Municiones contra la ansiedad

SEPTIEMBRE, 21

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Municiones contra la ansiedad

Devocional por John Piper

Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios. (Filipenses 4:6)

Cuando siento ansiedad respecto de que mi ministerio pueda resultar inútil o vacío, lucho contra la incredulidad con la promesa de Isaías 55:11: «Así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mi vacía sin haber realizado lo que deseo, y logrado el propósito para el cual la envié».

Cuando me ataca la ansiedad y me siento demasiado débil para hacer mi trabajo, batallo contra la incredulidad con una promesa de Cristo: «Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad» (2 Corintios 12:9).

Cuando estoy ansioso por las decisiones que tengo que tomar acerca del futuro, batallo contra la incredulidad con la promesa: «Yo te haré saber y te enseñaré el camino en que debes andar; te aconsejaré con mis ojos puestos en ti» (Salmos 32:8).

Cuando me siento ansioso por tener que enfrentar opositores, lucho contra la incredulidad con la promesa: «Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?» (Romanos 8:31).

Cuando estoy ansioso por el bienestar de las personas que amo, batallo contra la incredulidad con la promesa de que si yo, siendo malo, sé dar cosas buenas a mis hijos, mucho más el «Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden» (Mateo 7:11).

Y lucho para mantener el equilibrio espiritual recordando que todo el que ha dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o tierras, por causa de Cristo recibirá «cien veces más ahora en este tiempo: casas, y hermanos, y hermanas, y madres, e hijos, y tierras junto con persecuciones; y en el siglo venidero, la vida eterna» (Marcos 10:29-30).

Cuando me ataca la ansiedad a causa de la enfermedad, batallo contra la incredulidad con la promesa: «Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo libra el Señor» (Salmos 34:19).

Y recibo con temblor la promesa de Romanos 5:3-5: «la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza; y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado».


Devocional tomado del libro “Future Grace” (Gracia Venidera), páginas 60-61

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No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros.

LA DEUDA DEL AMOR

9/21/2017

No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros.

Romanos 13:8

Los cristianos deben amar a todo el mundo en la sociedad. Jesús dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Jn. 13:35). Nuestro amor los unos con los otros se aplica ante todo a los demás creyentes, nuestros hermanos y hermanas en Cristo.

Pero unos a otros también se aplica a los incrédulos; todos los incrédulos, y no solo a los que son agradables y cordiales. Jesús dijo: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mt. 5:44). El apóstol Pablo dijo: “Hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gá. 6:10).

El amor debe ser un rasgo distintivo en su vida. Usted tiene una deuda con todo el mundo, así que cerciórese de que les demuestra amor a todos para que a usted se le conozca como alguien que ama a los demás “entrañablemente, de corazón puro” (1 P. 1:22).

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“Armas del mundo”

21 SEPTIEMBRE

2 Samuel 17 | 2 Corintios 10 | Ezequiel 24 | Salmo 72

Dentro del mundo evangélico occidental, hay una gran cantidad de jactancia. A veces es tan flagrante, que resulta repulsivo para las personas serias. Muchas veces, sin embargo, es muy sutil y potencialmente subversivo. Probablemente, todos somos culpables de ello en algunas ocasiones.

Tras una primera lectura, da la sensación de que Pablo, en 2 Corintios 10, también está jactándose, una palabra que se repite en los últimos cuatro capítulos de este libro. De hecho, los temas que trata este capítulo son extraordinariamente complejos. Aquí sólo puedo mencionar unos cuantos.

(1) El tono de 2 Corintios 10–13 hace que esta sección destaque del resto del libro. Puede que a Pablo le haya llegado más información sobre la situación en Corinto. Sea cual sea el caso, los críticos en Corinto están menospreciando al apóstol por varios motivos. Dicen que es débil y tímido en persona, mientras que en sus cartas asume aires de poder y autoridad cuando está ausente (10:1, 10). En una época en la que la imagen y la retórica eran muy importantes, decían: “Sus cartas son duras y fuertes, pero él en persona no impresiona a nadie, y como orador es un fracaso” (10:10). Se pasaban el tiempo felicitándose unos a otros en un sistema de mutua aprobación y cartas de referencia (10:12). El próximo capítulo refleja aún más elementos de este aluvión de críticas que a Pablo le tocó soportar.

(2) Lo que hay detrás de esto es una postura hacia la jactancia que es la antítesis de todo lo que Pablo valora. Un cierto estilo de autopromoción, de confianza en el conocimiento y la retórica de uno, de pertenecer al grupito exclusivo, conspira para construir una camarilla de egos. Sin duda, algunos de ellos se sentían amenazados por Pablo, pero independientemente de sus motivaciones, tenían la costumbre de desprestigiarlo. Esto lo colocaba en una posición muy complicada. Si no decía nada, se arriesgaba a perder la confianza de toda la iglesia; pero si desplegaba sus credenciales para responder a estos ataques, caería en la misma falta moral que aquejaba a sus enemigos.

(3) En la respuesta inicial a este dilema, Pablo hace tres cosas. (a) Efectúa una distinción cuidadosa entre sus valores y los valores del mundo, entre sus armas y las “armas del mundo” (10:2, 4), y les advierte de que en su próximo viaje a Corinto, a pesar de la caricatura que ellos presentan de su presencia, él está dispuesto a administrar un castigo (10:6). (b) Insiste en que el ejercicio de su autoridad ha sido por el bien de ellos y no para su propia ganancia o promoción (10:7–11). (c) Sutilmente, les recuerda a los corintios que ellos son creyentes debido a su ministerio (10:12–16), a la vez que insiste en que la jactancia correcta para los cristianos es gloriarse en el Señor (10:17–18).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 264). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Elija el gozo

21 Septiembre 2017

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Elija el gozo
por Charles R. Swindoll

Salmos 100

El Salmo 100 no pierde el tiempo con acciones preliminares. En vez de tratar de convencer al lector a que alabe a Dios por su bondad y por sus muchas bendiciones, el compositor presenta seis acciones imperativas, comenzando con el primer versículo.

Los preceptos

1. Canten alegres al Señor (v. 1). ¡Qué manera de empezar un salmo! El idioma hebreo va al punto. De hecho, el término «alegre» no aparece en el hebreo original. Más bien el texto se lee literalmente, «canten al Señor». La palabra, «canten» viene de una palabra hebrea que significa hacer ruido o dar un gran sonido (como de una trompeta). El compositor está hablando de esa clase de canto que sale de una persona llena de gozo y que no puede contener sus emociones, muy similar a la alegría que sienten los fanáticos del deporte cuando sus equipos o atletas hacen algo impresionante. El salmista nos está diciendo que cantemos con emoción a nuestro Dios.

Es difícil pensar en esa clase de emoción con respecto al Señor, ¿no es cierto? Admitámoslo; ¿Cuándo fue la última vez que usted gritó de emoción por algo que leyó en la Escritura? ¿Cuando alzó sus manos y saltó después de un sermón acerca de los atributos de Dios? Definitivamente deberíamos sentir algo de emoción, al menos un poquito de gozo. Algunas veces el Señor hace cosas que desafían cualquier explicación natural, algo que va más allá de nuestras capacidades. Cuando él le rescata, no se quede en silencio. Cántele a Él. Eleve su voz en alabanza. Al hacerlo estará contrarrestando ese afán de ingratitud que fácilmente puede adherirse a nuestro ser.

2. Sirvan al Señor con alegría (v. 2). Una buena señal de una vida agradecida es el  servicio. Son pocas las decisiones que son más eficaces para deshacerse del afán diario de la ingratitud que servir a los demás. Al hacer la obra de Dios, le servimos. No lo estamos haciendo para la iglesia, para el superintendente de algún departamento, para el pastor o para alguna junta. Estamos sirviéndole al Señor mismo.  A él es a quien adoramos y a quien servimos, no a las personas. Y observe también que ese servicio no es motivado por la culpabilidad o la obligación; se nos invita a servir «con alegría». El término hebreo de esta frase se utilizaba para describir cosas placenteras que daban felicidad.

Ahora, seamos realistas por un momento. No todo el tiempo se siente el deseo de servir. No obstante, esperar hasta sentirse agradecido para hacerlo no es un buen plan; entonces nunca lo hará (Lo digo por experiencia propia). El salmo no implica  que solo debemos servir cuando nuestro corazón esté lleno de gozo. Al contrario, debemos servir todo el tiempo, él gozo surgirá después. De hecho, cuando comienzo a sentir lástima de mí o cuando mi actitud comienza a volverse cínica, sé que es hora de servir a alguien que está peor que yo. No pasa mucho tiempo antes que el gozo aleje el negativismo de mi corazón.

3. Vengan ante su presencia con regocijo (v. 2). Hemos considerado la idea de cantar en varias ocasiones, así que no hay necesidad de agregar a mis propios comentarios. Permítame sencillamente, enfatizar la palabra “regocijo”. El texto nos da a entender que Dios quiere que seamos personas gozosas que se regocijan en su presencia.

¿Es usted una persona gozosa? ¿Su rostro muestra  una sonrisa frecuente? ¿Sus ojos reflejan una actitud de gozo interna? Por ejemplo, cuando usted canta en la iglesia, ¿lo hace con gozo? La próxima vez que pueda, observe a la persona que está en el automóvil al lado del suyo en la carretera. No hay sonrisa en su rostro. O alguna  persona que esté en el supermercado. No hay sonrisa. . . no hay gozo.

 Afirmando el alma
¿Se considera usted una persona gozosa? ¿De qué forma su temperamento afecta su actitud? Si el gozo es una decisión, ¿qué está usted haciendo para cultivar una actitud de gozo? Según los versículos 1 y 2, adorar al lado de otros creyentes y servir a los demás es un buen lugar para comenzar. Quizás sea el momento para comenzar a cambiar.

 

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright
© 2017 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

«No juntes mi alma con pecadores».

21 de septiembre

No juntes mi alma con pecadores.

Salmo 26:9 (LBLA)

El temor hizo que David orase de esta manera, pues algo le decía: «Quizá, después de todo, tú seas juntado con los malvados». Ese temor, aunque desfigurado por la incredulidad, brota principalmente de una ansiedad santa y se origina en el recuerdo de los pecados pasados. Posiblemente aun el hombre perdonado se pregunte: «¿Qué pasará si, al final, vienen a la memoria mis pecados y se me elimina de la lista de los redimidos?». El tal recuerda su presente infertilidad: ¡tan poca virtud, tan poco amor, tan poca santidad! Y, al mirar hacia el futuro, piensa en su debilidad y en las muchas tentaciones que lo asedian y teme que pueda caer y se convierta en presa de sus enemigos. Un sentimiento de su pecado y de su persistente maldad lo lleva a orar con temor y temblor: «No juntes mi alma con pecadores». Lector, si has elevado esta oración y tu carácter está correctamente descrito en el Salmo donde se halla la misma, no debes temer que seas juntado con los pecadores. ¿Tienes las virtudes que tenía David: el andar en integridad y el confiar en el Señor? ¿Estás descansando en el sacrificio de Cristo y puedes rodear el altar de Dios con humilde esperanza? Si es así, vive tranquilo, pues nunca serás juntado con los malvados, ya que tal calamidad resulta imposible. En la siega que se haga el Día del Juicio, a cada uno se le pondrá con sus iguales. Dice la Palabra: «Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero» (Mt. 13:30). Si, pues, tú eres semejante al pueblo de Dios, estarás con el pueblo de Dios. No puedes estar junto al malvado, porque se te ha comprado por un alto precio. Redimido por la sangre de Cristo, eres suyo para siempre; y donde él esté, ha de estar también su pueblo. Eres demasiado amado para que se te deseche con los réprobos. ¿Puede acaso perecer alguno a quien Cristo ame? ¡Imposible! El Infierno no te puede retener, el Cielo te reclama. ¡Confía en tu Fiador y no temas!

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 275). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

La seguridad que da la Biblia

viernes 22 septiembre

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Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.
1 Corintios 2:9-10

La seguridad que da la Biblia

El conocimiento científico siempre trata de ir más allá de los límites de lo que puede explicar. Al mismo tiempo descubre la inmensidad y la complejidad del universo, trátese de lo infinitamente grande o de lo infinitamente pequeño, pero nunca ha podido resolver, entre otros temas, el del origen de la vida.
Los cristianos no fundan su fe en los resultados de los conocimientos humanos, sino en la Biblia, que está muy por encima de la sabiduría humana. La Biblia entreabre una puerta sobre la aparición de la vida. En varias ocasiones afirma que Dios es el Creador de los cielos y de la tierra. La Palabra de Dios nos invita a aceptar este hecho mediante la fe. Ella es muy sobria sobre el «cómo» de la creación. Solo nos da una síntesis de una simplicidad maravillosa: “Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos… Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió” (Salmo 33:6-9).
Nosotros formamos parte de este mundo, somos criaturas, fue Dios quien nos hizo; no podemos conocerlo sin que él se revele.
Dios pide que el hombre lo honre como Creador. Además se dio a conocer al hombre como “Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:3-4). El camino de la fe y del verdadero conocimiento tiene este punto de partida: reconocer que necesito esa salvación. Y a los que creen en él, les revela lo “que Dios ha preparado para los que le aman”, es decir, la felicidad de estar para siempre con el Señor Jesús.

Oseas 1-2 – 2 Corintios 11:1-15 – Salmo 106:32-39 – Proverbios 23:26-28

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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