La casa sobre la arena

La casa sobre la arena

8/28/2018

Cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena. (Mateo 7:26)

La casa edificada sobre la arena simboliza una vida espiritual edificada sobre el fundamento de las opiniones, las actitudes y las voluntades humanas, que siempre son cambiantes e inestables. Si edifica su vida sobre ese fundamento, la está edificando sobre la obstinación, la autosuficiencia, la justicia propia, los propósitos egoístas y la realización de los propios deseos. Si escoge cimientos arenosos, su vida se fundamentará en falsas enseñanzas y no alcanzará la salvación; “siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad” (2 Ti. 3:7).

No sea como el que superficial y descuidadamente escoge una sección de la arena del mundo para edificar sobre ella su esperanza. Más bien preocúpese por la profundidad de la recompensa espiritual que resulta de considerar sabiamente y escoger con cuidado el sólido cimiento de Dios.

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Perdonados por amor al nombre de Jesús

AGOSTO, 28

Perdonados por amor al nombre de Jesús

Devocional por John Piper

Oh Señor, por amor de tu nombre, perdona mi iniquidad, porque es grande. (Salmos 25:11)

La justicia de Dios es el infinito celo y gozo y placer que él tiene en lo que es supremamente valioso, es decir, en su propia perfección y valor. Si en algún momento Dios decidiera actuar en contra de esta pasión eterna por su propia perfección, él sería injusto, sería un idólatra.

¿Cómo puede un Dios tan justo tener algún tipo de afecto por pecadores como nosotros que menospreciaron su perfección? La maravilla del evangelio es que en esta justicia divina también se encuentra el fundamento mismo de nuestra salvación.

La infinita estima que el Padre tiene por el Hijo hace posible que alguien como yo, un vil pecador, sea amado y acepto en el Hijo, porque en su muerte Jesús vindicó el valor y la gloria de su Padre.

Ahora yo podría orar con un nuevo entendimiento junto al salmista: «Oh Señor, por amor de tu nombre, perdona mi iniquidad, porque es grande» (Salmos 25:11). El nuevo entendimiento consiste en que Jesús ha sido la expiación por nuestro pecado y ha reivindicado el honor del Padre, por lo cual nuestros pecados son perdonados «por su nombre» (1 Juan 2:12).

El deleite infinito del Padre en sus propias perfecciones es la fuente de nuestro gozo eterno. El hecho de que el deleite de Dios en su Hijo sea deleite en sí mismo no es vanidad. Es el evangelio.


Devocional tomado del libro “Los Deleites de Dios”, páginas 43-44

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1 Samuel 20 | 1 Corintios 2 | Lamentaciones 5 | Salmo 36

28 AGOSTO

1 Samuel 20 | 1 Corintios 2 | Lamentaciones 5 | Salmo 36

En esta era de la información, muchos de nosotros hemos aprendido a ser lo más breves posible. Mi supervisor en el doctorado me ayudó mucho en este ámbito: aunque mi prosa sigue siendo demasiado dispersa, la concisión y precisión adquiridas deben mucho a su concienzuda corrección de mi trabajo hace un cuarto de siglo. Los directores eficientes aprenden a ser breves; los programadores informáticos son más valorados cuanto más cortos sean los códigos escritos que introducen en las máquinas. Hay muy pocos autores contemporáneos que se atrevan con libros largos y enmarañados, y los editores suelen acortarlos.

No obstante, aquí estamos, leyendo tranquilamente Isaías, Jeremías, Lamentaciones, con Ezequiel por delante, y nos encontramos dando vueltas, una y otra vez, alrededor de los mismos temas: el pecado en la comunidad del pacto; la amenaza del juicio; el mismo llevado a cabo, primero contra las tribus del norte, y después contra Judá. Reconocemos las sutiles diferencias, por supuesto: histórico, apocalíptico, oráculo, lamento, oraciones. Aquí en Lamentaciones 5, la quinta endecha se expresa en forma de larga oración: “Recuerda, Señor, lo que nos ha sucedido; ten en cuenta nuestro oprobio” (5:1). Sin embargo, ¿no nos hemos dicho más de una vez: “Sé que esto es la Palabra de Dios, y sé que es importante, pero creo que ahora comprendo algo de la historia y de la teología del exilio? ¿Por qué no centrarnos en otra cosa?”. Vivimos en una época dominada por la información, queremos brevedad, y en ocasiones la Biblia parece terriblemente discursiva. Así pues, leemos otro capítulo lo más rápidamente posible porque ya “sabemos” todo esto.

Ahí radica parte del problema. Leamos este capítulo de nuevo, despacio, concienzudamente. Está claro que tiene relación con el Israel seis siglos anterior a Cristo, con la destrucción de sus ciudades, su tierra y su templo, con el inicio del exilio. Sin embargo, prestemos atención a la profundidad y la persistencia de las súplicas, al arrepentimiento, al compromiso personal con Dios, a la conciencia cultural, al reconocimiento de la soberanía y la justicia de Dios, al profundo sentimiento de que el pueblo debe volver al Señor si el retorno a la tierra es posible, por no hablar de su significado (5:21). Después, comparemos esto con las ramas del confesionalismo cristiano con las que estemos más familiarizados. En días de decadencia cultural, degradación moral y deterioro eclesiástico a gran escala, ¿son nuestras oraciones como las de Lamentaciones 5? ¿Han ardido en nuestra mente y nuestro corazón los temas de los profetas mayores hasta el punto de que nuestro anhelo es estar junto al Dios viviente? ¿O hemos caído en el espíritu de este siglo, de forma que nos conformamos con ser ricos en información, pero pobres en sabiduría y piedad?

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 240). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Hoy, Dios todavía perdona

Martes 28 Agosto

Cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.

Santiago 2:10

Se ha manifestado la justicia de Dios… por medio de la fe en Jesucristo.

Romanos 3:21-22

Hoy, Dios todavía perdona

¿Qué esfuerzo hay que hacer, qué mérito se debe tener para ir al «paraíso», el lugar en el que Dios quiere que el hombre sea feliz después de su muerte?

Seguramente usted ha oído hablar de los diez mandamientos dados por Dios en la Biblia. Es un resumen de la Ley divina. ¿Cree que esta Ley tiene que ser escrupulosamente respetada para «ganar» el cielo? Si fuera así, ¡nadie podría entrar! Léalos atentamente y verá que hay forzosamente uno que no ha respetado… Por ello la Biblia dice que todos los hombres pecaron y no pueden ir al paraíso (lea Romanos 3:23).

Si bien es cierto que la Ley pone en evidencia nuestros pecados, la Biblia también dice: “Mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Romanos 5:20). Dicho de otra manera, como la Ley demostró que el hombre es pecador, echar mano de la gracia divina es la única solución para cada uno de nosotros. Esta gracia vio al hombre luchar (tratando de respetar la Ley, de volverse mejor para «ganar» la aprobación de Dios), lo vio agotarse haciendo vanos esfuerzos y luego hundirse por completo.

¡Mediante Jesucristo la gracia llegó hasta nosotros! Clavado en una cruz, reveló de forma admirable el misterio del amor incondicional que Dios tiene a cada ser humano. Allí, Dios hizo caer sobre su Hijo el castigo que merecían nuestros pecados. ¿Cree esto? ¡Entonces esta gracia es para usted!

Jeremías 31:1-20 – 1 Corintios 6 – Salmo 101:5-8 – Proverbios 22:8-9

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