LOS LLAMADOS DE DIOS

LOS LLAMADOS DE DIOS

9/15/2017

Los que conforme a su propósito son llamados.

Romanos 8:28

Las epístolas del Nuevo Testamento emplean los términos llamados y llamamiento respecto a la obra soberana y regeneradora de Dios en el corazón de un creyente que lo lleva a la vida nueva en Cristo. Todos los llamados de Dios son escogidos y redimidos por Él y finalmente glorificados. Sin duda los ha predestinado a que sean sus hijos y a que sean conformados a la imagen de su Hijo.

Aunque la fe humana es esencial si hemos de estar entre los llamados, es aun más esencial que Dios inicie nuestro llamamiento a la salvación. La elección de Dios no solo precede a la elección del hombre, sino que hace posible y eficaz la elección del hombre. “Ninguno puede venir a mí [Cristo], si no le fuere dado del Padre” (Jn. 6:65).

En primer lugar, el llamado de Dios para los redimidos es de una vez por todas. En segundo lugar, ese llamado continúa hasta que el cristiano sea finalmente glorificado. Eso debe emocionarnos y animarnos a imitar la resolución de Pablo de proseguir “a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:14).

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La única felicidad duradera

SEPTIEMBRE, 15

La única felicidad duradera

Devocional por John Piper

Por tanto, ahora vosotros tenéis también aflicción; pero yo os veré otra vez, y vuestro corazón se alegrará, y nadie os quitará vuestro gozo. (Juan 16:22)

Jesús dice «nadie os quitará vuestro gozo» porque es la comunión con él lo que nos da gozo, y la resurrección de Jesús significa que jamás moriremos. Jamás seremos separados de él.

Como vemos, dos cosas tienen que ser ciertas para que nuestro gozo no nos sea quitado: la primera es que la fuente de nuestro gozo perdure para siempre, y la segunda es que nosotros mismos vivamos para siempre. Si nosotros o la fuente de nuestro gozo fuera mortal, entonces nuestro gozo nos sería quitado.

¡Y cuántos se han conformado solo con eso! Comamos, bebamos y celebremos, dicen, porque mañana moriremos, y eso es todo. La comida no dura para siempre, y tampoco yo viviré para siempre, así que aprovechemos la vida al máximo mientras podamos. ¡Qué tragedia!

Si se ven tentados a pensar de ese modo ahora mismo, por favor, consideren seriamente que si su gozo estuviera en la comunión con Jesús, «nadie os quitará vuestro gozo» —no ocurrirá en esta vida, ni en la próxima—.

Ni la vida ni la muerte, ni ángeles ni principados, ni lo presente ni lo por venir, ni ningún otro poder, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada podrá quitarnos nuestro gozo en Cristo Jesús.

El gozo en la comunión con Jesús es una línea ininterrumpida desde aquí hasta la eternidad. No se verá interrumpida ni por su muerte ni por la nuestra.


Devocional tomado del sermón “Gozo irrevocable”

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El pueblo a él cercano

15 de septiembre

«El pueblo a él cercano»

Salmo 148:14

La dispensación del Antiguo Pacto era la dispensación de la distancia: cuando Dios apareció a su siervo Moisés, le dijo: «No te acerques; quita tu calzado de tus pies» (Éx. 3:5). Y cuando en el monte Sinaí se manifestó a su pueblo escogido y separado, uno de los primeros mandamientos que le dio a Moisés fue: «Señalarás término al pueblo en derredor [del monte]» (Éx. 19:12). Tanto en el culto del Tabernáculo como en el del Templo, la idea de la distancia era siempre prominente. El vulgo no entraba siquiera en el atrio exterior; en el atrio interior solo podían atreverse a entrar los sacerdotes; mientras que en el lugar más secreto (es decir, en el Lugar Santísimo) entraba solo el Sumo Sacerdote una vez al año. Era como si el Señor quisiera enseñar a los hombres, en aquellos tiempos primitivos, que el pecado le es tan enteramente repugnante que tenía que tratarlos como a leprosos, echándolos fuera del campamento. Y aunque se acercaba a ellos, les hacía sentir, sin embargo, la magnitud de la separación que había entre él (un Dios Santo) y ellos: impuros pecadores. Cuando se empezó a predicar el evangelio, se nos puso sobre una base muy distinta, reemplazándose la palabra «aléjate» por «acércate». La distancia dio paso a la proximidad, y quienes en otro tiempo habíamos estado lejos fuimos hechos cercanos por la sangre de Cristo. La Deidad encarnada no tiene en derredor suyo ninguna muralla de fuego: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar», fue la jubilosa proclama de Dios en los días de su carne. Ahora él no le enseña al leproso desde cierta distancia, sino que sufre en sí mismo el castigo de la corrupción de este. ¡Qué posición de seguridad y privilegio supone haber sido hechos cercanos a Dios por medio de Jesús! ¿Conoces esto por experiencia? Y si lo conoces, ¿estás viviendo en el poder de esa posición? Es maravilloso vivir cerca de Dios en este mundo; sin embargo, a esta dispensación presente le seguirá otra de una comunión más íntima aún, cuando se dirá: «He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos» (Ap. 21:3). ¡Oh Señor, apresura ese día!

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 269). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

Betsabé

15 SEPTIEMBRE

2 Samuel 11 | 2 Corintios 4 | Ezequiel 18 | Salmos 62–63

Aquí vemos a David en su peor momento (2 Samuel 11). En el fluir del relato de 1 y 2 de Samuel, es casi como si la adversidad hubiera generado lo mejor de David, mientras que la reciente serie de sólidos éxitos militares y políticos le deja inquieto, insensato y nada cuidadoso.

Los pecados son múltiples. Aparte de la transgresión obvia de la lujuria, el adulterio y el asesinato, hay profundos pecados que apenas eran menos dolorosos. Su intento de esconder su culpa al traer a Urías de vuelta a su casa fracasa porque este demuestra ser un hombre sumamente excepcional: un idealista que ve incluso sus responsabilidades militares en términos de su fe en el pacto (11:11). ¡Y esto, en un hitita convertido! Peor aún, la extraordinaria manipulación de los mecanismos de poder militar y político por parte de David nos demuestran que este rey se ha embriagado de poder. Está convencido de que puede conseguir cualquier cosa; cree tener el derecho de usar al estado para adelantar, y luego cubrir, su propio pecado. Este juego se llama corrupción.

Hay otros elementos notables en el relato.

Primero, no se nos dice casi nada acerca de Betsabé, excepto que era hermosa, que fue seducida y que finalmente se casó con David. Por supuesto que, en cierta manera, no era menos culpable que él. Pero no se nos dice nada al respecto. En otras partes, la Biblia registra las hazañas de mujeres buenas (Rut) y malas (Jezabel); de hecho, al final de la vida de David, la propia Betsabé desempeña un papel importante. Tal vez, en parte, este texto no la culpa a ella porque fue manipulada por una figura mucho más poderosa. Es muy probable que el silencio indique, no cierto grado de culpa, sino el enfoque principal: es un relato sobre David y, en última instancia, de su linaje.

Segundo, es impresionante que David pensara que podría salirse con la suya. Incluso políticamente, demasiadas personas tenían que saber lo que había hecho; la historia no se hubiera podido mantener secreta. ¿Y cómo podría David imaginar—aun por un instante—que Dios no lo sabría? ¿Estaba en este momento seriamente enajenado de Dios? Como mínimo, este capítulo nos ofrece un testimonio dramático de la ceguera que produce el pecado.

Tercero, el capítulo termina de manera sombría y potente con una sencilla afirmación: “Sin embargo, lo que David había hecho le desagradó al Señor” (11:27). Seguramente, David estaba felicitándose en silencio por haber conseguido su propósito. Tal vez algunos de sus lacayos más serviles también le habían felicitado. Pero Dios lo sabía y no estaba contento. Los creyentes que caminan con su Creador y Redentor jamás olvidan que Dios ve y conoce, y que lo que a él le agrada es lo único que realmente importa; lo que le desagrada, tarde o temprano nos alcanzará.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 258). Barcelona: Publicaciones Andamio.

La protección y el cuidado de Dios

15 Septiembre 2017

La protección y el cuidado de Dios
por Charles R. Swindoll

Salmos 91

El primer versículo de Salmo 91, una canción acerca de luchar contra las fuerzas del mal, establece el contexto del resto del capítulo. Examinemos los dos primeros renglones.

Protección en medio de la maldad

No debemos olvidar que los creyentes en el Señor Jesucristo siguen rodeados por la presencia de la impiedad. De hecho, nuestro Salvador oró, de manera específica, diciendo: » No ruego que los quites del mundo sino que los guardes del maligno» (Juan 17: 15). Es difícil comprender la razón pero Dios ha planeado que continuemos viviendo en un mundo secular hostil e impío (kosmos).

Dios, de manera deliberada, no nos ha removido de esa atmósfera de hostilidad. Más bien, nos ha prometido protegernos en medio del conflicto. Aunque no nos ha aislado del mundo, Él nos ha dado su protección, una especie de aislante que nos protege de los ataques del maligno. Dios no quiere que nos alejemos como si fuésemos ermitaños a una cueva sino que más bien vivamos valientemente en la línea de fuego, protegidos con su poder en medio de un ambiente maligno.

Para que nosotros podamos disfrutar los beneficios de esa protección, debemos vivir a la luz del Salmo 91, el cual utiliza analogías y metáforas para transmitir verdades espirituales. El secreto de la supervivencia es » habitar al abrigo del Altísimo» y «morar bajo la sombra del Todopoderoso».

La palabra «habitar» (v. 1) se traduce de la palabra hebrea, «yashav», que significa mantenerse, acatar o acomodarse. El término transmite la idea de permanencia y en ese versículo el verbo, «habitar» se utiliza de manera figurativa para expresar la idea de vivir dentro de una comunión consciente con alguien y de recibir fortaleza diaria de ese alguien. ¿Ha escuchado usted la expresión, «vivir de la tierra»? La idea que este versículo nos da es que «vivamos de Dios», que recibamos lo que necesitamos de Él. Esto requiere una actitud de continuo reconocimiento de la presencia y la participación de Dios en nuestras vidas. El concepto se amplía aún más cuando leemos el término «sombra» en el versículo 1. Aquí la palabra es «sathar», que significa un lugar secreto, una cueva. Cuando un varios soldados se encuentran detrás de la línea enemiga, necesitan encontrar un lugar escondido para descansar y por ende a salvo del enemigo. El pasaje dice que el Señor es nuestro refugio donde podemos encontrar seguridad y descanso.

Antes de seguir adelante, permítame enfatizar que el Salmo 91 fue escrito para los «residentes». El texto no promete liberación o protección a todo el mundo sino solamente a los «residentes». Los residentes son aquellas personas que reciben fortaleza diaria del Señor mientras participan de una comunión íntima con Él. No debemos olvidar eso.

La última parte del versículo nos dice que para mantener esta comunión especial, debemos «morar bajo la sombra del Todopoderoso».

La palabra, «morar», viene del término hebreo «lun» que significa pasar la noche. Esto transmite la idea de quedarse temporalmente en algún lugar, un descanso temporal.

¿Qué es lo que nos quiere decir entonces el versículo 1? El pasaje sencillamente nos dice que si aquellos que conocemos al Señor Jesucristo vivimos conscientemente en una comunión con él (confesamos nuestros pecados y caminamos todos los días en dependencia total de Él), disfrutaremos los beneficios de vivir bajo su protección en aquellas ocasiones cuando necesitamos descansar. Si mantenemos nuestro caminar con él, podemos contar con él para que nos libre durante los momentos difíciles.

La canción continúa desarrollando la idea de protección y refugio contra los ataques de Satanás utilizando símbolos de guerra.

Diré yo al Señor: “¡Refugio mío y castillo mío, mi Dios en quien confío!”.

Un refugio es un lugar para descansar. Un castillo es un lugar de defensa. Note que el pasaje no dice que el Señor va proveer esas cosas. Más bien dice que el Señor es un refugio y un castillo. Por esa razón vivir en él es esencial; sólo en él encontraremos descanso y protección. Y en el podemos poner toda nuestra confianza.

Al final del versículo 2, aparece la palabra «confiar». Esa misma palabra hebrea aparece en Proverbios 3: 5:

Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia.

La confianza en Dios debe ser total. Un constructor que realiza su trabajo a cuarenta pisos de altura en un edificio de la ciudad depende de una cuerda de seguridad que evite la caída en caso de que pierda el equilibrio. Él confía que el cable y el arnés lo sostengan en caso de una emergencia. Esa es la clase de confianza que Dios quiere de nosotros.

Afirmando el alma
¿Por qué cree usted que Dios eligió dejar a Su pueblo en el mundo, en medio de la maldad, en lugar de llevarnos al cielo inmediatamente? ¿Cuál sería su definición de «protección» del «maligno»? ¿Cuáles pasajes de la Escritura apoyan su definición?

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright
© 2017 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

Dios es amor

He aquí, Dios es grande, y nosotros no le conocemos, ni se puede seguir la huella de sus años.

Job 36:26

Dios es amor.

1 Juan 4:8

Dios es grande

Las palabras no son suficientes para expresar la grandeza de Dios. En la Biblia, Job dice: Dios “hace cosas grandes e inescrutables, y maravillas sin número” (Job 5:9). La mente humana solo puede comprender muy parcialmente lo que Dios hace. El universo donde vivimos demuestra la grandeza del Creador. Detrás de la belleza de la naturaleza se esconden una complejidad y una inteligencia maravillosas.

Si Dios es grande en lo que se refiere a su poder creador, ¡cuánto más con respecto a su amor! La Biblia habla del inmenso amor con el que nos amó “aun estando nosotros muertos en pecados” (Efesios 2:4-5). No había nada en nosotros que pudiese justificar, explicar o motivar el amor de Dios por nosotros. A sus ojos todos estábamos, por naturaleza, sucios por el pecado. ¡Era necesario que el amor de Dios fuese grande para enviar a su Hijo a la tierra, donde se dejó crucificar después de haber soportado el odio de los hombres a quienes venía a salvar!

Cristo fue clavado en la cruz para soportar en nuestro lugar el juicio del Dios santo contra el pecado. “Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos” (Romanos 5:6).

“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).

“El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).

2 Crónicas 31 – 2 Corintios 4 – Salmo 105:37-45 – Proverbios 23:13-14

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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