Cristo ha vencido al mundo

Cristo ha vencido al mundo

John MacArthur

Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.
–Juan 16:33

 Jesús dijo esas palabras en el aposento alto la noche que fue traicionado. Fue la conclusión del largo discurso de despedida que comienza: “No se turbe vuestro corazón” (Jn. 14:1). Jesús les dijo a sus discípulos que Él se iba. Les dijo que se sentirían temerosos y preocupados, que serían perseguidos, que serían esparcidos y abandonarían a Jesús. Pero durante todo su discurso hizo promesas de que no los abandonaría. Su amor continuaría. Les daría el Espíritu Santo para que los animara como lo había hecho Jesús. Prometió responder a sus oraciones.

 Al final del discurso, Él dijo: “El propósito de todo lo que les he dicho es que tengan paz en el corazón. No tienen por qué estar ansiosos. No quiero decir que no tendrán problemas. Ya les he advertido de persecuciones. En este mundo tendrán problemas”. La palabra griega tiene una raíz que significa “presión”. Usted estará bajó presión, oprimido por los problemas de esta vida. Pero en medio de eso, anímese, ya que al fin al cabo Él ha vencido al mundo.

 Ya la batalla se ha decidido, dice Jesucristo. No hay nada que el mundo pueda hacerte que pueda finalmente derrotarte, ya que he ganado una absoluta victoria sobre el pecado y la muerte. Estoy a punto de terminar es obra en la cruz. El mundo, las fuerzas que se oponen a Dios, seguirán causándote problemas pero no pueden derrotarte porque yo ya vencí. Su ataque contra ti no puede dañarte porque todo el sistema del mundo opuesto a Dios ha sido aplastado. Yo he vencido al mundo. Mientras permanezcas en este mundo, tendrás problemas. Pero cuando permaneces en mí, tendrás paz.


 Extraído del libro, “El corazón de la Biblia escrito por el Pastor John MacArthur y publicado por Editorial Portavoz.

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El tipo de frío que mata

FEBRERO, 19

El tipo de frío que mata

Devocional por John Piper

Envía sus órdenes a la tierra; su palabra corre velozmente. (Salmos 147:15)

Esta noche hará cuarenta grados más en el congelador de nuestra cocina que afuera, acá en Minneapolis. La temperatura más alta mañana será de cinco grados bajo cero (Fahrenheit). Recibimos esto de la mano de Dios.

Envía sus órdenes a la tierra;
su palabra corre velozmente.
Manda la nieve como lana;
esparce la escarcha cual ceniza.
Arroja su hielo como migas de pan;
¿Quién puede resistir ante su frío?
Envía su palabra y los derrite;
hace soplar su viento y el agua corre

(Salmos 147:15-18).

Este es el tipo de frío con el que no jugamos. Nos mata.

Cuando vine de Carolina del Sur a Minnesota, me vestí de manera apropiada. Sin embargo, no había preparado suministros ni un equipo de socorro en mi auto en caso de que se averiara.

Un domingo en la noche, en el regreso de la iglesia a la casa, en medio de un frío de este tipo, mi auto murió. Esto ocurrió antes de que existieran los teléfonos celulares, y yo tenía a dos niños pequeños en el auto.

No había nadie en ese camino, y de repente me di cuenta de que esto era peligroso.

Pronto fue muy peligroso. No venía nadie.

Vi a la distancia, a través de una cerca, una casa. Yo soy el papá, y este es mi trabajo. Trepé la cerca, corrí a la casa y toqué la puerta. Había gente. Les expliqué que tenía a mi esposa y a dos niños pequeños en el auto y les pregunté si nos dejarían entrar. Así lo hicieron.

Este es el tipo de frío con el que uno no juega.

Esta es una manera más en que Dios dice: «sea caliente o frío, alto o profundo, afilado o desafilado, ruidoso o silencioso, brillante u oscuro… no se juega conmigo. Yo soy Dios. Yo hago todas estas cosas. Ellas hablan de mí, así como la brisa tibia de verano lo hace, y la lluvia ligera, y la suave luz nocturna de la luna, y el sonido del agua a orillas del lago, y los lirios del campo y los pájaros en el aire».

Hay una palabra para nosotros en medio de este frío. Que el Señor nos dé piel para sentir y oídos para oír.


Devocional tomado del articulo “A Kind of Cold You Don’t Play With”

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Éxodo 2 | Lucas 5 | Job 19 | 1 Corintios 6

19 FEBRERO

Éxodo 2 | Lucas 5 | Job 19 | 1 Corintios 6

Nuestros dos pasajes están vinculados de una forma sutil.

La respuesta de Job a Bildad (Job 19) es impactante por su intensidad. Es casi como si estuviese dispuesto a explicar con detalle las tensiones y paradojas de su propia posición. Las palabras de Job se fundamentan en cuatro aspectos esenciales. Primero, Job continúa reprendiendo a sus miserables consoladores por su total falta de apoyo. Incluso aunque se hubiese “desviado” (19:4), no tienen por qué humillarlo. Segundo, Job concreta lo que ha ido dando a entender todo el tiempo: si está sufriendo injustamente y Dios controla la situación, entonces este le está perjudicando (19:6). Una vez más, una serie de versículos describe elocuentemente cómo el Señor lo ha destrozado y ha bloqueado su camino, envolviendo sus sendas en tinieblas. Tercero, Job provee algunas descripciones gráficas de su sufrimiento. Su aliento es repulsivo para su esposa; es repugnante para sus propios hermanos (19:17). En una cultura en que los jóvenes deben respetar a sus mayores, ve que incluso los niños pequeños se mofan de él. Su salud se ha desvanecido; sus amigos más íntimos no tienen piedad o compasión con él. Cuarto, sin embargo, el componente más paradójico es que Job sigue confiando en Dios. En un pasaje conocido por sus dificultades exegéticas (19:25–27), afirma que sabe que su “redentor” vive: se trata de la misma palabra que el libro de Rut utiliza para referirse a Booz (Rut 2:20), y probablemente tenga aquí un matiz de “defensor”. A pesar de lo evidente de sus sufrimientos, afirma que Dios, su defensor, vive, y “al final triunfará sobre la muerte” (a la luz del siguiente versículo, puede ser una referencia escatológica, o puede estar hablando del final del sufrimiento de Job, con Dios permaneciendo sobre su tumba). El propio Job verá al Todopoderoso con sus ojos, algo que su corazón anhela dentro de él.

La integridad y fidelidad de este hombre son asombrosas. Se niega a confesar porque no hay nada que confesar, pero nunca deja de reconocer que sólo Dios es Dios. Satanás está perdiendo su apuesta.

Resulta interesante que Pablo también haga un llamamiento a cierto tipo de integridad a los cristianos de Corinto (1 Corintios 6). La triste dimensión de este capítulo es que al menos algunos corintios estaban poniendo en peligro su integridad por no más razones que las tentaciones habituales sumadas a un deseo subliminal de actuar como la cultura que los rodeaba. No todos estaban pasando por el tipo de presión a la que Job fue sometido. Necesitaban aprender que los pleitos entre hermanos cristianos, cuyo fin era ganar al otro, ya constituían un símbolo de derrota (6:7); que la libertad cristiana nunca es una excusa para hacer lo que quisiesen, pues los creyentes buscan lo que es beneficioso y entienden que su cuerpo pertenece a otro (6:12–20). Job ya sabía estas cosas.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 50). Barcelona: Publicaciones Andamio.

La bendición del Señor es la que enriquece, y no añade tristeza con ella.

Lunes 19 Febrero

La bendición del Señor es la que enriquece, y no añade tristeza con ella.

Proverbios 10:22

Conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.

2 Corintios 8:9

Las riquezas son efímeras

Era uno de los hombres más ricos del mundo. El gran público lo conocía especialmente por su ambición desmedida, sus locuras y su gusto por las fiestas excéntricas. Murió de un paro cardíaco mientras dormía. Acababa de cumplir 70 años, y era el símbolo del capitalismo triunfante de años prósperos.

La Biblia presenta el caso de un hombre muy rico que, satisfecho de su éxito, ponía su confianza en sus riquezas. Sin embargo, Dios le dijo: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?” (Lucas 12:20). Su vida le fue quitada bruscamente esa misma noche. Contando solo con su bienestar efímero, este hombre había olvidado a Dios, en quien están las riquezas eternas: su amor, su perdón, su paz y la vida eterna, ofrecida gratuitamente por medio del sacrificio de Jesucristo en la cruz.

El dinero no es lo único que deseamos poseer para satisfacer nuestras aspiraciones. Pero, ¿cuál es su valor? A menudo Jesús denunció la futilidad de las riquezas que acumulamos en la tierra, para invitarnos a hacernos tesoros en el cielo (Mateo 6:19-20; Lucas 16:13). Él mismo, aunque era rico porque era Dios, vivió en la pobreza para enriquecernos con los bienes de su amor.

Nuestra vida terrenal es tan solo una neblina que aparece por un poco de tiempo, y luego desaparece (Santiago 4:14). ¡No la malgastemos yendo tras cosas que tendremos que dejar! ¡Jesús nos ofrece la vida eterna!

Éxodo 3 – Hechos 4 – Salmo 24:7-10 – Proverbios 10:5-6