LA PROTECCIÓN DE LA PAZ

LA PROTECCIÓN DE LA PAZ

11/19/2017

La paz de Dios… guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.  (Filipenses 4:7)

El versículo de hoy se refiere a la paz de Dios que protege nuestro corazón y nuestros pensamientos. “Guardará” es un término militar que significa “seguir observando”. Los creyentes de Filipos vivían en una ciudad fortificada donde estaban los soldados romanos para proteger los intereses del imperio en aquella parte del mundo. De igual manera, la paz de Dios nos protege de la ansiedad, la duda, el temor y la angustia.

El creyente que no vive en la confianza de la soberanía de Dios carecerá de su paz y quedará en el caos de un corazón atribulado. Pero nuestra segura confianza en el Señor nos permitirá darle gracias en medio de las pruebas porque tenemos la paz de Dios que protege nuestro corazón y nuestra mente.

Cuando Pablo se refiere a nuestro corazón y nuestros pensamientos, no hace distinción alguna entre ellos. Es una declaración amplia que describe todo el ser interior de la persona. Gracias a nuestra unión con Cristo, Él protege con su paz todo nuestro ser. Y eso es lo que nos ayuda a ser espiritualmente estables.

DERECHOS DE AUTOR © 2017 Gracia a Vosotros
Usted podrá reproducir este contenido de Gracia a Vosotros sin fines comerciales de acuerdo con la política de Derechos de Autor de Gracia a Vosotros.

Todos necesitamos ayuda

NOVIEMBRE, 19

Todos necesitamos ayuda

Devocional por John Piper

Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna. (Hebreos 4:16)

Todos necesitamos ayuda. No somos Dios. Tenemos necesidades, debilidades, confusiones y limitaciones de todo tipo. Necesitamos ayuda.

Pero todos nosotros tenemos algo más: pecados. Por eso es que, en el fondo, sabemos que no merecemos recibir la ayuda que necesitamos, y nos sentimos acorralados.

Necesito ayuda para vivir la vida, lidiar con la muerte y enfrentarme a la eternidad; necesito ayuda con mi familia, mi esposa, mis hijos, mi soledad, el trabajo, la salud y las finanzas. Necesito ayuda, pero no la merezco.

¿Qué haré entonces? Puedo intentar negarlo todo y comportarme como un superhombre que no necesita ayuda de nadie. También puedo intentar hundir todo, junto con mi vida, en una piscina de placeres carnales. O puedo simplemente entrar en una desesperación paralizante.

No obstante, en vista de nuestro caso perdido, Dios declara: Jesucristo se convirtió en Sumo Sacerdote para acabar con la desesperación por medio de la esperanza, para humillar a los superhombres y a las supermujeres, y para rescatar a esos desdichados de las aguas en las que se están ahogando.

Sí, todos necesitamos ayuda. Y no, ninguno de nosotros merece la ayuda que necesita. Pero no sucumbamos ante la desesperación, ni el orgullo, ni la lascivia. Prestemos atención a lo que Dios dice. Debido a que tenemos un gran Sumo Sacerdote, el trono de Dios es un trono de gracia. La ayuda que obtenemos ante ese trono es la misericordia y la gracia para la ayuda oportuna. ¡Gracia para la ayuda! No una ayuda merecida, sino una ayuda por gracia.

No está acorralado. No ceda ante esa mentira. Necesitamos ayuda. No la merecemos, pero podemos alcanzarla. Puede obtenerla ahora mismo y para siempre, si recibe al Sumo Sacerdote y confía en él, Jesús, el Hijo de Dios, y se acerca a Dios por medio de él.


Todos los derechos reservados ©2017 Soldados de Jesucristo y DesiringGod.org

Devocional tomado del sermón “Acerquémonos con confianza al trono de la gracia”

«¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios!»

19 Noviembre

«¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios!».

Job 23:3

En los momentos más angustiosos de su vida, Job clamó buscando al Señor. El deseo angustioso de un afligido hijo de Dios es ver una vez el rostro de su Padre. Job no dijo en su primera oración: «¡Oh, si pudiese ser sanado de la enfermedad que en este momento ulcera todo mi cuerpo!». Ni tampoco dijo: «¡Oh, si me fuesen restituidos los hijos que se me tragó el sepulcro y me fuese devuelta la prosperidad que me arrebató la mano del despojador!». La primera y suprema oración de Job fue, más bien, la siguiente: «¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! Yo iría hasta su silla». Cuando se acerca la tormenta, los hijos de Dios corren hacia el hogar: es el instinto celestial del alma bondadosa lo que la lleva a buscar refugio de todos los males bajo las alas del Señor. La frase «El que hizo de Dios su refugio» puede servirle de título a cualquier verdadero creyente. Un hipócrita, cuando al verse afligido por Dios, se ofende por el castigo y, a semejanza de un esclavo, escaparía del Señor que se lo inflige. Sin embargo, no acontece así con el verdadero heredero del Cielo: el besa la mano que lo ha herido y procura protegerse del castigo refugiándose en el pecho del Dios que se ha disgustado con él. El deseo de Job de conversar con Dios se intensificó con el fracaso de los otros medios de consuelo. El patriarca se aparta de sus malvados amigos y se dirige al Trono celestial, de la misma forma que un viajero se aparta de su odre vacío y va rápidamente hacia el manantial. Job se despidió de las esperanzas terrenales y clamó diciendo: «¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios!». Nada nos enseña tanto el valor del Creador como conocer la variedad de cuanto nos rodea. Apartándonos con profundo desprecio de las colmenas de la tierra, donde no se halla miel sino una multitud de afilados aguijones, regocijémonos en Aquel cuya fiel palabra es más dulce que la miel que destila del panal. En todas las aflicciones debiéramos, en primer lugar, tratar de creer en la realidad de que la presencia de Dios está con nosotros. Regocijémonos simplemente en su sonrisa y, entonces, podremos llevar nuestra cruz diaria por su causa con un corazón dispuesto.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 334). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

¿Lo que no sirve se bota?

Iglesia Bautista Ozama

¿Lo que no sirve se bota?

Otto Sánchez

 

Rolando Otoniel (Otto) Sánchez Pérez, nació el 24 de febrero del año 1966 en la ciudad de Santo Domingo. Viene de un hogar cristiano y conoció la gracia de Jesucristo en su adolescencia. Es pastor de la Iglesia Bautista Ozama desde el año 1992. Sus primeros estudios universitarios fueron en el área de Publicidad. Realizó estudios ministeriales en el Seminario Teológico Bautista Dominicano. Tiene una Maestría en Teología del Southern Baptist School for Theological Studies y candidato al Phd, por la misma casa académica. El pastor Otto está dirigiendo el STBD (Seminario Teológico Bautista Dominicano) desde enero del 2008. Está casado con Susana Almanzar y tienen dos niñas, Elizabeth Marie y Alicia.

http://ibozama.org/

1 Crónicas 13–14 | Santiago 1 | Amós 8 | Lucas 3

19 NOVIEMBRE

1 Crónicas 13–14 | Santiago 1 | Amós 8 | Lucas 3

Según Santiago 1:2–4, 12, hay dos razones para que un cristiano se regocije cuando se enfrente a diversas pruebas. En otros lugares se presentan más razones, pero estas dos son asombrosamente elocuentes.

Primero, debemos regocijarnos porque sabemos que cuando nuestra fe es puesta a prueba, el resultado es la perseverancia (1:2–3). Como el atleta aguanta para poder aumentar su resistencia, así el cristiano es paciente en la prueba para aumentar su perseverancia. La constancia contribuye de forma importante a nuestro carácter. “Debe llevar a feliz término la obra, para que [seamos] perfectos e íntegros, sin que [nos] falte nada” (1:4). La alternativa es una personalidad que puede que ame al Señor cuando las cosas van bien, un carácter que es valiente y feliz en los días soleados de la primavera, pero que no sabe nada de la firmeza bajo coacción, del contentamiento cuando faltan las comodidades físicas, de la confianza tranquila en el Dios vivo cuando se enfrenta a la persecución, del equilibrio en medio de un ritmo frenético o de una desilusión enorme. En otras palabras, en un mundo caído, la perseverancia contribuye a la madurez y estabilidad de nuestro carácter, y las pruebas producen perseverancia. De manera que Santiago es muy atrevido: dice que deberíamos tener “por sumo gozo” cuando nos enfrentemos con diversas pruebas. Esto no es una modalidad perversa de masoquismo cristiano, sino una respuesta totalmente apropiada si recordamos las metas del cristiano. Si nuestro principal objetivo es la comodidad como criaturas, este pasaje es incomprensible; si nuestras metas más altas incluyen el crecimiento en el carácter cristiano, la evaluación de Santiago cobra todo el sentido del mundo.

Segundo, el cristiano que resiste la prueba es dichoso porque “al salir aprobado, recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a quienes lo aman” (1:12). En otras palabras, la perseverancia es un ingrediente necesario para el cristianismo genuino. Un verdadero cristiano, a largo plazo, permanece: persevera. Puede que tenga altibajos, victorias especiales o derrotas temporales, pero precisamente porque Aquel que empezó una buena obra en nosotros la completa (Filipenses 1:6), los cristianos verdaderos permanecen (compárese Hebreos 3:14). Siguen siendo “los que le aman”. Por ello, los cristianos que estén en medio de una prueba deben percibir no sólo la amenaza o lo desagradable o la desilusión, sino también el desafío para el cual la gracia de Dios nos capacita: perseverar. El reto es seguir adelante sabiendo bien que la recompensa final, ofrecida por gracia, es “la corona de vida”: la corona que es la vida, la vida en todo su esplendor consumado, la vida del nuevo cielo y la nueva tierra, la herencia de todos los cristianos. Así pues, una vez más Santiago es completamente realista al percibir que la persona que resiste la prueba es “dichosa”. Es una deducción fácil, siempre que recordemos las metas del cristiano.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 323). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Aquel que ve en el corazón

domingo 19 noviembre

Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?

Juan 4:28-29

Aquel que ve en el corazón

Cerca de un pozo, una mujer acababa de encontrarse con Jesús. Él se le reveló como aquel que conoce los secretos de los corazones y da el agua de la vida. Ahora ella estaba convencida de que él era el Cristo. Pero, ¿cómo comunicar esta buena noticia a su entorno? Podría tratar de describirlo, o hablar de lo que le había enseñado. Sin embargo fue más simple, más directa, más convincente. Dio como único argumento: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho”. Consideró que un hombre que conocía los secretos profundos de su vida era mucho más que un hombre: solo podía ser el Mesías, como él le había dicho. ¡La mujer tenía razón!

Nadie puede leer el corazón, excepto Dios. Él tiene un pleno conocimiento de lo que es el corazón humano, y lo comparte con nosotros. La Biblia es su mensaje escrito para cada uno de nosotros. Leída atentamente pone al descubierto nuestros pensamientos, sentimientos, deseos, afectos, nuestros sueños y las partes más secretas de nuestro ser moral. Al leerla nos encontramos en la presencia de Dios y experimentamos su poder. Una sola frase puede bastar. Un versículo, una sencilla expresión, como una potente linterna, iluminarán nuestro ser interior. ¡No nos desviemos! ¡Si bien la Palabra de Dios descubre el mal, también nos da el remedio de Dios!

“La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos… Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:12, 16).

Job 22-23 – Hebreos 9:15-28 – Salmo 128 – Proverbios 28:3-4

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch