. El temor no siempre es malo. El temor es como una protección natural que nos ayuda a discernir las situaciones que revisten algún peligro. Por ejemplo, usted jamás se atrevería a intentar cruzar una calle atestada de vehículos que transitan a toda velocidad. ¿Por qué? Pues porque tiene temor de que alguno de esos vehículos le atropelle. El temor nos protege, en cierto sentido, del peligro. Pero al hablar del temor como un gigante, no me estoy refiriendo a esta faceta beneficiosa del temor, sino más bien a una parte muy negativa del temor que si nos descuidamos nos puede dominar y hacernos mucho daño en la vida. Tenemos por ejemplo, el temor al fracaso. Quizá el Señor nos está abriendo una gran puerta de oportunidad para hacer algo grande para Él, pero tan pronto se abre esta puerta de oportunidad, aparece también en medio del camino el gigante llamado temor al fracaso. Este gigante no sólo susurrará al oído, sino que gritará a todo pulmón: ¡Cuidado! ¿Quién te crees que eres para pretender hacer tal cosa? ¿Acaso no sabes que eres un inútil? ¿Acaso no te han informado que no estás capacitado para esa tarea? Luego, este gigante llamado temor al fracaso se pone su manto de piedad y bajando el tono de la voz dice: Yo sólo quiero ayudar, yo sólo quiero advertirte que si sigues empeñado en hacer eso vas a fracasar y eso te va a doler y yo quiero evitarte ese dolor. Si nos dejamos dominar por este gigante, quedaremos inutilizados, perderemos el tren de la historia y para nuestra vergüenza habremos desperdiciado preciosas oportunidades que quizá jamás se vuelvan a dar y todo por dar oído al gigante del temor al fracaso. Para vencer a este gigante, tenemos que reconocer que si Dios nos llama a algo es porque Él va a estar junto a nosotros para permitir que cumplamos con lo que nos está llamando a hacer. No hay motivo alguno para temer al fracaso. Jeremías 1:18-19 dice: Porque he aquí que yo te he puesto en este día como ciudad fortificada, como columna de hierro, y como muro de bronce contra toda esta tierra, contra los reyes de Judá, sus príncipes, sus sacerdotes, y el pueblo de la tierra.
Jer 1:19 Y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo, dice Jehová, para librarte.
Con promesas así, es injustificable un temor al fracaso. Otra cara de este gigante llamado temor es el temor a no seguir la corriente del mundo. Usted sabe. Me refiero al pánico que a veces sentimos cuando tenemos que pararnos firmes en nuestras convicciones como creyentes. El mundo casi nos exige a que nos amoldemos a sus costumbres, y si no lo hacemos nos amenaza con el rechazo. Allí es cuando entra en escena el gigante del temor a sufrir el rechazo por mantener nuestras convicciones. Este gigante nos habla en tono airado y nos dice que no debemos ser fanáticos, que no está mal participar de actividades cuestionables de vez en cuando. Que no es justo que seamos mal vistos por el mundo. Si nos dejamos dominar de este gigante, muy pronto estaremos bailando al ritmo del mundo y eso es justamente lo que busca el enemigo de nuestras almas. Para vencer a este gigante, tenemos que recordar que aunque estamos en el mundo, no somos del mundo y que es natural que el mundo nos aborrezca. Juan 17:14 dice: Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Qué importa que el mundo nos aborrezca a causa de nuestras convicciones. Si el mundo aborreció a nuestro Maestro al punto que lo llevó a una cruz, ¿Qué nos hace pensar que a nosotros el mundo debe amarnos? Josué hizo muy bien cuando dijo: Pero yo y mi casa serviremos a Jehová. Se necesita de valor para pararse firme en nuestras convicciones y eso es justamente lo que Dios espera de nosotros. No nos rindamos ante el gigante del temor a no seguir la corriente del mundo. Otra cara del gigante del temor es el temor al qué dirán. Este gigante ha maniatado a muchos creyentes, quienes están inutilizados para el Señor por el puro temor al qué dirán. Podrían hacer tanto en la obra del Señor, pero no lo hacen, están como petrificados porque temen la opinión de la gente. Este gigante se interpone en nuestro camino y nos aconseja que no es prudente ser objeto de la crítica de la gente, especialmente de nuestros conocidos. Nos pone muy en alto la opinión que los demás deben tener de nosotros y si nos dejamos dominar de este gigante, pronto estaremos haciendo cosas para agradar a los hombres antes que a Dios. Pero note lo que dice Pablo en 1 Tesalonicenses 2:4 sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones.
A Pablo le importaba un comino la opinión de los hombres. Jamás hizo algo buscando la buena opinión de los demás. Lo único que le interesaba era agradar a Dios. Muchas veces tuvo que padecer aflicción porque algunos hombres no se formaron una buena opinión de él, pero eso no le preocupó. No se dejó dominar por el gigante del temor al qué dirán. Usted también amable oyente, si se ha dejado dominar por el gigante del temor al qué dirán, libérese inmediatamente porque nuestro compromiso no es con la gente sino con Dios. Otra cara del gigante del temor es el temor a la muerte. Tanto usted como yo, conocemos una cantidad de personas que viven obsesionadas por el temor a la muerte. Este temor es bien fundado cuando se trata de in incrédulo, porque para él, la muerte significa el fin de su oportunidad para ser salvo y el comienzo de su tormento eterno. Pero cuando se trata de creyentes, es un temor infundado, porque la palabra de Dios nos muestra que la muerte para el creyente es el paso a su gloria eterna. Es tan así, que Pablo ha pronunciado palabras impactantes a ese respecto. Filipenses 1:21 dice: Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.
Pablo no temía a la muerte. Pablo la consideraba como ganancia. Pablo estaba tan seguro que la muerte le llevaría a ver al Señor cara a cara, que casi como que anhelaba la muerte. Hablando de la muerte dijo lo siguiente en Filipenses 1:23 Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor;
El gigante del temor a la muerte se presenta de vez en cuando para quitarnos el gozo de vivir. La muerte para el creyente es un asunto enteramente de Dios. Él sabe cuando moriremos y mal hacemos los creyentes dejando que ese gigante nos atemorice. Aún en el instante mismo de la muerte contaremos con la presencia de Dios. David dice en Salmo 23:4 Aunque ande en valle de sombra de muerte,
No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;
Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
Con promesas como ésta es absurdo dejarnos dominar por el temor a la muerte. Como vemos, el temor puede constituirse en un poderoso gigante que amenaza pisotearnos como a hormigas. Pero si tenemos el Señor de nuestro lado, no hay razón para dejarnos dominar por él.

¿Cómo se debe guiar a un niño hacia la conversión a Cristo?

La formación espiritual del niño

Betty S. de Constance

Parte 2

Reflexiones sobre la evangelización de los niños

Capítulo 8

¿Cómo se debe guiar a un niño hacia la conversión a Cristo?

a1Quizás el privilegio más grande que puede tener un maestro de la Biblia es el de guiar a un niño a aceptar a Cristo como su Salvador personal. Hay quienes han dudado si el niño tiene la capacidad de tomar esta decisión tan trascendental. Sin embargo, hay abundantes pruebas que hacen imposible dudar de que el niño pueda abrir su vida al amor de Dios, sentir su perdón y experimentar su ayuda en sus luchas diarias. El dilema del maestro es cómo explicarle al niño los pasos para llegar a esta experiencia tan singular, sin causarle confusiones o distorsiones.

Observaciones generales

Al tratar este importante tema, quiero hacer algunas observaciones generales.

Primero, debemos recordar siempre que el que “convierte” al niño no es el maestro sino el Espíritu Santo. La conversión genuina es algo que sólo Dios produce. Si el Espíritu no estimula la mente y la voluntad del niño, ese niño no se convertirá.

Segundo, no hay una sola fórmula para la conversión. Existe una inmensa variedad de caminos a través de los cuales las personas llegan a Dios y nunca se debe reducir este proceso a una sola fórmula que pueda aplicarse a toda persona. La individualidad del niño es tan absoluta como la del adulto y no debiera ser sometida a esquemas supuestamente aplicables a todos.

Tercero, muchos niños han experimentado una verdadera conversión aun cuando se usó con ellos una terminología simbólica y confusa y sin que ellos hayan entendido doctrinas que algunos llamarían fundamentales para la conversión. La gracia de Dios es más grande que los métodos humanos.

Cuarto, la respuesta del niño con relación a la decisión de aceptar a Cristo casi siempre será condicionada por lo que se le ha enseñado antes. Por eso, el niño de un hogar cristiano y con el hábito de asistir a la iglesia entenderá más que el niño que no ha tenido ninguna orientación ni estímulo espiritual. Entran también en esto factores de madurez y experiencia, elementos que son particulares de cada niño.

Limitaciones de vocabulario y experiencia

La persona que trabaja con los niños en el contexto de la formación espiritual debe entender ciertos factores que afectan la manera en que se le explica al niño cómo aceptar a Cristo como su Salvador.

Uno de esos factores tiene que ver con las limitaciones de vocabulario y experiencia que tiene el niño. Dado sus pocos años de vida, el niño no ha desarrollado un vocabulario extenso ni mucho menos goza de variadas experiencias de vida. En comparación con el adulto, el niño está mucho más limitado. Por ejemplo, investigaciones sobre el desarrollo intelectual del niño muestran que no tiene la capacidad de entender abstracciones ni simbolismos hasta después de los diez o doce años de edad.

Dos ejemplos ayudan para ilustrar esto. Un niño de cuatro años le preguntó a la madre:

—Mamá, si Jesús vive en mi corazón, ¿qué hace todo el día? ¿Duerme?

En otra ocasión, una niña de seis años se mostraba fascinada con el corazoncito que la madre había extraído de un pollo que preparaba para la comida. Cuando la madre le preguntó qué miraba, la niña respondió:

—Estoy buscando para ver si Jesús está allí.

Estos niños no estaban tratando de ser graciosos. Estaban tratando de entender y clasificar información que no entraba en las estructuras cognoscitivas de personas de su edad. Como el niño generalmente no admite su confusión, ni expresa las muchas ideas distorsionadas en su mente, vive con un sinfín de preguntas no contestadas. Además, el niño rápidamente aprende que no debe hacer preguntas ni admitir su confusión porque cuando lo hace, los adultos se ríen o se burlan de él. Muchos adultos con trasfondo religioso recuerdan esa clase de confusión en su niñez.

Es importante que el maestro de niños reconozca estas limitaciones y acomode su vocabulario para hacer claro el plan de salvación.

Sensibilidad emocional

Otro elemento que afecta al niño en su respuesta al plan de salvación es su sensibilidad emocional. Cuando enfatizamos en forma exagerada el sufrimiento de Cristo, o los horrores del infierno, o la tragedia de no ir al cielo cuando Cristo vuelva, estamos maltratando los sentimientos de los niños. Los niños son tan literales que en su mente exageran estos conceptos y generalmente reaccionan con temor. Muchos adultos llevan el recuerdo de temores que les fueron infundados en su niñez por enseñanzas impartidas incorrectamente por alguna autoridad espiritual. Un hombre adulto recuerda cómo, siendo niño, el maestro de escuela dominical les había enseñado que Jesús iba a volver en cualquier momento e iba a llevarse únicamente a los niños que se portaban bien. Varias noches después, repentinamente el niño se despertó y no escuchó ningún ruido en la casa ni la conversación de los padres. Cuando se levantó para investigar, descubrió que las luces estaban prendidas y también el televisor, pero en mudo. Pero los padres no estaban en ninguna parte de la casa. Aterrado, el niño volvió a su pieza y sollozando se tiró sobre la cama creyendo que Jesús había llevado a los padres al cielo y lo había dejado a él. Resulta que los padres habían salido uno minutos para visitar a los vecinos y volvieron dentro de un rato. El niño nunca contó a sus padres lo que había sentido, pero la experiencia angustiante había quedado grabada en la mente. El maestro siempre debe tener presente que el niño puede tener reacciones inesperadas porque interpreta alguna verdad bíblica desde su perspectiva limitada y literal.

La presentación del plan de salvación al niño

Es importante saber las pautas que pueden ayudar al maestro a guiar a un niño a la experiencia de salvación en Cristo. Antes de saber cuáles son, el maestro debe hacerse el compromiso de orar regularmente pidiendo que el Señor le haga sensible a las inquietudes espirituales de sus alumnos. Luego, el maestro debe memorizar los pasos básicos del plan de salvación (ver abajo) para estar preparado cuando este aspecto aparece en el desarrollo de la lección o cuando surja en forma espontánea por alguna pregunta del alumno. El maestro también debe buscar oportunidades para hablar individualmente con sus alumnos dando lugar a cuando ellos quieran o necesiten recibir ayuda espiritual. Por ejemplo, un niño triste necesita la ayuda del maestro para dar forma y expresión a lo que está sintiendo. Su tristeza es el elemento más visible de su necesidad espiritual. Sería irresponsable ignorar su tristeza en el afán de lograr una “decisión” por Cristo, porque su necesidad primordial es ser comprendido y ayudado en su dolor. Es mi opinión que el maestro debe usar mucho discernimiento en cuanto al momento y la forma de pedir una decisión por Cristo. Yo creo que no es aconsejable pedir a un niño tomar una decisión estando él frente a un grupo de sus compañeros, porque eso es como señalarlo como más pecador y el hecho de verse expuestos ante ellos le hace pasar mucha vergüenza. Tampoco se debe señalar al niño nuevo o a alguno que todavía no haya hecho la decisión, como para obligarlo a hacerlo. A mi criterio, la mejor forma de guiar al niño en esta decisión es haciéndolo individualmente. Esto no quita que se pueden presentar ciertas ocasiones cuando se hace una invitación general a toda la clase, pero el maestro igual puede tratar con ellos en forma individual.

Los pasos esenciales en la presentación del plan de salvación

Para poder aceptar a Cristo como su Salvador, en alguna medida el niño debe entender las siguientes verdades. Sugiero que el maestro use el lenguaje sencillo que se encuentra aquí sin entrar en explicaciones detalladas ya que, por la etapa de su desarrollo intelectual, el niño no capta aún los simbolismos.

1. Dios ama a todos sin excepción y quiere que seamos parte de su familia (Juan 3:16).

2. Todos hemos pecado y por eso no podemos sentir el amor de Dios ni tampoco ser sus hijos. El pecado es la actitud que dice: “Yo hago lo que yo quiero y no lo que Dios quiere” (Romanos 3:23). Esta actitud nos lleva a hacer y decir cosas que nos causan problemas porque son pecados.

3. Cristo, el Hijo perfecto de Dios, murió en la cruz por mis pecados (1 Juan 4:10; Romanos 5:8).

4. Si siento tristeza por mis pecados, puedo arrepentirme y pedirle perdón a Cristo, dándole el control de mi vida. En ese momento, él me perdona y llega a ser mi Salvador personal, haciéndome un hijo de Dios (Juan 1:12).

5. Vivir como hijo de Dios significa obedecer lo que él quiere para mi vida. Él está conmigo para ayudarme a vivir así (1 Juan 2:17; Gálatas 2:20).

6. A veces volvemos a pecar, aun siendo hijos de Dios. Cuando esto ocurre, debo confesar mi pecado a Dios y pedir su perdón (1 Juan 1:9). Él nos ayuda a no hacerlo más.

Nota: Las citas bíblicas que se dan arriba son para la orientación del maestro pero no se deben leer todas a los niños para no complicar la explicación sencilla que el niño debe entender. Cuanto mucho, el maestro puede resumir un versículo en sus propias palabras. Ejemplo: “La Biblia dice que cuando confesamos nuestros pecados, Dios nos perdona siempre” (1 Juan 1:9). Es importante, sin embargo, que el niño vea que el plan de salvación está en la Biblia. El maestro puede buscar algunos versículos clave y señalarlos con su dedo mientras se los explica al niño.

Para los niños más grandes, puede ser necesario explicar que hay una diferencia entre la muerte física y la muerte espiritual. Se explica que todos morimos, pero los que creemos en Jesús viviremos eternamente con él. El lugar donde viviremos con él se llama “el cielo”. Es importante que el niño tenga la confianza de volver a hacer preguntas sobre estas cosas cuántas veces quiera. Nacer de nuevo significa tomar un rumbo diferente en el desarrollo espiritual y el maestro es la persona clave para ayudarle a hacer esto.

Los niños preescolares no han de entender toda esta explicación a menos que hayan tenido bastante estímulo espiritual en sus hogares. Sin embargo, algunos de ellos pueden aceptar al Señor y empezar a expresar su vida de fe. Los niños escolares, en cambio, pueden responder plenamente ante estos conceptos y experimentar el gozo de recibir el perdón y tener la seguridad de que son hijos de Dios.

De Constance, B. S. (2004). La formación espiritual del niño (3a edición, pp. 71–76). Buenos Aires, Argentina: Publicaciones Alianza.

Enfermedad de Ezequías

2 Reyes 20-21

Enfermedad de Ezequías

(2 Cr. 32.24-26; Is. 38.1-22)

a120: En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Y vino a él el profeta Isaías hijo de Amoz, y le dijo: Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás.

Entonces él volvió su rostro a la pared, y oró a Jehová y dijo:

Te ruego, oh Jehová, te ruego que hagas memoria de que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho las cosas que te agradan. Y lloró Ezequías con gran lloro.

Y antes que Isaías saliese hasta la mitad del patio, vino palabra de Jehová a Isaías, diciendo:

Vuelve, y di a Ezequías, príncipe de mi pueblo: Así dice Jehová, el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová.

Y añadiré a tus días quince años, y te libraré a ti y a esta ciudad de mano del rey de Asiria; y ampararé esta ciudad por amor a mí mismo, y por amor a David mi siervo.

Y dijo Isaías: Tomad masa de higos. Y tomándola, la pusieron sobre la llaga, y sanó.

Y Ezequías había dicho a Isaías: ¿Qué señal tendré de que Jehová me sanará, y que subiré a la casa de Jehová al tercer día?

Respondió Isaías: Esta señal tendrás de Jehová, de que hará Jehová esto que ha dicho: ¿Avanzará la sombra diez grados, o retrocederá diez grados?

10 Y Ezequías respondió: Fácil cosa es que la sombra decline diez grados; pero no que la sombra vuelva atrás diez grados.

11 Entonces el profeta Isaías clamó a Jehová; e hizo volver la sombra por los grados que había descendido en el reloj de Acaz, diez grados atrás.

Ezequías recibe a los enviados de Babilonia

(2 Cr. 32.27-31; Is. 39.1-8)

12 En aquel tiempo Merodac-baladán hijo de Baladán, rey de Babilonia, envió mensajeros con cartas y presentes a Ezequías, porque había oído que Ezequías había caído enfermo.

13 Y Ezequías los oyó, y les mostró toda la casa de sus tesoros, plata, oro, y especias, y ung:uentos preciosos, y la casa de sus armas, y todo lo que había en sus tesoros; ninguna cosa quedó que Ezequías no les mostrase, así en su casa como en todos sus dominios.

14 Entonces el profeta Isaías vino al rey Ezequías, y le dijo: ¿Qué dijeron aquellos varones, y de dónde vinieron a ti? Y Ezequías le respondió: De lejanas tierras han venido, de Babilonia.

15 Y él le volvió a decir: ¿Qué vieron en tu casa? Y Ezequías respondió: Vieron todo lo que había en mi casa; nada quedó en mis tesoros que no les mostrase.

16 Entonces Isaías dijo a Ezequías: Oye palabra de Jehová:

17 He aquí vienen días en que todo lo que está en tu casa, y todo lo que tus padres han atesorado hasta hoy, será llevado a Babilonia, sin quedar nada, dijo Jehová.

18 Y de tus hijos que saldrán de ti, que habrás engendrado, tomarán, y serán eunucos en el palacio del rey de Babilonia.

19 Entonces Ezequías dijo a Isaías: La palabra de Jehová que has hablado, es buena. Después dijo: Habrá al menos paz y seguridad en mis días.

Muerte de Ezequías

(2 Cr. 32.32-33)

20 Los demás hechos de Ezequías, y todo su poderío, y cómo hizo el estanque y el conducto, y metió las aguas en la ciudad, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?

21 Y durmió Ezequías con sus padres, y reinó en su lugar Manasés su hijo.

Reinado de Manasés

(2 Cr. 33.1-20)

21:1  De doce años era Manasés cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén cincuenta y cinco años; el nombre de su madre fue Hepsiba.

E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, según las abominaciones de las naciones que Jehová había echado de delante de los hijos de Israel.

Porque volvió a edificar los lugares altos que Ezequías su padre había derribado, y levantó altares a Baal, e hizo una imagen de Asera, como había hecho Acab rey de Israel; y adoró a todo el ejército de los cielos, y rindió culto a aquellas cosas.

Asimismo edificó altares en la casa de Jehová, de la cual Jehová había dicho: Yo pondré mi nombre en Jerusalén.

Y edificó altares para todo el ejército de los cielos en los dos atrios de la casa de Jehová.

Y pasó a su hijo por fuego, y se dio a observar los tiempos, y fue agorero, e instituyó encantadores y adivinos, multiplicando así el hacer lo malo ante los ojos de Jehová, para provocarlo a ira.

Y puso una imagen de Asera que él había hecho, en la casa de la cual Jehová había dicho a David y a Salomón su hijo: Yo pondré mi nombre para siempre en esta casa, y en Jerusalén, a la cual escogí de todas las tribus de Israel;

y no volveré a hacer que el pie de Israel sea movido de la tierra que di a sus padres, con tal que guarden y hagan conforme a todas las cosas que yo les he mandado, y conforme a toda la ley que mi siervo Moisés les mandó.

Mas ellos no escucharon; y Manasés los indujo a que hiciesen más mal que las naciones que Jehová destruyó delante de los hijos de Israel.

10 Habló, pues, Jehová por medio de sus siervos los profetas, diciendo:

11 Por cuanto Manasés rey de Judá ha hecho estas abominaciones, y ha hecho más mal que todo lo que hicieron los amorreos que fueron antes de él, y también ha hecho pecar a Judá con sus ídolos;

12 por tanto, así ha dicho Jehová el Dios de Israel: He aquí yo traigo tal mal sobre Jerusalén y sobre Judá, que al que lo oyere le retiñirán ambos oídos.

13 Y extenderé sobre Jerusalén el cordel de Samaria y la plomada de la casa de Acab; y limpiaré a Jerusalén como se limpia un plato, que se friega y se vuelve boca abajo.

14 Y desampararé el resto de mi heredad, y lo entregaré en manos de sus enemigos; y serán para presa y despojo de todos sus adversarios;

15 por cuanto han hecho lo malo ante mis ojos, y me han provocado a ira, desde el día que sus padres salieron de Egipto hasta hoy.

16 Fuera de esto, derramó Manasés mucha sangre inocente en gran manera, hasta llenar a Jerusalén de extremo a extremo; además de su pecado con que hizo pecar a Judá, para que hiciese lo malo ante los ojos de Jehová.

17 Los demás hechos de Manasés, y todo lo que hizo, y el pecado que cometió, ¿no está todo escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?

18 Y durmió Manasés con sus padres, y fue sepultado en el huerto de su casa, en el huerto de Uza, y reinó en su lugar Amón su hijo.

Reinado de Amón

(2 Cr. 33.21-25)

19 De veintidós años era Amón cuando comenzó a reinar, y reinó dos años en Jerusalén. El nombre de su madre fue Mesulemet hija de Haruz, de Jotba.

20 E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, como había hecho Manasés su padre.

21 Y anduvo en todos los caminos en que su padre anduvo, y sirvió a los ídolos a los cuales había servido su padre, y los adoró;

22 y dejó a Jehová el Dios de sus padres, y no anduvo en el camino de Jehová.

23 Y los siervos de Amón conspiraron contra él, y mataron al rey en su casa.

24 Entonces el pueblo de la tierra mató a todos los que habían conspirado contra el rey Amón; y puso el pueblo de la tierra por rey en su lugar a Josías su hijo.

25 Los demás hechos de Amón, ¿no están todos escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?

26 Y fue sepultado en su sepulcro en el huerto de Uza, y reinó en su lugar Josías su hijo.

Reina-Valera 1960 (RVR1960)Copyright © 1960 by American Bible Society

Lo que haces por amor

Marzo 12

Lo que haces por amor

Lectura bíblica: 1 Juan 4:16–21

El perfecto amor echa fuera el temor. 1 Juan 4:18

a1Martín quería ganarse el cariño de todo el mundo. Por eso preparó esta lista para recordar exactamente lo que tenía que hacer para conseguir la atención y el afecto de los demás:

• Si ganaba la carrera de 1.500 m en las olimpíadas escolares, más que seguro que el profesor de gimnasia lo querría tanto que lo pasearía sobre los hombros por toda la escuela.
• Si devolvía Trucos predilectos para iguanas, el libro que perdió antes de Navidad, seguro que la bibliotecaria de la escuela lo miraría con afecto en lugar de lanzarle dagas con los ojos.
• Si pudiera llegar al nivel 48 del juego de vídeo más complicado, sin duda su vecino que era un fanático de estos juegos opinaría que es un gran tipo.
• Si obtuviera un “Excelente” en su tarea de gramática, su profesora de castellano bailaría de contenta sobre su escritorio.
• Si tocara el violín en la clave correcta, su profesor de violín se sacaría los tapones de las orejas.

Tema para comentar: ¿Te parece que Martín realmente necesitaba lograr esas cosas para sentirse querido? ¿Por qué sí o por qué no?

No cabe duda de que Martín sentía que tenía que hacer esas cosas para que lo quisieran. Pero la realidad es que no tiene que hacer ninguna de ellas para ser amado. Dios lo ama no importa su apariencia, lo que hace o si encuentra o no el libro Trucos predilectos para iguanas.

Cuando éramos recién nacidos, nos gustaba dormir y tomar leche. Pero también queríamos que nos tuvieran en brazos y nos arrullaran. Anhelábamos ser amados. Es como si tuviéramos un “tanque de amor” dentro de nosotros que necesitaba ser llenado. Y si nuestra capacidad de amor no era satisfecha, sentíamos que el estómago nos dolía de hambre. Cuanto más vacíos estábamos, más hambre de amor teníamos.

Todos tenemos un tanque de amor. Todavía necesitamos tenerlo lleno. Pero no tenemos que preguntarnos cómo y dónde llenarlo.

Ojalá estés disfrutando del amor incondicional de tu familia y tus amigos. El amor incondicional te acepta sencillamente porque eres tú. Te aprieta hasta dejarte sin el aire y dice: “¡No importa lo que hagas, siempre te amaré porque simplemente eres tú!”.

Pero la primera fuente que debe llenar tu tanque de amor es el amor incondicional y perfecto que procede de Jesús. Él tiene para ti la clase de amor que dura y dura. Te quita el temor de que nadie te querrá tal como eres. Y, pase lo que pase, puedes contar con ese amor.

PARA DIALOGAR
¿Cómo puedes llenar tu tanque de amor? ¿Cómo puedes ayudar a otros a sentirse amados?

PARA ORAR
Señor, llénanos de tu amor incondicional y perfecto para poder amar así a los demás.

PARA HACER
Si tu tanque de amor está hoy vacío, abre tu corazón al amor de Dios ahora mismo. Dedica algunos momentos a la oración y a leer su Palabra.

McDowell, J., & Johnson, K. (2005). Devocionales para la familia. El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano.

PRESO VOLUNTARIO

12 abr 2016

PRESO VOLUNTARIO

por el Hermano Pablo

a1—Puede salir en libertad —dictaminó el juez de La Paz, Baja California, México—. A causa de su buena conducta en la cárcel, he decidido abreviar su condena. Está usted libre para volver a su familia y comenzar una nueva vida.

Para sorpresa del juez, el preso rechazó el indulto.

—Señor juez —explicó—, me metieron aquí por narcotraficante, y la sentencia era justa; pero aquí en esta cárcel he tenido una experiencia espiritual que ha cambiado mi vida. He conocido a Cristo, y quiero finalizar mi condena aquí, para darlo a conocer a mis compañeros de prisión.

Esas fueron las palabras del preso, Ignacio Mancida.

Esta notable historia la cuenta Alejandro Tapia, arquitecto de la ciudad de La Paz, Baja California, que llegó a ser un denodado seguidor de Cristo. El señor Tapia comenzó a contar acerca de su experiencia con Cristo en la cárcel de su ciudad, y al poco tiempo hubo más de cuarenta presos que hicieron profesión de fe en Cristo como su Salvador. Entre ellos se encontraba Ignacio Mancida, que optó por quedarse en la cárcel para, a su vez, contarles a otros acerca de su conversión.

Hay en este mundo, como prueba irrefutable del deterioro de la humanidad, muchísimas cárceles, penitenciarías, reformatorios y prisiones. Hay también muchas clases de presos. Presos injustamente encarcelados. Presos que muerden de rabia los barrotes de su celda. Presos por asaltos y homicidios. Presos políticos. Y presos para toda la vida. Pero presos voluntarios, que se quedan en la cárcel sólo para contarles a otros acerca de Cristo, hay pocos, muy pocos.

Hubo un tiempo célebre en la historia humana cuando los cristianos de Moravia que abrazaron la reforma religiosa del siglo dieciséis llegaron hasta a venderse como esclavos para proclamar la buena noticia de Jesucristo a otros esclavos. Tal era el amor que sentían por sus compañeros.

El apóstol Pablo padeció varios años de cárcel. Estuvo preso en Jerusalén, en Cesarea y en Roma por predicar el evangelio, y siempre aprovechó su estancia en la cárcel para predicar la libertad espiritual a los cautivos. Porque todos los seres humanos somos cautivos de lo mismo: del pecado.

Cristo todavía está redimiendo, tanto a hombres como a mujeres, de la cárcel opresora del pecado. Todos somos prisioneros, o del pecado, o de Cristo. Los que no han hecho de Jesucristo el Señor de su vida están en la cárcel del pecado. Fue por la urgencia del mensaje de libertad que Cristo les dijo a sus discípulos: «Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura» (Marcos 16:15).

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