El máximo esfuerzo

El máximo esfuerzo

5/10/2018

Prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. (Filipenses 3:12)

El crecimiento espiritual no es un ejercicio intermitente; debe ocupar todo el tiempo. En realidad, la palabra griega para “prosigo” se empleaba para describir a un corredor de carreras cortas, y se refiere a un enérgico esfuerzo. Pablo estaba corriendo con todas sus fuerzas, distendiendo todos los músculos espirituales a fin de ganar el premio (cp. 1 Co. 9:24-27). También dijo que debemos pelear “la buena batalla de la fe” (1 Ti. 6:12)

Esa perspectiva no estaba limitada a Pablo. El autor de Hebreos escribió: “Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” (He. 12:1).

Nuestra búsqueda vitalicia es ser semejantes a Cristo. El correr esa carrera exige el máximo esfuerzo en el uso de los medios de gracia Dios nos ha dado.

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Un pueblo para su nombre

MAYO, 10

Un pueblo para su nombre

Devocional por John Piper

Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre. (Hechos 15:14)Resulta prácticamente imposible ser exagerado respecto del lugar central que ocupa la fama de Dios a la hora de incentivar a la iglesia en su misión.

Cuando el mundo de Pedro quedó de cabeza por de la visión de los animales impuros que relata Hechos 10 y por la lección que Dios le dio acerca de evangelizar tanto a gentiles como a judíos, él regresó a Jerusalén y le dijo a los apóstoles que todo esto se debía al celo de Dios por su nombre. Lo sabemos porque Jacobo resumió el discurso de Pedro en estas palabras: «Varones hermanos, oídme. Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre» (Hechos 15:14).

No es de extrañarse que Pedro haya dicho que el propósito de Dios era reunir un pueblo para su nombre, ya que algunos años antes Jesús había tocado el corazón de Pedro dándole una lección inolvidable.

Recordemos la escena en la que, luego de que un joven rico se alejara de Jesús y se negara a seguirlo, Pedro le dijo a Jesús: «He aquí, nosotros [a diferencia de este joven rico] lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué, pues, recibiremos?» (Mateo 19:27). Jesús le respondió con una leve reprensión, con la que en efecto intentaba advertir que no existe sacrificio supremo para quienes viven por el nombre del Hijo del Hombre: «Y todo el que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos o tierras por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna» (Mateo 19:29).

La verdad es clara: Dios está persiguiendo, con gozo omnipotente, el propósito mundial de reunir de toda tribu, lengua y nación un pueblo para su nombre (Apocalipsis 5:97:9). Él tiene un entusiasmo inagotable porque su fama sea difundida entre las naciones.

Por lo tanto, cuando nuestros sentimientos entran en armonía con los suyos y, por causa de su nombre, renunciamos a ir en pos de los placeres mundanos y nos unimos a él en su propósito global, el compromiso omnipotente de Dios por su nombre nos invade y no podemos salir perdiendo, a pesar de que podamos atravesar muchas tribulaciones (Hechos 9:16Romanos 8:35-39).

Números 19 | Salmos 56–57 | Isaías 8:1–9:7 | Santiago 2

10 MAYO

Números 19 | Salmos 56–57 | Isaías 8:1–9:7 | Santiago 2

Pablo escribe: “Porque sostenemos que todos somos justificados por la fe, y no solo por las obras que la ley exige” (Romanos 3:28). Santiago dice: “¡Qué tonto eres! ¿Quieres convencerte de que la fe sin obras es estéril? […]. Como podéis ver, a una persona se la declara justa por las obras, y no solo por la fe […]. Pues como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (Santiago 2:14–26, especialmente vv. 20, 24, 26).

La contradicción formal entre Pablo y Santiago es tan llamativa que ha provocado un incesante debate a lo largo de los siglos. Muchos críticos contemporáneos, que dudan de que Dios haya hablado realmente en la Biblia, creen que los pasajes son incompatibles, y que juntos demuestran que desde el principio existieron ramas diferentes del cristianismo con interpretaciones distintivas e incluso mutuamente contradictorias. Otros piensan que el verdadero secreto que define la relación entre Pablo y Santiago reside en los distintos significados de “obras” y “hechos”.

Han surgido muchas explicaciones, pero no podemos valorarlas aquí. Sin embargo, ayudará reflexionar en los siguientes puntos:

(a) Pablo y Santiago se están enfrentando a problemas muy diferentes. Pablo está lidiando con los que dicen que las obras, sean malas o buenas, contribuyen de forma fundamental a la conversión al cristianismo (véase una de sus respuestas en Romanos 9:10–12). Su respuesta es que no lo hacen ni pueden hacerlo: la gracia de Dios únicamente se recibe por fe. Santiago lucha con los que sostienen que la fe salvadora se encuentra incluso en aquellos que simplemente afirman (por ejemplo) que hay un solo Dios (Santiago 2:19). Su respuesta es que esta fe es insuficiente; la auténtica produce buenas obras o, de lo contrario, está muerta.

(b) El asunto del orden de la secuencia está, pues, en juego. Pablo declara que las obras no pueden ayudar a una persona a ser cristiano; Santiago sostiene que el cristiano debe realizar buenas obras. No obstante, Pablo estaría de acuerdo en este punto; véase, por ejemplo, 1 Corintios 6:9–11.

(c) Pablo emplea constantemente el término “justificación”, el acto por el que Dios, en base a la obra de Cristo en la cruz, declara absueltos y justos a los pecadores culpables. Esa justificación es totalmente por gracia (Romanos 3:20; Gálatas 2:16). Santiago se centra más en la “justificación” ante los semejantes (2:18) e incluso en el juicio final. Dice que una vida cristiana auténtica debe ser una vida transformada. De nuevo, Pablo está de acuerdo: “Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo” (2 Corintios 5:10). La asignación de recompensas puede ser por gracia, porque incluso nuestras buenas obras brotan finalmente de la gracia de Dios. Por tanto, las obras no son menos necesarias.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 130). Barcelona: Publicaciones Andamio.

¿Quién es Jesús?

Jueves 10 Mayo

 Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

Juan 8:12

De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.

Juan 8:58

¿Quién es Jesús?

Esta es una pregunta fundamental para cada uno de nosotros: ¿Jesús es solo un hombre o es mucho más que un hombre? Cuando estuvo en la tierra, la gente ya se hacía esta pregunta. ¿Era el Mesías prometido, aquel que había sido anunciado por los profetas?

Cierto día unos hombres religiosos tuvieron una larga discusión con él. Todo empezó porque Jesús declaró que él era la “luz del mundo”. Después de muchos rodeos le preguntaron: “¿Tú quién eres?” (Juan 8:25). Entonces Jesús les declaró que él existía incluso antes de que Abraham naciese. ¿Cómo era posible? ¡Porque él es Dios Hijo eternamente! Antes de venir a la tierra estaba con Dios (Juan 1:1-3). Él puede decir: “Yo soy”, como Dios había dicho a Moisés: “Yo soy el que soy” (Éxodo 3:14).

Jesús existía antes de venir a la tierra. Luego participó de nuestra vida cuando estaba entre los hombres. Fue crucificado, murió, pero resucitó y ahora está en el cielo. Desde allí, como hombre y Dios a la vez, llamó al que sería el apóstol Pablo, y le dijo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues” (Hechos 9:5).

El primer mensaje del Evangelio es la proclamación de la identidad de Jesucristo a los hombres. Jesús, Dios el Hijo, vino de Dios, murió para llevar nuestros pecados, y ahora vive eternamente.

Los evangelios fueron escritos “para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:31).

Isaías 56-57 – Marcos 10:1-31 – Salmo 55:16-23 – Proverbios 15:7-8

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