Compartir la tristeza de los demás

Julio 22

Compartir la tristeza de los demás

Llorad con los que lloran. (Romanos 12:15)

Dios quiere que sea sensible ante las tristezas o dificultades de los demás. Eso es compasión, que por definición va más allá del deber de solidarizarse o simpatizar con alguien. Quiere decir en realidad entrar en el sufrimiento ajeno.

Dios es un Dios compasivo (Dt. 4:31), tanto que la Biblia dice que “nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana” (Lm. 3:22-23). El Hijo de Dios era genuinamente compasivo, mostrando la compasión del Padre cuando lloró con María y Marta ante el sepulcro de su hermano Lázaro (Jn. 11:35).

Si usted es hijo de Dios, ¿cómo puede menos que demostrar el carácter compasivo de su Señor? “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia” (Col. 3:12).

Del libro La Verdad para Hoy de John MacArthur DERECHOS DE AUTOR © 2001 Utilizado con permiso de Editorial Portavoz, http://www.portavoz.com

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¡Hay que pagar!

Lunes 22 Julio

Venid luego, dice el Señor, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.

Isaías 1:18

¡Hay que pagar!

¿Cuál es la voz que habla así, que dice que no es suficiente, que todavía hay que pagar? Es la voz de la conciencia… No podemos deshacernos de nuestra culpabilidad, de nuestras faltas conocidas u ocultas. ¡Imposible echarlas por medio del activismo o de los placeres! Hagamos lo que hagamos, nunca logramos hacer callar totalmente la voz de nuestra conciencia, pues nos sentimos condenados por una ley moral superior.

A veces tratamos de adormecer nuestra conciencia buscando compensar nuestros pecados con buenas obras (una obra de beneficencia, por ejemplo) que nos prueben que no somos tan malos. ¡Pero nada da resultado, la voz sigue reclamando, y cada vez más!

Sin embargo, escuchemos bien: otra voz se levanta, no para condenarnos, sino para llamarnos. Esta voz insistente nos persigue por todos lados. Es la voz del amor de Dios, la voz del Evangelio que nos presenta un Salvador, el Señor Jesús, y nada puede detenerla.

¡Esta voz llega hoy hasta usted! Quizá ya la ha escuchado muchas veces, pero no ha respondido… Jesús lo llama a ir a él, a reconocer sus pecados, a hablar con él. Quiere que usted confíe plenamente en él. Él desea dialogar verdaderamente con usted, no para condenarle, sino para decirle que perdona los pecados por medio de su obra en la cruz.

Dígale: «Señor Jesús, voy a ti tal como soy». ¡Entonces su conciencia será liberada, y usted gozará haciendo el bien para agradar al Señor!

1 Crónicas 4 – Lucas 8:26-56 – Salmo 86:14-17 – Proverbios 19:28-29

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