No hay secreto alguno para el éxito

No hay secreto alguno para el éxito

5/23/2018

Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios. (Lucas 9:62)

Nunca he conocido a una persona influyente que haya tenido éxito en cualquier campo empresarial que no estuviera comprometida en alcanzar metas. Quienes influyen en el mundo son investigadores, competidores y ganadores, interesados más en las metas que en satisfacer sus propias necesidades. Todo lo que he aprendido acerca de la vida de grandes líderes cristianos me ha enseñado que no hay secreto alguno para el éxito.

Todos ellos hicieron el máximo esfuerzo por alcanzar metas espirituales y no les importó la satisfacción personal durante el proceso.

Es asombroso descubrir cuánto han sufrido los grandes predicadores, los teólogos y los misioneros en el proceso de alcanzar sus metas. Estaban mucho más interesados en seguir a Cristo que en su propia condición. ¿Puede usted decir lo mismo en cuanto a su propio compromiso con Cristo?

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¿De verdad Cristo lo vale?

MAYO, 23

¿De verdad Cristo lo vale?

Devocional por John Piper

Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14:26-27)

Jesús no se avergüenza ni tiene temor alguno de decirnos a la cara lo «peor», el doloroso costo de ser cristianos: aborrecer a la familia (v. 26), cargar una cruz (v. 27) y renunciar a nuestros bienes personales (v. 33). No hay letra pequeña en el pacto de la gracia. Todo está escrito en letra grande y negrita. ¡No hay gracia barata! ¡Es muy costosa! Ven, y sé mi discípulo.

Por el contrario, Satanás esconde lo peor y nos muestra solo lo mejor. Lo único que realmente importa en el trato con Satanás está en letra pequeña en la última página.

En la primera página se lee en letra grande y llamativa: «Ciertamente no moriréis» (Génesis 3:4) y «Todo esto te daré, si postrándote me adoras» (Mateo 4:9). Sin embargo, en la última página y en letra pequeña —tan pequeña que solo se puede leer bajo la lupa de las Escrituras— se lee: «Y después de disfrutar de los placeres banales, sufrirás conmigo para siempre en el infierno».

¿Por qué Jesús está dispuesto a mostrarnos lo «peor» así como lo mejor de él, mientras que Satanás solo nos muestra lo mejor de él? Matthew Henry responde: «Satanás nos muestra lo mejor que tiene, pero oculta lo peor, porque no puede compensar lo peor con lo mejor; sin embargo Cristo lo compensará de manera abundante».

El llamado de Jesús no es solo un llamado al sufrimiento y la abnegación; en primer lugar es la invitación a un banquete. Esto es lo que nos enseña la parábola de Lucas 14:16-24. Jesús también promete una resurrección gloriosa en la que todas las pérdidas de esta vida serán recompensadas (Lucas 14:14). También nos dice que nos ayudará a soportar las pruebas (Lucas 22:32) y que nos dará el Espíritu Santo (Lucas 11:13). Promete que incluso si nos matan por causa del reino, «ni un cabello de [nuestra] cabeza perecerá» (Lucas 21:18).

Esto significa que cuando nos sentemos a calcular los costos de seguir a Jesús —cuando pongamos en la balanza lo «peor» y lo «mejor»— llegaremos a la conclusión de que lo vale. Él es absolutamente digno (véase Romanos 8:18).

No sucede lo mismo con Satanás. El pan robado es sabroso, pero luego la boca se llena de grava (véase Proverbios 20:17).

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Números 32 | Salmo 77 | Isaías 24 | 1 Juan 2

23 MAYO

Números 32 | Salmo 77 | Isaías 24 | 1 Juan 2

El pasaje de Isaías 24–27, que culmina la larga sección de los capítulos 13–27, es llamado en ocasiones “el apocalipsis de Isaías”. Aquí, el profeta pasa de los oráculos contra determinadas naciones a un apocalipsis (una “revelación) relativa al mundo entero. El pensamiento no es tanto secuencial o literalista, sino una serie de imágenes provocadoras que cuentan su propia historia. Isaías 24 describe principalmente la devastación que debe caer sobre toda la tierra. Le siguen tres capítulos de cánticos, e incluso festejos, ofrecidos con gozo al Señor por su triunfo final e irrefutable.

La mayor parte del capítulo 24 se ocupa de la devastación total del juicio final, de su rigurosidad y terror. En una serie de imágenes impactantes, las ciudades quedan asoladas (24:10), las viñas sin fruto (24:13), el terror y las trampas surgen por todas partes (24:18), y toda la tierra está quebrantada mientras los cielos derraman diluvios cataclísmicos (24:18–19), o, como alternativa, en una mezcla de metáforas, la tierra se marchita a causa de una terrible sequía (24:4). No obstante, hay dos subtemas que también captan la atención del lector.

Primero: “La tierra yace profanada, pisoteada por sus habitantes, porque han desobedecido las leyes, han violado los estatutos, han quebrantado el pacto eterno. Por eso una maldición consume la tierra, y los culpables son sus habitantes. Por eso el fuego los consume, y solo quedan unos cuantos” (24:5–6). Probablemente, la referencia a un “pacto” sea relativa al que Dios estableció con Noé y sus descendientes tras el diluvio (Génesis 9:8–17), lo cual repite la estructura de obligaciones procedente de la propia creación. De ser así, las “leyes” y “estatutos” que se han violado son los modelos fundamentales de conducta correcta implícitos y en ocasiones estipulados en un universo en el que Dios es absolutamente central y donde los seres humanos, los creados a su imagen, están adecuada y tiernamente relacionados con él. La triste realidad es que “han quebrantado el pacto eterno” (24:5). Esta terrible ruptura ha atraído la justa maldición de Dios (24:6). La visión apocalíptica del juicio final en este capítulo es la consecuencia.

Segundo: en este capítulo, la gloria que acompaña al juicio, o que espera sobre él, rompe en dos ocasiones las implacables tinieblas. En 24:14–16a, Isaías menciona personas que vienen de oriente y occidente, proclamando la majestad del Señor, levantando su voz en gozosa alabanza, cantando “¡Gloria al Justo!” desde los confines de la tierra, algo que señala simultáneamente que el juicio ha acabado y que Dios ha sido justo al dispensarlo. El último versículo del capítulo (v. 23) es como un preludio de la visión final de la Biblia. La gloria definitiva de la nueva Jerusalén es tan brillante que no se necesita sol: “La gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (Apocalipsis 21:23).

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 143). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Tres objetivos

Miércoles 23 Mayo

Qué pide el Señor de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia (bondad), y humillarte ante tu Dios.

Miqueas 6:8

Tres objetivos

Amigos cristianos, Dios conoce las disposiciones interiores de cada uno de nosotros. A través del profeta Miqueas nos indica tres maneras de orientar nuestra vida para agradarle.

–Hacer justicia: Significa ser recto en nuestras palabras, actitudes y relaciones con los demás. Esta rectitud se nota rápido en un mundo impregnado de mentira e hipocresía. Es la base de todo testimonio cristiano. Muestra uno de los caracteres de Dios.

–Amar misericordia: “De mañana sácianos de tu misericordia, y cantaremos y nos alegraremos” (Salmo 90:14). Dios es la fuente de la misericordia, de la bondad, y Jesús es su perfecta expresión. Esa bondad nos conduce a buscar el bien de los que nos rodean y a responder a sus necesidades espirituales, afectivas o materiales, sin dejarnos desanimar por la indiferencia o el menosprecio.

–Humillarte ante tu Dios (o “andar humildemente con tu Dios”): Los dos primeros puntos conciernen a nuestras relaciones con nuestros semejantes, y este último a nuestra actitud hacia Dios. Él es nuestro Creador, nuestro Dios Salvador. Él es quien nos sostiene en nuestra vida cristiana. Si reconocemos que absolutamente todo lo debemos a Dios, permanecemos humildes ante él y contamos con su ayuda para hacer su voluntad cada día.

Solo hubo Uno que respondió perfectamente a lo que Dios esperaba del hombre, Jesús nuestro Señor. Dios le dijo desde el cielo: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” (Marcos 1:11).

¡Él desea que lo sigamos y lo imitemos!

Levítico 4 – Romanos 1 – Salmo 62:5-8 – Proverbios 15:33©

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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