La gloria es la meta

DICIEMBRE, 28

La gloria es la meta

Devocional por John Piper

Por medio de [Él] también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. (Romanos 5:2)

Ver la gloria de Dios es nuestra esperanza final. «Nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios» (Romanos 5:2). Dios nos presentará «sin mancha en presencia de su gloria con gran alegría» (Judas 24).

Él dará a conocer «las riquezas de su gloria sobre los vasos de misericordia, que de antemano Él preparó para gloria» (Romanos 9:23). Él nos llama «a su reino y a su gloria» (1 Tesalonicenses 2:12). «[Aguardamos] la esperanza bienaventurada [que es] la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús» (Tito 2:13).

Jesús, en toda su persona y obra, es la encarnación y revelación final de la gloria de Dios. «Él es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza» (Hebreos 1:3). «Padre, quiero que los que me has dado, estén también conmigo donde yo estoy, para que vean mi gloria» (Juan 17:24).

«Por tanto, a los ancianos entre vosotros, exhorto yo, anciano como ellos y testigo de los padecimientos de Cristo, y también participante de la gloria que ha de ser revelada» (1 Pedro 5:1). «La creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios» (Romanos 8:21).

«Hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta que, desde antes de los siglos, Dios predestinó para nuestra gloria» (1 Corintios 2:7). «Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación» (2 Corintios 4:17). «Y a los que justificó, a ésos también glorificó» (Romanos 8:30).

Ver y compartir la gloria de Dios es la esperanza final en el evangelio de Cristo.

La esperanza que realmente conocemos y atesoramos tiene un peso enorme y decisivo sobre nuestros valores y elecciones y acciones de hoy.

Profundicemos en el conocimiento de la gloria de Dios. Estudiemos la gloria de Dios, la gloria de Cristo, la gloria del mundo que revela la gloria de Dios, y la gloria del evangelio que revela la gloria de Cristo.

Atesoremos la gloria de Dios por sobre todas las cosas.

Examinemos nuestra alma. Sepamos qué es aquello cuya gloria nos seduce, y examinemos por qué atesoramos otras glorias que no son la gloria a Dios.

Examinemos nuestra propia alma para saber cómo hacer para que las glorias del mundo se derrumben como Dagón (1 Samuel 5:4), en míseros pedazos esparcidos por el piso de los templos del mundo.


Devocional tomado del libro “Rebuilding the Basics: The Centrality of God’s Glory”

Todos los derechos reservados ©2017 Soldados de Jesucristo y DesiringGod.org

«No he venido para traer paz, sino espada».

28 de diciembre

«No he venido para traer paz, sino espada».

Mateo 10:34

El cristiano, sin duda, se granjeará enemigos. Él procurará desde luego no tener ninguno; pero, si por hacer lo recto y confiar en la verdad, llega a perder todos los amigos terrenales, no le importará demasiado, pues su gran Amigo, que está en los cielos, le brindará, por su fidelidad, una amistad más íntima, y se manifestará a él más bondadosamente que nunca. ¡Oh vosotros que habéis tomado su cruz!, ¿no sabéis lo que dijo nuestro Señor? Dijo: «He venido a poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra. Y los enemigos del hombre serán los de su casa» (Mt. 10:35, 36). Cristo es el gran Pacificador, pero antes de la paz trae la guerra. Donde llega la Luz, las tinieblas tienen que retirarse. Donde se hace presente la verdad, la mentira debe huir. Si se queda, se producirá un gran conflicto, pues la verdad no puede ni quiere bajar su bandera y, por tanto, la mentira ha de ponerse debajo de sus pies. Si sigues a Cristo, todos los perros del mundo estarán ladrando detrás de ti. Si quieres vivir de tal manera que puedas soportar la prueba del último Tribunal, ten por cierto que el mundo no hablará bien de ti: el que es amigo del mundo es enemigo de Dios. No obstante, si te muestras sincero y fiel para con el Altísimo, los hombres se sentirán ofendidos por tu inquebrantable fidelidad, pues ella constituye un testimonio contra sus iniquidades. Debes practicar siempre lo recto, sin temer las consecuencias. Necesitarás el coraje de un león para proseguir, sin titubear, una carrera que convertirá a tus mejores amigos en tus peores enemigos. Pero, por amor a Jesús, debes ser valiente. Arriesgar reputación y afecto por causa de la verdad es un acto de tal naturaleza que, para practicarlo constantemente, necesitarás un grado de principio moral que solo el Espíritu de Dios puede producir en ti. No vuelvas, sin embargo, tu espalda como un cobarde, sino muéstrate valiente. Sigue recta y varonilmente en las pisadas de tu Señor, pues él anduvo antes que tú por este escabroso camino. Mejor es una guerra breve y un descanso eterno que una falsa paz y un tormento eterno.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 373). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

2 Crónicas 33 | Apocalipsis 19 | Malaquías 1 | Juan 18

28 DICIEMBRE

2 Crónicas 33 | Apocalipsis 19 | Malaquías 1 | Juan 18

Apocalipsis 19 se divide en dos partes. En la primera, Juan oye el bullicio de una gran multitud en el cielo que exclamaba varias líneas de alabanza desenfrenada, a quien se le unen otros en unidad antifonal. La primera estrofa de adoración (19:1–3) alaba a Dios porque ha condenado a la gran prostituta (ver meditaciones del 26 y 27 de diciembre), demostrando así la verdad y la justicia de sus juicios (19:2). Esta estrofa provoca un coro: “¡Aleluya! El humo de ella sube por los siglos de los siglos” (19:3) y los ancianos alrededor del trono se unen en adoración y aprobación (19:4). Una voz desde el trono exhorta a todos los siervos de Dios a sumarse a la alabanza—“los que le teméis, así pequeños como grandes” (19:5) — y nuevamente Juan escucha a una multitud inmensa en el estruendo de la adoración. Ahora, el enfoque no es tanto en la justicia de Dios al condenar a la prostituta, sino más bien en la pura gloria del reinado de “nuestro Dios Todopoderoso” y en las inminentes “bodas del Cordero” (19:6–8).

La segunda parte del capítulo presenta a Jesús con categorías extremadamente simbólicas. Nuevamente, es importante recordar que el Apocalipsis mezcla sus metáforas. Aquel a quien, desde el capítulo 5 en adelante, se le conoce como el Cordero (designación que todavía es muy común en los capítulos 21–22) ahora se presenta como un guerrero montado en un caballo blanco. Este guerrero se llama “Fiel y Verdadero” (19:11), su nombre es “la Palabra de Dios” (19:13; comparar con Juan 1:1, 14) y su título es “Rey de reyes y Señor de señores” (19:16). Dirige a los ejércitos en el ataque final sobre las dos bestias (es decir, la bestia y el falso profeta) y sobre todos los que lleven su marca. Su arma es una espada afilada que sale de su boca: para ganar, sólo tiene que hablar. Es él quien “exprime uvas en el lagar del furor del castigo que viene de Dios Todopoderoso” (19:15), lo cual nos remonta a la terrible imagen de 14:19–20.

En un sentido, el capítulo 19 no adelanta la trama del libro de Apocalipsis ni lo intenta. Ya se nos ha dicho que Dios destruye a la gran prostituta, que aquellos que tengan la marca de la bestia habrán de enfrentarse a la ira de Dios y todo lo demás. Lo que añade—y esto es vital—es el recordatorio enteramente saludable de que Dios tiene el control total, que es digno de ser alabado por su justo juicio sobre todo lo malo y que el agente que destruye toda la oposición al final es nada más y nada menos que Jesucristo. Más aún, esto se presenta, no sólo en el lenguaje espectacular apocalíptico, sino con la lengua gozosa de la alabanza entusiasmada. A los lectores, se nos invita implícitamente a unirnos, aunque en esta etapa sólo lo hagamos por fe y no por vista.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 362). Barcelona: Publicaciones Andamio.

¡Por fin libre!

El Señor… me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos.

Isaías 61:1

¡Por fin libre!

Desde su infancia, Kevin tenía el sentimiento de ser prisionero. En un pequeño apartamento de un gran edificio anónimo, peleas y vejaciones destrozaron su familia. En la escuela no tenía amigos. Estaba excluido de todo. Tampoco tuvo la oportunidad de aprender un oficio… ¡Estaba solo!

Luego empezaron las ataduras con la droga. Estaba encerrado en una espiral de la cual no podía salir. Detenido por la policía, fue a parar a un centro penitenciario para menores. Allí sus compañeros de celda lo insultaron, lo humillaron… ¡Qué desesperación!

Un domingo fue al servicio religioso de la cárcel. La sala era alta y espaciosa, lo cual dio un poco de alivio a su oprimido corazón. El capellán habló de Jesús, quien vino al mundo para buscar a aquellos que estaban atormentados por su pasado, sus faltas, por aquellos que no tenían ninguna esperanza en la vida. Luego dijo: «Que el mundo le tome a usted por un vencedor o por un vencido, Jesús le ama y le libera del peso de sus pecados. La Biblia dice que Jesucristo le está escuchando ahora. Cuéntele su desesperación. Háblele de sus pecados. En la cruz, donde murió, sufrió en su lugar el castigo que usted merecía. Crea que Jesús le perdonará y le convertirá en un hijo de Dios».

Kevin tuvo una larga conversación con el capellán. Reconoció que Jesús era la persona a quien estaba buscando desde hacía mucho tiempo. Tuvo la impresión de que las paredes que lo encerraban desde su infancia empezaban a caer lentamente. Vio un rincón del cielo azul que estaba por encima de él: ¡Jesús lo amaba!

Zacarías 14 – Apocalipsis 20 – Salmo 148:1-8 – Proverbios 31:1-7