El amor fraternal

El amor fraternal

7/11/2018

Amaos los unos a los otros con amor fraternal. (Romanos 12:10)

El amor fraternal revela el carácter de los cristianos. Por eso Pablo les recuerda a los creyentes que pongan en práctica esa virtud: “Acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros” (1 Ts. 4:9).

El verdadero discípulo de Jesucristo intuitivamente sabe que debe amar a sus hermanos y hermanas en Cristo. Como tienen el mismo Padre celestial, el amor entre los creyentes es tan normal como el afecto entre los miembros de una familia. Si es un verdadero discípulo, tal amor será verdaderamente suyo.

Experimentamos al Espíritu Santo por la fe

JULIO, 11

Experimentamos al Espíritu Santo por la fe

Devocional por John Piper

Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. (Gálatas 5:25)

El Espíritu vino a nosotros por primera vez cuando creímos en las promesas de Dios, compradas por sangre. Y el Espíritu continúa viniendo a nosotros y obrando en nosotros por este mismo medio.

Pablo hace una pregunta retórica: «Aquel, pues, que os suministra el Espíritu y hace milagros entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley o por el oír con fe?» (Gálatas 3:5). La respuesta: «por el oír con fe».

Por lo tanto, el Espíritu vino la primera vez, y continúa siendo suministrado, por el canal de la fe. Lo que él produce en nosotros es por medio de la fe.

Si ustedes son como yo, de tiempo en tiempo tienen un ardiente deseo de ver la obra maravillosa del Espíritu Santo en su vida. Puede que clamen a Dios por la llenura del Espíritu en su vida, o en su familia, o la iglesia o ciudad. Esos clamores son buenos y correctos. Jesús dijo: «¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?» (Lucas 11:13).

Pero lo que he encontrado con más frecuencia en mi vida es que no consigo abrirme totalmente a la obra del Espíritu, creyendo en las promesas de Dios. No me refiero meramente a la promesa de que el Espíritu vendrá cuando lo pidamos. Me refiero a todas las otras preciosas promesas que no son directamente acerca del Espíritu sino quizá acerca de la provisión de Dios para el futuro; por ejemplo: «mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Filipenses 4:19).

Esto es lo que falta en la experiencia de tantos cristianos que buscan el poder del Espíritu en su vida. El Espí?ritu nos es dado «por el oír con fe» (Gálatas 3:5) —no solo por la fe en una o dos promesas acerca del Espí?ritu en sí, sino por las promesas acerca de la presencia de Dios, que satisface nuestra alma, en el futuro—.


Devocional tomado del libro “Future Grace” (Gracia Venidera), página 280

Todos los derechos reservados ©2017 Soldados de Jesucristo y DesiringGod.org

Josué 14–15 | Salmos 146–147 | Jeremías 7 | Mateo 21

11 JULIO

Josué 14–15 | Salmos 146–147 | Jeremías 7 | Mateo 21

Este discurso del templo (Jeremías 7), dirigido en prosa a las personas que pasaban por las puertas “para adorar al SEÑOR” (7:2), es famoso por su gran insistencia en que ningún ritual, institución o edificio puede proteger a los culpables de la ira de Dios. Pensar de otra forma es caer en una ridícula superstición. Destacamos algunas notas:

(1) La simple recitación repetitiva de temas piadosos como “el templo del Señor” o “Jesús es el Señor” no sirve para nada. Dios exige renovación moral, repudiar a los dioses falsos, justicia y generosidad (7:6–8). El derramamiento de sangre inocente (7:6) puede referirse a ejecuciones judiciales, porque sabemos que se llevaron a cabo (26:23, bajo Joacim).

(2) Lo más ofensivo sobre todas las cosas es la hipocresía total. El pueblo robaba, asesinaba, cometía adulterio y perjurio, ofreciendo su adoración a dioses falsos, y después participaba en la adoración del templo, pidiendo refugio como si las murallas del templo pudiesen salvarlos del juicio del Señor (7:9–11). Cuando leemos las estadísticas modernas sobre robos (p. ej., defraudar en los impuestos) y adulterio, tanto fuera de la iglesia como dentro de ella, es difícil creer que nos encontremos una situación demasiado diferente. Puede que no reivindiquemos el santuario del recinto del templo, pero de alguna forma creemos que nuestro mínima observancia cristiana significa que seguimos siendo “buenas personas” y que, por tanto, estamos a salvo del juicio que cae sobre las demás naciones.

(3) Puede llegar el día, como ocurrió en la época de Jeremías, en que la oración intercesora en favor de esas personas esté prohibida por el propio Dios (7:16). Es lo mismo que decir que es demasiado tarde.

(4) Incluso así, Dios quiere que Jeremías diga todas estas cosas al pueblo. Quizás lo extremo de la amenaza dará lugar a la reflexión y alentará al arrepentimiento, pero no: “Tú les dirás todas estas cosas, pero no te escucharán. Los llamarás, pero no re responderán. Entonces les dirás: ‘Esta es la nación que no ha obedecido la voz del Señor su Dios, ni ha aceptado su corrección. La verdad ha muerto, ha sido arrancada de su boca’ ”. Aunque se escribió para describir a los habitantes de Judá en el siglo VI a. C., es difícil imaginar otro pasaje que refleje con más precisión la cultura occidental, incluyendo gran parte de la iglesia. De hecho, en la actualidad “la verdad ha muerto”, no solo en el sentido de que la integridad se encuentre en horas bajas, sino como consecuencia de las sensibilidades posmodernas que encuentran complicado ver de qué va todo esta cuestión: dicha cuestión es ¿Todos estos llamamientos al arrepentimiento están motivados por presiones sociológicas, o por un Ser divino que dice realmente la verdad objetiva?. Si lo primero es cierto, nos estamos precipitando hacia la perdición.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 192). Barcelona: Publicaciones Andamio.

“Más bienaventurado es dar que recibir”

Miércoles 11 Julio

Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.

Romanos 5:8

Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.

1 Juan 4:19

Amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro.

1 Pedro 1:22

“Más bienaventurado es dar que recibir”

Un día un cristiano se quejaba de no recibir amor fraternal en su congregación. Su interlocutor le respondió: ¡Amigo mío, primero ofrece tú ese amor a los otros! ¡Si crees que va a brotar por sí solo, tendrás que seguir esperando mucho tiempo!

Comprendemos perfectamente el sentido de esta respuesta. ¡A menudo esperamos mucho de los demás, sin pensar en nuestros propios deberes hacia ellos! Felizmente Dios no obra así respecto a nosotros. Él nos amó cuando nosotros, pecadores y enemigos suyos, estábamos aún sin fuerzas para acercarnos a él (Romanos 5:6-10). Jesús, clavado en una cruz e injuriado por la multitud, rogó a su Padre: “Perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).

¡Que él sea nuestro modelo! Seamos los primeros en manifestar amor a quienes nos rodean, incluso en situaciones difíciles o cuando nos sentimos agredidos o ignorados: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35). Esto es imprescindible para hacer emanar del corazón de nuestro hermano o hermana esta agua abundante que también nos refrescará a nosotros.

E incluso si no tuviese ningún efecto, ¡no nos desanimemos! Nuestro Salvador nos exhorta a amar, y somos responsables ante él. El apóstol Pablo lo comprendió bien, y expresó: “Yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos” (2 Corintios 12:15).

Números 21 – Lucas 2:21-52 – Salmo 81:11-16 – Proverbios 19:7-8©

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch