La verdadera descripción

La verdadera descripción

3/28/2018

Me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. (1 Corintios 2:2)

Jesucristo evoca muchas imágenes en la mente de las personas. Algunas lo ven como un niñito en un pesebre: el Cristo de la Navidad. Otras lo imaginan de niño, tal vez viviendo en el hogar de un carpintero o confundiendo a los guías religiosos de Jerusalén. Muchas personas lo perciben como un compasivo y poderoso sanador que sanaba a los enfermos y resucitaba a los muertos. Aun otras lo presentan como el valeroso y apasionado predicador que enseña la Palabra de Dios a grandes multitudes. Y hay quienes lo ven como el hombre perfecto: un modelo de virtud, bondad, simpatía, interés, cuidado, ternura, perdón, sabiduría y comprensión.

Pero la imagen de Cristo que supera a todas las demás es la de Jesucristo en la cruz. Conocer a Cristo crucificado es conocerlo como el autor y consumador de su fe, la verdadera descripción de su persona y de su obra.

El sufrimiento de Cristo en la cruz es el punto central de la fe cristiana. Allí es donde se ve con más claridad su deidad, su humanidad, su obra y su sufrimiento.

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Cuando todos nos abandonan

MARZO, 28

Cuando todos nos abandonan

Devocional por John Piper

En mi primera defensa nadie estuvo a mi lado, sino que todos me abandonaron; que no se les tenga en cuenta. Pero el Señor estuvo conmigo y me fortaleció, a fin de que por mí se cumpliera cabalmente la proclamación del mensaje y que todos los gentiles oyeran. Y fui librado de la boca del león. El Señor me librará de toda obra mala y me traerá a salvo a su reino celestial. A Él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. (2 Timoteo 4:16-18)

Esta mañana me detuve a pensar en esas magníficas palabras que le rompen el corazón a uno. Pablo estaba bajo custodia en Roma. Hasta donde sabemos, no lo soltaron. Su última carta termina de esta manera.

¡Consideren esto y queden atónitos!

Él fue abandonado. Un hombre mayor, un fiel servidor en una ciudad ajena, lejos de su casa, rodeado de enemigos y en peligro de muerte. ¿Por qué? Respuesta: Para poder escribir esta oración maravillosa a nuestras almas: ¡«Pero el Señor estuvo conmigo»!

¡Oh, cuánto amo esas palabras! Cuando los amigos más cercanos nos abandonan, ¿clamamos en contra de Dios? ¿Será que nuestro dios en realidad es la gente en nuestra vida? ¿O será que esta verdad gloriosa nos llena de coraje: «Estaré con ustedes hasta el fin del mundo»? ¿Se fortalece nuestro corazón con el juramento inexorable: «Nunca te dejaré ni te desampararé»?

Entonces digamos: «¡El Señor estuvo conmigo!».

Pregunta: ¿Cuál era la amenaza en el versículo 18? Respuesta: ¡Que Pablo no llegara a salvo al reino celestial del Señor! «El Señor… me traerá a salvo a su reino celestial».

Pregunta: ¿De qué manera estaba en peligro el hecho de que Pablo alcanzara el reino celestial? Respuesta: «toda obra mala». «El Señor me librará de toda obra mala y me traerá a salvo a su reino celestial».

Pregunta: ¿Cómo puede ser que una obra mala ponga en peligro el hecho de que Pablo alcance el reino celestial? Respuesta: al tentarlo a abandonar su lealtad a Cristo por medio de la desobediencia.

Pregunta: ¿Fue esta tentación de «la boca del león» de la que él fue librado? Respuesta: Sí. «Vuestro adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quién devorar. Pero resistidle firmes en la fe».

Pregunta: ¿Entonces quién se lleva la gloria de que Pablo no cediera ante esta tentación sino que permaneciera en fe y obediencia hasta el final? Respuesta: «A Él [el Señor] sea la gloria por los siglos de los siglos».

La última pregunta: ¿Por qué? ¿No fue acaso Pablo quien se mantuvo firme? Respuesta: ¡«El Señor estuvo conmigo y me fortaleció»!


Devocional tomado del articulo “When Everyone Deserts You”

¿Es necesario hablar del sufrimiento? (2)

Respondió Job, y dijo: Muchas veces he oído cosas como estas; consoladores molestos sois todos vosotros.

Job 16:1-2

Respondió Job al Señor, y dijo… De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven.

Job 42:1, 5

¿Es necesario hablar del sufrimiento? (2)

La historia de Job es sorprendente. Por una parte Job, un hombre colmado de las bendiciones de Dios, es proyectado súbitamente en el fondo de la desgracia. Se defiende diciendo que no es culpable ante un Dios que, en apariencia, permanece insensible a su dolor. Por otra parte, su mujer lo incita a maldecir a Dios, y sus tres amigos lo agobian con discursos de una «teología» impecable, tratando de explicarle que si está sufriendo, es porque ha ofendido a Dios.

Lo único que esos discursos hacen es acusar al pobre Job, en vez de consolarlo. Pero al final del libro Dios declara que solo Job habló correctamente, mientras sus amigos, supuestos abogados de la causa divina, son descalificados. Aquí hay una lección que debemos tener en cuenta: es preciso poner freno a las palabras que se dicen con ligereza y a todos esos discursos que no comprenden ni el camino ni el objetivo del sufrimiento.

Pero el libro de Job va mucho más allá de esta advertencia. También nos enseña que el atravesar la prueba puede ser útil para el creyente, que tiene un alcance mucho mayor que nuestros razonamientos. Mientras experimentamos dolorosamente lo insoportable, Dios nos eleva por encima de nuestros pensamientos. Permite a Job que lo vea, que lo comprenda. Entonces Job reconoce su pobreza espiritual, pero su corazón está lleno del amor divino, y a partir de ese momento puede orar por los que lo habían agobiado en medio de su tristeza. Al final del libro, Job exclama dirigiéndose a Dios: “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven”.

Éxodo 40 – Hechos 27:13-44 – Salmo 37:16-22 – Proverbios 12:13-14

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