8. DUREZA DE CORAZÓN

SERIE GIGANTES AL ACECHO

8. DUREZA DE CORAZÓN

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David Logacho
2016-04-15

a1Saludos cordiales amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Es un privilegio contar con su sintonía. Esta serie de estudios bíblicos está dedicada a tratar el tema de los gigantes. No se asuste, no me refiero a alguna rara especie, sino a cosas con las cuales tenemos que luchar cada uno de nosotros en nuestro diario vivir. Estas cosas pueden ser el desaliento, la crítica, el temor, el chisme, la culpa y tantas otras cosas más. A simple vista, estas cosas parecen enormes gigantes que amenazan con quitarnos el gozo de vivir como hijos de Dios. A veces, estos gigantes han tenido éxito maniatándonos y eso explica la existencia de millones de creyentes desanimados, criticones, temerosos, chismosos y quien sabe qué más. En el estudio bíblico de hoy vamos a hablar sobre otro de estos gigantes.

Siempre hay gigantes en nuestras vidas, me refiero a obstáculos que tenemos que vencer o cosas que nos impiden que disfrutemos de lo mejor de Dios. En ocasiones inclusive nos parece que a nosotros nos ha tocado enfrentar algo que jamás nadie ha enfrentado, lo cual no corresponde a la realidad porque los gigantes que nosotros tenemos que enfrentar están también atacando a todos los demás. Podemos intentar ignorarlos, pero eso no nos conducirá a ningún lado, más bien producirá un efecto contraproducente porque estos gigantes se volverán más feroces y despiadados. Lo mejor es reconocer su existencia, pero no permitir que controlen nuestra vida. La táctica de estos gigantes es la intimidación, tratan de asustarnos, pero no deberíamos caer en su estilo de juego, no deberíamos dejar que nos dominen. Estos gigantes tratarán de hacernos pensar que lo más prudente para nuestro bien es hacer caso a sus dictámenes, pero los que somos hijos de Dios no debemos hacer caso al consejo de estos gigantes sino a la infalible palabra de Dios. En esto radica en realidad la clave para conquistar a estos poderosos gigantes. Recordemos que la tierra que Dios prometió a la nación de Israel, también tenía gigantes, esos gigantes eran de carne y hueso. Moisés sin embargo dijo a su gente. No temáis, ni tengáis miedo de ellos. Pero el pueblo no escuchó la voz de Dios por medio de Moisés sino que escuchó la voz de los gigantes que clamaban: No vengan porque si vienen los vamos a devorar. De esta manera, todo una generación de los hijos de Israel perdieron la bendición de poner su pie en la tierra prometida y en lugar de ello murieron en el candente desierto. Esas son las consecuencias de dejarse dominar por los gigantes amable oyente. Hemos considerado ya a algunos de estos gigantes, desánimo, crítica, temor, chisme, sentimiento de culpa. Hoy vamos a hablar de uno más. Se llama dureza de corazón. En Mateo 24:12, Jesús dijo: y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.

Jesús advirtió que el mal iba a abundar, e iba a causar algunos estragos, entre ellos, que el amor no de pocos, sino de muchos, se iba a enfriar. Pero para enfriarse tuvo que estar caliente primero. En otras palabras, algo hará que alguien que tenía un amor ardiente, de pronto ese amor se enfríe. Lo que pasa es que atacó ese gigante que nosotros hemos llamado dureza de corazón. Es interesante, pero por medio de las circunstancias y el medio ambiente que nos rodea nos dejamos contagiar del espíritu de la época que vivimos. Quizá nos defendamos diciendo: Yo no soy así, pero somos así, lo que pasa es que no nos damos cuenta de ello. Vivimos rodeados de gente criticona, desdichada y amargada; y si no somos precavidos inevitablemente llegamos a ser como ellos. Incluso podemos criticarlos, sin tomar conciencia de que estamos haciendo las mismas cosas que ellos hacen. La iniquidad y la maldad campean por doquier. Esto nos afecta al fin y al cabo y termina por hacer enfriar nuestro amor, con un amor frío, nuestro corazón se endurece. Con un corazón así, adoptamos una actitud de dureza e insensibilidad. Llegamos a la conclusión que la gente merece todo lo malo que le está pasando debido a su impiedad. La decadencia moral abunda a nuestro alrededor y nosotros, dominados por el gigante de la dureza de corazón adoptamos una actitud de superioridad al razonar y decir: Gracias a Dios que no soy malo como el resto, por eso, todos esos impíos tienen bien merecido que Dios les castigue con rudeza.

Es muy fácil olvidar que somos lo que somos únicamente por la gracia de Dios. No estoy diciendo que debemos estar de acuerdo con lo que los impíos hacen, sino que debemos tener compasión de ellos. El Señor Jesús nunca estuvo de acuerdo con las cosas malas que hacían los impíos de su tiempo, pero sin embargo el Nuevo Testamento dice que Él tuvo compasión de las multitudes porque les vio como ovejas sin pastor. Pero si nos dejamos dominar por el gigante de la dureza de corazón no tenemos compasión por nadie. La maldad habrá hecho enfriar nuestro corazón. La dureza de corazón es realmente un gigante, y no sólo matará nuestra compasión, sino que también anulará nuestra preocupación e interés por los demás. De esta manera matará también nuestro ministerio en otras vidas. Seremos inútiles para Dios si nuestra compasión se extingue y nuestros corazones se endurecen. Dios no podrá conmovernos y tampoco las circunstancias que nos rodean. Con un corazón endurecido habremos perdido nuestra capacidad de amar. El apóstol Pablo nos ha dejado esta advertencia en Romanos 12:2. La Biblia dice: No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Pablo está diciendo que los creyentes no debemos permitir que el mundo nos meta a la fuerza en su molde. No debemos pensar, ni sentir, ni actuar o juzgar de la manera que el mundo lo hace. Debemos ser diferentes. Si lo permitimos podemos llegar a ser tan insensibles que nada nos conmoverá. Cuando eso pase, dejaremos que los necesitados pasen de largo y nuestro corazón jamás se agitará para tocarlos. Por supuesto que si nuestro corazón no se agita por tocarlos, menos lo harán nuestras manos y nuestros pies jamás encontrarán un camino hacia ellos. El amor no significa estar de acuerdo con la maldad del mundo. Nunca estaremos de acuerdo con el individuo que se emborracha y atropella a alguien o con el tipo que comete algún crimen. Lo que el amor significa es que nuestro corazón se conmueve de compasión por el pecador.

La compasión es parte del carácter de Dios y por tanto debe ser parte del carácter de su pueblo. La compasión mueve a hacer lo mejor para quien es objeto de la compasión. Eso fue justamente lo que hizo el Señor Jesús al morir por nuestros pecados. Solamente existe una cosa que podemos hacer para liberarnos del domino del gigante de la dureza de corazón y eso es acudir lo antes posible al Divino especialista del corazón y decirle: Dios, he llegado a la conclusión que tengo un corazón endurecido.

No puedo pensar correctamente, no puedo ver las cosas correctamente. Mi amor es pura teoría. Todo mi amor por ti y por mi prójimo ha llegado a ser nada más que una farsa con vestimenta de religión. Señor, ayúdame. Haz algo en mí. Cambia mi corazón. Dios es experto en corazones endurecidos, amable oyente. Ante una oración así, él puede sanar el corazón y puede poner allí un nuevo corazón, lleno de compasión e interés por los demás. No continúe dominado por el gigante de la dureza de corazón. Viva la hermosa realidad de tener un corazón sensible a las necesidades de los demás. Con la ayuda del Señor podrá apropiarse de la promesa del Señor cuando dijo: Yo he venido para que tenga vida, y para que la tengan en abundancia.

La formación espiritual del niño

La formación espiritual del niño

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Betty S. de Constance

Parte 2

Reflexiones sobre la evangelización de los niños

Capítulo 11

¿Por qué hay niños que dicen que no han pecado?

a1Hace tiempo, en una clase de niños escolares, yo estaba tratando de aclarar el concepto del pecado. Les hablé de varias conductas que comúnmente se clasifican como “pecado”: mentir, robar, decir malas palabras, desobedecer a los padres y hacerle daño a otra persona. Al final pregunté:

—¿Cuántos de ustedes han hecho alguna vez una de estas cosas?

Dos o tres niños levantaron la mano, pero rápidamente la bajaron cuando vieron que no representaban un consenso general entre los compañeros de clase. Creyendo que no me habían entendido bien, intenté de varias maneras convencerlos de que el pecado es parte de la naturaleza de todo ser humano y que todos cometemos pecado. Pero no tuve mucho éxito con la clase. Me sentí frustrada. Me preguntaba cómo se les podría hablar de la salvación si no reconocían su pecado. Como conocía bastante bien a esos niños, fui tentada a recordarles puntualmente algunas trasgresiones que habían cometido, que yo había visto o de las que sabía. Afortunadamente, frené el impulso inicial de hacerlo.

Después de aquella clase me quedé pensando. ¿Cómo puede ser que una verdad bíblica tan fundamental sea tan difícil de transmitir a los niños? Recordaba otras clases en donde todos los niños, sin excepción, habían reconocido que sí habían cometido alguno de los pecados que yo nombraba. Pero me acordé de que en esas ocasiones tampoco me había sentido satisfecha con sus respuestas. Me parecía que si hacía énfasis sólo en algunas conductas de las cuales un niño puede ser culpable, estaba minimizando la excelsa obra de Cristo en la cruz para lograr el perdón del pecado de toda persona. Además, no entendía porqué era difícil para algunos de estos niños admitir su culpabilidad. Desde entonces, y con la experiencia de muchos años, he llegado a una comprensión distinta del problema. Aquí presento varias razones de porqué hay niños que dicen que no han pecado.

El deseo natural de quedar bien ante los demás

En la vida de los niños hay ciertos factores que ejercen una influencia sobre su realidad. Por ejemplo, en el caso del grupo de niños que mencioné al comienzo de este capítulo, estuvieron presentes en la clase varios niños que eran de una misma familia. Además, todos los miembros de la clase se conocían muy bien entre sí. De modo que existía cierta presión sicológica para no mostrarse menos “bueno” al admitir su culpabilidad con relación a mi lista de pecados específicos. El que admitía sus errores amenazaba a los demás. En todo grupo existe una solidaridad aun en las deficiencias y en los fracasos.

De la misma manera, un niño que es nuevo en la clase puede sentirse expuesto al admitir sus fallas ante un grupo que conoce poco. Su reacción es de no mostrarse peor que los demás. Él sabe que si admite haber cometido alguno de estos pecados, los demás se van a burlar de él cuando tengan oportunidad. Él no está dispuesto a correr ese riesgo. No debe sorprendernos, entonces, que en las circunstancias de una clase o de un grupo pequeño, los niños reaccionen negando sus pecados.

Ahora entiendo que es mejor no hacer una pregunta tan directa. Ni los adultos encuentran cómodo el hecho de tener que responder a una pregunta tan amenazante como es la de admitir abiertamente sus pecados delante de otros. Yo podría haber logrado más declarando, sin titubear, que todos somos culpables de todos estos pecados y también de muchos otros.

La negación de ciertos recuerdos

La mayoría de los niños viven el presente sin dedicar tiempo para recordar los eventos del pasado. Lo que recuerdan siempre está guardado en su mente desde su propia perspectiva sin entender las diferentes dimensiones que los recuerdos tienen para otros. También es cierto que ellos recuerdan los hechos importantes ocurridos en momentos de crisis. Es obvio que no han de hacer mucho esfuerzo para recordar y admitir algo que les causa vergüenza, como por ejemplo, una mentira o un acto específico de desobediencia. Si agregamos a esto el hecho de que el niño puede haber recibido algún castigo por lo que hizo alguna vez, nos daremos cuenta porqué prefiere mantener silencio sobre algún error cometido más recientemente. En este contexto, podemos decir que el niño está diciendo la verdad o, por lo menos, su verdad, cuando afirma que no recuerda haber cometido pecados como los que han sido nombrados por el maestro.

Explicaciones mal interpretadas

Siempre existe la posibilidad de que el niño interprete erróneamente los conceptos que el maestro está tratando de enseñar. Esto se debe a que a veces utilizamos un vocabulario demasiado complicado o avanzado para su nivel de comprensión. Además, los términos que utilizamos cuando les estamos transmitiendo conceptos espirituales pueden ser causa de confusión. En una ocasión, un niño hizo una declaración muy enfática cuando la familia estaba cenando. Dijo: “¡A Dios no le gusta el pescado!” Sorprendida, la madre se puso a indagar un poco sobre el asunto y descubrió que el niño había entendido mal la palabra “pecado”, un término hasta entonces desconocido para él y que, por ende, había sustituido con una palabra que sonaba igual a sus oídos, “pescado”. También es cierto que a veces las ayudas visuales que utilizamos crean confusión. Una niña quedó muy perturbada por un dibujo acerca del pecado que mostraba un corazón con puertas que se abrían para mostrar adentro varios monstruos, cada uno de los cuales representaba un pecado diferente que cometían los niños.

—¡Yo no tengo esos monstruos en mi corazón!—, le gritó a la maestra.

La esencia del pecado

Es imposible elaborar una explicación adecuada del pecado para todas las edades y condiciones de los niños. Sin embargo, hay algunas cosas que podemos enseñar para que el niño tenga oportunidad de reconocer su condición de pecador y luego pueda entender su necesidad de la salvación que hay en Cristo. Como señalé en el capítulo 7, ayuda mucho hacer énfasis en la vida interior del niño, esa parte de nosotros en donde uno piensa y siente las cosas.

Creo que es fundamental que el niño comprenda que la esencia del pecado no radica tanto en las conductas que se observan, sino en el deseo de hacer lo que nosotros queremos hacer, sin importarnos lo que Dios quiere. Ésta es la actitud básica que incentivó el pecado que Adán y Eva cometieron contra Dios en el Edén. Prefirieron hacer su voluntad y no la voluntad de Dios. El niño puede entender esto, porque no es un concepto complicado. Para ilustrarlo, se le pueden formular ejemplos de casos en donde niños enfrentan el dilema entre hacer lo correcto y hacer lo incorrecto, y en donde tienen la oportunidad de elegir la mejor conducta. Esto le confirma el hecho de que todos tenemos algo que Dios puso en el ser humano desde el principio, que se llama la conciencia, que nos da la posibilidad de distinguir entre lo que nosotros queremos y lo que Dios quiere. También es importante que el niño comprenda que vivir de acuerdo con la voluntad de Dios es la mejor manera de vivir, y es por eso que Dios desea que vivamos así. El niño puede entender que sin excepción todas las personas, tanto los adultos como los niños, prefieren vivir de acuerdo con lo que ellos quieren y no con lo que Dios quiere (Romanos 7:15–20). Es por eso que todos somos pecadores, es decir, somos personas que cometemos pecado (Romanos 3:23; Jeremías 17:9).

Si se establece esta base fundamental con los niños, no habrá tanta posibilidad para ellos de sentirse libres de la culpa por haber cometido pecado. Muchos de ellos ya reconocen la lucha entre “hacer el bien” y “hacer el mal”, sin reconocer, quizá, que es ahí mismo en donde radica la esencia del pecado.

Unidos en la necesidad del perdón

Un aspecto importante de esta forma de explicar el pecado es que guarda al maestro de hablar de los pecados de los niños de una manera condescendiente, como algo que él hace rato dejó de hacer. Muchas veces, cuando estamos hablando de sus debilidades, proyectamos esta imagen sin darnos cuenta. El niño no nos escucha admitir ni confesar nuestros propios pecados. Nos hace bien recordar que Jesús señaló la capacidad espiritual del niño como el mejor ejemplo para nosotros, los adultos, cuando dijo: “Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño, de ninguna manera entrará en él” (Marcos 10:15,NVI). Es decir, cuando se trata de llegar a Dios buscando el perdón de nuestros pecados, adultos y niños estamos todos en un mismo nivel. Todos necesitamos de la misma misericordia para llegar a disfrutar de la gracia de Dios en Cristo Jesús.

El maestro es quien establece el ambiente en cuanto al tema del pecado. Me refiero al hecho de que su propia transparencia hace posible que el niño hable de sus pecados y luchas. Esto no quiere decir que el maestro va a confesar ante la clase pecados inapropiados a su capacidad de comprensión (ejemplo: pecados de índole sexual), pero sí debe admitir que él también lucha con conductas que son contrarias a lo que Dios desea. Todos estamos aprendiendo a ser las personas que Dios desea. La diferencia está en que el maestro tiene más años de experiencia que el niño y que debe ser, por ende, más íntegro en su caminar con Dios. Él da el ejemplo de humildad y transparencia.

Recuerdo una escena en nuestra casa cuando nuestros hijos eran pequeños. Estábamos haciendo los preparativos para un viaje, momentos que siempre resultaban tensos y caóticos para toda la familia. Mandé a mi hija a comprar un champú para el viaje pero le di un billete de un valor grande porque no tenía otro. Ella volvió del almacén habiendo comprado el champú más grande que jamás había visto. Se me desbordó la frustración y con retos severos la mandé a que volviera al almacén, cambiara el champú y recuperara el dinero que había gastado. Mientras estaba cumpliendo con el mandado, tuve tiempo de reconocer lo severa e injusta que había sido mi reacción. Cuando volvió, todavía dolorida y lloriqueando por mis retos, la abracé y le pedí perdón por lo que había dicho. Recuerdo hasta el día de hoy su generosa respuesta:

—Está bien, mamá. Yo te perdono. Yo también a veces me equivoco.

Creo que el terreno al pie de la cruz es un terreno nivelado, donde todos nosotros, maestros, pastores, padres y niños recibimos el mismo perdón.

De Constance, B. S. (2004). La formación espiritual del niño (3a edición, pp. 95–100). Buenos Aires, Argentina: Publicaciones Alianza.

Descendientes de Judá

1 Crónicas 4-6

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Descendientes de Judá

a14:1  Los hijos de Judá: Fares, Hezrón, Carmi, Hur y Sobal.

Reaía hijo de Sobal engendró a Jahat, y Jahat engendró a Ahumai y a Lahad. Estas son las familias de los zoratitas.

Y estas son las del padre de Etam: Jezreel, Isma e Ibdas. Y el nombre de su hermana fue Haze-lelponi.

Penuel fue padre de Gedor, y Ezer padre de Husa. Estos fueron los hijos de Hur primogénito de Efrata, padre de Belén.

Asur padre de Tecoa tuvo dos mujeres, Hela y Naara.

Y Naara dio a luz a Ahuzam, Hefer, Temeni y Ahastari. Estos fueron los hijos de Naara.

Los hijos de Hela: Zeret, Jezoar y Etnán.

Cos engendró a Anub, a Zobeba, y la familia de Aharhel hijo de Harum.

Y Jabes fue más ilustre que sus hermanos, al cual su madre llamó Jabes, diciendo: Por cuanto lo di a luz en dolor.[a]

10 E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: !!Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió.

11 Quelub hermano de Súa engendró a Mehir, el cual fue padre de Estón.

12 Y Estón engendró a Bet-rafa, a Paseah, y a Tehina padre de la ciudad de Nahas; éstos son los varones de Reca.

13 Los hijos de Cenaz: Otoniel y Seraías. Los hijos de Otoniel: Hatat,

14 y Meonotai, el cual engendró a Ofra. Y Seraías engendró a Joab, padre de los habitantes del valle de Carisim,[b] porque fueron artífices.

15 Los hijos de Caleb hijo de Jefone: Iru, Ela y Naam; e hijo de Ela fue Cenaz.

16 Los hijos de Jehalelel: Zif, Zifa, Tirías y Asareel.

17 Y los hijos de Esdras: Jeter, Mered, Efer y Jalón; también engendró a María, a Samai y a Isba padre de Estemoa.

18 Y su mujer Jehudaía dio a luz a Jered padre de Gedor, a Heber padre de Soco y a Jecutiel padre de Zanoa. Estos fueron los hijos de Bitia hija de Faraón, con la cual casó Mered.

19 Y los hijos de la mujer de Hodías, hermana de Naham, fueron el padre de Keila garmita, y Estemoa maacateo.

20 Los hijos de Simón: Amnón, Rina, Ben-hanán y Tilón. Y los hijos de Isi: Zohet y Benzohet.

21 Los hijos de Sela hijo de Judá: Er padre de Leca, y Laada padre de Maresa, y las familias de los que trabajan lino en Bet-asbea;

22 y Joacim, y los varones de Cozeba, Joás, y Saraf, los cuales dominaron en Moab y volvieron a Lehem, según registros antiguos.

23 Estos eran alfareros, y moraban en medio de plantíos y cercados; moraban allá con el rey, ocupados en su servicio.

Descendientes de Simeón

24 Los hijos de Simeón: Nemuel, Jamín, Jarib, Zera, Saúl,

25 y Salum su hijo, Mibsam su hijo y Misma su hijo.

26 Los hijos de Misma: Hamuel su hijo, Zacur su hijo, y Simei su hijo.

27 Los hijos de Simei fueron dieciséis, y seis hijas; pero sus hermanos no tuvieron muchos hijos, ni multiplicaron toda su familia como los hijos de Judá.

28 Y habitaron en Beerseba, Molada, Hazar-sual,

29 Bilha, Ezem, Tolad,

30 Betuel, Horma, Siclag,

31 Bet-marcabot, Hazar-susim, Bet-birai y Saaraim. Estas fueron sus ciudades hasta el reinado de David.

32 Y sus aldeas fueron Etam, Aín, Rimón, Toquén y Asán; cinco pueblos,

33 y todas sus aldeas que estaban en contorno de estas ciudades hasta Baal. Esta fue su habitación, y esta su descendencia.

34 Y Mesobab, Jamlec, Josías hijo de Amasías,

35 Joel, Jehú hijo de Josibías, hijo de Seraías, hijo de Asiel,

36 Elioenai, Jaacoba, Jesohaía, Asaías, Adiel, Jesimiel, Benaía,

37 y Ziza hijo de Sifi, hijo de Alón, hijo de Jedaías, hijo de Simri, hijo de Semaías.

38 Estos, por sus nombres, son los principales entre sus familias; y las casas de sus padres fueron multiplicadas en gran manera.

39 Y llegaron hasta la entrada de Gedor hasta el oriente del valle, buscando pastos para sus ganados.

40 Y hallaron gruesos y buenos pastos, y tierra ancha y espaciosa, quieta y reposada, porque los de Cam la habitaban antes.

41 Y estos que han sido escritos por sus nombres, vinieron en días de Ezequías rey de Judá, y desbarataron sus tiendas y cabañas que allí hallaron, y los destruyeron hasta hoy, y habitaron allí en lugar de ellos; por cuanto había allí pastos para sus ganados.

42 Asimismo quinientos hombres de ellos, de los hijos de Simeón, fueron al monte de Seir, llevando por capitanes a Pelatías, Nearías, Refaías y Uziel, hijos de Isi,

43 y destruyeron a los que habían quedado de Amalec, y habitaron allí hasta hoy.

Descendientes de Rubén

5:1  Los hijos de Rubén primogénito de Israel (porque él era el primogénito, mas como violó el lecho de su padre, sus derechos de primogenitura fueron dados a los hijos de José, hijo de Israel, y no fue contado por primogénito;

bien que Judá llegó a ser el mayor sobre sus hermanos, y el príncipe de ellos;mas el derecho de primogenitura fue de José);

fueron, pues, los hijos de Rubén primogénito de Israel: Hanoc, Falú, Hezrón y Carmi.

Los hijos de Joel: Semaías su hijo, Gog su hijo, Simei su hijo,

Micaía su hijo, Reaía su hijo, Baal su hijo,

Beera su hijo, el cual fue transportado por Tiglat-pileser rey de los asirios. Este era principal de los rubenitas.

Y sus hermanos por sus familias, cuando eran contados en sus descendencias, tenían por príncipes a Jeiel y a Zacarías.

Y Bela hijo de Azaz, hijo de Sema, hijo de Joel, habitó en Aroer hasta Nebo y Baal-meón.

Habitó también desde el oriente hasta la entrada del desierto, desde el río Eufrates; porque tenía mucho ganado en la tierra de Galaad.

10 Y en los días de Saúl hicieron guerra contra los agarenos, los cuales cayeron en su mano; y ellos habitaron en sus tiendas en toda la región oriental de Galaad.

Descendientes de Gad

11 Y los hijos de Gad habitaron enfrente de ellos en la tierra de Basán hasta Salca.

12 Joel fue el principal en Basán; el segundo Safán, luego Jaanai, después Safat.

13 Y sus hermanos, según las familias de sus padres, fueron Micael, Mesulam, Seba, Jorai, Jacán, Zía y Heber; por todos siete.

14 Estos fueron los hijos de Abihail hijo de Huri, hijo de Jaroa, hijo de Galaad, hijo de Micael, hijo de Jesisai, hijo de Jahdo, hijo de Buz.

15 También Ahí hijo de Abdiel, hijo de Guni, fue principal en la casa de sus padres.

16 Y habitaron en Galaad, en Basán y en sus aldeas, y en todos los ejidos de Sarón hasta salir de ellos.

17 Todos éstos fueron contados por sus generaciones en días de Jotam rey de Judá y en días de Jeroboam rey de Israel.

Historia de las dos tribus y media

18 Los hijos de Rubén y de Gad, y la media tribu de Manasés, hombres valientes, hombres que traían escudo y espada, que entesaban arco, y diestros en la guerra, eran cuarenta y cuatro mil setecientos sesenta que salían a batalla.

19 Estos tuvieron guerra contra los agarenos, y Jetur, Nafis y Nodab.

20 Y fueron ayudados contra ellos, y los agarenos y todos los que con ellos estaban se rindieron en sus manos; porque clamaron a Dios en la guerra, y les fue favorable, porque esperaron en él.

21 Y tomaron sus ganados, cincuenta mil camellos, doscientas cincuenta mil ovejas y dos mil asnos; y cien mil personas.

22 Y cayeron muchos muertos, porque la guerra era de Dios; y habitaron en sus lugares hasta el cautiverio.

23 Los hijos de la media tribu de Manasés, multiplicados en gran manera, habitaron en la tierra desde Basán hasta Baal-hermón y Senir y el monte de Hermón.

24 Y estos fueron los jefes de las casas de sus padres: Efer, Isi, Eliel, Azriel, Jeremías, Hodavías y Jahdiel, hombres valientes y esforzados, varones de nombre y jefes de las casas de sus padres.

25 Pero se rebelaron contra el Dios de sus padres, y se prostituyeron siguiendo a los dioses de los pueblos de la tierra, a los cuales Jehová había quitado de delante de ellos;

26 por lo cual el Dios de Israel excitó el espíritu de Pul rey de los asirios, y el espíritu de Tiglat-pileser rey de los asirios, el cual transportó a los rubenitas y gaditas y a la media tribu de Manasés, y los llevó a Halah, a Habor, a Hara y al río Gozán, hasta hoy.

Descendientes de Leví

6:1  Los hijos de Leví: Gersón, Coat y Merari.

Los hijos de Coat: Amram, Izhar, Hebrón y Uziel.

Los hijos de Amram: Aarón, Moisés y María. Los hijos de Aarón: Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar.

Eleazar engendró a Finees, Finees engendró a Abisúa,

Abisúa engendró a Buqui, Buqui engendró a Uzi,

Uzi engendró a Zeraías, Zeraías engendró a Meraiot,

Meraiot engendró a Amarías, Amarías engendró a Ahitob,

Ahitob engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Ahimaas,

Ahimaas engendró a Azarías, Azarías engendró a Johanán,

10 y Johanán engendró a Azarías, el que tuvo el sacerdocio en la casa que Salomón edificó en Jerusalén.

11 Azarías engendró a Amarías, Amarías engendró a Ahitob,

12 Ahitob engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Salum,

13 Salum engendró a Hilcías, Hilcías engendró a Azarías,

14 Azarías engendró a Seraías, y Seraías engendró a Josadac,

15 y Josadac fue llevado cautivo cuando Jehová transportó a Judá y a Jerusalén por mano de Nabucodonosor.

16 Los hijos de Leví: Gersón, Coat y Merari.

17 Y estos son los nombres de los hijos de Gersón: Libni y Simei.

18 Los hijos de Coat: Amram, Izhar, Hebrón y Uziel.

19 Los hijos de Merari: Mahli y Musi. Estas son las familias de Leví, según sus descendencias.

20 Gersón: Libni su hijo, Jahat su hijo, Zima su hijo,

21 Joa su hijo, Iddo su hijo, Zera su hijo, Jeatrai su hijo.

22 Los hijos de Coat: Aminadab su hijo, Coré su hijo, Asir su hijo,

23 Elcana su hijo, Ebiasaf su hijo, Asir su hijo,

24 Tahat su hijo, Uriel su hijo, Uzías su hijo, y Saúl su hijo.

25 Los hijos de Elcana: Amasai y Ahimot;

26 Elcana su hijo, Zofai su hijo, Nahat su hijo,

27 Eliab su hijo, Jeroham su hijo, Elcana su hijo.

28 Los hijos de Samuel: el primogénito Vasni, y Abías.

29 Los hijos de Merari: Mahli, Libni su hijo, Simei su hijo, Uza su hijo,

30 Simea su hijo, Haguía su hijo, Asaías su hijo.

Cantores del templo nombrados por David

31 Estos son los que David puso sobre el servicio de canto en la casa de Jehová, después que el arca tuvo reposo,

32 los cuales servían delante de la tienda del tabernáculo de reunión en el canto, hasta que Salomón edificó la casa de Jehová en Jerusalén; después estuvieron en su ministerio según su costumbre.

33 Estos, pues, con sus hijos, ayudaban: de los hijos de Coat, el cantor Hemán hijo de Joel, hijo de Samuel,

34 hijo de Elcana, hijo de Jeroham, hijo de Eliel, hijo de Toa,

35 hijo de Zuf, hijo de Elcana, hijo de Mahat, hijo de Amasai,

36 hijo de Elcana, hijo de Joel, hijo de Azarías, hijo de Sofonías,

37 hijo de Tahat, hijo de Asir, hijo de Ebiasaf, hijo de Coré,

38 hijo de Izhar, hijo de Coat, hijo de Leví, hijo de Israel;

39 y su hermano Asaf, el cual estaba a su mano derecha; Asaf, hijo de Berequías, hijo de Simea,

40 hijo de Micael, hijo de Baasías, hijo de Malquías,

41 hijo de Etni, hijo de Zera, hijo de Adaía,

42 hijo de Etán, hijo de Zima, hijo de Simei,

43 hijo de Jahat, hijo de Gersón, hijo de Leví.

44 Pero a la mano izquierda estaban sus hermanos los hijos de Merari, esto es, Etán hijo de Quisi, hijo de Abdi, hijo de Maluc,

45 hijo de Hasabías, hijo de Amasías, hijo de Hilcías,

46 hijo de Amsi, hijo de Bani, hijo de Semer,

47 hijo de Mahli, hijo de Musi, hijo de Merari, hijo de Leví.

48 Y sus hermanos los levitas fueron puestos sobre todo el ministerio del tabernáculo de la casa de Dios.

Descendientes de Aarón.

49 Mas Aarón y sus hijos ofrecían sacrificios sobre el altar del holocausto, y sobre el altar del perfume quemaban incienso, y ministraban en toda la obra del lugar santísimo, y hacían las expiaciones por Israel conforme a todo lo que Moisés siervo de Dios había mandado.

50 Los hijos de Aarón son estos: Eleazar su hijo, Finees su hijo, Abisúa su hijo,

51 Buqui su hijo, Uzi su hijo, Zeraías su hijo,

52 Meraiot su hijo, Amarías su hijo, Ahitob su hijo,

53 Sadoc su hijo, Ahimaas su hijo.

Las ciudades de los levitas

(Jos. 21.1-42)

54 Estas son sus habitaciones, conforme a sus domicilios y sus términos, las de los hijos de Aarón por las familias de los coatitas, porque a ellos les tocó en suerte.

55 Les dieron, pues, Hebrón en tierra de Judá, y sus ejidos alrededor de ella.

56 Pero el territorio de la ciudad y sus aldeas se dieron a Caleb, hijo de Jefone.

57 De Judá dieron a los hijos de Aarón la ciudad de refugio, esto es, Hebrón; además, Libna con sus ejidos, Jatir, Estemoa con sus ejidos,

58 Hilén con sus ejidos, Debir con sus ejidos,

59 Asán con sus ejidos y Bet-semes con sus ejidos.

60 Y de la tribu de Benjamín, Geba con sus ejidos, Alemet con sus ejidos y Anatot con sus ejidos. Todas sus ciudades fueron trece ciudades, repartidas por sus linajes.

61 A los hijos de Coat que quedaron de su parentela, dieron por suerte diez ciudades de la media tribu de Manasés.

62 A los hijos de Gersón, por sus linajes, dieron de la tribu de Isacar, de la tribu de Aser, de la tribu de Neftalí y de la tribu de Manasés en Basán, trece ciudades.

63 Y a los hijos de Merari, por sus linajes, de la tribu de Rubén, de la tribu de Gad y de la tribu de Zabulón, dieron por suerte doce ciudades.

64 Y los hijos de Israel dieron a los levitas ciudades con sus ejidos.

65 Dieron por suerte de la tribu de los hijos de Judá, de la tribu de los hijos de Simeón y de la tribu de los hijos de Benjamín, las ciudades que nombraron por sus nombres.

66 A las familias de los hijos de Coat dieron ciudades con sus ejidos de la tribu de Efraín.

67 Les dieron la ciudad de refugio, Siquem con sus ejidos en el monte de Efraín; además, Gezer con sus ejidos,

68 Jocmeam con sus ejidos, Bet-horón con sus ejidos,

69 Ajalón con sus ejidos y Gat-rimón con sus ejidos.

70 De la media tribu de Manasés, Aner con sus ejidos y Bileam con sus ejidos, para los de las familias de los hijos de Coat que habían quedado.

71 A los hijos de Gersón dieron de la media tribu de Manasés, Golán en Basán con sus ejidos y Astarot con sus ejidos.

72 De la tribu de Isacar, Cedes con sus ejidos, Daberat con sus ejidos,

73 Ramot con sus ejidos y Anem con sus ejidos.

74 De la tribu de Aser, Masal con sus ejidos, Abdón con sus ejidos,

75 Hucoc con sus ejidos y Rehob con sus ejidos.

76 De la tribu de Neftalí, Cedes en Galilea con sus ejidos, Hamón con sus ejidos y Quiriataim con sus ejidos.

77 A los hijos de Merari que habían quedado, dieron de la tribu de Zabulón, Rimón con sus ejidos y Tabor con sus ejidos.

78 Del otro lado del Jordán frente a Jericó, al oriente del Jordán, dieron de la tribu de Rubén, Beser en el desierto con sus ejidos, Jaza con sus ejidos,

79 Cademot con sus ejidos y Mefaat con sus ejidos.

80 Y de la tribu de Gad, Ramot de Galaad con sus ejidos, Mahanaim con sus ejidos,

81 Hesbón con sus ejidos y Jazer con sus ejidos.

Footnotes:

  1. 1 Crónicas 4:9 Heb. oseb, dolor.
  2. 1 Crónicas 4:14 Esto es, de los artífices.
Reina-Valera 1960 (RVR1960)Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.

DOBLE ABANDONO

15 abr 2016

DOBLE ABANDONO

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por el Hermano Pablo

a1«Quédate aquí —dijo la mujer aparentando afecto—. Aquí vas a estar bien. Verás correr a los perritos y te vas a entretener.» Luego puso una bolsa con pañales a su lado y una nota escrita que decía: «Me llamo John King; padezco la enfermedad de Alzheimer», y desapareció, abandonando al anciano en una pista de carreras de perros.

La que abandonó al anciano era Sue Gifford, mujer de cuarenta y un años de edad. El anciano abandonado era su propio padre, de ochenta y dos años, víctima de Alzheimer. Para librarse de la carga que significa esa enfermedad, la hija lo llevó a una pista de carreras de perros y lo abandonó en su silla de ruedas. El juez la condenó a seis años de prisión.

Este caso, que apareció en uno de los periódicos de Estados Unidos, conmovió a toda la comunidad. Se sabe que la enfermedad de Alzheimer es dolorosa. Deja a la persona totalmente inhabilitada. Ya no puede valerse por sí misma. Es un caso patético del ser humano que ha perdido lo mejor que tiene: la chispa de la inteligencia. Esa es la condición de la víctima de Alzheimer. Es una muerte en vida.

No obstante, hay una ley universal que descansa sobre el ser humano: «Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios» (Éxodo 20:12). Es el quinto mandamiento del decálogo de Moisés. Abandonar a los padres ancianos por cualquier causa que sea, y especialmente si es sólo por quitarnos de encima el estorbo que ellos nos resultan, es el colmo de la ingratitud y el desprecio.

En muchos lugares hay establecimientos excelentes que se especializan en prestar la atención debida a los ancianos. Y muchos hijos, con sabiduría y cariño, internan allí a sus progenitores inhabilitados. Pero no los abandonan. Los visitan. Y los hijos se toman el tiempo de estar con ellos, mostrando preocupación y ternura.

Sin embargo, cuando los hijos no tienen la facilidad de internar a sus padres en lugares como esos, tienen que ponerse en juego otros recursos. En tales casos hace falta un amor muy especial y un cariño único.

El mandamiento de honrar a nuestros padres viene de Dios. También vienen de Dios, para quien los desee, la inspiración, la paciencia y la determinación de proceder conforme a los eternos y justos mandamientos divinos. Honremos a nuestro padre y a nuestra madre. Algún día seremos nosotros los que recibamos esa honra.

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Esta máquina no funciona

Abril 15

Esta máquina no funciona

devocionales_para_la_familia

Lectura bíblica: 1 Juan 3:21–24

Amados, si nuestro corazón no nos reprende, tenemos confianza delante de Dios; y cualquier cosa que pidamos, la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de él. 1 Juan 3:21, 22

a1—Bueno, Dios, te voy a dar una oportunidad para que me des una prueba de que eres quien dices ser —dijo Marcos arrodillado junto a su cama. Sinceramente quería creer en Dios. Inclinó su rostro y oró con todo su ser.

—De veras quiero creer en ti, Señor. Así que si cuando me despierto en la mañana hay un millón de pesos debajo de mi cama, sabré que realmente existes. Y nunca volveré a dudar de ti.

¿Sabes qué? Marcos no recibió un millón de pesos.

Quizá Dios se negó a darle lo que pedía porque los quería en billetes de un peso, y un millón de pesos no cabrían debajo de su cama donde había soldaditos, ropa sucia y ositos ocupando tanto lugar.

Quizá no. Una razón más lógica por la que Marcos no recibió el dinero es porque tenía una idea equivocada de Dios. Pensaba que Dios era una máquina celestial expendedora de dulces: deposita una oración, oprime el botón correcto y allí viene tu deseo. Creía que lo único que tenía que hacer era orar intensamente y Dios le daría todo lo que quería.

No nos sorprende que algún chico piense de esta manera, porque muchos adultos también piensan que Dios es una Máquina Divina Expendedora de Dulces.

A Dios le encanta contestar las oraciones. Dijo: “Clama a mí, y te responderé; y te revelaré cosas grandes e inaccesibles que tú no conoces” (Jeremías 33:3). Hasta prometió: “Y sucederá que antes que llamen, yo responderé; y mientras estén hablando, yo les escucharé” (Isaías 65:24).

Pero la oración no es una moneda para meter en una máquina de dulces, y la fe no es un botón para apretar. Dios no contesta cada deseo u ocurrencia humana.

Dios no es una máquina celestial expendedora automática que reparte regalos y favores. Sus pensamientos son más grandes que nuestros deseos humanos pequeños y a veces egoístas. Dios es absolutamente poderoso y absolutamente amante, y anhela que sus hijos devuelvan el amor que ha apilado sobre ellos. Quiere que lo amen a él, no a las cosas que puede darnos. Quiere que lo deseemos a él, no a las respuestas de nuestras oraciones egoístas.

Esto puede parecer extraño, pero es verdad: Cuando dejamos de pensar en Dios como una máquina celestial expendedora podemos estar seguros de que recibiremos lo que pedimos de él, no porque hayamos oprimido un botón y esperamos que largue algo, sino porque obedecemos sus mandatos y hacemos lo que le agrada a él. Sabemos cómo pedir lo mejor que tiene reservado para nosotros. ¡De eso se trata la promesa de 1 Juan 3:22!

PARA DIALOGAR
Dios siempre quiere saber de tus sufrimientos, necesidades y anhelos. Entonces, ¿cómo puedes cambiar tus oraciones para no tratar a Dios como una máquina expendedora de dulces?

PARA ORAR
Señor, en este momento no queremos pedirte nada. Sólo queremos decirte que te amamos.

PARA HACER
Olvídate de tus propios deseos dedicando tiempo a orar hoy por un amigo.

McDowell, J., & Johnson, K. (2005). Devocionales para la familia. El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano.