Concéntrese

Concéntrese

5/11/2018

Yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante. (Filipenses 3:13)

Un atleta que corre en una carrera debe fijar los ojos en algo que está delante de él. No puede mirarse los pies o caerá de bruces. No puede distraerse con los otros corredores. Tiene que concentrarse en la meta que tiene delante.

La notable concentración de Pablo era el resultado de dos cosas. En primer lugar, optó por olvidar “lo que queda atrás”. Eso incluye las cosas buenas y las malas. Quiere decir que no debemos extendernos en las obras y las realizaciones virtuosas más de lo que debemos pensar en los pecados y fracasos pasados. Lamentablemente, muchos cristianos están tan distraídos por el pasado que no hacen ningún progreso actual.

En vez de mirar al pasado, Pablo se concentró en el futuro. Al decir “extendiéndome”, describe a un corredor que estira cada uno de sus músculos para alcanzar la meta. Para hacer eso tiene que eliminar las distracciones y concentrarse solo en la meta que tiene por delante. ¿Tiene usted esa concentración en su deseo de ser semejante a Cristo?

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Probemos el plato principal

MAYO, 11

Probemos el plato principal

Devocional por John Piper

Probad y ved que el Señor es bueno. (Salmos 34:8)

A aquellos que dicen que nunca han probado la gloria de Dios, les digo: han probado muchos de sus aperitivos.

¿Alguna vez han mirado hacia el cielo? ¿Han recibido un abrazo? ¿Se han sentado frente a un fuego cálido? ¿Han caminado por un bosque, se han sentado junto a un lago, o se han mecido en una hamaca en verano? ¿Han probado su bebida favorita en un día de calor o han comido algo sabroso?

Todo deseo es un incentivo, ya sea devoto o distorsionado, para poner la mira en la gloria del cielo.

Si dicen que no han probado la gloria de Dios, yo les digo que sí han probado los aperitivos. Ahora sigamos con el plato principal.

Han visto las sombras; ahora miremos la sustancia. Han caminado bajo los cálidos rayos de luz del día; ahora levantemos la cabeza y miremos al mismo sol. Han oído los ecos de la gloria de Dios por doquier; ahora sintonicemos nuestro corazón con la melodía original.

El mejor lugar donde podemos sintonizar nuestro corazón es la cruz de Jesucristo. «Vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Juan 1:14).

Si queremos contemplar la muestra más concentrada de la gloria de Dios, miremos a Jesús en los Evangelios, y especialmente en la cruz. Esto nos hará enfocar la mirada, sintonizar el corazón y despertar las papilas gustativas para poder ver y oír y saborear la gloria del Dios verdadero en todas partes.

Esa es la razón para la que fuimos creados. Les suplico: no desperdicien su vida. Dios nos creó para que conozcamos su gloria. Busquémosla de todo corazón y por sobre todas las cosas.

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Números 20 | Salmos 58–59 | Isaías 9:8–10:4 | Santiago 3

11 MAYO

Números 20 | Salmos 58–59 | Isaías 9:8–10:4 | Santiago 3

Isaías 9:8–10:4 vuelve al tema del juicio, pero esta vez no lo dirige contra el reino sureño de Judá (como en 5:8–25), sino contra el del norte, Israel (caracterizado como “Efraín” y “Samaria”, 9:9). El pasaje se divide en cuatro secciones, cada una de las cuales acaba con el mismo estribillo: “¡Su mano aún sigue extendida!” (9:12, 17, 21; 10:4). Estas palabras contestan a la pregunta: “¿Qué hará Dios con un pueblo que ni siquiera lo buscará en una situación de colapso social y amenazante devastación?”. Estamos viendo las primeras señales del juicio de Dios sobre la nación, pero seguía sin haber arrepentimiento. ¿Qué haría Dios entonces? La respuesta es que aunque el juicio iba intensificándose gradualmente, todavía no era suficiente. Por ello, la ira del Señor no se detiene y su mano sigue extendida. Él ya ha enviado “palabra” contra Jacob (9:8), pero no le han prestado atención; “Pero el pueblo no ha querido reconocer al que lo ha castigado; no ha buscado al Señor Todopoderoso” (9:13). Lo único que queda ya es el día “cuando debáis rendir cuentas” (10:3).

Existe otra dura progresión del pensamiento a lo largo de las cuatro secciones. Las dos primeras tienden a enfatizar la decadencia moral: “Todos ellos son impíos y malvados; sus labios profieren necedades” (9:17). La maldad quema y devora como el fuego en un bosque (9:18). Rápidamente, la sociedad se desintegra y la cultura se colapsa (9:20–10:4). Finalmente, los asirios arrasarán el reino del norte (Siria cayó ante Asiria en 732 a.C., Israel lo hizo en 722. Judá fue devastado en 701, pero no totalmente destruida, algo que harían los babilonios un siglo después).

Una vez más, esta sección de Isaías, que condena al populacho del reino norteño por su pecado excesivo y su incapacidad de reaccionar a las advertencias de Dios, carga la responsabilidad principal sobre los líderes. El Señor “cortará a Israel la cabeza y la cola… La cabeza son los ancianos y la gente de alto rango; la cola son los profetas, maestros de mentiras. Los guías de este pueblo lo han extraviado; los que se dejan guiar son confundidos” (9:14–16), “¡Ay de los que emiten decretos inicuos y publican edictos opresivos! Privan de sus derechos a los pobres, y no hacen justicia a los oprimidos de mi pueblo; hacen de las viudas su presa y saquean a los huérfanos. ¿Qué vais a hacer cuando debáis rendir cuentas, cuando llegue desde lejos la tormenta? ¿A quién acudiréis en busca de ayuda? ¿Dónde dejaréis vuestras riquezas?” (10:1–3).

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 131). Barcelona: Publicaciones Andamio.

El perfecto siervo de Dios

Viernes 11 Mayo

El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.

Mateo 20:28

Yo amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos, no saldré libre.

Éxodo 21:5

Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.

Juan 12:26

El perfecto siervo de Dios

Lea Éxodo 21:2-6

Jesucristo fue el siervo perfecto de Dios. Tomó ese lugar voluntariamente, con total abnegación: “He descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”, dijo (Juan 6:38).

Y mientras servía a Dios, también estaba entre los hombres como “el que sirve” (Lucas 22:27). Actuando así, el Hijo de Dios manifestó el verdadero amor, que halla su complacencia en servir, mientras muy a menudo los hombres quieren ser servidos.

Nuestro Señor no solo vino para servir, sino también para dar su vida. Sin su muerte, libremente consentida, hubiese podido regresar al cielo, pero hubiese permanecido solo. Es el sentido profundo de este pasaje de Éxodo 21, aclarado por esta frase del evangelio: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24). Su amor por los seres humanos y el deseo de verlos con él eternamente lo condujeron a dar su vida por ellos. Así borró los pecados de los que creen en él, y los capacitó para compartir su gloria celestial.

Los que Cristo redimió se llenan de adoración al contemplar tanta devoción, y esperan felices el día anunciado por el autor del salmo: “Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas” (Salmo 126:6).

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