6. EL CHISME

SERIE GIGANTES AL ACECHO

6. EL CHISME

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David Logacho
2016-04-13

a1Saludos cordiales mi amiga, mi amigo. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Este estudio bíblico es parte de la serie titulada: Gigantes al Acecho. Todos nosotros tenemos que enfrentar gigantes en nuestra propia vida. Cuando hablo de gigantes me estoy refiriendo a acciones o actitudes en nosotros mismos que amenazan con hacernos daño si no nos sometemos a ellas. En nuestros últimos estudios bíblicos dentro de esta misma serie hemos hablado ya de algunos de estos gigantes, el gigante del desánimo, el gigante de la crítica y el gigante del temor. En el estudio bíblico de hoy hablaremos sobre otro gigante. Este gigante se llama el chisme.

Muchos gigantes acechan nuestra vida y no nos permiten disfrutar a plenitud de lo que Dios nos ha prometido en su Palabra. Ya hemos hablado acerca de los gigantes del desaliento, la crítica y el temor. Otro de los gigantes más comunes con los cuales debemos tratar se llama chisme. Todos nosotros somos acosados insistentemente por este poderoso gigante. Es tan fácil caer en los chismes. Cuántas veces no nos habremos arrepentido de haber soltado algo que no debió haber salido de nuestra boca. Con razón que Carlos Spurgeon solía decir: No me gusta en absoluto que la gente me cuente sus secretos, simplemente porque me es muy difícil guardarlos. Creo que cada uno de nosotros podríamos pronunciar un sonoro Amén a este dicho de Spurgeon. No me gustan los chismes, pero como me entretienen, decía un amigo mío. Otro amigo mío decía: Las únicas veces que no me atrae un chisme es cuando ese chisme es sobre mí. El gigante del chisme se parece mucho al gigante de la crítica, porque ambos se basan en conjeturas carentes de veracidad. Con el gigante del chisme sucede algo interesante, es esto: Puede ser que sepamos cuál es la realidad de los hechos, pero cuando lo contamos a otros lo hacemos de tal forma que exageramos esos hechos para hacer daño a la persona de quien estamos chismeando. En realidad, amable oyente, si permitimos que este gigante nos tome por el cuello, no tardaremos en convertirnos en incurables chismosos. Ahora bien, ¿Por qué es tan nocivo esto del chisme? Bueno, porque Dios nos ha ordenado no chismear. Levítico 19:16 dice: No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo Jehová.
Interesante que el andar chismeando es un atentado contra la vida del prójimo. Por andar en chismes, ponemos en peligro la vida misma de otra persona. ¿Se puede imaginar? A veces, la lengua causa más daño que un puñal. Por esto el sabio Salomón habló bastante sobre el mal uso de la lengua, dentro de ello, el chisme. Note lo que dice Proverbios 11:13 El que anda en chismes descubre el secreto;
Mas el de espíritu fiel lo guarda todo.

Note que aquí se contrasta al chismoso con el de espíritu fiel. Andar chismeando es un atentado a la fidelidad que nos debemos el uno al otro. Actuando con necedad, el chismoso descubre algo que debía ser guardado en secreto, en cambio, el de espíritu fiel protege lo que está en secreto. Esto no tiene nada que ver con ocultar pecados, sino con personas que hablan de cosas que no saben y dicen cosas que no son verdad para lastimar a otros. Proverbios 20:19 dice: El que anda en chismes descubre el secreto;
No te entremetas, pues, con el suelto de lengua.

Esta es una descripción precisa de cómo actúa el chismoso. El chisme ha sido causa de peleas y distanciamiento de los mejores amigos. Sobre esto, Proverbios 16:28 dice: El hombre perverso levanta contienda,
Y el chismoso aparta a los mejores amigos.

Muchas veces encontramos que nuestro mejor amigo nos pone una cara larga. No logramos descubrir la razón. Una probable razón es que nuestro mejor amigo tal vez escuchó algún chisme sobre nosotros y ese chisme está separando a dos grandes amigos. Es muy fácil caer en el chisme. Ponga atención a lo que dice Proverbios 18:8 Las palabras del chismoso son como bocados suaves,
Y penetran hasta las entrañas.

¡Cómo nos divierten los chismes! Salomón los compara como bocados de delicioso manjar, pero ¡Qué consecuencias más desastrosas! Dice el texto que son peor que un puñal que penetra hasta las entrañas. Cuidado con los chismes amable oyente. No sea que estemos apuñalando a alguien sin saberlo. Es fácil descubrir como hiere un chisme. Todo lo que tenemos que hacer es recordad cómo nos dolió la última vez que oímos un chisme acerca de nosotros mismos. Cómo se incrustó ese aguijón donde más nos duele. Cómo nos lanzó a ese estado de desesperanza. Quizá nos preguntamos: ¿Cómo es posible que alguien sea capaz de hacer algo semejante? Así es exactamente como sienten otros cuando escuchan un chisme que nosotros hemos repetido. Bueno, con todo lo que hemos dicho, seguramente usted tendrá un cuadro bastante completo de lo bajo y ruin que es este gigante llamado chisme. Ahora viene la mejor parte. ¿Cómo podemos evitar que este maléfico gigante nos siga dominando? ¿Cómo lograr conquistarlo? Primero, debemos tratarlo como lo que es, es decir, como un pecado. Muchas personas no miran al chisme como algo bajo y sucio, sino que lo cubren con un manto de falsa piedad. Lo consideran como una pequeña debilidad o un hábito malo pero nada serio o toman la actitud de si todos lo hacen entonces por qué no yo. Con ideas como estas sobre el chisme, nunca lograremos conquistarlo. Lo que necesitamos es encararlo honestamente y considerarlo como un pecado. Segundo, ya que estamos de acuerdo en que el chisme es pecado es necesario confesarlo como tal delante de Dios. Deberíamos decir a Dios algo como esto: Señor, reconozco que he sido un chismoso. Reconozco que el chisme es un pecado y por tanto ha ofendido tu santidad. Cuando tratamos al chisme de esta manera, podremos descansar en promesas como la que encontramos en 1 Juan 1:9 donde dice: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.

Tercero, debemos inmediatamente abandonar el chisme. Proverbios 28:13 dice: El que encubre sus pecados no prosperará;
Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.

Si queremos en verdad conquistar al gigante llamado chisme, no es suficiente con reconocer al chisme como pecado y confesarlo como tal delante de Dios. Además se necesita de un acto voluntario por el cual decidimos dejar a un lado totalmente el chisme. Federico el Grande, rey de Rusia, ha dejado una lección sobre esto. En alguna ocasión recibió en su despacho a una distinguida dama de su imperio. Vengo a contarle que mi esposo me trata muy mal, dijo la dama. El rey sin inmutarse replicó. Ese no es asunto mío, madam. La dama entonces añadió: Pero… también habla muy mal de usted. Nuevamente el rey sin inmutarse respondió: Si es así, no es asunto suyo madam. Qué bueno sería que nosotros mostráramos la misma decisión para no andar en chismes. Cuando rendimos nuestra voluntad a Cristo, Él puede cumplir su voluntad en nosotros. Filipenses 2:13 dice: porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.

Cuando entregamos a Dios nuestra voluntad, él cambiará nuestra conducta. Debemos decir al Señor: Por la gracia de Dios no voy a ser más la clase de gente que hiere a las personas recibiendo o propagando chismes. Cuarto, cuando alguien venga a usted con un chisme, córtelo con cortesía, recuerde que el mal no radica solamente en ir a otros con el chisme, sino también el recibir chismes de otros. Una buena manera de hacerlo es diciendo a la persona que trae el chisme algo como esto: Antes que continúes, quiero que sepas que yo voy a verificar lo que me digas con la persona aludida. ¿Tendrías algún problema si le digo que has sido tú quien me lo ha contado? El chismoso normalmente no querrá que se revele su nombre y así usted logrará no recibir más chismes de él. Quinto, antes de hablar algo sobre otro, para evitar caer en el chisme, hágase esta pregunta: ¿Podría decir esto aún si la persona de quien se trata estuviera presente? Si la respuesta es sí, entonces, adelante, lo que diga no será un chisme, pero si la respuesta es no, y aun así, usted lo dice, habrá caído en el chisme. Sexto, ore constantemente al Señor, pidiendo poder para no caer en el chisme. David oraba de esa manera según Salmo 141:3 Pon guarda a mi boca, oh Jehová;
Guarda la puerta de mis labios.

Es preferible morderse los labios antes que soltar un chisme. Si somos diligentes en poner en práctica estos principios habremos conquistado al gigante del chisme.

¿Hay alguna manera de evitar el uso de símbolos en la evangelización de los niños

La formación espiritual del niño

Betty S. de Constance

Parte 2

Reflexiones sobre la evangelización de los niños

Capítulo 9

¿Hay alguna manera de evitar el uso de símbolos en la evangelización de los niños

a1Constantemente en la conversación usamos simbolismos. Un símbolo es una palabra o frase que se utiliza para representar otra cosa, generalmente algún objeto material para explicar algo inmaterial, especialmente conceptos morales o espirituales. El elemento simbólico más usado para explicar el plan de salvación es el “corazón”. Dentro del contexto bíblico, el corazón se refiere a la sede de las emociones y el entendimiento (“…si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo” Romanos 10:9,NVI). Debemos tomar en cuenta que el uso de esta palabra también es cultural en su aplicación. Por ejemplo, hay tribus en el África que consideran que el hígado es el lugar donde reposan los pensamientos y las emociones. Para las personas de la cultura occidental, nos resultaría sumamente extraño decir que “aceptamos a Jesús con el hígado”. Pero los niños sólo manejan los conceptos en forma literal y este término “aceptar a Jesús con el corazón” o “pedir que Jesús venga a vivir en el corazón” puede ser para ellos igualmente difícil de comprender.

Hubo un niño de cinco años de edad que respondió a la invitación que le hizo la maestra de recibir a Cristo, y el niño oró pidiendo que Jesús viniera a vivir en su corazón. Tiempo después le hizo esta pregunta a la madre.

—Mamá —exclamó el niño—, si yo corro muy rápido y me paro de golpe, ¿Jesús se cae?

Sorprendida, la madre se rió por encontrar sumamente graciosa la pregunta, aunque luego se sintió molesta al darse cuenta que no encontraba ninguna respuesta para el interrogante de su hijo.

Este incidente ilustra uno de los aspectos más complejos y preocupantes con relación a la evangelización de los niños. Al decir que éste es un tema complejo, me estoy refiriendo al hábito que tenemos nosotros, los adultos, de utilizar un lenguaje simbólico cuando deseamos explicar elementos espirituales, especialmente cuando queremos explicar el plan de salvación a los niños. Al indicar que es un tema preocupante, me refiero al hecho de que la mayoría de nosotros estamos tan acostumbrados a utilizar este vocabulario simbólico que no sabemos qué otro usar. El niño, hasta cumplir diez u once años de edad, piensa en forma literal y concreta. Durante esos años el niño escucha las explicaciones simbólicas y figurativas que utilizan los adultos y hace un esfuerzo para entenderlas. Pero él todavía tiene limitaciones en cuanto a su desarrollo cognoscitivo. Es decir, durante este período de su desarrollo intelectual, su comprensión de las palabras está limitada a las experiencias que ha tenido en cuanto al uso de esas palabras. Aún no puede hacer en su mente la transferencia de un significado por otro.

Un símbolo es el uso de algo conocido para representar otra cosa desconocida. Por más esfuerzo que hagamos para ilustrar en formas concretas algunos conceptos espirituales, el niño NO lo va a entender. El problema se presenta porque los conceptos espirituales que queremos transmitir son mayormente abstractos y figurativos y es difícil saber cómo explicarlos. Por ejemplo, si utilizamos la palabra “corazón”, el niño va a pensar en el órgano que late en su pecho. Los padres o alguna otra persona ya le han explicado que ese latido que él siente es la acción de su corazón circulando la sangre en sus venas. Quizá los padres hayan utilizado algún dibujo o fotografía de un corazón para ayudarle a entender ese órgano tan vital en el cuerpo. Entonces, cuando decimos que Jesús viene a vivir allí, el niño piensa que Jesús debe hacerse chiquito para poder habitar allí, y debe estar parado físicamente dentro de ese órgano. Es lógico que él entienda que Jesús es algo así como un muñeco que ha venido a vivir como por magia dentro de ese órgano que bombea sangre en su cuerpo. Lo que NO entiende es que utilizamos la palabra “corazón” para referirnos a la naturaleza espiritual de la persona, en donde radican sus pensamientos y sus emociones. Como adultos, sabemos que los pensamientos y las emociones son en realidad ejercicios de la mente y no del corazón. Pero el niño aún no tiene la capacidad de entenderlo. Este hecho debe ser motivo de examinar y corregir el lenguaje que utilizamos para transmitir los conceptos espirituales.

En una ocasión estuve dando un taller sobre este tema en una conferencia de maestros en los Estados Unidos. Una mujer compartió con el grupo una experiencia muy reciente que había ocurrido con su hijo de nueve años de edad. El padre había sufrido unos intensos dolores de corazón y, como resultado, el cardiólogo le había recetado una serie de radiografías para tratar de identificar el problema. El hombre las había traído a casa porque tenía que llevarlas a una consulta con otro especialista. El niño, curioso, se puso a examinarlas cuidadosamente una por una. Un rato después, la madre lo encontró llorando en su habitación. Cuando le preguntó al niño porqué lloraba, se sorprendió al escuchar su respuesta:

—Mamá, yo miré con cuidado a todas las radiografías de papá y él no tiene a Jesús en su corazón.

La mujer confesó al grupo que se sintió totalmente desconcertada al no saber cómo responderle a su hijo y no tener palabras adecuadas para explicar lo que significaba “tener a Jesús en el corazón”.

Algunos símbolos problemáticos

Dentro de los muchos conceptos complicados que transmitimos por lenguaje simbólico, quiero referirme a las tres frases más utilizadas: (1) “la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado”; (2) “pedir que Cristo venga a vivir en tu corazón”; y (3) “recibir el regalo de la salvación”. Cada una de estas expresiones es simbólica y, por lo tanto, difícil para que el niño las comprenda. ¿Qué se debe decir, entonces? ¿O será que los niños no están capacitados aún para entender el plan de salvación? De ninguna manera. A través de los siglos, los niños han llegado a Cristo de muchísimos modos. Ellos se han aferrado de lo poco que pudieron entender y el Espíritu Santo ha hecho su obra en sus vidas. Por su gracia los niños han llegado a entender que son hijos de Dios. Sabemos que el Señor llegará a los niños por cualquiera de las formas que pueda utilizar. Sin embargo, si tomamos en serio el llamado que el Señor nos hace de guiar a los niños a tomar una decisión clara para recibir la salvación, nos corresponde a nosotros, los maestros, esforzarnos por encontrar las mejores maneras de hacerlo. Según la Palabra de Dios es algo muy serio “hacer tropezar a uno de estos pequeños” en su camino hacia Dios (Marcos 9:42).

Primero: “la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado”.

El símbolo fundamental que se encuentra en la Biblia para explicar la obra de Cristo en la cruz es la palabra sangre. “Dios lo ofreció como un sacrificio de expiación que se recibe por la fe en su sangre, para así demostrar su justicia” (Romanos 3:25, NVI). El niño entiende lo que es la sangre porque en diferentes ocasiones la ha visto cuando, por ejemplo, ha sufrido alguna cortadura u otra herida, y ha visto que la sangre corre y crea manchas en la ropa. Él sabe que la sangre no sirve para limpiar algo. Quizá ha visto a la madre tratar de sacar sin éxito la mancha que produce la sangre. Entonces se le produce una confusión cuando escucha la frase que dice que la sangre de Cristo nos limpia de pecado. Por ejemplo: “y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). Parte del problema en esto es que suponemos que las palabras bíblicas deben ser las más adecuadas para explicar el plan de salvación. Pero si estas palabras confunden a los niños, debemos buscar otros términos que sean más claros y más acordes con sus capacidades cognoscitivas. Después de todo, nuestra meta es ayudarles a entender la verdad de Dios, y no causarles confusión en cuanto a esa verdad tan trascendental.

Sugiero que si sustituimos la palabra “muerte” por la palabra “sangre”, tenemos la posibilidad de aclarar el concepto. Podemos decir: “Jesús murió para que Dios pudiera perdonar nuestros pecados.” Por cierto, esto no cubre todos los aspectos teológicos del proceso de la regeneración, pero sí expresa un concepto más sencillo que el niño puede comprender. Me gusta cómo la Traducción en Lenguaje Actualizado (Sociedades Bíblicas Unidas, 2000) expresa Colosenses 1:14: “quién por su muerte nos salvó y perdonó nuestros pecados”. La palabra “muerte” evita el uso del símbolo problemático “la sangre”, pero deja en claro para los niños la importancia de la muerte de Cristo como único camino para acercarnos a Dios.

Dentro del contexto de esta expresión “la muerte de Cristo”, se puede aclarar el significado de la palabra “perdón” con relación a nuestros pecados. Podemos explicarles a los niños que Dios es perfecto y que, por lo tanto, no puede tener ningún pecado. Para que nosotros seamos sus hijos fue necesario que su hijo Jesús muriera. Jesús murió para pagar el castigo del pecado que todos merecíamos. Lo pudo hacer porque él vivió en la tierra como un hombre, pero nunca hizo nada que no fuera lo que Dios quería. Él nunca pecó. Así es que, cuando murió sobre la cruz, murió como nuestro substituto y así hizo posible que Dios nos perdonara todos nuestros pecados.

También conviene evitar el uso de la frase “Dios mandó a su hijo Jesús para morir por nosotros” (o por ti). A veces están presentes niños que han sufrido maltrato y abuso por parte de personas adultas. Para ellos esta frase suena diferente y hasta cruel. Para ellos, suena a “Dios quiso matar a Jesús”. Entonces, es mejor decir: “Jesús, el Hijo de Dios, vino al mundo para morir por nuestros pecados”. Esta frase aclara los puntos esenciales, sin dejar lugar para que el niño tenga interrogantes sobre la bondad de Dios.

Segundo: “pedir que Cristo venga a vivir en tu corazón.”

¿Cómo podemos explicar al niño esta decisión tan fundamental para su vida espiritual, sin utilizar este simbolismo? Nunca es fácil transformar un concepto abstracto en algo concreto y sencillo. Sin embargo, creo que es de suma importancia encontrar una explicación que sea más adecuada que esta frase tan utilizada en la evangelización de niños.

En primer lugar, como he señalado antes, algo que ayuda mucho al niño es hacer la distinción entre “la vida interior” y “la vida exterior”. Es fácil programar pequeñas actividades de aprendizaje para aclarar este concepto. Algunas pueden estructurarse con el uso de pequeñas láminas de caritas que representan las emociones. Cuando el maestro utiliza esta ayuda gráfica, los niños adquieren rápidamente la habilidad de identificar sus propias emociones según las circunstancias que están viviendo. Se le explica al niño que esas emociones son parte de su vida interior. Para subrayar la misma idea, pero utilizando otro medio, se podría realizar un diálogo con un títere, por medio del cual el títere describe lo que está pensando y sintiendo en su vida interior.

O se puede inventar un cuento en el cual el personaje se comporta de diferentes maneras: come, habla, estudia, hace deportes u otras actividades físicas fáciles de observar. Se explica al niño que estas actividades representan su vida exterior. Por supuesto, se cuenta lo que el personaje está pensando, sus reacciones emocionales en diferentes momentos y las actitudes que se van formando en él, todos elementos que no se pueden observar y que se pueden conocer únicamente si él los expresa. Al terminar el cuento, los niños deben analizar las dos partes de la vida del personaje ficticio. Se puede repetir el cuento, pero esta vez se pide que los niños palmeen cuando hay evidencia de la vida exterior, y que levanten la mano cuando el personaje hace algo que representa su vida interior.

Con estas actividades y otras similares, los niños van adquiriendo una comprensión más adecuada de que la palabra “corazón” representa la vida interior de la persona. Cuando se haya establecido esta distinción, se le puede decir al niño que cuando acepta a Cristo está permitiendo que él tome control de la parte interior de su vida. Cristo viene a estar con el niño en esa parte de su vida donde piensa y siente todo. También se le debe explicar que es en la vida interior donde comienza todo lo que se hace en contra de la voluntad de Dios, lo que llamamos “el pecado”. Cuando le pide perdón a Jesús por su pecado y le entrega el control de su vida, está cambiando su manera de pensar. Está permitiendo que Jesús tenga control de sus pensamientos. El significado literal de la palabra “arrepentimiento” es “cambiar de mente”. Así es que, cuando me arrepiento de mi pecado, estoy deseando un cambio en mi manera de pensar, y como dice Pablo: “…cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir” (Romanos 12:2, VP).

Se le explica al niño que él no lo puede ver a Dios porque Dios es invisible, pero su presencia en nosotros se hace evidente por los cambios que se producen en nuestra manera de pensar, de sentir y de actuar.

Tercero: “recibir el regalo de la salvación”.

Otra de las frases simbólicas que quiero mencionar tiene que ver con un concepto que, a mi juicio, debilita para niños, como también para los adultos, la comprensión de la obra de Cristo en ofrecernos la salvación. Frecuentemente usamos la frase “recibir el regalo de la salvación”. Nos basamos en Romanos 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor.” Ver también Romanos 8:32; Efesios 2:8. Enfatizamos el hecho de que este regalo precioso es absolutamente gratis y lo único que tenemos que hacer es aceptarlo. Desde un punto de vista, esto es correcto porque Efesios 2:8, 9 declara: “Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte.” Pero este énfasis pasa por alto otro aspecto fundamental de nuestra regeneración, que es el hecho de entregar el control de la vida a Dios. San Pablo lo expresó en estas palabras: “He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí” (Gálatas 2:20,NVI). Cuando usamos la expresión “aceptar el regalo de la salvación”, estamos dando a entender que le hacemos un favor a Dios al aceptar su regalo. Es verdad que nuestra salvación no depende de nada que nosotros podamos hacer porque todo es por gracia. Pero un regalo es algo que uno recibe sin ningún compromiso. En cambio, cuando explicamos la salvación como una decisión responsable de entregar la vida a Dios para que él la controle, estamos incluyendo como parte de esa entrega el hecho de ceder el control. El apóstol Pablo habla de esto cuando dice: “Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo” (Romanos 8:9,NVI). Trivializamos la muerte de Cristo si hablamos únicamente de “aceptar el regalo de la salvación”. La parte esencial que corresponde a toda persona es sentir remordimiento y pena por los pecados que haya cometido y arrepentirse por haber vivido haciendo lo que uno quería sin importarle lo que Dios quiere. La salvación es esencialmente el traspaso del dominio de mi vida a Dios, porque hasta ceder ese control he vivido de acuerdo con la “naturaleza pecaminosa” (la tendencia de hacer lo que uno quiere sin importarle lo que Dios quiere), y sin reconocer la necesidad de vivir bajo el dominio de Dios. El niño tiene la capacidad de entender que para que Jesús pueda ser su Salvador, él debe arrepentirse de sus pecados y pedir que Jesús sea quien controle toda su vida.

Nuestra finalidad en la evangelización de los niños debe trascender el deseo de sumar números, como si la cantidad de niños ganados diera evidencia de nuestro éxito en este trabajo. Nunca debemos pensar en los niños como cifras. Nuestra misión, además de ofrecerle la oportunidad de aceptar a Cristo, debe ser que el niño comprenda, dentro de sus posibilidades, las dimensiones profundas de la entrega de su vida al Señor. Si lo ayudamos a entender esto, estará comenzando su vida como cristiano con la capacidad de llegar a una verdadera madurez en Cristo. Desde el comienzo de su peregrinación de fe tendrá una comprensión más adecuada de lo que significa ser un seguidor de Jesús. Este compromiso demandará lo mejor de él y no será fácil. Pero no depende de sus fuerzas, sino de Cristo que vive en él.

Es imposible saber el potencial que un niño pueda tener para lograr una vida de gran utilidad y bendición a otros. Trabajamos con los niños convencidos de que tenemos un pequeño tesoro en las manos y que Dios nos ha concedido el singular privilegio de influenciar su vida. Por más breve que sea el tiempo que lo tengamos como alumno, o más pequeños e inadecuados que sean nuestros esfuerzos, sabemos que Dios ha de tomar esa semilla y la hará crecer. Algún día hemos de mirar esa vida, ya de persona adulta, y sentir un profundo orgullo por lo que Dios nos permitió lograr en la formación de su vida espiritual. En ese momento sólo nos corresponde inclinar el rostro en reverente humildad y decir en silencio: “Gracias, Señor, por el gran privilegio de contribuir a la formación de esta vida.”

De Constance, B. S. (2004). La formación espiritual del niño (3a edición, pp. 77–84). Buenos Aires, Argentina: Publicaciones Alianza.

Reinado de Josías

2 Reyes 22-25

Reinado de Josías

(2 Cr. 34.1-2)

a122:1  Cuando Josías comenzó a reinar era de ocho años, y reinó en Jerusalén treinta y un años. El nombre de su madre fue Jedida hija de Adaía, de Boscat.

E hizo lo recto ante los ojos de Jehová, y anduvo en todo el camino de David su padre, sin apartarse a derecha ni a izquierda.

Hallazgo del libro de la ley

(2 Cr. 34.8-33)

A los dieciocho años del rey Josías, envió el rey a Safán hijo de Azalía, hijo de Mesulam, escriba, a la casa de Jehová, diciendo:

Ve al sumo sacerdote Hilcías, y dile que recoja el dinero que han traído a la casa de Jehová, que han recogido del pueblo los guardianes de la puerta,

y que lo pongan en manos de los que hacen la obra, que tienen a su cargo el arreglo de la casa de Jehová, y que lo entreguen a los que hacen la obra de la casa de Jehová, para reparar las grietas de la casa;

a los carpinteros, maestros y albañiles, para comprar madera y piedra de cantería para reparar la casa;

y que no se les tome cuenta del dinero cuyo manejo se les confiare, porque ellos proceden con honradez.

Entonces dijo el sumo sacerdote Hilcías al escriba Safán: He hallado el libro de la ley en la casa de Jehová. E Hilcías dio el libro a Safán, y lo leyó.

Viniendo luego el escriba Safán al rey, dio cuenta al rey y dijo: Tus siervos han recogido el dinero que se halló en el templo, y lo han entregado en poder de los que hacen la obra, que tienen a su cargo el arreglo de la casa de Jehová.

10 Asimismo el escriba Safán declaró al rey, diciendo: El sacerdote Hilcías me ha dado un libro. Y lo leyó Safán delante del rey.

11 Y cuando el rey hubo oído las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestidos.

12 Luego el rey dio orden al sacerdote Hilcías, a Ahicam hijo de Safán, a Acbor hijo de Micaías, al escriba Safán y a Asaías siervo del rey, diciendo:

13 Id y preguntad a Jehová por mí, y por el pueblo, y por todo Judá, acerca de las palabras de este libro que se ha hallado; porque grande es la ira de Jehová que se ha encendido contra nosotros, por cuanto nuestros padres no escucharon las palabras de este libro, para hacer conforme a todo lo que nos fue escrito.

14 Entonces fueron el sacerdote Hilcías, y Ahicam, Acbor, Safán y Asaías, a la profetisa Hulda, mujer de Salum hijo de Ticva, hijo de Harhas, guarda de las vestiduras, la cual moraba en Jerusalén en la segunda parte de la ciudad, y hablaron con ella.

15 Y ella les dijo: Así ha dicho Jehová el Dios de Israel: Decid al varón que os envió a mí:

16 Así dijo Jehová: He aquí yo traigo sobre este lugar, y sobre los que en él moran, todo el mal de que habla este libro que ha leído el rey de Judá;

17 por cuanto me dejaron a mí, y quemaron incienso a dioses ajenos, provocándome a ira con toda la obra de sus manos; mi ira se ha encendido contra este lugar, y no se apagará.

18 Mas al rey de Judá que os ha enviado para que preguntaseis a Jehová, diréis así: Así ha dicho Jehová el Dios de Israel: Por cuanto oíste las palabras del libro,

19 y tu corazón se enterneció, y te humillaste delante de Jehová, cuando oíste lo que yo he pronunciado contra este lugar y contra sus moradores, que vendrán a ser asolados y malditos, y rasgaste tus vestidos, y lloraste en mi presencia, también yo te he oído, dice Jehová.

20 Por tanto, he aquí yo te recogeré con tus padres, y serás llevado a tu sepulcro en paz, y no verán tus ojos todo el mal que yo traigo sobre este lugar. Y ellos dieron al rey la respuesta.

23:1  Entonces el rey mandó reunir con él a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén.

Y subió el rey a la casa de Jehová con todos los varones de Judá, y con todos los moradores de Jerusalén, con los sacerdotes y profetas y con todo el pueblo, desde el más chico hasta el más grande; y leyó, oyéndolo ellos, todas las palabras del libro del pacto que había sido hallado en la casa de Jehová.

Y poniéndose el rey en pie junto a la columna, hizo pacto delante de Jehová, de que irían en pos de Jehová, y guardarían sus mandamientos, sus testimonios y sus estatutos, con todo el corazón y con toda el alma, y que cumplirían las palabras del pacto que estaban escritas en aquel libro. Y todo el pueblo confirmó el pacto.

Reformas de Josías

(2 Cr. 34.3-7)

Entonces mandó el rey al sumo sacerdote Hilcías, a los sacerdotes de segundo orden, y a los guardianes de la puerta, que sacasen del templo de Jehová todos los utensilios que habían sido hechos para Baal, para Asera y para todo el ejército de los cielos; y los quemó fuera de Jerusalén en el campo del Cedrón, e hizo llevar las cenizas de ellos a Bet-el.

Y quitó a los sacerdotes idólatras que habían puesto los reyes de Judá para que quemasen incienso en los lugares altos en las ciudades de Judá, y en los alrededores de Jerusalén; y asimismo a los que quemaban incienso a Baal, al sol y a la luna, y a los signos del zodíaco, y a todo el ejército de los cielos.

Hizo también sacar la imagen de Asera fuera de la casa de Jehová, fuera de Jerusalén, al valle del Cedrón, y la quemó en el valle del Cedrón, y la convirtió en polvo, y echó el polvo sobre los sepulcros de los hijos del pueblo.

Además derribó los lugares de prostitución idolátrica que estaban en la casa de Jehová, en los cuales tejían las mujeres tiendas para Asera.

E hizo venir todos los sacerdotes de las ciudades de Judá, y profanó los lugares altos donde los sacerdotes quemaban incienso, desde Geba hasta Beerseba; y derribó los altares de las puertas que estaban a la entrada de la puerta de Josué, gobernador de la ciudad, que estaban a la mano izquierda, a la puerta de la ciudad.

Pero los sacerdotes de los lugares altos no subían al altar de Jehová en Jerusalén, sino que comían panes sin levadura entre sus hermanos.

10 Asimismo profanó a Tofet, que está en el valle del hijo de Hinom, para que ninguno pasase su hijo o su hija por fuego a Moloc.

11 Quitó también los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al sol a la entrada del templo de Jehová, junto a la cámara de Natán-melec eunuco, el cual tenía a su cargo los ejidos; y quemó al fuego los carros del sol.

12 Derribó además el rey los altares que estaban sobre la azotea de la sala de Acaz, que los reyes de Judá habían hecho, y los altares que había hecho Manasés en los dos atrios de la casa de Jehová; y de allí corrió y arrojó el polvo al arroyo del Cedrón.

13 Asimismo profanó el rey los lugares altos que estaban delante de Jerusalén, a la mano derecha del monte de la destrucción, los cuales Salomón rey de Israel había edificado a Astoret ídolo abominable de los sidonios, a Quemos ídolo abominable de Moab, y a Milcom ídolo abominable de los hijos de Amón.

14 Y quebró las estatuas, y derribó las imágenes de Asera, y llenó el lugar de ellos de huesos de hombres.

15 Igualmente el altar que estaba en Bet-el, y el lugar alto que había hecho Jeroboam hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel; aquel altar y el lugar alto destruyó, y lo quemó, y lo hizo polvo, y puso fuego a la imagen de Asera.

16 Y se volvió Josías, y viendo los sepulcros que estaban allí en el monte, envió y sacó los huesos de los sepulcros, y los quemó sobre el altar para contaminarlo, conforme a la palabra de Jehová que había profetizado el varón de Dios, el cual había anunciado esto.

17 Después dijo: ¿Qué monumento es este que veo? Y los de la ciudad le respondieron: Este es el sepulcro del varón de Dios que vino de Judá, y profetizó estas cosas que tú has hecho sobre el altar de Bet-el.

18 Y él dijo: Dejadlo; ninguno mueva sus huesos; y así fueron preservados sus huesos, y los huesos del profeta que había venido de Samaria.

19 Y todas las casas de los lugares altos que estaban en las ciudades de Samaria, las cuales habían hecho los reyes de Israel para provocar a ira, las quitó también Josías, e hizo de ellas como había hecho en Bet-el.

20 Mató además sobre los altares a todos los sacerdotes de los lugares altos que allí estaban, y quemó sobre ellos huesos de hombres, y volvió a Jerusalén.

Josías celebra la pascua

(2 Cr. 35.1-19)

21 Entonces mandó el rey a todo el pueblo, diciendo: Haced la pascua a Jehová vuestro Dios, conforme a lo que está escrito en el libro de este pacto.

22 No había sido hecha tal pascua desde los tiempos en que los jueces gobernaban a Israel, ni en todos los tiempos de los reyes de Israel y de los reyes de Judá.

23 A los dieciocho años del rey Josías fue hecha aquella pascua a Jehová en Jerusalén.

Persiste la ira de Jehová contra Judá

24 Asimismo barrió Josías a los encantadores, adivinos y terafines, y todas las abominaciones que se veían en la tierra de Judá y en Jerusalén, para cumplir las palabras de la ley que estaban escritas en el libro que el sacerdote Hilcías había hallado en la casa de Jehová.

25 No hubo otro rey antes de él, que se convirtiese a Jehová de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés; ni después de él nació otro igual.

26 Con todo eso, Jehová no desistió del ardor con que su gran ira se había encendido contra Judá, por todas las provocaciones con que Manasés le había irritado.

27 Y dijo Jehová: También quitaré de mi presencia a Judá, como quité a Israel, y desecharé a esta ciudad que había escogido, a Jerusalén, y a la casa de la cual había yo dicho: Mi nombre estará allí.

Muerte de Josías

(2 Cr. 35.20-27)

28 Los demás hechos de Josías, y todo lo que hizo, ¿no está todo escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?

29 En aquellos días Faraón Necao rey de Egipto subió contra el rey de Asiria al río Eufrates, y salió contra él el rey Josías; pero aquél, así que le vio, lo mató en Meguido.

30 Y sus siervos lo pusieron en un carro, y lo trajeron muerto de Meguido a Jerusalén, y lo sepultaron en su sepulcro. Entonces el pueblo de la tierra tomó a Joacaz hijo de Josías, y lo ungieron y lo pusieron por rey en lugar de su padre.

Reinado y destronamiento de Joacaz

(2 Cr. 36.1-4)

31 De veintitrés años era Joacaz cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén. El nombre de su madre fue Hamutal hija de Jeremías, de Libna.

32 Y él hizo lo malo ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que sus padres habían hecho.

33 Y lo puso preso Faraón Necao en Ribla en la provincia de Hamat, para que no reinase en Jerusalén; e impuso sobre la tierra una multa de cien talentos de plata, y uno de oro.

34 Entonces Faraón Necao puso por rey a Eliaquim hijo de Josías, en lugar de Josías su padre, y le cambió el nombre por el de Joacim; y tomó a Joacaz y lo llevó a Egipto, y murió allí.

35 Y Joacim pagó a Faraón la plata y el oro; mas hizo avaluar la tierra para dar el dinero conforme al mandamiento de Faraón, sacando la plata y el oro del pueblo de la tierra, de cada uno según la estimación de su hacienda, para darlo a Faraón Necao.

Reinado de Joacim

(2 Cr. 36.5-8)

36 De veinticinco años era Joacim cuando comenzó a reinar, y once años reinó en Jerusalén. El nombre de su madre fue Zebuda hija de Pedaías, de Ruma.

37 E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que sus padres habían hecho.

24:1  En su tiempo subió en campaña Nabucodonosor rey de Babilonia. Joacim vino a ser su siervo por tres años, pero luego volvió y se rebeló contra él.

Pero Jehová envió contra Joacim tropas de caldeos, tropas de sirios, tropas de moabitas y tropas de amonitas, los cuales envió contra Judá para que la destruyesen, conforme a la palabra de Jehová que había hablado por sus siervos los profetas.

Ciertamente vino esto contra Judá por mandato de Jehová, para quitarla de su presencia, por los pecados de Manasés, y por todo lo que él hizo;

asimismo por la sangre inocente que derramó, pues llenó a Jerusalén de sangre inocente; Jehová, por tanto, no quiso perdonar.

Los demás hechos de Joacim, y todo lo que hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?

Y durmió Joacim con sus padres, y reinó en su lugar Joaquín su hijo.

Y nunca más el rey de Egipto salió de su tierra; porque el rey de Babilonia le tomó todo lo que era suyo desde el río de Egipto hasta el río Eufrates.

Joaquín y los nobles son llevados cautivos a Babilonia

(2 Cr. 36.9-10)

De dieciocho años era Joaquín cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén tres meses. El nombre de su madre fue Nehusta hija de Elnatán, de Jerusalén.

E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho su padre.

10 En aquel tiempo subieron contra Jerusalén los siervos de Nabucodonosor rey de Babilonia, y la ciudad fue sitiada.

11 Vino también Nabucodonosor rey de Babilonia contra la ciudad, cuando sus siervos la tenían sitiada.

12 Entonces salió Joaquín rey de Judá al rey de Babilonia, él y su madre, sus siervos, sus príncipes y sus oficiales; y lo prendió el rey de Babilonia en el octavo año de su reinado.

13 Y sacó de allí todos los tesoros de la casa de Jehová, y los tesoros de la casa real, y rompió en pedazos todos los utensilios de oro que había hecho Salomón rey de Israel en la casa de Jehová, como Jehová había dicho.

14 Y llevó en cautiverio a toda Jerusalén, a todos los príncipes, y a todos los hombres valientes, hasta diez mil cautivos, y a todos los artesanos y herreros; no quedó nadie, excepto los pobres del pueblo de la tierra.

15 Asimismo llevó cautivos a Babilonia a Joaquín, a la madre del rey, a las mujeres del rey, a sus oficiales y a los poderosos de la tierra; cautivos los llevó de Jerusalén a Babilonia.

16 A todos los hombres de guerra, que fueron siete mil, y a los artesanos y herreros, que fueron mil, y a todos los valientes para hacer la guerra, llevó cautivos el rey de Babilonia.

17 Y el rey de Babilonia puso por rey en lugar de Joaquín a Matanías su tío, y le cambió el nombre por el de Sedequías.

Reinado de Sedequías

(2 Cr. 36.11-16; Jer. 52.1-3)

18 De veintiún años era Sedequías cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén once años. El nombre de su madre fue Hamutal hija de Jeremías, de Libna.

19 E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, conforme a todo lo que había hecho Joacim.

20 Vino, pues, la ira de Jehová contra Jerusalén y Judá, hasta que los echó de su presencia. Y Sedequías se rebeló contra el rey de Babilonia.

Caída de Jerusalén

(Jer. 39.1-7; 52.3-11)

25  Aconteció a los nueve años de su reinado, en el mes décimo, a los diez días del mes, que Nabucodonosor rey de Babilonia vino con todo su ejército contra Jerusalén, y la sitió, y levantó torres contra ella alrededor.

Y estuvo la ciudad sitiada hasta el año undécimo del rey Sedequías.

A los nueve días del cuarto mes prevaleció el hambre en la ciudad, hasta que no hubo pan para el pueblo de la tierra.

Abierta ya una brecha en el muro de la ciudad, huyeron de noche todos los hombres de guerra por el camino de la puerta que estaba entre los dos muros, junto a los huertos del rey, estando los caldeos alrededor de la ciudad; y el rey se fue por el camino del Arabá.

Y el ejército de los caldeos siguió al rey, y lo apresó en las llanuras de Jericó, habiendo sido dispersado todo su ejército.

Preso, pues, el rey, le trajeron al rey de Babilonia en Ribla, y pronunciaron contra él sentencia.

Degollaron a los hijos de Sedequías en presencia suya, y a Sedequías le sacaron los ojos, y atado con cadenas lo llevaron a Babilonia.

Cautividad de Judá

(2 Cr. 36.17-21; Jer. 39.8-10; 52.12-30)

En el mes quinto, a los siete días del mes, siendo el año diecinueve de Nabucodonosor rey de Babilonia, vino a Jerusalén Nabuzaradán, capitán de la guardia, siervo del rey de Babilonia.

Y quemó la casa de Jehová, y la casa del rey, y todas las casas de Jerusalén; y todas las casas de los príncipes quemó a fuego.

10 Y todo el ejército de los caldeos que estaba con el capitán de la guardia, derribó los muros alrededor de Jerusalén.

11 Y a los del pueblo que habían quedado en la ciudad, a los que se habían pasado al rey de Babilonia, y a los que habían quedado de la gente común, los llevó cautivos Nabuzaradán, capitán de la guardia.

12 Mas de los pobres de la tierra dejó Nabuzaradán, capitán de la guardia, para que labrasen las viñas y la tierra.

13 Y quebraron los caldeos las columnas de bronce que estaban en la casa de Jehová, y las basas, y el mar de bronce que estaba en la casa de Jehová, y llevaron el bronce a Babilonia.

14 Llevaron también los calderos, las paletas, las despabiladeras, los cucharones, y todos los utensilios de bronce con que ministraban;

15 incensarios, cuencos, los que de oro, en oro, y los que de plata, en plata; todo lo llevó el capitán de la guardia.

16 Las dos columnas, un mar, y las basas que Salomón había hecho para la casa de Jehová; no fue posible pesar todo esto.

17 La altura de una columna era de dieciocho codos, y tenía encima un capitel de bronce; la altura del capitel era de tres codos, y sobre el capitel había una red y granadas alrededor, todo de bronce; e igual labor había en la otra columna con su red.

18 Tomó entonces el capitán de la guardia al primer sacerdote Seraías, al segundo sacerdote Sofonías, y tres guardas de la vajilla;

19 y de la ciudad tomó un oficial que tenía a su cargo los hombres de guerra, y cinco varones de los consejeros del rey, que estaban en la ciudad, el principal escriba del ejército, que llevaba el registro de la gente del país, y sesenta varones del pueblo de la tierra, que estaban en la ciudad.

20 Estos tomó Nabuzaradán, capitán de la guardia, y los llevó a Ribla al rey de Babilonia.

21 Y el rey de Babilonia los hirió y mató en Ribla, en tierra de Hamat. Así fue llevado cautivo Judá de sobre su tierra.

El remanente huye a Egipto

22 Y al pueblo que Nabucodonosor rey de Babilonia dejó en tierra de Judá, puso por gobernador a Gedalías hijo de Ahicam, hijo de Safán.

23 Y oyendo todos los príncipes del ejército, ellos y su gente, que el rey de Babilonia había puesto por gobernador a Gedalías, vinieron a él en Mizpa; Ismael hijo de Netanías, Johanán hijo de Carea, Seraías hijo de Tanhumet netofatita, y Jaazanías hijo de un maacateo, ellos con los suyos.

24 Entonces Gedalías les hizo juramento a ellos y a los suyos, y les dijo: No temáis de ser siervos de los caldeos; habitad en la tierra, y servid al rey de Babilonia, y os irá bien.

25 Mas en el mes séptimo vino Ismael hijo de Netanías, hijo de Elisama, de la estirpe real, y con él diez varones, e hirieron a Gedalías, y murió; y también a los de Judá y a los caldeos que estaban con él en Mizpa.

26 Y levantándose todo el pueblo, desde el menor hasta el mayor, con los capitanes del ejército, se fueron a Egipto, por temor de los caldeos.

Joaquín es libertado y recibe honores en Babilonia

(Jer. 52.31-34)

27 Aconteció a los treinta y siete años del cautiverio de Joaquín rey de Judá, en el mes duodécimo, a los veintisiete días del mes, que Evil-merodac rey de Babilonia, en el primer año de su reinado, libertó a Joaquín rey de Judá, sacándolo de la cárcel;

28 y le habló con benevolencia, y puso su trono más alto que los tronos de los reyes que estaban con él en Babilonia.

29 Y le cambió los vestidos de prisionero, y comió siempre delante de él todos los días de su vida.

30 Y diariamente le fue dada su comida de parte del rey, de continuo, todos los días de su vida.

Reina-Valera 1960 (RVR1960)Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.

¿UN PIE O LA VIDA?

13 abr 2016

¿UN PIE O LA VIDA?

hp

por el Hermano Pablo

a1Con un seco y sonoro ¡clic! se cerró la trampa. Era una trampa de acero, silenciosa y traicionera, oculta en la nieve por hojas de pino. Serge Cherblinko, cazador de osos en los bosques de Siberia, andaba de cacería. Sin darse cuenta, pisó donde no debió haberlo hecho, y la trampa clavó en él sus dientes de acero.

Serge sabía que por sí solo le sería imposible librarse de la trampa. El dolor era intenso, y la noche se aproximaba, con sus fríos, sus lobos y sus osos. Ahí mismo, solo y en medio del bosque, tomó una decisión drástica. Con su cuchillo de monte, se amputó el pie y, renqueando y arrastrándose como pudo, regando sangre por el camino, cubrió los dos kilómetros hasta llegar al refugio. Perdió un pie, pero se salvó la vida.

Esa noticia en la prensa internacional, aunque muy triste, nos deja una tremenda y clara lección. Es mucho mejor perder un miembro del cuerpo que perder toda la vida. Si la opción es perder un pie, o un ojo, o un miembro cualquiera del cuerpo, o perder la vida, cualquiera cedería uno de sus miembros antes que entregarse a la muerte.

¡Cuántas no han sido las veces que el cirujano se acerca a la cama del paciente y le dice: «Para salvarle la vida tenemos que amputarle la pierna»! Y como más vale la vida que una pierna, el paciente se somete. La vida misma siempre vale más que cualquier miembro del cuerpo.

Así mismo sucede con la vida espiritual, la vida eterna. Jesucristo conocía el incalculable valor de la vida eterna, así que un día, al predicarles a las multitudes, dijo: «…si tu ojo derecho te hace pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo, y no que todo él sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te hace pecar, córtatela y arrójala. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo, y no que todo él vaya al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno» (Mateo 5:29‑30).

Si la vida física vale más que cualquier miembro de nuestro cuerpo, con mayor razón la vida espiritual, que es eterna, vale más que cualquier cosa en esta vida. Y sin embargo, ¡qué fácil nos es apegarnos a nuestros antojos injustos e inmorales aunque así perdamos la vida eterna! Jesús lo expresó con una claridad diáfana al decir que si ganamos el mundo entero, pero perdemos nuestra alma, lo hemos perdido todo. No cedamos lo eterno por lo efímero. Ni cedamos la gloria celestial por la vanagloria de este mundo. Al contrario, pidámosle a Cristo que sea el Señor y Dueño de nuestra vida.

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Dios de patrulla

13 Abril

Dios de patrulla

Lectura bíblica: Salmo 16:1–11

Me mostrarás la senda de la vida. En tu presencia hay plenitud de gozo, delicias en tu diestra para siempre. Salmo 16:11

a1Menciona un suceso que haría que el estómago se le llenara de nudos a un padre de familia. Tienes doce segundos para adivinar. ¡Adelante!

Tus padres podrían aburrirte durante horas con todo tipo de preocupaciones propias de adultos. Pero en algún lugar de su lista de momentos desagradables puede estar éste: ser detenido por la policía por exceso de velocidad.

Ven el destello de las luces en el espejo retrovisor.

Oyen el sonido amenazante de la sirena.

Observan al policía que camina hacia el auto, con la libreta de multas en la mano.

A los papás no les gusta ver desaparecer su dinero cuando pagan la multa. Detestan pensar en el chorro de dinero que perderán cuando les aumentan el seguro del auto.
Recibir una multa garantiza que se les ha venido abajo el día. (Sugerencia: No es un buen momento para pedirles dinero).

Si recibir una multa arruina uno que otro día, aquí te cuento algo que te podría arruinar toda la vida: creer que Dios es un policía cósmico, grande y malo.

Muchos creen que Dios es como un agente de policía, siempre vigilándonos con su radar, no para mantener seguros los caminos, sino para agarrar a cualquiera que parece estar yendo a exceso de velocidad, pasando el “límite de la diversión”. (Y les parece que el límite de Dios es realmente bajo).

Lo imaginan hablando así:
—¡Eh, tú! —gruñe—. ¡Sí, tú! Parece que te estás divirtiendo. Bueno, si es así, ¡basta! Eso no está permitido. No cuando yo estoy de patrulla.

Tema para comentar: ¿Alguna vez has pensado que lo único que Dios desea es arruinar tu diversión?

Las mismas personas que ven a Dios como el peor de los señores, se imaginan al diablo como una caricatura que ama divertirse, sentada sobre tus hombros animándote para que te diviertas. Eso es mentira. El diablo no está interesado en asegurarse de que la pasemos bien. Nos odia. Pedro dice que el diablo siempre “anda alrededor buscando a quién devorar” (1 Pedro 5:8).

Por eso no te creas que el diablo es un tipo divertido esperando llenar tu vida de emociones. Jesús arrasó con ese mito cuando dijo: “El ladrón [el diablo] no viene sino para robar, matar y destruir” (Juan 10:10).

La meta de Dios para nuestra vida es exactamente la opuesta. Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Dios no quiere nada que no sea una vida requete repleta de gozo.

PARA DIALOGAR
¿En qué consiste vivir la vida plena y gozosa que Jesús prometió?

PARA ORAR
Señor, sé que planeaste para nosotros una vida gozosa. Ayúdanos a experimentar lo mejor que tú ofreces, dentro de tus límites sabios.

PARA HACER
Piensa en una manera de demostrarle hoy a alguien que Dios quiere que los cristianos tengan una vida plena y llena de alegría.

McDowell, J., & Johnson, K. (2005). Devocionales para la familia. El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano.