Y en ningún otro hay salvación. (Hechos 4:12)

El único evangelio

8/4/2017

Y en ningún otro hay salvación. (Hechos 4:12)

Si usted da testimonio a otros de que el evangelio de Jesucristo es el único evangelio, el único camino a Dios, no está proclamando su propio punto de vista de la religión correcta, sino la revelación de la verdad de Dios. Usted no predica el evangelio de Cristo sencillamente porque lo conoce, porque se ajusta a su personalidad o porque quiere ser intolerante y exclusivo. Usted presenta el evangelio de Cristo porque es el único camino provisto por Dios para que las personas encuentren la salvación del pecado y de la muerte eterna.

Usted predica el evangelio de Cristo como el único evangelio porque Él dijo: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo” (Jn. 10:9). Usted da testimonio de ese evangelio porque está de acuerdo con el apóstol Pablo en que “hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Ti. 2:5).

De modo que está en buena compañía y tiene un fundamento sólido cuando da testimonio a quienes no conocen a Jesucristo del único camino de salvación dado por Dios.

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Tan seguros como que Dios es fiel

 

AGOSTO, 04

Tan seguros como que Dios es fiel

Devocional por John Piper

A los que predestinó, a esos también llamó; y a los que llamó, a esos también justificó; y a los que justificó, a esos también glorificó. (Romanos 8:30)

Ninguna persona se pierde entre la eternidad pasada de la predestinación de Dios y la eternidad futura de la glorificación de Dios.

Nadie que fuera predestinado a ser hijo de Dios dejará de ser llamado. Nadie que fuera llamado dejará de ser justificado. Y nadie que fuera justificado dejará de ser glorificado. Esa es la cadena inquebrantable de la fidelidad de Dios a su pacto.

Por eso, Pablo dice:

[Estoy] convencido precisamente de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús (Filipenses 1:6).

El cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por medio de quien fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, Señor nuestro (1 Corintios 1:8?9).

Estas son las promesas de nuestro Dios, quien no puede mentir. Aquellos que son nacidos de nuevo están tan seguros como que Dios es fiel.

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Os herí con viento abrasador, con añublo y con granizo en toda obra de vuestras manos

4 de agosto

«Os herí con viento abrasador, con añublo y con granizo en toda obra de vuestras manos».

Hageo 2:17 (LBLA)

¡Cuán destructor es el granizo para las erguidas mieses, pues tira por tierra el precioso grano! ¡Qué agradecidos debemos estar cuando el trigo se libra de tan terrible ruina! Ofrezcamos al Señor acciones de gracia. Pero más terribles aún son esos misteriosos destructores: el tizón, la roya y el añublo que convierten las espigas en un montón de hollín o las pudren, o desecan el grano que las mismas contienen; y, todo esto, de una forma que está fuera del control humano, de modo que el agricultor se ve compelido a clamar: «Dedo de Dios es éste». Un sinfín de pequeños hongos causan el daño y, si no fuera por la bondad de Dios, el jinete montado sobre el caballo negro sembraría de hambre toda la tierra. La infinita misericordia divina cuida del alimento de los hombres; pero, en vista de los agentes activos que están prontos a destruir la cosecha, se nos ha enseñado muy sabiamente a orar: «El pan nuestro de cada día dánoslo hoy». Este azote lo hallamos en todas partes; tenemos, pues, una permanente necesidad de bendición. Cuando el tizón y el añublo vienen, son castigos del Cielo, y los hombres deberían prestar «atención al castigo, y a quien lo establece» (Miq. 6:9). En el terreno espiritual, el añublo no constituye un mal extraño: aparece cuando la obra es más prometedora. Esperamos muchas conversiones y he aquí que una apatía general, una creciente mundanidad o una perversa dureza de corazón se hacen presentes. Puede que no haya pecado manifiesto en aquellos por quienes estamos trabajando, pero sí una deficiencia de sinceridad y de decisión que defrauda nuestros deseos. Aprendemos de esto nuestra dependencia del Señor y la necesidad que tenemos de orar para que ningún añublo se presente en nuestra obra. El orgullo y la pereza espiritual pronto traerán sobre nosotros este espantoso mal, y solo el Señor de la mies es capaz de eliminarlo. El añublo puede atacar a nuestros corazones y marchitar nuestras oraciones y prácticas religiosas. Quiera el gran Labrador impedir tan seria calamidad. ¡Alumbra tú, bendito Sol de Justicia, y quita los añublos!

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 226). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

Manteniendo la fidelidad juntos

4 Agosto 2017

Manteniendo la fidelidad juntos
por Charles R. Swindoll

Salmos 26

La oración de David por protección mientras enfrentaba el maltrato no era simplemente un ruego para que Dios le ayudara; más bien la canción del rey incluía varios compromisos de su parte.

5. Resolución: Seré fiel en mi adoración pública (v. 8).

Oh Señor, he amado la habitación de tu casa,
el lugar de la morada de tu gloria.

Al leer este versículo, podemos ver porque David era conocido como «un hombre conforme al corazón de Dios». Aun cuando se encontraba bajo presión, sintiéndose más como un saco de boxeo en vez de un hijo de Dios, David se mantuvo en el lugar donde él podía sentir la gloria de Dios, el tabernáculo (v. 8). Haga una pausa y lea las tres afirmaciones que se mencionan en los  siguientes tres salmos antiguos: Salmo 27:4, Salmo  65:4 y Salmo  84:10. Para él, la adoración no era un hábito religioso, no era un ritual ni un proceso aburrido; para él era algo esencial, algo vital. Cuando él sufría el maltrato, miraba hacia arriba en adoración.

Desafortunadamente, vivimos en una época cuando el valor y la necesidad de la adoración pública han perdido su valor. Sé que hay iglesias que no dirigen al creyente al Cristo viviente ni enseñan su maravillosa Palabra. Pero eso no significa que todas las iglesias y todas las reuniones de adoración pública deban ser ignoradas. Hebreos 10:23-25 no nos da otra opción. Debemos reunirnos con el propósito animarnos mutuamente en amor y buenas obras y si no fuera por otra cosa, al menos por estímulo personal. Esto es muy importante cuando estamos sufriendo maltrato. Nos necesitamos mutuamente. No ignore esta expresión de fe saludable y ordenada por Dios.

Permítame añadir otra cosa más. Muéstreme un creyente que de manera constante ignora los servicios regulares de una iglesia que predica y enseña la Palabra de Dios fielmente y le mostraré una persona cuyo crecimiento espiritual se está opacando o erosionando, espiritualmente hablando. Cuando leo el libro de los Hechos, veo una iglesia de creyentes saludable aun en medio de la persecución. Ellos buscaban cualquier oportunidad para reunirse y adorar juntos, aun cuando tuviese que reunirse en secreto. ¡Qué ejemplo a seguir!

Afirmando el alma
¿Por qué cree que adorar a Dios es tan estimulante cuando las pruebas de la vida se intensifican? ¿Por qué es más útil pensar en Dios, en lugar de pensar en usted mismo? ¿Por qué cree usted que es importante adorar juntos con otros creyentes?

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright
© 2017 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

Los hijos de Dan

4 AGOSTO

Jueces 18 | Hechos 22 | Jeremías 32 | Salmos 1–2

Un lector inocente tal vez pensó que la lectura de ayer reflejaba un pequeño desliz aberrante del pueblo de Dios. La de hoy (Jueces 18) le roba el optimismo a esa esperanza: una tribu entera de Israel está corrompida y seguramente otras también lo están.

El contexto histórico es bastante antiguo: no todas las tribus han acabado de conquistar la tierra que les fue concedida. Este es ciertamente el caso de Dan (Jueces 18:1). Los hijos de Dan enviaron cinco soldados para explorar la tierra y eventualmente se toparon con la casa de Micaía. Ahí encuentran al joven levita y lo reconocen, quizás por algún encuentro previo o tal vez por lo que era o lo que hacía. (Posiblemente, le escucharon orar o estudiar, pues esto se solía hacer en voz alta.) Le preguntaron si su viaje tendría éxito. Tal vez, el “efod” que hizo Micaía (Jueces 17:5) incluía algo como el urim y el tumim con el pretexto de discernir la voluntad de Dios. En cualquier caso, él se lo confirma y siguen su camino.

Los soldados entraron como espías al pueblo de Lais, el que no era parte de la tierra que se les había asignado. No obstante, a ellos les pareció un blanco fácil y atractivo y así lo informaron. Al regresar con seiscientos hombres armados de la tribu de Dan, interrumpieron su asalto militar para llevarse todos los dioses de la casa de Micaía, así como al joven levita y efod, evidentemente pensando que esto les traería “suerte” o al menos apoyo a su proyecto. El levita estaba encantado, pues lo veía como un ascenso (18:20), pero ¿puede un clérigo “comprado” ejercer un verdadero testimonio profético?

Cuando Micaía y sus hombres alcanzan a este grupo de guerreros, su afirmación suena un tanto patética: “Vosotros os llevasteis mis dioses, que yo mismo hice, y también os llevasteis a mi sacerdote y luego os fuisteis. ¿Qué más me queda? ¡Y todavía os atrevéis a preguntarme qué me sucede!” (18:24). El hombre ni siquiera detectó la ironía de su propia declaración, la total inutilidad de otorgarle tanto peso a dioses que uno mismo ha hecho.

Los hombres de Dan amenazaron con aniquilar a Micaía y a su familia, y con eso resolvieron el asunto. La fuerza- no la justicia ni la integridad- gobierna la tierra. Los hijos de Dan capturaron Lais, atacando a un “pueblo tranquilo y confiado” (18:27) y cambiaron el nombre de la ciudad por “Dan”. Allí establecieron sus ídolos y el joven levita, quien ahora se identifica como un descendiente directo de Moisés (18:30), sirve como el sacerdote de la tribu y le pasa el legado a sus hijos, en tanto que el tabernáculo permanece en su debido lugar en Silo (18:30–31).

Los niveles de infidelidad al pacto en el ámbito religioso se multiplican mediante el aumento en la violencia, el egoísmo tribal, las aspiraciones personales de poder, la ingratitud, las amenazas burdas y la superstición masiva. Es común que estos pecados crezcan juntos.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 216). Barcelona: Publicaciones Andamio.

El reflejo de la luna en el estanque

viernes 4 agosto

Dios es amor… envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.

1 Juan 4:8-9

Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida… ni lo presente, ni lo por venir… ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

Romanos 8:38-39

El reflejo de la luna en el estanque

Una hermosa noche estrellada me puse a observar el reflejo de la luna en un estanque. La superficie del agua era lisa y reflejaba perfectamente su imagen.

De repente una ráfaga de viento agitó el agua, y la superficie empezó a moverse. Era como si la luna estuviera temblando. Levanté la mirada y vi que en el cielo ella seguía brillando como antes.

Luego una hoja cayó en el agua, movió nuevamente la superficie y alteró el reflejo de la luna. ¡En el cielo no había cambiado nada, pues la hoja no había tocado la luna!

Luego tomé un palo y agité el fondo del estanque. Esta vez el lodo subió a la superficie y el reflejo de la luna quedó totalmente borrado. ¡Pero ella seguía brillando entre las estrellas!

Cristianos, ¿cómo apreciamos el amor divino? “Dios es amor”, nos dice la Biblia. Dios es el mismo, suceda lo que suceda; pero nosotros somos fluctuantes. Como el viento, la caída de una hoja o el lodo turban el reflejo de la luna en el estanque, las circunstancias exteriores o nuestro estado interior pueden influenciar la manera en que apreciamos el amor divino. ¡No nos dejemos turbar! El amor de Dios por sus hijos es invariable. No depende de lo que somos; los elementos que nos perturban no pueden alcanzarlo. ¡El amor está en Dios mismo!

Por lo tanto, depositemos nuestra confianza en ese amor eterno. ¡No miremos en nosotros mismos, elevemos la mirada al cielo y gocémonos, pues Dios nos ama y seguirá amándonos!

1 Crónicas 17 – Lucas 14 – Salmo 90:7-12 – Proverbios 20:23-24

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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