La vida penitente

La vida penitente

8/9/2017

Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. (Santiago 2:17)

Si usted se ha apartado de sus pecados y ha tomado el camino de justicia de Dios, llevará una vida transformada. El tema de Primera Juan es que la persona verdaderamente redimida mostrará una vida verdaderamente transformada.

“El que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Jn. 2:5-6).

Quienes enseñan que el arrepentimiento y la vida penitente no son parte necesaria del evangelio no están presentando el evangelio que predicó Jesús. Tal evangelio de presunción y de justicia propia es del mundo, no de Dios.

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La finalidad del Evangelio

AGOSTO, 09

La finalidad del Evangelio

Devocional por John Piper

Entonces mucho más, habiendo sido ahora justificados por su sangre, seremos salvos de la ira de Dios por medio de Él. Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien ahora hemos recibido la reconciliación. (Romanos 5:9-11)

¿De qué necesitamos ser salvos? El versículo 9 lo expone claramente: de la ira de Dios. Pero ¿es ese el mejor de los premios del evangelio? ¿el más alto, el que nos brinda mayor plenitud y el que más nos satisface?

No lo es. El versículo 10 dice: «mucho más… seremos salvos por su vida». Luego el versículo 11 nos conduce a la finalidad del ser salvos, al afirmar: «Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en Dios».

Esa es la mejor parte, y la primordial, de las buenas nuevas. No hay ningún otro «y no solo esto» después, solo la aclaración de Pablo acerca de cómo lo alcanzamos: «por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien ahora hemos recibido la reconciliación».

El fin del evangelio es «nos gloriamos en Dios». El bien más alto, más profundo y más dulce del evangelio, el que nos brinda la mayor plenitud, es Dios mismo —en quien se regocija su pueblo redimido—.

Dios en Cristo se convirtió en el precio (Romanos 5:6-8), y Dios en Cristo se convirtió también en el premio (Romanos 5:11).

El evangelio consiste en las buenas nuevas de que Dios pagó por nuestro deleite eterno en Dios.

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Apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios

9 de agosto

«Apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios».

Marcos 16:9

María Magdalena era víctima de un espantoso mal: estaba poseída, no por uno, sino por siete demonios. Esos temibles huéspedes causaban mucha pena y corrupción en el cuerpo donde habían encontrado alojamiento. El caso de esta mujer era desesperante y horrible: no podía curarse a sí misma, y ningún socorro humano le hubiera resultado útil. No obstante, Jesús pasó por aquel camino y, sin que la pobre endemoniada lo buscara o, probablemente, siquiera lo resistiese, pronunció la palabra de autoridad, y María Magdalena se convirtió en un trofeo del poder sanador de Jesús. Los siete demonios la dejaron: la dejaron para nunca más volver, expulsados enérgicamente por el Señor de todo. ¡Qué bendita liberación! ¡Qué cambio tan dichoso! ¡Del delirio al placer, de la desesperación a la paz, del Infierno al Cielo! Inmediatamente se hizo una seguidora constante de Jesús: reteniendo sus palabras, siguiendo sus pisadas y compartiendo su fatigosa vida. Además, llegó a ser su generosa ayudante, especialmente entre aquel grupo de mujeres curadas y agradecidas que le servían de sus bienes. Y cuando levantaron a Jesús en la cruz, María permaneció a su lado participando de su ignominia. Primero la hallamos mirando desde lejos y, después, acercándose hasta el pie de la cruz. No podía morir en la cruz con Jesús, pero se mantuvo tan cerca de la misma como le fue posible. Y cuando se bajó de la misma el bendito cuerpo del Señor, María estaba observando para ver dónde y cómo lo ponían. María era una creyente fiel y vigilante, la última en retirarse del sepulcro donde Jesús dormía, y la primera en presentarse cuando este hubo resucitado. Su santa fidelidad le valió el ser una espectadora favorecida por su amado Raboni, quien se dignó llamarla por su propio nombre y constituirla su mensajera de buenas noticias para sus temblorosos discípulos y para Pedro. Así, la gracia la encontró siendo ella una maníaca y la transformó en una servidora; le quitó los demonios y permitió que viera ángeles; la libró de Satanás y la unió para siempre con el Señor Jesús. ¡Pueda ser yo también un milagro semejante de la gracia!

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 231). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

Enfrentando el temor con una canción de fe

9 Agosto 2017

Enfrentando el temor con una canción de fe
por Charles R. Swindoll

Salmos 27

Cuando el temor nos ha tomado cautivos, nuestra actitud se torna en una actitud de auto preservación. Hacemos lo posible para evitar la pérdida, huir del dolor o evitar la muerte. Ese no era el caso con David. Esta canción que fue preservada para nosotros como el Salmo 27, prioriza los asuntos eternos. Los versículos 4 al 6 giran alrededor del concepto que David tiene de mantenerse en una comunión íntima y constante con su Dios.

Una cosa he pedido al Señor; esta buscaré:
que more yo en la casa del Señor
todos los días de mi vida,
para contemplar la hermosura del Señor
y para inquirir en su templo.
Porque en su enramada me esconderá en el día del mal;
me ocultará en lo reservado de su tabernáculo;
me pondrá en alto sobre una roca.
Ahora levantará mi cabeza
sobre mis enemigos que me rodean,
y en su tabernáculo ofreceré sacrificios de júbilo.
Cantaré y entonaré salmos al Señor.

¿Se dio cuenta que casi toda la conjugación de los verbos se utilizaron en la primera persona singular? David está dando aquí su testimonio. Él está escribiendo acerca de su vida privada, sus luchas personales con los afanes de la vida. Aquí no se trata de la figura pública de David, se trata de David ante su Dios.

Otro aspecto notable es que David dice: «Cantaré y entonaré salmos al Señor». Esto sólo puede darse cuando uno mantiene una relación íntima con el Señor. Efesios 5:18 nos manda a ser «llenos del Espíritu Santo», de tal forma que el Espíritu de Dios controle nuestros pensamientos, motivos, actitudes y acciones. Aquí se demuestra una comunión vertical. Cuando le cedemos todo el control al Espíritu Santo, él promete darnos:

Un corazón melodioso que canta  (Efesios 5: 19).
Una actitud agradecida (Efesios 5: 20).
Una actitud mutua y sumisa (Efesios 5: 21).

¿Cuando fue la última vez que usted le cantó a Dios una canción de confianza (a solas)? Es triste que las canciones cristianas no se oigan casi nunca fuera del templo. Vivir en comunión con Dios debiera hacer que nuestros corazones brotaran con melodías espontáneas todos los días. Cantar acerca de nuestra fe es algo muy estimulante.

Afirmando el alma
Cuando siente el temor cerca, ¿de qué forma la música podría ser parte de su reacción? David escribió una canción; quizás usted sepa cantar o tocar un instrumento. Escuchar música que honra y alaba a Dios puede ser un instrumento efectivo para convertir el temor en alabanza.

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright
© 2017 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

El Señor no es deudor de nadie

9 AGOSTO

Rut 2 | Hechos 27 | Jeremías 37 | Salmo 10

El narrador ya nos ha contado que, cuando Noemí y Rut regresaron a Belén, era el tiempo de la siega de la cebada (Rut 1:22). Ahora en (Rut 2) se nos revela la importancia de ese detalle.

Había una tradición antigua, nacida de la ley mosaica, según la cual los terratenientes no debían ser demasiado escrupulosos al recoger el producto de su tierra. De esta manera, se dejaba algo para que los pobres pudieran rebuscar (cf. Deuteronomio 24:19–22; ver meditación del 19 de junio). Así, Rut salió a trabajar detrás de los segadores en un campo no muy lejos de Jerusalén. No tenía forma de saber que este campo pertenecía a un terrateniente adinerado llamado Booz—un pariente lejano de Noemí y el futuro esposo de Rut.

La historia es conmovedora, con muchas personas decentes actuando con amabilidad en todas partes. Por un lado, Rut demostró ser trabajadora, pues apenas se detenía para descansar (2:7). Era terriblemente consciente de su estado como extranjera (2:10), pero trataba a la gente del lugar con respeto y cortesía. Al traerle a Noemí lo que había recogido, le contó todo lo que había sucedido y un comentario del autor nos recuerda que durante esta época de la historia de Israel, el mero hecho de que una mujer soltera hiciera este tipo de trabajo era casi una invitación al abuso (2:22). Esto nos reafirma la valentía y resistencia de Rut.

Noemí vio la mano de Dios. Desde la perspectiva meramente pragmática de conseguir suficiente alimento, está agradecida. Pero al escuchar el nombre del dueño de la finca, no sólo reconoce la seguridad que esto le dará a Rut, sino que se da cuenta de que Booz es uno de sus “parientes-redentores” (2:20). Es decir, era uno de los que podía casarse con Rut, por la llamada ley del levirato, con el resultado de que su primer hijo cargaría los derechos legítimos y propietarios de su marido original.

Ahora bien, posiblemente es Booz quien queda mejor parado en este relato. Sin señales de romance en esta etapa, él se mostró preocupado por los pobres y conmovido por las calamidades de los demás. Es alguien que quiere ayudar sin hacer mucho alarde de ello. Conocía el regreso de Noemí y la fidelidad persistente de esta joven moabita. Dio instrucciones a sus obreros para que proveyeran para sus necesidades, afianzaran su seguridad e incluso dejaran un poco más de grano para que la labor de Rut fuera bien recompensada. Sobre todo, era un hombre de fe, así como de integridad, lo cual podemos percibir en su primera conversación con la mujer que luego sería su esposa: “Que el Señor te recompense por lo que has hecho! Que el Señor, Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte, te lo pague con creces.” (2:12). Bien dicho, porque el Señor no es deudor de nadie.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 221). Barcelona: Publicaciones Andamio.

¡Qué felicidad!

(Dios dijo:) Bienaventurado el hombre que me escucha.

Proverbios 8:34

Mis siervos cantarán por júbilo del corazón.

Isaías 65:14

¡Qué felicidad!

Esta era la expresión favorita y a menudo repetida por los presentadores de un programa que atraía a millones de telespectadores. ¡Pero la realidad era totalmente diferente! Interrogadas al final de la serie de programas, las personas que habían sido invitadas a participar hacían un balance triste y amargo. Una de ellas dijo que lo único que habían hecho era explotar su ingenuidad, otras declararon que todo era hipocresía. ¡Qué lejos estaban de la felicidad!

Debemos reconocer que este mundo solo nos propone una felicidad artificial, virtual y mentirosa; los momentos de alegría pasajera que nos ofrece solo son artificios y engaños.

Desde que el pecado entró en el mundo (Romanos 5:12), el hombre que vive sin Dios está privado de la verdadera felicidad. Cuando cree haberla encontrado, solo se trata de una impresión fugaz, pasajera, y nunca duradera. La Biblia precisa: “Si aquel viviere mil años dos veces, sin gustar del bien, ¿no van todos al mismo lugar?” (Eclesiastés 6:6).

La verdadera felicidad solo puede venir de un acercamiento a Dios. Jesucristo el Salvador dio su vida perfecta y justa por amor a nosotros, para salvarnos de la muerte eterna y para que estemos en paz con Dios. Un amor así va más allá de la razón, pero confiere al corazón paz y gozo (Gálatas 5:22). La Biblia nos invita a ir a Dios para conocer su paz y la verdadera felicidad, eterna, obtenida por el amor de Jesús.

“Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré por largos días” (Salmo 23:6).

1 Crónicas 22 – Lucas 18:18-43 – Salmo 92:1-4 – Proverbios 21:3-4

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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