14. EL RESENTIMIENTO

ESTUDIO BÍBLICO GIGANTES AL ACECHO

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14. EL RESENTIMIENTO

David Logacho
2016-04-26

a1Es un gozo saludarle amable oyente. Reciba una cordial bienvenida al estudio bíblico de hoy. La Palabra de Dios dice en Génesis 6 que cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la faz de la tierra, había gigantes en la tierra en aquellos días. Seguramente fue de estos gigantes que descendieron los gigantes que mucho tiempo después se encontraron con los doce espías de Israel quienes fueron enviados por Moisés en una misión secreta de reconocimiento de la tierra prometida. Estos gigantes infundieron tanto temor en los israelitas que la mayoría de ellos desistieron de su anhelo de conquistar esa tierra que fluye leche y miel. Qué triste. Estos Israelitas se dejaron dominar por los gigantes y de esa manera no recibieron las grandiosas promesas que Dios les había hecho. Nosotros también amable oyente, podemos dejar de recibir grandiosas promesas de Dios por el solo hecho de dejarnos dominar de algunos gigantes. Los gigantes que amenazan con dominarnos y nos infunden tanto temor no son de carne y hueso como los gigantes del pasado sino que son más bien hábitos o actitudes contra las cuales todos nosotros tenemos que luchar. Ya hemos visto que estos poderosos gigantes pueden ser el desánimo, la crítica, el temor, el chisme, la culpa, la dureza de corazón, el complejo de inferioridad, los celos, la soledad, los malos entendidos y la enfermedad. En el estudio bíblico de hoy vamos a tratar acerca de otro de estos poderosos gigantes.

Los gigantes acerca de los cuales se habla en las Escrituras eran gigantes literales, eran hombres reales. Los gigantes de quienes estamos hablando nosotros son de diferente clase, pero son igualmente reales, igualmente peligrosos, igualmente amenazadores, igualmente poderosos. Nuestros gigantes son aquellas cosas que nos estorban o impiden conseguir lo mejor, nos impiden ser lo que debemos ser, o lo que queremos ser o lo que Dios quiere que seamos. A menudo somos estorbados, arrinconados, asustados, pisoteados o derrotados por estos gigantes. O aprendemos a conquistarlos o terminarán conquistándonos y alejando de nosotros todas las cosas buenas que Dios tiene para nosotros. Los gigantes que enfrentamos no son inofensivos. Nos atacan sin importar lo que seamos o donde estemos. Si no nos mantenemos alerta, nos privarán del mismo gozo del Señor, el cual es nuestra fortaleza, conforme a lo que dice Nehemías 8:10 donde leemos: porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza.

Estos gigantes pueden dejarnos maltrechos, gimiendo y con nuestra vida marchita e inútil. Uno de estos gigantes al acecho se llama resentimiento. El resentimiento es el enojo guardado en nuestro corazón ante una persona, cosa o circunstancia que nos causó algún tipo de malestar. Un joven puede vivir resentido contra sus padres porque cuando era niño sus padres no le prodigaron amor. Una esposa puede vivir resentida contra su esposo porque en algún momento éste le agredió física y verbalmente. Cuando el resentimiento no es confrontado franca y honestamente y erradicado de nuestra vida, corre el riesgo de transformarse en rencor que en esencia es resentimiento arraigado y tenaz. El rencor es condenado en la Palabra de Dios. Levítico 19:18 dice: No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.

Interesante que el resentimiento y el ulterior rencor son un atentado contra el amor. Por eso Pablo al hablar del perfecto amor dice en 1 Corintios 13:5 que el amor no guarda rencor. Cuando nos rendimos ante el gigante del resentimiento nos afligirá sin misericordia. Sufriremos espiritualmente, porque el resentimiento es un obstáculo en nuestra comunión con Dios. Sufriremos emocionalmente, porque el resentimiento es como vivir con una herida abierta que va infectándose más y más a medida que avanza el tiempo. Sufriremos físicamente, porque el resentimiento es el origen de muchas enfermedades. Según los médicos, una de las causas para las úlceras gastrointestinales es justamente el resentimiento. Así que, amable oyente, es altamente peligroso dejarnos dominar por el gigante llamado resentimiento. Lo prudente es conquistar este poderoso gigante. Si tiene a Cristo en su corazón, está en capacidad de derrotar a este gigante en su vida. Existe un arma mortal que el gigante del resentimiento no puede resistir. Esa arma se llama perdón. Al escuchar esta palabra, a lo mejor se pondrá a la defensiva y dirá: La verdad es que no puedo perdonar a esa persona. Lo que esta persona me hizo es imperdonable. Si supiera lo que me hizo esta persona. Por supuesto que yo no sé lo que alguien le ha hecho amable oyente, pero ¿Quiere saber algo? Cualquier cosa que le hayan hecho es nada en comparación con lo que usted y yo hemos hecho en contra de Dios. Lo que nosotros pecadores hicimos a Dios fue tan grave, que costó la vida de su amado Hijo. Pero lo grandioso es que Dios nos perdonó. Efesios 4:30-32 dice: Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.

Eph 4:31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.

Eph 4:32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

A pesar de que nuestra ofensa a Dios fue tan grave, Él nos perdonó en Cristo. Por tanto, dice Pablo, así mismo perdone a todo aquel que le ofende, sin importar la magnitud de la ofensa. El perdón, amable oyente, es el mejor favor que nosotros podemos hacernos a nosotros mismos. El gigante del resentimiento nos aconseja vivir resentidos como una arma para atacar al que nos ofendió. Nuestro resentimiento hacia esa persona será el permanente recordatorio que fuimos agredidos por esa persona. Llegamos a pensar que la persona que nos ofendió estará sufriendo lo indecible por cuanto nosotros estamos resentidos. Pero es todo lo contrario amable oyente. Cuando estamos resentidos nosotros llevamos la peor parte. Ya hemos señalado que el resentimiento es un lujo que no debemos permitirnos porque el precio que tenemos que pagar no se puede cuantificar en lo espiritual, en lo emocional y en lo físico. Si queremos dejar de estar resentidos, debemos perdonar. No estamos diciendo que sea fácil perdonar. El mismo Señor Jesucristo dijo que no sería fácil. Mateo 16:24 dice: Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.

Sin importar como definamos la cruz en este versículo, no podemos reducirla a algo fácil o simple. Es algo muy difícil, arduo y penoso. Dios quiere que perdonemos a otros igual como Él nos ha perdonado a nosotros. Además amigo oyente, el perdón no es una opción que tenemos los creyentes. Ninguno de los que somos hijos de Dios podemos decir: Si quiero perdono y si no quiero no perdono. El perdón es en realidad un mandato del Señor. Marcos 11:25-26 dice: Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.

Mar 11:26 Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.

El guardar resentimientos, o lo que es lo mismo, el no perdonar es lo mismo que andar en desobediencia a la Palabra de Dios, algo condenado por Dios. De modo que, amable oyente, detrás del entre comillas “no puedo perdonar” en realidad lo que se esconde es un “no quiero perdonar” y el que mantiene esta actitud está en franca y abierta rebeldía contra Dios. Otra cosa que debemos tomar muy en cuenta a la hora de perdonar es que el perdón no necesariamente implica olvidar la ofensa recibida. El perdón es en realidad un compromiso que nos hacemos delante de Dios por el cual nos obligamos a nosotros mismos a nunca jamás tratar al ofensor de la misma manera como el ofensor nos trató a nosotros. Si no tenemos este concepto de perdón, siempre nos encontraremos hurgando en las ofensas del pasado para echar más leña al fuego del conflicto. Una esposa que no tiene esta manera de pensar, encontrará que siempre que discute con su esposo saca a colación problemas que se supone ya fueron arreglados y perdonados. Terminando ya, amable oyente, recuerde que es muy peligroso dejar que nos domine el gigante del resentimiento. Para evitarlo tenemos que echar mano del arma llamada perdón. No es fácil perdonar, pero cuando nos decidimos hacerlo ganaremos un cúmulo de beneficios.

Proclamación de la victoria

Proclamación de la victoria

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4/26/2016

Fue y predicó a los espíritus encarcelados. (1 Pedro 3:19)

a1Cristo fue a predicar un triunfante sermón antes de su resurrección el domingo por la mañana. El verbo “predicó” en el versículo de hoy se refiere a hacer una proclamación o anunciar un triunfo. En los tiempos antiguos, un heraldo iba delante de generales y reyes en la celebración de victorias militares, anunciando a todos las victorias que se ganaron en la batalla.

Eso fue a hacer Jesucristo; no a predicar el evangelio, sino a anunciar su triunfo sobre el pecado, la muerte, el infierno, los demonios y Satanás. No fue a ganar almas, sino a proclamar la victoria sobre el enemigo. A pesar del injusto sufrimiento al que lo sometieron, Él pudo anunciar la victoria definitiva sobre el pecado y la muerte para usted y para mí.

http://www.gracia.org/recursos.aspx?page=Devocional

Rebelión de Israel

2 Crónicas 10-13

Rebelión de Israel

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(1 R. 12.1-24)

a110:1  Roboam fue a Siquem, porque en Siquem se había reunido todo Israel para hacerlo rey.

Y cuando lo oyó Jeroboam hijo de Nabat, el cual estaba en Egipto, adonde había huido a causa del rey Salomón, volvió de Egipto.

Y enviaron y le llamaron. Vino, pues, Jeroboam, y todo Israel, y hablaron a Roboam, diciendo:

Tu padre agravó nuestro yugo; ahora alivia algo de la dura servidumbre y del pesado yugo con que tu padre nos apremió, y te serviremos.

Y él les dijo: Volved a mí de aquí a tres días. Y el pueblo se fue.

Entonces el rey Roboam tomó consejo con los ancianos que habían estado delante de Salomón su padre cuando vivía, y les dijo: ¿Cómo aconsejáis vosotros que responda a este pueblo?

Y ellos le contestaron diciendo: Si te condujeres humanamente con este pueblo, y les agradares, y les hablares buenas palabras, ellos te servirán siempre.

Mas él, dejando el consejo que le dieron los ancianos, tomó consejo con los jóvenes que se habían criado con él, y que estaban a su servicio.

Y les dijo: ¿Qué aconsejáis vosotros que respondamos a este pueblo, que me ha hablado, diciendo: Alivia algo del yugo que tu padre puso sobre nosotros?

10 Entonces los jóvenes que se habían criado con él, le contestaron: Así dirás al pueblo que te ha hablado diciendo: Tu padre agravó nuestro yugo, mas tú disminuye nuestra carga. Así les dirás: Mi dedo más pequeño es más grueso que los lomos de mi padre.

11 Así que, si mi padre os cargó de yugo pesado, yo añadiré a vuestro yugo; mi padre os castigó con azotes, y yo con escorpiones.

12 Vino, pues, Jeroboam con todo el pueblo a Roboam al tercer día, según el rey les había mandado diciendo: Volved a mí de aquí a tres días.

13 Y el rey les respondió ásperamente; pues dejó el rey Roboam el consejo de los ancianos,

14 y les habló conforme al consejo de los jóvenes, diciendo: Mi padre hizo pesado vuestro yugo, pero yo añadiré a vuestro yugo; mi padre os castigó con azotes, mas yo con escorpiones.

15 Y no escuchó el rey al pueblo; porque la causa era de Dios, para que Jehová cumpliera la palabra que había hablado por Ahías silonita a Jeroboam hijo de Nabat.

16 Y viendo todo Israel que el rey no les había oído, respondió el pueblo al rey, diciendo: ¿Qué parte tenemos nosotros con David? No tenemos herencia en el hijo de Isaí. !!Israel, cada uno a sus tiendas! !!David, mira ahora por tu casa! Así se fue todo Israel a sus tiendas.

17 Mas reinó Roboam sobre los hijos de Israel que habitaban en las ciudades de Judá.

18 Envió luego el rey Roboam a Adoram, que tenía cargo de los tributos; pero le apedrearon los hijos de Israel, y murió. Entonces se apresuró el rey Roboam, y subiendo en su carro huyó a Jerusalén.

19 Así se apartó Israel de la casa de David hasta hoy.

11:1  Cuando vino Roboam a Jerusalén, reunió de la casa de Judá y de Benjamín a ciento ochenta mil hombres escogidos de guerra, para pelear contra Israel y hacer volver el reino a Roboam.

Mas vino palabra de Jehová a Semaías varón de Dios, diciendo:

Habla a Roboam hijo de Salomón, rey de Judá, y a todos los israelitas en Judá y Benjamín, diciéndoles:

Así ha dicho Jehová: No subáis, ni peleéis contra vuestros hermanos; vuélvase cada uno a su casa, porque yo he hecho esto. Y ellos oyeron la palabra de Jehová y se volvieron, y no fueron contra Jeroboam.

Prosperidad de Roboam

Y habitó Roboam en Jerusalén, y edificó ciudades para fortificar a Judá.

Edificó Belén, Etam, Tecoa,

Bet-sur, Soco, Adulam,

Gat, Maresa, Zif,

Adoraim, Laquis, Azeca,

10 Zora, Ajalón y Hebrón, que eran ciudades fortificadas de Judá y Benjamín.

11 Reforzó también las fortalezas, y puso en ellas capitanes, y provisiones, vino y aceite;

12 y en todas las ciudades puso escudos y lanzas. Las fortificó, pues, en gran manera; y Judá y Benjamín le estaban sujetos.

13 Y los sacerdotes y levitas que estaban en todo Israel, se juntaron a él desde todos los lugares donde vivían.

14 Porque los levitas dejaban sus ejidos y sus posesiones, y venían a Judá y a Jerusalén; pues Jeroboam y sus hijos los excluyeron del ministerio de Jehová.

15 Y él designó sus propios sacerdotes para los lugares altos, y para los demonios, y para los becerros que él había hecho.

16 Tras aquellos acudieron también de todas las tribus de Israel los que habían puesto su corazón en buscar a Jehová Dios de Israel; y vinieron a Jerusalén para ofrecer sacrificios a Jehová, el Dios de sus padres.

17 Así fortalecieron el reino de Judá, y confirmaron a Roboam hijo de Salomón, por tres años; porque tres años anduvieron en el camino de David y de Salomón.

18 Y tomó Roboam por mujer a Mahalat hija de Jerimot, hijo de David y de Abihail hija de Eliab, hijo de Isaí,

19 la cual le dio a luz estos hijos: Jeús, Semarías y Zaham.

20 Después de ella tomó a Maaca hija de Absalón, la cual le dio a luz Abías, Atai, Ziza y Selomit.

21 Pero Roboam amó a Maaca hija de Absalón sobre todas sus mujeres y concubinas; porque tomó dieciocho mujeres y sesenta concubinas, y engendró veintiocho hijos y sesenta hijas.

22 Y puso Roboam a Abías hijo de Maaca por jefe y príncipe de sus hermanos, porque quería hacerle rey.

23 Obró sagazmente, y esparció a todos sus hijos por todas las tierras de Judá y de Benjamín, y por todas las ciudades fortificadas, y les dio provisiones en abundancia, y muchas mujeres.

Sisac invade Judá

(1 R. 14.21-31)

12:1  Cuando Roboam había consolidado el reino, dejó la ley de Jehová, y todo Israel con él.

Y por cuanto se habían rebelado contra Jehová, en el quinto año del rey Roboam subió Sisac rey de Egipto contra Jerusalén,

con mil doscientos carros, y con sesenta mil hombres de a caballo; mas el pueblo que venía con él de Egipto, esto es, de libios, suquienos y etíopes, no tenía número.

Y tomó las ciudades fortificadas de Judá, y llegó hasta Jerusalén.

Entonces vino el profeta Semaías a Roboam y a los príncipes de Judá, que estaban reunidos en Jerusalén por causa de Sisac, y les dijo: Así ha dicho Jehová: Vosotros me habéis dejado, y yo también os he dejado en manos de Sisac.

Y los príncipes de Israel y el rey se humillaron, y dijeron: Justo es Jehová.

Y cuando Jehová vio que se habían humillado, vino palabra de Jehová a Semaías, diciendo: Se han humillado; no los destruiré; antes los salvaré en breve, y no se derramará mi ira contra Jerusalén por mano de Sisac.

Pero serán sus siervos, para que sepan lo que es servirme a mí, y qué es servir a los reinos de las naciones.

Subió, pues, Sisac rey de Egipto a Jerusalén, y tomó los tesoros de la casa de Jehová, y los tesoros de la casa del rey; todo lo llevó, y tomó los escudos de oro que Salomón había hecho.

10 Y en lugar de ellos hizo el rey Roboam escudos de bronce, y los entregó a los jefes de la guardia, los cuales custodiaban la entrada de la casa del rey.

11 Cuando el rey iba a la casa de Jehová, venían los de la guardia y los llevaban, y después los volvían a la cámara de la guardia.

12 Y cuando él se humilló, la ira de Jehová se apartó de él, para no destruirlo del todo; y también en Judá las cosas fueron bien.

13 Fortalecido, pues, Roboam, reinó en Jerusalén; y era Roboam de cuarenta y un años cuando comenzó a reinar, y diecisiete años reinó en Jerusalén, ciudad que escogió Jehová de todas las tribus de Israel para poner en ella su nombre. Y el nombre de la madre de Roboam fue Naama amonita.

14 E hizo lo malo, porque no dispuso su corazón para buscar a Jehová.

15 Las cosas de Roboam, primeras y postreras, ¿no están escritas en los libros del profeta Semaías y del vidente Iddo, en el registro de las familias? Y entre Roboam y Jeroboam hubo guerra constante.

16 Y durmió Roboam con sus padres, y fue sepultado en la ciudad de David; y reinó en su lugar Abías su hijo.

Reinado de Abías

(1 R. 15.1-8)

13:1  A los dieciocho años del rey Jeroboam, reinó Abías sobre Judá,

y reinó tres años en Jerusalén. El nombre de su madre fue Micaías hija de Uriel de Gabaa.

Y hubo guerra entre Abías y Jeroboam.

Entonces Abías ordenó batalla con un ejército de cuatrocientos mil hombres de guerra, valerosos y escogidos; y Jeroboam ordenó batalla contra él con ochocientos mil hombres escogidos, fuertes y valerosos.

Y se levantó Abías sobre el monte de Zemaraim, que está en los montes de Efraín, y dijo: Oídme, Jeroboam y todo Israel.

¿No sabéis vosotros que Jehová Dios de Israel dio el reino a David sobre Israel para siempre, a él y a sus hijos, bajo pacto de sal?

Pero Jeroboam hijo de Nabat, siervo de Salomón hijo de David, se levantó y rebeló contra su señor.

Y se juntaron con él hombres vanos y perversos, y pudieron más que Roboam hijo de Salomón, porque Roboam era joven y pusilánime, y no se defendió de ellos.

Y ahora vosotros tratáis de resistir al reino de Jehová en mano de los hijos de David, porque sois muchos, y tenéis con vosotros los becerros de oro que Jeroboam os hizo por dioses.

¿No habéis arrojado vosotros a los sacerdotes de Jehová, a los hijos de Aarón y a los levitas, y os habéis designado sacerdotes a la manera de los pueblos de otras tierras, para que cualquiera venga a consagrarse con un becerro y siete carneros, y así sea sacerdote de los que no son dioses?

10 Mas en cuanto a nosotros, Jehová es nuestro Dios, y no le hemos dejado; y los sacerdotes que ministran delante de Jehová son los hijos de Aarón, y los que están en la obra son levitas,

11 los cuales queman para Jehová los holocaustos cada mañana y cada tarde, y el incienso aromático; y ponen los panes sobre la mesa limpia, y el candelero de oro con sus lámparas para que ardan cada tarde; porque nosotros guardamos la ordenanza de Jehová nuestro Dios, mas vosotros le habéis dejado.

12 Y he aquí Dios está con nosotros por jefe, y sus sacerdotes con las trompetas del júbilo para que suenen contra vosotros. Oh hijos de Israel, no peleéis contra Jehová el Dios de vuestros padres, porque no prosperaréis.

13 Pero Jeroboam hizo tender una emboscada para venir a ellos por la espalda; y estando así delante de ellos, la emboscada estaba a espaldas de Judá.

14 Y cuando miró Judá, he aquí que tenía batalla por delante y a las espaldas; por lo que clamaron a Jehová, y los sacerdotes tocaron las trompetas.

15 Entonces los de Judá gritaron con fuerza; y así que ellos alzaron el grito, Dios desbarató a Jeroboam y a todo Israel delante de Abías y de Judá;

16 y huyeron los hijos de Israel delante de Judá, y Dios los entregó en sus manos.

17 Y Abías y su gente hicieron en ellos una gran matanza, y cayeron heridos de Israel quinientos mil hombres escogidos.

18 Así fueron humillados los hijos de Israel en aquel tiempo, y los hijos de Judá prevalecieron, porque se apoyaban en Jehová el Dios de sus padres.

19 Y siguió Abías a Jeroboam, y le tomó algunas ciudades, a Bet-el con sus aldeas, a Jesana con sus aldeas, y a Efraín con sus aldeas.

20 Y nunca más tuvo Jeroboam poder en los días de Abías; y Jehová lo hirió, y murió.

21 Pero Abías se hizo más poderoso. Tomó catorce mujeres, y engendró veintidós hijos y dieciséis hijas.

22 Los demás hechos de Abías, sus caminos y sus dichos, están escritos en la historia de Iddo profeta.

Reina-Valera 1960 (RVR1960)Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.

Disponible para los amigos

Abril 26

Disponible para los amigos

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Lectura bíblica: Gálatas 6:1–5

Sobrellevad los unos las cargas de los otros. Gálatas 6:2

a1—Estoy realmente frustrado con este amigo —se quejó Javier—. Sus padres se están divorciando, pero él casi ni lo menciona. Es como si quisiera resolver él solo sus problemas.
Ese es un problema que enfrentas cuando quieres estar a disposición de un amigo. Es rara la vez cuando alguien dice espontáneamente: “Necesito ayuda”. Pero puedes estar seguro de que el momento de ser un amigo disponible es cuando alguien habla o actúa de una manera que refleja algunos de estos importantes síntomas:

• Desilusión. Roberto se sintió muy desilusionado cuando no lo escogieron para integrar el equipo de fútbol, pero a varios de sus compañeros sí. Estás viendo desilusión cuando las esperanzas o expectativas de un amigo no se cumplen. Muchas desilusiones son pequeñas, pero duelen.
• Desaliento. Las desilusiones de Dora con sus estudios se fueron acumulando hasta que sintió que estaba debajo de una pila de desalientos. Estás viendo desaliento cuando tu amigo parece haber perdido sus esperanzas, el sentido de confianza y parece indiferente a todo.
• Depresión. El desaliento de Arturo por su situación familiar le produjo largos períodos de melancolía, tristeza y un retraerse de los demás. Todo eso es síntoma de la depresión.

Es posible que haya a tu alrededor personas agobiadas por el peso de la desilusión, el desaliento y la depresión, no obstante quizá no las hayas notado.
¿Por qué? Bueno, tú, ¿qué tal eres para disimular tus verdaderos sentimientos? Aun si eres de los que exteriorizan todo lo que piensan y sienten, recuerda que muchos no. Igual como el amigo de Javier, se callan y no dicen nada. Pero a medida que los demás ven que eres una persona bondadosa a disposición de los demás, entonces esos amigos comenzarán a exteriorizar sus sentimientos compartiéndolos contigo. Puedes aprender a detectar cuando alguien “anda por el suelo” si eres sensible a los síntomas mencionados. Y siempre puedes preguntar: “Te lo pregunto en serio, ¿cómo estás?”.

No cabe duda de que Dios invita a tus amigos que sufren a contarle sus preocupaciones y problemas (ver 1 Pedro 5:7). Porque a Dios le importan nuestros desencantos, desalientos y nuestra depresión, promete ayudarnos (ver Hebreos 4:16). Pero Dios tiene otra estrategia para ayudar: ponerte a ti en la vida de tus amigos que pasan por dificultades.

No podrás resolver todos los problemas de tus amigos. Y con frecuencia tendrás que pedirle ayuda a un adulto, especialmente cuando un amigo cae en el desaliento, y siempre cuando parece deprimido. Y siempre puedes escuchar.

PARA DIALOGAR
¿Quién alrededor tuyo necesita que seas un amigo que esté a su disposición en este momento? ¿Qué puedes hacer por esa persona?

PARA ORAR
Señor, queremos demostrar que tú eres un Dios que te preocupas y que amas a nuestros amigos que sufren. Queremos ser amigos que estén a disposición de ellos.

PARA HACER
Como familia, tracen un plan concreto para acercarse a un amigo que sufre.

McDowell, J., & Johnson, K. (2005). Devocionales para la familia. El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano.

CERO VISIBILIDAD

26 abr 2016

CERO VISIBILIDAD

cr

por Carlos Rey

a1La autopista que une a São Pablo con el puerto de Santos estaba repleta de automóviles. Eran las siete y veinte de la mañana de un día de trabajo. Había niebla, y la niebla comenzó a mezclarse con el humo de las refinerías y las fábricas. La visibilidad cayó de pronto a cero, lo que obligó al chofer de un autobús a frenar en seco.

Esa maniobra desencadenó una serie de choques entre ciento cuarenta vehículos. Un auto con varios pasajeros quedó prensado entre dos camiones enormes. Todos sus ocupantes murieron. Varios vehículos saltaron la baranda que divide las pistas y chocaron con autos que venían en sentido contrario, y treinta choques más se produjeron.

En cuestión de menos de un minuto, había en la autopista un caos de vehículos chocados, hierros retorcidos y cristales rotos, y un saldo de catorce muertos y ciento diez heridos. ¿La causa general del desastre? Cero visibilidad.

¿Cómo es posible evitar un accidente cuando se conduce a toda velocidad y de pronto no se ve nada por delante? Lo mismo ocurre cuando un avión lleno de pasajeros se acerca de noche a una pista de aterrizaje y de pronto se apagan todas las luces; o cuando un barco navega a toda máquina en medio de la niebla, entre arrecifes, y de pronto se apaga la luz del faro; o cuando un tren expreso entra en una estación atestada de tránsito ferroviario y de pronto ninguna señal roja o verde se enciende.

Así anda nuestra vida cuando la conducimos sin una verdadera luz espiritual. Según el libro de Eclesiastés, con semejante falta de visibilidad somos como los necios, que andan a oscuras, y no como los sabios, que tienen los ojos bien puestos.1 Pero peor aún es que con tal ceguera espiritual somos como los malvados, pues según el sabio Salomón: «El camino de los malvados es como la más densa oscuridad; ¡ni siquiera saben con qué tropiezan!»2 Porque vivir sin fe, vivir sin conocimiento de la Palabra de Dios, vivir sin la seguridad de la salvación, es vivir en tinieblas y andar en camino oscuro al borde de la perdición eterna.

Pero podemos remediar esa situación si reconocemos que Jesucristo es la luz del mundo. Todo el que lo sigue sincera y fielmente no anda en la oscuridad porque no vive en tinieblas.3La luz divina de Cristo le proporciona la iluminación necesaria para evitar ciertos errores mortales y equivocaciones suicidas que le pudieran hacer perder el alma eternamente. Jesús dijo: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?»4 Ya que Cristo, y solamente Él, es la luz del mundo, aceptémoslo como Señor, Salvador, Maestro y Guía para que tengamos a quien nos conduzca por los caminos de este mundo, que de un momento a otro pueden tener cero visibilidad.

1 – Ec 2:14

2 – Pr 4:19

3 – Jn 8:12

4 – Lc 6:39

http://www.conciencia.net/