¿PUEDE SER BUENO EL SUFRIMIENTO?

¿PUEDE SER BUENO EL SUFRIMIENTO?

9/12/2018

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones.

2 Corintios 1:3-4

A veces no nos detenemos a pensar que Dios puede convertir lo malo del sufrimiento en una lección para bien, una lección que podemos aprovechar para crecer espiritualmente. A veces el sufrimiento en forma de persecución se produce sencillamente porque no queremos comprometer nuestra fidelidad al Señor. Muchas otras veces es simplemente el dolor común, la dificultad, la enfermedad y los conflictos resultantes de la corrupción del pecado del mundo.

Sin embargo, a veces Dios trae el sufrimiento como un medio de disciplinarnos cuando caemos en pecado. Eso fue lo que les ocurrió a Ananías y Safira en la iglesia primitiva (vea Hch. 5:1-11). De igual manera, Dios castigó a algunos miembros de la iglesia de Corinto por sus pecados (1 Co. 11:29-30).

Cualquiera que sea el caso, no hay que ver el sufrimiento como malo. Puede enseñarnos bondad, solidaridad, humildad, compasión, paciencia y mansedumbre. Mucho más importante es que Dios puede usar el sufrimiento de formas excepcionales para hacer que usted se acerque más a Él.

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Siete motivos para no preocuparse (Parte 2)

SEPTIEMBRE, 12

Siete motivos para no preocuparse (Parte 2)

Devocional por John Piper

¿Y quién de vosotros, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida? Y por la ropa, ¿por qué os preocupáis? Observad cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan; pero os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de estos. Y si Dios viste así la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe? (Mateo 6:27-30)

Mateo 6 contiene al menos siete promesas diseñadas por Jesús para ayudarnos a pelear la buena batalla contra la incredulidad y liberarnos así de la ansiedad. En la Parte 1 vimos las promesas 1 y 2; hoy veremos las promesas 3 y 4.

PROMESA 3: ¿Y quién de vosotros, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida? Y por la ropa, ¿por qué os preocupáis? (Mateo 6:27-28).

En cierto modo, esta también es una promesa, la simple promesa de la realidad: la ansiedad no nos hará ningún bien. Este no es el argumento principal, pero a veces simplemente tenemos que ponernos firmes con nosotros mismos y decirnos: «Alma, este afán es absolutamente inútil. No solo estás trastornando tu propio día, sino el de otras personas por igual. Déjalo en manos de Dios y sigue haciendo tu trabajo».

La ansiedad no logra nada que valga la pena.

PROMESA 4: Observad cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan; pero os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de estos. Y si Dios viste así la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe? (Mateo 6:28-30).

Nosotros tenemos una prioridad mucho más alta para Dios que las flores del campo, porque viviremos para siempre, y así podremos darle alabanza eterna.

No obstante, Dios tiene tal cantidad de energía creativa y de cuidado por su creación, que los derrama abundantemente aun sobre las flores, que se marchitan tan solo en cuestión de días. Por lo tanto, sin lugar a dudas, él invertirá la misma energía y capacidad creativa en el cuidado de sus hijos, que vivirán para siempre.


Devocional tomado del libro “Future Grace” (Gracia Venidera), páginas 56-59

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2 Samuel 7 | 2 Corintios 1 | Ezequiel 15 | Salmos 56–57

12 SEPTIEMBRE

2 Samuel 7 | 2 Corintios 1 | Ezequiel 15 | Salmos 56–57

El subtítulo del Salmo 57 especifica que este salmo se escribió cuando David huyó de Saúl a una cueva (cp. 1 Samuel 22:1; 24:3). Lo que encontramos, entonces, es parte del tono emocional y espiritual de este hombre cuando se encontraba, como él mismo dijo, “a un paso de la muerte” (1 S. 20:3). Haremos algunas reflexiones:

(1) Incluso cuando clama pidiendo misericordia, David expresa su confianza en el poder soberano de Dios. El lenguaje es sorprendente: “Clamo al Dios Altísimo, al Dios que me brinda su apoyo” (57:2). El título “Dios Altísimo” no es común en el libro de Salmos. David está pensando quizás en otro hombre sin hogar, Abraham, que estaba más familiarizado con esta forma de dirigirse al Señor. Ciertamente, no cree que las circunstancias se hayan escapado de las manos de semejante Dios. Suplica misericordia, pero reconoce que, el Todopoderoso cumple sus propósitos en él. La mezcla de un ruego humilde y una confianza tranquila en el poder soberano del Señor es recurrente en las Escrituras, alcanzando su plano más elevado en la oración del Señor Jesús en el huerto: “Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (Mateo 26:39). En cierta medida, cada seguidor de Jesucristo querrá conocer la angustia y el gozo de ese tipo de oración.

(2) El estribillo de 57:5 y 11, “¡Tú, oh Dios, estás sobre los cielos; tu gloria cubre toda la tierra!”, muestra que David no sólo está adorando reverentemente, sino también confirmando algo que los creyentes olvidan con facilidad, particularmente cuando se enfrentan a situaciones duras. El equivalente más claro en el Nuevo Testamento se encuentra quizás en la oración que el Señor Jesús nos enseñó: “Santificado sea tu nombre” (Mateo 6:9). Aquí, David no medita únicamente en el poder soberano de Dios, sino en su relevancia. Para David, es más importante que Dios sea exaltado sobre los cielos, que salir o no de la cueva. La ferviente oración que somete voluntariamente los intereses personales urgentes a la gloria de Dios produce gozo y estabilidad: “Firme está, oh Dios, mi corazón; firme está mi corazón. Voy a cantarte salmos” (57:7).

(3) Igualmente excepcional es la mirada de David hacia el firmamento cuando se propone dar testimonio: “Te alabaré, Señor, entre los pueblos, te cantaré salmos entre las naciones. Pues tu amor es tan grande que llega a los cielos; ¡tu verdad llega hasta el firmamento!” (57:9–10). Se trata de una visión absoluta y, actualmente, mientras innumerables personas cantan estas palabras, el voto de David se ha cumplido de una forma más extensa de lo que nunca pudo haber imaginado.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 255). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Primer mandamiento: No tendrás dioses ajenos

Miércoles 12 Septiembre

Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí.

Éxodo 20:1-3

Todos los dioses de los pueblos son ídolos; pero el Señor hizo los cielos.

Salmo 96:5

Primer mandamiento: No tendrás dioses ajenos

El pueblo de Dios había estado cautivo en Egipto. Explotados duramente, estaban heridos y afligidos debido al decreto del Faraón que ordenaba matar a todos los niños varones que naciesen. Dios vio su desesperación e intervino para liberarlos mediante milagros extraordinarios. Con bondad los protegió hasta su total liberación: sus opresores fueron tragados por el mar Rojo (Éxodo 14).

Inmediatamente después, ese pueblo cantó su liberación y adoró al Dios que lo había salvado (Éxodo 15).

El primer mandamiento concierne a la adoración exclusiva a Dios: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. ¿Por qué tenía que precisarlo? Ese Dios único que acababa de liberarlos, ¿no cautivaría el corazón de cada uno?

¡Todo lo contrario! En el momento en que Dios daba sus mandamientos a Moisés en la montaña, abajo, en la llanura, ¡el pueblo hacía un ídolo, un becerro de oro, imagen de un dios egipcio, para adorarlo!

Para nosotros hoy, Egipto es el mundo que nos oprime debido a su dureza, nos seduce mediante sus codicias, nos ata mediante sus ídolos y nos destruye por sus adicciones. El Faraón es el diablo, el príncipe de este mundo.

Dios intervino para abrirnos un camino de libertad, mucho más maravilloso que el de los tiempos de Moisés, simplemente mediante la fe en Jesucristo. Si usted aceptó ir por ese camino, si Jesús lo salvó, ¿a quién adora hoy, quién es su Dios?

(continuará el próximo miércoles)

Jeremías 44 – 2 Corintios 1 – Salmo 105:7-15 – Proverbios 23:6-8

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