Abundante consolación

Abundante consolación

5/6/2018

De la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación. (2 Corintios 1:5)

Cuando sufrimos, Cristo está con nosotros para consolarnos en nuestra angustia. El grado hasta el cual ha experimentado el mismo sufrimiento, y aun más, es la razón de que pueda consolarnos.

La prueba de su carácter es su reacción ante los tiempos más severos de sufrimiento y persecución. Cuando el sufrimiento se vuelve demasiado intenso, lo más fácil es enojarse y culpar a Dios. Cuando la persecución se vuelve demasiado severa, lo más fácil es transigir en la fe. El reaccionar de cualquiera de esas formas hará que usted se pierda la más abundante comunión que puede tener. Es que los momentos más profundos de comunión espiritual con el Cristo vivo son resultado directo del intenso sufrimiento.

El sufrimiento siempre nos lleva a Cristo porque encontramos en Él a nuestro misericordioso Sumo Sacerdote que se compadece “de nuestras debilidades” (He. 4:15) y que “es poderoso para socorrer a los que son tentados” (2:18). Así que considere sus sufrimientos como oportunidades de ser bendecido por Cristo mientras halla consuelo en su comunión.

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Un olor fragante

Domingo 6 Mayo

Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.

Efesios 5:2

Estoy lleno, habiendo recibido… lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios.

Filipenses 4:18

Un olor fragante

Sin duda usted habrá notado la expresión repetida en los dos versículos de hoy: “olor fragante”.

En el primero, este “olor fragante” es atribuido al sacrificio que nuestro Señor Jesucristo llevó a cabo en la cruz del Gólgota. Había consagrado toda su vida a la gloria de Dios, pero eso no había sido suficiente para salvarnos; fue necesario que diese su vida para quitar nuestros pecados. Había recibido este mandamiento de su Padre (Juan 10:18), y fue obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Filipenses 2:8). “Cristo… se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios” (Hebreos 9:14). Esta obediencia y consagración absolutas son una fuente de satisfacción eterna para Dios.

El apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, empleó la misma expresión para caracterizar una ofrenda que había recibido de los cristianos de la ciudad de Filipo, en Macedonia. Obviamente, esta ayuda material era útil y reconfortaba a Pablo, prisionero en aquel momento, pero el apóstol precisa que ese donativo era para Dios un sacrificio en olor fragante.

Nuestro Dios está verdaderamente lleno de gracia y cuidados hacia sus hijos. El gesto más modesto que hagamos para él recibe el mismo calificativo que el sacrificio supremo cumplido por su Hijo. Esto debería animarnos a perseverar en las buenas obras, a ser generosos. “Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios” (Hebreos 13:16).

Isaías 50 – Marcos 8:1-21 – Salmo 53 – Proverbios 14:35©

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