EL DIOS DE PAZ

EL DIOS DE PAZ

11/30/2017

El Dios de paz estará con vosotros. (Filipenses 4:9) 

El apóstol Pablo a menudo se refirió al Señor como el Dios de paz. En Romanos dijo: “Y el Dios de paz sea con todos vosotros” (15:33). En 2 Corintios escribió: “El Dios de paz y de amor estará con vosotros” (13:11). Y a los creyentes tesalónicos les dijo: “El mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera” (2 Ts. 3:16).

El versículo de hoy subraya el hecho de que el carácter de Dios es de paz. Él es el origen y el dador de la paz. Cuando nuestras actitudes, nuestros pensamientos y nuestra conducta están en armonía con Dios, la paz de Dios y el Dios de paz nos protegerán. Su paz da consuelo, tranquilidad, quietud y confianza en medio de cualquier prueba que pueda afrontar.

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El oprobio triunfante de la cruz

NOVIEMBRE, 30

El oprobio triunfante de la cruz

Devocional por John Piper

No para ofrecerse a sí mismo muchas veces, como el sumo sacerdote entra al Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario sufrir muchas veces desde la fundación del mundo; pero ahora, una sola vez en la consumación de los siglos, se ha manifestado para destruir el pecado por el sacrificio de sí mismo.(Hebreos 9:25-26)

No hay razón para dar por sentado que el cielo debería recibir a los pecadores con una cálida bienvenida.

Dios es santo, puro y perfectamente justo. No obstante, la Biblia entera es la historia de cómo un Dios tan grande y santo puede dar la bienvenida a personas tan contaminadas como usted y yo en su presencia. ¿Cómo puede ser posible?

Hebreos 9:25 dice que el sacrificio de Cristo por el pecado no es como los sacrificios de los sumos sacerdotes judíos. Ellos entraban en el lugar santo todos los años con un animal para sacrificar por la expiación de los pecados del pueblo. Sin embargo, este pasaje dice que Cristo no entró en los cielos «para ofrecerse a sí mismo muchas veces… de otra manera le hubiera sido necesario sufrir muchas veces desde la fundación del mundo».

Si Cristo se hubiera determinado a seguir el modelo de los sacerdotes, entonces tendría que morir todos los años. Y ya que los pecados que habían de ser cubiertos por su sangre incluyen los pecados de Adán y Eva, tendría que haber empezado a morir anualmente desde la fundación del mundo. Pero el escritor de la carta considera que esta posibilidad es inconcebible.

¿Por qué es inconcebible? Porque haría que la muerte del Hijo de Dios se vea como un acto débil e ineficaz. Si hiciera falta repetirlo año tras año durante siglos, ¿cuál sería la victoria? ¿Dónde veríamos el valor inconmensurable del sacrificio del Hijo? Se desvanecería en la vergüenza de una muerte y sufrimiento anuales.

Hubo vergüenza en la cruz, pero fue un oprobio triunfante: «[menospreció] la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios» (Hebreos 12:2).

Este es el evangelio de la gloria de Cristo, la imagen de Dios (2 Corintios 4:4). Oro para que, sin importar cuán corrompido esté usted por el pecado, pueda ver la luz de esta gloria y creer.


Devocional tomado del libro “Lo que Cristo hizo en la consumación de los siglos”

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¿Por qué se nos hace tan difícil el hábito de orar?

Coalición por el Evangelio

¿Por qué se nos hace tan difícil el hábito de orar?

SUGEL MICHELÉN 

Orar es a la vida cristiana como el respirar a la vida física. Así como nadie puede vivir sin respirar, así tampoco un creyente puede vivir sin orar. Un hombre sin oración es un hombre sin Dios. En el Salmo 14 el salmista describe a los impíos como aquellos que no invocan a Dios. Así como un niño respira desde el momento en que nace, así también el cristiano ora.

No obstante, no debemos pensar por esto que el orar sea una tarea sencilla. Cuando un creyente se dispone a orar una tremenda lucha comienza a librarse de inmediato en su interior, y continuará librándose hasta que termine de orar. ¿Por qué es esto así? Porque el pecado aún mora en nosotros, y continuamente nos empuja lejos de Dios.

Todo deber que nos acerque a Dios encontrará resistencia en nuestro interior. En Romanos 7:21 Pablo dice: “Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí”. “Precisamente cuando me dispongo a hacer el bien, el pecado que mora en mi interior se manifiesta activamente tratando de impedirlo”.

Y como ningún otro deber nos acerca más a Dios que la oración, ninguno encontrará más resistencia que éste. El pecado es tan terrible que nos persigue hasta las puertas mismas del cielo, como nos advierte el Señor en Mateo 6:5-6:

“Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. En verdad les digo que ya han recibido su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”.

Detengámonos a observar este texto con cuidado. No existe una actividad más noble, ni más piadosa que orar. Dice Martyn Lloyd-Jones que “nunca es mayor el hombre que cuando se halla en comunión y contacto con Dios”. No obstante, aún en el ejercicio de ese deber tan noble y piadoso, el creyente puede ser atrapado por la corrupción y el pecado que habita en él y orar como un hipócrita.

Muchas veces pensamos en el pecado en términos de hechos vergonzosos y desagradables. Vemos a un hombre tendido en el pavimento, completamente borracho, y pensamos que ese es un cuadro vívido de los efectos del pecado en el hombre. Pero si queremos tener una idea más exacta de lo que es el pecado debemos mirar hacia otro lugar. Debemos mirar a un creyente sincero, de rodillas delante de Dios, tratando de presentarse ante el trono de la gracia, y aún en ese lugar experimentando el asedio de su propio “yo”, el asedio de su propia corrupción.

Esa es una imagen más vívida y más terrible de los efectos del pecado en el hombre. Ese hombre ha venido a adorar a Dios, y si se descuida el pecado lo moverá a adorarse a sí mismo. Así de monstruoso es el pecado.

El Señor Jesucristo nos está advirtiendo en este pasaje que al venir delante de la presencia de Dios debemos cuidarnos de la hipocresía. Cuidarnos de centrar la atención en nosotros mismos en vez de centrarla en Aquel a quien oramos. Ese es el peligro que Cristo denuncia aquí.

El pecado nos perseguirá hasta las puertas mismas del cielo. Así que no te sorprendas por las luchas que experimentas en tu vida de oración. No sólo durante el ejercicio de ese deber piadoso, sino también en el momento en que te dispones hacerlo.

¡Cuán difícil es mantener una vida disciplinada de oración! Satanás y el pecado no sólo tratarán de estorbarnos mientras oramos, sino que intentarán, por todos los medios posibles, obstaculizarnos para que no oremos.

Y es precisamente acerca de estos obstáculos que pienso postear una serie de artículos a lo largo de esta semana, haciendo un amplio uso de la obra del puritano William Gurnall, The Christian in Complete Armour (“El Cristiano y su Completa Armadura”). El cristiano no debe ignorar las maquinaciones del maligno, y por lo tanto debe conocer las estratagemas que usa para alejarlo del trono de la gracia y los remedios que debemos aplicar para impedirlo.

Sugel Michelén (MTS) es miembro del concilio de Coalición por el Evangelio. Ha sido por más 30 años uno de los pastores de Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo, en República Dominicana, donde tiene la responsabilidad de predicar regularmente la Palabra de Dios en el día del Señor. Es autor de Palabras al Cansado, Hacia una Educación Auténticamente Cristiana y un libro ilustrado para niños titulado La más Extraordinaria Historia Jamás Contada. El pastor Michelén y su esposa Gloria tienen 3 hijos y 4 nietos. Puedes encontrarlo en twitter.

«Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles»

30 de noviembre

«Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles».

Apocalipsis 12:7

Siempre habrá guerras entre estos dos grandes reinos hasta que uno u otro sea aplastado. Es imposible que reine la paz entre el bien y el mal: la sola pretensión de que pudiera existir tal paz supondría el triunfo de las fuerzas de las tinieblas. Miguel siempre luchará: su alma santa detesta el pecado y no lo tolerará. Jesús será siempre el enemigo del Dragón: no de un modo pacífico, sino activo, vigoroso, firmemente resuelto a exterminarlo. Todos sus siervos, ya sean ángeles del Cielo o mensajeros en la tierra, quieren y deben luchar también. Ellos nacieron para ser soldados y pactaron ante la cruz no admitir tregua alguna con el mal. Constituyen una compañía belicosa, firme en la defensa y aguerrida en el ataque. La obligación de cada soldado es servir en el ejército del Señor todos los días, con todo el corazón, toda el alma y todas las fuerzas, luchando contra el Dragón.

El Dragón y sus ángeles no decaerán en la lucha, pues son incansables en sus embestidas y emplean todas las armas posibles, ya sean legítimas o ilegítimas. Es una necedad pretender servir a Dios sin oposición. Cuanto más celosos seamos, tanto más atacados seremos por los esbirros del Infierno. La Iglesia puede mostrarse indolente, pero no así su gran Adversario: su incansable espíritu jamás permite que la guerra cese. El Dragón odia a la simiente de la mujer, y de buena gana devoraría a la Iglesia si pudiese. Los siervos de Satanás participan ampliamente de las energías de ese antiguo dragón y, por lo regular, constituyen una raza activa. La guerra ruge en todas partes y es peligroso y fútil soñar con la paz.

¡Gloria a Dios que nosotros conocemos el fin de la guerra! El gran Dragón será echado fuera y destruido para siempre, mientras que Jesús y los suyos recibirán la corona. Afilemos nuestras espadas en esta noche y pidamos al Espíritu Santo que fortalezca nuestros brazos para la lucha. Nunca hubo una batalla tan importante como esta, nunca una corona tan gloriosa. Que cada hombre esté en su puesto, ¡oh soldados de la cruz!, y que el Señor aplaste pronto a Satanás debajo de vuestros pies.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 345). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

1 Crónicas 28 | 2 Pedro 2 | Miqueas 5 | Lucas 14

30 NOVIEMBRE

1 Crónicas 28 | 2 Pedro 2 | Miqueas 5 | Lucas 14

Ya hemos observado que 1 y 2 Crónicas son diferentes de los libros de Samuel y de Reyes (aunque las Crónicas cubren aproximadamente el mismo período de la historia que Samuel y Reyes) porque le pone mucho más énfasis al reino del sur, Judá, una vez se divide la monarquía. Aun en esta coyuntura, sin embargo, durante el período de la monarquía unida, 1 y 2 Crónicas expanden enormemente todo lo que tenga que ver con el templo.

En este marco, 1 Crónicas 28 revela un poco más de detalle, no sólo de la transferencia de poder de David a Salomón, sino del origen de los planes del templo. Sobre esto último, David insta al pueblo a servir bien a Salomón; exhorta a Salomón a servir a Dios el Señor con todo su corazón: “pues el Señor escudriña todo corazón y discierne todo pensamiento. Si lo buscas, te permitirá que lo encuentres; si lo abandonas, te rechazará para siempre” (28:9). En particular, David encomienda a Salomón la construcción del templo, para la cual David mismo había hecho una gran provisión (29:10, 20–21). No se informa nada sobre el intento de Adonías, hijo de David, de usurpar el trono antes de que Salomón fuera coronado, ni de la manera como Betsabé protegió estratégicamente a su hijo Salomón (1 Reyes 1); nada se menciona sobre la sustancial lista de otras disposiciones que David le dejó a Salomón (1 Reyes 2). Todo el énfasis aquí es sobre el traslado de poder y cómo afecta a la construcción del templo.

Hay un nuevo elemento de crucial importancia. Se nos dice que David le dio a Salomón “También le entregó el diseño de todo lo que había planeado para los atrios del templo del Señor, para los cuartos de alrededor, para los tesoros del templo de Dios y para los depósitos de las ofrendas sagradas” (28:12), así como las divisiones de los sacerdotes y levitas, la cantidad de oro o plata que debía utilizar en los instrumentos y otras cosas más (28:13–17). Sobre todo, “también le dio el diseño de la carroza y de los querubines que cubren con sus alas extendidas el arca del pacto del Señor” (28:18) en el Lugar Santísimo. “Todo esto —dijo David— ha sido escrito por revelación del Señor, para darme a conocer el diseño de las obras” (28:19).

Esta es la contrapartida al énfasis constante de Éxodo sobre el hecho de que Moisés y sus colaboradores construyeron el tabernáculo en cumplimiento exacto de los planos que Moisés recibió en el monte. Luego, esto se recoge en Hebreos 8:5, demostrándose que el tabernáculo era sólo una copia de un original mayor (ver la meditación del 14 de marzo). Implícitamente, el mismo cuidado se emplea en la construcción del templo y esta vez, David sirve de mediador en vez de Moisés.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 334). Barcelona: Publicaciones Andamio.

La intervención del relojero

jueves 30 noviembre

Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo el Señor… pruebo el corazón.

Jeremías 17:9

Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros.

Ezequiel 36:26

La intervención del relojero

Hay pocas personas realmente satisfechas con su vida. La gente se queja de todo: de los demás, del tiempo, de la mala suerte, de Dios, a quien fácilmente hacen responsable de todos los problemas. Y cada uno desea tal o cual cambio que le daría la alegría de vivir.

Es cierto que hay algo que debe cambiar en mi vida. Pero hay que determinar primeramente con honestidad la verdadera causa de mis decepciones e inquietudes. La Palabra de Dios me dice qué es. Lo que me impide ser feliz no son las circunstancias de mi vida, sino más bien mi estado interior. No son solo los demás, sino ante todo yo mismo. ¡No son mis costumbres, sino mi corazón!

El corazón es malo, declara la Escritura, y es responsable de mi perpetua insatisfacción. ¡Ahí es donde debe haber un cambio! ¿Lo conseguiré mediante mis esfuerzos personales? La Biblia no deja que me haga ilusiones con respecto a este punto. Cambiar nuestro corazón es imposible. Un reloj roto no puede funcionar sin la intervención del relojero, y para nosotros es la de nuestro Creador. Aquel que nos dio la vida también quiere dar, por Jesucristo, la vida nueva, un corazón nuevo, a todo el que se reconoce pecador y cree que Jesús murió por sus pecados.

“Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Efesios 2:4-5).

Job 37 – Colosenses 3 – Salmo 135:15-21 – Proverbios 28:25-26

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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