Compartir la tristeza de los demás

Compartir la tristeza de los demás

7/22/2018

Llorad con los que lloran. (Romanos 12:15)

Dios quiere que sea sensible ante las tristezas o dificultades de los demás. Eso es compasión, que por definición va más allá del deber de solidarizarse o simpatizar con alguien. Quiere decir en realidad entrar en el sufrimiento ajeno.

Dios es un Dios compasivo (Dt. 4:31), tanto que la Biblia dice que “nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana” (Lm. 3:22-23). El Hijo de Dios era genuinamente compasivo, mostrando la compasión del Padre cuando lloró con María y Marta ante el sepulcro de su hermano Lázaro (Jn. 11:35).

Si usted es hijo de Dios, ¿cómo puede menos que demostrar el carácter compasivo de su Señor? “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia” (Col. 3:12).

DERECHOS DE AUTOR © 2018 Gracia a Vosotros
Usted podrá reproducir este contenido de Gracia a Vosotros sin fines comerciales de acuerdo con la política de Derechos de Autor de Gracia a Vosotros. Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org

Predicarnos a nosotros mismos

JULIO, 22

Predicarnos a nosotros mismos

Devocional por John Piper

¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez. ¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios! (Salmos 42:11)

Debemos aprender a pelear contra el desánimo. Es una batalla que peleamos por la fe en la gracia venidera. Se pelea predicándonos verdad, a nosotros mismos, acerca de Dios y el futuro que él nos promete.

Eso es lo que hace el salmista en el Salmo 42: le predica a su alma angustiada, se regaña a sí mismo y discute consigo mismo. Y su argumento principal es la gracia venidera: «¡Espera en Dios! Confía en lo que Dios será para ti en el futuro. El día de la alabanza está por llegar. La presencia del Señor será toda la ayuda que necesites. Y él ha prometido estar con nosotros para siempre».

Martyn Lloyd-Jones, el predicador inglés del siglo XX, creía que esta cuestión de predicarnos a nosotros mismos la verdad acerca de la gracia venidera de Dios es crucial para superar la depresión espiritual.

¿Se dan cuenta de que la mayor parte de la infelicidad en la vida se debe al hecho de que nos escuchamos a nosotros mismos en lugar de hablarnos a nosotros mismos? Tomen esos pensamientos que llegan a ustedes al momento en que se levantan a la mañana. Nosotros no los originamos, pero comienzan a hablarnos, nos traen a memoria nuevamente los problemas de ayer, etc. Alguien está hablando… ¡nuestro propio ser nos está hablando!

La batalla contra el desánimo es una batalla por creer las promesas de Dios; y esa fe en la gracia venidera de Dios viene al oír la Palabra. Por eso, predicarnos a nosotros mismos es esencial para la batalla.


Devocional tomado del libro “Future Grace” (Gracia Venidera), página 305

Jueces 5 | Hechos 9 | Jeremías 18 | Marcos 4

22 JULIO

Jueces 5 | Hechos 9 | Jeremías 18 | Marcos 4

La imagen del alfarero y el barro (Jeremías 18) se repite en las Escrituras (p. ej., Romanos 9:19ss.). Cada uno de estos pasajes se centra en detalles ligeramente diferentes, aunque todos ellos hacen hincapié en la influencia soberana de Dios sobre las personas, que se comparan con el barro. Podemos clarificar los puntos principales con las siguientes observaciones:

(1) El torno del alfarero era muy común en el antiguo Oriente Próximo, no tanto como artículo de ocio, sino como elemento esencial en la manufactura de vasijas y recipientes, útiles para la vida cotidiana y al mismo tiempo decorativos. La palabra torno se encuentra en forma dual en hebreo: dos piedras circulares se encajaban en un eje vertical; el alfarero giraba la inferior con el pie mientras la superior servía como plataforma para el trabajo.

(2) Frecuentemente, cuando se daba forma a un recipiente, aparecía algún defecto en el tamaño, en la forma, en la textura de la arcilla o en la presencia de algún contaminante. Entonces, el alfarero reducía su obra a una masa amorfa y comenzaba de nuevo. No tiene sentido preguntar si el alfarero es responsable del defecto. Por supuesto, en el mundo real de la alfarería, puede serlo o puede estar utilizando el procedimiento de prueba y error. No decimos que el propio barro tenga algún tipo de responsabilidad moral en el resultado final. Sin embargo, el sentido de esta extendida metáfora no es asignar la culpa por el defecto: ese es otro asunto. Tratar de interpretar así esta lección es reducir esta imagen a lo más básico. Además, en el contexto más amplio del capítulo, es decir, fuera del mundo de la metáfora, Dios hace responsable al pueblo de Israel por el comportamiento que está dando lugar a este juicio (p. ej., 18:13–15).

(3) ¿Cuál es entonces el sentido de esta imagen? Quizás haya dos. Primero, Dios tiene el derecho de destruir su vasija y comenzar de nuevo. Sea cual sea la causa de los defectos, tiene la misma potestad que el alfarero para reducir su obra a la nada y comenzar de nuevo. En otras palabras, las personas no son en absoluto tan autónomas ni tan capaces de autodeterminarse como creen, lo cual significa que su conducta y desobediencia presentes son ingredientes para un desastre absoluto. Segundo, del mismo modo que un alfarero competente puede empezar de nuevo porque no esté satisfecho con la forma en que se está desarrollando su obra, Dios comienza otra vez porque no le agrada cómo está evolucionando el pueblo de su pacto. ¿Son los modelos de Dios inferiores a los del alfarero de la aldea?

Dios tiene el derecho y los modelos. ¿Tiene sentido oponerse a él?

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 203). Barcelona: Publicaciones Andamio.

¿A cuál de los dos queréis?

Domingo 22 Julio

Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea crucificado!

Mateo 27:22

Vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, y matasteis al Autor de la vida.

Hechos 3:14-15

¿A cuál de los dos queréis?

En el juicio contra Jesús, Pilato el gobernador romano propuso al pueblo de Jerusalén elegir entre dos hombres. Se los presentó y les preguntó a cuál de los dos querían soltar.

El primero se llamaba Barrabás, un famoso asesino que había fomentado un motín. Era del mismo linaje de los que querían matar a Jesús, quien les había dicho: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo… Él ha sido homicida desde el principio” (Juan 8:44).

El otro era Jesús, el Hijo de Dios (Juan 1:18). El evangelista precisa que Jesús es la fuente de la vida (Juan 1:4) y afirma: “Este es el verdadero Dios, y la vida eterna” (1 Juan 5:20). Jesús mismo dijo: “Yo soy la resurrección y la vida”.

Ante esta elección, “todos dieron voces de nuevo, diciendo: No a este, sino a Barrabás” (Juan 18:40). Entonces soltaron a Barrabás y crucificaron a Jesús. Hoy, ¿hubiésemos hecho una elección diferente?

Esta decisión pone en evidencia, de una manera solemne, el estado moral de la humanidad. Lo que vemos en el mundo actual tristemente confirma que quien lo dirige es Satanás, “el homicida”.

Sin embargo, esta constatación no debe desesperarnos, pues las consecuencias de la muerte de Jesús en la cruz son incalculables. Al permitir que su Hijo fuese crucificado, Dios tenía en vista la salvación de la humanidad culpable. ¡Jesús murió, pero también resucitó! Y a toda persona que cree en él, Dios le da la vida eterna.

Números 31:21-54 – Lucas 8:26-56 – Salmo 86:14-17 – Proverbios 19:28-29

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch