2 Samuel 13 | 2 Corintios 6 | Ezequiel 20 | Salmos 66–67

17 SEPTIEMBRE

2 Samuel 13 | 2 Corintios 6 | Ezequiel 20 | Salmos 66–67

En Ezequiel 20, ocurre como en el capítulo 8, en el que los ancianos de la comunidad exiliada consultan al profeta y Dios da a Ezequiel una respuesta para los ancianos y la comunidad que representan.

Parte de lo que Ezequiel comunica ya se ha dicho anteriormente. Al Señor soberano no le entusiasma demasiado dejarlos preguntar porque sabe que su corazón está muy lejos de él (20:2–4, 31; cp. caps. 13–14). Nos encontramos ante una visión general del historial de rebeliones de Israel. Sin embargo, hay dos o tres temas en este capítulo que no se han expuesto con anterioridad o que apenas se han mencionado.

El primero es la gloria absoluta de Dios, una de las motivaciones principales detrás de los juicios que han caído o que están a punto de hacerlo. Por el bien de su propio nombre, Dios ha actuado para evitar que su nombre sea “profanado ante las naciones, las cuales me vieron sacarlos de Egipto” (20:14; cp. 20:22). Este tema de la dar gloria a Dios se desarrolla con más amplitud en los capítulos 36 y 39. Es tan fundamental en las Escrituras que corremos el peligro de pasarlo por alto precisamente por su familiaridad. Por ejemplo, cuando Jesús va a la cruz, estamos acostumbrados a pensar más en el amor de Dios por nosotros al enviarnos un regalo tan increíble que pensar que Dios lo hizo para la gloria de su nombre, o en el de Jesús, que cargó con nuestra culpa y castigo en el madero. Es bueno que pensemos en ello. Sin embargo, las Escrituras también insisten en que la exaltación de Cristo es el producto del compromiso del Padre, que todos honren al Hijo como hacen con él (Juan 5:23; cp. Juan 12:23). Cuando Jesús va a la cruz, lo hace movido por una obediencia y amor absolutos hacia su Padre (Juan 14:31; cp. 15:9–11). El asombroso plan de salvación de Dios es para alabanza de su gloria (Efesios 1:3–14), lo cual debe dar forma a nuestra comprensión del Señor y, por tanto, a nuestra vida de oración y nuestras prioridades.

Por esta razón también, en segundo lugar, Dios no permitirá que su pueblo se sienta cómodo con su pecado. Él dio la ley para que quien la obedeciese viviese por ella (20:11, 21, 25; cp. Levítico 18:5), que en este contexto significa prosperar. Cuando las personas desobedecen y anhelan ser “como los pueblos del mundo”, el Señor promete que lo que tienen en mente “jamás sucederá” (20:32). En su lugar, protegerá su nombre, invocará el compromiso del pacto (20:37) y derramará su ira (20:33) de forma que no vivan según los malvados estatutos que escogen: no prosperarán. Tantos años de paciencia de Dios (antes y ahora) deben acabar finalmente en transformación o en juicio.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 260). Barcelona: Publicaciones Andamio.

En el tren

Lunes 17 Septiembre

Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios.

Hebreos 11:3

En el tren

Sucedió en el siglo 19. Un hombre de cierta edad estaba sentado en el tren leyendo su Biblia. A su lado estaba un joven estudiante sumido en la lectura de una obra científica especializada. Al cabo de un rato, el joven preguntó a su vecino: –¿Todavía cree en ese viejo libro lleno de fábulas y cuentos?

–Por supuesto, porque no es un libro de fábulas, ¡sino la Palabra de Dios! El estudiante replicó:

–¡Usted debería interesarse un poco en la historia! En la época de la Revolución francesa, hace menos de cien años, se descubrió que la religión no era más que ilusión. Solo la gente poco instruida cree todavía que Dios creó el mundo mediante su palabra. Usted debería informarse sobre lo que dice la ciencia acerca de la creación.

–Ah, ¿y qué dicen los científicos de hoy sobre ese tema?, respondió su interlocutor.

–Me bajo del tren en un momento, así que ya no me queda tiempo para explicarle eso detalladamente, pero deme su dirección y le enviaré literatura científica sobre esos temas.

Entonces el hombre abrió su cartera y dio su tarjeta al joven. Este la leyó, y de repente se sintió más pequeño que una hormiga. Dejó el tren cabizbajo. La tarjeta decía:

Profesor Louis Pasteur*Director del Instituto Pasteur

*) Louis Pasteur (1822-1895): famoso químico y bacteriólogo francés, cuyos descubrimientos condujeron al desarrollo de vacunas, los antibióticos, la esterilización y la higiene como métodos efectivos de cura y prevención contra la propagación de las enfermedades infecciosas.

Jeremías 49:1-22 – 2 Corintios 6 – Salmo 106:6-12 – Proverbios 23:17-18

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