Sólo para maridos

Sólo para maridos

John MacArthur 

El día de San Valentín (o de los Enamorados) puede ser la única vez al año en la que la mayoría de los maridos dejan su apariencia exterior machista; y demuestran actualmente su amor por sus esposas de una manera tangible. Es posible que usted la colme a su esposa de flores o dulces o la lleve en una velada romántica. Algunos de ustedes incluso pueden hacer mayores sacrificios, tales como limpiar la casa, llevarle el desayuno a la cama o comprarle algún regalo preciado. Pero una vez que el día termina, también lo hace el Príncipe Azul; y usted vuelve a su ser normal y a su rol habitual.

Pregúntele a muchos maridos cristianos que resuman su rol bíblico en una palabra y ellos le responderán “Liderazgo”. La Escritura contesta esta pregunta con una palabra diferente: amor.

No existe ninguna duda que el diseño de Dios para usted, si usted es un esposo, incluye el aspecto de liderazgo. Pero es un liderazgo que surge del amor y está siempre templado con afecto sensible, cariñoso. El rol apropiado del esposo como líder amoroso, cuidadoso, esta óptimamente personificado por Cristo, quien tomó el rol de sirviente al lavar los pies de Sus discípulos (Juan13:3-17).

Es significativo que antes de que el apóstol Pablo instruyera a maridos y esposas en cómo amarse unos a otros, él exigiera una sumisión mutua. Efesios 5:21 lo expresa de la siguiente manera: “Someteos unos a otros en el temor de Dios.” Ésa es una orden general a todos los cristianos, en todos los contextos.

Los maridos no son una excepción a esta regla. El amor que usted debe mostrar a su esposa incluye sumisión. Está matizado y caracterizado por mansedumbre, ternura y servicio. Es un amor humilde, de siervo, como el de Cristo.

La sumisión establece la base para las instrucciones de Pablo a los maridos: “Amad a vuestras mujeres” (v.25). Toda la idea de la dirección del marido es una comparación a Cristo. La dirección del marido sobre la esposa es como la dirección de Cristo sobre la iglesia. “El marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia”  (v.23). Por lo tanto, su amor por su esposa se supone que debe ser como el amor de Cristo por su Iglesia: “Amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (v.25).

El sacrificio de Cristo es el arquetipo mismo de lo que el amor exige. Primera de Juan 3:16 dice: “En esto hemos conocido el amor, en que Él puso su vida por nosotros.” Jesús mismo dijo: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13).

En realidad, sin utilizar la palabra amor, el apóstol Pedro describe su amor por su esposa: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida” (1 Pedro 3:7).

La relación de dirección-sumisión no es inherente a superioridad e inferioridad. Muchas esposas son francamente más sabias, más eruditas, más articuladas y más criteriosas que sus esposos. Sin embargo, Dios ha establecido la familia de modo tal que el hombre es la cabeza. Eso no es porque automáticamente la esposa le deba al marido deferencia servil como a alguien a quien es inferior – ya que no debe ser tratada como inferior, sino como una hermana y coheredera. El motivo para este mandato divino es que su esposa es el vaso más frágil- y usted, por lo tanto, le debe a ella sacrificio y protección.

Mi desafío a ustedes, esposos, es que todos los días sean de San Valentín para sus esposas. Haga de estas tres acciones su prioridad diaria en su relación con su esposa; y estará cumpliendo su obligación como Cristo, sacrificial para con ella. 

Sea Considerado

“Vivid con ellas sabiamente”, Pedro dice en el verso 7. Él habla de ser considerado. Es lo opuesto a la mentalidad del hombre de las cavernas que algunos hoy en día recomendarían. Es incompatible con el machismo independiente, orgulloso, egocéntrico que muchos piensan que personifica la verdadera masculinidad. Llama a una comprensión, sensibilidad y satisfacción de las necesidades de su esposa. Involucra un esfuerzo sincero de comprender sus sentimientos, miedos, ansiedades, preocupaciones, objetivos, sueños y deseos. En resumen, usted debe ser considerado.

A menudo, se reduce a escuchar. Usted debe comprender el corazón de su esposa. ¿Cómo puede usted expresar un amor sacrificial, que satisface las necesidades de ella, si no tiene idea de cuáles son esas necesidades?

Francamente, esta es una lucha para la mayoría de los hombres. No es algo que nos llega naturalmente. Tal como nuestros hijos, peleamos contra nuestras propias tendencias pecaminosas y deseos egoístas. Pero Dios nos llama a ser modelos de amor sacrificial en nuestras familias; y eso comienza siendo considerado.

Sea Caballeroso

La esposa es el “vaso más frágil”, de acuerdo con Pedro. ¿En qué sentido son las mujeres “más frágiles”? Esto tiene referencia principalmente al aspecto físico. Las mujeres son, como clase, físicamente más frágiles que los hombres. Ahora, sin lugar a dudas, es cierto que existen algunos hombres cuyas esposas son más fuertes que ellos. Pero esto no es usual; y yo creo que aún en esos casos excepcionales, el principio también se aplica. Usted debe tratar a su esposa con tierna caballerosidad. Lo puede hacer de muchas maneras, desde abriéndole las puertas, moviendo los muebles o haciendo trabajos pesados en la casa.

Un marido amoroso no le diría a su esposa: “Después de que hayas cambiado la llanta, con gusto te llevaré a la tienda.” Les servimos con nuestra fuerza. Las tratamos como vasos más frágiles, mostrándoles una deferencia particular en temas en donde su debilidad física las coloca en desventaja. Primera de Pedro 3:7 sugiere en realidad que Dios diseñó a la mujer para estar bajo la protección del hombre, beneficiándose de su fuerza. Y sirviendo a nuestras esposas, prestándoles esa fuerza, es una de las principales maneras en que les mostramos un amor como el de Cristo, sacrificial.

Tenga Comunión

Debemos considerar a nuestras esposas “como a coherederas de la gracia de la vida.” Los hombres y las mujeres pueden ser diferentes físicamente, pero espiritualmente son iguales. Trate a su esposa como a su par espiritual. Mientras que está legítimamente preocupado con la tarea de liderazgo espiritual en su hogar, no se olvide la responsabilidad de comunión delante de Dios con su esposa como coheredera de Su gracia. Su rol como el líder de ella no significa que usted es su superior. Ustedes son ambos completamente dependientes de la gracia divina; y juntos, ambos son herederos de esa gracia.

En Cantar de los Cantares, la esposa le dice al esposo: “Tal es mi amado, tal es mi amigo” (5:16). Me encanta esa expresión. Ella se regocija en su amor por él, pero no es sólo la devoción romántica de él que le emociona a ella. No es su machismo o su liderazgo que causa que su corazón cante. ¿Qué es? Ella está feliz de que él sea su amigo. Ése es el tipo de relación que los esposos deberían cultivar. Es un sentido profundo de compartir cosas espirituales íntimamente, en igualdad. Es una comunión juntos, tal como no hay otra relación en la tierra.

Este es un modo sencillo de resumir el amor sacrificial: el esposo lleno del Espíritu ama a su esposa no por lo que ella pueda hacer por él, sino por lo que él puede hacer por ella. Así es exactamente como trabaja el amor de Cristo. Él nos ama no porque haya algo en nosotros que Le atraiga, no porque Él gane algún beneficio por amarnos, sino simplemente porque Él se propuso amarnos y Le deleita otorgarnos Su favor.

¿Se ha dado cuenta usted que el amor es un acto de voluntad, no un sentimiento? Es un compromiso al bienestar de su objeto. Es una devoción voluntaria. Involucra sacrificio, consideración, caballerosidad, comunión, cortesía y compromiso. Es precisamente el tipo de amor que usted le debe a su pareja. Y si usted está dispuesto a obedecer a Dios, por el poder del Espíritu de Dios, usted puede mostrar ese tipo de amor a su esposa.

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Gozar de su plenitud

FEBRERO, 22

Gozar de su plenitud

Devocional por John Piper

Pues de su plenitud todos hemos recibido, y gracia sobre gracia. (Juan 1:16)

Justo antes del culto del domingo pasado, la pequeña banda de santos que oran estaba orando con fervor por la fe de nuestra gente, por las iglesias del área de las ciudades gemelas y por las naciones. En un momento, un hombre oró las palabras de Juan 1:14-16:

Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad… Pues de su plenitud todos hemos recibido, y gracia sobre gracia.

Fue uno de esos momentos de epifanía para mí. Dios permitió que en ese momento la palabra «plenitud» —de su plenitud— llevara una plenitud cuyo efecto fuera extraordinario en mí. Sentí una medida de lo que la palabra realmente conlleva: la plenitud de Cristo.

Sentí un poco de lo maravilloso que es que de su plenitud ciertamente haya recibido gracia sobre gracia; y en ese momento estaba recibiendo gracia sobre gracia. Sentí, en ese mismo momento, que nada habría sido más dulce que simplemente sentarme a sus pies —o leer la Biblia— toda la tarde, y sentir su plenitud desbordarse.

¿Por qué es que esta plenitud tiene tal impacto en mí, y por qué hasta este momento sigue constantemente teniendo un impacto en mí? En parte, porque…

…Aquel de quien cuya plenitud estoy siendo saturado por la gracia es el Verbo que estaba con Dios y que era Dios (Juan 1:1-2), de manera que su plenitud es la plenitud de Dios: una plenitud divina, una plenitud infinita;*

… este Verbo se hizo carne y fue uno de nosotros y nos perseguía con su plenitud: es una plenitud accesible;*

…cuando este Verbo apareció en forma humana, su gloria fue vista: su plenitud es gloriosa;*

… este Verbo era «el unigénito del Padre», de esa manera la plenitud divina estaba siendo mediada para nosotros no solamente de parte de Dios sino a través de Dios: Dios no envió a un ángel sino a su Hijo único para impartir su plenitud;*

… la plenitud del Hijo es una plenitud de gracia: no me ahogaré en esta plenitud sino que seré bendito por esta plenitud en todo sentido;*

… esta plenitud no es solo una plenitud de gracia sino también de verdad: no estoy siendo lleno de gracia con halagos que hacen caso omiso de la verdad; esta gracia tiene sus raíces en la realidad de una roca sólida.*


Devocional tomado del articulo “From His Fullness We Have All Received Grace upon Grace”

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Éxodo 5 | Lucas 8 | Job 22 | 1 Corintios 9

22 FEBRERO

Éxodo 5 | Lucas 8 | Job 22 | 1 Corintios 9

1 Corintios 9:19–23 es uno de los pasajes más reveladores del Nuevo Testamento en cuanto a la visión de la ley por parte de Pablo.

Por un lado, el apóstol afirma que, para evangelizar a los judíos, se ha vuelto como uno de ellos; concretamente, se ha vuelto como “los que viven bajo la ley”, aunque “yo mismo no vivo bajo la ley” (9:20). Así pues, aunque Pablo ciertamente se reconoce como judío de raza (véase, por ejemplo, Romanos 9:3), en este momento de su vida no se ve bajo la ley-pacto. Cuando se dispone a acometer la tarea de ganar para Cristo a sus hermanos judíos, quiere eliminar toda ofensa innecesaria, por lo que adopta la disciplina kosher; en este sentido, se vuelve como un judío, como uno que está bajo la ley.

Por otro lado, cuando se prepara para evangelizar a los gentiles, se vuelve como “los que están sin ley”. Siendo consciente de que esta postura podía entenderse como simple rebeldía, Pablo añade, entre paréntesis, que eso no significa que estuviese libre de toda ley. Todo lo contrario; el apóstol escribe: “No estoy libre de la ley de Dios sino comprometido con la ley de Cristo” (9:21).

Así pues, por un lado, Pablo no está bajo la ley; por otro, no está libre de la ley de Dios, sino que se encuentra bajo la ley de Cristo. ¿Qué significa esto?

(a) La “ley” bajo la que Pablo se ve no puede ser exactamente la misma que la Torá (el Pentateuco) o, de forma más general, las exigencias de Dios en las Escrituras del Antiguo Testamento. Es verdad que Pablo dice en otro pasaje: “Lo que importa es cumplir los mandatos de Dios” (1 Corintios 7:19). No obstante, estos no son los mandatos que encontramos en el Antiguo Testamento.

Después de todo, la línea anterior dice: “Para nada cuenta estar o no circuncidado; lo que importa es cumplir los mandatos de Dios”. El judío reflexivo respondería: “Pero la circuncisión es uno de los mandamientos de Dios”. No para Pablo: guardar los mandamientos del Señor u obedecer su ley no es, para él, lo mismo que observar la ley mosaica.

(b) Lo que obliga a Pablo y establece los límites de su flexibilidad en su afán por evangelizar tanto a judíos como a griegos es “la ley de Cristo” (9:21). Sus afirmaciones no tienen sentido si “la ley de Cristo” es exactamente idéntica a la de Dios, tal como encontramos en la Torá. Debe bajarse de su “tercera posición” (la del cristiano) para ser como un judío o un gentil.

(c) Saber cómo es la relación entre la “ley de Dios” mosaica y “la ley de Cristo” es complejo y Pablo lo vislumbra en Romanos 3:21–26 (véase la meditación del 31 de enero). Aquí es suficiente con observar que el motivo de la magnífica flexibilidad cultural de Pablo es poder “ganar a los débiles”, “a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles” (9:22).

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 53). Barcelona: Publicaciones Andamio.

La protección divina

Jueves 22 Febrero

Guárdame, oh Señor, de manos del impío; líbrame de hombres injuriosos.

Salmo 140:4

Me guardarás de la angustia; con cánticos de liberación me rodearás.

Salmo 32:7

La protección divina

Joshua, un evangelista, iba a ser ejecutado en una cárcel africana. Siempre había predicado el mensaje del amor y del perdón divino. Pero la policía secreta había informado al dictador que la iglesia crecía, y este había ordenado que el pastor fuese arrestado. Joshua sabía que los prisioneros eran torturados antes de ser ejecutados, y que muchos no soportaban los golpes. Entonces clamó al Señor: Tengo miedo, ayúdame, Señor. No tengo miedo de la muerte, sino de ser torturado antes de morir. Por favor, haz que el primer golpe sea mortal… Joshua cuenta cómo intervino Dios: «De repente vi una luz que brillaba en mi celda y escuché como una voz que me decía: No estás solo, yo estoy contigo. El temor desapareció y caí de rodillas alabando al Señor. Debí cantar muy alto, pues la puerta de mi celda se abrió y dos policías me sacaron. Pensé que el momento de mi muerte había llegado, pero continuaba cantando a mi Señor. Cuando el oficial me vio dijo a los policías: ¿Han oído cómo canta? Este hombre está totalmente loco. ¡No sirve de nada matarlo, láncenlo fuera! Un instante después estaba libre».

Este creyente experimentó lo que otros han experimentado: “El Señor guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre” (Salmo 121:8).

En la Biblia, un relato similar (Hechos 16:22-34) nos muestra cómo el guarda de una cárcel, junto con su familia, creyó en Jesús después de que dos presos cantaron himnos a Dios.

Éxodo 6 – Hechos 6 – Salmo 25:11-15 – Proverbios 10:11-12