1/6 – El propósito de las pruebas

Gracia a Vosotros

Serie: Beneficiándonos de las pruebas de la vida

1/6 – El propósito de las pruebas

John MacArthur

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Al comenzar con nuestro estudio en esta noche en Santiago, capítulo 1, puede abrir su Biblia en esa sección maravillosa de las Escrituras que está tan llena de esperanza para aquellos de nosotros que enfrentamos problemas.

Mientras que usted hace eso, quiero compartir una carta con usted. Hace un par de semanas atrás, alguien me llamó por teléfono en nuestra Iglesia y me preguntó si podría hacerle una llamada telefónica a su cuñado, quien acababa de enfrentar una tragedia terrible en su vida. Y yo contesté que con mucho gusto lo haría. Y entonces, llamé. Cuando él me contestó por teléfono, cuando respondió, yo dije: “Hola, habla John MacArthur en California.” Él estaba en Colorado. Y se quedó sin palabras por un momento, porque él había escuchado la radio y las cintas, pero no me había conocido personalmente, por lo menos hasta donde yo sé. Y él dijo que no podía creer esto. No podía creer que lo llamara. Estaba sentado en la mesa escribiéndome una carta.

Y la carta llegó; y a la mitad de la carta dice “¡guau!, gracias a Dios… es aquí donde me llamaste.” Esto está en la página cuatro de la carta. “Siento como si Dios me estuviera diciendo algo, 6.15 de la tarde del 16 de marzo de 1986.” La carta dice esto: “Me gustaría contarte una historia que comienza hace más de un año atrás. La historia es demasiado compleja como para que yo la escriba en una carta, por lo menos en todos sus detalles.” Me gustaría compartir quizás un párrafo de la misma con ustedes. “Mi nombre es Dan. Te conocí en Grace Community Church brevemente y me senté en la cuarta fila de atrás atrás, ahí en la parte del medio el día 22 de diciembre del año 1985, ¿te acuerdas? Mi esposa no pudo venir porque estaba enferma. Tenemos un hijo, Lucas, de cuatro años de edad y una hija de 22 meses.”

“En marzo de 1985 le diagnosticaron un tumor cerebral en la parte derecha del cerebelo a mi esposa. El 3 de abril de 1985, Carolyn entró para que le realizaran una cirugía; y le quitaron el tumor junto con el 80% de la parte derecha de su cerebelo. El Viernes Santo del 3 de abril de 1985 las cosas se veían bien y sacaron a Carolyn de la unidad de terapia intensiva a una habitación normal.”

“El 5 de abril de 1985 me fui a casa, a la casa de sus padres. Alrededor de las 10:30 de la noche, entré a darle un beso de buenas noches a los niños. Y Sara, quien en ese entonces tenía ocho meses de edad, se veía como si sus ojos fueran de cristal y estuviera mirando al espacio. Pensé que ya no estaba con nosotros. Los doctores en el Hospital de Niños hicieron un análisis de su espina dorsal y dijeron que tenía meningitis. Me dijeron que podía morir. O tener varias deficiencias. Tomaría unas 24 horas determinar si ella sobreviviría. En ese entonces, realmente perdí el control. No podía hacer nada.”

“Conforme mi hija estaba ahí acostada en una cuna inclinada, ella estaba lastimada en sus brazos y en una pierna, tenía un catéter en su pie izquierdo, mano derecha, mano izquierda y en su cuero cabelludo. Ella estaba amarrada con sus brazos extendidos y tenía tres monitores en su pecho. Lloré. Señor, ¿por qué ella? Ella es tan inocente. No tenía ninguna respuesta. Ahí estaba tratando de evitar que mi esposa Carolyn supiera lo que estaba pasando. Carolyn estaba en otro hospital. No podía, Señor. ¿Qué haré?”

“El domingo de resurrección por la mañana, el 6 de abril estaba en el Hospital de Niños a las siete de la mañana cargando a Sara con todos los tubos y cables, sentado en una silla y una enfermera entró y me dijo que Sara había sobrevivido. Los monitores indicaban que ella había respondido bien a los antibióticos y que podían quitarle todos los aparatos. Como podrás imaginarte, durante este momento caminé mucho entre los dos hospitales. Al hacer eso, estaba usando el auto de Carolyn. Y ella escuchaba una estación de radio, KWBI AM 91 en algún lugar de Longmont, Colorado. Ahí es donde te oí por primera vez. No recuerdo la fecha. Pero estabas en la serie de cómo enfrentar la persecución en el libro de los Hechos. La primera vez que te oí, tuve que detener el auto. Estaba llorando demasiado como para manejar.”

“Mi esposa, Carolyn, peleó y se recuperó de la cirugía, aunque sus capacidades motrices nunca serían normales, nunca se dio por vencida. Ella estaba dedicada a sus hijos y a mí y a su Salvador y Señor. He incluido algunas de sus notas del estudio bíblico de la vida del Reino y están en la parte de atrás de la carta, sus propias notas escritas, obviamente, con una mano que no podía controlar muy bien, que reflejaba algo del daño cerebral. Ella no era una erudita bíblica, pero amaba al Señor. Ella murió el 8 de mayo del año 1986 en mis brazos. El tercer tumor fue inoperable. Gracias a Dios porque tenemos a un Salvador, quien ha conquistado la muerte. Conforme escribo esta carta, lo hago con lágrimas en los ojos y el olor de las flores del funeral todavía llena mi nariz.”

“No estoy escribiendo esto para buscar compasión. Simplemente, no podía dejar que pasara más tiempo, porque quería que supieras cuánto me ha bendecido a mí y a mi familia Grace to You. Y hablo por aquellos que están también afuera de mi familia. Por favor, expresa mi gratitud a tu personal en Grace to You y también a Grace Community Church.” Y después, me encanta esto al final: “Muchos de tu Iglesia han orado por Carolyn y por mí y por la familia. Y estamos orando por ustedes y por su nuevo edificio, tu amigo, Dan Hummel.”

Ahora, ahí hay un hombre quien atravesó una experiencia emocional muy, muy difícil. En una oración él dijo: “ella murió en mis brazos.” Y en la siguiente oración, él dijo: “gracias a Dios por un Salvador que ha conquistado la muerte.”

En lo más profundo de la agonía humana, hay gran esperanza para el cristiano. Hay triunfo, sin importar la profundidad del problema. Todo es cuestión de perspectiva. La familia que les mencioné en esta mañana, la familia en Romanoski, cuyas dos hijas fueron matadas ayer, se han estado quedando con Russ y Heidi Moore. Y le pregunté a Russ cómo estaba su actitud y él me dijo: “para ser honesto contigo, se están regocijando el día de hoy.” ¿Regocijándose por la muerte de dos hijas en un accidente de auto? Bueno, se están regocijando porque sus dos hijas conocían a Jesucristo y los otros dos alumnos que iban con ellas, que no murieron, no conocen a Cristo. Causa de regocijo. Es perspectiva. Atravesar cualquier prueba de la vida para un cristiano puede ser una experiencia gozosa si la perspectiva es la correcta.

Ahora, imagínese la peor prueba que usted podría enfrentar; quizás, para algunas personas podría ser una crisis financiera. Todas son inversiones se pierden. El ahorro de su vida. Para otras personas, podría ser la pérdida del empleo. Usted es despedido. No tiene ingreso para apoyar a su familia, pierde toda su dignidad. O el anuncio por parte del doctor que usted acaba de recibir palabra que usted va a tener una cirugía de bypass triple inmediatamente o que tiene un tumor cerebral masivo o que su marido lo tiene. O su hijo lo tiene. O, la noticia le acaba de llegar por teléfono que su hija acaba de chocar en un accidente de auto terrible y acaba de morir o ha sido violada. O su esposa acaba de ser asesinada por un drogadicto que acaba de meterse a la casa. O quizás, que su hijo tiene una enfermedad fatal y que sólo tiene unos cuantos días de vida. Y podríamos seguir, y seguir y seguir. Y francamente, todas estas cosas nos tocan de una u otra manera, ¿no es cierto? Porque como lo expresó Job, “el hombre nace para la aflicción como las chispas del aire vuelan hacia el cielo.” Y cualquier persona que trata de crear un mundo de fantasía en donde todo es perfecto únicamente se está preparando para una tristeza aún más profunda. Debe ser esperada.

Y tengo que confesarle que la expectativa de la realidad de la tristeza y la agonía y el problema acercándose a nosotros en cierta manera produce una sombra inclusive en nuestros gozos más elevados, ¿no es cierto? En un sentido, mitiga inclusive los acontecimientos más maravillosos de la vida y quizás esa es la razón por la que, aunque Jesús lloró, de manera más común como las Escrituras lo registran, en ningún lugar de las Escrituras dice que Él se rió. Quizás, se rió. Pero su felicidad en cualquier ocasión ciertamente habría sido oscurecida por su sentido abrumador de la tristeza por el pecado.

Todos nosotros, a un grado u otro, si pensamos de manera realista en cómo vamos a enfrentar el problema, todos vamos a mirar los ojos de la agonía en algún punto en nuestras vidas y necesitamos entender cómo enfrentar esto. Estaba tratando de pensar en esta semana conforme me sentaba en mi estudio de lo que para mí habría sido la prueba más severa de todas las pruebas. La experiencia más dolorosa que alguien puede atravesar. Y pensé en Job, el clásico, quien perdió a su familia y sus cultivos y sus animales y todo. Y pensé en eso por un momento. Perdió todas sus posesiones, perdió a todos sus hijos y lo peor es que se quedó con una esposa que no entendía nada. Él fue afectado de manera personal por la enfermedad y esto, hay que admitirlo, es una prueba bastante severa.

Pero conforme pensé más en esto, pensé en otra persona quien, a mi juicio, quizás no esté de acuerdo conmigo, pero quien en mi juicio, probablemente enfrentó potencialmente la prueba más severa que cualquier ser humano pudo haber enfrentado. Y el nombre del hombre es Abraham.

Acompáñeme por un momento a Génesis capítulo 22. Realmente, quería entrar a Santiago, pero simplemente comencé a pensar en esto y pensé que quizás esto nos podría dar una muy buena perspectiva. Creo que lo que Dios lo que Abraham enfrentara sin duda alguna es la prueba más difícil que jamás alguien ha enfrentado. En Génesis 22, versículo 1, dice: “aconteció después de estas cosas que probó Dios a Abraham.” Esta es una peirasmos, esta es una prueba para Abraham.

Él enfrentó la prueba más severa que podemos imaginarnos. Dios probó a Abraham. “…y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo,” noten ahora el énfasis, “tu único, Isaac, a quien amas,” es casi como si Dios estuviera frotando la prueba. No sólo tu hijo, no sólo tu hijo único, sino el que tú amas. “…Y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que Yo te diré.” Increíble. Quiero un sacrificio de ti y quiero un sacrificio humano. Quiero tu hijo, quiero que vayas ahí y lo mates como una ofrenda para Mí.

Esto no encajó con la teología de Abraham. No había historia alguna en el pacto de Dios del sacrificio humano. Eso era algo pagano. Ningún hijo de Dios jamás ofrecería a su propio hijo en sacrificio humano. Además, éste era el hijo de la promesa. Dios había tocado los lomos muertos de Abraham y le había permitido llegar a la consumación de una relación con su esposa, Sarah, quien también estaba seca en sus propios lomos y producir un hijo, un hijo del pacto, un hijo de la promesa, un hijo de esperanza. Un hijo de Sara, quien había sido estéril toda su vida.

¿Por qué es que Dios pediría un sacrificio humano cuando Él nunca antes había pedido un sacrificio humano? Y hacerlo, sería la antítesis de todo lo que Abraham sabía que era verdadero acerca de Dios. ¿Por qué Dios llegaría al punto de capacitar a un hombre y a una mujer que se acercaban a los 100 años de edad, que habían sido estériles toda su vida para producir un hijo y después, pedir que el hijo fuera matado? ¿Por qué Dios le haría la promesa a Abraham que sería el padre de naciones y que la simiente que saliera de sus lomos sería tan grande como la arena del mar y las estrellas del cielo y después, matar al único hijo que tenía? Toda la idea era rara. Toda esperanza de descendencia en el Abraham de edad, toda esperanza de la promesa, moriría. Abraham estaría matando a su amor, matando a las promesas de Dios, dándole un golpe a la Palabra de Dios, dándole un golpe a la virtud de Dios, dándole un golpe a la virtud de fidelidad de Dios, matando la promesa de Dios y cortando la línea del Mesías. Absolutamente inconcebible.

Y lo que hace que sea la prueba más severa de todas no es que Isaac iba a morir, sino que Abraham iba a matarlo con su propia mano. Increíble. Una cosa es que el que usted ama muera y otra cosa es que se le diga que mate a esa persona. Una prueba inconcebible. Una prueba que no tiene sentido. De ninguna manera, no teológicamente, no en términos de la naturaleza de Dios, no en términos del plan de redención, no en términos de la Palabra de Dios, no en términos de Su amor o del amor de Abraham hacia Isaac.

Si hubo algo que jamás Dios le mandó a un hombre que hiciera que merecía un argumento más bien extenso, era esto. Y habríamos entendido si Abraham hubiera dicho: “mira Dios, ¿puedes por favor explicar esto? Esto no tiene sentido. No lo puedo hacer.” Noten su respuesta, versículo 3: “Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo.” ¿Qué? En la mañana se preparó para irse y se fue. Tuvo que cortar su propia madera para quemar a su hijo, a quien mataría.

Y se levantó y fue al lugar en donde Dios le dijo que fuera. Un hombre sorprendente. Un hombre absolutamente sorprendente. Sin duda, sin retraso, sin argumento, sin disputa, sin reacción. Tres días después, versículo 4: “Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos. Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros.” Debe subrayar esto. “Yo y el muchacho iremos allí y adoraremos y volveremos.” Aquí está el secreto, mantenga eso en mente. Él dijo que ambos regresarían.

“Y tomó Abraham la leña del holocausto, y la puso sobre Isaac su hijo, y él tomó en su mano el fuego y el cuchillo; y fueron ambos juntos. Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?” ¡Hombre, esto es agonizante! Un hijo que confía, que no sabe lo que está pasando, lo dice de una manera tan amorosa y gentil a su padre, al hablar de este acto de adoración, ‘¿dónde están cordero?’

“Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos.” Y usted debería subrayar eso. Como puede ver, yo creo que, en la profundidad del corazón de Abraham, él sabía que Dios tenía algo en mente que era coherente con la naturaleza de Dios y coherente con el pacto de Dios. No sé si él sabía lo que era específicamente, pero creo que tenía una buena idea. “Y cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, y ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña. Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo.”

Puede detenerse en ese punto. Increíble. ¿Entiende usted al leer esa historia lo que significa cuando dice que Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia? ¿Entiende por qué el Nuevo Testamento dice que Abraham es el padre de los fieles? Él es modelo más importante de confianza en Dios que la Biblia conoce fuera de Cristo. El hombre está en el punto de meterle el cuchillo al pecho de su propio hijo. Algo impensable. ¡Qué prueba! Contradictoria, indescriptible, dolorosa, homicida. Incoherente con todo lo que él conocía acerca de Dios y, sin embargo, él es sumiso, él es obediente. Él va a adorar a costa de lo que sea. Y Dios tomó la disposición de Abraham como un ejemplo. Dios lo juzgó en base a su disposición y no lo hizo cumplir el acto.

Versículo 11: “Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios…” ¿Adivine qué? Esta fue una prueba y Abraham la aprobó. La pasó. Él obedeció la Palabra de Dios sin importar el costo. “…por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único.”

Ahora, Abraham nos muestra que nosotros podemos ser probados en cosas muy cercanas a nosotros. Podríamos ser probados en cosas muy cercanas a nosotros como un hijo o una hija o un marido o esposa o amigo. Quizás, tengamos que ofrecer a nuestro propio Isaac, entregar a los que amamos más al Señor, no sólo en la muerte, pero quizás en la vida. Quizás, al dejarlos ir a donde Dios quiere que vayan y no necesariamente a donde queremos que ellos vayan. Como puede ver, cuando Abraham estuvo dispuesto a entregar a Isaac sin importar cuánto Isaac significaba para él en todo sentido, él mostró al estar dispuesto a entregarlo, escuche esto, que él tenía el derecho de quedárselo. ¿Ve eso? Él no fue posesivo, él se lo entregó a la voluntad de Dios. ¿Por qué? Porque él haría cualquier cosa que Dios le pidiera hacer.

Ahora, tenemos muchas pruebas en la vida, pero nunca me imaginaría una prueba como esa. No me puedo imaginar lo que yo haría y Dios me dijera que hiciera eso. No me puedo imaginar lo que yo enfrentaría. Pero creo que podemos concluir a partir de esto que entre más difícil la obediencia, más excelente es la obediencia. Y entre más difícil es la obediencia, más abnegación hay inherente en ella.

Entonces, aquí usted tiene una obediencia que toma un grado tremendo de negarse a uno mismo. Y, por lo tanto, es la más excelente. Abraham pasó la prueba. Él dice: “ahora sé que temes a Dios.” En otras palabras, verdaderamente reverencias a Dios a costa de lo que sea. ¡Qué prueba!

El comentario de esta prueba de Abraham se da en el onceavo capítulo de Hebreos. ¿Sería tan amable de acompañarme ahí por un momento? Hebreos, capítulo 11, en el versículo 17. ¿Cómo es que Abraham hizo esto? ¿Cómo es que pudo encontrar la fortaleza para hacer esto? Hebreos 11:17 nos dice de manera muy clara. Las primeras palabras del versículo 17 nos cuentan la historia entera. “Por…” ¿qué? La fe. “Por la fe Abraham,” aquí viene de nuevo. Lo debe subrayar. “Cuando fue probado.” Esta fue una prueba. Pienso en la radio, el otro día estaba manejando hacia la Iglesia y un pequeño ruido entró y dijo ‘esta es una prueba’. Y pensé en Abraham.

Dios estaba diciendo ‘beep’, esta es una prueba. ‘Beep’, la prueba acababa de ser concluida. Esta es una prueba. “Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia…” ¿Cómo pudo haber hecho esto? “…pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos,” ¿sabe por qué estuvo dispuesto a hacer eso? Porque él creía que Dios podía resucitar a los muertos. ¿Había visto a los muertos resucitados? No hasta donde yo sé, pero él creía que Dios podía resucitar a los muertos. Lo que él realmente creía era esto: que Dios era tan fiel a Su Palabra que si Él había hecho una promesa, inclusive resucitaría los muertos para guardarla. Una fe tremenda.

Ahora, no quiero encontrar detalles que no hay en esta historia, pero simplemente quizás Abraham estuvo un poco decepcionado cuando no se le permitió quitarle la vida a su hijo, porque a él le habría gustado ver una resurrección.

No sabemos eso, pero él creía que, si era necesario, Dios lo habría resucitado de los muertos. Ahora, ¿qué nos dice eso? Nos dice que un hombre puede atravesar la prueba más severa imaginable de la vida si él realmente confía en Dios. Y si él cree que Dios está en el trono, que Dios guardará Su promesa, que Dios nunca comete errores, que Dios siempre cumple Su Palabra y que Dios cumplirá Sus propósitos. Ése es el tipo de fe que pasa la prueba.

Cuando Abraham fue colocado en la “peirasmos,” eso es “peirasominos,” cuando él fue probado, él pasó. Y lo vuelvo a decir: ¿Es eso sorprendente? ¿Es sorprendente que este hombre sea el modelo humano más importante de fe? En Gálatas 3, versículo 7, “sabed pues que los que son de la fe son los hijos de Abraham.” Cualquier persona que vive por la fe en Dios es en un sentido espiritual un hijo de Abraham. Él es el padre de los fieles. Él es el modelo de la fe. El versículo 9 dice que los que son de la fe son bendecidos con Abraham el fiel. Él sabía que mediante sus lomos las naciones del mundo serían benditas. Y él sabía que Dios guardaba Su Palabra y Dios lo cumpliría.

Ahora, amados, tenemos que reconocer que Dios va a permitir que enfrentemos pruebas. Y lo que nos sostiene en medio de eso es nuestra confianza en Dios. Nuestra fe de que Dios está haciendo para todo para Su propósito Santo. Y yo sé que soñamos en la comodidad mundana y nos gusta crear un ambiente perfecto, nos gusta tener comodidad absoluta. Nos gusta que no existan las cosas difíciles en la vida. Queremos asegurarnos de que todo esté en control de manera perfecta.

Francamente, nunca he conocido un momento así en mi vida. De vez en cuando, creo que hay uno y descubro que no lo hay. Pero el hecho es que tenemos descanso temporal y comodidad temporal. Y en cierta manera, nos engaña al pensar que quizás podamos encontrar una ausencia permanente, cuando ése no es el caso. Me acuerdo de las palabras del salmista, ¿se acuerda? en el Salmo 30, versículo 6: “en mi prosperidad dije nunca seré movido.” Implícito, pero estuvo equivocado. Cuando estaba disfrutando, pensé que siempre sería así. Y usted puede vivir en el paraíso de un necio si usted quiere, sin predecir ningún problema, prometiéndose a sí mismo comodidad, pero eso no es lo que Cristo dijo. Él dijo: “velad y orad para que no entréis en peirasmos,” pruebas.

Velen, esperen las pruebas, oren, pidan fortaleza. Velen y oren. Estaba leyendo, como lo hago con frecuencia, las obras de Thomas Menton, un maravilloso escritor puritano. Y encontré una línea en algunas de las cosas que estaba leyendo esta semana que se quedó en mi mente. Él dijo esto: “Dios tuvo un Hijo sin pecado. Pero ningún hijo sin una cruz.” Simplemente, así es. Es parte de la vida. Tendremos problemas. El Salmo 23 dice: “sí, aunque ande en valle de sombra y de muerte no temeré mal alguno porque Tú estás conmigo.” Las pruebas vendrán. La confianza está en la presencia de Dios.

Ahora, permítame hablar un poco más a manera de introducción, como dije, quería entrar al texto mismo, pero vinieron tantas cosas a mi mente esta semana que probablemente debieron haber sido cubiertas en la introducción.

Entonces, si me permite un poco, las pruebas pueden venir a nuestra vida mediante varios medios y con varios propósitos en mente. Permítame sugerirle algunas. Muy bien, en primer lugar, las pruebas vienen para probar la fortaleza de nuestra fe. Y realmente entramos a esto la semana pasada, sólo quiero tocar esta. Las pruebas vienen para probar la fortaleza de nuestra fe.

Hay una gran ilustración de esto en 2 Crónicas 32:31, no necesita buscarlo. Le voy a citar esa parte del texto. Se relaciona con Ezequías, quien era rey. Y de Ezequías dice, escuche: “Dios lo dejó para probarlo a fin de saber todo lo que había en su corazón.” ¿Escuchó eso? Dios lo dejó para probarlo a fin de que supiera todo lo que había en su corazón. ¿Para que pudiera saber quién? Bueno no Dios, Dios no necesitaba saber mediante la prueba lo que estaba en el corazón de Ezequías, Él es omnisciente, ¿verdad?

¿Dios tiene que probarlo a usted para descubrir lo que hay en su corazón? ¡No! Dios no necesita probarnos para descubrir lo que hay en nuestro corazón. Dios nos prueba para que podamos descubrirlo nosotros. En otras palabras, Él nos ayuda al hacer ese inventario espiritual. Él nos ayuda para examinarnos a nosotros mismos. Necesito saber y usted necesita saber la fortaleza de nuestra fe. Y entonces, Dios trae pruebas a nuestras vidas para demostrarnos la fortaleza o la debilidad de nuestra fe. Si usted en este momento está enfrentando una prueba severa, eso le está demostrando la fortaleza o debilidad de su fe, ¿no es cierto? Si usted está levantando su puño contra Dios, si se pregunta por qué está pasando, si usted se está enojando todo el tiempo y preocupándose. Si usted está en ansiedad desde la mañana hasta la noche hay una buena indicación de que usted tiene una fe débil.

Si, por otro lado, usted está atravesando una prueba y se encuentra a sí mismo descansando en el Señor, habiéndolo dejado en Su cuidado, dejándolo llevar la carga del mismo y a lo largo de su vida está regocijándose lo mejor que puede en una situación difícil, esperando porque Dios le muestre la manera de salir, entonces, usted está viendo que usted posee en la fortaleza de la fe.

Entonces, en un sentido, debemos estar agradecidos por las pruebas porque nos ayudan en el inventario de nuestra propia fe. Eso es muy útil. Siempre quiero saber en dónde está mi fe para que pueda ser más fuerte. Porque entre más fuertes sea mi fe, lo más probable es que sea más útil para Dios.

Cuando Habacuc estaba atravesando el misterio de su propia situación en la promesa devastadora de que los caldeos vendrían y aplastarían a su pueblo, a pesar de todo, él dijo, “aún si la higuera no florece y el fruto no está en la vid y el olivo no produce y en el campo no hay comida y los rebaños son quitados y no hay rebaño en el establo…” En otras palabras, si todo lo que yo conozco como normativo en la vida cesa, aun así me regocijaré en el Señor. Me gozaré en el Dios de mi salvación, “Jehová Dios es mi fortaleza y Él hace mis pies como de ciervas y en mis alturas me hace andar.” Y después, al final él dice: “al cantante principal en mis instrumentos de cuerdas, esto es alabanza. Cántenlo.”

En medio de un misterio imposible de resolver, su confianza nunca si titubeó. Y en medio de esto, él supo que tenía fortaleza en su fe. Y entonces, uno de los propósitos de la prueba es revelarle a usted y a mí la fortaleza de nuestra fe para que podamos avanzar a lo largo del camino para alcanzar una mayor fortaleza. Job fue probado. Como resultado de su prueba en el capítulo 42, en ese texto conocido, él dice: “de oídas Te había oído y ahora mi ojo Te ve y me arrepiento. Me aborrezco a mí mismo. Me arrepiento en polvo y cenizas.”

En otras palabras, él dijo, quiero confesar mi pecado. Señor, nunca antes realmente Te había visto como Te veo ahora. Y me doy cuenta de que alguna de las cosas que pensaba de acerca de Ti y dije acerca de Ti y sentí acerca de Ti fueron pecaminosas. Señor, mi fe y sus debilidades han sido reveladas. Entonces, las pruebas vienen como una prueba de la fortaleza de nuestra fe.

En segundo lugar, debemos reconocer que las pruebas vienen para humillarnos. Vienen para recordarnos que no debemos pensar con mayor confianza en nuestra fortaleza espiritual como debiéramos. Está relacionado de cerca con la primera, pero es un poco diferente. Vienen no sólo para mostrarnos nuestra fortaleza, sino que vienen para humillarnos, no sea que pensemos que somos más fuertes espiritualmente de lo que somos.

Esto es ilustrado, creo yo, quizás de la manera más vívida como en cualquier otro lugar en las Escrituras en el maravilloso testimonio de Pablo en 2 Corintios 12, usted sabe. Él dice en el versículo 7: “no sea que me enaltezca en sobremanera.” En otras palabras, a menos de que yo tenga un concepto más alto de mí del que debo pensar, debido a la abundancia de revelaciones y por haber sido arrebatado al tercer cielo y todas las cosas que Pablo pudo hacer y el poder del Espíritu, milagros y señales y maravillas y obras poderosas y revelaciones que le vinieron a él por parte de Dios. Y en medio de todas estas cosas, él bien pudo haberse exaltado en su propia mente. “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en la carne para afligirme.” Simplemente, para abofetearme todo el tiempo, no sea que me exalte de sobremanera.

Y debemos reconocer que Dios permite pruebas en nuestras vidas, especialmente cuando somos bendecidos en lugares de servicio espiritual para mantenernos humildes, no sea que pensemos, que tenemos tengamos más confianza en nuestra propia fortaleza espiritual de lo que debiéramos y comencemos a sentirnos como si fuéramos invencibles.

Hay una tercera razón conforme pensé en estas cosas y estas realmente son mis propias reflexiones. Estoy tratando de verlas desde el punto de vista bíblico y personal. Yo creo que el Señor trae pruebas a nuestras vidas también para alejarnos de cosas mundanas. Para alejarnos de cosas mundanas.

¿Alguna vez, se ha dado cuenta de que conforme pasan los años, y ha acumulado más cosas, más muebles o autos o casas o cuentas de banco o lo que sea, más éxito ha tenido, más cosas mundanas ha hecho, ha estado aquí y ha estado allá, ha viajado, ha visto esto, ha oído aquello, ha notado que conforme eso ha pasado en su vida, esas cosas comienzan a tener menos y menos importancia? Hubo un tiempo usted cuando usted pensaba que eran las cosas más deseables en la vida; y ahora, usted ya no piensa eso porque no han podido satisfacer o enfrentar o ayudarle con lo que realmente importa en la vida. Realmente, no resuelven problemas profundos. Grandes ansiedades, heridas; y cuando las pruebas vienen a su vida y cuando usted busca todas estas cosas mundanas y no hacen diferencia alguna y no significan absolutamente nada, esa prueba lo está alejando de esas cosas. Porque está demostrando su incapacidad total de resolver algún problema. O de proveerle algún tipo de recurso real en un tiempo de estrés. Necesitamos ser alejados de eso.

Felipe, usted sabe, en Juan 6. Él viene a Jesús y dice: “¿cómo vamos a encontrar pan para alimentar a estas personas?” Está mirando las cosas desde un punto de vista mundano. “No hay tiendas por aquí y no hay suficiente pan de cualquier manera.” Tenemos a una multitud aquí, una multitud enorme. “¿Cómo vamos a conseguir alimento para cinco mil hombres más las mujeres y los niños?”

Y entonces, él dice: “bueno, Felipe, tú dime, ¿dónde vamos a comprar pan?” Y dice en el versículo 6: “y esto lo dijo para probarlo.” Quería saber si Felipe iba a buscar recursos mundanos. Y claro, así lo hizo. Pero no sirvió de nada en este punto porque el Señor entonces creó una comida y rápidamente, alejó a Felipe de las cosas mundanas y los satisfizo con las cosas espirituales.

Pienso en Moisés, ¿se acuerda ahí en el capítulo 11 de Hebreos, versículo 24 al 26? Él había sido criado en la casa del faraón. Él había sido criado como un príncipe en Egipto. Durante 40 años, él fue educado. Él literalmente estaba la línea de la familia del faraón para la providencia. Él había alcanzado el ápice de la sociedad egipcia, la cual estaba en la cúspide del mundo. Toda la educación, todo el dinero, todo el prestigio, todo el honor, todo el éxito, toda la comodidad estaba ahí en sus manos. Pero él consideró el menosprecio de Cristo, el ungido del Señor, riquezas mayores que los tesoros de Egipto.

Como puede ver, él había quitado sus ojos de todo eso y él había comenzado estar preocupado por la prueba de su pueblo. Y el Señor utilizó esta prueba para alejarlo de las cosas mundanas. Las pruebas van a hacer eso.

Hay un cuarto, creo yo, propósito en las pruebas. Creo que nos llaman a lo que podríamos llamar una esperanza eterna. Las pruebas en la vida, no sé cómo operan para usted, pero sé que operan así en mi vida. Las pruebas en mi vida tienden a hacerme querer ir al cielo. ¿Alguna vez ha notado eso? Eso es lo que estoy diciendo. No quiero hacerlo demasiado difícil, es bastante simple. Nos llaman a una esperanza eterna. Como el querido hombre que me escribió la carta.

Y dijo que ella murió en sus brazos, “¡gracias al Señor con un Salvador que conquistó la muerte!” De pronto, el cielo para él es más dulce de lo que jamás ha sido. La pequeña familia que perdió a dos hijas, para ellos, el cielo es más dulce de lo que jamás ha sido. Y tienen una nueva manera, una nueva falta de interés en el mundo pasajero. ¿No diría usted si usted ha perdido a un ser querido? Si las personas más preciadas en su vida y la persona más preciada en su vida, el Señor Jesucristo y si las posesiones más preciadas en su vida han sido colocadas como tesoros en el cielo, usted va a tener una relación muy, muy distante con este mundo pasajero.

Entonces, las pruebas tienden a mostrarnos la bancarrota de los recursos humanos y a alejarnos del mundo en cierta manera, nos dirigen hacia la esperanza celestial. Romanos 8, entre muchas Escrituras que podrían ser señaladas, simplemente para apoyar este pensamiento. En Romanos, capítulo 8 dice: “el Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios y si hijos, entonces herederos. Herederos de Dios y coherederos con Cristo. Si sufrimos con Él para que también seamos glorificados con Él. Y considero los sufrimientos del tiempo presente no dignos de ser comparado con la gloria que será revelada en nosotros.”

Conforme enfrento el sufrimiento, Pablo dice, simplemente me vuelvo más y más hambriento por la gloria. Y veo a la creación entera gimiendo y esperando la esperanza, esperando la gloriosa, versículo 21, liberación de los hijos de Dios. Y después, en el versículo 24 o 23, él dice “estamos gimiendo esperando la redención de nuestro cuerpo,” versículo 24, “somos salvos en esperanza.”

Entonces, enfrentamos pruebas. Las pruebas nos dan un deseo mayor por aquello que es eterno. Nos ayudan a anhelar la ciudad eterna. Colocan nuestros deseos en las cosas de arriba. Eso es algo espiritual muy importante. Nos hacen pensar en cosas divinas, cosas celestiales. Y eso es lo que Pablo dijo en 2 Corintios 4:16: “Por tanto, no desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria.”

Y después, dice esto: “no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” ¿Cómo es que llegó a tener ese tipo de actitud? Oh, es muy fácil. Simplemente, regrese al versículo 8: “…estamos atribulados en todo… somos perseguidos… llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús.” Versículo 12, “De manera que la muerte actúa en nosotros.” Él está atravesando tantos problemas que no es sorprendente que no le guste el mundo. Él preferiría estar en la gloria.

Entonces, como puede ver, las pruebas tienen un propósito muy, muy útil. Prueban la fortaleza de nuestra fe, nos humillan, no sea que tengamos más confianza en nuestra fortaleza espiritual de lo que debiéramos. Nos alejan de cosas mundanas y nos llaman a una esperanza celestial.

En quinto lugar, las pruebas también cumplen un propósito muy importante porque revelan lo que realmente amamos. Revelan lo que realmente amamos. ¿Podría haber habido algo más querido para Abraham que Isaac? ¿Algo? ¿Es cuestionable que algo pudiera haber sido más querido por él que Isaac? ¿Algo de este mundo? Ciertamente, Dios estaba más cercano a él que Isaac, pero esa fue la prueba. Descubrir si él amaba a Isaac más de lo que amaba Dios o si él amaba a Dios más de lo que amaba a Isaac. Ésa era la prueba.

Como puede ver, las pruebas revelarán lo que usted realmente ama por cómo usted reacciona. Como puede ver, si usted ama de manera suprema a Dios, usted le dirá: “gracias, Dios, por lo que Tú estás logrando, cumpliendo a través de esto. Ayúdame a ver eso. Y Te doy la gloria a través de lo que Tú estás permitiendo que suceda.”

Pero si usted realmente se ama si mismo más que a Dios, usted dirá: “Dios, ¿por qué haces esto?” Usted se va a enojar y usted se va a molestar y usted se va a amargar y usted estará lleno de ansiedad.

Como puede ver, hay un sentido en el que, si algo está más cercano a usted que Dios, entonces, Él lo tiene que quitar. Él lo tiene que tener. Entonces, en mi propia vida sólo quiero asegurarme que nada esté más cerca de mí que el Señor, porque no quiero que lo quite. No que siempre lo haga.

Estaba pensando en esto leyendo ahí en el Pentateuco un poco y llegué a Deuteronomio, capítulo 13, versículo 3: “no escucharás las palabras de ese profeta o ese soñador de sueños.” Este sería un falso profeta. “Porque Jehová tu Dios,” escuche esto, “te prueba para saber si amas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma.” ¡Guau! El Señor está probándote para ver a quién amas en realidad. Si lo amas a Él con todo tu corazón y con toda tu alma, en Lucas 14:26: “… si alguno viene en pos de Mí y no aborrece a su padre y madre y esposa e hijos y hermanos y hermanas y también su propia vida, él no puede ser,” ¿qué?, “Mi discípulo. Y el que no lleva su propia cruz y viene en pos de Mí no puede ser Mi discípulo.”

Ahora, ¿qué es lo que está diciendo? ¿Está diciendo literalmente que es algo cristiano el odiar a todo el mundo, incluyéndote a ti mismo? No. Lo que él quiere decir con esto es que, si usted no ama a Dios, al grado que usted de manera dispuesta, si es necesario, se distancia del padre, madre, esposa, hijos, hermano, hermana y aún su propia vida, entonces no ama a Dios de manera suprema. Usted no es digno de ser Su discípulo.

¿Qué quiere decir aislarse, distanciarse? Queremos decir que usted va a hacer la voluntad de Dios en primer lugar y sobre cualquier otra cosa, sin importar lo que apela a aquellos que están cerca de usted. No importa lo que le importa a su padre o a su madre o a su esposa o a su hijo o a su hermano o a su hermana o a su propia carne. Usted hará la voluntad de Dios sin importar lo que ellos quieran, porque ahí está su amor supremo.

Dios quería, en el caso de Abraham, que Abraham y todos nosotros supiéramos a quién amaba Abraham más. Él le dijo a él: Isaac, tu único hijo a quien amas. Abraham pasó la prueba. ¿A quién amaba Abraham más que cualquier otra persona? A Dios. Y ése es el valor de la prueba. Abraham descubrió que él amaba a Dios más que a cualquier otra persona. Y todo el mundo supo eso. Es tan importante señalar eso. Cuando usted atraviesa una prueba, descubra lo que revela acerca de su amor.

Hay un sexto propósito en las pruebas que realmente es muy, muy útil. Y es el siguiente: las pruebas nos enseñan a valorar la bendición de Dios. Las pruebas nos enseñan a valorar la bendición de Dios. Nos enseñan a valorar la bendición de Dios.

La razón, la razón nos enseña a valorar el mundo. Los sentimientos, nos enseñan a valorar el placer. La fe, nos dice que valoremos el mundo de Dios. La Palabra de Dios. El favor de Dios, la bendición de Dios. La razón dice ‘aprovecha lo más que puedas del mundo’. El sentimiento, dice ‘encuentra el placer a costa de lo que sea’. La fe dice ‘obedece la palabra de Dios y se bendecido’.

Como puede ver, las pruebas nos enseñan la bendición de la obediencia. En medio de una prueba, obedecemos y somos bendecidos. Eso es lo que buscan enseñar. Nos muestran que la obediencia a costa de lo que sea trae la bendición de Dios.

El salmista dice en el Salmo 63:3, y esto a partir de la experiencia personal, “porque Tu misericordia es mejor que la vida, mis labios que alabarán.” Dios, he visto Tu misericordia y es lo mejor que hay. Lo mejor que hay. Jesús es el ejemplo perfecto de esto en Hebreos 5. En los días de Su carne, Él ofreció oraciones, súplicas con clamor, con lloro fuerte y lágrimas a Aquel que era poderoso para salvarlo de la muerte. Jesús está atravesando la prueba del huerto. Eso es lo que ahí se retrata ahí. Y Él estaba sudando gotas de sangre, llorando y clamando porque Dios lo librara. Y Él fue oído en que Él temía; y aunque Él fue Hijo y uno amado, sin embargo, Él aprendió la obediencia por las cosas que sufrió.

“Y habiendo sido perfeccionado, se volvió el Autor de la salvación eterna todos los que le obedecen.” Y escuche, mediante el sufrimiento Él fue obediente y Dios lo exaltó. Filipenses 2 lo dice de otra manera. Él fue humillado. Tomó la forma de hombre, se ofreció a sí mismo en muerte y Dios lo exaltó hasta lo sumo. Las pruebas nos colocan en medio del sufrimiento para que obedezcamos en el sufrimiento y entonces, recibamos la bendición completa de Dios.

Yo diría que cuando usted atraviesa una prueba, si usted aprende a obedecer a Dios, usted experimentará la emoción de Su bendición. Ésa es Su promesa.

Permítame darle dos más que son propósitos del sufrimiento. Número siete: el sufrimiento viene, y este es un propósito de mucho, mucho valor, el sufrimiento viene para capacitarnos para ayudar a otros en su sufrimiento. Algunas veces, cuando viene el sufrimiento viene, quizás no tenga ningún otro propósito que capacitarme mejor para ayudar a otros en su sufrimiento.

Yo pienso en eso con respecto al capítulo 22 de Lucas, en donde Jesús le dice a Pedro y el Señor le dijo: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha deseado para zarandearos como a trigo.” Satanás te va a tomar y te va a sacudir. “Y Yo he orado por ti, que tu fe no falle.” Ahora escuche esto, “para que cuando tú te vuelvas,” tú salgas de esto. Él dice: “fortalezcas a tus hermanos.” Ahí está. Un propósito maravilloso.

Es como Jesús en Hebreos capítulo 4, Hebreos, capítulo 2, también. Quien se convierte en un sumo sacerdote misericordioso y fiel que es poderoso para ayudar a aquellos que vienen a Él porque Él ha enfrentado toda prueba que nosotros hemos enfrentado, ¿verdad? Eso es lo que lo hace a Él un sumo sacerdote fiel y misericordioso. Entonces, enfrentamos pruebas con el propósito de poder ayudar a otros. ¡Qué maravilloso! ¡Cuán maravilloso es que Dios nos permita atender por la experiencia para instruir a otros!

Y después, finalmente, el octavo. Y esto nos lleva al pasaje. Tendremos que esperar una semana, pero en octavo lugar, las pruebas vienen para desarrollar fortaleza perseverante para una mayor utilidad. Vienen para desarrollar fortaleza perseverante para una mayor utilidad. De nuevo, Thomas Menton dijo y cito: “cuando todas las cosas están en silencio y cómodas, vivimos por los sentidos en lugar de vivir por la fe. Pero el valor de un soldado nunca es conocido en tiempos de paz.” Fin de la cita. Tiene razón, el valor de un soldado nunca he conocido en tiempos de paz.

Dios tiene Su propósito en la prueba. Y con la misma, nos dará mayor fortaleza. Conforme usted atraviesa una prueba, sus músculos espirituales son ejercitados. Usted se fortalece para la siguiente. Eso significa que usted puede enfrentar un enemigo mayor. Eso significa que usted es más útil. Usted atraviesa otra prueba, y otra prueba y otra prueba. Y todas esas lo están fortaleciendo, fortaleciendo, fortaleciendo, hasta que ahora, su utilidad se está incrementando y su fortaleza lo hace más útil. Y entonces, entre más útil usted es, más es usado. Y entre usted más usado es, más logra en el poder del Espíritu para la gloria de Dios.

Entonces, permítame resumirlo. ¿Cuál es el propósito de Dios conforme Él nos prueba? En primer lugar, para probar la fortaleza de nuestra fe. Para que podamos saber en dónde está nuestra fortaleza o no lo está. En segundo lugar, para humillarnos, no sea que lleguemos a tener más confianza en nuestra propia fortaleza espiritual de lo que debiéramos. En tercer lugar, para alejarnos de cosas mundanas. En cuarto lugar, para llamarnos a una esperanza celestial para que vivamos enfocados en lo de arriba y no en lo de abajo. En quinto lugar, para revelarnos lo que realmente amamos. En sexto lugar, para enseñarnos a valorar la bendición de Dios y a valorarla conforme viene a nosotros en los tiempos de sufrimiento. En séptimo lugar, para capacitarnos para ayudar a otros en sus pruebas. Para sobrellevar los unos las cargas de los otros. Y en octavo lugar, para desarrollar una fortaleza perseverante para una mayor utilidad, para que Dios nos pueda colocar en lugares más importante de ministerio y eficacia.

Ahora, todos estos son propósitos que valen la pena. Todos estos encajan en el plan de Dios por Su gracia. Pero la pregunta todavía está en su mente, como en la mía, muy bien, van a venir.

Regresemos a Santiago 1 simplemente para un pensamiento de conclusión. Dice que van a venir. La prueba de su fe va a venir, versículo 3. Versículo 12: “bienaventurado es el hombre que soporta la prueba, después de que es probado, va a ser recompensado.” Van a venir, no hay manera de evitarlas. Y podríamos decir: “sé que van a venir y sé que todos estos son los propósitos de Dios en ellos y Él quiere cumplir todo eso. Puedo entender eso. Pero todavía no responde la pregunta: ¿cómo enfrento eso cuando estoy en medio de ellas? ¿Cómo las atravieso?” Está bien tener todo esto en una lista en mis notas del sermón, pero ¿cómo enfrento esa prueba?

Y ahí es donde es donde Santiago 1, 2 al 12 realmente habla. En primer lugar, se necesita una actitud gozosa. El primer medio para perseverar en una prueba es una actitud gozosa. “Hermanos míos tened por sumo gozo.” La segunda es una mente que entiende, “sabiendo esto, que esta prueba está produciendo algo.” La tercera es una voluntad sumisa. “Mas tenga la paciencia su obra perfecta.” En otras palabras, deje que suceda porque Dios está operando. Está llevando a cabo Su obra. La cuarta en los versículos 5 al 8 es “un corazón que cree.” Pídale a Dios lo que necesita y pida, versículo 6 dice, en ¿qué? En fe. Usted debe tener un corazón creyente, que cree, para creer que Dios tiene un propósito y que Él suplirá todo lo que usted necesita para esa prueba. Un corazón que cree.

Y finalmente, en los versículos 9 al 11, “un espíritu humilde”. Un Espíritu humilde. Usted persevera en medio de las pruebas con una actitud gozosa, una mente que entiende, una voluntad sumisa, un corazón que cree y un espíritu humilde.

Ahora, la próxima vez, vamos a ver esas últimas dos. Un corazón que cree y un espíritu humilde. Sólo quería prepararlo y que se diera cuenta de que vamos a ver verdades muy, muy emocionantes, en donde habla acerca de pedirle a Dios sabiduría, en donde habla acerca de pedir en fe, sin dudar. Habla acerca de un hombre de doble ánimo y cómo ese hombre pierde todo de Dios. Y después, vamos a ver esa área entera de un espíritu humilde y qué función tiene en la perseverancia.

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4/17 – ¡Huye de la Tentación!

Iglesia Evangélica de la Gracia

Serie: La Vida de José

4/17 – ¡Huye de la Tentación!

David Barceló

 

David Barceló

Westminster en California (MA) y Westminster en Filadelfia (DMin)

David es licenciado en Psicología y graduado de los seminarios Westminster en California (MA) y Westminster en Filadelfia (DMin). Es miembro de la NANC y graduado en Consejería Bíblica por IBCD. David ha estado sirviendo en la Iglesia Evangélica de la Gracia, desde sus inicios en mayo de 2005, siendo ordenado al ministerio pastoral en la IEG en junio de 2008.

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9 marcas de una iglesia no saludable

Coalición por el Evangelio

9 marcas de una iglesia no saludable

Kevin DeYoung

Gracias a Mark Dever, muchos de nosotros nos hemos familiarizado con las 9 Marcas de una Iglesia Saludable. Si bien nunca fueron destinadas a ser la última palabra en todo lo que una iglesia debe ser o hacer, las nueve marcas han sido de gran ayuda recordando a los cristianos (sobre todo a pastores) de la sustancia necesaria que a menudo olvidamos en una época obsesionada con el estilo.

En cierto sentido, las nueve marcas de una iglesia no saludable podrían ser simplemente lo contrario de todo lo que hace una iglesia saludable. Las iglesias no saludables ignoran la membresía, la disciplina, la predicación expositiva y todo lo demás. Pero los signos de enfermedad de una iglesia no siempre son tan evidentes. Es posible para tu iglesia enseñar y entender todas las cosas correctas y aún seguir estando en un lugar terriblemente no saludable. Sin duda, hay docenas de indicadores de que una iglesia se ha vuelto disfuncional y enferma, pero vamos a limitarnos a nueve.

Aquí hay nueve marcas de que su iglesia –incluso una que cree en la Biblia, predica el evangelio, y abraza una buena eclesiología– puede ser no saludable:

1. Cuanto más periférico sea el tema del sermón, más se emociona la gente. Una de las cosas que siempre me ha gustado de mi iglesia es que los sermones que ellos más aman son aquellos que tratan los temas más centrales de la Biblia. Les encanta escuchar sobre el pecado y la salvación, sobre la gloria de Dios, sobre la providencia, sobre Cristo y la cruz. No es que ellos nunca escuchan (o que no les gustan) los sermones sobre escatología o problemas sociales o administración financiera o el matrimonio o la paternidad, pero parecen más apasionados acerca de los mensajes que hacen énfasis en la culpa, la gracia y gratitud. Me preocupa cuando una congregación se cansa de oír hablar de la Trinidad, la expiación, el nuevo nacimiento, o la resurrecció,n y quiere escuchar otra larga serie sobre el manejo del estrés o las 70 semanas de Daniel.

2. El personal de la iglesia no disfruta ir a trabajar. Cada trabajo tiene sus altibajos. Cada oficina tendrá tensión de vez en cuando. Pero los líderes laicos deben tomar notas cuando el personal parece resentido, infeliz, y tiene que arrastrarse a la iglesia todos los días. ¿Los miembros del personal de la iglesia disfrutan estar juntos? ¿Hablan entre ellos como amigos en los pasillos? ¿Usted los ha visto riendo juntos? Si no, puede que se hayan quemado en la marcha, haya algún conflicto sin resolver, o algo peor.

3. El pastor y su esposa no se llevan bien. No estoy hablando de las riñas regulares y tiempos difíciles por los que cada pareja pasa de manera períodica. Estoy hablando de un matrimonio que ha crecido frío y sin amor, una relación que es superficial y carente de pasión. Cada iglesia debe tener algún mecanismo para preguntarle al pastor y a su esposa cómo está yendo su matrimonio (o no). Las iglesias pueden sobrevivir muchos conflictos, pero rara vez van a ser lugares saludables y felices si el pastor y su esposa están, en silencio o a voces, enfermos e infelices.

4. Casi nadie sabe a dónde va el dinero. Las iglesias manejan sus finanzas en formas distintas. Mientras las iglesias se hacen más grandes, puede ser más difícil, o incluso imprudente, para todos en la iglesia tener voz y voto en la asignación de cada centavo. Sin embargo, cuando se trata de finanzas, errar en el lado de la transparencia es raramente una mala idea. Como mínimo, debe haber más de un pequeño grupo de personas que saben (y tienen voz y voto) adonde va el dinero. No haga del salario del pastor un asunto de seguridad nacional.

5. El equipo de liderazgo nunca cambia o siempre cambia. Ambas son señales de advertencia. Por un lado, las iglesias se encarnan cuando nunca hay sangre nueva entre los líderes. Si sus ancianos, diáconos, administradores, líderes de grupos pequeños, maestros de escuela dominical, coordinadores de escuelas de vacaciones bíblicas, y los miembros del equipo de adoración son los mismos ahora como lo fueron durante el período inicial, tienes un problema. Tal vez los viejos líderes están hambrientos de poder, tal vez nadie se está entrenando, tal vez nadie nuevo ha llegado a su iglesia en veinte años. Todos son grandes problemas. Por otro lado, si los ancianos no están interesados ​​en servir otro período, y los miembros del personal no se quedan más que un par de años, y los voluntarios solo se ofrecen como voluntarios una vez, la cultura de su iglesia puede ser demasiado confinante, llena de conflictos, o con falta de perdón para errores honestos.

6. Nadie se ha levantado de la iglesia para el ministerio pastoral o ha sido enviado por la iglesia a servicio misionero. Buena predicación inspira a hombres jóvenes a predicar. Claridad sobre el evangelio suscita hombres y mujeres a compartir el evangelio con aquellos que no han oído. Las iglesias más pequeñas pueden no enviar nuevos trabajadores cada año, pero la congregación que casi nunca produce pastores y misioneros casi nunca es una iglesia saludable.

7. Hay un cuello de botella en la toma de decisiones. Esto puede ser culpa de la congregación. Algunos miembros de la iglesia insisten en aprobar cada decisión, desde la contratación de personal, la hora del servicio de adoración hasta al color de la alfombra. Si todo el mundo tiene que votar en cada decisión, su iglesia nunca será más grande que el número de personas que pueden votar con conocimiento en cada decisión (que es bastante pequeño). El pastor también puede tener  la culpa del cuello de botella. En algunas iglesias no pasa nada sin la aprobación personal del pastor y una supervisión directa puede ser la receta para guerras territoriales, retraso en el crecimiento, y el distanciamiento de los líderes dotados.

8. La predicación se ha vuelto errática. Esto puede tomar muchas formas. Tal vez el pastor ya no comparte el púlpito con otros miembros del personal y algún predicador invitado de vez en cuando. Tal vez es lo opuesto, y el pastor parece estar en el banco cada vez más a menudo. Tal vez la predicación se ha vuelto más criticona, o siempre trata el mismo tema, o muestra signos de poca preparación. Tal vez usted ha notado que el predicador está confiando más en cápsulas de vídeo o bosquejos de sermones preenvasados, o constantemente reutiliza materiales de alǵun sermón predicado años atrás. Nadie quiere que la predicación sea aburrida. Alguna variación es de esperar y es bienvenida. Pero echa un vistazo más de cerca si los predicadores parecen doctrinalmente inestables, irritables, o agotados.

9. Hay problemas que todo el mundo conoce pero nadie habla abiertamente. Iglesias no saludables a menudo tienen una importante regla no escrita: la persona que mencione nuestros problemas es el que tiene el problema. Esto podría ser un pastor que no puede predicar, un pianista que nunca se queda en el sermón, un anciano que se rumorea esta en una relación incorrecta, un líder de jóvenes que no sabe cómo hablar con los niños, un miembro del personal que no puede llevarse bien con nadie, un líder que lidera por decreto e intimidación. Sin duda, muchos asuntos deben tratarse en privado y en voz baja, pero esto no es excusa para hacer de la vista gorda a lo que todos pueden ver claramente. Nombrar lo que todo el mundo sabe es a menudo el primer paso para quitarle al problema su poder.

PUBLICADO ORIGINALMENTE EN THE GOSPEL COALITION. TRADUCIDO POR MANUEL GARCÍA.

Amós y Oseas

Ministerios Ligonier

Renovando tu Mente

Amós y Oseas

R.C.Sproul

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En realidad, el texto de Amós ha sido por largo tiempo el favorito para todos los que participan en activismo social, porque de todos los profetas menores, Amós se destaca como la voz de Dios a favor del pobre y del oprimido.

A menudo hay muchos conceptos falsos que salen del texto de Amós, pero la mayor preocupación de Amós fue que la justicia estuviera presente en la tierra. Su preocupación por la justicia no era solo un asunto de procedimientos de justicia penal sino del comportamiento de las personas y particularmente del gobierno con respecto a las relaciones interpersonales.

Cuando consideramos a Amós, este parece ser un tipo de profeta sombrío y triste; y él pasa tanto tiempo hablando de la justicia de Dios que apenas podemos ver algo de la misericordia de Dios en su libro. Es por eso que hoy vamos a dar un vistazo a Amós y Oseas, quienes son como los profetas gemelos del siglo VIII a.C.

El énfasis de Amós es la justicia y el énfasis de Oseas es la misericordia, pero sería incorrecto suponer que todo lo que preocupaba a Amós era la justicia y que todo lo que le preocupaba a Oseas era la misericordia.

Solo estamos hablando aquí de la diferencia en el énfasis. En el libro de Amós, al principio del capítulo 1, leemos esta declaración, capítulo uno, verso tres: «Así dice el Señor: ´Por tres transgresiones de Damasco, y por cuatro, no revocaré su castigo´».

Luego, lo que sigue es un anuncio profético del juicio de Dios sobre la ciudad de Damasco. Luego en el verso 6: «Por tres transgresiones de Gaza, y por cuatro, no revocaré su castigo». Verso 9: «Por tres transgresiones de Tiro, y por cuatro, no revocaré su castigo». Versículo 11; «Por tres transgresiones de Edom, y por cuatro, no revocaré su castigo».

Y lo que ocurre aquí es una serie de oráculos entregados por Amós mediante los cuales Dios habla a través de su profeta y anuncia su juicio sobre las naciones impías y ciudades que rodean a Israel. Me gusta imaginar este escenario en el que Amós está rodeado por gente de Israel.

Él mismo es del reino del sur, de Judá, pero está profetizando ahora en el norte y lo veo reuniendo a todas estas personas a su alrededor y anunciando que Dios va a juzgar a Damasco, y cuando dice: “Por tres transgresiones” “y por cuatro, no revocaré su castigo” sobre Damasco, el pueblo está gritando y vitoreando: ‘¡Esas son buenas noticias!’

Y luego dice: “Por tres transgresiones” “y por cuatro”, va a juzgar Gaza y la gente vitorea de nuevo. Y voy a juzgar a Edom y voy a juzgar a esta nación, y a aquella nación. Y podemos ver un aumento creciente de la emoción entre la gente cuando se anuncia el juicio de Dios sobre los vecinos paganos.

Pero entonces en la cúspide de su entusiasmo, Amós dice: «Por tres transgresiones y por cuatro Oh Israel, yo no revocaré mi castigo».

Y es como si le hubiera puesto una trampa a su audiencia pues, de repente, su alegría se vuelve en amarga tristeza y hostilidad hacia la voz de este profeta. Uno de los temas más importantes que encontramos en Amós tiene que ver con una idea que está profundamente arraigada en la fe del Antiguo Testamento.

Es anterior a los profetas y era la expectativa de lo que se llamó el día del Señor. A veces es llamado el día de Jehová, y otras veces el día de la visitación de Dios. En la antigüedad, el pueblo judío anhelaba ese futuro cuando Dios mismo visitaría a su pueblo y con claridad se manifestaría y el pueblo esperaba esto con muy gran gozo.

Sin duda era su esperanza escatológica. De hecho, cuando llegamos al Nuevo Testamento y recordamos la enunciación del ángel Gabriel, no en el caso a María, sino a Zacarías, sobre el inminente nacimiento de Juan el Bautista, vemos que, bajo la influencia del Espíritu Santo, Zacarías canta el Benedictus y menciona en su cántico de alabanza su gran gozo porque Dios estaba visitando a su pueblo, y que ellos esperaban este día de la visitación.

Pero como dije, en la tradición, el día del Señor, que se esperaba, era un tiempo de la visita de la misericordia, la gracia y la salvación de Dios.  Sin embargo, veamos brevemente lo que Amós hace con esta esperanza favorita del pueblo. En el capítulo 5 verso 16, Amós dice: «Por tanto, así dice el Señor, el Señor Dios de los ejércitos: En todas las plazas hay llanto, y en todas las calles dicen: ¡Ay! ¡Ay! Llaman a duelo al labrador, y a lamentación a los que saben plañir. En todas las viñas habrá llanto, porque pasaré por en medio de ti, dice el Señor».

No dice: “pasaré por encima de ti” como lo hizo en Egipto, sino, “pasaré por en medio de ti”.  Y luego da este oráculo de condenación: «¡Ay de los que ansían el día del Señor! ¿De qué os servirá el día del Señor? Será tinieblas, y no luz; como cuando uno huye de un león, y se encuentra con un oso, o va a casa, apoya la mano en la pared, y lo muerde una culebra.

¿No será tinieblas el día del Señor, y no luz; oscuridad, y no resplandor? En otras traducciones se lee de la siguiente manera: “El día del Señor será de oscuridad, y no de luz”. Esta es la presentación más pesimista del concepto del día del Señor que encontramos en todo el Antiguo Testamento.

Pues Amós dijo: ‘¡Ay de ustedes que esperan impacientes y desean el día de la visita del Señor!; porque lo que esperan con anticipación gozosa, va a ser una tremenda sorpresa para ustedes’.

Serán como aquellos que huyen de un león y justo cuando piensan que han escapado del león, se encuentran de frente con un oso, y escapan del oso y regresan a toda prisa a la seguridad y refugio de su casa, corren dentro de la casa, cierran la puerta, suspiran de alivio, apoyan su mano en la pared y una serpiente venenosa los muerde.

Esa es la imagen que usa Amós para estas personas. Y ahora está hablando del juicio venidero sobre Jerusalén. Ahora, veremos en unos momentos que Oseas suaviza la idea del juicio que está asociada con el día del Señor y ofrece una esperanza futura para el remanente de Israel para quien el día del Señor será una bendición.

Y si seguimos este tema a través de los profetas Isaías, Sofonías por ejemplo, Joel, y en el Nuevo Testamento, veremos que el día del Señor se vuelve un concepto que es muy importante para la teología bíblica, que es una espada de doble filo.

Para aquellos que no están preparados para la venida del Señor, es un día de oscuridad, sin luz. Pero para aquellos que están esperando ansiosamente su llegada y su aparición, para ellos es un tiempo de bendición sin igual y de gracia.

En el Nuevo Testamento, la encarnación de Jesús se describe de varias formas por el término “visitación”. Incluso allí su visita a este mundo es un tiempo de excesivo gran gozo para aquellos que son fieles al pacto y dan la bienvenida a su venida.

Pero su venida también es una crisis, ya que trae juicio sobre aquellos que lo rechazan. “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”.

Incluso en los últimos días de su ministerio, Él se lamenta, el domingo de Ramos, por la ciudad de Jerusalén y les dice que la destrucción vendrá sobre la ciudad porque no estaban listos en el día de su visita.

Ahora Amós, como digo, siendo del sur incurre en la ira de los que viven en el reino del norte. El sacerdote de Betel, Amasías, acusó a Amós de conspirar en contra de Israel y él dice en el capítulo 7 verso 10: «la tierra ya no puede soportar todas sus palabras».

Y en el versículo 12, dice Amasías a Amós: «“Vete, vidente”, o tú, profeta, “huye a la tierra de Judá, come allí pan y allí profetiza; pero en Betel no vuelvas a profetizar más, porque es santuario del rey y residencia real».

Y Amós responde a Amasías con algunas palabras extrañas, pero creo que son importantes para entender este libro. Amos respondió y dijo: «Yo no soy profeta, ni hijo de profeta, sino que soy boyero y cultivador de sicómoros. Pero el Señor me tomó cuando pastoreaba el rebaño, y me dijo: Ve, profetiza a mi pueblo Israel».

Lo que está pasando aquí es que Amós niega que sea un profeta, sin embargo, aquí lo tenemos, célebre como uno de los profetas canónicos más importantes del Antiguo Testamento. ¿Por qué le anunciaría públicamente al sacerdote de Betel que él no era un profeta? «Yo no soy profeta, ni hijo de profeta.»

Bueno, la palabra que Amós usa aquí en hebreo es la palabra ‘nabi’ y nabi hizo referencia a eso. Es por eso que la versión que leí hace un rato, lo traduce vidente.

En Israel había, además de los profetas canónicos, los que fueron carismáticamente dotados por Dios para ser agentes de la revelación divina, para ser sus voceros ante la nación. También había profetas profesionales, profetas institucionales, profetas de culto que eran contratados. Y cuando Amasías rechaza a Amós, le está diciendo que él es un vidente ordinario, de culto, profesional.

Así que le dice que vaya a ejercer su profesión a otro lugar. Y Amós le responde: ‘Yo no soy esa clase de profeta. No soy un profeta con «p» minúscula. Yo soy un profeta con «P» mayúscula, porque estoy hablando la palabra del Señor’.

Así que espero que eso explique esta porción enigmática. Luego leemos que Dios va a traer juicio sobre el pueblo y él dice anteriormente en el capítulo 7: Dios mostró a Amós una plomada, y el Señor dijo: “He aquí, pondré una plomada en medio de mi pueblo Israel. Ya no volveré a dejarlos sin castigo”.

Esta plomada es una de varias visiones, está la visión del fuego, está la visión de la cesta de fruta de verano y otras, que ilustra una cosa común que encontramos en los profetas.

Los profetas son conocidos por dar ejemplos prácticos, por patrones extraños de comportamiento que muestran la verdad de Dios, como corriendo por las calles desnudo o Ezequiel acostado de lado durante muchos meses.

Y en este caso, teniendo visiones que tienen un significado simbólico para la gente que comunica la palabra de Dios. Y todas estas visiones que encontramos en el capítulo 7 y 8 tienen que ver con las visiones del juicio venidero de Dios sobre el pueblo.

Ahora, en el libro de Amós, terminaré con esto, como dije, el tema central es la rectitud o justicia social, pues lo que le preocupa a Dios sobre Israel es la inmoralidad, la injusticia social y la apostasía religiosa.

Así que Dios dice al pueblo, ‘desprecio tus fiestas; aborrezco tus asambleas solemnes; tus sacrificios se han convertido en un hedor en mi nariz, porque, aunque tienes los adornos exteriores de la religión, se están tratando unos a otros de forma opresiva, pues los pobres son vendidos por un par de zapatos’.

Luego dirige su atención a la clase rica de personas que, en su mayor parte, formaba parte, en ese tiempo, del gobierno de turno de ese tiempo, y dice que las mujeres habían llegado a ser como las vacas gordas de Basán.

Ahora imagina un profeta que se levanta hoy ante una congregación y le dice a las señoras ricas y a la iglesia: ‘ustedes vacas gordas de Basán que descansan en camas de marfil, pero venden al pobre por un par de zapatos, y no hay justicia en las puertas’.  Y cuando se habla de la justicia en las puertas, se refiere al sistema judicial que se supone debe ser imparcial y no hacer diferencia entre el pobre y el rico.

Y lo que está sucediendo en este momento es que los jueces están aceptando sobornos y están distorsionando los principios de la ley de Dios que eran una parte de su pacto.

Como ya lo mencioné, el profeta Amós hace hincapié en esta preocupación por la justicia social. Oseas, su homólogo en aquellos días, es quizás el más famoso para nosotros por lo que ocurre al principio del libro que lleva su nombre.

Oseas es elegido por Dios y le manda salir y casarse con una ramera, al parecer una prostituta profesional. Demos un vistazo a este relato que se encuentra al principio del libro de Oseas donde leemos en el primer capítulo, verso 2.

Leemos: «el Señor le dijo: Anda, toma para ti a una mujer ramera y engendra hijos de prostitución; porque la tierra se prostituye gravemente, abandonando al Señor».

Ahora, esto es importante. Como dije, los profetas usan constantemente ejemplos prácticos, y aquí tenemos el ejemplo máximo que Dios estaba tratando de demostrar a su pueblo al decirle a Oseas que se casara con una prostituta.

La razón para ello es obvia: ‘Porque mi pueblo se ha convertido en una ramera. Mi novia me ha sido infiel, pero me he mantenido casado con esta novia por tanto tiempo y he tolerado y he sido paciente con sus infidelidades; pero ahora el tiempo del juicio está cerca’.

Y así leemos en el primer capítulo: Oseas fue “y tomó a Gomer, hija de Diblaim; y ella concibió y le dio a luz un hijo. Y el Señor dijo a Oseas: Ponle por nombre Jezreel, porque dentro de poco castigaré a la casa de Jehú por la sangre derramada en Jezreel, y pondré fin al reino de la casa de Israel. Y sucederá que en aquel día quebraré el arco de Israel en el valle de Jezreel».

Una vez más prediciendo la derrota militar de Israel, que tendrá lugar en el valle de Jezreel. Y así, al primer hijo de Oseas se le da un nombre que comunica y encarna la profecía de Dios.

Luego él continúa diciendo que su esposa concibió otra vez y dio a luz una hija, y Dios le dijo: “Ponle por nombre Lo-ruhamá, porque ya no me compadeceré de la casa de Israel». El nombre significa ‘no más misericordia’.

¿Cómo te llamas pequeña? Mi nombre es ‘no más misericordia’. Dios me dio ese nombre porque le ha dicho a su pueblo y a su novia infiel: ‘Ya no lo toleraré más y no daré más misericordia. Pero la aflicción más profunda de esta interminable lección práctica creo que es el nacimiento del tercer hijo.

«Después de haber destetado a Lo-ruhamá, ella concibió y dio a luz un hijo. Y el Señor dijo: Ponle por nombre Lo-ammí”, que traducido significa “no mi pueblo”.

Y Dios está diciendo a Israel: ‘Ustedes, a quienes llamé a ser mi pueblo del pacto, ustedes con quienes me casé en el desierto y les dije que serían una luz para los gentiles, que sería su Dios y que serían mi pueblo y que los apartaría y los consagraría para ser una nación santa. ¡No más! Ahora ustedes son para mí Lo-ammi, no mi pueblo’.

Es fascinante en el Nuevo Testamento, cuando el apóstol habla del injerto de los gentiles como nosotros en la iglesia y en el reino de Dios.

Se dice de nosotros que Dios tomó un pueblo que no era su pueblo y nos hizo su pueblo, pero eso no significa que el rechazo de Dios a su pueblo del pacto, en este punto de la historia, fuera total o definitivo.

Como dije, Oseas es el profeta de la esperanza y de la misericordia. Hasta ahora, ha habido muy poca esperanza y muy poca misericordia en este texto. En el capítulo 2, Dios ordena a Oseas que se divorcie de Gomer, de nuevo para simbolizar la sentencia de Dios de divorcio contra Israel.

Pero, luego, en el capítulo 2 verso 14, leemos lo siguiente: “Por tanto, he aquí, la seduciré, la llevaré al desierto, y le hablaré al corazón. Le daré sus viñas desde allí, y el valle de Acor por puerta de esperanza. Y allí cantará como en los días de su juventud, como en el día en que subió de la tierra de Egipto. Y será en ese día, dice el Señor, que me llamarás ‘mi esposo’ y ya no más ‘mi maestro’.

Y “Te desposaré conmigo para siempre; sí, te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en misericordia y en compasión; te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás al Señor». Y luego en el versículo 23: «Y tendré compasión de la que no recibió compasión, y diré al que no era mi pueblo: (ammí) Tú eres mi pueblo.”

Una vez más, Dios restaurará a su novia para sí mismo y llamará a su pueblo por su nombre.

R.C. Sproul es el fundador de Ligonier Ministries, el maestro principal de la programación de radio Renewing Your Mind, y el editor general de la Biblia de estudio Reformation

http://www.ligonier.es

13/27 – La impecabilidad de Cristo

Aviva Nuestros Corazones

Serie: El Cristo incomparable

 13/27 – La impecabilidad de Cristo

Nancy Leigh DeMoss

https://www.avivanuestroscorazones.com/podcast/aviva-nuestros-corazones/la-impecabilidad-de-cristo/

Leslie Basham: Como una verdadera maestra de la Biblia para mujeres, Nancy Leigh DeMoss a menudo pasa horas a solas enfocada en el estudio. ¿No suena como si este fuera un ambiente seguro para alejarse del mundo y evitar el pecado?

Nancy Leigh DeMoss: Pero Dios, Él conoce el corazón. Él conoce los pensamientos. Él conoce las actitudes. Él conoce la impaciencia. Él conoce los pensamientos críticos. 

Leslie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss, en la voz de Patricia de Saladín. Hemos estado preparando nuestros corazones para la temporada de Pascua, siguiendo a Nancy, en una serie llamada, El Cristo incomparable.

Nancy: Quiero hablar hoy de otra manera obvia en la que Cristo es incomparable. Si estás siguiendo junto a nosotras el libro de Oswald Sanders, estamos en el capítulo 13, que se llama la «La impecabilidad de Cristo».  Creo  que impecabilidad es una palabra con la que no estamos muy familiarizadas. Eso es parte de lo que hace único a Cristo y lo hace incomparable.

Mientras me preparaba para esta serie y llegué a este capítulo,  pensé: «Seguramente todos los que están escuchando este programa estarían de acuerdo en que Jesús no tenía pecado, de manera que ¿necesitamos realmente un programa completo sobre la impecabilidad de Cristo?» Pero resulta, que mientras he estudiado este tema,  me di cuenta que no necesariamente todo el mundo está de acuerdo en que Jesús era sin pecado.

De hecho, descubrí algunas estadísticas sorprendentes en una encuesta de investigación de Barna, que dice que hay casi igualdad de opiniones entre los adultos estadounidenses sobre este tema: 42% de los estadounidenses encuestados creen que Jesús pecó; solo el 40% cree que no lo hizo. Piensas, que si en esta encuesta le preguntas al público estadounidense en general y que gran cantidad de estas personas no crea en Cristo no te sorprenderías.

Pero entonces hicieron un estudio por denominaciones, con las personas que asisten a las diferentes denominaciones de creyentes. Te voy a decir que la mejor denominación para este conteo fue la Bautista. Pero escucha esto antes  de que digas un rápido «amén». A esto solo el 55% de los bautistas está en desacuerdo en que Jesús pecó cuando estuvo aquí en la tierra —y se encontraban en el tope del grupo encuestado.

Eso significa que ¡casi la mitad de los bautistas encuestados piensa que Jesús podría haber pecado o que pecó! Como alguien me dijo mientras discutíamos este tema el otro día: «¡Si Cristo es nuestra justicia, es bastante malo pensar que El pudo haber pecado!».

Vamos a hablar de todo este tema del pecado, de donde vino, y el concepto del pecado original.  Es un concepto muy doctrinal pero muy importante. En Génesis capítulo 3 encontramos—ya conoces la historia —cómo Adán y Eva, creados sin una naturaleza pecaminosa, desobedecieron la ley de Dios. Siguieron sus propios caminos de manera independiente, y pecaron.

Desde ese momento, cada ser humano nacido ha llegado a esta carrera con una naturaleza pecaminosa, excepto uno. Eso es lo que se conoce como la doctrina del pecado original o heredado. Adán nos representó a todos nosotros. Estábamos en él, y en él todos hemos nacido en este mundo como pecadores.

Ahora, eso no necesariamente quiere decir que los bebés están haciendo cosas pecaminosas. Pero pecamos porque somos pecadores. Hemos heredado esa naturaleza pecaminosa. La tenemos de nuestros padres, que a su vez la recibieron de sus padres (y madres también)…

Leemos en Romanos capítulo 5, por ejemplo que, «Por la desobediencia de un hombre  (¿quien fue ese hombre? (Adán) los muchos (o sea todos nosotros) fueron constituidos pecadores» (v. 19). «El pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron» (v. 12).
Las Escrituras son muy claras al respecto. «No hay justo, ni aun uno… Todos se desviaron. . . no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno» (Romanos 3:10-12). «Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23).

Esa es la condición humana —caída, pecaminosa. Es cierto que tú, yo, tus hijos, tus nietos —a pesar de lo dulce que puedan ser —son pecadores con necesidad de un salvador. Estamos separados de Dios. Con una excepción, y es Jesús quien vivió una vida sin pecado. Él hizo lo que el primer Adán no pudo hacer. Él cumplió perfectamente la ley de Dios. Las Escrituras son muy claras en esto. «Él no conoció pecado» (2 Corintios 5:21). «Él fue tentado pero no pecó» (Hebreos 4:15).

Ahora la pregunta es ¿cómo pudo Él haber nacido sin una naturaleza pecaminosa, como cualquier otro ser humano en la historia del mundo desde Adán y Eva? La vida humana comienza en el momento de la concepción. En el momento en que el ADN del hombre y la mujer se combinan. Pero con Jesús no ocurrió así. ¿Recuerdas? Hemos hablado anteriormente en esta serie de que Él existió antes de la creación del mundo. Él no vino a la existencia la noche que nació en Belén. Él había existido por toda la eternidad pasada.

El cuerpo físico de Jesús que nació en Belén fue una creación especial de Dios, colocado en el útero de una adolescente llamada María. Eso es lo que llamamos el milagro del nacimiento virginal.

Si estás familiarizada con las Escrituras, en Mateo capítulo 1 versículo 18 dice, «El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera. Su madre, María, estaba desposada con José, antes de que llegaran a estar juntos se halló concibiendo del Espíritu Santo».

No me pidas que lo explique. No puedo —es sobrenatural— pero es verdadero. Lucas capítulo 1 lo dice de esta manera: «Y he aquí, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. Vas a tener un hijo, pero Su padre va a ser Dios. Entonces María le dijo al ángel: [pregunta comprensible aquí], “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?”

No puedo quedar embarazada. No puedo tener un hijo. Nunca he conocido a un hombre. La respuesta de los ángeles es realmente importante. El ángel le respondió «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo Niño que nacerá será llamado-Hijo de Dios «(Lucas 1:31 – 35).

Jesús no fue el producto de la unión física de un hombre y una mujer, sino que fue sobrenaturalmente concebido en el vientre de María por el poder del Espíritu Santo. Esto nunca ha sucedido antes y nunca ha ocurrido desde entonces. Dios hizo esto específicamente en ese momento, en ese tiempo de la historia envió a Jesucristo como hombre a este mundo.

Se trata de una trama que ninguna de nosotras podríamos haber ideado. No podríamos haberla diseñado. No podíamos haber pensado en ella. Y si lo hubiéramos pensado, no podríamos haber hecho que esto ocurriera. Solo Dios podía hacerlo. Como resultado de que la vida de Cristo fue colocada en el vientre de María por el poder del Espíritu Santo, no le fue trasmitido el pecado de María o de José. El nacimiento virginal —que es de lo que estamos hablando aquí —es de vital importancia. Esto hizo que fuera posible que Cristo compartiera nuestra humanidad —hemos visto lo importante que esto es —el nacer de una mujer, sin compartir nuestra naturaleza pecaminosa al mismo tiempo, porque fue concebido por el Espíritu Santo.

Así que aprendemos en las Escrituras que Él fue absolutamente puro y sin mancha de pecado —desde el día en que nació, hasta el día en que murió. La impecabilidad de Cristo.

Entonces surge la pregunta: «¿Pero si no pecó, era Él en realidad totalmente humano?» Quiero recordarles que la naturaleza pecaminosa no era parte de nuestra naturaleza original. Adán y Eva eran verdaderamente humanos antes de pecar. El pecado ha sido y es una perversión de nuestra verdadera humanidad. Cristo vino  —sin pecado Dios / hombre —para restaurar nuestra humanidad completa sin pecado.

«Tú le pondrás por nombre Jesús». ¿Por qué? «Porque Él salvará a su pueblo —¿de qué?— de sus pecados» (Mateo 1:21). Este es el asombroso plan de Dios. No hay nada igual en toda la historia del universo. Él envió a Jesús a este mundo—el Dios / hombre sin pecado —concebido por el Espíritu Santo, colocado en el vientre de la virgen María. ¿Por qué? ¿Cuál era el punto? El punto es que Él vino a restaurar nuestra humanidad completa sin pecado, para rescatarnos de nuestros pecados.

La impecabilidad de Cristo fue bien probada. Fue probada por Sus amigos. Los discípulos vivieron con Él durante tres años, día tras día.  No tienes que vivir conmigo durante tres días para saber que soy una pecadora. Probablemente mucho menos tiempo que ese. Durante tres años, estos hombres vivieron, caminaron y hablaron con Cristo. Ellos lo vieron en todo tipo de circunstancias. Dos de los discípulos que estuvieron más cerca de Jesús, luego escribieron cartas que hablaban de Su impecabilidad.

Juan dice en 1era de Juan capítulo 3 versículo 5: “En él no hay pecado”.

Pedro dice en 1era de Pedro  capítulo 2: «Él cual no cometió pecado, ni engaño alguno se halló en su boca» (1 Pedro 2:22).

Solo piénsalo por un momento. Jesús nunca, nunca pecó —desde Su nacimiento hasta el día en que murió. Él nunca pecó de palabras, acciones, actitudes. Nunca fue impaciente, arrogante, grosero, egoísta, cruel. Nunca desobedeció a Sus padres, nunca eligió Su propio camino en lugar del de Dios. No solo había esta ausencia de pecado, sino que también estaba  la santidad positiva. Él dijo e hizo todo lo que el Padre le dijo que hiciera. Amó a Dios y a los demás perfectamente cada momento de Su vida.

Pienso en mi propia vida, cuando me siento en mi estudio durante horas y horas, según lo que las personas supondrían, sin cometer ningún pecado visible. No hay nadie en la habitación. Se pudiera decir, «Ella no está pecando. Ella está allí estudiando la Biblia para Aviva Nuestros Corazones«. Pero Dios conoce el corazón. Él conoce los pensamientos. Él conoce las actitudes. Él conoce la impaciencia. Él conoce los pensamientos críticos.

Pero por el otro lado, de manera positiva, la santidad activa. Él siempre hizo lo que le agradaba al Padre. Jesús dice, tanto en el Salmo 40  versículo 8, y luego lo repite en Hebreos capítulo 10 de los versículos 5-7: «Me deleito en hacer tu voluntad, Dios mío;tu ley está dentro de mi corazón». Eso describe a Jesús.

¡No solo no rompió la ley de Dios ni una vez, sino que la cumplió perfectamente cada momento de cada día de su vida! Pienso en ese pasaje de Miqueas capítulo 6 versículo 8 que a menudo escuchamos. “Él te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno”.

¿Y qué es lo que demanda el Señor de ti,sino sólo practicar la justicia, amar la misericordia,y andar humildemente con tu Dios? (Miqueas 6:8). Cristo cumplió perfectamente ese mandato.

No solo Sus amigos testificaron de Su impecabilidad, sino que Sus enemigos también daban testimonio de ella.

Pilato les dijo: «No encuentro delito en este hombre» aun cuando lo intentó varias veces (Lucas 23:4). Este hombre no ha pecado, no ha hecho nada malo. Judas dijo: «He pecado entregando sangre inocente» (Mateo 27:4). El ladrón en la cruz dijo: «recibimos lo que merecemos por nuestros hechos, pero éste nada malo ha hecho» (Lucas 23:41). Aun los demonios, cuando los exorcizaba, dijeron: » Yo sé quién eres: el Santo de Dios» (Lucas 4:34). Sus enemigos testificaron de Su impecabilidad.

Jesús mismo testificó que en Él no tenía pecado. Ahora bien, alguien podría decir que no tiene pecado, pero tendría que ser muy arrogante para decir eso, a menos que fuera cierto. Pero en el caso de Jesús, es cierto.

Escucha estos versículos del Evangelio de Juan. Jesús dijo: «yo siempre hago lo que le agrada [a mi Padre]» (Juan 8:29). ¿Podría cualquiera de nosotros decir esto? Él preguntó en Juan  capítulo 8: ¿Quién de vosotros me prueba que tengo pecado? (Juan 8:46). Hagamos una pausa, mira a tu alrededor,  Quiero decir, yo no me atrevería a hacer esa pregunta en una habitación llena de gente. En el caso de Jesús, había una gran cantidad de gente que quería acabar con Él, pero nunca hubo una acusación de pecado que le pudieran demostrar o imputar.

Por cierto, la pregunta sigue sin respuesta todavía hoy. Nadie jamás ha condenado a Jesús de pecado. Jesús dijo en Juan  capítulo 15:

«Yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en Su amor » (Juan 15:10).

Así que dices, «¿Por qué insistir en esto?» Jesús tenía que ser sin pecado, a fin de ser un sacrificio satisfactorio por nuestros pecados. Déjame llevarte por un momento de vuelta al sistema de sacrificios del Antiguo Testamento. En el Antiguo Testamento, los fieles que querían estar bien con Dios, que sabían que habían pecado, iban al tabernáculo o al templo, se presentaban ante el sacerdote, y  traían un cordero. O bien, si eran pobres, ellos traían algo menos costoso, pero algún tipo de animal debía ser sacrificado para expiar sus pecados.

Ahora el animal no expiaría sus pecados. Pero el animal sería asesinado y su sangre sería derramada. El animal moría como sustituto en lugar del pecador. Por supuesto, estos animales eran solo un tipo que apuntaba al Cristo que habría venir.

Los corderos —y lees esta frase muchas veces en el Antiguo Testamento —tenían que ser «sin mancha». No podías entregarle a Dios el más  pequeño de la camada. No podías entregarle a Dios los corderos que nadie más quería. Tenía que ser un cordero sin mancha.

Entonces, una vez al año en la Pascua, cada familia podía tomar un cordero. Éxodo dice: » El cordero será un macho sin defecto, de un año» (Éxodo 12:5). Ellos debían matar el cordero, poner la sangre en los postes,  el dintel, y Dios vería la sangre y pasaría de largo. Su juicio no caería en esa casa.

Durante cientos de años, día tras día, los fieles adoradores judíos trajeron estos sacrificios. Los corderos fueron asesinados —corderos sangrando, corderos muriendo, sangre por todas partes. Ser sacerdote en esos días era un negocio sangriento. Y año tras año, la Pascua se celebraba, los corderos se sacrificaban y la sangre se derramaba día tras día, año tras año por cientos de años —corderos muriendo,  corderos muriendo, corderos muriendo.

Imagínate cuando Jesús se acercó al río Jordán, donde Juan estaba bautizando, y el pueblo escucho a Juan decir: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29).

Pedro lo dice de esta manera: «Fuisteis redimidos con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha» (1 Pedro1:18-19).  Ves «la paga del pecado es muerte»—eso es lo que la palabra de Dios dice (Romanos 6:23). Pero Jesús no había pecado, por lo que no merecía morir. Él murió una muerte que nosotras merecíamos. Él era inocente. Fue acusado falsamente. Nosotras, por el contrario, somos culpables.

A nosotros se nos acusa con razón.

Un antiguo escritor de himnos lo expresó de la siguiente manera,

Nosotros, Culpables, viles y desamparados,
Él, Cordero de Dios sin mancha.1

Él fue el sacrificio perfecto—el único sacrificio —que podía de forma permanente, y de una vez por todas expiar, pagar por nuestros pecados. A causa de Su muerte sustitutiva en nuestro lugar por nuestros pecados, podemos ser declarados justos y sin pecado, justificados, relacionarnos con Dios, porque Él murió en nuestro lugar.

Romanos  capítulo 5 dice: «Porque así como por la desobediencia de un hombre [Adán] los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno ¿y de quién fue la obediencia? De Jesús] los muchos serán constituidos justos» (v. 19).

Primera de Pedro capítulo 3 lo dice de la siguiente manera: «Porque también Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios» (v. 18). Tenía que ser sin pecado por la redención que se llevaría a cabo. Cristo no solo cumplió con el tipo de cordero del sacrificio, sino que también es la imagen del sacerdote que sacrificaba el cordero.

Escucha lo que dice Hebreos capítulo 7: «Porque convenía que tuviéramos tal sumo sacerdote: santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores y exaltado más allá de los cielos.» ¿De quién es que se habla? De Jesús: santo, inocente, sin mancha. Sin pecado. Entonces continua diciendo ¿Por qué es importante? Porque «Él no necesita, como aquellos sumos sacerdotes [del Antiguo Testamento],  ofrecer sacrificios diariamente, primero por sus propios pecados y después por los pecados del pueblo » (vv. 26-27).

Escucha, los sacerdotes del Antiguo Testamento tenían que seguir ofreciendo sacrificios, y cuando lo hacían era primero por sus propios pecados y después por los pecados del pueblo. Entonces, porque pecaban de nuevo, tenían que ofrecer más sacrificios. Hebreos 7 dice que Jesús no tenía que seguir haciendo esto, porque lo hizo una vez y  para siempre, ofreciéndose a Sí mismo a morir. Él no tenía pecados propios por los cuales morir. Podría morir de una vez por todas, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios.

Y solo como recordatorio, Su sacrificio como el Cordero de Dios sin pecado fue con el propósito de limpiarnos de nuestros pecados. Efesios  capítulo 5 dice:

«Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella,  para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra,  a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada. » (vv. 25-27).

Él era santo y sin mancha, pero Él murió para hacernos santas y sin mancha. Entonces, ¿cómo podemos irreflexivamente, sin cuidado, de forma deliberada, voluntariamente, después de haber sido limpiadas ir escupir en el rostro de Cristo—por así decirlo— pisotear Su sangre y salir y pecar como si no importara? Sí importa. Porque Él lo hizo para limpiarnos y hacernos santas.

Permíteme recordarte que Jesús no cometió pecado, no porque se escudó en el poder sobrenatural de Su propia naturaleza divina o porque Su naturaleza divina venció Su naturaleza humana para guardarlo de pecar, sino porque Él utilizó todos los recursos que se le dieron en Su humanidad. Lo he dicho antes en esta serie, pero creo que vale la pena repetirlo. Tenemos que recordar esto.

¿Cómo lo hizo? ¿Cómo permaneció sin pecado? Él amaba y meditaba en la Palabra de Dios. Él oró a Su Padre. Él confiaba en la sabiduría, la rectitud y la Palabra de Su Padre. Se hizo dependiente del poder sobrenatural del Espíritu sobre Él, para que lo fortaleciera para poder hacer, todo lo que estaba llamado a hacer.

Entonces, ¿cómo podemos nosotras mantenernos libres de pecado? Por el poder de Cristo, el inmaculado que mora en nosotras. Somos entonces capaces de vivir una vida santa, con la fuerza del Espíritu Santo que mora en nosotras. Es por eso que el apóstol Pablo dijo: «ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí » (Gálatas 2:20).

Creo que hay mucha gente en nuestras iglesias hoy en día, de diferentes denominaciones  y jerarquías, que saben todo esto pero que nunca han puesto de manera personal su confianza en Jesucristo para que los salve de sus pecados. Son religiosos, pero nunca han sido hechos justos. Yo me pregunto incluso si entre aquellas que nos escuchan hoy, podría haber varias así.

Y dices: «Sabes, he escuchado esto antes. Pero hoy Dios se está haciendo más real en mi corazón. Ahora quiero poner mi fe en Cristo, arrepentirme de mis pecados,  arrepentirme de andar a mi manera, haciendo mis cosas. Reconozco que soy una pecadora, y que no puedo salvarme a mí misma. Pero elevo mis ojos y mi fe a Jesucristo, el inmaculado, el cordero de Dios sin mancha,  sin defecto, y recibo el regalo de lo que Él hizo por mí en la cruz  al morir en mi lugar por mis pecados «.

Las Escrituras dicen que en la medida en que pones tu fe en Él, hay una increíble transformación que ocurre. Cristo toma sobre Sí mismo, todos tus pecados. Pero  en la medida en que confíes en Él como tu Salvador, Dios imputa o acredita a tu cuenta toda la justicia de Cristo. Su perfecta vida de obediencia se convierte en la tuya.

Tal vez eso ya ocurrió contigo y solo necesitas refrescarlo hoy para adorarlo y darle las gracias por eso. O, tal vez hoy es la primera vez que confías en Él como tu sacrificio perfecto, tu salvador. Luego te gozas en que Él haya llevado a cabo la transacción en la que Su justicia se te imputa. ¡Oh, gracias, gracias, Santo Cordero de Dios! Te adoramos, te amamos. En el nombre de Jesús,  Amén.

Leslie: La impecabilidad de Cristo es fundamental para tu salvación. Nancy Leigh DeMoss ha estado mostrándonos el porqué. Este importante tema tiene un significado especial a medida que nos acercamos a la temporada de Pascua. Cuando te enfocas en Cristo, se opera un cambio en tu vida. Por ese motivo estamos presentando la serie de Nancy, llamada El Cristo incomparable, en estas semanas previas al Domingo de Resurrección.

Espero que pases más tiempo meditando acerca de lo que Cristo hizo por ti en la cruz.

Bien, los evangelios hablan de un incidente en una montaña. La vestidura de Jesús comenzó a brillar y Su gloria fue revelada. ¿Por qué fue ese momento tan importante? La respuesta ofrece una gran esperanza y la escucharás en el siguiente programa de Aviva Nuestros Corazones.

Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.

Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.

Filipenses 1. «Varón de dolores».

Usado con permiso del Ministerio Aviva Nuestros Corazones 

Tomado de: Aviva Nuestros Corazones

Todos los Derechos Reservados

Disponible sobre el Internet en: http://www.avivanuestroscorazones.com

Ladrillos Inútiles

Isha – Salmos

DÍA 97 – Salmo 59

Dosis: Valor y Firmeza

Ladrillos Inútiles

“Líbrame de mis enemigos, oh Dios; protégeme de los que me atacan. Líbrame de los malhechores; sálvame de los asesinos. ¡Mira cómo me acechan! Hombres crueles conspiran contra mí sin que yo, SEÑOR, haya delinquido ni pecado.” (Salmo 59:1–3) (NVI)

Siguiendo con el tema de la justicia este Salmo es una súplica personal, donde se manifiesta nuevamente la angustia y un profundo dolor ocasionado por enemigos que persiguen y atacan injustamente. Es interesante notar que este salmo, como muchos otros, que en un principio fue un lamento individual del rey, en el futuro se convierte en el lamento de una nación y es entonado durante el exilio. Ya que en el destierro los israelitas debían soportar continuamente las acechanzas de sus enemigos a quienes en esta ocasión describe como perros.

David vive la angustia de la persecución y clama a Dios intensamente: “Presurosos se disponen a atacarme sin que yo haya cometido mal alguno. ¡Levántate y ven en mi ayuda! ¡Mira mi condición! Tú, SEÑOR, eres el Dios Todopoderoso, ¡eres el Dios de Israel! ¡Despiértate y castiga a todas las naciones; no tengas compasión de esos viles traidores!” Podemos entender su angustia, por la intensidad de los verbos que utiliza para suplicar la intervención divina: “Levántate “, “ven en mi ayuda”, “mira mi condición”, “despierta”, “castiga” porque: “Ellos vuelven por la noche, gruñendo como perros y acechando alrededor de la ciudad. Echan espuma por la boca, lanzan espadas por sus fauces, y dicen: «¿Quién va a oírnos?»274

Este es el punto neurálgico del Salmo, la confianza del salmista, pues está seguro que ese Dios a quien apela va a intervenir porque está del lado de la justicia: “Pero tú, SEÑOR, te burlas de ellos; te ríes de todas las naciones. A ti, fortaleza mía, vuelvo los ojos, pues tú, oh Dios, eres mi protector. Tú eres el Dios que me ama, e irás delante de mí para hacerme ver la derrota de mis enemigos.”

Los ladridos de los enemigos resultan inútiles frente al poder, el amor y la misericordia de un Dios liberador y protector: “Pero yo le cantaré a tu poder, y por la mañana alabaré tu amor; porque tú eres mi protector, mi refugio en momentos de angustia. A ti, fortaleza mía, te cantaré salmos, pues tú, oh Dios, eres mi protector. ¡Tú eres el Dios que me ama! ¡Expresiones de confianza en medio del peligro y el asedio! Este salmo nos enseña a clamar. Cuando somos capaces de no sólo pedir por nuestro dolor, sino sentir en carne propia el dolor de nuestra nación.

Oración: Señor enséñame a no temer los ladridos de los malos, a confiar y clamar a ti en mis circunstancias particulares y cuando mi iglesia, pueblo y mi nación lo requieran. Amén.

De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 112). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.

Agradó a Dios salvar a los creyentes.

Miércoles 11 Diciembre

Agradó a Dios salvar a los creyentes.

1 Corintios 1:21

¿Crees tú en el Hijo de Dios? Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró.

Juan 9:35-38

¿Discriminación?

http://labuenasemilla.net/20191211

En un puesto bíblico, un cristiano ofrecía la Palabra de Dios a los transeúntes. Un hombre le respondió: –Yo hago todo lo posible para llevar una vida correcta, y usted también. Pero, ¿por qué con el pretexto de que yo no creo en Dios y usted sí, usted será salvo y yo no? ¡Eso es simplemente discriminación!

Sacudiendo la cabeza, el creyente preguntó a su interlocutor: –Usted ha realizado buenas acciones, pero ¿no ha hecho nada malo? El hombre dudó y luego confesó que sí. El creyente prosiguió: –Yo también. Entonces, hasta aquí, no hay diferencia entre nosotros. Sin embargo, mis malas acciones fueron borradas por la obra expiatoria de Jesucristo. Por eso soy salvo. Si usted no quiere creer en Dios ahora, deberá comparecer ante él para ser juzgado, y entonces no tendrá excusa ni Salvador. Usted será declarado culpable y Dios deberá castigarlo por sus pecados.

Dios no discrimina. Él “ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30). “Es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). “Jesucristo hombre… se dio a sí mismo en rescate por todos” (1 Timoteo 2:6).

Pero hay una diferencia. Jesucristo declara que “el que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18).

Eclesiastés 10-11 – Apocalipsis 4 – Salmo 140:1-5 – Proverbios 29:19-20

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