El campeón de la Iglesia de Escocia: Juan Knox

El campeón de la Iglesia de Escocia: Juan Knox

MARTÍN LUTERO NO ESTUVO SOLO HACE 500 AÑOS. Y NO ESTÁ SOLO HOY. PARA MARCAR LOS 500 AÑOS DE LA REFORMA, DESIRING GOD PREPARÓ UNA SERIE CON UN ARTÍCULO NUEVO CADA DÍA POR EL MES DE OCTUBRE A TRAVÉS DE PERSONAJES CLAVES DE ESTE EVENTO.

A principios de los años 1500, Escocia tenía algo en común con el resto de Europa: una iglesia profundamente corrupta y espiritualmente empobrecida, con un liderazgo moralmente moribundo. Para citar un ejemplo notorio, David Beaton, cardenal y arzobispo, engendró ilegítimamente al menos catorce hijos. Demasiado para el celibato en acción. La ignorancia espiritual era tal, que George Buchanan podía afirmar que algunos sacerdotes pensaban que el Nuevo Testamento era un libro publicado recientemente por Martín Lutero.

Entra Juan Knox, y la Reforma estaba en marcha.

Nacido en Haddington, East Lothian, en un tiempo entre 1513 y 1515, Knox recibió su educación localmente y luego en la Universidad de St. Andrews. Se convirtió en sacerdote y regresó a su región natal como notario y tutor. Sabemos tan poco acerca de su conversión como sabemos sobre la de Calvino.

CAPTURA Y LIBERACIÓN

Después del martirio del protestante George Wishart en St. Andrews, Knox llegó a la ciudad con algunos de sus estudiantes jóvenes y, en 1547, se unió al grupo de reformadores que vivían en el castillo allí. Cuando Knox fue nombrado para predicar, se negó, pero fue prácticamente obligado a aceptar un llamado de la congregación del castillo para convertirse en su ministro. En cuestión de meses, sin embargo, el castillo fue asediado por barcos franceses en la Bahía de St. Andrews. Knox y otros fueron capturados, y se convirtió en un esclavo de galeras durante el próximo año y medio.

En 1549, Knox fue liberado y se dirigió a Inglaterra. Pastoreó una congregación en Berwick, pero pronto se trasladó a Newcastle. Luego se convirtió en capellán real durante los días del joven Eduardo VI, el Rey. La muerte de Eduardo en 1553 fue un duro golpe para el partido reformista en Inglaterra, lo que llevó a la entronización de María Tudor (“esa idólatra Jezabel”, fueron las palabras cuidadosamente elegidas por Knox para describirla). Knox buscó refugio en el continente.

LA VIDA EN EL CONTINENTE

Entre 1553 y 1559, Knox vivió una existencia algo nómada. Pasó algún tiempo con Calvino en Ginebra, llamándolo “la escuela más perfecta de Cristo… desde los días de los apóstoles”. A partir de entonces, aceptó un llamado para pastorear la congregación de habla inglesa en Frankfurt am Main.

Knox se casó con la inglesa Marjorie Bowes y, en 1556, regresó a Ginebra, donde pastoreó una congregación de unos doscientos refugiados. Al año siguiente, recibió una invitación urgente para regresar a Escocia: 1558 era el tiempo programado para el matrimonio de la joven María, Reina de Escocia, con el hijo mayor del Rey de Francia, un evento que parecía destinar a Escocia a un gobierno católico permanente.

Una muestra del vigor de Knox puede ser percibida en una carta que escribió ese mismo año al pueblo de Escocia, instándoles a no comprometer el evangelio. Les recordó que debían responder por sus acciones ante el tribunal de Dios:

“[Algunos dan excusas:] ‘No éramos más que simples súbditos, no repararíamos las faltas y los crímenes de nuestros gobernantes, obispos, y clérigos; pedimos la reforma, y ​​deseamos lo mismo, pero… nos vimos obligados a dar obediencia a todo lo que exigían’. Estas vanas excusas, digo, nada te servirán en la presencia de Dios”.

REGRESO A ESCOCIA

En 1559, Knox finalmente volvió a casa para comenzar su fase más importante del ministerio público como el campeón de Kirk (el término escocés para la Iglesia). A pesar de sus largas ausencias de su tierra natal, varias cosas equiparon a Knox para dirigir la Reforma allí: su nombre se asociaba con los héroes de los últimos tiempos, sus sufrimientos autenticaban su compromiso, su amplia experiencia lo había preparado para el liderazgo, y su sentido del llamado le hizo “no temer a ningún hombre”. Así, durante los siguientes trece años, Knox se entregó a la reforma de Escocia.

En el verano de 1572, Knox era una sombra de su antiguo yo, y en noviembre, estaba claro que no estaría mucho tiempo en este mundo. En la mañana del 24 de noviembre, le pidió a su segunda esposa, Margaret, que le leyera 1 Corintios 15, y alrededor de las cinco de la tarde llegó su última petición: “Lee dónde arrojé mi primera ancla” (presumiblemente en fe). Ella leyó Juan 17. Al final de la noche, Knox se había ido.

Se han dado muchas explicaciones para la influencia de Knox y la Reforma Escocesa. Sin duda había muchos factores en acción en la providencia de Dios que provocó tal renovación espiritual. Pero la convicción de Knox era ésta: “Dios dio su Espíritu Santo en gran abundancia a hombres sencillos”. En esto radica la mejor lección de su vida.


PUBLICADOR ORIGINALMENTE POR DESIRING GOD. TRADUCIDO POR LAURA CUARTAS.

El constructor prudente

29 de agosto

El constructor prudente

Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca.

Lucas 6:48

La persona que es espiritualmente sabia, que es un cristiano verdadero, edifica su vida y cumple sus tareas con cuidado, comprendiendo la grandeza y la importancia que están en juego. No se siente satisfecha con una profesión superficial de fe ni con los métodos triviales y los atajos fáciles que tan a menudo acompañan a la religión falsa.

Sabiendo que el Señor merece toda alabanza y adoración, el constructor prudente deseará darle el máximo de su esfuerzo y de su servicio diligente. Esa persona sabe que todo lo que se hace para Cristo se hace por amor, no por obligación ni por temor. Así que sirva al Señor con alegría y sea un prudente constructor en su reino.

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Seis significados de estar en Cristo

AGOSTO, 29

Seis significados de estar en Cristo

Devocional por John Piper

[Dios] nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos. (2 Timoteo 1:9)

Estar «en Cristo Jesús» es una realidad extraordinaria. El significado de estar en Cristo nos deja sin aliento. Unidos a Cristo. Atados a Cristo.

Si estamos «en Cristo», veamos lo que esto significa para nosotros:

  1. En Cristo Jesús recibimos gracia antes de que el mundo fuera creado, como lo expresa 2 Timoteo 1:9: la gracia «nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos».
  2. En Cristo Jesús fuimos escogidos por Dios antes de la creación, como lo dice Efesios 1:4: «[Dios] nos escogió en Él [Cristo] antes de la fundación del mundo».
  3. En Cristo Jesús somos amados por Dios con un amor inseparable. Romanos 8:38-39 dice: «Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro».
  4. En Cristo Jesús fuimos redimidos y todos nuestros pecados fueron perdonados, como muestra Efesios 1:7: «En Él [Cristo] tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados».
  5. En Cristo Jesús fuimos justificados delante de Dios y la justicia de Dios en Cristo nos fue conferida. Así lo expresa 2 Corintios 5:21: «Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él».
  6. En Cristo Jesús fuimos convertidos en una nueva creación y en un hijo de Dios, como dice 2 Corintios 5:17: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas». Lo mismo expresa Gálatas 3:26: «Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús».

Devocional tomado del libro “The Stupendous Reality of Being “in Christ Jesus””

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1 Samuel 21–22 | 1 Corintios 3 | Ezequiel 1 | Salmo 37

29 AGOSTO

1 Samuel 21–22 | 1 Corintios 3 | Ezequiel 1 | Salmo 37

Ezequiel era coetáneo de Jeremías. Aunque nació en una familia sacerdotal, lo apartaron del templo. En marzo de 597 a.C., lo deportaron a Babilonia, a más de mil cien kilómetros de su tierra, junto al joven rey Jeconías, la reina madre, la aristocracia y muchos de los principales sacerdotes y artesanos. Jeconías estuvo en la cárcel o bajo arresto domiciliario durante treinta y cinco años. La comunidad exiliada, empobrecida y alejada de Jerusalén y del templo, soñaba con nostalgia volver a casa y suplicaba a Dios que los rescatase. No podían concebir que en una década la ciudad fuera totalmente destruida. Trataron de asentarse en los márgenes del río Kebar, probablemente un canal de irrigación procedente del Éufrates. Allí, según Ezequiel 1, a la edad de treinta años y en el quinto de su exilio (es decir, alrededor de 593, seis años antes de la destrucción de Jerusalén), Ezequiel tuvo una visión extraordinaria.

Una explicación detallada de esta visión apocalíptica exige más espacio del que disponemos aquí. No obstante, algunas observaciones son fundamentales:

(1) En términos generales, Ezequiel ve un trono móvil, el de Dios (una vez prediqué sobre este pasaje a algunas personas con deficiencias auditivas, ¡y más de uno creyó que estaba hablando del teléfono móvil de Dios!).

(2) El trono está compuesto por “cuatro seres vivientes”, cada uno de los cuales tenía alas extendidas que se tocaban con las adyacentes, de forma que todas ellas formaban un inmenso cuadrado vacío. Dentro de ese espacio había antorchas, relámpagos y fuego. Cada criatura tenía cuatro rostros, probablemente una forma de indicar que el trono de Dios es inteligente (la cara humana), regio (el león), fuerte (el toro) y compasivo (el águila, cp. Éxodo 19:4; Isaías 40:31). Al lado de cada criatura, había una rueda. Las cuatro parecían estar encajadas entre sí, de forma que no pudiesen caerse. Toda la estructura se mueve en línea recta, como el cursor en un monitor de tres dimensiones, propulsado por las ruedas y las alas adicionales de las criaturas vivientes, dirigida cohesivamente por el Espíritu. Encima de la cabeza de las criaturas, y sustentada por ellas, hay una plataforma como un cuenco gigante, que brilla como el hielo o la escarcha. El trono de Dios se encuentra sobre ella.

(3) La importancia de este trono móvil queda clara más adelante en el libro. En este momento, podemos comprender dos cosas: (a) cuanto más se acerca la visión al propio Dios, se describe a este de forma más distante. La culminación, “tal era el aspecto de la gloria del Señor” (1:28), no da lugar a la concepción de un artista, sino a la adoración; (b) de forma más amplia: las visiones de Dios siempre inducen al quebrantamiento, a la humildad y a la adoración (cp. Isaías 6; Apocalipsis 1; 4–5).

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 241). Barcelona: Publicaciones Andamio.

¿Por qué yo?

Miércoles 29 Agosto

Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria.

2 Corintios 4:17

Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.

Romanos 8:18

¿Por qué yo?

«Todos los que me rodean tienen una buena salud y yo sufro de una enfermedad cada día más incapacitante, sin esperanza de curación. ¿Por qué me tocó a mí y no a los demás? ¿Qué he hecho para sufrir tanto?». A menudo surgen estas preguntas… La vida parece injusta. Para algunos ella se desarrolla sin problemas ni preocupaciones; en cambio para otros las dificultades se acumulan.

El patriarca Job, que pasó por una prueba muy grande al perder todos sus bienes, sus hijos y su salud, dijo: “¡Oh, que pesasen justamente mi queja y mi tormento, y se alzasen igualmente en balanza! Porque pesarían ahora más que la arena del mar; por eso mis palabras han sido precipitadas” (Job 6:1-3). Si vemos las cosas solo desde el punto de vista de nuestra vida aquí en la tierra, todo parece causar desánimo. Pero Dios nos ama, es sensible a nuestras angustias y quiere que veamos más allá de las cosas visibles, “pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:18). Desde la perspectiva divina, el sufrimiento cobra otro sentido. Lo que para el incrédulo es una injusticia, para el creyente que confía en Dios es una prueba que se convertirá en motivo de “alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:7). Mediante los versículos de hoy, el apóstol Pablo anima a todos los que sufren. En medio de sus numerosas pruebas fue sostenido por la certeza de que Dios lo amaba y por las perspectivas eternas que reserva a los creyentes.

Jeremías 31:21-40 – 1 Corintios 7:1-24 – Salmo 102:1-8 – Proverbios 22:10-11

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