¿Por qué nació Jesús?

LA VERDAD PARA HOY – 25 DE DECIEMBRE

25 de diciembre

¿Por qué nació Jesús?

Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.

Marcos 10:45

He aquí un aspecto de la historia de la Navidad que casi nunca se cuenta: aquellas suaves manitas, formadas por el Espíritu Santo en el vientre de María, fueron hechas para que los clavos las atravesaran. Aquellos pies pequeños color de rosa que no podían andar un día caminarían hasta una colina polvorienta para ser clavados a una cruz. Aquella linda cabecita con ojos chispeantes y una boca impaciente estaba formada para que algún día los hombres pusieran sobre ella una corona de espinas. Aquel tierno niñito, amoroso y apacible, envuelto en pañales, un día sería desgarrado violentamente por una lanza.

Jesucristo nació para morir.

No piense que estoy tratando de apagar su entusiasmo navideño. Lejos de eso, ya que la muerte de Jesús, aunque planificada y llevada a cabo por hombres con malvadas intenciones, no fue de ningún modo una tragedia. En realidad, representa la mayor victoria sobre el mal que alguien haya logrado.

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Job 1:5

25 de diciembre

«Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días».

Job 1:5

Lo que el Patriarca hacía por la mañana temprano después de las fiestas familiares, sería conveniente que lo hiciera para sí el creyente antes de entregarse al reposo de la noche. En medio de la alegría de las reuniones familiares es fácil caer en pecaminosas liviandades y olvidar que somos cristianos. Esto no debiera ser así; pero lo es. Nuestros días de fiesta rara vez son días de placer santificado: muy frecuentemente degeneran en diversión impía. Hay una forma de gozarse que purifica y santifica, como si la persona se bañara en los ríos del Edén. La santa gratitud debiera ser un medio tan enteramente santificador como lo es el dolor. ¡Ay de nuestros pobres corazones, pues los hechos demuestran que la casa del luto es mejor que la casa del banquete! Ven, creyente, ¿en qué has pecado hoy? ¿Has olvidado tu soberana vocación? ¿Has pronunciado palabras ociosas y utilizado un lenguaje obsceno? Entonces confiesa tu pecado y recurre al sacrificio. El sacrificio santifica: la preciosa sangre del Cordero inmolado quita la culpa y limpia la contaminación de los pecados de ignorancia y de negligencia. Esta es la mejor forma de acabar un día de Navidad: lavándonos de nuevo en esa fuente purificadora. Creyente, acércate a menudo a este sacrificio. Si el mismo resulta efectivo para esta noche, lo será también para todas otras las noches. Vivir cerca del altar es privilegio del sacerdocio real. Para los que constituyen este sacerdocio, el pecado, a pesar de ser grave, no es, sin embargo, causa de desesperación, pues los tales se acercan de nuevo a la víctima expiatoria y sus conciencias se limpian de las obras de muerte.

De cuantas faltas hoy he cometido,

perdóname, Señor, por tu Hijo amado;

contigo, con el prójimo y conmigo

quede, antes de dormir, reconciliado.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 370). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

2 Crónicas 30 | Apocalipsis 16 | Zacarías 12:1–13:1 | Juan 15

25 DICIEMBRE

2 Crónicas 30 | Apocalipsis 16 | Zacarías 12:1–13:1 | Juan 15

Las siete copas de la ira de Dios (Apocalipsis 16) que contienen las últimas siete plagas (ver también Apocalipsis 15) se derraman sobre la tierra. Sin duda alguna, mucho del lenguaje está cargado de símbolos; algunos de ellos, transparentes, y otros más difíciles de entender. Aquí quisiera concentrarme en una frase que se repite. Cuando el cuarto ángel derramó su copa, las personas “blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria” (16:9, énfasis añadido). Sucede igualmente tras la quinta copa: “La gente se mordía la lengua de do lor y, por causa de sus padecimientos y de sus llagas, maldecían al Dios del cielo, pero no se arrepintieron de sus malas obras” (16:10–11, énfasis añadido).

Debemos reflexionar sobre estos sombríos pasajes.

(1) Ocurren inmediatamente después de las líneas semipoéticas de los versículos anteriores: “Justo eres tú, el Santo, que eres y que eras, porque juzgas así: ellos derramaron la sangre de santos y de profetas, y tú les has dado a beber sangre, como se lo merecen… Así es, Señor, Dios Todopoderoso; verdaderos y justos son tus juicios” (16:5–7). Hemos visto este tema anteriormente. Si Dios ignora los ataques persistentes en contra de su pueblo del pacto, si pasa por alto los enormes males que han sido perpetrados en el mundo, él mismo se empequeñece: en el mejor de los casos, sería amoral, tal vez inmoral.

(2) En cierta forma, las terribles palabras de 16:9, 11 explican un poco sobre el infierno mismo. El infierno no está lleno de personas que han aprendido su lección, sino de las que todavía rehúsan arrepentirse. Como los que padecen estas plagas, sufren y maldicen a Dios por su sufrimiento, pero se niegan a arrepentirse de lo que han hecho. Así es el infierno: un ciclo constante de pecado, rebelión, juicio, pecado, rebelión, juicio, un mundo sin fin.

(3) Tenemos que ver estos pasajes de juicio horrendo dentro del marco de todo el libro de Apocalipsis. Ya el capítulo 5 ha resaltado al León/Cordero cuyo sufrimiento triunfante ha rescatado a hombres y mujeres de toda tribu y lengua y pueblo y nación. Apocalipsis termina con una invitación: el Espíritu y la Novia (otra palabra que se refiere a la iglesia, al pueblo de Dios) todavía claman “¡Ven! Y el que escuche diga: « ¡Ven!» El que tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida” (22:17).

Escrito está: “Deja que el malo siga haciendo el mal y que el vil siga envileciéndose; deja que el justo siga practicando la justicia y que el santo siga santificándose” (22:11).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 359). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Tres regalos de Navidad

DICIEMBRE, 25

Tres regalos de Navidad

Devocional por John Piper

Hijos míos, que nadie os engañe; el que practica la justicia es justo, así como Él es justo. El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha pecado desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo. (1 Juan 3:7-8)

Meditemos en esta situación excepcional. Si el Hijo de Dios vino para ayudarnos a dejar de pecar —para destruir las obras del diablo— y si también vino a morir para que cuando pecáramos hubiera una propiciación, de modo que la ira de Dios fuera quitada, ¿qué es lo que esto implica en nuestra vida?

Tres cosas, y las tres son maravillosas. Las expondré brevemente a modo de regalos de Navidad.

1. Un propósito claro para la vida

La venida de Cristo le da un propósito claro a nuestra vida. De manera negativa es muy simple: no pecar. «…Os escribo estas cosas para que no pequéis» (1 Juan 2:1). «El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo» (1 Juan 3:8).

Si se preguntan, «¿Nos podrías decir lo mismo de una manera positiva, en lugar de negativa?» La respuesta es esta: Sí, todo está resumido en 1 Juan 3:23. Ese pasaje es una gran síntesis de lo que toda la carta de Juan requiere. Observemos la forma singular de la palabra mandamiento: «Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos unos a otros como Él nos ha mandado». Estas dos cosas estan tan estrechamente conectadas para Juan, que él las llama un solo mandamiento: amar a Jesús y amar a los demás. Ese es nuestro propósito. Es el resumen de la vida cristiana: confiar en Jesús y amar a las personas. He aquí el primer regalo: un propósito por el cual vivir.

2. La esperanza de que nuestras faltas serán perdonadas

Reflexionemos en la segunda implicación conformada por las dos verdades de que Jesús vino a destruir nuestra conducta pecaminosa y a perdonar nuestros pecados. Esta segunda implicación consiste en lo siguiente: progresamos en nuestra lucha contra el pecado cuando tenemos la esperanza de que nuestras faltas serán perdonadas. Si no tenemos esperanza de que Dios perdonará nuestras faltas, nos daremos por vencidos en cuanto empecemos a combatir el pecado.

Muchos de ustedes estarán considerando hacer cambios en el nuevo año porque han caído en conductas pecaminosas y quieren ser libres de ellas. Quieren nuevos hábitos de alimentación y de entretenimiento, nuevos patrones para ofrendar, nuevas formas de relacionarse con su cónyuge, nuevas formas de buscar al Señor en familia, nuevos hábitos de descanso y ejercicio físico, nuevas formas de tomar coraje para compartir el evangelio. Pero están luchando, preguntándose si el esfuerzo vale la pena. Bueno, he aquí entonces el segundo regalo de Navidad: Cristo no solo vino a destruir las obras del diablo, es decir, nuestro pecado, sino que también vino para abogar a nuestro favor cuando fracasemos en nuestra lucha.

Por eso les ruego, permitan que la libertad para fracasar les dé esperanza para luchar. ¡Pero cuidado! Si transforman la gracia de Dios en una licencia y dicen: «Bien, si puedo fracasar, y no tiene importancia, entonces ¿para qué molestarme en luchar?». Si dicen eso, y realmente lo creen, y persisten en actuar así, entonces es probable que no hayan nacido de nuevo, y deberían temblar ante tal posibilidad.

Pero esa no es la posición en la que la mayoría de ustedes se encuentra. La mayoría de ustedes quiere luchar contra las conductas pecaminosas que hay en su vida. Lo que Dios les dice es esto: permitan que la libertad para fracasar les dé esperanza para luchar. Escribo esto para que no pequen, pero si pecan, tienen un abogado: Jesucristo.

3. La ayuda de Cristo

Por último, la tercera implicación de esta verdad doble de que Cristo vino para que no sigamos pecando y para perdonar nuestros pecados, es la siguiente: Cristo está dispuesto a ayudarnos en nuestra lucha. En verdad nos ayudará. Él está de nuestro lado. No vino a destruir el pecado porque el pecado sea entretenido, sino porque es fatal. El pecado es una obra engañosa del diablo y nos llevará a la ruina si no luchamos contra este. Cristo vino a ayudarnos, no a hacernos daño.

Por lo tanto, he aquí nuestro tercer regalo de Navidad: Cristo nos ayudará a vencer el pecado en nosotros. Como dice 1 Juan 4:4: «mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo». Jesús está vivo, Jesús es todopoderoso, Jesús vive en nosotros por la fe. Y además Jesús está a nuestro favor, no en nuestra contra. Él nos ayudará Confiemos en él.


Devocional tomado del mensaje “The Son of God Appeared to Destroy the Works of the Devil”

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Acostado en un pesebre

Dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. Había pastores en la misma región… El ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy… un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.

Lucas 2:7-12

Acostado en un pesebre

Para muchas personas, la palabra “pesebre” evoca la Navidad. El pesebre es una especie de cajón donde los animales comen. Allí fue donde acostaron al niño Jesús cuando nació, pues no había lugar para él en el mesón (albergue para viajeros con sus animales). Un pesebre es un lugar muy insólito para acostar a un recién nacido. ¡Qué acogida para el Salvador del mundo cuando llegó a la tierra para acercarse a la humanidad!

Así dice la Biblia: “Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Corintios 8:9). Desde su nacimiento fue rechazado por los hombres. Toda su vida fue el blanco de la hostilidad de aquellos a quienes amaba y venía a salvar. Al final, para deshacerse de Jesús, los hombres lo clavaron en una cruz, pero Dios lo resucitó y lo llevó al cielo.

Hecho extraordinario: a los seres humanos que lo recibieron tan mal, Jesús ofrece un lugar junto a él en su cielo. A pesar de la manera en que fue tratado, Jesús declara: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37). No lo acogimos en la tierra, ¡pero él nos abre su cielo!

“El ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús” (Lucas 1:30-31).

Zacarías 9-10 – Apocalipsis 18 – Salmo 147:1-6 – Proverbios 30:24-28

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