El sólido cimiento

El sólido cimiento

8/26/2017

Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. (Mateo 7:24)

El prudente edificará su vida sobre la roca. La roca a la que Jesús se refiere en el versículo de hoy es la Palabra de Dios, la Biblia. El edificar sobre la roca es por tanto equivalente a oír y obedecer las palabras de Cristo, y para nosotros eso significa vivir según la Biblia.

Después que Pedro confesó “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, nuestro Señor le dijo: “…no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia” (Mt. 16:16-18). La palabra de Jesús para “roca” en este versículo es la misma que empleó en Mateo 7:24. Es la base de la revelación de Dios, su Palabra. La roca del sólido cimiento es la dirección segura y divina que Pedro recibió, y es el único fundamento sobre el cual puede descansar la verdadera vida cristiana.

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Sombras y arroyos

AGOSTO, 26

Sombras y arroyos

Devocional por John Piper

¡Sea para siempre la gloria del Señor! ¡Alégrese el Señor en sus obras! Él mira a la tierra, y ella tiembla; toca los montes, y humean. Al Señor cantaré mientras yo viva; cantaré alabanzas a mi Dios mientras yo exista. Séale agradable mi meditación; yo me alegraré en el Señor. (Salmos 104:31-34)

Dios se regocija en la obra de la creación porque ella nos señala, más allá de sí misma, a Dios mismo.

Dios quiere que nos maravillemos y nos asombremos por su obra de la creación, pero no por la creación en sí. Él quiere que miremos su creación y digamos: «Si la mera obra de sus dedos (¡solo de sus dedos!, como lo expresa Salmos 8:3) está tan llena de sabiduría y poder y grandeza y majestad y belleza, ¡cuánto más maravilloso ha de ser Dios mismo!».

Estas cosas no son mas que la parte posterior de su gloria, por así decirlo, vista oscuramente a través de un vidrio. ¡Cuán increíble ha de ser contemplar al Creador mismo! ¡No sus obras! Mil millones de galaxias no pueden satisfacer el alma humana. Dios y solamente Dios es lo que satisface el alma.

Jonathan Edwards lo expresó de la siguiente manera:

El deleite en Dios es la única forma de felicidad que realmente puede satisfacer el alma. Ir al cielo, disfrutar a Dios plenamente, es infinitamente mejor que las más placenteras comodidades en este mundo… [Estas] no son sino sombras; Dios es la sustancia. Estas no son sino débiles rayos de luz, mas Dios es el sol. No son más que arroyos; Dios es el océano.

Es por eso que Salmos 104:31-34 concluye de ese modo, con un énfasis en Dios mismo. Al final, no serán ni los mares, ni las montañas, ni los cañones, ni las arañas de agua, ni las nubes, ni las grandes galaxias lo que inundará de asombro nuestro corazón y lo que llenará nuestra boca de alabanza eterna. Será Dios mismo.


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Devocional tomado del libro “Los Deleites de Dios”, páginas 94-95

«Y en seguida toda la gente, viéndole, se asombró, y corriendo a él, le saludaron»

26 de agosto

«Y en seguida toda la gente, viéndole, se asombró, y corriendo a él, le saludaron».

Marcos 9:15

¡Cuán grande es la diferencia entre Moisés y Jesús! Cuando el profeta de Horeb estuvo cuarenta días en el monte, sufrió una especie de transfiguración, de suerte que su rostro resplandecía con un gran brillo y, como el pueblo no podía mirar su gloria, Moisés cubría con un velo su semblante. No ocurrió así con nuestro Salvador: él se transfiguró con una gloria mayor que la de Moisés y, sin embargo, no está escrito que el pueblo se haya visto deslumbrado por el resplandor de su rostro, sino que más bien se dice que la gente «se asombró, y corriendo a él, le saludaron». La gloria de la ley repele; pero la maravillosa gloria de la cruz atrae. Aunque Jesús es santo y justo, sin embargo, junto con su pureza hay tanto de verdad y de gracia que los pecadores corren sorprendidos hacia su bondad, fascinados por el amor que manifiesta. Ellos le saludaron, se hicieron sus discípulos y le aceptaron como Señor y Maestro. Lector, puede que precisamente ahora estés obnubilado por el brillo deslumbrante de la ley de Dios. Sientes sus demandas sobre tu conciencia, pero no puedes cumplirlas en tu vida. No quiero decir que busques faltas en la ley —al contrario, ella reclama tu más profunda estima—; sin embargo, de ninguna manera te sientes atraído a Dios por ella, sino que más bien la ley endurece tu corazón y te lleva hasta el borde de la desesperación. ¡Ah, pobre corazón, aparta tus ojos de Moisés, con todo su repelente esplendor, y mira a Jesús, que resplandece con glorias más amables. Contempla sus sangrantes heridas y su cabeza coronada de espinas. Él es el Hijo de Dios y, por eso, mayor que Moisés; es el Señor de amor y, por consiguiente, más tierno que el Legislador. Él soportó la ira de Dios y, en su muerte, reveló más de la justicia de Dios que el Sinaí con sus llamas de fuego. Sin embargo, esa justicia está ahora satisfecha, y de aquí en adelante será la guardiana de los creyentes en Jesús. Mira, pecador, al Salvador ensangrentado y, al sentir la atracción de su amor, arrójate en sus brazos y serás salvo.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 249). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

Dios en medio de nosotros

26 Agosto 2017

Dios en medio de nosotros
por Charles R. Swindoll

Salmos 46

La reacción del salmista acerca de los sentimientos de debilidad personal continúa en el Salmo 46 ahora con un nuevo escenario que le impulsa a tomar otra resolución.

No seremos conmovidos

Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios;
el santuario, morada del Altísimo.
Dios está en medio de ella;
no será movida.
Dios la ayudará al clarear la mañana.
Las naciones se conmocionan,
se tambalean los reinos.
Él emite su voz, y se derrite la tierra.
El Señor de los Ejércitos está con nosotros;
nuestro refugio es el Dios de Jacob.

Selah

¿Cuál es el tema aquí? La ciudad de Dios (v. 4). Esta es una referencia a la ciudad amada por los judíos, Jerusalén. Un vistazo breve a esa estrofa nos muestra que la ciudad está siendo atacada. Las naciones y los reinos se han levantado contra la capital de Israel y han avasallado sus muros. Sin embargo, el compositor dice «no seremos conmovidos».  La razón de no hacerlo es porque, tal como lo dice la primera parte del versículo 5: » Dios está en medio de ella».

El versículo 7 continúa diciendo: » El Señor de los Ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob».

Jerusalén era una ciudad bien protegida, se encontraba en la cima de una montaña, rodeada por un terreno difícil, y resguardada por muros altos y gruesos. Con el tiempo, otros reyes crearon la forma de suplir agua a la ciudad de tal forma que podían enfrentar el asedio enemigo. Sin embargo, el compositor no consideraba que las estructuras y los soldados eran su fuente de seguridad. Cuando él se sentía muy impotente, él veía más allá de su protección física y se consolaba en la presencia de Dios. El mérito era para la presencia del Omnipotente.

¿Recuerda usted la historia del evangelio de Marcos (4: 35-41) cuando Jesús y sus discípulos cruzaron el mar de Galilea?

Este relato se ha hecho famoso gracias a una canción que los creyentes de habla inglesa han cantado por varias décadas. Esa canción se titula: » Peace, Be Still” [Ten calma, ten paz].

Una tormenta sorprendió a los discípulos y los hizo temer por sus vidas. Dándose cuenta que ellos eran débiles, despertaron a Jesús y le preguntaron por que seguía durmiendo en un momento así. Después de calmar el viento y el mar, Jesús reprendió a los discípulos por su falta de fe. ¿Se iba a hundir la barca? ¿Por qué habrían de tener temor? Los discípulos tenían a Dios mismo con ellos en la barca. La barca jamás iba a hundirse si Dios estaba allí. Ellos no serían conmovidos, porque el Señor mismo estaba en medio de ellos. Esa es una perfecta ilustración del Salmo 46: 5.

Observe el termino, «conmovidos» en el versículo 5. Literalmente significa sacudirse. En la mayoría de los países hispanos se utiliza la frase idiomática, «una sacudida». Supongo que sería muy apropiada utilizarla en el versículo 5. Cuando Dios está conmigo, no tengo ninguna razón para sentirme «sacudido» ¿se da cuenta que desde momento en que el Señor Jesucristo se convirtió en el Señor y Salvador de su vida, Él vive dentro de usted? Es más, Colosenses 3: 4 dice que Cristo es «Su vida». La esperanza de gloria es, «Cristo en usted». Si usted ha confiado en Jesucristo como su Señor y Salvador, Él está dentro de usted. En medio suyo. Por lo tanto, si Él está presente, no hay razón de temblar. Dios no va a sacudir su propia morada. La próxima vez que usted se sienta tentado a sentir pánico, enfóquese en el hecho de que Dios vive literalmente en usted. ¡Selah!

Afirmando su alma
¿Qué medidas ha tomado usted para su provisión y protección en caso de una emergencia? Es bueno hacerlo pero recuerde que eso no le puede dar una seguridad total. ¿Cómo puede usted desarrollar una mayor confianza en el poder de Dios que vive dentro de usted? Cuando ocurren cosas malas, ¿de qué manera le afecta eso su confianza  en la provisión y la protección de Dios?

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright
© 2017 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

¡Celos!

26 AGOSTO

1 Samuel 18 | Romanos 16 | Lamentaciones 3 | Salmo 34

Los celos que se describen en 1 Samuel 18 son algo terrible.

(1) Se fundamenta en un enfoque en uno mismo que es feo y sin restricción. En su mundo, Saúl necesitaba ser el número uno. Esto significa que nadie podía superarle en nada porque le provocarían celos. Ni por un instante ve las cosas desde la perspectiva de los demás: la de David, por ejemplo, o la de Jonatán. Decididamente tampoco puede ver nada desde la perspectiva divina. Su autoenfoque parte del egocentrismo que se encuentra en el corazón de toda la pecaminosidad humana, pero, por su intensidad y magnitud, cobra tal dimensión que, a la vez, pierde contacto con la realidad y adopta la idolatría más elemental.

(2) Se ve impulsado por innumerables comparaciones, eternas evaluaciones de quién está arriba y quién abajo. Por lo tanto, si los éxitos de David redundan a favor de Saúl, este se complace; pero si alguien hace alguna comparación entre Saúl y David que de alguna manera desacredita a Saúl, se pone celoso (18:7–8). Mientras los logros de David fueran un indicador de que “el Señor estaba con David” (18:12–28), Saúl siente celos porque sabe que el Señor no está con él. La tragedia es que reconocer esto no le lleva al arrepentimiento, sino a los celos, intensificados incluso por el amor de Mical, la hija de Saúl, hacia David (18:28–29). Actuar así está inevitablemente encadenado al temor; una y otra vez se nos dice que Saúl sentía temor hacia David (18:12, 15, 29). David se había convertido en una amenaza insoportable. Unos celos así no pueden tolerar las habilidades de los demás.

Hay que decir que muchos líderes, incluso cristianos, aunque no sucumben a este grado de maldad, gustan rodearse de personas menos competentes, pensando que de esa manera podrán preservar su propia imagen o autoridad. No lo logran, por supuesto; sencillamente, se convierten en jefes de individuos incompetentes. A la larga, su propia reputación se deteriora. Pero los celos son un pecado tan ciego, que estas realidades por obvias que sean, no se pueden admitir.

(3) En los peores casos, este tipo de celos va progresivamente devorando. Trastoca la mente a Saúl y se multiplica como un cáncer. Explota con una violencia descontrolada (18:10–11) y le da forma a conspiraciones perversas que atrapan a la propia familia de Saúl (18:20–27). En los capítulos siguientes, se convierte en algo más allá de la rabia: un odio implacable que envía a los soldados contra un hombre inocente que hace que Saúl se sienta inseguro.

Un creyente que quiere exaltar el nombre del Señor sobre todo lo demás, que desea genuinamente el bien del pueblo de Dios y que está perfectamente satisfecho con confiarle su reputación a Dios, jamás sucumbirá al pecado de los celos.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 238). Barcelona: Publicaciones Andamio.

El tiempo pasa

sábado 26 agosto

Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir.

Eclesiastés 3:1-2

(Dios dijo:) En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido.

2 Corintios 6:2

El tiempo pasa

Cuando fuimos a visitar a un amigo al hospital, pasamos por un pasillo llamado «Bulevar del tiempo que pasa». Los que lo llamaron así, sin duda se dieron cuenta de que el tiempo huye y no hay nada que pueda detenerlo. Pensamos en los que están sentados en la sala de espera con este cartel frente a ellos. Tiempo lleno de incertidumbre, de inquietud cuando hay que esperar el resultado de un examen, de un análisis, o el diagnóstico del médico. Tiempo que parece perdido para algunos. Tiempo en que la paciencia es puesta a prueba.

El tiempo parece pasar cada vez más rápido con la edad. “Mis días han sido más ligeros que un correo” (Job 9:25). El tiempo se nos escapa, pero ¿a dónde vamos? El cartel podría haber indicado: «Bulevar de nuestra vida». En el hospital vemos nacer a la gente, la vemos vivir con tristezas y sufrimientos, y la vemos morir. El tiempo no nos pertenece, pero el cristiano puede decir con confianza: “En tu mano están mis tiempos” (Salmo 31:15). Sabe que Dios conduce todo y que todas las cosas ayudan a bien a los que lo aman (Romanos 8:28).

¡Qué tranquilidad poder descansar en Dios, pues si la duración de nuestra vida está totalmente en sus manos, todo nuestro ser también lo está! (Job 12:10). Dios quiere llevarnos al descanso de su presencia dándonos la vida eterna mediante la fe en Jesucristo.

En el tiempo que nos queda por vivir, ¿no queremos depositar nuestra confianza en el Señor? “La mano de nuestro Dios es para bien sobre todos los que le buscan” (Esdras 8:22).

2 Crónicas 11 – 1 Corintios 4 – Salmo 100 – Proverbios 22:5-6

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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