UNA DEFENSA DEL CALVINISMO

Alimentemos El Alma

UNA DEFENSA DEL CALVINISMO

Charles H. SPURGEON

Allan Román México 2011

Nota: Este Mensaje Está Tomado De La Autobiografía De C. H. Spurgeon, Volumen Uno.

Es algo grandioso poder comenzar la vida cristiana creyendo en una doctrina buena y sólida. Algunas personas han recibido veinte “evangelios” diferentes en un número igual de años. Cuántos evangelios más aceptarán antes de llegar al fin de su camino, sería difícil de predecir. Le doy gracias a Dios porque me enseñó desde temprano el Evangelio y he estado tan perfectamente satisfecho con ese Evangelio que no quiero conocer ningún otro. El cambio constante de credo es una pérdida segura. Si un árbol de manzanas tiene que ser arrancado dos o tres veces al año, no se requiere construir una bodega muy grande para almacenar sus manzanas.

Cuando la gente siempre está cambiando sus principios doctrinales, muy probablemente no producirá mucho fruto para la gloria de Dios. Es bueno que los jóvenes creyentes comiencen con un firme entendimiento de esas grandiosas doctrinas fundamentales que el Señor ha enseñado en Su Palabra. Si yo creyera lo que algunos predican acerca de una salvación temporal y falsa, que sólo dura por un tiempo, escasamente estaría agradecido por ella. Pero cuando sé que a quienes Dios salva, Él los salva con una salvación eterna, cuando sé que Él les da una justicia eterna, cuando sé que los establece sobre un fundamento eterno de amor eterno y que Él los llevará a Su reino eterno, ¡oh, entonces sí me maravilla y me sorprende que una bendición así me haya sido otorgada a mí!

“¡Haz una pausa, alma mía! ¡Adora y asómbrate!

Pregunta: oh, ¿por qué tanto amor por mí?

La Gracia me ha contado entre el número

De los miembros de la familia del Salvador:

¡Aleluya!

Gracias, eternamente gracias, sean dadas a Ti.”

Yo supongo que habrá personas cuyas mentes se inclinan de manera natural hacia la doctrina del libre albedrío. Yo sólo puedo decir que mi mente también se inclina de manera muy natural pero hacia las doctrinas de la Gracia Soberana. Algunas veces, cuando veo en la calle a algunos de los personajes más malvados, siento como si mi corazón fuera a estallar en lágrimas de gratitud ¡porque Dios nunca me ha permitido actuar de la manera que ellos lo han hecho! He pensado que si Dios me hubiera dejado solo y no me hubiera tocado por Su Gracia, ¡cuán gran pecador hubiera resultado yo! ¡Hubiera corrido hasta los últimos límites del pecado y me hubiera zambullido en las propias profundidades del mal! No me habría detenido ante ningún vicio o insensatez, si Dios no me hubiese detenido. Siento que yo hubiera sido un verdadero rey de los pecadores, si Dios me hubiera dejado solo. No puedo entender por qué razón he sido salvado excepto sobre la base que Dios quiso que así fuera.

A pesar de todo mi esfuerzo, no puedo descubrir ningún tipo de razón dentro de mí que justifique que yo sea partícipe de la Gracia Divina. Si en este momento estoy con Cristo, se debe solamente a que Cristo Jesús puso Su voluntad en mí y esa voluntad era que yo debía estar con Él allí donde Él está y que yo compartiera de Su gloria. No puedo poner la corona en ninguna otra parte sino sobre la cabeza de Él, cuya Gracia poderosa me ha salvado de descender al abismo.

Contemplando mi vida pasada, veo que el amanecer de todo provino de Dios, efectivamente de Dios. Yo no utilicé ninguna antorcha para iluminar al sol, sino que el sol me alumbró. Yo no di comienzo a mi vida espiritual; no, yo más bien daba patadas y forcejeaba contra las cosas del Espíritu. Cuando Él me atrajo hacia Sí durante un tiempo, yo no corrí tras Él; había un odio natural en mi alma hacia todo lo santo y lo bueno. Los requerimientos de amor dirigidos a mí, se desperdiciaban; las advertencias se las llevaba el viento; los truenos eran despreciados. En cuanto a los susurros de Su amor, ellos eran rechazados como si fuesen menos que nada y vanidad.

Pero ahora puedo decir que estoy seguro que, en lo que a mí concierne, “Él solamente es mi salvación.” Fue Él quien hizo volver mi corazón y me hizo ponerme de rodillas ante Él. Ciertamente yo puedo decir, conjuntamente con Doddridge y Toplady:

“La Gracia enseñó a mi alma a orar,

E hizo que mis ojos derramaran lágrimas.”

Y llegando a este punto puedo agregar:

“Únicamente la Gracia me ha preservado hasta ahora,

Y no permitirá que me aleje.”

Puedo recordar muy bien la manera en que aprendí las doctrinas de la Gracia en un solo instante. Nací arminiano, como todos nosotros lo somos por naturaleza; todavía creía en las viejas cosas que había escuchado continuamente desde el púlpito y no veía la Gracia de Dios. Cuando venía a Cristo pensaba que yo lo estaba haciendo todo por mí mismo y aunque yo buscaba al Señor sinceramente, no tenía la menor idea que el Señor me estaba buscando a mí. Yo no creo que el joven converso esté consciente de esto al inicio. Puedo recordar exactamente el día y la hora cuando recibí por primera vez en mi alma esas verdades; cuando fueron grabadas en mi corazón con un hierro candente, como dice Juan Bunyan, y puedo recordar cómo sentí que había crecido súbitamente de ser un niño para convertirme en un hombre adulto; que había logrado progresar en el conocimiento de la Escritura al haber encontrado, de una vez por todas, la clave de la verdad de Dios.

Una noche de un día de la semana, cuando me encontraba en la casa de Dios, no estaba tan concentrado en el sermón del predicador, pues no creía lo que decía. Entonces me vino un pensamiento: ¿cómo llegaste a ser un cristiano? Yo busqué al Señor. Pero ¿cómo fue que comenzaste a buscar al Señor? La verdad pasó por mi mente en un instante como un relámpago: yo no hubiera buscado al Señor sin haber recibido previamente una influencia que me hiciera buscarlo. Yo oré, pensé yo, pero entonces me pregunté: ¿cómo fue que comencé a orar? Fui inducido a orar al leer las Escrituras. Y ¿cómo fue que comencé a leer las Escrituras? Es cierto que las leí, pero ¿qué fue lo que me llevó a leerlas? Entonces, en un instante, pude ver que Dios está en el fondo de todo y que Él era el autor de mi fe, y así la doctrina de la gracia completa se abrió ante mí y de esa doctrina no me he apartado hasta este día y deseo que mi confesión constante sea ésta: “yo atribuyo mi cambio enteramente a Dios.”

Una vez asistí a un servicio donde el texto era precisamente “El nos elegirá nuestras heredades” y el buen hombre que ocupaba el púlpito era algo más que un pequeño arminiano. Por lo tanto, cuando comenzó, dijo: “Este pasaje se refiere enteramente a nuestra herencia temporal, no tiene absolutamente nada que ver con nuestro destino eterno, pues, no queremos que Cristo elija por nosotros en asuntos relacionados con el cielo o el infierno, dijo. Es tan sencillo y fácil que cualquier hombre que tenga una partícula de sentido común elegirá el cielo y cualquier persona será lo suficientemente inteligente para evitar el infierno. No tenemos ninguna necesidad de una inteligencia superior o de un Ser más grande que elija el cielo o el infierno por nosotros. Eso se deja a nuestro libre albedrío y se nos ha dado suficiente sabiduría y los medios que son suficientemente correctos para juzgar por nosotros mismos.” Y por lo tanto, como dedujo muy lógicamente, no hay ninguna necesidad ni que Jesucristo, ni nadie más, elija por nosotros. Dijo que nosotros podíamos elegir nuestra herencia por nosotros mismos sin ayuda de nadie. “Ah,” pensé, “mi buen hermano, puede ser cierto que podamos, pero creo que necesitamos algo más que sentido común antes que debamos elegir correctamente.”

En primer lugar, permítanme preguntar, ¿acaso no debemos admitir, todos nosotros, una Providencia que gobierna todo y el decreto de la mano de Jehová en relación a los medios por los que venimos a este mundo? Esos hombres que piensan que, después, somos entregados a nuestro propio libre albedrío para elegir que esto o lo otro dirija nuestros pasos, deben admitir que nuestra entrada al mundo no fue por nuestra propia voluntad, sino que Dios tuvo que elegir por nosotros en ese momento. ¿Cuáles eran esas circunstancias en poder nuestro que nos llevaron a elegir a ciertas personas para que fueran nuestros padres? ¿Tuvimos algo que ver con eso? ¿No fue el mismo Dios quien designó a nuestros padres, el lugar de nuestro nacimiento y nuestros amigos?

¿No pudo Dios haber causado que yo naciera con la piel de un hotentote (pueblo nómada que vive en Namibia), traído al mundo por una madre sucia que me alimentaría en su “kraal” (choza redonda africana) y me enseñaría a inclinarme ante dioses paganos, de la misma manera que me pudo haber dado una madre piadosa, que cada mañana y cada noche se pusiera de rodillas para orar por mí? O, ¿acaso no hubiera podido Dios, si así lo hubiera querido, haberme dado a un libertino como padre, de cuyos labios yo pude haber oído un lenguaje espantoso, sucio y obsceno? ¿No pudo haberme colocado donde yo hubiera tenido un padre borracho que me habría recluido en un calabozo de ignorancia y me habría educado en las cadenas del crimen? ¿Acaso no fue la Providencia de Dios la que me dio la oportunidad feliz de que mis padres fueran Sus hijos y que se esforzaran por educarme en el temor del Señor?

John Newton solía contar una fantástica historia y se reía de ella también, acerca de una buena mujer que, con el objeto de demostrar la doctrina de la elección, decía: “Ah, señor, Dios debe haberme amado antes que yo naciera, pues de otra forma no podría haber visto nada en mí que se pudiera amar después.” Estoy seguro que eso es cierto en mi caso. Yo creo en la doctrina de la elección porque estoy absolutamente seguro que si Dios no me hubiera elegido, yo nunca lo habría elegido a Él. Y estoy seguro que Él me eligió antes que yo naciera, pues de otra forma Él nunca me habría elegido después. Él debe haberme elegido por razones desconocidas para mí, pues yo nunca podría encontrar alguna razón en mí mismo que justifique la razón por qué Él me miró con un amor especial. De tal manera que me veo forzado a aceptar esa grandiosa doctrina bíblica.

Recuerdo a un hermano arminiano que me decía que él había leído las Escrituras más de veinte veces y no había encontrado en ellas la doctrina de la elección. Añadió que las habría encontrado si hubieran estado allí, pues él leía la Palabra estando de rodillas. Yo le dije: “yo creo que tú lees la Biblia en una postura muy confortable y si la hubieras leído sentado en tu butaca habrías tenido una mejor posibilidad de entenderla. Ciertamente debes orar, y entre más ores mejor, pero hay una cierta superstición involucrada en pensar que hay algo en la postura que el hombre adopte para leer la Biblia. Y en cuanto a leer las Escrituras de manera completa veinte veces sin haber encontrado nada acerca de la doctrina de la elección, lo sorprendente hubiera sido que hubieras encontrado algo. Tú debes haber galopado en tu lectura a tal velocidad, que hubiera sido imposible que tuvieras una idea inteligible del significado de las Escrituras.”

Verdaderamente sería maravilloso ver un río que se alza sobre la tierra con todo su pleno cauce, ¿qué sería contemplar un vasto manantial del cual surgen espumeantes todos los ríos de la tierra, un millón de ellos nacidos juntos? ¡Qué visión sería! ¿Quién pudiera concebirlo? Y sin embargo el amor de Dios es esa fuente de la cual surgen todo los ríos de misericordia que a lo largo de todos los tiempos han alegrado a nuestra raza; todos los ríos de la Gracia en el tiempo aquí y en la gloria venidera. ¡Alma mía, ponte junto a esa fuente y adora y da grandeza, por toda la eternidad, a Dios nuestro Padre que nos ha amado!

En el principio, cuando este grandioso universo permanecía en la mente de Dios como los bosques por nacer están contenidos en la copa de una bellota, mucho antes que los ecos despertaran a las soledades; antes que las montañas fueran levantadas, mucho antes que la luz cruzara como relámpago a través del cielo, Dios amó a Sus criaturas elegidas. Antes que hubiera algún ser creado, cuando el éter todavía no era abanicado por el ala de un ángel, cuando no había absolutamente nada excepto Dios que estaba sólo, aún entonces, en esa soledad de la Deidad y en esa honda quietud y profundidad, Su corazón se movía con amor hacia Sus elegidos. Sus nombres estaban escritos en Su corazón y ya entonces eran muy queridos para Su alma. Jesús amó a Su pueblo antes de la fundación del mundo, ¡ya desde la misma eternidad! Y cuando me llamó por Su gracia, Él me dijo: “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.”

Y luego, en la plenitud del tiempo, Él me compró con Su sangre. Él dejó que Su corazón se vaciara en una profunda herida abierta por mí mucho antes que yo lo amara. Sí, cuando Él vino a mí por primera vez, ¿acaso yo no lo menosprecié? Cuando Él tocó a la puerta y solicitó entrar ¿no lo corrí y lo agravié a pesar de Su gracia? Ah, puedo recordar que muy a menudo hice eso hasta que finalmente, por el poder de Su gracia eficaz, Él dijo: “Debo entrar, voy a entrar.” Y luego Él cambió mi corazón y me hizo amarlo. Pero hasta ahora yo lo habría resistido si no hubiera sido por Su gracia.

Bien, puesto que Él me compró cuando yo estaba muerto en pecados, ¿no se deduce de eso, como una consecuencia necesaria y lógica que Él tuvo que amarme primero? ¿Acaso mi Salvador murió por mí porque yo creí en Él? No. En aquel entonces yo no existía. En aquel entonces yo no tenía un ser. ¿Pudo entonces el Salvador haber muerto porque yo tenía fe, cuando yo mismo no había nacido? ¿Pudo haber sido eso posible? ¿Pudo haber sido eso el origen del amor del Salvador por mí? ¡Oh, no! Mi Salvador murió por mí mucho antes de que yo tuviera fe. “Pero,” dirá alguno, “Él vio por anticipado que tú tendrías fe, por lo tanto Él te amó.” ¿Qué vio anticipadamente acerca de mi fe? ¿Vio anticipadamente que yo obtendría esa fe por mí mismo y que yo creería en Él por mis propios medios? No. Cristo no pudo ver eso anticipadamente, pues ningún cristiano puede afirmar jamás que la fe vino espontáneamente sin el don y sin la obra del Espíritu Santo. Me he reunido con un gran número de creyentes y he hablado con ellos acerca de este asunto pero no he conocido a ninguno que pudiera poner la mano sobre su corazón y decir: “Yo creí en Jesús sin la ayuda del Espíritu Santo.”

Yo estoy atado a la doctrina de la depravación del corazón humano porque me veo a mí mismo depravado en mi corazón y percibo pruebas diarias que en mi carne no habita nada bueno. Si Dios entrara en un pacto con el hombre caído, el hombre es una criatura tan insignificante que tendría que ser un acto de condescendencia lleno de gracia de parte del Señor. Pero si Dios entrara en un pacto con el hombre pecador, ese pecador es una criatura tan ofensiva que tiene que ser un acto de Gracia pura, libre, rica, y soberana de parte de Dios. Cuando el Señor entró en un pacto conmigo, estoy seguro que fue solamente por Gracia, y solamente por Gracia. Cuando recuerdo que mi corazón era una guarida de bestias y aves inmundas y cuán terca era mi voluntad sin regenerar, cuán obstinada y rebelde en contra de la soberanía del gobierno divino, siempre me siento inclinado a tomar el lugar más humilde en la casa de mi Padre y cuando entre al cielo será para ir con los más pequeños de los santos y con los primeros de los pecadores.

El ya fallecido y lamentado señor Denham ha puesto al pie de su retrato un texto muy admirable: “La salvación es de Jehová.” Eso es precisamente un epítome (compendio de una obra extensa) del calvinismo; es su resumen y sustancia. Si alguien me preguntara qué quiero decir cuando hablo de un calvinista, yo respondería: “es alguien que afirma que la salvación es de Jehová.” No puedo encontrar en la Escritura ninguna otra doctrina fuera de esta. Es la esencia de la Biblia. “Él solamente es mi roca y mi salvación.” Díganme cualquier cosa contraria a esta verdad y será una herejía. Mencionen cualquier herejía y yo encontraré su esencia aquí, que se ha apartado de esta verdad grandiosa, fundamental, sólida como una roca, “Dios es mi roca y mi salvación.”

¿Cuál es la herejía de Roma sino añadir algo a los méritos perfectos de Jesucristo; introducir las obras de la carne para que ayuden a nuestra justificación? Y ¿cuál es la herejía del arminianismo sino añadir algo a la obra del Redentor? Cada herejía, cuando es llevada a un examen riguroso, se revelará como tal en este punto. Yo tengo mi propia opinión particular que no hay tal cosa como predicar a Cristo y a Él crucificado, a menos que prediquemos lo que hoy en día se llama la doctrina calvinista. El calvinismo no es otra cosa que el Evangelio. No creo que podamos predicar el Evangelio si no predicamos la justificación por la fe, sin obras; ni a menos que prediquemos la soberanía de Dios en Su dispensación de la Gracia; ni a menos que exaltemos el amor que elige y que no se puede cambiar, eterno, inmutable y conquistador de Jehová.

Tampoco pienso que podamos predicar el Evangelio a menos que lo basemos sobre la redención especial y particular de Su pueblo escogido y elegido, que Cristo llevó a cabo en la cruz. Tampoco puedo comprender un Evangelio que permite que los santos se aparten de manera definitiva después de haber sido llamados y deja que los hijos de Dios se quemen en los fuegos de la condenación después de haber creído una vez en Jesús. Yo aborrezco un Evangelio así:

“Si alguna vez sucediera,

Que las ovejas de Cristo pudieran apostatar,

¡Ay, mi alma débil y voluble,

Se perdería mil veces cada día!”

Si un santo amado de Dios pudiera perecer, todos perecerían. Si uno de los participantes del pacto se perdiera, todos se perderían. Y entonces no hay ninguna promesa del Evangelio que sea verdadera, sino que la Biblia es una mentira y no hay en ella nada digno de mi aceptación. Yo me volvería un infiel de inmediato, si yo creyera que un santo de Dios puede caer jamás de una manera permanente. Si Dios me ha amado una vez, entonces Él me amará para siempre. Dios tiene una mente directora: Él arregló todo en Su gigantesco intelecto mucho antes de hacerlo. Y habiéndolo establecido una vez, nunca va a alterarlo, “Esto será hecho,” dice Él y la mano de hierro del destino lo anota y sucede. “Este es mi propósito,” y permanece; ni la tierra ni el infierno pueden alterarlo. “Este es mi decreto,” dice Él, “promúlguenlo, ustedes santos ángeles. Arránquenlo de la puerta del cielo, demonios, si pueden (pero ustedes no pueden alterar el decreto), el cual permanecerá para siempre.”

Dios no altera sus planes. ¿Por qué habría de hacerlo? Él es Todopoderoso y por tanto puede hacer lo que le plazca. ¿Por qué habría de alterarlos? Él conoce todo y por tanto no puede errar en Sus planes. ¿Por qué habría de cambiarlos? Él es el Dios eterno y por tanto no puede morir antes de que Su plan se cumpla. ¿Por qué habría de cambiar? ¡Átomos de la tierra sin valor, cosas efímeras de un día! Ustedes insectos que se arrastran en esta hoja de laurel de la existencia, ustedes pueden cambiar sus planes, pero Él nunca, nunca cambiará los Suyos. ¿Me ha dicho Él que Su plan es salvarme? Si es así, yo estoy seguro para siempre:

“Mi nombre de las palmas de Sus manos

No podrá borrar la eternidad,

Grabado permanece en Su corazón,

Con las marcas de la Gracia indeleble.”

Yo no sé cómo se las arreglan algunas personas para ser felices cuando creen que un cristiano puede caer de la gracia. Debe ser una cosa muy loable en ellos poder sobrevivir cada día sin desesperar. Si yo no creyera en la doctrina de la perseverancia final de los santos, yo pienso que sería el más miserable de los hombres, pues no tendría ninguna base de consuelo. No podría decir, independientemente de la condición de mi corazón, que yo sería como una fuente de agua cuyo suministro no se iba a acabar. Más bien debería hacer la comparación con una fuente intermitente que se puede detener súbitamente, o un estanque acerca del cual yo no podría estar seguro que siempre estará lleno. Yo creo que los cristianos más felices y verdaderos son aquellos que no se atreven a dudar de Dios nunca, sino que aceptan Su palabra de la manera tan sencilla como es revelada y creen en ella y no hacen ninguna pregunta; simplemente tienen la certeza que si Dios lo ha dicho, debe ser así.

Yo doy mi testimonio voluntariamente que yo no tengo ninguna razón, ni siquiera la menor sombra de razón, para dudar de mi Señor y reto al cielo y a la tierra y al infierno que traigan alguna prueba de que Dios dice cosas falsas. Desde las profundidades del infierno llamo a los demonios y de la tierra llamo a los creyentes afligidos y atribulados y también apelo al cielo y reto a todo el ejército formado por quienes han sido lavados por la sangre y en esas tres categorías no se podrá encontrar a nadie que pueda dar testimonio en contra de la fidelidad de Dios o que debilite Su demanda de que Sus siervos confíen en Él. Hay muchas cosas que pueden ocurrir o no, pero yo sé que esto va a suceder:

“Él presentará mi alma,

Sin mancha y perfecta,

Ante la gloria de Su rostro,

Con gozos divinamente grandiosos.”

Todos los propósitos del hombre han sido derrotados, mas no así los propósitos de Dios. Las promesas de los hombres pueden ser incumplidas (muchas de ellas son hechas para romperse) pero todas las promesas de Dios serán cumplidas. Él es un hacedor de promesas pero nunca ha sido un incumplidor de promesas. Él es un Dios que guarda Sus promesas y cada uno de los miembros de Su pueblo comprobará que así es. Esta es mi confianza personal y agradecida, “Jehová cumplirá su propósito en mí” en mí, que soy indigno, y estoy perdido y arruinado. Él sin embargo me salvará. Y:

“Yo, en medio de la multitud lavada con la sangre,

Ondearé la palma y llevaré la corona,

Y seré un vencedor que grita de júbilo.”

Voy a un lugar que el arado de la tierra no ha removido nunca, que es más verde que los mejores pastos verdes de la tierra y más fértil que las más abundantes cosechas que se han visto aquí. Voy a un edificio de una arquitectura más imponente que cualquiera construida por los hombres (no es de diseño mortal) es “de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.” Todo lo que sabré y gozaré en el cielo me será dado por el Señor y diré, cuando al fin me presente ante Él:

“Toda la obra la coronará la Gracia

A través de días sin fin

Coloca en el cielo la última piedra,

Y merece toda la alabanza.”

Yo sé que hay personas que piensan que es necesario, para su sistema de teología, limitar el mérito de la sangre de Jesús. Si mi sistema de teología necesitara de una limitación así, yo la arrojaría a los vientos. Yo no puedo, no me atrevo a permitir que ese pensamiento encuentre albergue en mi mente. Parece un pariente cercano de la blasfemia. En la obra consumada de Cristo yo veo un océano de mérito. Mi sonda no encuentra fondo, mi ojo no puede avistar la costa. Debe haber suficiente eficacia en la sangre de Cristo, si Dios así lo hubiera querido, para haber salvado no sólo a todos en este mundo, sino a todos en diez mil mundos, si hubieran transgredido la Ley de su Hacedor. Una vez que se introduce la infinitud en este asunto y el concepto de límite queda eliminado. Teniendo como ofrenda a una Divina Persona, no es consistente concebir un valor limitado. Los límites y las medidas son términos inaplicables al sacrificio divino.

La intención del propósito divino fija los límites de la aplicación de la ofrenda infinita, pero no la cambia convirtiéndola en una obra finita. Piensen en todas las personas sobre los que Dios ya ha derramado Su gracia. Piensen en las incontables multitudes en el cielo; si fueran llevados allí hoy, encontrarían que es más fácil contar las estrellas, o las arenas del mar, que contar las multitudes que hay ante el Trono aun ahora. Han venido del este y del oeste, del norte y del sur y están sentados con Abraham y con Isaac y con Jacob en el Reino de Dios.

Además de los que están en el cielo, piensen en los salvos que están en la tierra. ¡Bendito sea Dios, Sus elegidos en la tierra se cuentan por millones! Creo que vienen días, días más brillantes que éstos, cuando habrá multitudes sobre multitudes que serán llevadas a conocer al Salvador y a gozarse en Él. El amor del Padre no es sólo para unos cuantos, sino para una compañía sumamente grande. “Una gran multitud, la cual nadie podía contar,” será reunida en el cielo. Un hombre puede calcular cifras muy elevadas. Pongan a trabajar sus computadoras, las más poderosas calculadoras y pueden hacer cálculos muy complicados. Pero sólo Dios y Dios únicamente puede contar la multitud de Sus redimidos. Yo creo que habrá más personas en el cielo que en el infierno. Si alguien me preguntara por qué pienso así, yo respondería, porque Cristo, en todas las cosas, “en todo tiene la preeminencia,” y yo no puedo concebir cómo Él podría tener la preeminencia si hubiera más personas en los dominios de Satanás que en el Paraíso. Además, yo no he leído en ninguna parte que habrá una gran muchedumbre en el infierno que nadie puede contar.

Me produce mucho gozo saber que las almas de los infantes, tan pronto como mueren, caminan rápidamente al Paraíso. ¡Piensa cuán grande multitud de ellos hay! Luego, ya están en el cielo incontables millones de los espíritus de hombres justos hechos perfectos, los redimidos de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas hasta este momento. Y vienen mejores épocas, cuando la religión de Cristo será universal:

“Él reinará desde un polo hasta el otro,

Con dominio ilimitado,”

cuando reinos enteros se inclinen ante Él y naciones surgirán en un día y en los mil años del grandioso estado del milenio habrá suficientes personas salvas que compensarán todas las deficiencias de los miles de años transcurridos anteriormente. Cristo será Señor en todas partes y Su alabanza resonará en toda tierra. Cristo tendrá la preeminencia al final. Su cortejo será mucho más largo que aquél que acompañará la carroza del sombrío monarca del infierno.

Algunas personas aman la doctrina de la expiación universal porque dicen: “Es tan hermosa. Es una idea maravillosa que Cristo haya muerto por todos los hombres. Esta doctrina es adecuada,” dicen, “a los instintos de la humanidad. Hay algo en ella lleno de gozo y belleza.” Admito que lo hay, pero la belleza puede estar a menudo asociada con la falsedad. Hay mucho que yo puedo admirar en la teoría de la redención universal pero sólo voy a demostrar qué suposición está necesariamente involucrada en ella. Si Cristo hubiera tenido en la cruz, la intención de salvar a todos los hombres, eso quiere decir que Él pretendía salvar a esos que estaban perdidos antes de Su muerte. Si la doctrina es verdadera (que Él murió por todos los hombres) entonces Él murió por algunos que estaban en el infierno antes que Él viniera a este mundo, pues sin duda ya había entonces millones de millones allí que habían sido arrojados a ese lugar por sus pecados.

Va de nuevo, si hubiera sido la intención de Cristo salvar a todos los hombres, cuán deplorablemente Él ha sido decepcionado, pues tenemos Su propio testimonio que hay un lago que arde con fuego y azufre y a ese abismo de dolor han sido arrojadas algunas de las mismas personas que, según la teoría de la redención universal, fueron compradas con Su sangre. Esa concepción me parece a mí, mil veces más repulsiva que cualquiera de esas consecuencias que se dicen asociadas con la doctrina calvinista y cristiana de la redención particular. Pensar que mi Salvador murió por hombres que estaban o que están en el infierno, parece ser una suposición demasiado horrible para que yo la considere. Imaginar por un instante que Él fue el Sustituto de todos los hijos de los hombres y que Dios, habiendo castigado primero al Sustituto, después castigó a los propios pecadores, parece estar en conflicto con todas mis ideas acerca de la justicia divina.

Que Cristo hubiera tenido que sufrir una expiación y dar una satisfacción por los pecados de todos los hombres, y que luego algunos de esos mismos hombres tuvieran que ser castigados por los pecados que Cristo ya había expiado, me parece que es la iniquidad más monstruosa que pudo haber sido imputada jamás a Saturno, a Jano, a la diosa de los ladrones, o las más diabólicas deidades paganas. ¡Dios no permita que alguna vez pensemos eso de Jehová, el Justo y Sabio y Bueno!

No hay ninguna alma viviente que sostenga más firmemente las doctrinas de la Gracia que yo y si alguien me preguntara si me da vergüenza que me llamen calvinista, yo respondo: no quiero que me llamen de ninguna otra manera que cristiano. Pero si me preguntan ¿sostienes tú las perspectivas doctrinales que sostuvo Calvino? Yo replico que en general las sostengo y me alegra confesarlo. Pero lejos está de mí ni siquiera imaginar que Sión no contiene dentro de sus murallas a nadie que no sea un cristiano calvinista, o que nadie que no comparta nuestro punto de vista, es salvo. Se han dicho las cosas más atroces acerca del carácter y de la condición espiritual de Juan Wesley, el príncipe moderno de los arminianos.

En relación a él yo sólo puedo decir que si bien es cierto que detesto muchas de las doctrinas que él predicó, sin embargo por el hombre en sí tengo una reverencia que nada tiene que pedir a sus seguidores. Y si se necesitara agregar dos apóstoles al número de los doce, no creo que se puedan encontrar dos hombres más idóneos que Jorge Whitefield y Juan Wesley.

El carácter de Juan Wesley está más allá de toda crítica en cuanto a su abnegación, celo, santidad y comunión con Dios. Él vivió muy por encima del nivel ordinario de los cristianos comunes y fue alguien “del cual el mundo no era digno.” Creo que hay multitudes de hombres que no pueden ver estas verdades del calvinismo, o, por lo menos, no pueden verlas de la manera que las presentamos, y que sin embargo, han recibido a Cristo como su Salvador y son tan amados por el corazón del Dios de la gracia como el calvinista más ortodoxo en el cielo o fuera del él.

No creo que difiero con ninguno de mis hermanos hiper-calvinistas en relación a lo que creo, pero tengo diferencias con ellos en relación a lo que ellos no creen. Yo no sostengo nada menos de lo que ellos sostienen, pero sí sostengo más que ellos y pienso que un poco más de la verdad revelada en las Escrituras. No sólo hay unas pocas doctrinas cardinales con las cuales podemos conducir nuestro barco hacia el norte, hacia el sur, este u oeste, pero conforme estudiamos la Palabra comenzamos a aprender algo acerca del noroeste y del noreste y todo lo demás que está entre los cuatro puntos cardinales. El sistema de la verdad revelada en las Escrituras no es simplemente una línea recta, sino dos. Ningún hombre alcanzará una perspectiva correcta del Evangelio hasta que sepa cómo ver esas dos líneas simultáneamente.

Por ejemplo, yo leo en un libro de la Biblia, “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.” Sin embargo, otra parte del inspirado Libro me enseña que “no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.” Veo en un lugar a Dios presidiendo en misericordia sobre todas las cosas y sin embargo no puedo evitar ver que el hombre actúa como se le da la gana y que Dios ha dejado sus acciones, en gran medida, a su propio libre albedrío. Ahora, si yo declarara que el hombre es tan libre de actuar que no hay control de Dios sobre sus acciones, yo me estaría acercando peligrosamente al ateísmo.

Pero, si por otro lado yo declarara que Dios gobierna de tal manera sobre todas las cosas que el hombre no es lo suficientemente libre para ser responsable, me estaría aproximando casi simultáneamente al antinomianismo o al fatalismo. Que Dios predestina y que sin embargo el hombre es responsable, son dos hechos que muy pocos pueden ver claramente. Se cree que ambos términos son inconsistentes y contradictorios entre sí. Si luego yo encuentro que la Biblia enseña en una parte que todo ha sido ordenado previamente, eso es verdad. Y si encuentro, en otra parte de la Escritura, que el hombre es responsable por todas sus acciones, eso también es verdad. Es únicamente mi insensatez la que me lleva a imaginar que estas dos verdades se pueden contradecir mutuamente alguna vez. Yo no creo que esas doctrinas puedan ser ligadas alguna vez para hacerlas una sola sobre algún yunque terrenal; pero ciertamente serán una sola doctrina en la eternidad. Hay dos líneas que son casi tan paralelas que la mente humana que las sigue hasta el punto más lejano nunca descubrirá que convergen. Pero ciertamente convergen y se encontrarán en un punto en la eternidad, cerca del trono de Dios, de donde surgen todas Sus verdades.

A menudo se afirma que las doctrinas que creemos tienden a llevarnos al pecado. He oído que se afirma de la manera más categórica que esas doctrinas elevadas que nosotros amamos y que nosotros encontramos en las Escrituras, son doctrinas licenciosas. Yo no sé quién tendrá la dureza de hacer esa afirmación cuando ellos pueden ver que los hombres más santos han sido creyentes de esas doctrinas. Yo le pregunto a quien se atreve a decir que el calvinismo es una religión licenciosa, ¿qué piensa del carácter de Agustín, o de Calvino, o de Whitefield, que en épocas sucesivas fueron los grandes exponentes del sistema de la gracia? O ¿qué dirá de los puritanos, cuyos escritos están llenos de esas doctrinas?

Si alguien hubiera sido un arminiano en aquellos días hubiera sido considerado el más vil hereje viviente. Pero ahora se nos mira como a herejes y ellos son considerados ortodoxos. Hemos regresado a la vieja escuela. Podemos identificar nuestra ascendencia hasta los apóstoles. Es esa vena de gracia inmerecida que corre a través del cuerpo de sermones de los bautistas, la que nos ha salvado como denominación. Si no hubiera sido por eso, no estaríamos donde nos encontramos hoy. Podemos extender una línea dorada hasta el propio Jesucristo a través de una santa sucesión de poderosos padres, y todos ellos sostuvieron estas gloriosas doctrinas. Y podríamos preguntar en relación a ellos: “¿Dónde encontrarías hombres más santos y mejores en todo el mundo?” Ninguna doctrina está tan calculada para preservar al hombre del pecado como la doctrina de la Gracia de Dios. Quienes la han llamado “una doctrina licenciosa” no han sabido absolutamente nada acerca de ella.

Pobres criaturas ignorantes, muy poco comprendían que su propio material que es muy vil, es la doctrina más licenciosa bajo el cielo. Si conocieran la gracia de Dios en verdad, pronto verían que no hay nada que preserve de la mentira como el conocimiento que somos elegidos de Dios desde la fundación del mundo. No hay nada como la creencia en mi perseverancia final y en la inmutabilidad del afecto de mi Padre que me puede mantener cerca de Él por medio de un motivo de simple gratitud. Nada hace a un hombre más virtuoso que la creencia en la verdad de Dios. Una doctrina llena de mentiras pronto engendrará una práctica llena de mentiras. Un hombre no puede tener una creencia errónea sin tener cada día una vida llena de errores. Yo creo que una cosa engendra naturalmente a la otra. De todos los hombres, aquellos que tienen la piedad más desinteresada, la más sublime reverencia, y la devoción más ardiente, son los que creen que han sido salvos por Gracia, sin mediar obras, por medio de la fe y eso no de ellos, pues es un don de Dios. Los cristianos deberían de prestar atención y ver que siempre es así, para que de ninguna manera Cristo sea crucificado de nuevo para ellos mismos y no sea expuesto a vituperio.

Spurgeon, C. H. (2011). Una defensa del Calvinismo (pp. 1–9). Mexico: Allan Román.

La caída radical del hombre

Ministerios Ligonier

Renovando tu Mente

La caída radical del hombre

R.C.Sproul

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En nuestra última sesión del estudio de la predestinación, vimos el concepto del libre albedrío, y al final de la clase expuse algunas ideas que fueron presentadas originalmente por Jonathan Edwards y por San Agustín, con algunas referencias a Lutero y a Juan Calvino.

Pero con el debido respeto que les tengamos o no a esos grandes maestros de la historia de la iglesia, creo que todos reconoceríamos que ninguno de ellos individualmente, ni todos ellos colectivamente deben ser considerados autoridades infalibles de enseñanza.

Entonces, debemos continuar con el siguiente paso mientras examinamos todo el tema de la capacidad moral humana, o la falta de ella, y escuchar lo que nuestro Señor mismo enseña, porque aunque podamos estar en desacuerdo con Agustín, Lutero o Calvino o cualquier otro gran maestro, lejos de nosotros esté el oponernos a las enseñanzas de Cristo mismo.

Entonces, en esta sesión, quiero que prestemos atención a algunas declaraciones cruciales que hizo Jesús con respecto a la capacidad del ser humano, o la falta de ella.Pongamos atención, en primer lugar, al sexto capítulo del evangelio de Juan, donde Jesús dice en el versículo 65: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre.”

Ahora, veamos esta parte: “nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre”.Las primeras dos palabras en esta oración: “nadie”, o algunas traducciones dicen: “ninguno”, “ningún hombre”, “ninguna persona”; si aplicamos las categorías de la lógica y las leyes de la inferencia inmediata, etc., vemos que esta afirmación es lo que llamamos un negativo universal.

Es decir, todo está incluido. Lo que Jesús está diciendo es que, sin excepción, no hay un ser humano que (sin importar lo que Él dirá de ellos), pero aquí es que pueda venir a Él a menos que le sea dado por el Padre. Entonces esto es un absoluto. Es un absoluto negativo y tenemos que entenderlo.

 

Ahora, la siguiente palabra también es crucial para nuestro entendimiento. Es la palabra “puede”. Nadie “puede”. Ahora, la palabra “puede” o al menos la palabra que se usa en el texto griego es menos ambigua que la palabra “puede” en español y que a menudo se confunden en su uso con otra palabra ¿cuál palabra? “Permiso”

Así es. Todos hemos sido corregidos. Recuerdo cuando éramos niños e íbamos al colegio, nosotros levantábamos la mano y decíamos: “Profesora, ¿puedo afilar mi lápiz?” Y ella contestaba: “Estoy segura que ‘puedes”. Pero, no tienes mi permiso.  Y ella aprovecharía esa oportunidad para enseñarnos esa lección que parece tan difícil de aprender: la diferencia entre el uso de la palabra “permiso”, que sugiere autorización y la palabra “puede”.

La palabra ‘puede’ describe capacidad. Entonces lo que este verso está diciendo es que, al decir “ningún hombre puede”, es como decir que nadie tiene la capacidad de hacerlo. Si digo que nadie puede correr a 50 kms. por hora, eso significa que nadie tiene la capacidad de correr a 50 km por hora o 500km por hora (no sé cuán rápido puede correr alguien).

Muy bien, ahora ¿qué es lo que nadie tiene la capacidad de hacer? ¿de qué habla Jesús? Nadie tiene la capacidad de “venir a mí”, nos dice. Permítanme hacer una pregunta:
¿Tiene el hombre, por sí mismo, según Jesús, la capacidad de venir a Jesús? No.

¿Tienen algunos hombres la capacidad de venir a Jesús por sí mismos? No. Ningún hombre puede venir a Jesús: “Nadie puede venir a mí si”. Vemos la cláusula que sigue, a la que llamamos condicional.

“Si” introduce una excepción. Y “si” apunta a lo que llamamos en filosofía una condición necesaria. Ahora, ¿qué es una condición necesaria? Un prerrequisito. Algo que tiene que pasar antes de que algo más pueda suceder. Eso es un prerrequisito.

Entonces, Jesús está diciendo que hay una condición necesaria que debe cumplirse antes que alguien pueda venir a Él. Ahora, ¿qué es lo que identifica en este verso como una condición necesaria para que alguien pueda venir a él? “si no se lo ha concedido el Padre.” Otras traducciones dicen: “si el Padre no se lo permite”. Otra traducción dice: “si no le fuere dado del Padre” Ahora, todas esas palabras no significan lo mismo. “Conceder” significa permitir. “Dar” significa entregar un regalo y “Autorizar” significa dar el poder. ¿Estamos?

Así que, tenemos aquí cierta ambigüedad acerca de cuál es esa condición necesaria. Y hay otra pregunta que aún está pendiente, y es que, si se proporciona una condición necesaria – no estamos hablando de venir a Jesús – en cualquier situación, si se proporciona una condición necesaria en una situación, ¿una condición necesaria garantiza que el resultado que deseas se llevará en efecto a cabo? No.

Por eso hacemos una distinción entre condiciones necesarias y condiciones suficientes. Una condición suficiente es una condición que, si se cumple, garantiza el resultado. Eso basta.

Un ejemplo de una condición necesaria sería en el caso de un incendio.  Si quieres iniciar un fuego, el oxígeno es una condición necesaria para que haya fuego. Pero la mera presencia del oxígeno no garantiza un fuego.

Ahora, si tienes un trozo de papel seco y abundante oxígeno y luego enciendes un fósforo y lo pasas por el trozo de papel, entonces tendrás un fuego ya que el fósforo encendido es una condición suficiente para encender el trozo seco de papel bajo esas condiciones, considerando que se haya cumplido las demás condiciones necesarias.

¿Comprenden entonces la diferencia? Entonces, lo que este versículo está enseñando es que, en términos de la capacidad natural del hombre, nadie tiene la capacidad, en sus propias manos de venir a Cristo si es que Dios no hace algo.

Aún no estamos seguros con exactitud qué es lo que Dios hace y tampoco estamos seguros que si Dios lo hace garantizará que las personas vengan. Lo único que sabemos es que lo que sea que Dios haga es una condición necesaria, un prerrequisito, ¿Ok? Algunos han saltado a otro versículo en Juan 6 donde Jesús dice: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí”.

Y este sugiere que todos los que obtienen esa condición necesaria, de hecho vienen, pero no es exactamente así como esos dos versículos están relacionados. Veamos si somos lo suficientemente agudos como para ver la diferencia.

Jesús dice: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí”. “Nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre”. Casi suena como que todos los que se le han dado para venir, son aquellos que están incluidos entre los que el Padre le da al Hijo. Pero recuerda, por un lado, la entrega es para nosotros.

Por otro lado, la entrega es a Jesús, por lo que no podemos equiparar esas dos oraciones; a pesar de que creo que, de hecho, son paralelos.  Pero lingüísticamente no podemos probarlo. Por tanto, tenemos aún esta ambigüedad en cuanto a lo que debe suceder.

¿Cuál es la naturaleza de esta condición necesaria? Bueno, noten que Jesús aquí dijo que ya les había dicho eso, él está indicando que esto es una repetición.

Él entonces dice: “Por eso os he dicho”. Entonces, ahora Él mismo está repitiendo, veamos si podemos encontrar la afirmación anterior que es idéntica o parecida a esta afirmación a lo que Jesús se está refiriendo. Si vemos más arriba en el capítulo, encontramos otro negativo universal y otra afirmación sobre las condiciones necesarias y sobre la capacidad moral del ser humano.

Encontramos eso en el versículo 44. “Nadie puede venir a mí”(¿les suena familiar?) “Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me envió”. Esto no es tan ambiguo. Aquí la condición necesaria que Jesús señala es que el Padre atrae a alguien.

Entonces, ¿podemos decir esto, categóricamente, sin temor alguno a ser contradicho, de que nuestro Señor Jesús enseñó que es imposible que un ser humano venga a Él a menos que esa persona sea llevada por el Padre?

Ahora, debo añadir a estas alturas que tanto los de una perspectiva agustiniana como los de perspectiva semi-pelagiana concuerdan en que hay algún tipo de condición necesaria que Dios debe suministrar. Dios debe atraer a la gente, pero todavía hay un debate. Y el debate es: ¿Qué significa que Dios atrae? Ahora bien, el enfoque arminiano clásico de este enfoque, o semipelagiano, es que nadie puede ir a Jesús a menos que el Padre lo persuada o atraiga.

De nuevo, eso generalmente está ligado a alguna noción de gracia introductoria o a la influencia del Espíritu Santo para persuadir y atraer. Y la palabra “atraer” aquí se interpreta como que significa “conquistar o atraer”, así como la miel atrae a las abejas y las luces a las polillas; pero la idea es que el atraer que Dios hace es irresistible, y aquellos que responden a la persuasión, aquellos que responden a ser atraídos, son entonces redimidos, según el Arminianismo y aquellos que no responden al ser atraídos luego se pierden.

La interpretación agustiniana del versículo es que la palabra “atraer” significa más que simplemente “atraer o persuadir”. Ahora, veamos cómo esta palabra griega se usa en otras partes del Nuevo Testamento. Si abrimos nuestras Biblia en Santiago, el capítulo 2, versículo 6, veremos esta misma palabra griega usada en el Nuevo Testamento.

En el capítulo 2 del libro de Santiago, en el verso 6, leeré el versículo. “Pero vosotros habéis menospreciado al pobre. ¿No son los ricos los que os oprimen y personalmente os arrastran a los tribunales?”

Voy a pedirles que me digan qué palabra creen que se usa en este verso, que es exactamente la misma palabra griega que se traduce por la palabra “atraer” en Juan 6. ¿Alguien se anima? Vamos.

Ahora, veamos la interpretación semi-pelagiana. “Pero vosotros habéis menospreciado al pobre. ¿No son los ricos los que os oprimen y personalmente os ‘cortejan’ a los tribunales?” ¿Ok? Veamos otro. Miremos Hechos el capítulo 16 versículo 19, el cual voy a leer.

“Pero cuando sus amos vieron que se les había ido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los arrastraron hasta la plaza, ante las autoridades.”

¿Podrías decir qué palabra en este texto es la misma palabra griega? Una vez más, es la palabra “arrastrado”. De nuevo, sustituye “seducido o persuadido”. “prendieron a Pablo y a Silas y los sedujeron hasta la plaza, ante las autoridades.” Este texto indica claramente un acto de fuerza al arrastrar a Pablo y Silas hacia la plaza. Esto te haría preguntar por qué los traductores usaron la palabra “atraer” en vez de la palabra “arrastrar”.

Solo puedo suponer, y trataré de decirlo en un momento, pero primero permítanme ir más allá.
Cada vez que tenemos dudas sobre el significado preciso de una palabra en las Escrituras, lo primero que hacemos es ir al griego, pero luego de ir al griego, todavía dependemos de la ciencia de la lingüística y la lexicografía a fin de tener una comprensión del significado de ese término al momento en que fue usado en la redacción de los documentos.

Creo que es seguro decir que, en el mundo académico, la fuente lingüística y lexicográfica más respetada que la iglesia ha tenido para el significado de las palabras griegas es el Diccionario Teológico del Nuevo Testamento Kittel.

En el Diccionario Teológico del Nuevo Testamento Kittel, la palabra traducida como ‘atraer’ en este texto, es definida por Kittel como que significa ‘obligar por superioridad irresistible”.

Debo añadir que los autores del diccionario eran todo menos calvinistas. Pero ellos reconocieron que lo clásico (es decir el significado de este verbo en el idioma griego) es “obligar”.

De nuevo, nos preguntamos, si ese es el caso, si la evidencia lingüística y lexicográfica tiene un peso tan grande como para que signifique algo que es convincente, ¿por qué los traductores, en varias traducciones, usan este término “atraer” cuando en otros partes ellos la traducen como “arrastrar”?

Bueno, cuando tienes una palabra como esa, a menudo la forma en que elijas traducirla estará determinada por el contexto. También, estará determinada, en cierta manera, por tu teología y tal vez, estoy suponiendo, podría ser que los traductores simplemente sintieron que sería ofensivo para los lectores de habla hispana el leer aquí: “Nadie puede venir a mí si no lo arrastra el Padre” o “a menos que el Padre lo obligue”.

Esa podría ser la razón por la que ellos escogieron no hacerlo. Pero, nuevamente, muchos traductores y equipos de traductores no son tan arbitrarios cuando están haciendo traducciones de la biblia.

Ellos tratan de ser lo más honestos y cuidadosos posible al traducir del griego al español. He estado intrigado por esto por mucho tiempo y creo que he encontrado la respuesta, les voy a contar una historia para ilustrarlo.

Fui invitado a debatir sobre el tema de la predestinación en un seminario Arminiano, es decir, el seminario era arminiano por auto reconocimiento y por sus estándares doctrinales.

Teníamos una relación cálida y amistosa con ese seminario y ellos sabían que yo no abogaba por la teología arminiana, y pensaron que sería bueno tener un debate frente a todo el cuerpo estudiantil y la facultad puesto que querían que sus estudiantes estén expuestos al otro lado, el cual yo representaba.

Y mi oponente, un oponente amistoso debo decir, en este debate en particular, resultó ser el jefe del departamento de Nuevo Testamento y mientras discutíamos este tema, él llegó a este versículo y cito el verso: “Nadie puede venir a mí a menos que el Padre lo traiga”

Y él estaba interpretando esto como “atraer o persuadir” Y yo rápidamente llamé su atención a algo que no creía necesario hacer ya que era un experto en Nuevo Testamento, y yo no. Le dije: ¿Qué pasa con el uso de esto en Santiago 2 y en Hechos 16? Y él aceptó que en efecto esos textos usaban la interpretación más fuerte del verbo y que el verbo podía ser traducido como “arrastrar”. Él lo Aceptó. Entonces pregunté: “Bueno, y ¿por qué usted insiste en que ‘atraer’ es menos convincente que la palabra ‘arrastrar’?

Él dijo: “Porque tenemos una instancia en donde este verbo se usa en el lenguaje griego clásico, como en un drama de Eurípides”, o algo de lo que nunca había oído hablar, donde dice: “Este es el verbo que los griegos usaron cuando sacaban agua de un pozo”.

Y él me dijo (yo estaba totalmente desconcertado, en realidad no tenía idea de eso). Él me dijo: “Así que ya ve, profesor Sproul, es un uso perfectamente legítimo al utilizar la palabra “atraer”, el dijo: “porque nadie arrastra agua de un pozo”.

Y el aire se paralizó, me sentí atrapado, es decir avergonzado, ya que ni sabía que eso ocurrió. Y yo dije: “Le concedo que uno no arrastra agua del pozo; pero Señor, ¿cómo saca agua de un pozo?

¿Usted se para en la parte superior del pozo y le dice: ‘agua, agua, agua ven ven’? ¿persuades al agua para que salga del pozo? ¿La cortejas para que salga el agua del pozo? o debes hacer algo que obligue al agua a ir contra la gravedad y llevarla a donde pueda ser usada?

Y ahora se rieron del otro lado y luego pasamos al siguiente versículo. Pero creo que esto, incluso esa referencia oscura en el idioma griego, subraya el hecho de que la fuerza de este verbo, es la fuerza de la compulsión divina.

Y si esto es cierto, entonces, diría que el verso y solo ese verso, son suficientes para terminar el debate para siempre, con respecto a la capacidad del hombre, o la falta de ella, para inclinarse por sí mismo a elegir a Jesucristo.

Porque Jesucristo mismo dice que ningún hombre puede hacerlo a menos que el Padre lo obligue a hacerlo. Y eso es agustianinismo puro, solo que fue afirmado antes de San Agustín.
Pero si eso no es suficiente con respecto a la capacidad del hombre, veamos un poco antes en el capítulo 3 del evangelio de Juan, donde Juan describe el encuentro de Jesús con el fariseo, un teólogo, Nicodemo, en el que dice en el verso 3: “Respondió Jesús y le dijo: En verdad, en verdad te digo que…” ¿qué indica la palabra?, ¿qué viene luego? Una condición necesaria: “que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios”

Ahora, ¿qué tiene que pasar según Jesús antes que una persona pueda ver el Reino de Dios? Tiene que nacer de nuevo. Entonces, la regeneración precede a ver el Reino de Dios. ¿Es esa una interpretación legítima de este pasaje?

De hecho, nadie puede verlo a menos que sea primero ¿qué? Nacido de nuevo, regenerado. Ahora, el texto continúa –Nicodemo está perplejo—“¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.

Entonces la regeneración es un requisito previo para entrar y ver el Reino de Dios. Los semipelagianos tienen personas que eligen a Cristo antes de regenerarse.  Los semipela-gianos tienen personas que en su naturaleza humana cooperan con la gracia introductoria, respon-diendo a este persuasión y atracción y atracción de Dios el Espíritu Santo, cuando el Espíritu Santo todavía no está en ellos ni los ha regenerado.

Entonces, la conclusión es que en la posición arminiana tenemos personas que aún no han nacido de nuevo para ver y elegir al Rey del Reino de Dios. Es increíble, ¿cierto?

Es por eso que el axioma de la teología agustiniana es este: la regeneración precede a la fe. La regeneración es vista como una condición necesaria para la fe, tal como Pablo lo enseña en Efesios 2, cuando dice que mientras estábamos muertos en pecado y transgresiones, Dios nos ha vivificado; es decir, nos ha hecho vivos en Cristo, ¿Ok? ¡Cuando estábamos muertos!

Y luego nos dice que, por lo tanto, es por gracia que somos salvos por medio de la fe y eso no es de nosotros, sino que es don de Dios. Así vemos que la fe es el regalo de Dios, que es el resultado de la obra de regeneración del Espíritu dentro de nosotros.

Que Dios mismo provee la condición necesaria para venir a Jesús. Es por eso que es “sola gratia”, solo por gracia, que somos salvos. Ahora Jesús dice: “Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te asombres de que te haya dicho: ‘Os es necesario nacer de nuevo’.”

Jesús está diciendo: ‘¿Por qué te sorprende esto? Eres un teólogo, Nicodemo. ¿No entiendes el punto fundamental de la naturaleza de la caída del hombre, que lo que es nacido de la carne, carne es?

Y en otras partes Él nos dice que la carne se beneficia de ¿qué? Nada. Pero si creemos que Dios nos atrae a Cristo, y todo lo que tenemos que hacer en la carne antes de nuestra regeneración es cooperar, o asentir a eso, si de hecho podemos cooperar y asentir a la gracia introductoria, hasta el final donde entramos en el Reino de Dios y somos redimidos para siempre.

Y lo hacemos estando aún en la carne, entonces te pregunto: ¿qué gana la carne? No solo algo, ¡todo! ¡tu salvación eterna! Ahora, el mismo Pablo habla de esto en el capítulo 7, perdón, el capítulo 8, versículo 7. Leamos desde el versículo 5.

“Porque los que viven conforme a la carne, ponen la mente en las cosas de la carne, pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu.

Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz; ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo”.

Ahora, el apóstol Pablo nos dice algo aquí acerca de la incapacidad moral del hombre en la carne. Él dice que el hombre en su estado caído, en la carne, es hostil a la ley de Dios. Y no obedece la ley de Dios, no está sujeto a la ley de Dios, ni tampoco ¿qué? ¡puede estarlo!

Entonces, ese hombre caído, dice el apóstol (¿no es cierto?) que no puede obedecer la ley de Dios. Y aquellos que están en la carne no pueden agradar a Dios.

Podría agregar que si Dios solo nos persuadió hacia Cristo y nos dejó tomar la decisión final, no puedo pensar en nada que agradaría más a Dios que el responder positivamente a esa persuasión y esa atracción.

Pero el apóstol nos dice que en la carne no hay nada que el hombre pueda hacer para agradar a Dios. Pero ahora aquí nos topamos con el punto crítico del verso 9. “Sin embargo, vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu”. ¿Cómo sabemos si alguien está en la carne o en el espíritu?

“Vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu” –la palabra siguiente es crucial—“si” ¿qué indica el si? Una condición necesaria. Correcto. “si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros.” Ahora, ¿cuántas personas regeneradas tiene el Espíritu de Dios morando en ellas? Todas ¿cierto? Entonces, si eres regenerado, por consiguiente, ya no estás en la carne. Si estás en la carne, no eres regenerado. ¿Está claro?

Entonces, cuando habla de aquellos en la carne, se refiere a personas no regeneradas, son personas no regeneradas que no pueden obedecer a Dios, que no pueden o no están sujetas a Dios, que experimentan esta situación terrible de incapacidad moral de la cual venimos hablando.

Pero si en verdad el Espíritu de Dios mora en ti: “Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él.” Continúa diciendo: ‘sin embargo, si alguno tiene el Espíritu de Cristo, el tal le pertenece a Cristo.’ Es así que el prerrequisito crucial para la salvación es una obra del Espíritu Santo, la cual es la condición necesaria, el requisito previo para que la fe esté presente.

Por eso es que insisto en que el primer paso de nuestra justificación, lo que nos aviva de la muerte espiritual y nos hace, nos permite venir a Jesús del todo, es la obra misericordiosa de Dios el Espíritu Santo y nunca es el fruto de la carne.

R.C. Sproul es el fundador de Ligonier Ministries, el maestro principal de la programación de radio Renewing Your Mind, y el editor general de la Biblia de estudio Reformation

http://www.ligonier.es

24/27 – Reflexionando sobre la cruz

Aviva Nuestros Corazones

Serie: El Cristo incomparable

24/27 – Reflexionando sobre la cruz

Nancy Leigh DeMoss

https://www.avivanuestroscorazones.com/podcast/aviva-nuestros-corazones/reflexionando-sobre-la-cruz/

«Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de  cruz”  (Filipenses 2:8)

Leslie Basham: Este es su programa Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss en la voz de Patricia Saladin. Te invitamos a que de forma pausada reflexiones en los eventos que sucedieron ese Viernes Santo. Hoy estaremos explorando varios textos de la Escritura que, unidos entre sí, nos cuentan acerca de esta importante historia, así que vamos a escuchar y dejar que la Palabra lave nuestros corazones.

«Le llevaron al lugar llamado Gólgota, que traducido significa: Lugar de la Calavera. Y trataron de darle vino mezclado con mirra, pero Él no lo tomó. Cuando le crucificaron, se repartieron sus vestidos, echando suertes sobre ellos para decidir lo que cada uno tomaría. Era la hora tercera cuando le crucificaron”. (Marcos 15:22-25)

«Porque yo os entregué en primer lugar lo mismo que recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a Las Escrituras». (1 Corintios 15:3)

Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros (porque escrito está: maldito todo el que cuelga de un madero”  (Gálatas 3:13).

«Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él” (2 Corintios 5:21).

“Pilatos también escribió un letrero y lo puso sobre la cruz. Y estaba escrito: Jesús el Nazareno, El Rey de los Judíos. Entonces muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, en latín y en griego. Por eso los principales sacerdotes de los judíos decían a Pilatos: No escribas, «el Rey de los judíos»; sino que Él dijo: «Yo soy Rey de los judíos.» Pilatos respondió: Lo que he escrito, he escrito”. (Juan 19: 19-22)

«Porque mientras aún éramos débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos. Porque a duras penas habrá alguien que muera por un justo, aunque tal vez alguno se atreva a morir por el bueno. Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:6-8)

«Cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», crucificaron allí a Jesús y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. (Lucas 23:33-34a)

«En Él tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia» (Efesios 1:7).“Entonces mucho más, habiendo sido ahora justificados por su sangre, seremos salvos de la ira de Dios por medio de Él. Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida”. (Romanos 5:9-10)

Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Y si alguno peca, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Él mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero”. (1 Juan 2: 1-2)

“Entonces los soldados, cuando crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos e hicieron cuatro partes, una parte para cada soldado. Y tomaron también la túnica; y la túnica era sin costura, tejida en una sola pieza.  Por tanto, se dijeron unos a otros: No la rompamos; sino echemos suertes sobre ella, para ver de quién será; para que se cumpliera la Escritura: REPARTIERON ENTRE SÍ MIS VESTIDOS, Y SOBRE MI ROPA ECHARON SUERTES (Juan 19:23-24)

«Por cuanto todos pecaron y no alcanzaron la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente, para demostrar en este tiempo su justicia, a fin de que Él sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús”. (Romanos 3:23-26)

«Los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza diciendo: Tú que destruyes el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo, si eres el Hijo de Dios, y desciende de la cruz. De igual manera, también los principales sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, burlándose de Él, decían: A otros salvó; a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es; que baje ahora de la cruz, y creeremos en Él. EN DIOS CONFÍA; QUE le LIBRE ahora SI ÉL LE QUIERE; porque ha dicho: «Yo soy el Hijo de Dios.»En la misma forma le injuriaban también los ladrones que habían sido crucificados con Él”.  (Mateo 27:39-44)

«Los soldados también se burlaban de Él, acercándose y ofreciéndole vinagre, y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo” (Lucas 23:36-37)

«Pero yo soy gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. Todos los que me ven, de mí se burlan; hacen muecas con los labios, menean la cabeza, diciendo: Que se encomiende al SEÑOR; que Él lo libre, que Él lo rescate, puesto que en Él se deleita”. (Salmo 22:6-8)

“Esperé compasión, pero no la hubo; busqué consoladores, pero no los hallé.Y por comida me dieron hiel, y para mi sed me dieron a beber vinagre” (Salmos  69:20-21)

“Y uno de los malhechores que estaban colgados allí le lanzaba insultos, diciendo: ¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros! Pero el otro le contestó, y reprendiendo le, dijo: ¿Ni siquiera temes tú a Dios a pesar de que estás bajo la misma condena? Y nosotros a la verdad, justamente, porque recibimos lo que merecemos por nuestros hechos; pero éste nada malo ha hecho. Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Él le dijo: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso”. (Lucas 23:39-43)

«Porque también Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, muerto en la carne pero vivificado en el espíritu”. (1 Pedro 3:18).

“Y junto a la cruz de Jesús estaban su madre, y la hermana de su madre, María, la mujer de Cleofás, y María Magdalena. Y cuando Jesús vio a su madre, y al discípulo a quien Él amaba que estaba allí cerca, dijo a su madre: ¡Mujer, he ahí tu hijo! Después dijo al discípulo: ¡He ahí tu madre! Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su propia casa. (Juan 19:25-27).

“Y Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por sus heridas fuisteis sanados” (1 Pedro 2:24).

“Cuando llegó la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y a la hora novena Jesús exclamó con fuerte voz: ELOI, ELOI, ¿LEMA SABACTANI?, que traducido significa, DIOS MIO, DIOS MIO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO? Algunos de los que estaban allí, al oírlo, decían: Mirad, a Elías llama. Entonces uno corrió y empapó una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si Elías viene a bajarle”  (Marcos 15:33-36).

“Porque agradó al Padre que en Él habitara toda la plenitud, y por medio de Él reconciliar todas las cosas consigo, habiendo hecho la paz por medio de la sangre de su cruz, por medio de Él, repito, ya sean las que están en la tierra o las que están en los cielos. Y aunque vosotros antes estabais alejados y erais de ánimo hostil, ocupados en malas obras; sin embargo, ahora Él os ha reconciliado en su cuerpo de carne, mediante su muerte, a fin de presentaros santos, sin mancha e irreprensibles delante de Él” (Colosenses 1:19-22).

Después de esto, sabiendo Jesús que todo se había ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo*: Tengo sed. Había allí una vasija llena de vinagre; colocaron, pues, una esponja empapada del vinagre en una rama de hisopo, y se la acercaron a la boca. Entonces Jesús, cuando hubo tomado el vinagre, dijo: ¡Consumado es! E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.” (Juan 19:28-30)

Y ciertamente todo sacerdote está de pie, día tras día, ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Él, habiendo ofrecido un solo sacrificio por los pecados para siempre, SE SENTÓ A LA DIESTRA DE DIOS, esperando de ahí en adelante HASTA QUE SUS ENEMIGOS SEAN PUESTOS POR ESTRADO DE SUS PIES. Porque por una ofrenda Él ha hecho perfectos para siempre a los que son santificados. (Hebreos 10:11-14)

“Sabiendo que no fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir heredada de vuestros padres con cosas perecederas como oro o plata, sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la sangre de Cristo” (1 Pedro 1:18-19).

“Y Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU. Y habiendo dicho esto, expiró” (Lucas 23:46).

“Así que, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, Él igualmente participó también de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder de aquél que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo,y librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida” (Hebreos 2:14-15).

“En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4:9-10).

“Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo, y la tierra tembló y las rocas se partieron; y los sepulcros se abrieron, y los cuerpos de muchos santos que habían dormido resucitaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Jesús, entraron en la santa ciudad y se aparecieron a muchos. El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús, cuando vieron el terremoto y las cosas que sucedían, se asustaron mucho, y dijeron: En verdad éste era Hijo de Dios” (Mateo 27:51-54).

“Porque convenía que tuviéramos tal sumo sacerdote: santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores y exaltado más allá de los cielos, que no necesita, como aquellos sumos sacerdotes, ofrecer sacrificios diariamente, primero por sus propios pecados y después por los pecados del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, cuando se ofreció a sí mismo” (Hebreos 7:26-27).

“…y no para ofrecerse a sí mismo muchas veces, como el sumo sacerdote entra al Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario sufrir muchas veces desde la fundación del mundo; pero ahora, una sola vez en la consumación de los siglos, se ha manifestado para destruir el pecado por el sacrificio de sí mismo. Y así como está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio, así también Cristo, habiendo sido ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos, aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvación de los que ansiosamente le esperan”  (Hebreos 9:25-28).

“Los judíos entonces, como era el día de preparación para la Pascua, a fin de que los cuerpos no se quedaran en la cruz el día de reposo (porque ese día de reposo era muy solemne), pidieron a Pilatos que les quebraran las piernas y se los llevaran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero, y también las del otro que había sido crucificado con Jesús; pero cuando llegaron a Jesús, como vieron que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas; pero uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza, y al momento salió sangre y agua. Y el que lo ha visto ha dado testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice la verdad, para que vosotros también creáis. Porque esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: NO SERÁ QUEBRADO HUESO SUYO. Y también otra Escritura dice: MIRARÁN AL QUE TRASPASARON” (Juan 19:31-37).

“Fue despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción; y como uno de quien los hombres esconden el rostro,  fue despreciado, y no le estimamos. Ciertamente Él llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores;con todo, nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido. Mas Él fue herido por nuestras transgresiones,  molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él, y por sus heridas hemos sido sanados.

Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos apartamos cada cual por su camino; pero el SEÑOR hizo que cayera sobre Él la iniquidad de todos nosotros. Fue oprimido y afligido, pero no abrió su boca; como cordero que es llevado al matadero, y como oveja que ante sus trasquiladores permanece muda, no abrió Él su boca. Por opresión y juicio fue quitado; y en cuanto a su generación, ¿quién tuvo en cuenta que Él fuera cortado de la tierra de los vivientes por la trasgresión de mi pueblo, a quien correspondía la herida? Pero quiso el SEÑOR quebrantarle, sometiéndole a padecimiento.  Cuando Él se entregue a sí mismo como ofrenda de expiación, verá a su descendencia, prolongará sus días,  y la voluntad del SEÑOR en su mano prosperará. Debido a la angustia de su alma, Él lo verá y quedará satisfecho. Por su conocimiento, el Justo, mi Siervo, justificará a muchos, y cargará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes y con los fuertes repartirá despojos, porque derramó su alma hasta la muerte y con los transgresores fue contado,  llevando Él, el pecado de muchos, e intercediendo por los transgresores (Isaías 53:3-12).

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. El que cree en Él no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:16-18).

“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él” (Juan 3:36).

“El cual no cometió pecado, ni engaño alguno se hallo en Su boca; y quien cuando le ultrajaban, no respondía ultrajando; cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a aquel que juzga con justicia” (1 Pedro 2:22-23).

Pero vemos a aquél que fue hecho un poco inferior a los ángeles, es decir, a Jesús, coronado de gloria y honor a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios probara la muerte por todos. Porque convenía que aquél para quien son todas las cosas y por quien son todas las cosas, llevando muchos hijos a la gloria, hiciera perfecto por medio de los padecimientos al autor de la salvación de ellos (Hebreos 2:9-10).

 Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono y de los seres vivientes y de los ancianos; y el número de ellos era miríadas de miríadas, y millares de millares, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado digno es de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la alabanza. Y a toda cosa creada que está en el cielo, sobre la tierra, debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay , oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Y los cuatro seres vivientes decían: Amén. Y los ancianos se postraron y adoraron (Apocalipsis 5:11-14).

Canción:

Digno y Santo, el Cordero inmolado en la cruz
Nuevo canto levantaremos al que en Su trono está

Santo, Santo, Santo, Dios todopoderoso
Quien fue, quien es y quien vendrá
La creación te canta: Hosanna al Gran Yo Soy, Tú eres mi todo y yo te adoraré

De un arcoíris estás vestido
Tu voz resuena como los truenos
Recibe honor y gloria, poder y majestad
A ti, al único Rey

Santo, Santo, Santo, Dios todopoderoso
Quien fue, quien es y quien vendrá
La creación te canta: Hosanna al Gran Yo Soy, Tú eres mi todo y yo te adoraré

Tan grandioso, asombroso, con solo decir: Jesús
Cristo tu nombre es grande, fuente inagotable
Tu misterio glorioso es

Santo, Santo, Santo, Dios todopoderoso
Quien fue, quien es y quien vendrá
La creación te canta: Hosanna al Gran Yo Soy, Tú eres mi todo y yo te adoraré

Leslie: En este día hemos estado dejando que la Palabra de Dios sature nuestros corazones. Puedes encontrar las referencias a toda la Escritura que hemos acabado de escuchar visitando nuestra pagina www.avivanuestroscorazones.com. Solo tienes que hacer un clic en el tema de hoy y leer toda la transcripción del programa.

Espero que tengas un resto de la semana lleno de significado, recordando la muerte, sepultura y resurrección de nuestro Señor. Te esperamos el lunes, en la próxima entrega de Aviva Nuestros Corazones.

Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.

Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.

1Kari Jobe. «Revelation Song.» Kari Jobe. Gateway Create Publishing, 2009.

Digno y Santo, Natalie Billini, Aquí Estoy ℗ 2010 Natalie Billini; O Sacred Head, Now Wounded, Our Daily Bread, Symphonic Hymns (Vol. 16) ℗ 2006 Discovery House Music; O the Deep, Deep Love of Jesus, Our Daily Bread, Hymns of the Night (Vol. 4) ℗ 2000 Discovery House Music; When I Survey the Wondrous Cross, Our Daily Bread, Hymns of the Night (Vol. 4) ℗ 2000 Discovery House Music.

Usado con permiso del Ministerio Aviva Nuestros Corazones 

Tomado de: Aviva Nuestros Corazones

Todos los Derechos Reservados

Disponible sobre el Internet en: http://www.avivanuestroscorazones.com

Oración de un Anciano

Isha – Salmos

DÍA 108 – Salmo 71

Dosis: Virtud

Oración de un Anciano

“Aun cuando sea yo anciano y peine canas, no me abandones, oh Dios, hasta que anuncie tu poder a la generación venidera, y dé a conocer tus proezas a los que aún no han nacido.” (Salmo 71:18) (NVI)

La señorita Phyllis, porque nunca se casó, era hija de padres ingleses, misioneros en mi ciudad. Desde que nací la vi como una mujer mayor de edad. Después me enteré que me llevaba cincuenta años. Todos los domingos, sin falta, llegaba puntualmente a la reunión y se sentaba junto a la puerta para recibir a los fieles. Vendía Biblias y repartía folletos. Toda la semana asistía a distintas reuniones para niños y mujeres donde ayudaba en lo que podía.

Pero la edad cayó sobre ella. Ya no podía vivir sola. Se discutió con ella qué hacer, y ella estuvo de acuerdo en ingresar a un asilo. En ese lugar, como en muchos, había ancianos que terminaban su vida angustiados, abandonados, rechazados, ignorados, y por lo tanto, amargados y enfadados. No ella. Hacía bromas, cuando podía. Se sentaba para ver partidos de fútbol, una afición que había ocultado de muchos de nosotros. Cuando murió, sus cuidadoras lloraron. “La vamos a echar de menos. Iluminaba nuestros días”.

El cómo vivimos hoy, afectará cómo vemos el mañana. Quizá ya estás en una edad avanzada, o tal vez ni siquiera piensas en ello, pero la ancianidad es una realidad para todas nosotras. La pregunta es: ¿podremos hablar como el salmista? Este anciano tenía un testimonio claro: “Mi vida es un ejemplo para muchos, porque tú has sido mi fuerza y protección.” Vivamos desde hoy siendo ejemplo, no tanto por lo que hagamos, sino por aquel en quien confiamos.

Y ya que su vida era un ejemplo, el salmista clama a Dios y le ruega más tiempo. Aún no terminaba su labor. Debía anunciar las maravillas de Dios a una generación venidera. Una persona jamás será suficientemente adulta para servir a Dios, ni demasiado anciana para orar. Si bien algunas actividades físicas cesan, no las espirituales. Aún en el asilo, la señorita Phyllis cantaba himnos y recitaba salmos. Aunque su mente ya no podía articular bien un sermón, dejó huella en los que la escuchaban.

Mis abuelos me regalaron un cuadro con una leyenda que ha marcado mi vida: “Cuando tú naciste, todos sonreían y tú llorabas. Vive de tal manera que cuando mueras, todos lloren y tú sonrías”. Vivamos el día de hoy de modo que el día de mañana podamos anunciar la fidelidad de Dios a los que todavía no nacen.

Oración: Señor, ayúdame a proclamar lo que has hecho por mí. Sostén a todas las ancianitas que aún hoy te sirven en oración y en alabanza. Gracias porque jamás nos abandonas.

De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 124). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.

 

Verdaderas riquezas

Jueves 26 Diciembre

http://labuenasemilla.net/20191226

Conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.

2 Corintios 8:9

Las riquezas y la honra están conmigo; riquezas duraderas, y justicia. Mejor es mi fruto que el oro, y que el oro refinado.

Proverbios 8:18-19

Verdaderas riquezas

Hoy en día el dinero es rey. Gobierna al mundo. Todo está hecho para obtener el máximo provecho sin preocuparse por aquellos a quienes se deja al borde del camino. La riqueza insolente se codea con la pobreza más extrema.

Cristianos, la Biblia nos advierte sobre el peligro de ir tras los bienes terrenales. “Raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Timoteo 6:10). Este vuelve al hombre soberbio y duro, distorsiona las relaciones y lo aleja de Dios. Además, las riquezas materiales son efímeras: “Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros” (Santiago 5:2-3). Llegará un día en el cual todo el sistema económico del mundo se vendrá abajo. “En una hora han sido consumidas tantas riquezas” (Apocalipsis 18:17).

Para el creyente, las verdaderas riquezas no son materiales, terrenales ni temporales, sino espirituales, celestiales y eternas. Jesucristo nos lo enseñó cuando se despojó de su gloria para venir a la tierra. Vivió en la pobreza, sin poseer nada, ni siquiera una moneda para pagar el impuesto (Mateo 17:27). Con su muerte y su resurrección abrió el acceso a “las abundantes riquezas de su gracia” a los que creen (Efesios 2:7). “La excelencia del conocimiento de Cristo Jesús” llevó a Pablo a estimar todas las cosas “por basura” (Filipenses 3:8). Busquemos esas verdaderas riquezas en la presencia del Señor.

Zacarías 11 – Apocalipsis 19:1-10 – Salmo 147:7-11 – Proverbios 30:29-31

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