VIDA O MUERTE

VIDA O MUERTE

12/26/2017

O por vida o por muerte. (Filipenses 1:20) 

El apóstol Pablo no conocía los detalles del plan de Dios para su vida, pero confiaba en Él, ya significara vida o muerte. Más adelante dijo: “De ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros” (vv. 23-24). Pablo prefería el gozo de estar en la presencia de Cristo en el cielo, pero al parecer pensaba que el Señor le permitiría vivir porque sabía que los filipenses lo necesitaban.

Pablo se regocijaba porque sabía que Cristo sería exaltado en su vida o en su muerte. Si vivía, estaría en libertad para predicar y edificar la iglesia. Si moría, sería ejecutado por el nombre de Cristo, y su fe constante serviría de trofeo de la gracia de Cristo. A Pablo no le importaban sus dificultades, sus detractores, y ni siquiera la posibilidad de su muerte, sino que se siguiera predicando el evangelio y se glorificara al Señor.

Al igual que Pablo, usted no conoce los planes específicos de Dios para su vida. Pero algo de lo que puede estar seguro es que, en la vida o en la muerte, usted puede glorificar a Cristo.

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Cómo considerar la calamidad

DICIEMBRE, 26

Cómo considerar la calamidad

Devocional por John Piper

Las ondas de la muerte me cercaron, los torrentes de iniquidad me atemorizaron… En cuanto a Dios, su camino es perfecto. (2 Samuel 22:531)

Luego de perder a sus diez hijos en un «desastre natural» (Job 1:19), Job dijo: «El Señor dio y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor» (Job 1:21). Al final del libro, el inspirado autor confirma que Job comprendió lo que había sucedido, y dice que los hermanos y hermanas de Job «lo consolaron por todo el mal que el Señor había traído sobre él» (Job 42:11).

Esto tiene varias implicaciones para nosotros cuando pensamos en la gran catástrofe del 26 de diciembre de 2004 en el océano Índico —uno de los desastres naturales más mortífero que haya sido registrado—.

1. Satanás no tiene la última palabra, Dios sí.

Satanás estuvo involucrado en el sufrimiento de Job, pero su obra no fue decisiva. Dios le dio permiso a Satanás para afligir a Job (Job 1:122:10). Sin embargo, Job y el autor de este libro consideran a Dios como la causa final y decisiva. Cuando Satanás lo hirió con llagas, Job le dijo a su esposa: «¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?» (Job 2:10), y el escritor llama a estas llagas satánicas «todo el mal que el Señor había traído sobre él» (Job 42:11). Eso significa que Satanás es real y que trae miseria, pero no es quien tiene la última palabra. Tiene una correa atada al cuello. No va más lejos de lo que Dios decididamente le permita.

2. Aún si Satanás hubiera causado el sismo del océano Indico el día siguiente a Navidad, él no es la causa decisiva de las más de 200? 000 muertes; Dios es.

Dios afirma tener poder sobre los tsunamis en Job 38:8-11, donde le hace a Job una pregunta retórica: «¿Quién encerró con puertas el mar, cuando, irrumpiendo, se salió de su seno… y dije: “Hasta aquí llegarás, pero no más allá; aquí se detendrá el orgullo de tus olas”?». El Salmo 89:8-9dice: «Oh Señor… tú dominas la soberbia del mar; cuando sus olas se levantan, tú las calmas». Y Jesús mismo hoy tiene el mismo control que tuvo una vez sobre las amenzas de muerte de las olas: «Y Él… reprendió al viento y a las olas embravecidas, y cesaron y sobrevino la calma» (Lucas 8:24). En otras palabras, aun si Satanás hubiera provocado el maremoto, Dios podría haber detenido las olas.

3. Las calamidades destructivas de este mundo son una mezcla de juicio y misericordia.

Sus propósitos no son simples. Job era un hombre piadoso y sus aflicciones no eran un castigo de Dios (Job 1:18). El motivo de su calamidad fue purificar, no castigar (Job 42:6). Pero no sabemos cuál era el estado espiritual de sus hijos. Con certeza, Job estaba preocupado por ellos (Job 1:5). Es probable que Dios les haya quitado la vida como juicio. Si eso es cierto, entonces la misma calamidad, al final, demuestra ser misericordia para Job y juicio para sus hijos. Lo mismo sucede con todas las calamidades. Son una mezcla de juicio y misericordia. Son tanto para castigar como para purificar. El sufrimiento, e incluso la muerte, pueden ser al mismo tiempo para juicio y misericordia.

La ilustración más clara de esta verdad es la muerte de Jesús. Esta fue tanto juicio como misericordia: juicio sobre Jesús porque cargó con nuestros pecados (no suyos), y misericordia para nosotros que confiamos en él para que cargara con nuestro castigo (Gálatas 3:131 Pedro 2:24) y para que fuera nuestra justicia (2 Corintios 5:21). Otro ejemplo es la maldición que yace sobre esta tierra caída por el pecado. Para aquellos que no creen en Cristo, es juicio; pero para los creyentes es una misericordiosa, aunque dolorosa, preparación para la gloria. «Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sometió, en la esperanza» (Romanos 8:20). Tal es la sujeción de la creación a Dios, y es por eso que hay tsunamis.

4. El corazón que Cristo da a su pueblo siente compasión por aquellos que sufren, independientemente de sus creencias.

Cuando la Biblia dice «llorad con los que lloran» (Romanos 12:15), no agrega «a menos que Dios haya provocado el llanto». Hubiera sido mejor que los amigos que intentaban consolar a Job lloraran con él en lugar de hablar tanto. Nada de eso cambia cuando descubrimos que el sufrimiento de Job provenía de Dios en última instancia. No; está bien llorar con los que sufren. El dolor es dolor, sin importar quien lo provoque. Todos somos pecadores. La empatía fluye no por la causa del dolor, sino por la compañía en el dolor. Y todos estamos juntos en esa situación.

5. Por último, Cristo nos llama a mostrar misericordia a aquellos que sufren, incluso cuando no lo merezcan.

Ese es el significado de la misericordia —ayuda inmerecida—. «Amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os aborrecen» (Lucas 6:27).


Devocional tomado del articulo “Tsunami, Sovereignty, and Mercy

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«He aquí yo estoy con vosotros todos los días».

26 de diciembre

«He aquí yo estoy con vosotros todos los días».

Mateo 28:20

El Señor Jesús está en medio de su Iglesia y anda entre los candeleros de oro. Su promesa es: «He aquí, yo estoy con vosotros todos los días». Jesús se encuentra tan realmente con nosotros ahora como lo estuvo con sus discípulos junto al lago, cuando aquellos «vieron brasas puestas y un pez encima de ellas, y pan» (Jn. 21:9). Aunque no en cuerpo, Jesús, sin embargo, está verdaderamente con nosotros. Esta es una bendita verdad, pues donde Jesús se halla presente, el amor se inflama. De todas las cosas del mundo que pueden hacer arder el corazón, no hay ninguna comparable a la presencia de Jesús. Una mirada suya nos conquista de tal manera que estamos prontos a decir: «Aparta tus ojos de delante de mí, porque ellos me vencieron» (Cnt. 6:5). La fragancia de los áloes, de la mirra y de la casia que exhalan sus perfumados vestidos reconfortan al enfermo y al abatido. Si por un solo momento reclinamos nuestras cabezas en su bondadoso pecho y recibimos su divino amor en nuestros fríos corazones, no estaremos más indiferentes en la vida espiritual, sino que arderemos como serafines y nos mostraremos dispuestos a trabajar y a sufrir. Si reconocemos que Jesucristo está con nosotros, todas nuestras facultades se desarrollarán y toda virtud se corroborará, y nos lanzaremos a servir al Señor con todo nuestro corazón, toda nuestra alma y todas nuestras fuerzas. Esto demuestra que la presencia de Cristo debe desearse sobre todas las cosas. Esta presencia la sentirán en mayor grado aquellos que se parecen más a él: si quieres ver a Cristo, tienes que desarrollarte según su semejanza. Haz tuyos, por el poder del Espíritu, los deseos, los motivos, y los planes de acción de Jesús y, probablemente, te verás favorecido con su presencia. Recuerda que se puede tener la presencia de Jesús, y su presencia es tan real como siempre. Él se goza en estar con nosotros; y si acaso no llega, es porque, a causa de nuestra indiferencia, se lo impedimos. Él se revelará en respuesta a nuestras oraciones fervientes y, bondadosamente, permitirá que lo detengamos con nuestras súplicas y nuestras lágrimas, pues estas son las cadenas de oro que atan a Jesús a los suyos.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 371). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

2 Crónicas 31 | Apocalipsis 17 | Zacarías 13:2–9 | Juan 16

26 DICIEMBRE

2 Crónicas 31 | Apocalipsis 17 | Zacarías 13:2–9 | Juan 16

La visión de la prostituta en Apocalipsis 17 está repleta de un lenguaje colorido que ha confundido a muchos intérpretes. No obstante, las líneas principales son razonablemente claras e incluso los puntos más debatidos no son del todo oscuros. Aquí podemos reflexionar sobre tres materias:

(1) Para cualquier lector del primer siglo, la identificación básica de la ramera no ofrecería ninguna duda. La referencia a las siete colinas sobre las cuales está sentada (17:9), junto con la afirmación explícita de que la mujer “es aquella gran ciudad que tiene poder de gobernar sobre los reyes de la tierra” (17:18), la señalarían como Roma.

(2) Formalmente, se le identifica en términos algo oscuros: “misterio: Babilonia la Grande, la Madre de las Rameras y de las Abominaciones de la Tierra” (17:5). La Babilonia histórica en esta época era ya un lugar en ruinas, un centro relativamente pequeño y ciertamente debilitado, sin una influencia significativa. No obstante, en la época del Antiguo Testamento, Babilonia había representado todo lo pagano, poderoso, vil o lo que se promueve a sí mismo. Babilonia era la ciudad que había provocado el exilio de Judá y de Jerusalén (independientemente de que el pueblo de Dios se hubiera ganado el juicio). Ahora, el nombre de la ciudad antigua se le transfiere a Roma, el nuevo centro geopolítico. La palabra prostitutas no se refiere a prostitutas humanas ordinarias, sino a una prostitución espiritual (una vez más, tomado del Antiguo Testamento). “La madre de las X” es una manera semita de decir algo como “el arquetipo de todas las X”. Y en esa época, Roma ciertamente era, en este sentido, la madre de toda la prostitución espiritual, la fuente de las abominaciones de la tierra. Se merecía el título, no sólo por su paganismo, corrupción política, violencia, perversión interminable, extraordinarias riquezas y desgraciada pobreza, sino también porque este era el lugar donde al césar (un mero ser humano) se le refería en las monedas como “nuestro Señor y Dios”. Además, era el centro del cual emanaba la voluntad política que cada vez más iba en contra del pueblo de Dios.

(3) Las siete cabezas de esta prostituta apuntan hacia dos direcciones. Por un lado, miran hacia las siete colinas de Roma. También señalan a siete reyes, cinco de los cuales ya han caído, “uno está gobernando, el otro no ha llegado todavía” (17:10). Es extremadamente difícil relacionar esta lista con los césares conocidos del primer siglo. Se han identificado varias conexiones; pero no estoy seguro de cuál es la correcta. Pero la bestia sobre la que estaba montada la mujer, que se identifica claramente con la bestia que surgió del mar en el capítulo 13, la que recibe una herida mortal y luego es curada, “es el octavo rey” (17:11). Esto sugiere a muchos (correctamente, me parece) una manifestación del mal más allá del imperio romano.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 360). Barcelona: Publicaciones Andamio.

¿Qué representa la Navidad?

martes 26 diciembre

Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores.

1 Timoteo 1:15

Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.

Lucas 2:11

¿Qué representa la Navidad?

En el siglo 4, el emperador romano Constantino se convirtió en un gran protector del cristianismo. Desde entonces, los poderes políticos y religiosos trataron de cristianizar las fiestas paganas. Por ello el nacimiento de Jesús fue celebrado el día de la fiesta del solsticio de invierno, fijada en aquella época el 25 de diciembre. Esta celebración y esta fecha no tienen ningún fundamento bíblico.

Pero la persona de Jesús evidentemente es muy amada por cada cristiano. Más de siete siglos antes de su nacimiento, el profeta Isaías había anunciado: “He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel (Dios con nosotros)” (Isaías 7:14). Y de ese niño, que fue acostado en un pesebre cuando nació, también dice: “Un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable… Príncipe de Paz” (Isaías 9:6).

El día de Navidad debería recordar la noticia de gran gozo anunciada a los pastores de Belén: “Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” (vea Lucas 2:8-20). Que Dios nos conceda recibir este maravilloso mensaje: Dios vino a vivir entre los hombres. Jesús, el divino Salvador, en su humillación descendió a la tierra como un niño. Su vida perfecta, su muerte en una cruz por nosotros, y su resurrección, ¡todo esto debería ser un tema de paz, de gozo, de esperanza y de adoración, pero no un día, sino todos los días del año!

“¡Gracias a Dios por su don inefable!” (2 Corintios 9:15).

Zacarías 11 – Apocalipsis 19:1-10 – Salmo 147:7-11 – Proverbios 30:29-31
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