Muestre diligencia

Muestre diligencia

7/13/2018

En lo que requiere diligencia, no perezosos. (Romanos 12:11)

La diligencia se aplica a todo lo que usted hace en su vida cristiana. Cualquier cosa que se haga en el servicio del Señor es digna de entusiasmo y
cuidado.

Jesús sabía que su tiempo de ministerio terrenal era limitado y que tenía que aprovechar cualquier oportunidad para servir a su Padre celestial. También nosotros tenemos que hacer “las obras… entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar” (Jn. 9:4). Y otros cristianos sin duda apreciaran nuestras diligentes buenas obras, como exhortó Pablo: “Hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gá. 6:10).

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¿Qué nos mueve a ministrar a otros?

JULIO, 13

¿Qué nos mueve a ministrar a otros?

Devocional por John Piper

Porque el que siembra para su propia carne, de la carne segará corrupción, pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. (Gálatas 6:8)

La fe tiene un apetito insaciable por experimentar la gracia de Dios tanto como pueda. Es por eso que la fe nos empuja hacia el río donde la gracia de Dios fluye más libremente, es decir, el río del amor.

¿Qué otra fuerza nos moverá de nuestras salas de contentamiento para cargar sobre nosotros las inconveniencias y los sufrimientos que el amor requiere?

¿Qué nos impulsará…

  • · a saludar a desconocidos cuando nos sintamos tímidos?
  • · a buscar a un enemigo y pedirle la reconciliación cuando nos sentamos indignados?
  • · a diezmar si jamás lo habíamos intentado?
  • · a hablarle a nuestros colegas de Cristo?
  • · a invitar a nuestros nuevos vecinos a un estudio bíblico?
  • · a cruzar culturas con el evangelio?
  • · a crear un nuevo ministerio para los alcohólicos?
  • · a pasar toda una tarde manejando una camioneta?
  • · a invertir una mañana orando por renovación?

Ninguno de estos actos costosos del amor ocurre de la nada. Son impulsados por un nuevo apetito: el anhelo de la fe por la experiencia más completa de la gracia de Dios.

La fe ama depender de Dios y verlo obrar milagros en nosotros. Por esto, la fe nos impulsa hacia la corriente donde el poder de la gracia venidera de Dios fluye más libremente: la corriente del amor.

Creo que Pablo se refería a esto cuando dijo que debemos «[sembrar] para el Espíritu» (Gálatas 6:8). Por fe, debemos plantar las semillas de nuestra energía en los surcos donde sabemos que el Espíritu está obrando para producir fruto: los surcos del amor.


Devocional tomado del libro “Future Grace” (Gracia Venidera), páginas 283-284

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Josué 18–19 | Salmos 149–150 | Jeremías 9 | Mateo 23

13 JULIO

Josué 18–19 | Salmos 149–150 | Jeremías 9 | Mateo 23

Una vez más, Jeremías abunda en algunos de los temas que ya ha introducido (Jeremías 9). Por ejemplo, los dos últimos versículos hablan de la circuncisión verdadera y de la falsa (cp. 4:4). Sin embargo, también explora una nueva faceta del pecado del pueblo (9:23–24). Nos detendremos en cuatro elementos presentes en estos versículos:

Primero, la raíz de muchos pecados es la engreída autosuficiencia que les lleva a jactarse de su propia sabiduría, fuerza o riqueza (9:23) Esa es una señal de perdición. Se centra en el ego. Peor aún, no es capaz de reconocer que todo lo que tenemos (y de lo que alardeamos) procede de fuentes externas: no escogemos nuestros genes, padres o legado; todo lo que tenemos lo hemos conseguido en función de los demás, de la salud, de regalos, de apoyos y situaciones, mil factores sobre los que tenemos muy poco control y que, a este lado de la Caída, no tenemos derecho a reclamar. Lo peor de todo es que las personas engreídas y autosuficientes no dan lugar a las prioridades al margen de ellos mismos; no dejan espacio a Dios, porque ellos son su propio dios.

Segundo, no hay nada más importante para los seres humanos en el universo que conocer al Señor (9:24a). Él es Dios, no nosotros; él es el Creador, no nosotros; él reina en su providencia, no nosotros. Él existe por sí mismo y dependemos de él. Él mora en la eternidad, mientras nosotros estamos limitados en nuestro pequeño segmento del tiempo. Él es totalmente santo y glorioso, nosotros estamos tremendamente contaminados por lo impuro y sometidos al juicio. Sin embargo, ¡podemos conocer al Señor! Esto es lo único de lo que verdaderamente podemos “jactarnos”. ¿Dudaremos de ello dentro de doscientos o dos billones de años?

Tercero, aquel al que conocemos es Jehová, que actúa “en la tierra con amor, con derecho y justicia” (9:24b). “Amor” es el del pacto, su misericordia, vinculada a su total fiabilidad, una virtud que contrasta asombrosamente con la volubilidad del pueblo que se rebela contra él.

Cuarto, Pablo entiende que estos versículos se pueden aplicar de forma universal cuando hace alusión a ellos y los cita en parte en 1 Corintios 1:26–31: “No sois muchos de vosotros sabios, según criterios meramente humanos; ni sois muchos poderosos, ni muchos de noble cuna”, el tipo de cosas de las que alardeaban los corintios. Encontramos el concepto “sabios/sabiduría” en ambos contextos; Pablo no interpreta “poderosos” en términos de fuerza física, sino de influencia política y social; los de “noble cuna” son los ricos, pues en el mundo preindustrial ambas cosas iban de la mano. Sin embargo, si nuestra verdadera sabiduría está en Cristo, “es decir, nuestra justificación, santificación y redención” (1 Co. 1:30), entonces, “si alguien ha de gloriarse, que se gloríe en el Señor” (1:31).

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 194). Barcelona: Publicaciones Andamio.

La esclavitud (1)

Viernes 13 Julio

En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia.

Efesios 1:7

Si vosotros permaneciereis en mi palabra… conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

Juan 8:31-32

La esclavitud (1)

Harriet Beecher-Stowe nació en Estados Unidos en 1811 y quedó huérfana desde muy joven. Cuando tenía veinte años se fue a vivir en Ohio; allí se casó, y luego tuvo la inmensa tristeza de perder un hijo a causa del cólera. Pidió al Señor que permitiese que esa prueba la hiciera capaz de hacer el bien a otros.

En esa época el país estaba dividido entre los partidarios de la esclavitud y los que, como ella y su familia, la denunciaban. Como su casa estaba ubicada en la vía que conducía a la libertad, hacia Canadá, Harriet tuvo la oportunidad de alojar a varios fugitivos. Indignada por el tráfico de esclavos y sus condiciones de vida inhumanas, escribió varios artículos en un periódico, luego dedicó un libro a esta causa: «La cabaña del tío Tom». Esta obra, que describe con realismo la triste condición de los esclavos, tuvo gran éxito en el año 1852.

Cuando los esclavos lograban llegar a Canadá, eran libres, y sus amos ya no podían hacer valer ningún derecho sobre ellos.

Todos los hombres, conscientes o no, son esclavos de sus deseos, e incluso del diablo. Pero el que cree en el Señor Jesús halla la libertad, porque Jesús lo redimió al precio de su sangre vertida en la cruz.

¡Nos compró para él! Por gracia estamos libres de aquel que nos tenía cautivos. ¡Somos realmente libres! Aún más, pertenecemos a Cristo quien nos amó, ¡pertenecemos a nuestro poderoso Redentor!

Números 23 – Lucas 4:1-15 – Salmo 83:1-8 – Proverbios 19:11-12

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